Cubierta

GIORGIO NARDONE Y PAUL WATZLAWICK  

TERAPIA BREVE: 

FILOSOFÍA Y ARTE 

  Traducción de Antonio Martínez Riu 

 

 

 

 

 

 

 

 

Título original: Brief Therapy: Philosophy and Art  

Traducción: Antonio Martínez Riu 

Diseño de la cubierta: Arianne Faber 

Maquetación electrónica: Fotoletra, S.A. 

 

© 1999, 2003 Herder Editorial, S.L. 

© 2012, de la presente edición, Herder Editorial S.L., Barcelona 

 

 

ISBN digital: 978-84-254-3006-0  

 

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente. 

 

www.herdereditorial.com

 

 

 

 

ÍNDICE 

 

 

Prólogo 

Marcelo R. Ceberio 

 

Introducción general 

 

1. LA FILOSOFÍA DE LA TERAPIA BREVE 

Introducción. Ciencias modernas, complejidad y psicoterapia (Marcelo R. Ceberio). Ética y cibernética de segundo orden (H. von Foerster) . La influencia del constructivismo en la psicoterapia interaccionista (M. Wainstein). Lógica matemática y lógicas no ordinarias como guía para el Problem solving estratégico (G. Nardone). 

 

2. EL ARTE DE LA TERAPIA BREVE 

Introducción. El lenguaje que cura: la comunicación como vehículo del cambio terapéutico (G. Nardone). La técnica psicoterapéutica del «reencuadre» (P. Watzlawick). Terapia sistémica individual (J. Weakland). Terapia breve: desarrollo centrado en soluciones (S. De Shazer y colaboradores). Las virtudes de nuestros defectos: un concepto clave de la terapia ericksoniana (J. K. Zeig). Ensayo de integración de modelos posestructuralistas de terapia familiar breve (S. Geyerhofer y Y. Komori). Historias de psicoterapia (C. Madanes). De los modelos generales a los protocolos específicos de tratamiento: la terapia breve estratégica evolucionada (G. Nardone). 

 

3. LA INVESTIGACIÓN EN TERAPIA BREVE 

La investigación-intervención en el campo clínico (G. Nardone y A. Salvini). 

 

Epílogo 

 

Bibliografía 

 

 

 

 

PRÓLOGO 

 

 

En el año 1959 se fundaba el Mental Research Institute (MRI) en la localidad estadounidense de Palo Alto. En aquellos momentos, formaban parte del grupo pionero Donald Jackson, Jules Riskin y Virginia Satir. Un año más tarde se incorporaba Paul Watzlawick, tras su estancia en El Salvador. Este equipo colaboraba en investigación con otro grupo pionero del que formaban parte el eminente antropólogo Gregory Bateson, John Weakland, Jay Haley y William Fry.

Comenzaron sus investigaciones estudiando las paradojas de la comunicación y plasmaron sus resultados en el primer artículo publicado por el grupo, Hacia una teoría de la esquizofrenia (1962), en el que se planteaba la dinámica del doble vínculo. Tras finalizar el contrato con la Fundación Rockefeller, que subvencionaba las investigaciones, Gregory Bateson viajó al extranjero para continuar sus estudios, William Fry se incorporó a la marina de los Estados Unidos, y Jay Haley y John Weakland se incorporaron al MRI. 

En los comienzos de esta década de los sesenta se gestaba una revolución en el conocimiento. La cibernética se aplicaba a los circuitos humanos, preparando el terreno para una pragmática de la comunicación. Se abandonaba la concepción del conocimiento basada en la linealidad para entrar en los procesos circulares en los que los efectos influyen a su vez en las causas que los provocan. El contexto, como matriz de significado, otorgaba sentido a las acciones. La cibernética de segundo orden involucraba al perceptor en el campo de la observación, haciendo de la subjetividad el bastión del conocimiento. De este modo, toda la complejidad de un nuevo y posible paradigma se desarrollaba en las construcciones teóricas y prácticas de sus mentores. El trabajo con familias, en el que se exploraban las dinámicas comunicativas, concluía que las conductas humanas no podían pensarse como individuales sino como recursivas, imponiéndose la noción de feedback. Se producía el paso de las acciones simples a las interacciones. 

Teoría de la comunicación humana (1967) fue la primera obra que sintetizó años de desarrollo de un nuevo modelo de conocimiento. Nacía la Terapia familiar, denominada así por su propuesta de ruptura con el trabajo individual con el paciente que caracterizaba al psicoanálisis y a la psiquiatría, aunque tal vez sea más apropiado denominarla Terapia sistémica, ya que es posible aplicarla tanto de forma individual como a parejas, a grupos y a organizaciones. 

La muerte de Jackson en 1968, la marcha de Virginia Satir y la llegada de Dick Fisch darían lugar a una nueva estructura en el equipo que alcanzaría reconocimiento internacional como el Grupo de Palo Alto. Sería este grupo el que comenzaría a delinear un modelo de trabajo terapéutico centrado en la resolución de problemas, un modelo que en un tiempo breve pudiese mitigar el sufrimiento humano.  

Esta descripción sintética explica el porqué de su nombre: Terapia estratégica breve. Sus principales avales epistemológicos son los siguientes: 

 

La Teoría general de sistemas y la cibernética de las interacciones humanas, a través de las que se descubre que la solución de un trastorno pasa por desestructurar un circuito de acciones y retroacciones fallidas que sostienen el problema-queja inicial. 

El constructivismo moderno, que permite una mayor compresión de las atribuciones de significado a las cosas. Se trata de un modelo de conocimiento que permite entender el sistema de creencias del paciente y cómo, desde allí, es posible realizar cambios de sentido, desarrollando la refinada técnica del reencuadre –técnica madre de la terapia sistémica en general. 

La técnica de hipnosis ericksoniana, sistematizada como tal por el Grupo de Palo Alto.  

 

Hablar el lenguaje del paciente, el uso de metáforas, relatos y analogías y las prescripciones de comportamiento son, entre otros, los recursos estratégicos del modelo. 

El título de la presente obra, Terapia breve: filosofía y arte, define perfectamente las dos características del modelo: filosofía, porque se trata de un modelo de conocimiento y no solo de una herramienta terapéutica, y arte, porque las técnicas y estrategias implicadas convierten la labor del terapeuta en una danza de sutiles avances y retrocesos, de antagonismos y complementariedades, que tienen durante la sesión terapéutica. 

Como toda obra colectiva corre el riesgo de perder su articulación debido a las diferentes temáticas presentes. No es, sin embargo, el caso, a pesar de que son numerosos los autores incluidos en esta selección, autores de una gran trayectoria y otros más jóvenes, pero no por ello de menor valía, que exponen diversas áreas del desarrollo de la terapia breve. 

Nardone y Watzlawick han articulado las diferentes propuestas en tres secciones que otorgan coherencia a la lectura: 

En la primera parte se exponen los fundamentos teóricos y epistemológicos del modelo: la cibernética, el constructivismo, la ruptura con la lógica racional y la complejidad del conocimiento moderno. 

En la segunda se presenta su aplicación clínica. Como señalan sus editores, «expone los diferentes modelos estratégicos de terapia breve y su evolución desde un enfoque puramente artístico a un enfoque tecnológico». El uso refinado del lenguaje, la redefinición, la hipnosis, la estructura y aplicación del modelo, la terapia individual (redactado en memoria del genio creador de John Weakland), entre otros artículos, se compaginan aunando teoría y práctica en un todo complementario. 

En la tercera parte se exponen la investigación, el desarrollo y la evolución del modelo. 

Finalmente, para no extenderme demasiado, me gustaría mencionar a los compiladores: Giorgio Nardone, un psicoterapeuta joven pero experimentado en el uso y la evolución de la terapia breve, que no solo ha desarrollado la aplicación del modelo en los trastornos de pánico, las fobias y las obsesiones, sino que también ha contribuido a su difusión a través de otras obras publicadas por nuestra casa editorial. En cuanto a Watzlawick, poco se puede añadir a lo que sobre él se ha escrito, ya que se trata de uno de los pensadores más relevantes de este siglo; maestro, formador, terapeuta y escritor, conformó el grupo pionero de Palo Alto y, a través de su prolífica obra traducida a varios idiomas, difundió el modelo de conocimiento sistémico por todo el mundo. 

La presente obra despertará la avidez en el profesional en proceso de formación y acrecentará los conocimientos del terapeuta experimentado. Cuarenta años después de la fundación del MRI, cuna que vio nacer el modelo, Terapia breve: filosofía y arte reúne las condiciones de un texto a la altura del conocimiento que difunde. 

 

MARCELO R. CEBERIO 

Barcelona, 1999 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN GENERAL 

 

 

Cede y quedarás entero. Sométete y vencerás. Vacíate y quedarás lleno. Al duro y al inflexible los rompe el cambio; el que cede y el flexible se doblan y prevalecen. 

RAY GRIGG, El Tao de las relaciones 

 

 

El enfoque estratégico no es una simple teoría y una práctica en el terreno de la psicoterapia, sino una verdadera y auténtica escuela del pensamiento que remite a «cómo» los seres humanos se relacionan con la realidad o, mejor, a cómo cada uno de nosotros se relaciona consigo mismo, con los demás y con el mundo. 

El supuesto fundamental es que la realidad que percibimos y a la que nos atenemos, incluidos también los problemas y la patologías, es fruto de la interacción entre el punto de observación asumido, los instrumentos utilizados y también el lenguaje que usamos para comprender esa misma realidad. Por tanto, no existe una «verdadera» realidad, sino que existen tantas realidades posibles cuantas son las posibles y diversas interacciones que se dan entre el sujeto o los sujetos y la realidad. 

De este supuesto se deriva que cualquier situación que debamos vivir, sea ésta sana o insana, es resultado de una relación activa entre nosotros mismos y aquello que vivimos. Dicho de otra manera: cada cual construye la realidad que, luego, padece. 

Podemos considerar las trastornos mentales, vistos desde esta perspectiva, como resultado de una modalidad disfuncional de percepción y reacción ante la realidad, literalmente construida por el sujeto o los sujetos mediante sus disposiciones y acciones. Proceso éste de«construcción», en cuyo interior, si cambian las modalidades perceptivas del sujeto o los sujetos, cambian también sus mismas reacciones. La concepción del problem-solving estratégico, que se encuentra en la base misma de la terapia breve tiene presente esta lógica aparentemente tan simple, que en la práctica clínica se expresa llevando al paciente, a menudo mediante estratagemas y formas refinadas de sugestión que eludan sus resistencias, a experimentar percepciones alternativas de su realidad. Estas nuevas experiencias perceptivas correctivas lo llevarán a cambiar sus anteriores disposiciones disfuncionales emotivas, cognitivas y comportamentales. 

No obstante, los planteamientos estratégicos de la psicoterapia, aun cuando hayan demostrado ser concretamente los modelos más eficaces y eficientes para solucionar en poco tiempo la mayoría de las patologías psíquicas y comportamentales (Nardone 1991; de Shazer 1991; Bloom 1995), han tenido que hacer frente, desde su más temprana formulación (Weakland y col. 1974), a notables dificultades antes de ser aceptados por la comunidad psicoterapéutica. Ésta, educada en su mayor parte con los modelos psicodinámicos de terapia a largo plazo, se ha mostrado —paradójicamente, si nos atenemos a su rol social— hostil a la idea de la posibilidad de resolver los problemas humanos en plazos de tiempo cortos, incluso cuando esto se haya demostrado ya de forma concreta (Bloom 1995). 

Por lo demás, la historia de la ciencia muestra tantos ejemplos de resistencia al cambio de las teorías consideradas «verdaderas», que no hay siquiera necesidad de comparar la mencionada hostilidad con la nueva y distinta actitud que la Inquisición mantuvo con relación a los descubrimientos de Galileo. Es decir, si los hechos no concuerdan con la teoría (o la fe), peor para los hechos. Sea suficiente recordar las dificultades que la teoría de la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica de Heisenberg —por más que hayan sido comprobadas de manera experimental— han tenido que superar para llegar a sustituir las anteriores formulaciones positivistas en al campo de la física. Cuando las formulaciones teórico-aplicativas se convierten en teorías autoinmunizantes (Popper), de hecho, es propio de su naturaleza que se resistan denodadamente a cambiar, porque funcionan como sistemas «autorreferentes» (von Foerster 1973) basados en el mecanismo de la «autopoiesis» (Maturana, Vareta 1980) y, sobre todo, porque representan para las personas que «creen» en ellas el fundamento de su identidad personal (Salvini 1995), cuya estabilidad hay que proteger puesto que, si cae la teoría en que creen, se derrumba igualmente su identidad personal. No hay que olvidar tampoco, a este respecto, que a Milton Erickson, en los comienzos de su brillante carrera, se le expulsó de la American Psychiatry Association por recurrir a enfoques terapéuticos «no ortodoxos». 

Pero, para evitar todo esto, en el transcurso de más de veinte años los investigadores y autores de la terapia breve estratégica han producido tan buena cosecha de trabajos científicos, que el planteamiento en sus diversas formulaciones ha conseguido una expansión casi epidémica. 

La terapia estratégica es una intervención terapéutica normalmente breve, orientada a la extinción de los síntomas y a la solución del problema, o de los problemas, que presenta el paciente. Este planteamiento no es en modo alguno una terapia conductual o una terapia sintomática superficial, sino una reestructuración y modificación del modo de percibir la realidad y las reacciones comportamentales derivadas del paciente. 

La concepción fundamental es que la resolución del trastorno requiere la ruptura del sistema circular de retroacciones, entre sujeto y realidad, que es lo que mantiene la situación problemática, la redefinición de la situación y la consiguiente modificación de las percepciones y de las concepciones del mundo que constriñen a la persona a respuestas disfuncionales. 

Desde esta perspectiva, el recurrir a noticias o informaciones sobre el pasado o sobre la denominada «historia clínica» del sujeto representa sólo un medio de disponer de mejores estrategias de resolución de los problemas actuales, y no un procedimiento terapéutico como suele ser en las formas tradicionales de psicoterapia. 

El terapeuta, desde su primer encuentro con el paciente, en vez de estudiar su pasado, centra su atención y su valoración en: 

 

a)

qué sucede en el interior de los tres tipos de relaciones interdependientes que el sujeto mantiene consigo mismo, con los demás y con el mundo; 

b)

cómo funciona el problema que se presenta en el seno de este sistema relacional; 

c)

cómo ha intentado el sujeto, hasta este momento, combatir o solucionar el problema (soluciones intentadas): 

d)

cómo es posible cambiar esa situación problemática de la manera más rápida y eficaz (Nardone, Watzlawick 1990, p. 48)  

 

Después de haberse puesto de acuerdo con el paciente acerca de los objetivos de la terapia a partir de las primeras interacciones terapéuticas (diagnosis-intervención), se construyen una o más hipótesis sobre los puntos citados, se diseñan y se aplican las estrategias para la resolución del problema presentado. Si la intervención funciona, se observa por lo común en el paciente una clara reducción sintomática, desde los primeros compases de la cura, y un cambio progresivo en las maneras de percibirse a sí mismo y de percibir a los demás y al mundo. Con esto se entiende que la perspectiva con que percibe la realidad se desplaza poco a poco de la rigidez, típica del sistema perceptivo-reactivo, que alimentaba la situación problemática, a una percepción elástica de la realidad y de buena disposición ante ella, con un reforzamiento progresivo de la autonomía personal y de la autoestima, debido al hecho de comprobar que la resolución del problema es posible. 

La primera formulación de terapia estratégica se debe al grupo de investigadores del MRI de Palo Alto (Watzlawick y col. 1974). Estos autores sintetizaron su perspectiva sistémica con las aportaciones técnicas de la hipnoterapia de Milton Erickson, de modo que, hecho esto dentro de la óptica de la formulación de modelos sistemáticos, convirtieron el enfoque estratégico de la terapia de Erickson de puro arte o simple magia que era en un procedimiento clínico repetible. 

Sin embargo, la tradición pragmática y la filosofía de la estratagema en cuanto clave de solución de problemas posee una historia mucho más antigua. Hallamos, en realidad, aportaciones estratégicas, que todavía nos parecen modernas, por ejemplo en el arte de la persuasión de los sofistas, en la antigua práctica Zen o en el libro de las 36 estratagemas de la antigua China (sobre esto, véase el ensayo 5 de la Sección 1). 

Paralelamente a la evolución del modelo MRI, Jay Haley, también él miembro del conocido grupo de Bateson para la investigación sobre la comunicación y que, junto con John Weakland, había estudiado durante años las características del estilo terapéutico de Erickson, desarrolló una formulación personal suya de terapia estratégica, que también obtuvo resultados semejantes a los del MRI. 

Más tarde, en los primeros años de la década de los ochenta, apareció un tercer modelo de terapia breve con base sistémico-estratégica, a saber, el formulado por Steve de Shazer y su grupo de Milwaukee (de Shazer 1982a, 1982b, 1984, 1985, 1988a, 1988b). Los resultados presentados por este grupo, en lo que se refiere a eficacia y eficiencia, parecen ser todavía más significativos. 

Sucesivamente, otros autores pertenecientes a alguno de estos tres grupos han desarrollado ulteriormente los modelos básicos (Madanes 1990; Insoo Kim Berg 1993; O’Hanlon 1987; O’Hanlon y Weiner-Davis 1989; O’Hanlon y Wilk 1987; Nardone 1991, 1993). 

En el último decenio, debido al impulso de la enorme demanda social y al éxito en la aplicación de las terapias breves y estratégicas, el enfoque de la terapia breve ha alcanzado una gran expansión en lo que se refiere a la investigación aplicada y a la producción de bibliografia específica. Son ya muchos los autores que, refiriéndose específicamente a uno de los tres modelos básicos, o bien asumiendo una posición de síntesis, o presentando formulaciones específicas para contextos aplicativos particulares (Madanes 1990, 1995; Nardone 1991, 1993, 1995; Nardone, Watzlawick 1990) o, también, tipologías específicas de tratamiento para formas concretas de patología (Nardone 1993; Berg 1994), presentan interesantes desarrollos técnicos y un incremento aún mayor de la eficacia y la eficiencia terapéuticas. 

En los últimos años, además, por todo el ancho territorio de las psicoterapias, la postura que va adquiriendo mejor fisonomía es la perspectiva pluralista, desde un punto de vista teórico y sintético en lo tocante a técnicas de intervención (Cade, O’Hanlon 1994; Omer 1992, 1994; Bloom 1995). En otros términos, los años noventa se configuran como el decenio durante el cual se tiende a la superación de fuertes posiciones teóricas aplicativas en dirección a un mayor pragmatismo operativo en las intervenciones clínicas. En realidad, no ha de parecer casual que también la plaza fuerte del psicoanálisis haya abierto, en los últimos años, la puerta a las terapias breves planificadas (Bloom 1995), aunque sea siempre como terapia de segundo orden con relación al carácter profundo e indiscutible de la vía psicoanalítica a largo plazo. Con todo, esta apertura no parece ser propiamente una revisión crítica de las inquebrantables creencias psicoanalíticas, sino más bien una adaptación a la ley del mercado, cada vez más orientado a la demanda de intervenciones terapéuticas concretamente capaces de responder a corto plazo a las necesidades específicas de los clientes. 

Todo esto deja entrever, por tanto, una realidad en la que el enfoque estratégico de la terapia breve, por su demostrada mayor eficacia y eficiencia respecto de los restantes modelos terapéuticos, tendrá una cada vez mayor expansión debida no tanto a una evolución interna del campo de la psicoterapia, donde persisten verdaderamente tremendas rigideces y resistencias al cambio, sino al empuje de la ley del mercado que obliga al profesional a adaptarse al tipo de demanda, si no quiere, como ya ha sucedido a muchos terapeutas en Italia, verse en la situación de quedar fuera de la demanda de terapia. 

De todo ello nace la exigencia de presentar al público en general, no sólo los trabajos ya publicados por los editores, sino también una completa reseña de todo cuanto, en el momento actual, pueden ofrecer los enfoques estratégicos de terapia breve tanto a los clientes como a los terapeutas. Con este objetivo en mente, hemos decidido articular la exposición mediante ensayos redactados por los autores más representativos en el ámbito internacional de este enfoque del estudio de los problemas humanos y su solución, con introducciones y comentarios. 

El conjunto de estos trabajos ha de ofrecer al lector una panorámica de 360 grados de ese universo teórico, de clínica aplicativa y de investigación empírica y experimental, representada en la producción científica referente a «cómo» deben solucionarse de una manera rápida y efectiva las patologías psicológicas. 

A este fin, la exposición se articula en tres secciones: teoría, arte e investigación. 

 

La primera sección, netamente teórica, afronta el tema de los fundamentos filosófico-epistemológicos y de los modelos de lógica avanzada que subtienden el problem solving estratégico aplicado en terapia breve. 

La segunda sección, estrictamente clínica aplicativa, expone los diferentes modelos estratégicos de terapia breve y su evolución sufrida desde un enfoque puramente artístico a un enfoque tecnológico, durante el último decenio en que se han aplicado a problemas específicos técnicas de intervención cada vez más eficaces, rápidas y verificables, de acuerdo con los criterios metodológicos propios de las disciplinas científicas. 

La tercera sección, dedicada a la investigación, presenta las contribuciones más significativas, tanto desde un punto de vista metodológico como de conocimiento en general, fruto de la aplicación a lo largo de veinticinco años del enfoque estratégico en terapia breve, así como una reseña de las investigaciones que demuestran de manera inequívoca la eficacia real y la eficiencia concreta de la terapia breve estratégica. 

 

Pensamos que todo este conjunto de ensayos puede ayudar al lector a orientarse por los entresijos de ese arte fascinante que es la resolución de problemas humanos complicados mediante soluciones aparentemente simples, así como a descubrir que, por debajo de esas aparentemente «simples soluciones», subyace en realidad una teoría compleja avanzada.

Primera parte  

 

LA FILOSOFÍA DE LA TERAPIA BREVE 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN 

 

 

...En este mundo imaginario, que nosotros hemos creado, nos inventamos a nosotros mismos como unidades, como algo que permanece siempre constante en el cambio. 

F. NIETZSCHE, Fragmentos póstumos 

 

 

Antes de seguir avanzando en nuestra exposición, es de todo punto necesario proponer una especie de nota introductoria a los ensayos que siguen, dado que pertenecen a distintos autores, algunos de los cuales provienen de contextos aparentemente alejados del de la psicoterapia. Y esto con la intención de permitir que el lector vea, por un lado, la total congruencia de cada ensayo particular con el conjunto de la obra entera y, por el otro lado, pueda apreciar plenamente en su originalidad y fecundidad cada una de las contribuciones. 

El primero de los ensayos de esta sección, muestra un panorama introductorio que coteja las principales conceptualizaciones de las ciencias clásicas con las ciencias modernas. Realidad, verdad, objetividad, certeza, linealidad, son términos cuestionados. Entendiendo que en este último decenio del siglo, estas formulaciones pierden cada vez más su relevancia. El autor, delinea el pasaje de una epistemología lineal a las nuevas concepciones cibernéticas y constructivistas, en la cual se encuentra involucrada la psicoterapia sistémica como portavoz de un modelo de conocimiento. 

El segundo ensayo, redactado por uno de los maestros del constructivismo, introduce al lector en los aspectos más generales y fundamentales del constructivismo y de la cibernética. Heinz von Foerster, planteando el tema de la ética, propone los fundamentos epistemológicos a la vez que las características originales del enfoque cibernético-constructivista de la realidad. Esta contribución ofrece al lector una lúcida y esclarecedora exposición de esta nueva perspectiva teórica, que, en los restantes ensayos, se expresa en sus aspectos más aplicativos para ámbitos específicos de la psicoterapia. 

La tercera contribución trata de la traducción a la práctica clínica de las enseñanzas que se derivan del constructivismo, resaltando sus aspectos concretos de operatividad en el seno de la interacción terapéutica, basada en la perspectiva focal de la resolución de los problemas presentados por el paciente. 

El último ensayo de esta sección se dedica a la exposición de los desarrollos de la lógica estratégica y de la lógica matemática en cuanto metodología fundamental para el diseño de intervenciones terapéuticas. Pone de relieve la posibilidad, ofrecida por estas disciplinas, de construir no sólo técnicas terapéuticas específicas, sino también modelos terapéuticos globales para formas específicas de patología, que se remiten a una estrategia que contiene tácticas y maniobras de propiedades autocorrectivas. Todo este permite un notable salto hacia delante, porque propone el paso de modelos generales de terapia a modelos específicos, incrementando así enormemente la eficacia y la eficiencia de estos últimos, al igual que su rigor y su carácter sistemático, sin por ello reducir su elasticidad y adaptabilidad.

 

 

 

 

CAPÍTULO 1 

 

CIENCIAS MODERNAS, COMPLEJIDAD Y PSICOTERAPIA 

Marcelo R. Ceberio 

 

 

¿Cuál es la epistemología que rige nuestra observación?, tal vez es la pregunta que se pasa por alto cuando interpretamos algún hecho, emitimos un juicio determinado acerca de algo o construimos una hipótesis sobre una situación. 

Es una pregunta autorreferente, que provoca la reflexión sobre nuestro modelo de conocer, que va más allá del conocimiento racional o de los saberes adquiridos. Toma relevancia, en tanto y en cuanto la cognición es portadora de diferentes estructuras que se ponen en juego en la experiencia cotidiana. 

Los patrones familiares, socioculturales, normas, creencias, escala de valores, crean un almacén de significaciones que impregna la observación, recortando un mapa de la realidad y poblando de subjetivismo, las hipótesis que de ella se construyen. 

Pero este pequeño prólogo, no es precisamente patrimonio de un pensamiento de las ciencias modernas. Todo lo contrario. 

Las ciencias clásicas, llamaron a las puertas de la linealidad. Un pensamiento regido por la primera ley de la termódinamica, que implicaba a una relación de causa y efecto en sentido unidireccional. 

De esta manera, se denomina lineal, cuando una serie de proposiciones no regresan, cerrando un círculo, a su punto de inicio. Esto implica que nunca el resultado va a ejercer sus efectos sobre su propio origen. Por lo tanto, no intervienen procesos de retroalimentación y la secuencia de las causas y efectos no retornan al punto de partida. 

Pero este modelo de conocer no sólo se remitió al perímetro científico, sino que se desarrolló en otros ámbitos del conocimiento cotidiano, del hombre común. 

Es el pensamiento que busca denodadamente las cimientes de un determinado acontecimiento, como si dicha búsqueda fuese el pasaporte a la primera verdad. 

Comprender lo que sucede, no necesariamente implica un trampolín al cambio en lo pragmático. Sin embargo, la mayoría de las personas se amparan en este recurso, continuando el proceso de intentar más de lo mismo, a pesar que en la mayoría de las ocasiones es inefectivo. 

Pero esta epistemología se ubica en un supra nivel, puesto que los diferentes momentos de la historia estuvieron regidos por diferentes modelos de conocimiento, cuya base era sustentada por la linealidad. 

El hombre en la Grecia Antigua, desde una visión antropocéntrica y organicista, explicaba por ejemplo, los fenómenos de las enfermedades mentales, a través de los humores del cuerpo y de distintas localizaciones en lo que él llamaba soma. 

El Misticismo, fue un período en donde el despotismo del clero postergó los conocimientos científicos alcanzados hasta el momento, para explicar los fenómenos humanos y de la naturaleza atribuyéndoles un significado divino. 

Discriminó la polaridad de lo bueno y lo malo, tomando como basamento la moral eclesiástica. Un Dios todopoderoso era el creador y todo lo fijado como anormal era una desviación de su obra, por lo tanto debía castigarse. 

Durante todo el período del medioevo, la Iglesia fue el eje del poder y las figuras del clero ocupaban puestos claves en la política, la economía y la cultura en general, certificando así una ideología religiosa que explicaba el hecho observable desde una perspectiva mística. 

El Racionalismo se preguntó, acerca de la posibilidad de conocer el mundo exterior por especulación, raciocinio, o intuición, tal como comúnmente se le atribuye a un artista o a un místico. 

Los filósofos racionalistas aseveraban que, desde un comienzo, la mente humana dispone de un número de facultades o de principios idénticos en todos los hombres. Para poder llegar al conocimiento, solamente es preciso razonar con estos principios, usando dichas facultades.  

Si a un matemático por medio del razonamiento, le es factible deducir la matemática a partir de uno o dos axiomas fundamentales —con tal que dicho proceso fuese realizado en forma correcta—, mediante los mismos métodos, el filósofo podría descubrir la verdad acerca del universo. 

Contrapuesta con esta teoría, la posición de los empiristas fue más rigurosa. Si el hombre quisiese conocer el universo, el único procedimiento aceptable es observarlo, adoptando el método científico. 

Estos breves ejemplos, muestran cómo los modelos del conocer humano pautan la epistemología del observador, que a la hora de captar el fenómeno cree estar plenamente convencido de que eso que observa es, en un sentido objetivo. 

Pero resultaría un reduccionismo, definir a las ciencias clásicas a través de la linealidad, sin tener en cuenta las otras características que también se han formalizado en el conocer cotidiano. 

El método analítico fue el sostén de las investigaciones. Se actuaba con la certeza que la descomposición de las partes llevarían a explicar el todo. Dicho en otras palabras, apoyaba el principio matemático que señala que el todo es igual a la suma de las partes, con lo cual convocaba a un imperativo de sumatividad en el proceso de conocimiento. 

De esta manera, si bien se hablaba de sistema, este método tiene poco que ver con la Teoría General de los Sistemas y menos con la Cibernética. 

Todo este proceso, marca una fuerte tendencia a poner énfasis en los componentes individuales en contraposición con el todo. Tendencia, que se traduce en individualismo en el sistema social. 

Y no hace falta ser demasiado agudo para darse cuenta, cómo las estructuras sociales llevan a que cada ser humano tome partido por sí mismo, sin tener en consideración que es parte componente de un todo esencial: el universo. 

Esta forma de entender y entenderse, inevitablemente crea compartimentos estancos que arrojan como único resultado, el sostén de una homeóstasis que bloquea la dinámica de crecimiento. 

A toda esta construcción se anexa la creencia de la objetividad —léase no involucrarse como sujeto partícipe en la observación—, reafirmando que el juicio o la hipótesis que se obtiene de tal proceso es la verdad. Aseveración, que unida a la certeza de que lo que se observa es la realidad, en una mirada sin ningún tipo de atribución de significado, se obtiene una combinación utópica e ingenua en estos tiempos postmodernos. 

Por otra parte, es este mismo modelo de pensamiento, el que señala que las cosas suceden, tal cual fuese el destino que las provoca. Marca el territorio de un observador aséptico, el de un espectador de los sucesos de la vida en donde la realidad es externa a los ojos. 

Desde esta perspectiva, monopolio de las ciencias clásicas y del conocer del hombre común, el lenguaje se concibe como representacional, o sea, que reproduce una imagen del mundo del cual me apropio y lo expreso por medio de la palabra. Mientras que los nuevos modelos de conocimiento indican, que es el lenguaje el que construye realidades en la pragmática (FI. Von Foerster. 1994) 

También la práctica terapéutica se vió impregnada históricamente de un tipo de epistemología lineal y monádico, en donde imperaba el principio explicativo. Este era el que regía en las ciencias clásicas, que concebían un universo puramente determinista. 

Este principio no tomaba a la organización como tal, reconocía a las organizaciones pero no el problema de la organización (E. Morín, 1982). 

En síntesis, linealidad, sumatividad, certeza, objetividad, orden y verdad, fueron los bastiones que las ciencias clásicas y —de una manera más rudimentaria— el conocimiento cotidiano, enarbolaron como forma de construir el mundo. 

La Cibernética, la Teoría General de los Sistemas y el Estructuralismo, irrumpen para crear una nueva concepción del ser humano, avanzar sobre la teoría de la organización y construir una teoría acerca de los procesos auto-organizativos, elementales para la supervivencia. 

Desde el siglo XIX, la noción de calor introduce desorden y dispersión en el corazón mismo de la física y la estadística permite asociar azar (a nivel de los individuos) y necesidad (a nivel de las poblaciones) [E. Morín, 1982]. 

Fue el comienzo de cuestionar al paradigma imperante. Una nueva epistemología, comenzó a responder los interrogantes que el paradigma vigente indicaba como una anomalía en la forma de conocimiento: 

El principio de la explicación de la ciencia clásica veía en la aparición de una contradicción el signo de un error de pensamiento y suponía que el universo obedecía a la lógica aristotélica [E. Morín, 1982]. 

La circularidad, propone la alternativa a la unidireccionalidad de la causa y el efecto, para confrontarla: el efecto tiene su efecto sobre la causa. Y este postulado no solamente tiene su originalidad en la esfera investigativa científica, sino que se traslada a los circuitos humanos, creando una pragmática de la comunicación. 

El concepto de feed back, se erige como unidad de interacción que implica a una serie de integrantes involucrados en un sistema. 

Es imposible desentenderse y ver solamente al otro en sus acciones: la interacción da la señal, que estamos inmersos en un circuito como alternativos receptores y emisores de conductas. 

El conocimiento desde esta dimensión, adquiere una posición de mayor compromiso en la enunciación de los juicios, en las descripciones y en las construcciones de hipótesis. 

Es con la Cibernética de 2° orden, con la que se alcanza el punto cúlmine en este postulado. Un observador que pauta, por una parte, con su sola presencia al objeto de estudio y por otra, desde su mapa, recorta y atribuye de significados su percepción. 

Entonces, la comunicación transita entre interacciones y cogniciones de las interacciones, que se influencian recursivamente. 

En este sentido, es imposible, como señala Ronald Laing (1961), hablar de datos. 

Aquello que la ciencia empírica denomina datos, para ser más honestos deberíamos llamarlos captos, ya que en un sentido muy real son seleccionados arbitrariamente por la índole de las hipótesis ya formadas. (citado por G. Spencer Brown, 1973). 

Dato, significa lo que es dado y esta definición resulta congruente con una concepción representacional del conocer: el mundo externo ofrece un sinnúmero de datos observables. 

Capto, refiere a lo que es captado por el ojo del observador. Se aplicaría al concepto del conocimiento adaptativo, razón por la cual podríamos captar de ese sinnúmero de elementos, solamente algunos.  

Pensar en términos de datos, implica creer que nuestro aparato cognitivo tiene la posibilidad de percibir objetivamente y en forma pura, los elementos a describir que ofrece el mundo externo. 

Las estructuras conceptuales solamente le permiten al percibiente captar algunas de esas características del fenómeno, de acuerdo al modelo epistemológico con que se construya. Mientras que el resto, aparece como puntos ciegos ante los ojos. 

El Constructivismo moderno, reafirma esta epistemología. Desde Giambattista Vico e Immanuel Kant, hasta Heinz Von Foerster o Ernest Von Glasersfeld, transita un modelo de conocimiento que da cuenta de la autorreferencialidad en la observación. 

Hablar sobre el objeto que se investiga, revela el modelo de conocer del descriptor. De lo que se infiere que no existe una realidad externa, sino que somos los constructores de ella. Es necesario entonces, conocer el modelo del perceptor, aunque su propia construcción da cuenta de su epistemología. 

Estas nuevas reflexiones, son la puerta de entrada al planteo de las ciencias modernas. 

Solamente es posible emitir un juicio, en términos de primera persona. La subjetividad, recupera un lugar de valorización, cuando ha sufrido la denigración en el mundo científico clásico, donde la objetividad era asociada con seriedad y coherencia investigativa. 

Lejos está esta utopía, como lejos también creer que la suma de las partes nos lleva a la comprensión del todo. Partir de la totalidad, es el principio que las ciencias modernas sostiene, para comprender de una manera holística los fenómenos del mundo. 

Un todo articulado de partes que interaccionan de manera complementaria, que colaboran para la creación del todo articulado. 

El subjetivismo por lo tanto, implica afrontar las contradicciones, entendiéndolas como diferentes puntos de vista acerca del mismo objeto de estudio (una partícula se manifiesta algunas veces en forma de onda y otras como corpúsculo, por ejemplo). 

Tanto la antropología como la sociología, deben tomar conciencia de su determinación etnosociocéntrica que impregna tanto a la concepción de una cultura, a la sociedad y al hombre en sí mismo. 

¿Cómo puede un antropólogo como portavoz de su cultura, juzgar una cultura como primitiva o arcaica? 

Esta relativización epistemológica, imprime un dejo de humildad frente a la soberbia de la adquisición de conocimientos. Se abandona el absolutismo de la certeza y las preguntas autorreferenciales acerca de ¿quién soy? y ¿dónde estoy?, introducen al contexto como matriz de significados y posibilitan situar al hombre en el sistema de creencias al cual pertenece. 

Incluyendo al observador en la observación y al concepto en su concepción, se redefine y transforma la perspectiva de la construcción de la realidad. La observación sobre el fenómeno, contempla la autocrítica y la autorreflexión del observador. 

Podríamos decir que la aparición de esta nueva epistemología, aporta un touché de incertidumbre e inseguridad a las operaciones científicas, pero a la vez proporciona una dosis de mayor compromiso para asumir la propia construcción. 

Pensar en términos sistémicos, también sugiere abandonar la casualidad de aparición de ciertos acontecimientos, para entenderlos mediante una causalidad de orden superior. 

Cada uno de los hechos del universo, contribuye al equilibrio del ecosistema. Un hecho casual obedece a la esfera de lo fortuito e imprevisible. 

Desde un nivel lógico inferior, es factible hablar en estos términos: existen hechos que se constituyen en eventos para la persona, fuera del cálculo de posibilidades de aparición, tildados como casuales. Pero en un orden lógico superior, en donde operan mecanismos correctores (negentrópicos), estos hechos adquieren una reinterpretación, encontrando un por qué circular que construye o colabora con la homeodinamia del sistema. 

Parece ser, entonces, más apropiado hablar de causalidad. 

Este planteo desarrollado en las ciencias humanas, toma cuerpo en el campo de la psicoterapia sistémica. La terapia familiar, de pareja, individual, de grupos e instituciones, constituyen el campo de su desarrollo, poniendo en juego el análisis del todo en cambio de la fragmentación reduccionista de las partes. 

De esta manera, uno de los primeros resultados de investigaciones del grupo pionero de Palo Alto, fue concebir al síntoma desde una perspectiva que anule la teoría que lo define como la expresión de traumas del pasado. 

El síntoma cobra sentido, en función del contexto donde se desenvuelve. El contexto como cuna de significación, es el que otorga sentido a una conducta anómala que puede entenderse como coherente de acuerdo a las interacciones que en su seno se desarrollen. 

Esto permite realizar un pasaje de niveles lógicos, que a su vez están interconectados. Si una conducta bizarra adquiere cierto sentido en el ámbito familiar —como microsistema—, este mismo fenómeno llevado al campo social —como macrosistema— resulta también un indicador del funcionamiento de la sociedad en relación al equilibrio. 

El tránsito por esta epistemología, implica el interjuego entre los componentes individuales y los interaccionales, o sea, entre pautas cognitivas y cibernéticas. 

De esta manera, el rótulo con que se señala al miembro sintomático, pierde sentido si se toma como la manifestación de un sistema patológico y patologizante. 

Esquizofrenia, drogadicción, anorexia, etc., por mencionar algunos diagnósticos, tienden a encasillar a la persona en miras a despejar el interjuego de los otros miembros implicados. 

Resulta más sencillo para los miembros de una familia, depositar la enfermedad del grupo en uno de sus miembros y señalarlo como enfermo. Pero no sólo esto, sino también que el denunciante recibe la segregación del grupo. 

Por otra parte, un diagnóstico que no permita elaborar estrategias y quede fijado en la etiqueta, constituye en un efecto dormitivo y porque no colaborativo de la marginación. 

Un modelo ecosistémico, también es un atrevimiento a denunciar a los marginantes. Es implicar a un sistema que a través de su comunicación y de sus intentos fracasados de solución, sostiene el emergente sintomático. Es también contemplar elementos bioquímicos e individuales, insertándolos en el todo. 

Ni siquiera se trata de polarizar entre víctimas y victimarios, sino entender que todos se encuentran a merced del despotismo de un juego del que todos participan. 

Isomórficamente, el macrosistema establece las misma normas de dicho juego. Toda sociedad posee una franja de población que pertenece al sector marginal, compuesto por los elementos que no entran en la media esperable.  

Son los que subvierten el orden y la coherencia social, por lo tanto, es necesario acudir a mecanismos segregacionistas —correctores y negentrópicos— con la finalidad de mantener el equilibrio. 

De la misma manera, que la familia traza la diferencia entre el enfermo y los sanos, la sociedad desarrolla el mismo proceso. Pero desde la óptica sistémica —óptica de la complejidad—, los marginados y rotulados son los que posibilitan a los sanos instalarse en esta posición. 

O sea, esta franja es la que habilita un equilibrio social en donde el sistema crea aquello mismo que segrega. 

Entender que problemas como la locura o cualquier disfunción sintomática, nos involucra a todos como integrantes de esta sociedad, es entender que somos partícipes de una homeodinamia universal y que desde nuestro lugar colaboramos o entorpecemos dicho funcionamiento. 

Conocer, en estos términos, es patrimonio de una minoría. Quiere decir que el posible paradigma sistémico, impregna la lente epistemológica de unos pocos y todavía la preeminencia de la linealidad es la epistemología que subyace en nuestro tiempo. 

Tal vez, debemos aceptar que en los umbrales del siglo XXI, vivimos una transición del paradigma de conocimiento y que todavía las personas transitan en el individualismo, tal como si sus acciones no se hallaran interconectadas y fuesen independientes. 

La dimensión del conocimiento moderno, concibe a la relación terapéutica como un espacio de aprendizaje, con todo lo que el término implica. 

Un lugar donde se introduce información nueva y se reencuadran las ópticas del dolor humano. Donde se co-construyen nuevos significados sobre la percepción del problema, o síntoma o como desee llamarse. Donde la relación se entiende como dialéctica entre terapeuta y paciente. 

Una psicoterapia centrada en la resolución de problemas. Activa y participativa por parte del profesional. Que aborta intentos de solución fracasados y que coloca su creatividad, al servicio de inventar acciones y significados nuevos. 

Pero también, un espacio donde se enseñe a pensar y conocer desde una perspectiva circular. Que implique responsabilizarse de las propias construcciones y que introduzca la noción de respeto, sobre los puntos de vista de los otros. 

Una psicoterapia que difunda que no existen verdades absolutas y que la realidad es una particular construcción de cada ser humano. 

Parece ser, entonces, que estos ingredientes más que componer una filosofía de la psicoterapia, se acercan a la constitución de un modelo de conocimiento, que nos lleve a preguntarnos: ¿cuál es la epistemología que rige nuestra observación?. 

Con lo cual, hemos llegado al punto de partida.