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Bernhard Pörksen
Friedemann Schulz von Thun

La comunicación
como arte de vivir

Filosofía y praxis

Traducción de Ana Schulz

Herder

 

 

Título original: Kommunikation als lebenskunst. Philosophie und Praxis des Miteinander-redens

Traducción: Ana Schulz

Diseño de la cubierta: Gabriel Nunes

Edición digital: José Toribio Barba

© 2015, Carl-Auer-Systeme Verlag GmbH, Heidelberg

© 2016, Herder Editorial, S.L., Barcelona

1.ª edición digital, 2016

ISBN DIGITAL: 978-84-254-3661-1

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Herder

www.herdereditorial.com

 

Índice

El principio dialogante. Prólogo de Bernhard Pörksen

 

I. Las grandes preguntas

1. El cuadrado de la comunicación

En busca de la frase clave

El poder del receptor

La hermenéutica del oyente

Elogio del malentendido

La historia de una idea

Sobre personas y máquinas

La aplicación de un modelo

2. Los principios de la comprensibilidad

La práctica de la parodia

Los cuatro aspectos de la comprensibilidad

La malicia de Karl Popper

El esquema de los tres mundos

Los límites del entendimiento

3. El círculo vicioso y la dinámica de la relación

Sin principio ni fin

Víctima y culpable

El poder surge de la obediencia

Adiós al esto o lo otro

La simultaneidad de lo diverso

Autonomía y dependencia

La doble orientación

Teoría y biografía

4. El ideal de la sintonía

El dilema narcisista

La necesidad original del alma

El enfado de Abraham Maslow

Autenticidad óptima y autenticidad máxima

Coherente con nuestra esencia y con la situación

El modelo situacional

La soberanía de orden superior

De la norma a la alternativa

Una orientación vital coherente

5. La comunicación con nuestro equipo interno

La tesis del paralelismo

La auto-parálisis y el auto-sabotaje

El enigma del carisma

Etapas de la auto-aclaración

La actitud afín al pluralismo

Contra el destierro

El poder de la metáfora

6. El cuadrado de los valores y la imagen del ser humano

La tercera cualidad

Una guía para el pensamiento dialéctico

El fin de la unilateralidad

Variantes de la integración

La naturaleza del ser humano

Libertad y condicionamiento

El experimento de Stanley Milgram

 

II. Las cuestiones concretas

1. Psicología de la comunicación para directivos

Asesoramiento con doble enfoque

La triple presión

El directivo integral

Compromiso de orden superior

El cuadrado de los valores como cuadrado del feedback

Meta-comunicación implícita y explícita

La competencia significa dependencia

2. Psicología de la comunicación para pedagogos

Libertad y represión

La experiencia de un niño en edad escolar

La creación de la imagen propia

Practicar la mirada de cisne

3. Psicología de la comunicación y construcción de la realidad en la comunicación intercultural

El equívoco beso

La justificación de la norma

Realidad de primer y segundo orden

Entender vs. rebatir

 

III. Las cuestiones finales

La fortuna y la muerte

El fin de la comunicación

Autodeterminación y sometimiento al destino

Círculo vicioso y círculo virtuoso

Lo cierto y lo incierto

 

La búsqueda de la sintonía, en la comunicación y en la vida. Epílogo de Friedemann Schulz von Thun

 

 

para Felix, Maxie
y Samuel

El principio dialogante

Prólogo de Bernhard Pörksen

Escribir es un ejercicio solitario. Al menos en teoría. Se dice que a la hora de escribir el autor está totalmente solo y entregado al diálogo íntimo consigo mismo, lo que Platón denominó el pensamiento. Desarrolla sus ideas, les da forma, afina su formulación en silencio, concibe una dramaturgia. Pero no será hasta su publicación cuando regrese al escenario social del intercambio con el otro. No fue así en la paulatina confección de este libro. Todas las frases, desde la primera hasta la última, surgieron de conversaciones y encuentros. Podría afirmarse que es el registro e ilustración del principio dialogante, y no el resultado de una solitaria introspección de estructura monologante. Incluso durante el proceso de escritura en sí, durante el repliegue y consecuente aislamiento, los dos teníamos muy presente la voz del otro. La conversación y el diálogo no solo han sido el instrumento para aclarar y preparar los contenidos, sino también la estructura y forma de presentación de los pensamientos e ideas que se desarrollan, aclaran y a veces también se discuten en el libro.

El trabajo junto a Friedemann Schulz von Thun se inició hace tres años con una carta. En ella le proponía presentar a la editorial Carl-Auer la publicación de una pequeña biografía intelectual que explicara el surgimiento de su psicología de la comunicación —un hallazgo histórico mucho tiempo ignorado por el mundo académico— y a la vez describiera su propio encuentro con la psicología humanista y el pensamiento sistémico. De hecho, él mismo combina estos dos paradigmas en su trabajo, poniendo a veces en primera línea al individuo, y otras priorizando las condiciones y reglas de la comunicación que influyen y determinan al individuo. Lo que sí pretende siempre es analizar conjuntamente la autonomía y la dependencia, y cuando ejerce de asesor y coach, observar por igual los ámbitos de poder internos y externos de la persona para poder armonizarlos.

En la carta le decía que podría ser muy interesante reconstruir los procesos de surgimiento de sus ideas y modelos (el cuadrado de la comunicación y el de los valores, la metáfora del equipo interno, el modelo situacional, los criterios de la investigación sobre la comprensibilidad, el descubrimiento de la sintonía como ideal de la comunicación, etc.), poniéndolos en relación con los procesos de razonamiento personales. Es decir, escribir desde el punto de vista personal la historia teórica de los conceptos modernos de la comunicación. Me parecía muy instructivo por dos razones: por un lado, Friedemann Schulz von Thun vivió de cerca el surgimiento de la psicología humanista. Por intermediación de su maestro de Hamburgo, el psicólogo Reinhard Tausch, entró en contacto con Carl Rogers. También entabló amistad con la terapeuta judía Ruth Cohn, quien, siendo una estudiante, tuvo que abandonar Berlín en 1933 para instalarse primero en Nueva York y después en Esalen (California). Allí conoció las nuevas formas de la teoría experimental y de la Gestalt y las importó y difundió a su manera en Europa. Por otro lado, Friedemann Schulz von Thun ya se había convertido en una de las figuras clave de la psicología moderna y de la filosofía de la comunicación.

Los modelos y conceptos desarrollados por Friedemann Schulz von Thun (solo hay que pensar en el cuadrado de la comunicación y la referencia a los cuatro aspectos de toda manifestación) han cambiado nuestra manera de pensar sobre la comunicación. Hace tiempo que forman parte de los planes de estudio de diversas formaciones profesionales y hace décadas que se imparten en la secundaria y en seminarios del mercado libre, y se ponen en práctica cada vez más por asesores y psicoterapeutas. Las publicaciones y formaciones que ofrece su instituto, y los actos y publicaciones de sus colegas y colaboradores, han influido en el mundo del coaching y la asesoría como pocos científicos de habla alemana lo han hecho. Sus libros sobre cuestiones generales de psicología de la comunicación y sus ámbitos individuales de aplicación son desde hace mucho tiempo obras de referencia que cuentan con millones de ejemplares publicados.

A las (cada vez menos frecuentes) conferencias que organiza su instituto de la calle Rothenbaumchaussee de Hamburgo todavía asisten cientos de personas, que posiblemente solo quieran tener la oportunidad de ver, al menos una vez en vivo y en directo, al autor cuyas ilustraciones, aforismos e ideas inspiran su trabajo. En resumen: Friedemann Schulz von Thun es uno de los científicos alemanes más leídos y ha creado su propio ámbito de especialización dentro de la psicología de la comunicación. Es una estrella, a su pesar, que rechaza el papel de gurú y el corsé de las relaciones de veneración y admiración con sentido del humor, ironía y una característica modestia melancólica. De este modo, permite que los encuentros tengan lugar a la altura de los ojos.

Pero en Friedemann Schulz von Thun no solo observamos una actitud increíblemente relajada e indiferente al éxito. A través suyo podemos conocer las condiciones necesarias para que prenda la llama del pensamiento científico. De hecho, sus ideas no surgieron en la torre de marfil de la universidad, sino en el contacto directo con la profesión, y con los malentendidos, embrollos y bloqueos cotidianos que aparecen en las relaciones. Su trabajo es un ejemplo de lo inspirador que puede ser el intercambio entre la teoría y la praxis, y lo productiva que puede ser la autoimposición de que las ideas se trasmitan a grupos amplios y se popularicen —y, de esta manera, conseguir estímulo permanente para el tema en cuestión—. En aquella primera carta que remití a Hamburgo le planteaba el interés de analizar con más exactitud y detalle esa estimulante relación entre teoría y praxis, para dar a conocer un marco ejemplar y altamente productivo para el conocimiento. ¿Acaso no sería, precisamente en la época en la que la investigación universitaria alemana está muy aislada y el mundo académico presenta un nuevo hermetismo, un incentivo para que los jóvenes investigadores e investigadoras sigan su propio camino y que su trabajo, orientado a la praxis y a la vida, goce de relevancia y tensión?

No es exagerado afirmar que la manera de proceder de Friedemann Schulz von Thun, su investigación inspirada en la práctica y su estilo de comunicación, pueden ser un ejemplo de lo estimulante que llega a ser la relación entre la ciencia y su aplicación práctica, y del desafío que supone tratar de ser claro, coherente y dar consejos concretos, que catapulta a un estado de estimulante reflexión interna. De este modo, uno deja de presentarse como supuesto experto omnisciente o catedrático jerárquicamente superior, para convertirse en un empático traductor del conocimiento, en un intérprete de la propia disciplina, con el objetivo de ayudar a otras personas, entenderse mejor a uno mismo y a los demás y hacer que los conflictos se puedan, al menos, dialogar o mitigar, y a veces incluso resolver por completo. Pero lo que cuenta aquí realmente es que esta forma de proceder nos transforma a nosotros mismos.

Esta orientación hacia el otro, la exposición ante un gran público, la necesidad de acentuar algo en esa situación, la alegría evidente de acertar con las formulaciones, todo esto genera un sistema de conocimiento y un campo de fuerzas inspiradoras. De pronto uno piensa, habla y escribe de forma diferente. En esta constelación dialogante implícita, uno se esfuerza por ese interlocutor real o imaginario, promueve a su oyente y lector, que su vida y experiencia cotidianas alcancen una categoría propia y salgan a relucir. Uno concibe su propio pensamiento y escritura como parte de una conversación social más grande sobre la posibilidad de una vida diferente, tal vez mejor. Desde la primera frase uno se dirige a esta conversación, está dialogando incluso en el monólogo, y es capaz de sacar provecho de ello.

Tal como lo demuestran los pasajes biográficos de este libro, en el proceso de popularización de las ideas se generan las circunstancias que ayudan en el proceso de reflexionar y crear conceptos. Hay una especial presión hacia la transmisión y el entendimiento precisos e ilustrativos y que inmediatamente hace que las energías mentales entren en un proceso de sinergias. Se pone de manifiesto que el principio dialogante genera un espacio propio de resonancia. En este juego estable de intercambio de conceptos abstractos y puntos de vista, de estímulos y reacciones, se va construyendo toda una metodología del conocimiento sobre la que una ciencia alejada del mundo no sabe ni puede saber nada.

Sea como fuere: esa primera carta finalmente me llevó a visitar el Instituto Schulz von Thun de Hamburgo. Y fue allí, en la conversación, donde surgió la idea de escribir un libro conjunto que, por un lado, reconstruyera las experiencias intelectuales clave y los hitos del pensamiento de Schulz von Thun y que, por otro, hiciera hincapié y mostrara el valor de la psicología de la comunicación para conducir nuestras vidas, y para el mismísimo arte de vivir. Finalmente fue en 2013 cuando tuvieron lugar los encuentros más importantes. Hora tras hora, mes a mes, conversamos sobre el surgimiento de la psicología de la comunicación y su aplicación práctica para la vida; debatimos y discutimos sobre los límites del pensamiento sistémico y sobre el optimismo antropológico de la psicología humanista, que cree en la bondad del ser humano y en su capacidad de desarrollo, de forma tan decidida. Y durante toda una tarde discutimos sobre si el abedul que estaba frente a nosotros y que el viento agitaba con fuerza mientras mirábamos por la ventana solo existía en el ámbito de nuestra comunicación y gracias al lenguaje, o si existía con independencia de que tomáramos conciencia de él. ¿El abedul sigue ahí cuando nosotros no estamos? ¿Existe realmente esa experiencia común susceptible de resumirse en la palabra abedul? Tampoco nos pusimos en absoluto de acuerdo en la importancia de este problema de la verdad, expuesto de forma tan concreta y simple en el ejemplo del árbol, para alcanzar el éxito de la comunicación, o si no es más que un divertimento intelectual sin mayor trascendencia para la práctica comunicativa.

Así pues, a partir de reiteradas conversaciones de carácter a veces riguroso y enérgico, y otras alegremente serpenteante, fue surgiendo un flujo estable de transcripciones que finalmente alcanzó las 600 páginas aproximadamente —en el mejor de los casos, un legajo mal ordenado que estábamos seguros que nadie desearía leer, y en el que solo la disputa sobre el abedul y la posibilidad de que únicamente existiera en nuestra percepción ocupaba 17 páginas—. En las semanas y meses posteriores a partir de las transcripciones elaboramos este libro. Reescribimos algunos pasajes, tratamos de ser más concisos en aquello que habíamos ido diciendo al calor del momento y nos dimos cuenta de que el diálogo transcrito al papel y reestructurado para su publicación constituía, en un sentido muy tangible y práctico, un documento polifónico. Se trata de un texto con dos autores que luchan por obtener el mejor resultado, en vista de un público difícil de definir. Hemos intentado recoger un diálogo real y, al mismo tiempo, un posible diálogo imaginario con lectoras y lectores interesados.

Lo que tiene en sus manos frente a usted se divide en tres partes. La primera versa sobre las grandes preguntas que nos dan acceso a la obra de Friedemann Schulz von Thun. En ella discutimos sobre sus modelos, entre ellos: el cuadrado de la comunicación, el análisis de la comprensibilidad, la imagen del círculo vicioso, el cuadrado de los valores, la metáfora del equipo interno y el ideal de la sintonía, acorde a la esencia de la persona y a la situación. Arrojamos luz sobre la historia de su surgimiento y sus posibles influencias, para dar a conocer una filosofía práctica de la comunicación, en todas sus dimensiones. En la segunda parte tratamos las cuestiones concretas de su aplicación. Con base en los ejemplos del coaching a directivos, la pedagogía y la comunicación intercultural se enseña cómo utilizar cada modelo en favor del desarrollo individual y colectivo, del análisis de los conflictos y de la reflexión sobre soluciones concretas, y sobre todo —en vista de los desafíos, embrollos y malentendidos concretos— cómo combinarlos. Es aquí, en el capítulo sobre la comunicación intercultural, donde cobra todo su sentido la disputa sobre la existencia del abedul mágico de Hamburgo. Y para acabar, en la tercera parte se tratan las cuestiones últimas. El punto de partida de toda filosofía de la comunicación es que la persona tenga la vitalidad, fortaleza y salud suficientes para seguir comunicándose. Y el caso ideal que debemos asumir es que siempre hay una segunda oportunidad; se puede hablar de otra manera, resolver un conflicto. De una u otra forma se consigue salir adelante y la comunicación iniciada sigue siendo, por principio, reversible. También es evidente que, en algún momento, la enfermedad, la ruptura o la muerte pueden acabar con esta posibilidad de reiniciar la comunicación, destruyéndola definitivamente.

En los últimos fragmentos de este libro nos aproximamos, con mucho tiento y buscando el tono adecuado, al problema de la muerte desde el enfoque de la filosofía de la comunicación, que se basa en la comunicación interpersonal, pero también sabe que ese intercambio simbólico en algún momento se tiene que terminar. Se trata de un momento profundamente delicado de la conversación, ya que corremos el riesgo de estar dando consejos sin ser preguntados por ello y proporcionando fórmulas cerradas para el arte de la vida que no concuerdan con el carácter dramático de la situación y, probablemente, más bien pertenezcan a los innumerables libros de autoayuda que copan el mercado. Friedemann Schulz von Thun «resuelve» esta tensión entre el esfuerzo por ofrecer una orientación y el riesgo siempre presente de incurrir en un paternalismo que no tiene en cuenta las circunstancias concretas, rechazando de forma radical la idea de una norma o máxima de conducta de validez universal (esto también vale para el resto de los capítulos del libro y en general para la aplicación práctica de sus modelos) y presentando la sintonía como una especie de ideal superior que, por un lado, se ajusta a la esencia de la persona y, por otro, hace justicia con la situación o las circunstancias concretas.

El arte de vivir, dice, «no se pude fijar en un manual de conducta, ya que representa una pauta vital que debe ajustarse a mi persona y a mi tesitura individual, pero que a la vez está condicionada por lo que la propia vida me depara y me exige. Consiste en un equilibrio dinámico entre la atención a uno mismo y la entrega a un todo del que formamos parte. En lugar de respuestas cerradas ofrecemos una heurística en el sentido de un arte del descubrimiento. Los modelos y métodos heurísticos invitan al trabajo individual». Una pauta tan abierta es clave. No solo hay que renunciar a la perspectiva de una optimización válida para todas las circunstancias. También debemos despedirnos de esa manera cómoda de pensar basada en recetas y principios válidos para cualquier situación, persona, tiempo y lugar. Lo que perdura son las metarrecetas, los marcos de pensamiento y las herramientas para descubrir las soluciones individuales personales. «El que se tome en serio el concepto de la sintonía», continúa en otro punto, «dejará de ser capaz de ofrecer pautas de conducta, y si en algún momento ofrece una receta, siempre se limitará al ámbito del trabajo individual». Se trata, por así decir, de la libertad interna de la psicología de la comunicación: son herramientas de reflexión y modelos de pensamiento que permiten crear un marco para buscar la mejor solución, pero no son una imagen acabada propiamente ni una respuesta última. Más bien son (y ahí está su valor) un punto de partida y un andamiaje intelectual para un proceso de búsqueda personal razonable e inevitablemente individual, que permite que la comunicación con uno mismo, con las diferentes voces internas y con los demás se convierta en un arte para la vida.

Este prólogo comenzaba con la afirmación de que escribir es una actividad solitaria y monologante, y los textos, el resultado de un repliegue en soledad, sin ningún eco social. En este caso es evidente que no ha sido así. Y no solo porque sea un libro sobre una filosofía de la comunicación en esencia dialogante, presentado además en forma de diálogo —el foco existencial fundamental lo ponemos aquí siempre en la persona en relación con la otra persona—. También porque los meses de preparación del libro estuvieron plenos de conversaciones con colaboradores, amigos y compañeros de Friedemann Schulz von Thun. Quiero agradecer personalmente esta oportunidad para el intercambio y debate a Karen Knipping, Dagmar Kumbier, Marcus Poenisch, Alexander Redlich, Eberhard Stahl, Roswitha Stratmann, Christoph Thomann y a Ingrid Schulz von Thun.

Las investigaciones en el archivo del Instituto Esalen me familiarizaron con los grandes filósofos y psicólogos de la contracultura. Allí, en una pequeña casa de madera sin ventanas ubicada en la impresionante costa californiana del Big Sur, me topé con cientos de grabaciones inéditas de la prehistoria y primeros años de la psicología humanista y del pensamiento sistémico. Y al retirarme unos días al interior semioscuro de esa casita y reproducir cualquiera de sus innumerables DVD, de pronto volvieron a tomar la palabra los antiguos inspiradores resultando extrañamente actuales. Escuchas al experto en cibernética Gregory Bateson hablar del juego de las nutrias y su metacomunicación, y cómo necesitan indicar que lo que están haciendo y trajinando solo es un juego y no una lucha seria y amenazante. Te encuentras con Virginia Satir, pionera de la terapia familiar, y observas cómo monta un sistema familiar. Te cruzas con Abraham Maslow y su parodia sobre ese hombre viejo y triste llamado Sigmund Freud, que estaba tan centrado en las patologías, defectos y carencias infantiles que obvió la inmensa capacidad creativa del ser humano y las épocas vitales de alegre y plácida normalidad. También tropiezas con una reunión del fumador permanente y terapeuta de la Gestalt, Fritz Perls, representando las diferentes voces internas de una persona en diferentes sillas. Y cuanto más tiempo escuchas, observas y te dejas llevar por la magia de estos seres dialogantes reunidos, más palpable resulta el ambiente de ruptura y punto de inflexión intelectual que acompañó al desarrollo del pensamiento sistémico y humanista, y la manera profunda en la que impregnó al nacimiento de la psicología de la comunicación.

Mi amigo, el coach Jan-Lüder Röhrs, me introdujo —después de esta incursión en los terrenos limítrofes entre ciencia y cosmovisión, y de mi visita a Esalen— en la aplicación práctica de los modelos de Friedemann Schulz von Thun y me mostró cómo combinarlos en la vida cotidiana. Kati Trinkner me ayudó con su instinto detectivesco en la obtención de bibliografía, con el apoyo de Nina Linsenmayer, Sabine Volk y sobre todo de Judith Schäch­terle en el tratamiento y transcripción de los materiales de archivo. Ralf Holtzmann, de la editorial Carl-Auer, hizo un seguimiento del proyecto con un entusiasmo muy alentador que tampoco decayó cuando los plazos se nos venían encima. Como siempre, la primera lectora fue Julia Raabe, que formula sus objeciones con tanto estilo que se convierten en una auténtica inspiración. Sin la disposición incansable de conversar y el compromiso y confianza de Friedemann Schulz von Thun todo esto tampoco hubiera sido posible, y yo lo hubiera lamentado muchísimo, eso lo sé ahora, tres años después de enviarle la carta con la que solo pretendía que él iniciara un monólogo y escribiera un libro en el silencio de su despacho. Por consiguiente, gracias de corazón también a él.

 

I. Las grandes preguntas