9788475848464_04_g.jpg

1/ La palabra fue acuñada en tiempos de la Revolución francesa, mucho antes de que Brillat-Savarin la popularizara; ya a principios del siglo xix fue objeto de un poema escrito por Joseph Bérchoux. La literatura anterior del (buen) yantar se limitaba a las recetas, a dietas recomendadas por médicos, religiosos, eruditos...

2/ Si nadie discute el papel del gusto y el olfato en la comida y muchos concuerdan en la importancia del tacto y la vista en esta, pocos recuerdan los sonidos propios de valores comestibles como lo crujiente de una cáscara o lo crocante de una tostada, el chisporroteo de una fritura o el chirriar de una carne en la parrilla, la efervescencia del chocolate, el tintineo de los hielos, el fluir de una bebida o el chasquido de ciertas frutas, a lo que se añade, cuando de gastronomía se trata, el concierto de los utensilios (vajillas, cubiertos y cristalería) así como la palabra y la música indisociables.

3/ S. Bernabeu: Viajes maritimos y expediciones científicas al Pacífico Septentrional (1767-1788). Madrid: Universidad Complutense, 1989. F. Fuster Ruiz: El final del descubrimiento de América. Murcia: Universidad de Murcia, 1998. J. L. Peset (Ed.): Culturas de la costa noroeste de América. Madrid: Turner, 1989.

4/ aa. vv. La ciencia española en ultramar. Madrid: Doce Calles, 1991. A. Landín Carrasco: Islario español del Pacífico. Madrid: ici, 1984. Á. Martínez Salazar: Geografía de la memoria. Bilbao: Elea, 2005. J. Pimentel: Viajeros científicos. Madrid: Nivola, 2001.

5/ aa. vv.: José Sánchez Labrador y los naturalistas, pp. 28 y 95.

6/ J. A. Álvarez de Quindós: Descripción histórica del Real Bosque y Casa de Aranjuez, Madrid: 1804 (Aranjuez: Doce Calles, 1993, pp. 333-334).

7/ Á. Martínez Salazar: Presencia alavesa en América, pp. 58-67 y Geografía de la memoria, pp. 30-33.

8/ Murió en Honda el 30 de octubre de 1800. Diario de viaje del padre... entre los indios y los negros de la provincia de Cartagena en el Nuevo Reino de Granada (1781-1788).

9/ Junto con los ñandúes americanos, son las aves corredoras más grandes que existen. Sus huevos pueden alcanzar un peso de 2 k. Desde hace algunos años, se ha empezado a apreciar su carne, magra, sabrosa y baja en calorías. Se crían en granjas y con su carne también se elaboran jamones y embutidos.

10/ L. Pancorbo: La última vuelta al mundo en 80 días, Madrid: 2000.

11/ [Borneo, 1896.] «Un Punan entró y lanzó en medio de ellos dos cabezas humanas cortadas momentos antes. Todos gritaban de alegría y después de haber retirado los últimos huesos de la columna vertebral que estaban todavía pegados, retiraron del cráneo el seso con una caña de bambú poniéndolo en una bandeja de greda. Wienersdorf se sintió tan mal que casi se desmayó. Con gesto negativo y amable agradeció la pasta que le ofrecían. Los Punanos extrañados de ver rechazar comida tan deliciosa se alegraron todavía más pensando que la parte de cada uno sería un poco más grande.» Coronel Perelaer, A través de Borneo, 1896.

12/ J. F. Aguirre: Discurso histórico que comprende el descubrimiento, conquista y establecimiento de los españoles en las provincias de la Nueva Vizcaya, gneralmente conocidas por el nombre de Río de la Plata. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1947.

13/ F. Azara: Descripción general del Paraguay. Madrid: Alianza editorial, 1990. «Las mulatas corresponden en lo físico a los hombres, y los españoles hallan en ellas un atractivo inexplicable que se las hace preferir a las españolas... Sus costumbres no son muy católicas, por lo menos los preceptos eclesiásticos, y el sexto del Decálogo no se guarda mucho...», p. 161.

14/ Pasó a Indias en 1764 como alférez de ingenieros, trabajando en las fortificaciones de Portobelo, Chagres y Darién, así como en el levantamiento de un plano de Cartagena. En 1772 fue enviado a Guayaquil para realizar labores cartográficas. Luego realizó diversos levantamientos de mapas en Cuenca, Quito, Ambato, Guaranda, Riobamba, Otavalo, Alausí, Macas y Lacatunga. En octubre de 1778 fue nombrado gobernador de Mainas y primer comisario e ingeniero de la Comisión de límites del Marañón. E. Beerman: Francisco Requena: La expedición de Límites: Amazonia, 1779-1795. Madrid: Compañía Literaria, 1996.

15/ F. de. Requena: Ilustrados y bárbaros. Diario de la exploración de límites al Amazonas. Madrid: Alianza editorial, 1991.

16/ S. Bernabeu: «Diario de las expediciones a las Californias» de José Longinos. Aranjuez: Doce Calles, 1994.

17/ J. M. Mociño: Las «Noticias de Nutka». Aranjuez: Doce Calles, 1999.

18/ El castellano es el único idioma importante por el número de hablantes que distingue «pez» de «pescado»; pero fuera de los textos culinarios, el consumidor suele dejar el segundo término para los procedentes del mar, mientras que normalmente se llamaba peces a los de río, con un matiz que suena un tanto despectivo.

19/ Existen cientos de especies de este quelonio. Los hay de tierra, de agua dulce y de agua salada. «Desde el punto de vista gastronómico, las más apreciadas son la “terrapin” y la tortuga verde de mar que se encuentra en el Atlántico y en el Caribe.» L. Goligorsky: Para entender de..., p. 129.

20/ Irving A. Leonard: Viajeros por la América Latina Colonial, p. 41.

21/ P. Cieza de León: La Crónica del Perú, p. 193.

22/ A. Vázquez de Espinosa: Compendio y descripción de las Indias Occidentales. Santander: Atlas, Biblioteca de Autores Españoles, 1969, xli, 577 p. Madrid: Historia 16, 1992.

23/ Miguel I. Arrieta Gallastegui: Apuntes gastronómicos sobre la sardina iberoatlántica. Gijón: Trea, 2009.

24/ Una leyenda local, sitúa el jardín del Edén en la actual Sri Lanka y afirma que era la banana la fruta prohibida, por lo que, después del pecado original, Adán y Eva abandonaron su inocente desnudez y cubrieron sus cuerpos con hojas de bananero. «Eso es fruta prohibida», decimos refiriéndonos a algo que no nos está permitido hacer o probar. Decimos «fruta» aludiendo a la del árbol del bien y del mal, aquel árbol que estaba en el centro del Paraíso y de cuya fruta los dos personajes bíblicos tenían prohibido comer.

En sus impresiones sobre la República Dominicana (marzo, 1994), J. Reverte escribe: «Todo es tan tópico en la península de Samaná como si hubiera sido descrito por un mal narrador: arenas doradas, aguas esmeraldinas y cocoteros esbeltos, incluso se dice que hay tesoros escondidos en sus aguas. Pero, claro, el edén fue siempre un lugar tópico.» Billete de ida, p. 130.

25/ L. Torres de Mendoza et al.: Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía. Madrid: Tomo v, 1866, pp. 499-500.

26/ J. de Andía y Varela: Relación del viaje hecho a la isla de Amat, por otro nombre Otahití y descubrimiento de otras adyacentes en los años 1774 y 1775. Prólogo de J. de Sarriera. Barcelona: José Porter editor, p. 56.

27/ Antonio de Andújar [Andújar, octubre de 1760 - Parapara, Guarico, Venezuela, 1817]. Su nombre era Francisco de Paula Ravé y Berdura. Recibió el hábito el 7 de noviembre de 1777 en el convento de los capuchinos de Sevilla. En 1795 se le destinó a las misiones que su orden tenía en los llanos de Caracas. Su arribo a La Guaira se produjo el 15 de abril de ese año. Estableció en Caracas una cátedra de Matemáticas, que empezó a funcionar el 24 de junio de 1798. Ese mismo año se dirigió al Real Consulado en solicitud de apoyo para su proyecto, así como para abrir otras cátedras en las que se enseñara historia natural, agricultura, física experimental, botánica y dibujo. Su opinión era que con tales conocimientos la provincia podría lograr amplios progresos en agricultura, industria y comercio. En 1799 se dirigió de nuevo al Consulado, esta vez para informarle sobre sus experimentos y descubrimientos en los ramos de mineralogía, botánica, agricultura y medicina, y para interesarlo en algunos proyectos de explotación de los recursos naturales existentes en aquel territorio. Fue maestro de Bolívar. Entre 1795 y 1799 fue procurador de las misiones de los Llanos. En 1808 acompañó a Humboldt en su ascenso a la silla del Ávila y también en parte de su viaje por suelo venezolano. Según el alemán, el padre Andújar era un «apasionado de las investigaciones relativas a la Historia Natural». De 1799 a 1810 estuvo en Barinas. Las dificultades surgidas por la situación política lo llevaron a emigrar a Guayana. Allí permaneció varios años, y hasta ejerció interinamente el curato de Angostura (1815). Después pasó a Parapara.

28/ A. Humboldt: Viaje a las regiones equinoccionales del Nuevo Continente, hecho en 1799, 1800, 1802, 1803 y 1804 por... y A. Bonpland. Caracas: Biblioteca Venezolana de Cultura (bvc), 1945, t. v, pp. 479-480.

29/ L. Torres de Mendoza et al.: Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españoles en América y Oceanía. Madrid: 1879, t. xxxii, pp. 84-85.

30/ M. Fernández de Enciso: Suma de Geografía, del bachiller... Madrid: Estades, 1948, p. 208.

31/ G. de. Carvajal: Descubrimiento del río de las Amazonas, según la relación hasta ahora inédita de Fr..., con otros documentos referentes a Francisco de Orellana y sus compañeros. Sevilla:1894, p. 266.

32/ Á. Altolaguirre: Relaciones geográficas de la gobernación de Venezuela (1767-1763). Madrid: Real Sociedad Geográfica, 1908, p. 281.

33/ M. Jiménez de la Espada: Relaciones geográficas de Indias, p. 78.

34/ A. Amat y Junient: Memoria de gobierno. Edición y estudio preliminar de V. Rodríguez Casado y F. Pérez Embid. Sevilla: eeha, 1947, (845), pp. 331-339.

35/ J. de Andía y Varela: Relación del viaje hecho a la isla de Amat, por otro nombre Otahití y descubrimiento de otras adyacentes en los años 1774 y 1775. Prólogo de J. de Sarriera. Barcelona, José Porter editor, pp. 56-57 y 82.

36/ J. Contreras Hernández y M. Gracia Arnáiz (2005): Alimentación y cultura. Perspectivas antropológicas. Barcelona: Ed. Ariel, p. 37.

37/ A. Arribas Jimeno (2003): El laberinto del comensal. Madrid: Alianza editorial, p. 4.

38/ Descripción sucinta de la isla de Sándwich y de sus naturales...

39/ F. Fuster Ruiz (1997): El final del descubrimiento de América. Murcia: Universidad de Murcia, p. 350.

40/ Mercurio Peruano de Lima, tomo vi, n.º 175, 6 de septiembre de 1792, p. 11.

41/ «El ratón fue el único mamífero de la isla que está reseñado en los documentos españoles... En tiempos antiguos la rata sirvió de alimentación en muchas islas del Pacífico...», en F. Mellén Blanco (1986): Manuscritos y documentos españoles para la historia de la isla de Pascua. Madrid: Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo, p. 126.

42/ Su carne es tan preciada que los furtivos estuvieron a punto de esquilmar la población de carpincho del país, hasta que las autoridades limitaron su caza.

43/ P. J. Quinn (1959): Food and feeding habits of the Pedi. Johannesburg: Witwatersrand University Press.

44/ Mamíferos de Sekukunilandia y su utilización por la tribu pedi: mono (hombres y muchachos), hipopótamo (toda la familia), rata de la caña (hombres y muchachos), mofeta (toda la familia), puercoespín (hombres y muchachos), gato salvaje (hombres y muchachos), cebra (toda la familia), erizo (toda la familia), oso hormiguero (toda la familia), jirafa, rinoceronte, elefante...

45/ J. Kuper (1984): La cocina de los antropólogos. Barcelona: Editorial Tusquets, pp. 247-248.

46/ F. Jarque: «Ferran Adrià». El País, 6 de agosto de 2005.

47/ L. Goligorsky: Historias curiosas de la gastronomía, p. 200.

48/ La carne es blanca y tiene cierto parecido a la del pollo. Se puede preparar salteadas, en mantequilla de ajo, rebozadas y fritas, o á la provenzale.

49/ Á. Martínez Salazar: El habla y la cultura popular en Aguilar, Berrueza, Valdega y Los Arcos. Pamplona: 2005, p. 157.

50/ «La carne [de canguro] es de un rojo oscuro, áspera y de fuerte sabor, y por lo general chorrea sangre. Al principio yo sentía cierta aprensión cada vez que recibía mi ración, y solo me decidí a comer por educación y temor a ofenderlos. Pero pronto descubrí que entre mis compañeros existían diferencias de gusto, semejantes a aquellos que observan en los restaurantes, donde se pregunta a los clientes si prefieren el bistec poco hecho o muy cocido.» I. White: «Los nativos viven bien», en La cocina de los antropólogos, p. 314.

51/ El Correo, 4-09-2000, p. 36.

52/ aa. vv.: Viajes y crónicas de China en los Siglos de Oro. Córdoba: Almuzara, 2007.

53/ R. de Nogales: Memorias. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1991, ii, pp. 75-76.

54/ Á. Martínez Salazar: Manuel Iradier. Las azarosas empresas de un explorador de quimeras. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1993, y Madrid: Miraguano, 2004.

55/ También se refiere a esta experiencia en «De oficio, espía», El peor viaje de nuestras vidas (1998).

56/ Regresaría años más tarde y nos lo cuenta en La tierra de Oz (2000).

57/ Dio la vuelta al mundo en coche, no sabía conducir. ¿Cómo se ata esa mosca por el rabo? Él mismo aclara que conducían otros, sus compañeros de viaje, los periodistas Steve, alias El Jefe, Albert, Mike y el fotógrafo Willy Mettler. Pero llegó el momento en que las agotadoras jornadas en los jeeps hicieron necesaria su participación.

«—Manu, te ha tocado arrimar el hombro —me dijo una tarde de siroco el jefe de la Expedición Récord alrededor del Mundo.

—Pero es que ni se conducir ni tengo el carnet, ya lo sabes.»

58/ A lo largo de once semanas y media, los periodistas vascos Martín Garitano y Fermín Munarriz recorrieron casi cien mil kilómetros y quince países para completar su periplo. Lo cuentan en La vuelta al mundo en 80 días.

59/ M. Leguineche: «La guerra non e bella», en El Urogayo (Madrid), núms. 50-51, julio-agosto de 1990, pp. 104-107.

60/ M. Leguineche: Los ángeles perdidos. Madrid: Espasa Calpe, 1996.

61/ «La independencia de Guinea Ecuatorial, a finales de los sesenta y el golpe de Estado contra Macías, diez años después, originó una nueva avalancha de enviados especiales hacia África. Aunque los hombres sean ficticios, las peripecias vividas por algunos de ellos han quedado fielmente, poéticamente, reflejados en La Tribu de Manuel Leguineche, el enviado especial más importante de los últimos treinta años.» F. Sahagún: «Corresponsales españoles en el extranjero», en Los ojos de la guerra, p. 233.

62/ Su compañero Javier Espinosa, secuestrado por la guerrilla en Sierra Leona en enero de 1999, daba una lección cuando manifestaba: «Los reporteros de guerra no somos ni superhombres, ni héroes, ni tan siquiera dignos de admiración. La sociedad acomodada tiende a magnificar nuestra labor y a convertirnos en émulos de Rambo, pero los verdaderos protagonistas de los conflictos bélicos no somos nosotros —acudimos allí de manera voluntaria— sino la población civil que sufre la carnicería.» El Mundo, 31-01-1999.

63/ Javier Arenas Ramírez fue el primer periodista español en llegar a la Nicaragua de la revolución sandinista, tras el asalto del Comandante Cero al Parlamento de Managua, y en entrevistar al derrocado dictador Somoza.

64/ Subtitulado Un viaje a Oriente. A lo largo de dieciocho capítulos, desde el Himalaya hasta Sri Lanka, desde Rangún hasta Kyoto, Pancorbo rueda por el samsara (el mundo del flujo de existencias), compartiendo con el lector desde lo insólito de unos paisajes y culturas lejanas, hasta las experiencias humanas más cotidianas y universales. Todo ello acompañado por la intrigante sonrisa de Buda y salpicado con la poesía de Basho. Un documento para comprender la vida y espiritualidad de Oriente, a la vez que un relato fresco y personal de este interesante viajero.

65/ Donde nos recuerda que el mejor camino puede ser de agua. «Se dan allí vueltas y encuentros que se olvida la meta.» En este libro quiere contar lo que ve y lo que cree otra gente de la América menos conocida. Una sugestiva tela de Ariadna se va tejiendo en infinidad de ríos, quebradas y afluentes del presente y la memoria.

66/ Los lectores de El Mundo pudieron seguir, desde el 11 de octubre de 1999, su recorrido alrededor de la Tierra en 80 días.

67/ Especialmente interesantes son: Aurora Bertrana: Los paraísos oceánicos (2003) y el ya clásico de J. M.ª de Sagarra: La ruta azul. Viaje a los Mares del Sur (2000).

68/ L. Pancorbo: «Malí. El país que se bebe el Níger», en Siete Leguas, núm. iii, mayo de 1999, pp. 82-94.

69/ «Este es un libro escrito con afición, con celo y cariño, con entusiasmo por lo que el viajero vive y contempla, y eso se nota. El lector siente la necesidad de acompañar al viajero que cumple un sueño, el de África...» M. Leguineche, El País (Babelia), 30-11-1996.

70/ «No es una reflexión menor la de considerar El río de la desolación un texto literario, además de histórico con algunos ribetes de antropología cultural y etnología de campo.» J. E. Ayala-Dip, El País (Babelia), 4-12-2004.

71/ Leer el viaje de Julio Peñate (ed.) es una excelente aproximación a la obra de J. Reverte.

72/ El Mundo, 13-01-2003.

73/ Los aventureros. núm. 3, diciembre de 1984.

74/ C. Sarmiento: Los excluidos, p. 29.

75/ Diario de un misionero de Mainas, vol. i, p. 361.

76/ Las misiones del Paraguay. Madrid, p. 62.


nanshan.LOGO


Esta obra ha sido publicada con una subvención de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura, para su préstamo público en Bibliotecas Públicas, de acuerdo con lo previsto en el artículo 37.2 de la Ley de Propiedad intelectual.


22676.png 

 


Primera edición: Enero 2012

 

 

© Ángel Martínez Salazar

© de esta edición:

Laertes S.A. de Ediciones, 2011

C./Virtut 8, baixos - o8o12 Barcelona

www.laertes.es

 

Fotografía de la cubierta:

Toni Vives, Mercado de Yunnan (China)

 

Diseño cubierta y composición:

JSM

 

ISBN: 978-84-7584-849-5

 

 

 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual, con las excepciones previstas por la ley. Diríjase a cedro (Centro Español de Derechos reprográficos, <www.cedro.org>) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

 

 

Ángel Martínez Salazar

DE COMERSE EL MUNDO

La cocina de los viajeros españoles

logo%20laertes%20bo

 

 

 

En memoria de Juan Reizabal y Enrique «Kino» Gamarra,

con quienes compartí almuerzos, cenas, copas, tertulia...
y soñamos algunos viajes.

 

 

Para Amaia Mingueza Martínez,

que tiene toda una vida por delante y sabe que,
también, puede contar conmigo.

 

 

 

 

 

 

 

Con todos los sentidos

No se puede salir de tu casa y empezar a echar de menos los bocadillos de chorizo,

o las fabes, o la escalivada, o la marmitako, o el pescaíto frito,

a las pocas horas de haber emprendido el viaje.

Javier Reverte

Esta obra pretende acompañar a los lectores de libros de viaje y a los amantes de la cocina con anécdotas y detalles que han caracterizado la gastronomía universal. Aquellos ojos escrutadores y despiertos sentidos, los paladares de los viajeros españoles de todos los tiempos que llegaron hasta cualquier rincón del mundo, probaron y, a su modo, supieron contarlo. En las páginas que siguen, se presentan testimonios sobre la alimentación de variado tipo en diversas regiones del planeta.

Al salir de nuestro ámbito familiar y trasponer las lindes de lo conocido, el viajero se expone a los influjos de culturas diferentes a las que, si de veras quiere aprehenderlas —o comprenderlas—, tendrá que adaptarse. Una cualidad del trotamundos sería la de imitar a una esponja que recibe, se puede saciar y, una vez colmada, puede desprenderse. Viajar, si estamos predispuestos, nos despeja de prejuicios, amplía la mirada y ensancha el criterio, desvanece las fronteras de la estrechez mental (e intestinal)... y adapta a nuestra forma de entender la vida: aromas, texturas y sabores hasta ese momento quizá extraños.

Hay cosas que un viajero —o cualquier turista— debiera hacer cuando llega a un lugar desconocido, ahí van algunas sugerencias: acudir al mercado local, pasear en los amaneceres, asomarse a los establecimientos de todo tipo, buscar la música que hace bailar y cantar a sus habitantes, visitar los museos y rincones emblemáticos, asistir a una manifestación cultural típica, ojear la prensa local, conversar —incluso por señas o en chabacano— con las gentes... y, desde luego, probar la comida y bebidas de la zona.

Que sepamos, nadie registró las maletas de Juan Sebastián Elcano ni de Phileas Fogg (sí a Miguel de la Cuadra Salcedo, Manuel Leguineche o Javier Reverte), pero sostienen que contaban con algún libro; y es que, en el punto de partida del mejor viaje, siempre hubo uno. Hoy es posible dar una vuelta al mundo a través de los testimonios escritos, apenas quedan huecos o espacios en blanco en los mapas sin que algún ser humano los haya visitado. También es cierto que no hace falta trasladarse a ningún rincón lejano para tomar una bebida desconocida o degustar un plato exótico, los mejores vinos y licores del planeta y casi todos los productos de la cocina universal se pueden adquirir ya en nuestras tiendas y mercados. Desde siempre nos llamó la atención qué bebieron y cómo se alimentaron los viajeros.

Un buen día, aquel sujeto —recién descubierto el fuego— se dio cuenta de que prefería la carne (un poco o más) hecha en vez de continuar, como hasta entonces, devorándola cruda. También se tropezó con la gastronomía1 cuando al escoger y mezclar hierbas, bayas o raíces silvestres para obtener combinaciones diversas; y, posteriormente, el especiar o salar/endulzar alimentos para proporcionarles aromas y gustos de su agrado. Útiles hallazgos surgieron en las grandes civilizaciones y en diversas culturas aborígenes; salieron de las cocinas palaciegas y de los monasterios, pero también de los humildes fogones. Por eso, renombradas preparaciones a la vez tan sencillas como en apariencia prodigiosas e incluso mágicas, tienen un origen desconocido. Fueron los vagamundos, los trashumantes, los marineros y trajinantes... quienes —ya de regreso y en el calor del hogar— nos contaron que habían disfrutado (o no) en desconocidos lugares impronunciables menús e insospechadas recetas.

Los seres humanos inventaron métodos cada vez más eficaces no solo para obtener los alimentos de la naturaleza, sino para transformarlos a fin de hacerlos digeribles y conservarlos para tiempos de escasez o hambruna. Con el descubrimiento del fuego inventaron diversas formas de elaboración, es decir: la cocina. Así pudieron crear mezclas para el aprovechamiento de las sustancias y un mayor placer del paladar y el olfato. El desarrollo de la agricultura vino a enriquecer las posibilidades de mixturas y los resultados más placenteros fueron elevados, por cada sociedad, a platos propios de sus comidas familiares, rituales o festivas.

Este proceso, que estuvo determinado por el clima, la orografía y la hidrografía, por la oferta de especies del entorno natural de cada grupo social, fue favorecido por el intercambio entre pueblos distintos, con sus respectivos aportes en flora, fauna y técnicas diversas de obtención y elaboración de los alimentos. El intercambio enriqueció las lenguas que aparecen agrupadas en grandes familias, como se presenta distribuida la geografía alimenticia en función de los granos básicos del consumo: asiática basada en el arroz, mediterráneo-europeo-caucásica en el trigo, africana en el mijo y americana en el maíz. Pudiendo distinguirse diversas ramas, dentro de cada familia de gramíneas, en función de los recursos proteínicos con que complementan su nutrición los pueblos: con bovinos, ovinos, porcinos, aves, pescados, mariscos, reptiles, insectos, mamíferos no domesticados, o con cierto tipo de vegetación y algas.

Al calificar una cocina de gastronómica se entiende que hay en esta un conjunto estructurado de conocimientos y de prácticas, relativos a ciertos ingredientes y utensilios particulares, cuya finalidad es el placer de los cinco sentidos en orden de importancia: gusto y olfato, tacto, vista y oído.2 Dicho de otro modo, la gastronomía es una estructura sensual armoniosa del fenómeno alimenticio de un pueblo, análoga a la estructura (principios y reglas) de la poética de una lengua. Tal como existe cierta distancia entre el habla corriente de las gentes y su literatura elaborada, hay cierto trecho entre alimentarse y saber comer. En ambos casos se da un aprendizaje y una re[-]creación, una práctica y un enriquecimiento de la materia antes de conseguir que esta sea elevada a la excelencia: de la mejor prosa en cuanto a la lengua y de la culinaria en cuanto a la gastronomía. Así como cada idioma tiene sus sonidos, vocabulario y gramática que lo distinguen de los otros, la alimentación de cada sociedad contiene no solo un catálogo de ingredientes y fórmulas específicas para combinarlos, sino también técnicas de preparación, incluidas las fuentes de cocción, los utensilios y los gestos propios de su utilización, más una suerte de normativa relativa a las maneras y los momentos del consumo.

Por esos mundos de...

Comparado con la sabiduría, el comer puede parecer un asunto baladí, pero no constituye una materia trivial. La primera y más urgente actividad de toda vida: existimos porque comemos. De hecho buena parte de la ocupación de los seres humanos gira en torno a esta necesidad. Dedicamos gran cantidad de tiempo a cultivar, cosechar, almacenar, despiezar, conservar, empaquetar, guardar, transportar, comprar, preparar, cocinar y consumir alimentos, la manufacturación de mesas, sillas, platos, vasos, cubiertos y electrodomésticos, el suministro de combustible a los hogares para cocinar, de agua para beber y lavar y de electricidad para congelar; el funcionamiento de tiendas, restaurantes, servicios de limpieza y recogida de basuras; el desarrollo científico de nuevos fertilizantes y piensos, de especies vegetales que resistan a las plagas y de especies animales diseñadas por la ingeniería genética en busca de la calidad..., todo esto se sigue de los modos de vida cada vez más complejos en que hemos dispuesto enfrentarnos a nuestra necesidad básica.

El ojo del hombre debe ver los alimentos por sí mismo, oler con sus propias narices los aromas; tocar con sus manos las texturas..., disfrutar con su propia boca los sabores extraños... Y degustar todos los alimentos, los más variados, para poder disfrutar el paraíso en la tierra. El espíritu humano tiene que recuperar la pasión de la aventura —incluida la gastronómica— y no esperar a que se la sirvan en la pantalla o en las páginas de un libro. Conviene advertir, si bien este no es el mejor lugar, que las llamadas cocinas «nacionales» es algo que se puede discutir y merecen el estudio detallado de su particularismo, su subdivisión, ligadas a razones de producción, intercambio y cultura circulante por vía oral o escrita.

En algunos casos, para evitar hojarasca e ir al asunto de forma concreta, hemos seguido la siguiente pauta:

 

epígrafe

El viajero

El libro o relación

«[Lugar, año] El texto»

Comentario

 

Feliz viaje, y buen provecho.