Charles Baudelaire

Las flores del mal






Índice


AL LECTOR
SPLEEN E IDEAL
Bendición
EL ALBATROS
ELEVACIÓN
CORRESPONDENCIAS
(YO AMO EL RECUERDO…)
LOS FAROS
LA MUSA ENFERMA
LA MUSA VENAL
EL MAL MONJE
EL ENEMIGO
EL DE LA MALA SUERTE (El artista ignorado.)
LA VIDA ANTERIOR
CARAVANA DE GITANOS
EL HOMBRE Y EL MAR
DON JUAN EN LOS INFIERNOS
CASTIGO DEL ORGULLO
LA BELLEZA
EL IDEAL
LA GIGANTA
LA MASCARA
HIMNO A LA BELLEZA
PERFUME EXÓTICO
LA CABELLERA
(YO TE ADORO…)
(TU PONDRÍAS AL UNIVERSO ENTERO…)
SED NON SATIATA
(CON SU VESTIMENTA…)
LA SERPIENTE QUE DANZA
UNA CARROÑA
DE PROFUNDIS CLAMAVI
EL VAMPIRO
(UNA NOCHE…)
REMORDIMIENTO POSTUMO
EL GATO
DUELLUM
EL BALCÓN
EL POSESO
UN FANTASMA
(YO TE DOY ESTOS VERSOS…)
SEMPER EADEM
TODA INTEGRA
(QUE DIRÁS ESTA NOCHE…)
LA ANTORCHA VIVIENTE
REVERSIBILIDAD
CONFESIÓN
EL ALBA ESPIRITUAL
ARMONÍA DE LA TARDE
EL FRASCO
EL VENENO
CIELO ENCAPOTADO
EL GATO
EL HERMOSO NAVIO
LA INVITACIÓN AL VIAJE
LO IRREPARABLE
PLATICA
CANTO DE OTOÑO
A UNA MADONA (Ex-voto a la manera española)
CANCIÓN DE LA TARDE
SISINA
FRANCISCAE MEAE LAUDES (Versos compuestos para una modista erudita y devota)
A UNA DAMA CRIOLLA
MOESTA ET ERRABUNDA
EL ESPECTRO
SONETO OTOÑAL
TRISTEZAS DE LA LUNA
LOS GATOS
LOS BUHOS
LA PIPA
LA MÚSICA
SEPULTURA
UN GRABADO FANTÁSTICO
EL MUERTO ALEGRE
EL TONEL DEL ODIO
LA CAMPANA RAJADA
SPLEEN
SPLEEN
SPLEEN
SPLEEN
OBSESIÓN
EL GUSTO DE LA NADA
ALQUIMIA DEL DOLOR
HORROR SIMPÁTICO
EL HEOTONTIMORUMENOS
LO IRREMEDIABLE
EL RELOJ
CUADROS PARISIENSES
PAISAJE
EL SOL
A UNA MENDIGA PELIRROJA
EL CISNE
LOS SIETE ANCIANOS
LAS VIEJECITAS
LOS CIEGOS
A UNA TRANSEÚNTE
EL ESQUELETO LABRADOR
CREPÚSCULO VESPERTINO
EL JUEGO
DANZA MACABRA
EL AMOR DE LA MENTIRA
(YO NO HE OLVIDADO…)
(A LA CRIADA…)
BRUMAS Y LLUVIAS
SUEÑO PARISIENSE
EL CREPÚSCULO MATUTINO
EL VINO
EL ALMA DEL VINO
EL VINO DE LOS TRAPEROS
EL VINO DEL ASESINO
EL VINO DEL SOLITARIO
EL VINO DE LOS AMANTES
FLORES DEL MAL
LA DESTRUCCIÓN
UN MÁRTIR (Dibujo de un maestro desconocido)
MUJERES CONDENADAS
LAS DOS BUENAS HERMANAS
LA FUENTE DE SANGRE
ALEGORÍA
LA BEATRIZ
UN VIAJE A CITEREA
EL CUPIDO Y EL CRÁNEO
REBELIÓN
EN RENIEGO DE SAN PEDRO
ABEL Y CAÍN
LAS LETANÍAS DE SATÁN
LA MUERTE
LA MUERTE DE LOS AMANTES
LA MUERTE DE LOS POBRES
LA MUERTE DE LOS ARTISTAS
EL FINAL DE LA JORNADA
EL SUEÑO DE UN CURIOSO
EL VIAJE

AL POETA IMPECABLE


Al perfecto mago de las letras francesas

A mi muy querido y muy venerado

Maestro y amigo


THEOPHILE GAUTIER


Con los sentimientos
de la más profunda humildad

Yo dedico
Estas flores malsanas.


Ch. B.




AL LECTOR


La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.


Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes;

Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,
Y entramos alegremente en el camino cenagoso,
Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.


Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto
Que mece largamente nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Está todo vaporizado por este sabio químico.


¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror, a través de las tinieblas que hieden.


Cual un libertino pobre que besa y muerde
el seno martirizado de una vieja ramera,
Robamos, al pasar, un placer clandestino
Que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.


Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos,
En nuestros cerebros bulle un pueblo de Demonios,
Y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
Desciende, río invisible, con sordas quejas.


Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,
Todavía no han bordado con sus placenteros diseños
El canevás banal de nuestros tristes destinos,
Es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada.


Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos,
Los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,
Los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes
En la jaula infame de nuestros vicios,

¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo!

Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos,

Haría complacido de la tierra un despojo

Y en un bostezo tragaríase el mundo:


¡Es el Tedio! — los ojos preñados de involuntario llanto,
Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa,
Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
—Hipócrita lector, —mi semejante, — ¡mi hermano!


1855.


SPLEEN E IDEAL

I


Bendición


Cuando, por un decreto de las potencias supremas,
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:

—”¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras,
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
En que mi vientre concibió mi expiación!


Puesto que tú me has escogido entre todas las mujeres

Para ser el asco de mí triste marido,

Y como yo no puedo arrojar a las llamas,

Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado,


¡Yo haré rebotar tu odio que me agobia
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!”


Ella vuelve a tragar la espuma de su odio,
Y, no comprendiendo los designios eternos,

Ella misma prepara en el fondo de la Gehena
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.


Sin embargo, bajo la tutela invisible de un Ángel,
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosia y el néctar bermejo.


El juega con el viento, conversa con la nube,
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.


Todos aquellos que él quiere lo observan con temor,
O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.


En el pan y el vino destinados a su boca

Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos;

Con hipocresía arrojan lo que él toca,

Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos.


Su mujer va clamando en las plazas públicas:

“Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme,

Yo desempeñaré el cometido de los ídolos antiguos,

Y como ellos yo quiero hacerme redorar;


¡Y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra,
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!


Y, cuando me hastíe de estas farsas impías,
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.


Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita,

Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,

Y, para saciar mi bestia favorita,

¡Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!”


Hacia el Cielo, donde su mirada alcanza un trono espléndido,
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:

—“Bendito seas, mi Dios, que dais el sufrimiento

Como divino remedio a nuestras impurezas

Y cual la mejor y la más pura esencia

¡Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades!


Yo sé que reservarás un lugar para el Poeta

En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones,

Y que lo invitarás para la eterna fiesta

De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones.


Yo sé que el dolor es la nobleza única
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.


Pero las joyas perdidas de la antigua Palmira,
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engarsados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;

Porque no será hecho más que de pura luz,
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
¡No son sino espejos oscurecidos y dolientes!”


1857.


II


EL ALBATROS


Frecuentemente, para divertirse, los tripulantes
Capturan albatros, enormes pájaros de los mares,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío deslizándose sobre los abismos amargos.


Apenas los han depositado sobre la cubierta,
Esos reyes del azur, torpes y temidos,
Dejan lastimosamente sus grandes alas blancas
Como remos arrastrar a sus costados.


Ese viajero alado, ¡cuan torpe y flojo es!

Él, no ha mucho tan bello, ¡qué cómico y feo!

¡Uno tortura su pico con una pipa,

El otro remeda, cojeando, del inválido el vuelo!


El Poeta se asemeja al príncipe de las nubes
Que frecuenta la tempestad y se ríe del arquero;
Exiliado sobre el suelo en medio de la grita,
Sus alas de gigante le impiden marchar.


1859.

III

ELEVACIÓN


Por encima de los lagos, por encima de los valles,

De las montañas, de los bosques, de las nubes, de los mares,

Allende el sol, allende lo etéreo,

Allende los confines de las esferas estrelladas,


Mi espíritu, tú me mueves con agilidad,
Y, como un buen nadador que desfallece en la onda,
Tú surcas alegremente la inmensidad profunda
Con una indecible y mácula voluptuosidad.


¡Vuela muy lejos de esas miasmas mórbidas,

Ve a purificarte en el aire superior,

Y bebe, como un puro y divino licor,

La luminosidad que colma los espacios límpidos!


Detrás del tedio y los grandes pesares
Que abruman con su peso la existencia brumosa,
Dichoso aquel que puede con ala vigorosa
Arrojarse hacia los campos luminosos y serenos;

¡Aquel cuyos pensamientos, cual alondras,
Hacia los cielos matutinos tienden un libre vuelo!
¡Que se cierna sobre la vida, y alcance sin esfuerzo
El lenguaje de las flores y de las cosas mudas!


1857.

IV

CORRESPONDENCIAS


La Natura es un templo donde vividos pilares
Dejan, a veces, brotar confusas palabras;
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.


Como prolongados ecos que de lejos se confunden

En una tenebrosa y profunda unidad,

Vasta como la noche y como la claridad,

Los perfumes, los colores y los sonidos se responden.


Hay perfumes frescos como carnes de niños,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,

Que tienen la expansión de cosas infinitas,

Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,

Que cantan los transportes del espíritu y de los sentidos.


1857.

V


(YO AMO EL RECUERDO…)


Yo amo el recuerdo de esas épocas desnudas,
En que Febo se complacía en dorar las estatuas,
Cuando el hombre y la mujer en su agilidad
Gozaban sin mentira y sin ansiedad,
Y, el cielo amoroso acariciándoles el lomo,
Desplegaban la salud de su noble máquina.
Cibeles, entonces, fértil en frutos generosos,
No estimaba sus redes un peso muy oneroso,
Pero, loba de corazón henchido de ternuras vulgares,
Amamantaba al universo con sus pezones morenos.
El hombre, elegante, robusto y fuerte, tenía el derecho
De mostrarse orgulloso de las beldades que le llamaban su rey; ¡Frutos puros de todo ultraje y vírgenes de grietas,
Cuya carne lisa y firme atraía las mordeduras!


El Poeta actualmente, cuando quiere concebir

Estas nativas grandezas, en los lugares donde se dejan ver

La desnudez del hombre y de la mujer,

Siente un frío tenebroso envolver su alma

Ante este negro cuadro lleno de espanto.

¡Oh, monstruosidades llorando su vestimenta!

¡Oh, ridículos troncos! ¡torsos dignos de máscaras!

¡Oh, pobres cuerpos retorcidos, flacos, ventrudos o fláccidos,

Que el dios Utilitario, implacable y sereno,

Niños, los fajó en sus pañales de bronce!

¡Y vosotras, mujeres, ¡ah!, pálidas cual cirios

Que roe y que nutre el libertinaje, y vosotras, vírgenes,

Del vicio materno arrastrando la herencia.

Y todas las fealdades de la fecundidad!


Nosotros tenemos, es verdad, naciones corrompidas,

De los pueblos antiguos, bellezas ignoradas:

Rostros corroídos por los chancros del corazón,

Y como quien diría bellezas de la languidez,

Pero estas invenciones de nuestras musas tardías

No impedirán jamás a las razas enfermizas

Rendir a la juventud un homenaje profundo,

—¡A la santa juventud, al aire simple, a la dulce frente,

A la mirada límpida y clara como un agua corriente,

Y que va derramando sobre todo, indiferente

Como el azul del cielo, los pájaros y las flores,

Sus perfumes, sus cánticos y sus dulces colores!


1857.

VI

LOS FAROS


Rubens, río de olvido, jardín de la pereza,
Almohada de carne fresca donde no se puede amar,
Pero donde la vida afluye y se agita sin cesar,
Como el aire en el cielo y la mar en el mar;

Leonardo da Vinci, espejo profundo y sombrío,