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Fotografía de portada:
ANÓNIMO
Museo de la Revolución de Octubre
de Moscú

JOHN REED

Hija de la Revolución
Y OTRAS NARRACIONES

BIBLIOTECA UNIVERSITARIA DE BOLSILLO

John Reed

Hija de la Revolución

Y OTRAS NARRACIONES

Introducción
FLOYD DELL

Fondo de Cultura Económica

Primera edición en inglés, 1927
Segunda edición en inglés, 1929
Primera edición (Colección Popular), 1972
Segunda edición (Biblioteca Universitaria de Bolsillo), 2006
Primera edición electrónica, 2013

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ÍNDICE

Introducción

Hija de la revolución

El mundo totalmente perdido

Broadway de noche

Mac-American

Endimión o en la frontera

Cuadros de México

I. Soldados de fortuna

II. Peones

Los derechos de las naciones pequeñas

Lo que deba hacerse

El jefe de familia

El capitalista

Donde está el corazón

Lo que se llama justicia

Ver para creer

Otro caso de ingratitud

Viñetas de la revolución

I. En vísperas

1. Rumbo al frente

2. El Iskosol en Venden

3. En Venden

4. De regreso del frente

II. El enjuiciamiento de la IWW, en Chicago

Cronología

INTRODUCCIÓN

La vida de John Reed fue corta y dramática. Nacido en Portland, Oregon, en el seno de una familia de la clase media acomodada, poseedor de gran talento y por naturaleza ambicioso, todo hacía creer que estaba destinado a ser gran poeta y cuentista mundial. Su pujante e irrefrenable temperamento, sin embargo, lo llevó a experimentar directamente la vida. Egresado de Harvard, con título universitario, en 1910, se trasladó a Nueva York y se instaló en Greenwich Village, donde llevó una vida bohemia. Se le incorporó al personal editor de una próspera revista; pero en 1913, en un impulso inicial de rebeldía contra los patrones de éxito burgués, Reed se unió a un grupo socialista de artistas y escritores que pertenecían a la revista The Masses. En ese año estalló la gran huelga textil de Paterson, Nueva Jersey. Reed trabajó con Haywood, Tresca, Elizabeth Gurley Flynn y otros que fundaron la IWW (Industrial Workers of the World); fue arrestado y encarcelado. Entonces presentó en el Madison Square Garden su vigorosa y gigantesca dramatización de la “Huelga de Paterson”. En las postrimerías de ese mismo año de 1913 Reed fue como corresponsal de guerra a México. Vivió con las tropas de Villa durante varios meses, en los cuales revivió sus impresiones llenas de simpatía por la causa revolucionaria, que aparecieron en el libro titulado México insurgente (1914).

Al iniciarse la guerra en Europa fue enviado allá y visitó el frente en compañía del dibujante Boardman Robinson. Los dos estuvieron en los Balcanes y en Rusia, donde John Reed escribió La guerra en la Europa oriental (1916), ilustrada por Robinson. A su regreso a los Estados Unidos, Reed contrajo matrimonio con Luisa Bryant, quien partió con él a Rusia. Reed llegó tras la caída del zarismo; pero estuvo en el eje de la revolución bolchevique. Mientras tanto, como a los demás editores de la revista The Masses, se le aplicó la Ley de Espionaje y se le sujetó al proceso correspondiente. En el otoño de 1918 Reed retornó a su país y se le sometió a otro juicio, en el que —como había acontecido en el primero que se llevó a cabo durante la primavera, en su ausencia— la opinión del jurado se dividió y no se pudo llegar a conclusión alguna.

Reed escribió entonces su libro Diez días que estremecieron al mundo, narración histórica de la revolución bolchevique. Además, participó activamente en la integración del Partido Comunista norteamericano y regresó a la Rusia soviética, donde fue nombrado miembro del comité ejecutivo de la Tercera Internacional. El 17 de octubre de 1920 murió de tifo en Moscú.

En el curso de la ceremonia que en su honor se efectuó en Nueva York, su amigo y coeditor de The Masses, Max Eastman, pronunció las siguientes palabras:

Lo que hizo sobresalir el carácter de John Reed como algo extraordinario en estos tiempos que vivimos, fue el hecho de que, a pesar de haber sido superdotado con habilidad sin precedente para poner las ideas en planos emocionales y pintar con colorido de llama —era un poeta, un idealista—, nunca lo alucinaron los emotivos matices de las ideas, al grado de perder de vista su verdadero contenido, para trasplantarlo a los niveles de acción sobre la realidad de las cosas. Reed conocía el frío tono de la voz del científico que ve las cosas como son. No ignoraba el temple con que el capitán de industria señala cómo pueden alcanzarse las metas. Fue un poeta que entendió la ciencia; un idealista capaz de enfrentarse con los hechos.

Todos ustedes saben que Jack Reed, al graduarse en Harvard, fue aclamado como un muchacho maravilloso; pero nunca, que yo sepa, pronunció palabra alguna con un contenido de sofisma solemne con que en dicha institución se hubiera atiborrado. Jack, en aquel tiempo, iniciaba su sorprendente ascenso hacia la popularidad en el campo del periodismo y yo tuve la oportunidad de observar de cerca el impulso vital con el que se desenvolvía en dos direcciones diametralmente opuestas, entre las cuales —en determinada fase de culminación— se vería inevitablemente obligado a escoger. Por un lado, merced a la fertilidad creativa de su pluma, y debido, también, al inextinguible espíritu de juventud en pos de la aventura mundana que todos amamos, hasta el último de los diarios y revistas del país le abrieron sus puertas. Todos se lo disputaban, lo querían atraer por su nombre, por la calidad de sus relatos, hasta el punto de que por el dinero que hacia él se precipitaba y la altura de gloria alcanzada, John Reed se ubicó en el cenit de la profesión del periodismo en los Estados Unidos. Se le reconocía como el mejor corresponsal de guerra, en el momento en que principiaba la lucha en Europa. Pueden ustedes imaginar la oportunidad que se ofrecía ante los ojos de John Reed. No existía cumbre alguna, ya fuera por el éxito resonante, la remuneración o el aplauso, a la cual Jack no pudiese aspirar, legítimamente.

Pero, durante esos años de ininterrumpidos triunfos, había venido gestándose en John Reed una repulsa al mundo contemporáneo, por las condiciones de explotación que prevalecían, y de las cuales lo que llamamos nuestro arte literario y nuestro periodismo surgían apenas, bajo un velo de belleza superficial y falsa, y se iba acrecentando en su interior un sentido de identidad entre su esfuerzo por alcanzar planos depurados de poesía y literatura para su país, y el batallar de las masas trabajadoras, para hacer del mismo una nación humana y libre.

Entonces la guerra llegó a los Estados Unidos, y la lucha activa principió en Rusia. Y John Reed —como aconteció a todos los hombres de aguda y libre inteligencia— se enfrentó con el dilema de la hipocresía en el seno del periodismo capitalista y la desprestigiada y desolada verdad de la prensa revolucionaria. Y escogió la verdad. Si existe algún tributo específico fuera de aquellos que ya han enumerado los amigos que lo acompañaron en las últimas etapas de su vida, es un testimonio del esplendor, deleite y magnificencia de la vida que sacrificó. A todo aquello que nuestro mundo contemporáneo posee para tentar a un joven de positivo genio, renunció para aceptar la amargura de un soldado de la Revolución.

Antes de que el movimiento revolucionario lo reclamara, en sus años mozos, dedicó parte de ellos en su vida de constante aventura e intensa actividad a mostrar su valía como cuentista. Los relatos contenidos en este libro (con excepciones que serán advertidas) fueron escritos antes de 1917. Los de su primera etapa versaron sobre Nueva York y ponen de manifiesto su natural interés juvenil por mostrar el sector del bajo mundo de la ciudad; pero están despojados de la natural tendencia de la juventud a asumir aires de descarnado cinismo. Todas estas primeras narraciones ostentan madurez en medio de algún toque de ternura y simpatía en cada uno de los temas. Algunos de ellos no son sino apuntes de experiencias personales del autor, interpretadas sobre su fondo imaginativo. Todos ellos se caracterizan por su absoluto y literal realismo. Las narraciones de sus últimos tiempos equivalen a poéticas transcripciones de lo que Jack vio y oyó en el curso de sus actividades en México, Europa y los Estados Unidos, en su calidad de periodista. Va desde el desenfadado reto del vagabundo, hasta la vehemente pasión revolucionaria que vibra en el cuento del cual procede el título de este volumen (Hija de la Revolución); pero todas las narraciones están pletóricas de piedad, verdad y color de la vida, aunque únicamente en unas cuantas de ellas aparece la plena y absoluta libre expresión del autor con toda su fuerza.

A estos cuentos se han agregado las “Instantáneas mexicanas”, esbozos entresacados de un reportaje periodístico de las aventuras de John Reed en México, publicado en las páginas de The Masses, y las “Viñetas revolucionarias”, vívidos fragmentos de una narración sobre la visita que hizo al frente de Riga, en vísperas de la revolución bolchevique. Se añadió un trozo de la descripción que hizo exprofeso para The Masses, del juicio que en 1918 se siguió a la IWW.

Todo esto, en un afán de lograr que la colección reunida, hasta donde fue posible, representa las actividades e intereses que encontraron expresión únicamente en el periodismo revolucionario y en su libro de historia revolucionaria. Las fechas que se anotan son las de las respectivas publicaciones.

Comentaremos, de paso, que las de índole revolucionaria en nuestro medio no pueden permitirse el lujo de comprar el mejor papel y que, debido a esto, los legajos donde se hallan todas aquellas publicaciones ya están a punto de caerse a pedazos y convertirse en polvo. Y pronto desaparecerán, no podría conocerlas el historiador revolucionario del futuro, a menos que su contenido se salve en volúmenes como el presente.

Para terminar, es preciso explicar que no se ha creído indispensable restringirse en este libro a aquellas narraciones de corte estrictamente revolucionario. Se trató de compilar una selección enmarcada en términos de arte, que delinease el desarrollo de un escritor revolucionario, al mostrar las diversas etapas de su vida, desde aquella de abierto desenfado y de claro reto que caracterizó la vida bohemia de sus años juveniles, hasta el momento en que, rebasados los 20, alcanzó la pasión revolucionaria.

Expresamos nuestra gratitud a Luisa Bryant porque con su generoso permiso se recolectó el material y se publicó este volumen.

FLOYD DELL

Croton-on-Hudson, N. Y.