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bolsillo · octaedro, núm. 30

Relatos con abrelatas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Primera edición en papel: septiembre de 2013

Primera edición: diciembre de 2013

 

© Ricardo Guadalupe

 

© De esta edición:

Ediciones Octaedro, S.L.

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ISBN: 978-84-9921-472-6

 

Diseño y producción: Ediciones Octaedro

Imagen de cubierta: Jesús Rodríguez

Prólogos

Escribir el prólogo de un libro es siempre un honor, pero también es una gran responsabilidad. Un prólogo es la antesala, la puerta de acceso a lo que el lector va a descubrir en sus páginas, que le va a permitir sentir interés y le ha de mostrar algún rasgo característico y singular.

Todo prólogo exige sutilidad y no debe anticipar más de lo preciso, ya que el protagonismo ha de ser del propio libro y de su autor. Relatos con abrelatas, de Ricardo Guadalupe, es un conjunto de relatos y poemas. ¿Qué hay especialmente original en él que yo pueda destacar? Además de la calidad de sus poemas y relatos, la curiosidad de este libro es que después de cada texto el lector cuenta con una oportunidad inusual, se trata de un breve comentario del autor que nos trae algo más allá de lo que se acaba de leer, su propia visión o aportación particular, los «pequeños» secretos de la «trastienda narrativa» o de donde surgieron las ideas que ha desarrollado.

Como profesor de escritura creativa, siempre insisto en que un libro de relatos (o un poemario) no debe ser una sucesión, sin más, de historias. Ha de contener algo añadido, aunque sea un fina línea de unión que convierta el conjunto en algo más que la suma de sus partes, que contenga un elemento que cohesione y aporte un sentido de unidad. Puede ser el tema, el tono, el ambiente, el lugar…, una sensación o el efecto que provoca la lectura (sorpresa, miedo, nostalgia, tristeza…). En este caso, es el propio escritor quien traspasa la línea entre realidad y ficción y se sitúa dentro de este libro, lo cual nos permite que cada relato y poema no acabe en sí mismo, sino que podamos ir un poco más allá.

Ricardo, persona con una gran experiencia en talleres de escritura y un apasionado de todo lo literario, ha sabido aportar aquí ese plus, porque las historias que escribimos también tienen su propia historia: nacen, crecen, se desarrollan en el papel, viven…, pero no mueren, sino que se transforman y renacen, cada una a su manera, en todos y cada uno de sus lectores. Personalmente, a mí me parece un acierto esta idea de que cada texto no acabe en sí mismo, sino que contemos con la posibilidad de contrastar nuestro punto de vista con el del autor. Debo también reconocer que desde el inicio se convierte en adictivo, que uno espera con cierta expectación acabar cada texto para saber un poco más sobre él.

Recomiendo una lectura atenta y cuidada de este libro, que se preste una especial atención, porque muy pocas veces contamos con la suerte de disfrutar de esos breves encuentros con quien lo ha escrito. Quizá hayamos coincidido en la interpretación, o tal vez no, lo cual demuestra que cada historia sigue viva más allá del papel. Incluso puede ser necesaria una segunda lectura de cada poema y relato después de leer el comentario correspondiente (también lo aconsejo), para detectar esos matices que a veces se nos escapan. Cuanto más breve es un buen texto, más exige tanto del autor como del lector. Y más aún cuando lo reducimos a su esencia. Cada relato, desnudo y despojado de sus secretos, puede convertirse en otro ante nuestros ojos o, lo que es lo mismo, en el que verdaderamente era.

Me permito copiar un fragmento que aparece tras uno de los textos del libro, el titulado «Los miembros»:

«A lo que me refiero es a que estoy tratando de escribir sin dejar ningún cabo suelto para que se entienda bien lo que quiero decir, porque a veces creemos que el lector puede entrar en nuestra mente y eso no es así, todos los elementos tienen que estar en el papel para que el lector pueda cerrar bien la historia».

Espero y deseo que este libro (variado y rico en detalles) te provoque el mismo interés que a mí. Y que, además de disfrutar del mundo de ficción de sus historias, vayas un poco más allá y te permita entender el mecanismo de construcción de las narraciones breves, y hacer más patente la figura de quien escribe, la complejidad del proceso de elaboración narrativa y la importancia de tu papel como lector en la interpretación, valor y finalidad de la literatura.

Ramón Alcaraz

 

Ricardo Guadalupe nos da su palabra. Un acto generoso y de honradez, diría el probable lector. Y tal vez caería en la trampa de acariciar la portada, de mimarla, para luego penetrar en sus entrañas. Pero una vez que se está dentro del vientre de esta ballena con forma de libro, es imposible volver a salir indemne. Porque nada más bucear entre sus páginas, te encontrarás con un sinfín de aventuras: cola de cometa que cruza el cielo con la creatividad y el buen oficio del escritor. Rizos, laberintos, papeletas voladoras, un Arca de Noé, que se quiere pero que no es mortal, guardas jurados que eligen la lectura frente al apaleador de indigentes, terapeutas que se olvidan de sí mismos, analizadores de locuras pictóricas, hijos invisibles para los padres, deseos cumplidos, huidas a la Luna, ocupaciones de edificios bancarios, velocidades diferentes de pareja, timbres de advertencia contra la monotonía, sopas sin sal, barrios donde cada día se intenta sobrevivir, soledades frente a la muerte, aspirantes a astronautas, oficinistas sin rumbo fuera de la rutina, salidas de casa como hijos, sin posibilidad de retorno, encuentros con las estrellas, guerras y víctimas que viven carreras imaginarias, apneas, hombres piedra, la vida cual peonza girando, besos que estallan como burbujas. Todo esto y más vas a encontrarte, incauto lector, entre estas páginas. Puedo asegurarte que no podrás dejar de leer hasta llegar al final, y cuando cierres el libro ya no serás el mismo, algo se habrá movido en tu interior, silencioso, inapreciable, ahí estará para formar para siempre parte de tu vida. Pero si después de tomar nota de estas advertencias, cual prospecto de medicinas, quieres seguir, ¡adelante, y que disfrutes con la aventura!

Lola Sanabria

El rizo de ventura

Fe «la Rizos» es la mujer más feliz de la corrala.

Atraviesa el patio a pasitos apresurados con los últimos rayos de luna. Cuando abre la puerta siempre se deshincha aliviada dentro de la saya al ver acostado todavía a Ventura Esquinas. Luego se sienta como de costumbre al pie del jergón y su mirada acaricia a través de la luz en blanco y negro de la estancia el rostro anguloso del durmiente. Por fin, Ventura destapa los ojos, busca y la ve. Entonces se abalanza hacia ella, con la misma ansia que en su anterior despertar, mientras rompe a llorar. Pareciera que no la hubiera visto en años. Y efectivamente así lo cree él. Después Fe se levanta y conecta un radiorreceptor en el que se gastó la plata de veinte noches de favores al ministro. Suena una ópera del Real con la que él se asombra como si la escuchara por primera vez. Al rato, como contagiado por el canto del barítono, Ventura reclama su capa y su boina. Debe marchar a la plaza Mayor a una manifestación de anarquistas. Así que se cambia aprisa y, ajustándose la boina con una mano, se precipita sobre el pomo de la puerta con la otra, y entonces, una vez más, se queda paralizado. Sus ojos observan el picaporte como si fuera un objeto extraño que le hubiera atrapado la mano. Invariablemente, Fe le ayuda a soltar los dedos del tirador uno por uno, y lo comienza a desvestir de forma rutinaria.

Ventura ya no recuerda haber escuchado la ópera, tampoco recuerda que hace unos meses su cabeza encontró un palo mal dado en una manifestación de anarquistas, y tampoco Fe le ha recordado que, un día antes de ir a esa manifestación, él mismo, Ventura, la había abandonado para siempre.

Quien escribe un texto literario expone y muestra su personalidad, su verdad, queda desnudo ante quien pueda leerlo. El mundo imaginario de cada uno está estrechamente conectado con la psicología, con el pensamiento y con todo aquello que conforma nuestra identidad. Así que, ya veis, los relatos contenidos en Relatos con abrelatas son trozos de carne que yo mismo he diseccionado en mi propio ser, no sin cierta vocación de streeper.

«El rizo de Ventura», en concreto, es muy especial para mí, por todo lo que desencadenó: un premio, otro premio que fue colaborar en un programa de radio y hasta publicar un libro, resultado de dicha colaboración. Trescientas palabras que dieron mucho de sí y que aquí cumplen también su función, la de dar mi palabra.


La estela del ovillo

Mucho tiempo después, Teseo, solo, regresó al laberinto donde un día consiguiera ser un héroe. Recorrió sus muros, hasta que, al pasar una encrucijada, una risa le detuvo. Giró a tiempo de ver desaparecer una túnica femenina. ¡Ariadna! Se conjuró no volver a perderla. Persiguió su sombra, probó atajos, pero no la alcanzó. Pensó que habría escapado del laberinto, y cayó exhausto en un claro. Después le despertó la misma risa. Venía de todas partes. Esta vez no la siguió. Se dirigió hacia la salida, que tapió con piedras y selló dejando seco el barro al sol. Fue de vuelta al claro cuando la vio, más bella que nunca. Pero entonces Ariadna, de forma inesperada, desplegó dos grandes alas. Ella le dijo desde el aire que siempre supo volar. Él se quedó pegado al suelo, encerrado.

Libertad y posesión, elementos de esa lucha o de esa balanza que vivimos en la pareja y que de algún modo necesitamos. Sí, también la posesión, entendida como pertenencia a algo o a alguien.

Cuando nos enamoramos seguimos a la persona amada y también nos dejamos seguir por ella. Eso sí, se trata de ir recogiendo el ovillo y no de enredarse en él. Puesto que todos tenemos bastante de laberinto, en el que a menudo nosotros mismos nos perdemos, y ya no digamos el resto. Corremos el riesgo de convertirnos en marionetas en manos del otro y de acabar encerrados en su caja de juguetes.

Teseo se queda encerrado dentro del laberinto por querer encerrar a Ariadna, que echa a volar. Y sufre además otro tipo de encierro, el de los atrapados en lo que pudo ser y no fue.

«La estela del ovillo» lo leí en antena tras ser seleccionado por Onda Madrid Radio.


El heredero

Este es el final de la historia. Ahora todo queda en tus manos, seas quien seas.

Llevo dos días caminando. Aún me pitan los oídos a causa de las bombas. Solo espero que esa casa que diviso sea tu casa, que no encuentre más mesas tiradas y fotografías desparramadas. Porque me temo que no podré seguir más allá de esa casa. A cada paso que doy, todo lo que alcanzo a ver oscila cada vez más de un lado a otro. Y no pienso emplear ni uno solo de los papeles en taponar la herida. Son tuyos, hagas lo que hagas con ellos. Me gustaría que los leyeras, eso sí. Y después, ya da igual. Quémalos si quieres. Al leerlos, algo de mi mensaje habrá quedado en ti, y entonces es posible que algo cambie, que lo que escribí pudiera influir para bien, qué sé yo, para que no haya más bombas, por ejemplo. Pero antes tengo que encontrarte y la casa es como si se alejara, dejándome a solas con el pitido de mis oídos. Es un maldito pitido casi imperceptible, casi la nada, y que en cambio lo impregna todo de un tinte irreal. Allá adonde miro escucho la sordera de las cosas, en las zarzas, en el camino. Ni siquiera la casa parece real.

De repente, un fuerte sonido ha roto la nada. Recorre mis vértebras tras brotar de la casa: se trata de un llanto estremecedor, tu llanto, mi esperanza.

La idea matriz de este relato me vino de una película: Amigo/Amado, de Ventura Pons. En ella, alguien busca algo de transcendencia a su vida y para ello elige un heredero a quien pasar su sabiduría acumulada, alguien a quien ve capaz de darle buen uso, alguien de quien está enamorado. El desarrollo de los hechos no tiene nada que ver con mi relato, tampoco la ambientación o los personajes, pero quería dejar constancia de esa fuente de inspiración primera que fue la película y además recomendarla, puesto que la admiro enormemente.