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Soy adulto, soy adoptado

49

Cristina Negre Masià

Montse Freixa Blanxart

Anna Cruañas Roqué

Soy adulto,
soy adoptado

Vivir la adopción
después de los 18 años

Colección Con vivencias

49. Soy adulto, soy adoptado

Primera edición en papel: septiembre de 2016

Primera edición: septiembre de 2016

© Cristina Negre Masià, Montse Freixa Blanxart, Anna Cruañas Roqué

© De esta edición:
Ediciones OCTAEDRO, S.L.
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ISBN: 978-84-9921-853-3

Cubierta: Tomàs Capdevila

Diseño, producción y digitalización: Editorial Octaedro

Prólogo

Avanzando en los procesos emocionales para llegar a
vivir plenamente la adopción después de los 18.

Nos encontramos ante un novedoso libro centrado en la adopción y en la vida adulta. En el momento actual muchas personas adoptadas son jóvenes que viven su adopción después de los 18 años. También son cada vez más numerosos los y las adoptadas que ya disfrutan plenamente la adultez: su mundo profesional, la vida de pareja, las relaciones afectivas o sexuales… Algunas de estas personas han gestado nuevas familias donde deben hablar de su condición adoptiva, la segunda revelación. Todos han reflexionado y/o afrontado la búsqueda de orígenes y su identidad, sus espacios desconocidos. Procesos necesarios para conseguir que quien sea adulto adoptado llegue a un pleno desarrollo.

La madurez o la percepción de la felicidad adulta se consiguen al entender nuestra propia historia. La integración de experiencias, emociones y vínculos compartidos con los demás son claves en esa historia. Comprender con perspectiva nuestra infancia o adolescencia y posteriormente la juventud, nos lanza hacia un crecimiento pleno y positivo. Reflexionar sobre el daño emocional y sobre la protección recibida por nuestras familias (las adoptivas, las biológicas, las extensas…) son elementos claves de ese crecimiento. Procesos que han sido repensados en profundidad por las familias y por sus hijos e hijas adoptivas. Precisamente, por todo ello, ahora viven su adopción después de los 18 de manera más positiva.

Los vínculos seguros de afecto, apoyo, consuelo, acompañamiento y juego en la niñez sientan las bases para la sensación del bienestar adulto. Quien me ha aportado todo esto es mi verdadera familia. La capacidad de limitar (con respeto) por parte del adulto cierra el proceso educativo de cualquier persona. Esta actitud educativa nos hace asimilar nuestras limitaciones, nuestras fortalezas. Nuestra identidad.

Un reto añadido que enriquece a quien vive la adopción después de los 18 es la asimilación de un cuerpo diferente a la familia adoptante. Un cuerpo que en ocasiones no se aproxima a la etnia dominante. Como todos los cuerpos, son la primera carta de presentación en las relaciones interpersonales. Un proceso que, bien elaborado, sitúa a la persona adoptada y la familia adoptante en un reto emocional que enriquece sus identidades. Precisamente porque no hay dos personas iguales. Tampoco hay dos adoptados y adoptantes similares. Ni familias extensas ni familias biológicas. Es la diversidad la que sustenta la convivencia humana.

Este maravilloso libro sobre la adopción adulta está marcado por la reflexión, el realismo y el optimismo. Puesto que la adopción es una condición de por vida, el libro no olvida el pasado de quien ahora es adulto. Pero este libro es sobre todo una mirada al presente y al futuro de las personas adoptadas y de quienes comparten sus vidas (parejas, amistades, hijos e hijas…). Para conseguir este realismo, sus páginas nos muestran numerosos casos y testimonios que dan fuerza a sus líneas. Nos conectan con sus vidas, sus mundos interiores. Con esperanza y confianza. Pequeñas síntesis o resúmenes, casos y actividades para conversar y para hablar, que además nos harán pensar. Estrategias y actividades que las autoras han sabido plasmar para disfrutar de la adopción después de los 18.

Entre las líneas del libro se notan y se sienten conceptos clave para ayudar a que las personas avancen en su apego seguro. También para acercarnos a quienes viven la adopción después de los 18: apoyo incondicional, respeto a las distintas emociones, acompañamiento en los procesos de comprensión del pasado, respeto al silencio y la intimidad, escucha activa y empatía con el futuro. Ojalá todas las personas sepamos actuar así con quienes convivimos.

Solo me queda felicitar a las autoras, Cristina Negre, Montserrat Freixa y Anna Cruañas, por su perseverancia en el trabajo con las personas adultas adoptadas. Por su capacidad para asesorar y orientar a las familias adoptantes. Y por el nuevo reto que seguramente ya han comenzado a afianzar: la integración de las familias biológicas en la nueva adopción abierta.

Disfruten de las historias, disfruten del libro. Entiendan por fin que ser adoptado y adoptada es a largo plazo un fuerte crecimiento personal, que está basado en los procesos de integrar familias, etnias, cuerpos, duelos, vínculos, apegos y afectos… Ser adulto adoptado o adoptada es la asimilación de una identidad singular y propia que tiene elementos comunes a la condición adoptiva y a la condición humana; pero sobre todo es interiorizar comprensivamente los tiempos y espacios diferentes que se han vivido, intransferibles, personales. Por eso ahora… me llamo Jon… (o Marta…). Soy adulta o adulto, único y, además, ADOPTADO.

Dr. Félix Loizaga Latorre1

(Investigador en Adopción Familiar.
Universidad de Deusto. Bilbao)

1. <http://felixloizaga.blogspot.com.es/>

Presentación

La adopción existe desde la antigüedad. En las últimas décadas en España han habido cambios muy relevantes a nivel legal y social, para consolidar la adopción como medida de protección al menor. Hoy en día está plenamente aceptada y normalizada en nuestro país y demás países europeos. Aunque cada vez es más visible la presencia de personas adoptadas en nuestro entorno, continúan siendo minoría en la población general. En cualquier familia, barrio o colegio encontramos niños adoptados.

Todo ello ha provocado mucho interés en los profesionales, que han elaborado estudios y realizado publicaciones científicas y libros sobre las personas adoptadas durante la niñez o la adolescencia. No obstante, la adopción es una circunstancia para toda la vida, y el ciclo vital de estas personas no acaba a los 18 años. Más allá de esta edad, existe una nueva etapa llena de cambios y retos que, como todo adulto, la persona adoptada tendrá que resolver: pareja, hijos, mundo laboral, búsqueda de sus orígenes, etc.

Aunque la persona adulta mantenga un buen vínculo con su familia adoptiva y sea emocionalmente estable, siempre habrá momentos delicados en los que necesitará del entendimiento y comprensión de esta y del entorno. Su pareja, sus hijos, padres, hermanos, amigos, compañeros de vida y de trabajo, suegros; todos ellos, que las aman y las conocen bien, deberían entender algunas de sus actitudes o sentimientos, sus particularidades como persona adoptada, para poder acompañarlas a lo largo de estos años. Pensamos que los conocimientos adquiridos a lo largo de nuestra trayectoria profesional y personal pueden ser útiles para estos entornos familiares y sociales de las personas adoptadas adultas.

Este libro está basado principalmente en nuestras experiencias profesionales y docentes en el ámbito de la adopción, en las investigaciones que hemos llevado a cabo sobre la adopción en la edad adulta2 y también en nuestra experiencia personal como adoptada adulta y madre adoptiva.

La conducta de las personas adoptadas es igual a la manifestada por las no adoptadas, lo que puede variar es por qué la realizan o el sentimiento que les lleva a ella. A lo largo de este libro, explicamos situaciones comunes a todas las personas, pero exponemos los procesos emocionales diferenciales ligados al hecho adoptivo.

Asimismo, hemos querido describir la vivencia de los acontecimientos de la mayoría de las personas adoptadas adultas, aunque somos conscientes de que hay adoptados adultos con vivencias distintas a las que relatamos, con experiencias frustradas de adopción, enfermedades mentales o adicciones, entre otras, que requieren de una atención especializada.

Todo ello nos gustaría poder comentarlo tranquilamente, de manera clara y sencilla, como si estuviéramos en este mismo momento en una apacible charla de sofá entre amigos. Entre tanto auge de libros y textos sobre la infancia y la adolescencia de las personas adoptadas, falta uno sobre la consolidación de la vida adulta de estas personas. Con este libro queremos llenar este vacío. ¿Nos acompañáis?

Cristina Negre (Dra. en Psicología.
Máster en Terapia Familiar. Adoptada.)

Montse Freixa. (Dra. en Pedagogía.
Madre adoptiva de un hijo adulto.)

Anna Cruañas. (Licenciada en Psicología.)

2. «Conyugalidad y parentalidad en mujeres adoptadas» (Negre, 2011). «La actitud hacia la parentalidad en personas adoptadas» (Negre, Freixa y Cruañas, 2015).

Agradecimientos

A las personas adoptadas.

A las familias adoptivas.

A las familias biológicas.

A todas las familias adoptivas y personas adoptadas que hemos conocido a lo largo de nuestra trayectoria profesional.

A todas aquellas personas que han participado en nuestras investigaciones.

A nuestras familias.

I. Antes de la edad adulta

La adopción es una experiencia vital que,
formulada positivamente, debería aportar
un enriquecimiento personal.

Una adultez emocionalmente estable es, en gran medida, el resultado del desarrollo de una persona durante la infancia y la adolescencia.

Quizás inconscientemente, todos sabemos que cuando un adulto no es equilibrado y tiene problemas es que «algo pasó» en etapas anteriores.

La adopción tiene por objetivo prioritario ofrecer al niño o niña una familia estable que, aunque no tenga su fundamento en estructuras biológicas, sea capaz de darle un clima de afectividad, seguridad y educación necesaria para su adecuado desarrollo, proporcionando una relación paternofilial igual que la que proporciona la paternidad no adoptiva.

Todos los que convivimos con personas adoptadas tendríamos que analizar, aunque sea por un instante y de manera rápida, las particularidades de la infancia de estas personas. Cuando alguien adoptado tiene problemas o se siente muy solo no atiende a las consideraciones de sus allegados y piensa «¿qué saben ellos de lo que me pasa?», «¿qué sabrá el mundo?».

Para entender el proceso de pensamiento y la conducta de un adoptado adulto necesitamos conocer las particularidades de su infancia y adolescencia, así como contextualizar socialmente el cambio que ha habido entre el momento en que él fue dado en adopción y adoptado, y el momento en el que, como adulto, integra y reflexiona acerca de sus acontecimientos vitales. Por ejemplo, hoy día cuesta entender cómo, hasta la década de 1970, una chica no podía tener ningún hijo fuera del matrimonio, y se veía obligada a dejarlo secretamente en una institución para darlo en adopción.

Solo teniendo en cuenta todas estas particularidades y el contexto, comprenderemos a la persona adoptada y nos comunicaremos mejor con ella.

1. Infancia

Vida previa

En los antecedentes del niño adoptado siempre se encuentra una dificultad o carencia que surge por la separación de su familia biológica. Por tanto, es normal que, a medida que van creciendo y comprendiendo su realidad personal y familiar, puedan sufrir un sentimiento de pérdida y abandono*3 en algunas etapas de su vida.

La vida previa del menor antes de la adopción es básica para entender su posterior desarrollo. La edad de la adopción es de vital importancia, ya que los adoptados antes de los seis meses, independientemente de su situación antes de la adopción y teniendo en cuenta su corta edad, suelen establecer un tipo de apego mejor y más seguro (Jensen, 2004; Levy-Shiff, 2001; Hoksbergen, 1997 y Bohman, 1982).

Además, los niños que estuvieron institucionalizados pueden presentar carencias de estimulación en la infancia más temprana, así como carencias afectivas. Independientemente de la edad, el niño que permaneció con su familia biológica o en una familia de acogida tuvo la posibilidad de crear con ella un vínculo afectivo y, al incorporarse a la familia adoptiva, debió elaborar el duelo por dicha pérdida, es decir, superar la separación antes de crear el nuevo vínculo familiar (Bowlby, 1951; Spitz, 1965 y Rutter, 1981).

Familia: adaptación y vínculo

Tras la adopción, la primera fase por la que pasó la familia fue de acomodación* y adaptación*. Se ha de entender que la creación del vínculo, la adaptación mutua, el encuentro con el entorno y, en ocasiones, con una cultura diferente requirió espacio y tiempo, siendo normal que el niño alternara periodos de «luna de miel» con momentos de malestar y/o fases de crisis.

En la infancia, la persona adoptada tuvo retos muy importantes que superar: la acomodación, la adaptación, la creación del vínculo afectivo, el paso a la escuela y la comunicación de su origen. Especialmente relevante fue la ayuda que recibió, por parte de sus padres y del entorno, sobre la comprensión de la gran cantidad de dualidades que tuvo que ir entendiendo e integrando a lo largo del ciclo vital: fueron elegidos cuando habían sido rechazados, los padres biológicos los dejaron pero los querían, los padres adoptivos creyeron que la adopción era buena cuando antes habían intentado tener hijos biológicos, los quieren como si fueran biológicos cuando no lo son, cuando lo fueron no los quisieron, etc. (Kral, Schaffer y Shazer, 1991).

Siguiendo los modelos de desarrollo infantil, y teniendo en cuenta el proceso adoptivo, podemos decir que la identidad adoptiva habrá ido evolucionando en cada etapa del ciclo vital. Para saber cómo se ha desarrollado la construcción de la identidad* del adulto adoptado habrá que preguntarse sobre cuáles son sus vivencias y recuerdos de la infancia.

Cada adopción es única e irrepetible, pero independientemente de que las vivencias y recuerdos sean positivos o negativos podemos agruparlos en aquellos que favorecen la construcción de la identidad, aportando seguridad, autoestima, apego, comunicación, sentimiento de pertenencia… o los que, por el contrario, suponen un peso o lastre que dificulta la estabilidad emocional. Por ejemplo, haber tenido una historia previa de maltrato no necesariamente condiciona una vivencia negativa de la propia historia, si se ha podido trabajar e integrar adecuadamente.

Comunicación del origen (revelación)

¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Por qué estoy aquí?

¿Toda la vida con las mismas preguntas? ¿Toda la vida con las mismas respuestas? En la mayoría de casos, de hecho, toda la vida sin respuestas. Este desconocimiento de su origen acostumbra a provocar en la persona adoptada otra pregunta: ¿por qué a mí? Este planteamiento nos puede ayudar a entender el proceso de pensamiento y conducta de la persona adoptada. Ser adoptado es saber y no saber al mismo tiempo; ser adoptado es una circunstancia para toda la vida. Se suele decir que a la persona adoptada le falta una pieza en el rompecabezas de su vida.

La revelación del origen es un aspecto crucial para el buen desarrollo del niño adoptado e implica aspectos distintos según la edad y su procedencia. Las características de esta comunicación dependen de la edad de adopción del menor, de su conocimiento y/o recuerdos de su historia previa y de la información de la que dispone la familia adoptiva.

Es habitual que la persona adoptada no recuerde ni cuándo, ni quién, ni cómo le fue explicada su historia. Es positivo, ya que implica que ha crecido integrando su realidad.

Evolutivamente, hasta los cinco años, el niño no dispone de una estructura cognitiva que le permita entender el concepto de «adopción». Entre los ocho y los doce años se inicia el pensamiento abstracto, entienden la sexualidad, la noción temporal y las relaciones familiares y, como consecuencia, entienden que la adopción supone no solo tener una nueva familia, sino que para ello primero han debido ser abandonados. Sentir la pérdida por la familia biológica y la diferencia que eso implica respecto a su entorno hace que la adopción pueda ser vivida, por primera vez, como una dificultad o un problema.

Los padres deben ser los comunicadores del hecho adoptivo, ya que son las principales figuras de apego y las que pueden aportar seguridad ante una información de tanta carga emocional. Asimismo, la manera en que se transmite el relato de la historia determinará la construcción más o menos positiva y respetuosa de la identidad y la narrativa familiar.

Cuando el comunicador es una persona diferente a los padres adoptivos, como un amigo de la escuela, un vecino, conversaciones de terceros, o la información llega durante la adolescencia o más tarde, la persona adoptada se encuentra con una información muy potente y sin soporte emocional, dejando de manifiesto una dificultad familiar en cuanto a comunicación. Es decir, la adopción puede ser entendida como un tabú, algo que tapar y esconder, y se transmite un mensaje no verbal de que hay algo negativo vinculado a la adopción.

La comprensión del origen en las personas adoptadas es un proceso que dura toda la vida y se manifiesta de manera distinta durante las diferentes etapas de su ciclo vital: infancia, adolescencia y edad adulta.

Para reflexionar

Es importante entender cómo elaboran este proceso las personas adoptadas en cada etapa de su vida, pero, sobre todo, comprender que la superación de cada una de ellas depende, en buena parte, de la asimilación que se ha hecho de la anterior. Así, la correcta comprensión y asimilación del origen durante la infancia facilita una evolución adecuada de la identidad adoptiva durante la adolescencia y, posteriormente, en la edad adulta.

Los adoptados transraciales tienen, además, que integrar aspectos culturales, étnicos y de relación con su entorno que les pueden causar dificultades o inquietudes en este proceso de comprensión.

La comunicación del origen se desarrolló de forma adecuada si recibieron información sobre su historia desde la infancia temprana, si recibieron una visión respetuosa de la familia biológica, de su historia previa, de su país de origen, de su raza y de su etnia, si comprendieron la idea de la irreversibilidad de la adopción, si entendieron que no estaban sustituyendo a nadie y que eran queridos por sí mismos, y si percibieron una atmósfera familiar abierta, receptiva y respetuosa hacia la adopción, lo que implicó que pudieran exponer y comentar sus dudas, temores, tristezas y esperanzas.

Resumiendo, es importante que la persona haya comprendido, durante la infancia y antes de llegar a la adolescencia, que es adoptada, asumiendo las implicaciones propias de esa etapa para su identidad y sus relaciones.

Escuela

La escolaridad del niño adoptado, en principio, no tuvo por qué ser diferente a la de un hijo no adoptado. No obstante, durante los primeros años en su nueva familia se tuvieron que considerar algunos hechos diferenciales.

Para educar es necesario que familia y escuela vayan en la misma dirección, estableciendo una buena comunicación entre ellos. El apoyo de los maestros puede ser de gran importancia para el niño y para los padres, ya que son los ojos y oídos de estos en el entorno escolar.

Para reflexionar

En la escuela se desarrollan dos aspectos muy importantes en la vida del niño: el proceso de integración social y el proceso de aprendizaje. En el caso de los niños adoptados, además, es necesario gestionar la forma en que viven su realidad en la escuela, y cómo esta influye en la relación que establecen con sus iguales y sus educadores.

No olvidemos que, a nivel de integración social, el adulto adoptado, cuando era niño, era el único o uno de los pocos adoptados de su entorno, lo cual supone una diferencia, especialmente si es de una etnia distinta a la mayoritaria. Establecer relaciones de iguales cuando pueden darse dificultades en el establecimiento de vínculos, o está instaurada una conducta relacional disfuncional, no siempre es fácil y, a veces, tensiona el ambiente en la escuela, tanto en el aula como en el patio. A su vez, cumplir con los objetivos académicos se complica cuando se está llevando a cabo un proceso emocional muy intenso.

En la actualidad, los niños y adolescentes se encuentran con una realidad muy distinta a nivel escolar, y que sin duda influirá en su recuerdo de esta etapa, siendo adultos. El aumento de niños adoptados en los colegios, la formación de los profesores para acompañarlos en su desarrollo y la aceptación social de la adopción, nacional e internacional, sin duda influirá en su vivencia.

3. Los términos señalados con un asterisco (*) aparecen descritos en el Glosario al final del libro.