La colección Emaús ofrece libros de lectura

asequible para ayudar a vivir el camino cristiano

en el momento actual.

Por eso lleva el nombre de aquella aldea hacia

la que se dirigían dos discípulos desesperanzados

cuando se encontraron con Jesús,

que se puso a caminar junto a ellos,

y les hizo entender y vivir

la novedad de su Evangelio.

Oriol Xirinachs

Devolver a Jesús a los pobres

Colección Emaús 132

Centre de Pastoral Litúrgica

Director de la colección Emaús: Josep Lligadas

Diseño de la cubierta: Mercè Solé

Ilustración de la cubierta: © Cesc

Ilustraciones interiores: © Agustín de la Torre Zarazaga

© Edita: CENTRE DE PASTORAL LITÚRGICA

Nàpols 346, 1 – 08025 Barcelona

Tel. (+34) 933 022 235 – Fax (+34) 933 184 218

cpl@cpl.eswww.cpl.es

Edición digital septiembre 2016

ISBN: 978-84-9805-514-6

El propósito de este libro

Me complace presentar el libro de Oriol Xirinachs, Devolver a Jesús a los pobres. En este opúsculo se recogen y amplían notablemente las reflexiones que se hicieron en un seminario organizado por el Secretariado para los Marginados de la diócesis de Barcelona.

El seminario fue fruto de una inquietud que manifestaron Pilar Malla y el mismo Oriol Xirinachs. Son muchas las personas creyentes que dedican tiempo y talentos para dignificar la vida de los más pequeños y excluidos, son muchas las instituciones que trabajan en el llamado Cuarto Mundo. No es necesario hacer una valoración de su trabajo, ya que su tarea está muy reconocida. Su solicitud estará en muchos casos motivada por su fe cristiana. Muchos de ellos han reconocido en el pobre y el desvalido el rostro de Cristo. Son creyentes que se han tomado muy en serio que la verdadera caridad es siempre gratuita. Lejos de toda intención de hacer proselitismo. La cuestión es cómo hacer presente a Jesucristo en estos ambientes. Conscientes, como bien dice el papa Francisco, de que la principal pobreza es la pobreza espiritual. Jesús vivió, nació y murió en los márgenes de la sociedad, y su resurrección es la manifestación de que, en las situaciones más límite de la existencia, hay para ellos esperanza. Pilar y Oriol me propusieron que convocase a personas que trabajan en diferentes campos de la marginación: en prisiones, en el mundo de la prostitución, en Cáritas, con los sintecho, etc. Así con altos y bajos, durante unos meses realizamos algunos encuentros. La característica principal de estos encuentros es que no se teorizaba demasiado, sino que se compartían experiencias. Oriol iba tomando nota y daba forma, por escrito, a nuestras reflexiones; y al final nos presentó este libro: Devolver a Jesús a los pobres.

Agradezco muy sinceramente la tarea de Oriol, seguro que nos ayudará a todos a seguir reflexionando para que se pueda hacer realidad el anuncio de Jesús en Nazaret: Los pobres serán evangelizados. El título del libro expresa muy bien su contenido, Devolver a Jesús a los pobres, ya que, si bien el Señor ha venido para todos, son los pobres, y no los sabios ni los ricos, los que mejor lo pueden recibir; aunque, como el eunuco de los Hechos de los Apóstoles, necesitan de un Felipe que les anuncie que Dios los ama, que Cristo se identifica con ellos, y que el Espíritu se manifiesta en ellos.

Agradecemos también a José Ignacio González Faus, que nos ofrece unas reflexiones sobre Jesús y los pobres, que publicamos como epílogo y que enriquecen el contenido del libro, y al CPL su edición en la colección Emaús.

Ojalá que este libro suscite reflexión y debate, y, sobre todo, nos sirva a todos para no olvidar a los más pobres. Devolver a Jesús a los pobres significa hacer de mediador para que sean conscientes de que Cristo está con ellos, a pesar de que las circunstancias de la vida a menudo hacen imposible que le reconozcan.

Josep M. Jubany Casanovas

Delegado de Pastoral Social de la diócesis de Barcelona

Primera parte

¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!

(1 Corintios 9,16)

El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2,20)

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres (Lc 4,18)

Presentación

En el momento de presentar esta reflexión es necesario situar el marco del que ha surgido para poder entender su objetivo y su alcance. Un pequeño grupo de cristianos, presentes en el mundo de los pobres desde las entidades de la Iglesia, reunidos en el Secretariado para los Marginados de la diócesis de Barcelona, nos cuestionábamos el hecho de que nuestra presencia entre ellos, aun queriendo ser evangelizadora, se quedara reducida a una dimensión de promoción social o ayuda y, sin embargo, entendemos por evangelización completa la que les hace llegar el anuncio explícito de la persona de Jesús: su vida, gestos y palabras. Por varias razones reconocíamos que o no sabíamos o no encontrábamos la manera adecuada de hacerlo.

Constatábamos que la abundante literatura sobre el tema de la evangelización de los pobres se entendía y se concretaba como la «opción por los pobres» o por el «compromiso» que, de una forma casi exclusiva, giraba en torno a razonar, matizar, defender… de mil y una maneras la exigencia cristiana de esa acción liberadora y de promoción de los pobres.

Y habría también que añadir, como estímulo para esta reflexión, la voluntad de dar las razones de nuestra opción delante de muchos «comprometidos» que defienden que este compromiso ya es la propia evangelización. Evidentemente que nosotros entendemos este compromiso social como parte integrante y necesaria de la evangelización, aunque creemos que no es «toda» la evangelización.

Muchos son los textos, tanto del magisterio como de los reconocidos teólogos, que afirman esta convicción (cfr. los textos de las dos páginas siguientes). Sin embargo, no queremos recurrir al «argumento de autoridad», ya que nuestra opinión es que este anuncio surge del mismo evangelio; que debería ser algo normal, y que si no lo hacemos es debido a unas razones que nos han llevado a esta manera de entender y de hacer, especialmente en nuestro mundo occidental, a pesar de todo, rico y acomodado; es importante remarcarlo, ya que es el telón de fondo de esta reflexión.

No nos quedamos solamente en dar motivos para este hecho de dejar a los pobres únicamente como destinatarios de nuestra acción material –necesaria–, sino que intentamos dar razones para justificar la exigencia evangélica de hacerlos destinatarios de la persona de Jesús, ya que la Buena Noticia que nos lleva, y que es él mismo, es fuente de una alegría que da el sentido último a la vida, a la que creemos que tienen derecho.

Y dado que, avanzándonos al final, creemos que se ha perdido esta felicidad evangélica en este «mundo feliz» que hemos montado, entonces, en una segunda parte, queremos dar pistas para ayudar a hacer que los que hacen camino con los pobres, que es el «lugar teológico» en el cual sí que se puede vivir esta felicidad, puedan descubrirla y que se sientan llamados a comunicársela.

Evidentemente, el análisis que presentamos, como cualquier análisis, es subjetivo y parcial, pero, en todo caso, creemos que el tema es suficientemente importante como para reflexionar sobre él. Es por esto que puede ser una ayuda para los que queremos llegar a este anuncio, aunque también puede ayudar a promover el debate entre los que piensan de otra forma.

Por todo lo anterior, creo que es bueno remarcar que los destinatarios de este texto son, en primer lugar, aquellos militantes de movimientos apostólicos, voluntarios y profesionales de organizaciones caritativas, religiosas y religiosos de congregaciones dedicadas a la atención y acompañamiento de los pobres.

Finalmente, también se tiene que remarcar que, dada la brevedad de este texto, se tiene que matizar tanto como sea necesario la presentación simplista del nosotros/ellos; pobres/no pobres… la frontera no está marcada con tiralíneas.

Textos

Y, sin embargo, esto sigue siendo insuficiente, pues el más hermoso testimonio se revelará a la larga impotente si no es esclarecido, justificado –lo que Pedro llamaba dar «razón de vuestra esperanza»–, explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús. La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios.

La historia de la Iglesia, a partir del discurso de Pedro en la mañana de Pentecostés, se entremezcla y se confunde con la historia de este anuncio. En cada nueva etapa de la historia humana, la Iglesia, impulsada continuamente por el deseo de evangelizar, no tiene más que una preocupación: ¿A quién enviar para anunciar este misterio? ¿Cómo lograr que resuene y llegue a todos aquellos que lo deben escuchar? (Pablo VI Evangelii Nuntiandi 22).

Después de tomar en cuenta algunos desafíos de la realidad actual, quiero recordar ahora la tarea que nos apremia en cualquier época y lugar, porque «no puede haber auténtica evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es el Señor», y sin que exista un «primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad de evangelización». Recogiendo las inquietudes de los Obispos asiáticos, Juan Pablo II expresó que, si la Iglesia «debe cumplir su destino providencial, la evangelización, como predicación alegre, paciente y progresiva de la muerte y resurrección salvífica de Jesucristo, debe ser vuestra prioridad absoluta». Esto vale para todos (Evangelii Gaudium 110).

El anuncio de la Buena Nueva es además importante porque pertenece a la captación cristiana de sentido. Si su contenido es una buena nueva, el modo de captarlo es la gratuidad. De esta forma también, el oyente de la buena nueva hace una experiencia de sentido, pues su vida se retrotrae a otro que lo libera de su egocentrismo...

La evangelización por tanto, si es cristiana, no puede olvidar el aspecto de anuncio pues a través de él se expresa la historicidad concreta de la voluntad de Dios para el mundo, se expresa el contenido positivo de esta voluntad, y se considera al hombre como aquel cuya existencia tendrá sentido al remitirle a un otro, distinto y mayor que él. Por esas razones el anuncio no es meramente lo que es dicho, sino aquello que tiene que ser dicho. (Jon Sobrino Resurrección de la verdadera Iglesia, pg. 284-285).