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Sonia Urbano

(Barcelona, 1976) es licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona y una de las jóvenes promesas de la radio española. Su vinculación con el medio empezó muy pronto, con sólo ocho años, presentando programas infantiles. Actualmente es la directora y presentadora del magazine matinal de fin de semana Obert els festius de Ràdio 4 (Radio Nacional de España en Cataluña). Estudiosa de las relaciones de pareja, Sonia Urbano ha entrevistado a los principales expertos en este campo.

© del texto: Sonia Urbano, 2006

© de la ilustración de cubierta: Kap, 2006

© de esta edición:

Editorial Diéresis, S.L.

Travessera de les Corts, 171, 5º-1ª

08028 Barcelona

Tel.: 93 491 15 60

www.editorialdieresis.com

Primera edición digital: enero de 2012

Diseño cubierta: Cifra

Diseño interior: dtm+tagstudy

ISBN: 978-84-938702-4-9

Todos los derechos reservados.

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático, y su distribución mediante alquiler o préstamo públicos.

www.editorialdieresis.com

Twitter: @EdDieresis

agradecimientos

A Teresa y José Ángel por apostar,

a Luis por la confianza,

al Dr. Rojas Marcos por su apoyo,

a Jordi por formar un maravilloso equipo

sentimental y laboralmente,

a mamá por su fuerza durante todo el camino,

y a Lía y Nina por ser compañía incondicional

escribiendo este libro.

prólogo

«Blancanieves abrió los ojos lentamente. El beso del príncipe había roto el hechizo. ¡Blancanieves estaba viva! Los enanos se abrazaron con alegría… El príncipe y Blancanieves se fueron al castillo y vivieron felices para siempre».

Hermanos Grimm

(Blancanieves y los siete enanitos, 1814)

La relación de amor con otra persona es una necesidad vital en los seres humanos. La requerimos para sobrevivir, la perseguimos por placer, la buscamos sin descanso para darle razón de ser a nuestra vida diaria. Resulta imposible imaginar una humanidad feliz sin uniones amorosas entre hombres y mujeres.

La pasión romántica es una emoción sublime que sacude a casi todas las personas por lo menos una vez a lo largo del trayecto de sus vidas. Cuando uno se enamora es como si se sumergiera en un torrente de euforia y de encantamiento. De hecho, investigaciones recientes han identificado sustancias específicas como la dopamina y las endorfinas que estimulan los centros cerebrales del placer y juegan un papel importante en la conmoción afectiva que acompaña al enamoramiento. El amor romántico también produce el sentimiento especial de ser el primero para otra persona. Este estado preferencial inigualable, unido a la reciprocidad, permite experimentar la dicha de poseer y de ser poseído en exclusiva, de ser aceptado incondicionalmente, de idealizar y de ser idealizado.

Aunque nacemos con la capacidad de amar, los rasgos concretos que nos atraen de nuestros compañeros y compañeras de vida los moldeamos durante los primeros quince años. A medida que crecemos, construimos nuestro propio mapa del amor, una especie de patrón que guardamos en nuestra memoria autobiográfica y que determina las características de la persona que nos va a cautivar, bien de forma repentina —un flechazo— o después de tantearnos durante un tiempo. Esta guía mental particular se configura de acuerdo con nuestro temperamento y nuestras experiencias, e incluye aspectos físicos y psicológicos de figuras importantes, tanto reales como imaginarias, que ejercieron un vivo impacto sobre nosotros durante la infancia. Gracias al mapa del amor nos sentimos atraídos por una persona determinada y no por otra. La variedad de gustos es beneficiosa, pues además de minimizar las rivalidades por conseguir a una misma pareja, favorece la diversidad biológica y, por tanto, la mejora de la especie.

En las sociedades de Occidente existe el culto al amor de pareja. El romance se adora, se venera y se simboliza de múltiples formas. Hoy se ama y se hace el amor más que nunca, entre otras razones porque vivimos mucho más y gozamos de más tiempo para ello. Pero además, porque la sexualidad se ha liberalizado y humanizado gracias a los avances en el control de la fecundidad en la mujer, y a su desvinculación de la enorme responsabilidad de la procreación.

En los amantes afortunados, una vez amainada la tempestad del romance, el estado pasional se convierte en algo más sosegado y seguro. Los vínculos de amor se refuerzan con la lealtad, los intereses comunes y la amistad. Aunque con el tiempo la pasión sexual disminuye de intensidad, la expresión física de amor regular es un indicador muy saludable de cualquier relación. En la actualidad, las expectativas fundamentales de las parejas son muy parecidas. Por ejemplo, casi todas reclaman el derecho a la realización personal y a la calidad de vida compartida. También reivindican una convivencia llena de alegrías, ilusiones, sinceridad, respeto e igualdad. Esta última aspiración da por hecho la participación de la mujer en el mundo social, profesional o laboral y la colaboración activa del hombre en los quehaceres del hogar y, si viene al caso, en la crianza y educación de los hijos.

La vida es cambio. Por eso todas las relaciones amorosas requieren «mantenimiento». Necesitan ser afinadas y renovadas periódicamente para adaptarse a las exigencias de la convivencia a largo plazo. Estos ajustes permiten responder saludablemente a las vicisitudes, esperadas e inesperadas, positivas y negativas: el nacimiento de un hijo, el éxito profesional, los agobios económicos, las enfermedades, las imposiciones de hijos adolescentes rebeldes, o el cuidado de padres ancianos. Por esto, las buenas relaciones de pareja están reñidas con la apatía. Exigen trabajo y entusiasmo para escucharse y comprenderse, motivación para perdonarse, flexibilidad para aceptar que cada uno es único e individual, esfuerzo para ponerse genuinamente en el lugar del otro, y habilidad para compaginar las necesidades contrapuestas de intimidad e iniciativa, dependencia y autonomía.

La inmensa mayoría de las personas se casan con los depósitos de amor, de confianza y de ilusión a tope. Sin embargo, con el paso del tiempo muchos matrimonios se debilitan y se hacen anémicos. Aunque las relaciones se envenenan por múltiples motivos, un denominador común de las parejas invadidas por la decepción y la amargura es la idealización del amor y la firme creencia en la relación perfecta. Cuando en un acto de imaginación exagerada y de grave distorsión de la realidad la mujer o el hombre proyectan sus fantasías de perfección sobre su amante, el desengaño y la frustración son ineludibles. Y es que la armonía exquisita y permanente dentro una relación de dos personas es ilusoria. Unas veces por las inevitables limitaciones de la convivencia, otras por la propia naturaleza contradictoria de los deseos de cada uno, o simplemente por la incapacidad de cualquier ser humano de satisfacer totalmente los anhelos de otro. Las disparatadas expectativas de completa fusión emocional, total comprensión, inagotable satisfacción sexual, inquebrantable apoyo incondicional y absolutas igualdad y simetría configuran un caldo de cultivo muy fértil para la desilusión, el resentimiento y la ruptura.

Cada día más parejas deciden romper una relación que se ha convertido en una fuente continua de desengaños y rechazos. Casi siempre, la decisión es el resultado de una larga lucha impregnada de miedo y de rencor. Situación que probablemente instigó a Jean-Paul Sartre a decir aquello de «el infierno es el otro». Con todo, la ruptura se convierte en la única medicina que permite a hombres y mujeres incompatibles como pareja, poder algún día disfrutar de una nueva relación feliz. En este sentido, la separación supone un final pero también un principio, el derrumbamiento de ideales frustrados y la base de nuevas ilusiones. La necesidad de relacionarnos íntimamente con otra persona es una fuerza vital e inagotable en todos nosotros.

En Amores imperfectos. Querer a los hombres tal como son, Sonia Urbano, con un admirable estilo, ameno, fluido y ágil, un lenguaje sencillo y una manera de expresarse cargada de perspicacia y sentido del humor, logra entretenernos e informarnos sobre los diferentes modelos de hombres «ideales» atractivos para muchas mujeres, pero que en realidad sólo existen en los cuentos. En mi opinión, la lectura de estas simpáticas y penetrantes descripciones de ídolos románticos engañosos será de gran interés no sólo para aquellas mujeres y hombres cuyas relaciones amorosas se hayan visto afectadas por sus propias idealizaciones, sino para todas las personas que sientan interés en entender mejor la naturaleza de las relaciones humanas en general.

Leyendo este libro he aprendido dos lecciones. La primera es que, en lo que respecta a nuestra necesidad de amar y de ser amados, todos o casi todos podemos ser seducidos y decepcionados por los mitos. La segunda es que a la vez que reconocemos el papel esencial que juegan las relaciones amorosas en nuestra dicha, no debemos ignorar otros caminos que también nos guíen hacia el sentido de la vida. Porque la actitud más peligrosa para la supervivencia del amor es que le exijamos cargar, por sí solo, con todo el peso del significado de nuestra existencia.

Luis Rojas Marcos es profesor de psiquiatría

de la Universidad de Nueva York

introducción

La Cenicienta y La bella durmiente. Mis dos cuentos preferidos cuando era pequeña. No sé cuantas veces le pedí a mi madre que me los contara antes de dormir, ni tampoco las que el reproductor de vídeo (todavía no existía el DVD) rebobinó las correspondientes versiones de dibujos animados made in Disney. Me encantaba pensar que algún día, cuando fuera mayor, yo también luciría uno de esos fantásticos vestidos de época y algún príncipe, guapo y apuesto, bailaría conmigo un vals perdidamente enamorado hasta que una voz con acento sudamericano dijera «y fueron felices y comieron perdices».

Ese sueño se traducía en llevar una larga melena como mis heroínas y sufrir un calvario cuando la peluquera enseñaba sus tijeras, en escoger trajes largos y brillantes para lucir en Carnaval y en jugar con mis compañeros de colegio a la hora del patio a «príncipes y princesas». Las niñas utilizábamos la escalera como torre del castillo y los niños blandían espadas de plástico para matar a dragones y brujas malvadas. Nosotras nos pasábamos todo el rato mirando cómo ellos se batían en duelos ficticios y esperábamos impacientes el momento de nuestro rescate, que curiosamente coincidía con el timbre que anunciaba el fin del descanso y la vuelta a clase.

Aún ahora, muchas mujeres seguimos esperando a nuestro Príncipe Azul, aunque lo neguemos, porque este sentimiento no se corresponde con el rol de independientes, autosuficientes, luchadoras y competentes que queremos o se nos demanda desempeñar.

«No los necesitamos para nada», nos decimos entre amigas, pero en el fondo estamos deseando encontrar a alguien para compartir nuestra vida. Parece mentira que haya tantas féminas atractivas, simpáticas, divertidas, con éxito profesional, pero solas (ya sea solteras, separadas o divorciadas). ¿Será que nos hemos vuelto demasiado exigentes? ¿Será que por creer en el amor hemos escogido anteriormente a personas inadecuadas y tenemos miedo a volver a equivocarnos? ¿O será que pedimos demasiado?

Queremos un hombre romántico pero no empalagoso, tierno pero con personalidad, fuerte pero que no sea un bruto, moderno pero con principios y valores, divertido pero responsable, protector pero no celoso, guapo pero no prepotente..., en resumen: un Príncipe Azul. Y ahí va la mala noticia: no existe.

El problema es que nosotras exigimos que cumplan innumerables requisitos y ellos no quieren que se les exija nada. Cuando se enamoran de nosotras creen que han encontrado una mujer que les acepta con sus virtudes y, sobre todo, con sus defectos para no tener que hacer concesiones. Nosotras, cuando nos enamoramos, estamos convencidas de que podremos cambiar todo aquello que no nos gusta de ellos y convertirlos en la pareja ideal.

Como mujer y heterosexual, en este libro pretendo, con ironía, sentido del humor y respeto, describir diferentes arquetipos de hombres asimilándolos con las características que poseen ciertos protagonistas del séptimo arte, nuestra fábrica de cuentos de hoy en día. Lo único que hemos hecho es sustituir la fisonomía pueril del famoso heredero de la corona «de un reino muy lejano» por la de George Clooney, Brad Pitt o Johnny Depp.

En Amores imperfectos. Querer a los hombres tal como son intento explicar de qué manera las mujeres los idealizamos y luego nos decepcionamos por haber creado infinidad de expectativas que posteriormente no se cumplen. Ante esta situación propongo imaginar la vida al lado de cada uno de estos tipos de hombre y reflexionar sobre la conveniencia de seguir adelante con esa relación o desaparecer del contexto lo antes posible para evitar desilusiones.

Espero que al leer estas páginas no sólo paséis un buen rato intentando identificar a vuestros ex novios, ex maridos, ex amigos especiales con derecho a roce, ex aventuras, ex romances, sino que os sirvan también para identificar a los futuros amores y triunfar en vuestra elección.

No se trata de desistir, sino de afinar la puntería. Al fin y al cabo puede que sin ellos viviéramos más tranquilas pero indefectiblemente también mucho más aburridas.

1. el superhéroe

batman

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—La señorita tomará lo mismo que yo, así que dos mousses de foie con virutas de jamón ibérico y dos solomillos poco hechos con salsa de arándanos —dice él sin preguntarme. Mientras, yo he dejado de ojear la carta de inmediato para, boquiabierta, observar su sonrisa de satisfacción por la gesta que acaba de acometer—. ¡Ah! Y lo acompañaremos con un Rioja, reserva del 94.

—Cariño, no me gusta el foie —le replico bajito para que no se percate el camarero, que aún está tomando nota del pedido.

—Eso, cosita, es porque no sabes apreciarlo —él evidentemente no es tan discreto y hace su comentario en voz alta y continúa con ese tono de catedrático universitario impartiendo clase ante el auditorio—. El paladar, como todo en esta vida, ha de educarse, y el tuyo está en parvulitos.

Coincidiendo con la contracción de la cara del camarero, que sella sus labios y los esconde rápidamente en el interior de su boca, noto cómo mis mejillas enrojecen. Debe de ser por mi presión arterial y no por miedo al ridículo porque, como es un restaurante caro, el camarero no hará ningún comentario ni levantará la vista de su nota ininteligible. Una propina generosa no se arriesga así como así.

No me equivoco. Cuando termina, el camarero se marcha cabizbajo esbozando una sonrisa amable y una expresión indiferente, como si no hubiera escuchado nada.

—Tampoco soporto la carne roja, y menos cuando suelta ese liquidillo sanguinolento —prosigo, esta vez con más contundencia.

Él aprovecha, sin conceder ninguna importancia a mis palabras, para arrebatarme el cigarrillo que acabo de encender (estamos en la zona de fumadores) y lo apaga retorciéndolo con desdén en el cenicero.

—No digas tonterías, cosita —enrojezco de nuevo, no soporto que me llame así y se lo he hecho saber tantas o más veces que lo de la carne sanguinolenta—. El solomillo debe comerse casi crudo para poder apreciar la intensidad de su sabor…, y te he dicho mil veces que no fumes tanto.

Inspiro profundamente pero no cejo en el empeño.

—¿Y por qué pides tinto si sabes que a mí me gusta el rosado?

—Porque el rosado carece de la pureza del tinto. Mira, cosita, o blanco o tinto, pero nunca rosado —te ha vuelto a llamar cosita y estás a punto de gritar.

Es él. El superhéroe.

El que nunca saldrá de casa un día nublado sin paraguas, el que escoge sin dudar un segundo la corbata adecuada para cada ocasión, el que conoce los escaños exactos de cada partido en el Parlamento y los litros que consumen a los cien los coches de todos sus amigos. Es él. El que recita sin equivocarse la composición de los fármacos y, lo que es peor, ¡los recomienda cual médico de cabecera…! A su lado, «error» es una palabra carente de significado, porque él lo sabe todo, lo domina todo. Él ha nacido para decidir por ti porque su sabiduría sabe discernir aquello que te conviene.

Tendrá un argumento preparado para desmontar cada una de tus opiniones, desde la más trascendental a la más banal. Por ejemplo: si crees que es un momento idóneo profesionalmente para pedir un ascenso, cuando se lo comentes, te llenará de dudas considerando que el trabajo hoy en día no está para ir jugándosela, y te dirá que eres demasiado joven para asumir más responsabilidad o que los que triunfan deben saber esperar. Pero es que si te compras unos zapatos que cortan la respiración y haces esfuerzos para no tambalearte con tus taconazos mientras te sientes magnífica luciéndolos, te hará saber que cualquier calzado que supere los dos centímetros de tacón es tremendamente perjudicial para tu columna.

Lo más odioso de todo es que es la sensatez personificada. Llevarle la contraria es casi imposible, y más para una mujer. Nosotras solemos actuar muchas veces por intuición, movidas por las emociones, anteponiéndolas a la razón, el «órgano» más desarrollado de este individuo. Por lo tanto, tiene las de ganar, aunque intentes explicarle que la altura de tu tacón es proporcional a la de tu autoestima y eso es mucho más beneficioso para tu columna que encorvarla por abatimiento emocional. No te canses, para él es una tontería todo aquello que no está demostrado empíricamente.

El superhéroe es un tipo que odia la espontaneidad y la improvisación. Para él, todo tiene que estar estudiado y controlado. Su compañía es totalmente contraproducente para aquellas que piensan: «Más vale arrepentirse por lo hecho que por lo que se ha dejado de hacer».

El origen del comportamiento del superhéroe radica en una fobia hacia lo desconocido. Miedo a que alguien que no sea él tome las riendas de su vida y por eso…, toma también las de la tuya. La consecuencia es que dejas de tomar decisiones porque no confías en tu buen criterio, acabas convirtiéndote en la mujer que él considera perfecta (prudente, correcta, ecuánime, paciente, consecuente, reflexiva…). Una mujer que probablemente no seas tú, pero eso a él no le importa. Recuerda: él sabe lo que de verdad necesitas, lo que te beneficia…

Si pretendes compartir con él una pequeña locura, como hacer las maletas y marcharos unos días sin rumbo en un dicho y hecho, ¡vas lista! Si te encantaría de vez en cuando pedir una pizza o sentaros en el sofá a hincharos de helado o palomitas mientras véis una película, ¡desengáñate! Si se te pasa por la cabeza compraros algo muy caro simplemente por capricho, ¡olvídalo! Este tipo de comportamientos irreverentes (¡y tan deliciosos!, aunque sí, de acuerdo, perjudiciales para el bolsillo o el estómago) son totalmente inconsecuentes, y el superhéroe es sinónimo de COHERENCIA.

Aún así, ¡atención! También tiene su lado oscuro. Él, como cualquier hijo de vecino y aunque parezca de personalidad inflexible, también tiene momentos de debilidad . Pero tú no los conocerás. Y es que el superhéroe debe dar una imagen impecable. No sólo ser perfecto sino, además, parecerlo, como la mujer del César. Así que si una noche alcanza un índice de alcohol en la sangre suficiente para hacerle perder la compostura y acaba bailando encima de la barra de un bar, si pierde los nervios al volante y suelta más de un taco, si mete la pata con su jefe, con un cliente, o le han puesto una multa por exceso de velocidad, no lo sabrás jamás. Ni tú ni nadie. No puede permitírselo. Así que, en el fondo, estarás junto a un desconocido.

Por ello, comentar lo que sientes por el superhéroe a tu familia o a tus amigos es una batalla perdida. Para ellos es un hombre ideal. El perfecto marido, un padre maravilloso para tus hijos, el trabajador del año, el amigo incondicional… Claro, siempre tan comedido, tan equilibrado. Deberás estar preparada para escuchar que si la relación no cuaja es porque «tú todavía no has madurado, ya es hora de que sientes la cabeza y seas más responsable».

Tiene el don de convencer a todos de que sí, efectivamente es la persona idónea para estar a tu lado. ¿Cómo no va a ser así si en un principio también lo hizo contigo? Le viste como un hombre sin miedo al compromiso, seguro de sus objetivos, preparado para asumir responsabilidades. Seguiste tu instinto más primitivo. Encontrar al macho fuerte que te protegería de todo peligro y traería a tu cueva, tras una dura jornada de caza, la presa para alimentar a tus crías. Sólo te equivocaste en la ubicación temporal. Algunos cientos de miles de años jugaban en tu contra.

¡Y no olvidemos a su familia! El superhéroe es el hijo predilecto de papá y mamá. Tan responsable, tan trabajador, con las ideas tan claras, el ejemplo de sus hermanos pequeños. Ninguna mujer será suficientemente buena para él. Tú, por supuesto, tampoco. Así que no sólo tendrás que lidiar con el susodicho, sino también con tus suegros, que te verán como la manzana del pecado.

Y pecar, lo que se dice pecar, ¡qué queréis que os diga! El superhéroe aplica siempre la misma máxima: «Yo sé lo que te conviene». También en la cama. Puede que sea técnicamente perfecto, pero sus fantasías tendrán que ser las tuyas y su ritmo tendrá que ser el tuyo. Si te quejas de cómo está funcionando el tema, lo que ocurre es que estás nerviosa, poco concentrada o con la libido por los suelos. Y ése es tu problema, ¿entiendes?

No sueñes con nuevas posturas, ni con arrebatos de pasión incontrolados encima de la lavadora. El mejor lugar para él siempre será la cama porque es el más cómodo. Arriba o abajo, pero nada de contorsiones que puedan provocar contracturas musculares. Probablemente, será de noche, y cuando acabéis… a dormir, que el cuerpo necesita ocho horas de sueño para recuperar energías.

el hombre murciélago

Traje negro y logotipo en el pecho. Botas altas, cinturón y máscara. La empresa DC Comics, en 1930, necesitaba de un héroe que compitiese con Supermán, todo un éxito en aquella época. Así, Robert Kane creó Batman, el hombre murciélago, al cual no dotó de superpoderes ni extraordinaria fuerza física, sino que le confirió el arma de la inteligencia, además de su peculiar indumentaria. Batman es el álter ego de Bruce Wayne, un multimillonario que defiende del crimen a Gotham, la Ciudad Gótica. Sin embargo, para diferenciarlo de otros superhéroes, podrían haber pensado también en el tema de los calzoncillos, ya que, por este motivo, Batman, como Superman, también ha sido carne de cañón del conocido chiste: «Un hombre que utiliza la ropa interior encima de los pantalones no puede ser de mucha confianza».

Cuando llegó a la televisión en los años 50, ya le habían dotado de un acompañante inseparable, Robin. En 1989, Batman dio el salto a la gran pantalla, interpretado por Michael Keaton. Dirigía Tim Burton, que también estuvo al mando de la secuela Batman vuelve. Como la cosa tuvo éxito, después llegarían Batman para siempre y Batman & Robin, está última con George Clooney encarnando al murciélago y dirigido por Joel Schumacher. En 2005, una nueva entrega volvía hacia atrás en el tiempo. Era Batman Begins, con Christian Bale en el papel principal y Christopher Nolan en la dirección.

Sus fans saben bien, por esta última película o por sus comics, que la historia de Batman habla de un hombre, Bruce Wayne, traumatizado por su pasado y obsesionado con la venganza. A los seis años cayó en una cueva infestada de murciélagos, y poco después, siendo aún un niño, sus padres fueron asesinados ante sus ojos. Creció entrenándose, en soledad, y juró ante la tumba de sus progenitores acabar con todo delincuente que pisara su ciudad. Con la fortuna heredada de sus padres, a los dieciocho años decidió viajar por todo el mundo. Uno de los lugares que más le marcó fue el Tíbet, donde un monje le enseñó a utilizar selectas técnicas de combate y a alcanzar el equilibrio entre cuerpo y mente. Al volver a Gotham, y para infundir miedo a los criminales, decidió enfundarse cada noche en un traje gris y negro emulando a un murciélago. Se autoproclama capaz de acabar con los delincuentes que expolian la metrópolis.

Batman ama la oscuridad, por eso siempre pasea de noche. En él hay algo siniestro. Vive en un castillo, colecciona armaduras, no duerme, nunca se ríe y casi nadie conoce su verdadera identidad, excepto su mayordomo, Alfred, y el joven al que adopta, Robin, huérfano porque sus padres también fueron víctimas de malhechores. Actúa como un magnífico detective, y en cada aventura salva a alguna dama indefensa implicada en el caso.

de la ficción a la realidad

Ahora que ya hemos situado al personaje de ficción, analicemos cómo es en la vida real el comportamiento de ese Batman tuyo de cada día que es el superhéroe. Igual que el hombre murciélago, llega a tu vida compitiendo con tu héroe por antonomasia (y de casi todas las mujeres): tu papá, el eterno Superman particular de todas. Y compite porque se comporta en muchas ocasiones como si tú no fueras su pareja sino su hija. Su necesidad de ejercer de protector se hará visible en una relación con tintes paternofiliales, como la de Batman y Robin.

Por otro lado, el superhéroe también es un hombre inteligente y se asemeja a los murciélagos en que siempre tiene el radar conectado. De hecho, en la mansión de Batman las fiestas siempre están llenas de micrófonos y cámaras para espiar a los invitados y sus conversaciones. Lo mismo pasará contigo.

Estará pendiente de lo que haces, dices, piensas, e incluso de lo que pesas. En Batman, de Tim Burton, el hombre murciélago, antes de disparar un cable que les elevará hasta una azotea, le pregunta a la fotógrafa Vicky Vale, encarnada por Kim Basinger, cuánto pesa. Ella le contesta: «50 kilos», y al acabar la escena, una vez ya a salvo del criminal Joker (Jack Nicholson), Batman le dice: «Son más de 50». ¡Vaya dardo directo a tu orgullo femenino! Aunque sea cierto lo que dice (para qué negarlo), ¡menudo impresentable!

Además, este tipo te puede dejar cortada en cualquier situación con su prepotencia. Como cuando quiere explicarle a la señorita Vale que él es Batman mientras ella habla de otro tema, y no se lo ocurre nada mejor que: «Eres una chica estupenda y me gustas mucho, pero por el momento cállate. He de decirte algo importante». Sí, después de esta frasecita mejor que se calle, pero que no se muerda la lengua porque se envenenaría.

El superhéroe es también Batman porque se tomará la justicia por su mano, creyéndose poseedor de la verdad. Atención:

(Escena en la que la fotógrafa Vicky Vale descubre que Bruce Wayne es Batman.)

¿Y él sí? ¡Qué pedante…!

Ten en cuenta que en la vida del superhéroe tú serás Vicky Vale, la dama en apuros, o al menos así es como él te considera, y por lo tanto actuará para defenderte de todo aquello que, desde su punto de vista, te pueda hacer daño. Hasta de ti misma, la única que lo conocerá realmente. ¿O acaso alguien se acuerda de que la fotógrafa consigue instantáneas de Batman que habrían de ganar el premio Pulitzer y de que él le roba el carrete que tan bien había escondido en su sujetador? Llamadme malpensada, pero ¿era para protegerla o porque el superhéroe no puede soportar ser destronado por «la chica indefensa» de su pedestal de número uno?

¿cómo conquistar a un Batman?

descuidada y vulgar

Continúa explicándole que has pensado en darle un giro a tu vida y que has decidido montar un sexshop con unas amigas. Proponle pasar un fin de semana en la montaña simplemente con un par de sacos de dormir, y hazte un cubata con un whisky de 30 años. Ahora ya le tiemblan las piernas.

Confiésale que en tu juventud tuviste una experiencia homosexual. Sea cierto o no, su conservadurismo latente le provocará convulsiones. Dile que has pedido hora para hacerte un piercing en la lengua, que le has apuntado a él a tus clases de yoga y remata dándole las gracias por haberte dejado el coche esa tarde, disculpándote después porque sin querer lo has rayado cuando aparcabas.

Después de esta retahíla, dile que sabes que has encontrado el hombre adecuado, que le quieres mucho, y que por ello no quieres fingir más. Que por fin has encontrado a alguien maduro que sabrá aceptarte tal como eres y que estás deseando conocer a sus padres y amigos; para ello has pensado en dar una fiesta en un local de ambiente, con un show de drag-queens que es la bomba.

Si no has titubeado ni un solo segundo, en este momento debe de estar saliendo por la puerta, después de haber corrido los cien metros lisos a lo largo del pasillo.