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Anexos

 

Anexo A

Revista Aló

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Anexo B

Revista Don Juan

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Anexo C

Revista Soho

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Anexo D

Revista Fucsia

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SIMULACROS DE IDENTIDAD. MODELOS DE MUJER EN REVISTAS DE GLAMOUR
ISBN Digital: 978-958-8994-14-7
Primera edición, 2015

La decisión de asumir un cierto tipo de cuerpo, de vivir o llevar el propio cuerpo de una manera determinada, implica un mundo ya establecido de estilos corporales.

Judith Butler, 2002

CONTENIDO

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1. VOCES TEÓRICAS

1.1 PRELIMINARES

1.2 POSTULADOS DE LA ONTOLOGÍA DEL LENGUAJE

1.2.1 Primer postulado

1.2.2 Segundo postulado

1.2.3 Tercer postulado

1.3 LENGUAJE, LENGUA Y HABLA

1.3.1 Discurso y enunciación

1.3.2 Discurso y género discursivo

1.3.3 Géneros textuales y textos

1.3.4 Modos discursivos

1.4 EL RELATO MÍNIMO

1.4.1 El programa narrativo

1.4.2 El recorrido y los esquemas narrativos

1.4.3 Figuras, temas y valores

1.5 LA ICONICIDAD COMO CONTRATO ENUNCIATIVO

1.6 LA AUTONARRACIÓN EN LA VIDA SOCIAL

1.7 LA AUTONARRACIÓN Y LA IDENTIDAD

1.7.1 La identidad personal

1.7.2 La identidad de género

1.7.3 La identidad corporal

1.8 SIMULACROS IDENTITARIOS

1.9 ESTEREOTIPOS Y MODELOS DE GÉNERO

1.10 MODELOS DE MUJER EN MEDIOS DE COMUNICACIÓN

1.11 EL SER MUJER

1.12 AMOR Y SEXUALIDAD

1.13 BELLEZA

CAPÍTULO 2. SIMULACROS IDENTITARIOS FEMENINOS EN REVISTAS DE GLAMOUR

2.1 REVISTA ALÓ

2.1.1 Aló yo lo viví

2.1.2 Aló Mujer BIT

2.2 REVISTA DON JUAN

2.2.1 Opinión sexo

2.2.2 Contra la pared

2.3 REVISTA SOHO

2.3.1 Sexo Lola

2.3.2 Símbolo sexual

2.4 REVISTA FUCSIA

2.4.1 Sexo

2.4.2 Belleza

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

ANEXOS

TABLA DE CUADROS

Cuadro 1. Modelo de mujer madre

Cuadro 2. Modelo de mujer sexual

LISTA DE ANEXOS

Anexo A. Revista Aló

Anexo B. Revista Don Juan

Anexo C. Revista Soho

Anexo D. Revista Fucsia

Prólogo

En el marco de la semiótica de la Escuela de París, el concepto de simulacro está asociado, en primer lugar, al de enunciación. A.J. Greimas y Joseph Courtès lo mencionan cuando establecen una distinción entre

[…] la enunciación propiamente dicha, cuyo modo de existencia es ser el presupuesto lógico del enunciado, y la enunciación enunciada (o citada), que no es más que el simulacro que imita, en el interior del discurso, el hacer enunciativo: el «yo», el «aquí» o el «ahora» que encontramos en el discurso enunciado, no representan de ninguna manera el sujeto, el espacio o el tiempo de la enunciación1.

Según lo anterior, se impone distinguir entre el enunciador y el enunciatario presupuestos por el enunciado, y el enunciador y el enunciatario enunciados, es decir, configurados, construidos, en el enunciado mismo. La distinción narratológica entre autor y narrador es una de sus manifestaciones posibles.

Eric Landowski recoge esta distinción entre enunciación presupuesta y enunciada y su relación con el simulacro:

De manera un poco metafórica, empleamos el término de simulacro, en semiótica narrativa y discursiva, para designar el tipo de figuras, con componente modal y temático, con ayuda de las cuales los actantes de la enunciación se dejan aprehender mutuamente, una vez proyectados en el marco del discurso enunciado. Desde el punto de vista de su contenido, esas figuras pueden ser consideradas como representativas de las competencias respectivas que se atribuyen recíprocamente los actantes de la comunicación. Debido a esto, la construcción de tales simulacros intervienen, en la dimensión cognitiva, como una condición previa necesaria de todo programa de manipulación intersubjetiva2.

En la terminología de Landowski, los actantes de la comunicación son el enunciador y el enunciatario presupuestos, mientras que los actantes de la enunciación son el enunciador y el enunciatario enunciados, simulacros de los primeros y mediadores de sus relaciones comunicativas y sus respectivos procesos de persuasión y de interpretación.

Esta mediación de los simulacros enunciativos en la comunicación es formulada por A. J. Greimas y Jacques Fontanille en los siguientes términos:

[…] cada locutor construye su discurso […] en función de las «imágenes» que su interlocutor le devuelve, así como de las que tiene de sí mismo […] toda comunicación es comunicación (e interacción) entre simulacros modales y pasionales: cada uno dirige su simulacro al simulacro de otro, simulacros que todos los interactantes, así como las culturas a las que pertenecen, han contribuido a construir3.

Ya Michel Pêcheux, en el marco del que llamaba análisis automático del discurso, había puesto de relieve la presencia y la función de las imágenes recíprocas de los participantes en el proceso comunicativo:

[…] lo que funciona en el proceso discursivo es una serie de formaciones imaginarias que designan el lugar que A [el remitente] y B [el destinario] atribuyen cada uno a sí mismo y al otro, la imagen que ellos se hacen de su propio lugar y del lugar del otro. […] todo proceso discursivo supone la existencia de estas formaciones imaginarias4.

Catherine Kerbrat–Orecchioni se hace eco de esta concepción en el marco de su teoría de la enunciación:

Conviene precisar que todos estos datos [situacionales] solo son pertinentes bajo la forma de «imágenes», de representaciones que los sujetos enunciadores se construyen de ellos, y que es necesario en particular admitir en su competencia cultural las imágenes (I) que el emisor (A) y el receptor (B) se hacen de sí mismos y de su coprotagonista discursivo5.

Ruth Amossy incorpora esta concepción a su propuesta sobre la presentación de sí en el discurso:

[Perelman y Olbrechts –Tyteca] han subrayado la necesidad que tiene el orador de adaptarse a su público, o más precisamente a la idea que se hace de él. Esta visión implica una construcción en espejo de la imagen de los interlocutores en la que la nueva retórica encuentra, paradójicamente, los trabajos de Michel Pêcheux (1969). Recordemos que para este último, el emisor y el receptor, en los dos extremos de la cadena de comunicación, se hacen una imagen respectiva el uno del otro. El emisor (o locutor) A se hace una imagen de sí mismo y de su interlocutor B. Recíprocamente, el receptor B se hace una imagen del emisor A y de sí mismo, y es en esta interdependencia donde se elabora la presentación de sí6.

Ahora bien, la producción de imágenes, representaciones o simulacros discursivos concierne no solo al enunciador y al enunciatario, sino también al referente al que se refieren mediante el enunciado. Pêcheux lo dice en los siguientes términos:

Acabamos de esbozar la manera en que la posición de los protagonistas del discurso interviene a título de condiciones de producción del discurso. Conviene añadir ahora que el «referente» (R en el esquema siguiente, el «contexto», la «situación» en la que aparece el discurso) pertenece igualmente a las condiciones de producción. Subrayamos de nuevo que se trata de un objeto imaginario (el punto de vista del sujeto) y no de la realidad física7.

Lo anterior implica que la distinción entre lo presupuesto y lo enunciado postulada por la semiótica discursiva, concierne también al referente del discurso: hablaremos, por tanto, del referente presupuesto y del referente enunciado, vale decir, configurado, construido, en el discurso.

A este último, Greimas y Courtès lo denominan referente interno:

[...] todo discurso (no sólo el discurso literario, sino también, por ejemplo, el discurso jurídico o científico) se construye su propio referente interno y se da así un nivel discursivo referencial que sirve de soporte a los otros niveles discursivos que pone de manifiesto.

El problema que se plantea cuando se quiere abordar el discurso desde el punto de vista generativo no es, por consiguiente, el del referente dado a priori, sino el de la referencialización del enunciado, que implica el examen de los procedimientos gracias a los cuales la ilusión referencial el efecto de sentido «realidad» o «verdad», propuesta por Barthes, se constituye. Entre estos procedimientos [...] podemos señalar [...] el anclaje espacio–temporal (empleo de topónimos y/o de cronónimos que dan la ilusión de la «realidad») o el desembrague interno (que referencializa el segmento discursivo a partir del cual el desembrague es efectuado: cf. el paso del diálogo al relato, o lo inverso8.

Landowski articula lo anteriormente expuesto al referirse a la creación de ilusiones enunciativas y referenciales como condición de una comunicación persuasiva:

La eficacia de la comunicación reposa en lo esencial sobre la producción de simulacros encargados de garantizar, como mínimo, una apariencia de adecuación entre los discursos y los universos de referencia de los cuales se presentan como la «representación» o la «descripción».

Los mecanismos a examinar desde este último punto de vista son de dos órdenes: unos ponen en juego la disposición interna del discurso enunciado y apuntan a la creación de ilusiones referenciales; los otros […] comprometen plenamente la competencia semiótica de los sujetos de la comunicación y constituyen la base de ilusiones enunciativas9.

Lo expuesto puede resumirse en el siguiente esquema, en el que se presentan las relaciones entre los tres planos discursivos de la enunciación, el enunciado y el referente y la diferencia entre lo presupuesto y lo enunciado; lo que figura entre corchetes es del orden del simulacro:

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En su investigación, Simulacros de identidad. Modelos de mujer en revistas de glamour, Ana Lucía Jiménez Bonilla se apoya en esta concepción semiótico–discursiva, a la que pone en relación con diversas propuestas formuladas en el campo de las ciencias del lenguaje: la concepción generativa del lenguaje de Rafael Echeverría, la lingüística de la enunciación de Émile Benveniste, la teoría de los géneros discursivos de Mijail Bajtín, el concepto de situación de comunicación de Patrick Charaudeau. Asimismo, relaciona el concepto de simulacro con los de ethos e identidad.

En su Retórica, Aristóteles denomina ethos (carácter, talante) a la manera como el orador se presenta en su discurso, a la imagen de sí que el orador le ofrece al auditorio al cual se dirige. Postula, por tanto, una diferencia entre la persona del orador y la imagen discursiva que exhibe. Diversos analistas del discurso (Oswald Ducrot, Dominique Maingueneau, Patrick Charaudeau, Ruth Amossy, entre otros) han retomado este concepto, reformulándolo en el marco de una teoría de la enunciación.

En cuanto a la identidad, Greimas y Courtès la definen como «el principio de permanencia que le permite al individuo seguir siendo el “mismo”, “persistir en su ser”, a todo lo largo de su existencia narrativa, a pesar de los cambios que provoca o sufre»10.

Esta relación entre identidad y existencia narrativa le permite a la Dra. Jiménez Bonilla abordar el concepto de narración desde la doble perspectiva de la semiótica discursiva de Joseph Courtès y del construccionismo social de Kenneth J. Gergen.

De Courtès retoma el concepto de relato mínimo, que define como «el paso de un estado a otro», como «una transformación situada entre dos estados sucesivos y diferentes»11, concepto que se puede representar mediante el esquema siguiente:

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Este esquema se interpreta así: un proceso (acción o evento) transforma el Estado 1 en el Estado 2.

De Gergen retoma la distinción entre narración de estabilidad, «aquella que vincula los eventos de forma tal que la trayectoria del individuo esencialmente permanece sin cambios en relación con la meta o el resultado»; narración progresiva, «que vincula los eventos de modo tal que el movimiento a lo largo de la dimensión evaluativa se incrementa con el pasar del tiempo», y narración regresiva, «en la cual el movimiento decrece»12.

Provista de este marco teórico, resultado de la articulación coherente de propuestas provenientes en lo fundamental de la semiótica, la narratología, el análisis del discurso, la lingüística y la retórica, la Dra. Jiménez Bonilla aborda el estudio de su objeto de investigación: los modelos de mujer configurados en cuatro revistas colombianas: dos dirigidas a hombres (Soho y Don Juan) y dos dirigidas a mujeres (Fucsia y Aló). De cada revista selecciona varias secciones permanentes; de cada sección, varios textos que obedecen a ciertos criterios: genéricos (columnas de opinión, artículos, testimonios y entrevistas) y temáticos (las protagonistas se inscriben en diversas esferas de la actividad social). Mediante este trabajo de selección orientada por criterios explícitos constituye el corpus de estudio. Cada texto es estudiado minuciosamente, teniendo como objetivo poner de relieve la estructura narrativa que lo caracteriza y los simulacros identitarios que pone en escena.

El análisis de dicho corpus le permite poner en evidencia dos formas de manifestación de la narratividad del discurso: el relato y la instrucción.

Los relatos son siempre retrospectivos: la enunciación narrativa es contemporánea del estado final, en el que se encuentra la protagonista y que es siempre eufórico, vale decir, evaluado positivamente, resultado de la transformación del estado inicial gracias a una acción progresiva ya ejecutada que le ha permitido alcanzar el objeto de valor deseado. Por su parte, las instrucciones son siempre prospectivas: la enunciación instructiva es contemporánea del estado actual, disfórico, evaluado negativamente, y apunta a su transformación en un estado final eufórico, en el que la protagonista obtendrá el objeto de valor deseado si ejecuta la acción progresiva que se le propone.

Tres son los modelos de mujer que la Dra. Jiménez Bonilla categoriza en el corpus estudiado: mujer madre, mujer sexual y mujer bella. A su vez, cada categoría se divide en diversas subcategorías que dan lugar a diferentes simulacros identitarios. Finalmente, los resultados obtenidos son, a su vez, puestos en relación con planteamientos hechos por diversos investigadores (Florence Thomas, Enrique Gil Calvo, Gilles Lipovetsky, Cecilia Rivera, Adriana Santa Cruz, Nuria Varela, Lourdes Ventura, entre otros y otras) de la situación de las mujeres en las sociedades capitalistas contemporáneas.

En conclusión, la Dra. Ana Lucía Jiménez Bonilla ha hecho, en esta investigación que me complace presentar, un valioso aporte 1) en el registro teórico–metodológico, al haber articulado en una formulación coherente diversas propuestas semio–lingüísticas contemporáneas, y 2) en el registro del análisis de corpus, al haber estudiado en detalle los diversos simulacros identitarios femeninos promovidos por las revistas seleccionadas con la finalidad de orientar en un sentido favorable al sistema socio–político actual la movilización liberadora de las mujeres.

EDUARDO SERRANO OREJUELA

Notas al pie

1 GREIMAS, Algirdas y COURTÈS, Joseph. Sémiotique. Dictionnaire raisonné de la théorie du langage. París: Hachette, 1979. p. 128.

2 LANDOWSKI, Eric. La société réfléchie. Essais de socio–sémiotique I, Citado por COURTÈS, Analyse sémiotique du discours. De l’énoncé à l’énonciation. Paris: Hachette, 1991. p. 206.

3 GREIMAS, Algirdas y FONTANILLE, Jacques. Sémiotique des passions. Des états de choses aux états d’âme. Paris: Seuil, 1991. p. 63.

4 PÊCHEUX, Michel. Hacia el análisis automático del discurso. Madrid: Gredos, 1969. p. 48 – 49.

5 KERBRAT–ORECCHINI, Catherine. L’énonciation de la subjectivité dans le langage. Paris: Armand Colin, 1980. p. 20.

6 AMOSSY, Ruth. La présentation de soi. Ethos et identité verbale. Paris: Puf, 2010. p. 118.

7 PÊCHEUX. Op. cit., p. 50.

8 GREIMAS y COURTÈS. Op. cit., p. 312–313.

9 LANDOWSKI, Eric. La société réfléchie. Essais de socio–sémiotique I. Paris: Seuil, 1989. p. 206.

10 GREIMAS y COURTÈS. Op. cit., p. 178–179.

11 COURTÈS, Joseph. Analyse sémiotique du discours. De l’énoncé à l’énonciation. Paris: Hachette. p. 72.

12 GERGEN, Keneth. Construccionismo social. Aportes para el debate y la práctica. Bogotá: Uniandes, 2007. p. 165.

Introducción

El siglo XIX propició el nacimiento de medios de comunicación impresos meramente informativos en sus inicios y destinados a los hombres, considerados como el público que requería de estos para tomar decisiones en el frente laboral. Con el transcurrir del tiempo, las temáticas de estas publicaciones periódicas se han ido ampliando, de acuerdo con los intereses que el mercado ha creado en determinados grupos sociales, previamente clasificados según la edad, el estrato socioeconómico y el género. Desde mediados del siglo pasado, se discute que los medios han incidido en la vida cotidiana de los seres humanos, toda vez que forman parte importante de distintos procesos de culturización y estandarización de costumbres y estilos de vida.

En la dinámica de desarrollo y avance tecnológico, los medios de comunicación no han sido ajenos a una de las premisas que rigen el proceso de socialización de hombres y mujeres, inscrita en el dominio de lo masculino sobre lo femenino. Esta dualidad ha sido reproducida socialmente con otra pareja: lo público y lo privado.

Desde una perspectiva histórica, lo público ha sido entendido como la esfera de la actividad relacional entre hombres, exclusivamente, y lo privado, como la relación entre los hombres y las mujeres. Este trabajo no pretende desarrollar la discusión crítica en torno a tal dualidad; solo resaltar que ambas visiones se han configurado por parte de los medios de comunicación. De ahí que la prensa de información general se haya posicionado como discurso de lo público, y la prensa femenina como discurso de lo privado. Respecto a esta última, el Informe Estadístico de la Unesco de 2005 afirma que este medio ha sido creado para constituir centros de interés para la mujer, quien administra el ámbito privado y adopta pautas de comportamiento y modelos de referencia*.

(*) Ver este informe en: www.ifj.org/pdfs/storonto.pdf. Simposio Internacional de la Unesco. Toronto, 28 de febrero – 3 de marzo de 1995. [Consultado 28 de julio de 2011].

Durante el siglo XIX nace una gran cantidad de revistas femeninas con tendencias y temáticas diversas, centradas en la moda, los cuidados higiénicos y la belleza. Poco a poco, estos medios impresos construyen el objetivo de instruir y educar a la mujer, acorde con el modelo de ser mujer de su época. A mediados del siglo XX la instrucción empieza a considerar estrategias de seducción hacia el sexo contrario, que incorporan temas como el amor y el erotismo. Esto se puede constatar en las publicaciones que circularon en los primeros cincuenta años del siglo pasado, como Vida Social Femenina, Telva (España); Más Mujer, Luna, Para ti y Mía (Argentina); Laura, Mujer (Colombia); Activa, Bienestar, Claudia, Kena, Vanidades y Cosmopolitan (México).

A partir del siglo XXI, y posiblemente en coherencia con la dinámica misma de la posmodernidad, los medios de comunicación han fragmentado la frontera entre lo público y lo privado, como un rasgo distintivo de los intereses de hombres y mujeres. La vida privada ahora se expone en distintos programas de televisión, en revistas de estilos de vida, en emisiones radiales, en Internet. En virtud de ello, muchos aspectos de la cotidianidad, “marcados” por la discreción, la vergüenza o el temor al escarnio público –herencia de épocas pasadas–, son hoy expuestos en un set o narrados detalladamente, como una muestra de las costumbres individuales, como una exposición pública del sufrimiento que deja atrás el silencio del pudor íntimo, o bien como un modelo de vida a seguir. Este fenómeno genera una incidencia mediática en los procesos de construcción identitaria que experimentan los sujetos en este nivel relacional, en el marco del cual se valoran los distintos roles sociales y personales que estos asumen en las actividades cotidianas.

No obstante, hoy en día la prensa femenina es heredera de los fines políticos y sociales de las primeras revistas publicadas en Europa y Estados Unidos, que buscaban incentivar el consumo. Así lo demuestran Adriana Santa Cruz y Viviana Erazo en un libro titulado Compropolitan, publicado en 1988, donde se referencia un estudio sobre las revistas femeninas que circulan en América Latina bajo la perspectiva transnacional, desde la cual no solo se da a conocer una variedad de productos para el hogar, el arreglo personal, la moda, el maquillaje, un estilo de vida y determinadas aspiraciones sociales, sino toda una serie de pautas en la conducta, que resignifican la construcción y reconstrucción del ethos de la mujer en tres ámbitos relacionales: su propio yo, el otro y el mundo.

La coherencia de los medios de comunicación en el sostenimiento de un orden económico y en la segmentación de públicos objetivos, tiene como consecuencia la publicación de un buen número de revistas que se dirigen a mujeres y hombres de clase social media y alta, con edades que oscilan entre los 20 y los 50 años. En estas revistas se tratan cuestiones variadas, sin mucho nivel de profundidad. No obstante, su periodicidad y los temas tratados las convierten en medios de alta consulta, porque sugieren lo último en moda, belleza, comportamientos, salud, alimentación, deportes, música, cine, y todo aquello que guarda relación con lo que generalmente se ha denominado “vida moderna”.

Actualmente las revistas de estilos de vida que se publican son numerosas y han sufrido una profunda evolución temática, dado que se han adecuado a nuevas situaciones históricas y sociales. Como consecuencia de ello, se publican revistas dirigidas a niños y a niñas, a adolescentes, a hombres y a mujeres. Cada uno de estos grupos se subdivide según la clase social, la edad, los intereses (culturales, sociales, políticos, científicos) y los temas (entretenimiento, salud, deportes, manualidades, tecnología, mecánica, etc.).

En el siglo XXI, los contenidos tratados en la prensa femenina requieren de mayor actualización, porque se tiene en cuenta –además del aspecto comercial–, el compromiso con el mundo global que los determina. Por ello, los temas dominantes son: belleza, erotismo, exaltación de valores positivos de personas corrientes y de farándula, así como aspectos generales de avances tecnológicos en equipos de comunicación. Lo anterior, sin perder de vista el objetivo de caracterizar a la mujer y enmarcarla en un estereotipo vinculado a la definición de lo que significa ser mujer moderna: profesional, madre (soltera o casada) y excelente amante.

La prensa privada, igualmente, se extiende al público masculino, y por ello surgen revistas de entretenimiento dirigidas a hombres, a quienes les presentan las fantasías sexuales de las mujeres, el carácter femenino y estrategias para mejorar las técnicas de seducción. En este tipo de prensa masculina, los temas preferidos son el erotismo, la tecnología, la cultura (circunscrita a la presentación de libros, reseñas de películas, actualidad musical) y moda. Estos medios de comunicación, que tratan los temas señalados orientados tanto a hombres como a mujeres, empiezan a conocerse con el nombre de revistas de glamour*. Estas, en tanto medios masivos de comunicación, promueven ciertos modelos de hombre (ejecutivo, joven, adinerado, juerguista, etc.), y de mujer (profesional, bella, esbelta, perfecta amante, etc.) contemporáneos. En este estudio me interesa resaltar los modelos de mujer que configuran las revistas femeninas y masculinas, editadas en Colombia por dos grandes empresas editoriales: Publicaciones Semana y Ediciones El Tiempo. En el caso de la primera empresa, se han seleccionado las revistas Soho y Fucsia, y de la segunda, Aló y Don Juan.

(*) El término glamour es una voz inglesa que se ha traducido al español como encanto, atractivo. En Norteamérica, a las revistas de estilo de vida se las denomina glossy magazine. Se trata de un concepto que engloba realidades distintas; en todo caso, el glamour es un valor social y es un valor positivo.

Soho es presentada al mercado en febrero del 2000 (su público está conformado por hombres entre los 18 y 40 años), con un lema muy particular: “la revista prohibida para las mujeres”. En el mes de agosto del mismo año se lanza el número 0 de Fucsia, dirigida a mujeres entre los 18 y 35 años. Aló y Don Juan son publicaciones de la casa editorial El Tiempo. Aló nace en 1988, y ha tenido continuidad quincenal hasta nuestros días. En agosto de 2006, la casa editorial pone en circulación su última revista: Don Juan (publicación mensual para hombres). Las edades de su público objetivo se corresponden con el rango de Soho y Fucsia. Las cuatro revistas están dirigidas a un público de clases media y alta, residente en ciudades capitales y con una disponibilidad económica que les permita acceder al impreso, cuyo costo promedio es de $10.000, o consultarlo vía Internet. Son, además, revistas que preservan el orden imperante, porque sus orígenes se enmarcan en casas editoriales que transitan de la mano con la hegemonía económica, política y social de Colombia.

Con las revistas mencionadas, me propongo hacer un estudio de los modelos de mujer que aparecen en los géneros discursivos: columna de opinión, entrevista, testimonio y artículo, seguido de los modos de organización narrativo e instructivo que presentan los textos en las secciones: Mujer BIT, Aló muy privado y Aló yo lo viví, de la revista Aló; Sexo y Contra la pared, de la revista Don Juan; Sexo Lola y Símbolo Sexual de la revista Soho; Belleza y Sexo de la revista Fucsia. Estas secciones desarrollan sus temáticas bajo un modo narrativo estructurado como un relato mínimo, según la propuesta de Joseph Courtès13, en el cual se parte de un estado final actual (de superación y de euforia), y luego se presentan las transformaciones que se fueron dando desde el comienzo de la instauración del deseo o el conflicto, y que constituyeron un estado inicial. Las narraciones se centran en el encadenamiento de esfuerzos, de pruebas, de adquisición de competencias y performances, que permiten comprender los recorridos y programas narrativos realizados para llegar a la meta propuesta.

En términos generales, la narración se teje con otros modos como la argumentación, la descripción y la instrucción. En el presente análisis he optado por tener en cuenta la narración y la instrucción. La primera se orienta hacia la realización de acciones, su encadenamiento en programas y recorridos narrativos. La segunda focaliza el objetivo hacia el aprendizaje y, atendiendo a ello, asume funciones en el plano comunicativo y cognitivo. Ambas funciones están destinadas al aprendizaje de procedimientos y conceden herramientas a la actividad mental para que la mujer pueda plasmar y ejecutar la acción. El ejemplo tradicional en este frente es el de las recetas de cocina y se extiende a las estrategias de cuidados del cuerpo femenino.

Este tipo de discurso implica una relación asimétrica entre los interlocutores. Presupone un emisor que se encuentra en posesión completa de un conocimiento, y un receptor que no lo posee. Presupone alguien que dirige y prescribe, y alguien que es dirigido y sigue las prescripciones. El objetivo final, sin embargo, es que el receptor alcance autonomía en sus acciones, que las desarrolle con independencia del emisor que lo instruyó14.

En los medios analizados, las secciones Belleza y salud y Bienestar de las revistas Fucsia y Aló recurren al modo instruccional bajo la modalidad del consejo, e indican a la mujer un hacer–hacer como estrategia de capacitación que es posible repetir para aprender. La instrucción propone un programa de acción para que la mujer llegue al estado deseado.

El segundo frente, considerado desde el modo instruccional, corresponde al empleo de esta función que adoptan los artículos, entrevistas, columnas de opinión y testimonios analizados, en las cuatro revistas seleccionadas. Esto significa que en los textos no hay prescripciones explícitas, pero sí orientaciones en las narraciones que indican al público objetivo de las revistas qué debe hacer el hombre o la mujer para lograr «ser» la persona afín con la prescripción del estereotipo social colombiano. En las revistas estudiadas, esta función instruccional aparece en los textos que tratan los temas de sexo; en las entrevistas y testimonios que evidencian un logro o un fracaso y que gracias a la referencia del estado “actual” en el que se encuentra la protagonista, la o el enunciatario/a lector/a entiende que hay varios procedimientos a seguir para ser más sensual, más seductora, más bella o mejor amante. Puede decirse, entonces, que los modos discursivos narrativo e instructivo estructuran dos modelos de mujer: la narrada y la programada.

Los instrumentos de análisis los provee el modelo de la semiótica discursiva desarrollada por Joseph Courtès, que permite establecer el estado actual del sujeto, así como las transformaciones realizadas que le han facilitado el paso a un nuevo estado. Por diferencia u omisión, el lector/a reconstruye el estado inicial como punto crucial de la evaluación disfórica que impulsa el cambio. El estado actual es sometido a evaluación por el destinador/a judicador/a, el cual está constituido por el actante sujeto, quien lleva a cabo la confrontación de la acción realizada frente al sistema axiológico, propuesto por el sujeto que sugirió la acción inicial.

La estructura sintáctica de Courtès se complementa con la propuesta de Kennet Gergen*, para quien el relato se organiza mediante una narración de estabilidad, en la cual se vinculan los acontecimientos mostrando que, una vez la protagonista llegó a la meta, permanece estable en sus realizaciones. La recurrencia a esta estrategia de estabilidad es una muestra del papel que cumplen los medios de comunicación en la preservación del orden, por cuanto le muestran al hombre o a la mujer que es posible alcanzar una meta propuesta dentro de los parámetros que la macroestructura social permite en nuestro contexto histórico.

(*) Esta propuesta es abordada por el autor en el texto Realidades y relaciones, publicado en Paidós, en 1996.

El análisis narrativo de las secciones estudiadas en las revista, se complementa y amplía con otras teorías que contribuyen a la comprensión del sujeto social, como la filosofía, la sociología, el constructivismo social y las teorías de género. El constructivismo social, por ejemplo, permite pensar la articulación entre el sujeto discursivo y el sujeto social, y así se instaura la idea, según la cual el ser humano vive las relaciones sociales y personales en forma narrativa. En rigor, en esa capacidad que adquiere a través del escuchar y contar, proyecta una identidad propia y reconoce la de los otros seres con los que se relaciona. Esta danza de representaciones es prevista por Aristóteles al plantear la idea del ethos**, y la cual Landovski elabora como simulacro identitario***.

(**) Este concepto aparece desarrollado en el texto Retórica.

(***) La teorización sobre esta noción se presenta en el libro La sociedad figurada (1993).

Cualquiera que sea la denominación que se adopte, la identidad personal se construye en el discurso y, por consiguiente, es relacional. Sobre esta relación identitaria se han desarrollado diferentes posiciones. Entre ellas, resalto la propuesta de los estudios de género de Judith Butler. Esta autora denomina performatividad* a la reiteración de la norma instaurada en los sujetos, y que la sociedad reconoce con plena aceptación como un estereotipo dominante. Por ejemplo, los modelos de género atribuidos a la mujer han sido tradicionalmente el de madre y esposa, definidos por la tarea de velar por los hijos, permanecer sometida al marido y a la dependencia económica. No es fortuito, así las cosas, que medios de comunicación como el cine, la televisión, las revistas, los programas radiales de orientación y también la literatura, hayan elaborado múltiples situaciones que recreen y reproduzcan este papel de la mujer.

(*) Este concepto lo desarrolla Judith Butler en Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo, publicado en Paidós, en 1993.

La modernidad ha construido otros modelos como el de la eterna juventud, una belleza equivalente a ser delgada, a tener formas redondeadas en glúteos y senos, vientre plano, piel bronceada y ausencia de vellos. Otro de los modelos que sobresale en dichos medios es el de la mujer profesional, diversificado en el desempeño como ejecutiva, secretaria, educadora, médica o ingeniera.

Estos modelos se extienden socialmente y se consideran un deber ser de la mujer contemporánea. En las revistas dirigidas a los hombres el estereotipo alcanza, adicionalmente, otras características que giran alrededor de la sensualidad y el erotismo. Estas revistas de mujeres posicionan, dominantemente, el modelo de mujer profesional, esposa y madre (soltera o casada). Todo conduce a pensar que la mujer ya no se define por la determinación biológica, desde la cual se le reconoció por poder engendrar vida. El ser mujer debe entenderse en la especificidad de los contextos históricos y culturales que determinan lo que de ellas se espera; al mismo tiempo, la mujer continúa la búsqueda de la equidad e igualdad de oportunidades laborales.

La imagen de mujer que promocionan las revistas de glamour analizadas, llevan a considerarla, fundamentalmente, como un sujeto sexual que reivindica el derecho al placer, que otrora parecía dominio exclusivo del hombre. No obstante, todos los informes oficiales sobre la situación de la mujer en materia de agresión física o sexual por parte de los hombres, constituyen la muestra de la distancia que existe entre la “idealización” de la mujer que hacen las revistas, (cómplices en el silencio explícito del respeto y la equidad de género), y la mujer maltratada que hace parte de las estadísticas oficiales. Por ejemplo, el Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación de la ONU para la promoción de la mujer (Instraw)*, cuya sede está en República Dominicana, asegura que más del 50 % de las mujeres y niñas en América Latina y el Caribe ha sufrido agresiones de alguna índole.

(*) Este informe puede consultarse en el portal de BBC Mundo América Latina. [consultado el 17 de agosto de 2011]. Disponible en Internet: http://www.b.b.c.uk/mundo/cultura_sociedad/2009/11/091124_0318_onu_mujeres–gz.shtml.

Según los datos del Instraw, en Bolivia el 52.3 % de las mujeres entre 15 y 49 años, ha sido víctima de la violencia física por parte de su pareja; en Haití el 17 % ha sufrido violencia sexual; en Perú, el 68 % ha padecido violencia emocional; en República Dominicana, se estima que el 24.8 % de las mujeres que viven en áreas urbanas y el 21.9 % de mujeres en las áreas rurales, ha experimentado violencia física durante algún período de su vida.

En Colombia, la situación no es menos grave. Las estadísticas sobre maltrato y violencia contra la mujer señalan que en los primeros cinco meses del 2010, el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, solo en Bogotá, registró 6751 denuncias de mujeres víctimas de agresión por parte de sus parejas. Igualmente, un estudio elaborado por el Programa Integral Contra la Violencia de Género del Fondo de Naciones Unidas**, revela que el 88 % de las mujeres en Colombia ha sido víctima de algún tipo de agresión física.

(**) Para mayor información consultar: http://www.elespacio.com.co/index.php/especiales–unidad–inivestigativa/reportarjes/. Publicado el 29 de julio de 2010. [consultado 2 de agosto de 2011].

Afortunadamente, en Colombia el Plan Nacional de Desarrollo 2010 – 2014, denominado Prosperidad para todos, establece la adopción por parte del Gobierno Nacional de una “política de equidad de género para garantizar los derechos humanos integrales e interdependientes de las mujeres y la igualdad de género”*. La formulación de esta política es liderada por la Alta Consejería Presidencial de la Mujer y la Vicepresidencia de la República, con la participación de la sociedad civil.

(*) Para mayor información, ver: http://equidad.presidencia.gov.co/Es/Paginas/consejería.aspx. [consultado el 10 de abril de 2010].

Así las cosas, vale preguntarse: ¿hasta qué punto la promoción y difusión de los modelos de mujer en las revistas de glamour, forman parte de una representación social que promueve fotografías de mujeres hermosas, complacientes en sus relatos sobre la exposición de su vida, que callan y no expresan sufrimiento alguno, que no se quejan porque las presentan plenamente reconfortadas con sus logros físicos y su aceptación social?

Notas al pie

13 COURTÈS, Joseph. Análisis semiótico del discurso. Del enunciado a la enunciación. Madrid: Gredos, 1997.

14 SILVESTRI, Adriana. Discurso instruccional. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 1995. p. 32.

Capítulo 1

Voces teóricas

1. 1 PRELIMINARES

Diferentes perspectivas teóricas han dado cuenta de la complejidad del lenguaje humano, y una de ellas es la planteada por Rafael Echeverría15, al fundamentar su propuesta en el análisis de los inventos que han transformado las prácticas sociales de la humanidad, como el alfabeto, la imprenta y la tecnología digital, los cuales han incidido en la comprensión del ser humano, y en su relación consigo mismo y con el mundo. Esta perspectiva permite elaborar un nuevo juicio en torno a lo que significa el ser humano. Un amplio recorrido filosófico reconoce la importancia del lenguaje en la comprensión de la vida humana. Para Echeverría, la propuesta que denomina “ontología del lenguaje” intenta reunir diferentes desarrollos –a menudo, aparentemente contradictorios– en una unidad y una síntesis coherentes16.

Según Echeverría, la ontología del lenguaje sustituye el tradicional lenguaje del ser por el lenguaje del devenir, lo que otorga garantía a la creación y a la generación continua del sentido de la vida. Del mismo modo, esta perspectiva toma distancia del concepto metafísico de verdad, y supone que solo existen interpretaciones dependientes de circunstancias. En consecuencia, ninguna de ellas se presenta como absoluta, sino más bien como relativa. La interpretación implica la idea de un ser humano reflexivo, pensante y crítico. Estas cualidades, unidas a las características intrínsecas otorgadas a la ontología del lenguaje, logran afianzar la unidad entre orador/lenguaje/acción. La concepción que cualifica al lenguaje como acción, impide separar la dupla pensamiento/acción. De manera concomitante, Echeverría afirma que la acción genera ser, al tiempo que constituye al individuo que habla y actúa; y es justamente la conexión lenguaje/acción la que conduce hacia una nueva comprensión de la acción humana.

Echeverría afirma que el núcleo central de la ontología del lenguaje se condensa en tres postulados básicos y dos tesis generales. A continuación se presentan estos de manera sucinta, con el fin de elucidar las bases desde las cuales se hará la disertación entre los conceptos de lenguaje, habla o discurso.

1.2 POSTULADOS DE LA ONTOLOGÍA DEL LENGUAJE

Al introducir los postulados de la ontología del lenguaje, Echeverría precisa que todos ellos están precedidos por la palabra interpretación, debido a la concepción según la cual los seres humanos no pueden entrar en relación cognitiva directa con las cosas, sino que toda correlación está siempre mediada por una interpretación. En consecuencia, el ser humano solo podría decir cómo interpreta las cosas y no cómo son las cosas. De allí surge la primera tesis de la ontología, la cual señala: “no sabemos cómo las cosas son. Sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos”17.

Para el mismo Echeverría, la tesis formulada en esos términos implica abandonar toda pretensión de verdad, como una correspondencia entre la palabra y la cosa, tal como lo afirma la metafísica occidental, pues esta concepción excluye la relación interlocutiva de los sujetos. Las cosas son como el ser humano dice que son; es decir que el observador, desde su punto de vista, dice que aquello que ve, es. Y en este juego aparece la ilusión o la petición de decir la verdad: “sostenemos que la verdad, en nuestro lenguaje ordinario, alude a un juicio que realizamos sobre una determinada proposición lingüística que le atribuye a esta la capacidad de dar cuenta de cómo las cosas son”18.

Dada la variedad de interpretaciones que surgen de cada observador, el lenguaje pierde neutralidad y “abre y cierra determinadas posibilidades en la vida, habilita o inhibe determinados cursos de acción”19. Como se ha anotado, la perspectiva del lenguaje como acción vincula eventos para que la acción forje al ser. Esto sustenta la segunda tesis de la ontología del lenguaje: “no sólo actuamos de acuerdo a cómo somos (y lo hacemos), sino que también somos de acuerdo a como actuamos. La acción genera ser. Uno deviene de acuerdo a lo que hace”20.

La acción, entonces, antecede al ser, y gracias a ella, el ser se transforma. Por tal motivo, el ser humano es mutable, artífice de su propia creación, siempre dentro de los límites que el propio dominio natural humano le permite.

Bajo estas consideraciones, se comprenden mejor los tres postulados básicos de la ontología del lenguaje:

1. Interpretamos a los seres humanos como seres lingüísticos.

2. Interpretamos al lenguaje como generativo.

3. Interpretamos que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él21.

1.2.1 Primer postulado . La importancia atribuida al lenguaje, permite a Rafael Echeverría elaborar su primer postulado, acorde con el cual el lenguaje se constituye en la clave para comprender a los seres humanos: “interpretamos a los seres humanos como seres lingüísticos”22.

Si bien es cierto que aquí se confiere importancia al ser lingüístico, esto no quiere decir que todo lo humano se reduzca al lenguaje, porque la existencia comprende otros dominios como el cuerpo y la emocionalidad. Estos dominios son autónomos, pero también interdependientes.

Sin embargo, hay un predominio del lenguaje: “es precisamente a través del lenguaje que conferimos sentido a nuestra existencia, y es también desde el lenguaje que nos es posible reconocer la importancia de dominios existenciales no lingüísticos”23.

1.2.2 Segundo postulado. El segundo postulado que propone: interpretamos al lenguaje como generativo, transforma la noción tradicional del lenguaje, entendida como un instrumento para describir o expresar lo que el sujeto humano piensa y habla sobre las cosas.

Al postular que el lenguaje es generativo, se inscribe la acción y, gracias a ello, se reconoce la capacidad que este tiene para hacer que sucedan cosas. Se esboza así una concepción del lenguaje que lo enmarca en la acción, como consecuencia de la reflexión de los filósofos del lenguaje, de un lado, y de los pragmatistas, de otro.

Es importante advertir, en acuerdo con Echeverría, que no todo lo que existe, existe solo en el lenguaje. El autor no niega la ‘existencia’ de una ‘realidad externa’, independiente del lenguaje, pero sostiene que todo aquello de lo que se habla se encuentra, por definición, dentro del dominio del lenguaje24.

Esta concepción permite afirmar que la realidad social existe en el lenguaje y desde él se crea o modifica el mundo sociocultural, lo cual resulta coherente con la concepción del lenguaje como acción. El lenguaje permite al ser humano alterar el curso de los acontecimientos: “al decir lo que decimos, al decirlo de un modo y no de otro, o no diciendo cosa alguna, abrimos o cerramos posibilidades para nosotros mismos y, muchas veces, para otros”25.

1.2.3 Tercer postulado. El anterior discurre sobre la capacidad generativa del lenguaje. Se asume que la vida es el espacio en el que los individuos se inventan a sí mismos, y esto conduce al tercer postulado: “interpretamos que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él”26. La facultad generativa del lenguaje permite al ser humano participar en su propia creación, aunque supeditado siempre a los condicionamientos naturales, sociales e históricos.

El tercer postulado confirma la posibilidad de vincular la creación de los seres humanos en un espacio de interrelaciones que lo determinan y lo configuran como persona. En otras palabras, puede decirse que la participación del ser humano en el diseño de su vida es obra del lenguaje. Así mismo, por cuanto este se desarrolla en la interacción, se vincula con la construcción de la identidad discursiva del sujeto, según la cual los seres humanos se inventan a sí mismos en el lenguaje.

La prescripción de la cualidad generativa del lenguaje no puede separarse de las restricciones que provee el propio dominio lingüístico, así que el autor citado, siguiendo a John Searle, afirma que siempre que hablamos, sin importar el idioma, se ejecuta el mismo número restringido de actos de habla: declaraciones, promesas, afirmaciones, pedidos y ofertas. No obstante, Echeverría elabora su propia taxonomía, conformada por lo que él denomina actos lingüísticos, que identifica como: declaraciones, afirmaciones, juicios, pedidos y promesas.

El habla como acción permite establecer una relación entre la palabra y el mundo, o entre el mundo y la palabra. Echeverría es muy claro en explicitar que cuando la palabra se adecúa al mundo, el sujeto elabora afirmaciones que dependen de su propia observación, y el acto lingüístico que se lleva a cabo recibe el nombre de descripción. “Y dado que los seres humanos comparten, por un lado, una estructura biológica común y, por el otro, la tradición de distinciones de su comunidad, les es posible compartir lo que observan”27. El problema de compartir lo que observamos es que todos creemos que, así como se observan las cosas, así mismo son. Concepción discutible, según lo expresa Echeverría, porque la descripción que hacemos los seres humanos es la que observamos dentro del sistema de distinciones que poseemos, más no es la realidad.

De otro lado, cuando el mundo requiere adecuarse a lo dicho o, más bien, cuando la palabra modifica al mundo, se tienen las declaraciones. Para Echeverría, al hacer declaraciones “no hablamos acerca del mundo, sino que generamos un nuevo mundo para nosotros. La palabra genera una realidad diferente. Después de haberse dicho lo que se dijo, el mundo ya no es el mismo de antes. Este fue transformado por el poder de la palabra”28. La relación con el poder es importante, en la medida en que el mundo nuevo que se crea en la palabra requiere su cumplimiento y, en ese sentido, la fuerza de lo dicho depende de la autoridad de quien lo dice. Cualquier persona no puede oficiar el casamiento de una pareja y hacer que el ritual tenga validez legal. Este acto social es válido cuando la persona que lo realiza posee la autoridad para hacerlo.

Por eso, las declaraciones no son verdaderas o falsas, sino válidas o inválidas. “Cuando declaramos algo nos comprometemos a comportarnos consistentemente con la nueva realidad que hemos declarado”29.

Las declaraciones más relevantes tienen que ver con decir “no” o decir “sí”. El “no” es muestra de autonomía y de autoridad de una persona, y es la declaración que más compromete la dignidad del sujeto. “Esta es una declaración que define el respeto que nos tenemos a nosotros mismos y que nos tendrán los demás”30. El “sí”, afirma Echeverría, pareciera no ser tan poderoso como el “no”. Mientras no digamos que “no”, generalmente se asume que estamos en el “sí”. Lo cierto es que decir “sí” indica asumir un compromiso, dar una imagen de sí; por tal razón, la negación y la afirmación afectan la identidad del sujeto.

Dentro de los actos lingüísticos llamados declaraciones, Echeverría introduce los juicios. Estos son veredictos que crean una realidad que solo existe en el lenguaje, y, derivado de ello, constituyen otro ejemplo de la capacidad generativa del lenguaje. Estos “no describen algo que existiera ya antes de ser formulados. No apuntan hacia cualidades, propiedades, atributos, etcétera, de algún sujeto u objeto determinado. La realidad que genera, reside totalmente en la interpretación que proveen. Ellos son enteramente lingüísticos”31.