9788498979862.jpg

Fray Luis de León

Exposición del Libro
de Job

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9816-347-6.

ISBN ebook: 978-84-9897-986-2.

Sumario

Créditos 4

Presentación 9

La vida 9

Dedicatoria 11

Capítulo I 14

Exposición 15

Capítulo II 30

Exposición 31

Capítulo III 37

Exposición 38

Capítulo IV 55

Exposición 56

Capítulo V 72

Exposición 73

Capítulo VI 80

Exposición 82

Capítulo VII 99

Exposición 100

Capítulo VIII 116

Exposición 117

Capítulo IX 128

Exposición 129

Capítulo X 142

Exposición 143

Capítulo XI 151

Exposición 152

Capítulo XII 162

Exposición 163

Capítulo XIII 170

Exposición 171

Capítulo XIV 179

Exposición 180

Capítulo XV 191

Exposición 192

Capítulo XVI 204

Exposición 205

Capítulo XVII 217

Exposición 217

Capítulo XVIII 223

Exposición 224

Capítulo XIX 232

Exposición 233

Capítulo XX 244

Exposición 246

Capítulo XXI 257

Exposición 258

Capítulo XXII 268

Exposición 269

Capítulo XXIII 282

Exposición 283

Capítulo XXIV 290

Exposición 291

Capítulo XXV 305

Exposición 306

Capítulo XXVI 310

Exposición 310

Capítulo XXVII 318

Exposición 319

Capítulo XXVIII 326

Exposición 327

Capítulo XXIX 336

Exposición 337

Capítulo XXX 344

Exposición 345

Capítulo XXXI 354

Exposición 356

Capítulo XXXII 376

Exposición 377

Capítulo XXXIII 386

Exposición 388

Capítulo XXXIV 403

Exposición 405

Capítulo XXXV 427

Exposición 428

Capítulo XXXVI 434

Exposición 436

Capítulo XXXVII 451

Exposición 452

Capítulo XXXVIII 467

Exposición 468

Capítulo XXXIX 488

Exposición 490

Capítulo XL 503

Exposición 504

Capítulo XLI 513

Exposición 515

Capítulo XLII 521

Exposición 522

Libros a la carta 535

Presentación

La vida

Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527-Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 1591). España.

De familia ilustre con ascendientes judíos, Luis Ponce de León estudió en Alcalá de Henares y Toledo antes de ingresar como novicio en el convento salmantino de San Agustín. Participó en las polémicas que enfrentaban a dominicos y agustinos en la universidad de Salamanca. Frente al tomismo conservador de los primeros, postuló el análisis de las fuentes hebreas en los estudios bíblicos.

Cuando se difundió su traducción al castellano del Cantar de los cantares a partir del hebreo, fue acusado de infringir la prohibición del Concilio de Trento, que estableció como oficial la versión latina de san Jerónimo. Procesado por la Inquisición, estuvo encarcelado entre 1572 y 1577, al final fue declarado inocente y pudo volver a sus clases.

Hombre vehemente, sufrió otra amonestación inquisitorial en 1584. Tuvo las cátedras de filosofía y estudios bíblicos, y poco antes de su muerte, en 1591, fue nombrado provincial de la orden agustina en Castilla. Dominaba el griego, el latín, el hebreo, el caldeo y el italiano. Fue admirado por Cervantes (que lo llamó «ingenio que al mundo pone espanto»), por Lope de Vega (que escribió: «Tu prosa y verso iguales / conservarán la gloria de tu nombre») y sobre todo por Francisco de Quevedo (quien lo consideró el «mejor blasón de la habla castellana»).

Dedicatoria

El maestro fray Luis de León en el Libro de Job a la muy religiosa madre Ana de Jesús, carmelita descalza.

Todos padecen trabajos, porque el padecer es debido a la culpa, y todos nacen en ella; pero no los padecen todos de una misma manera, porque los malos a su pesar y sin fruto, los buenos con utilidad y provecho. Y de los buenos, unos con paciencia, y otros con gozo y alegría, que es proprio efecto de la gracia del Evangelio, de que Sant Pablo dice en su persona: Ya nos gozamos en las tribulaciones. De éstos es V. R. y las demás de su Orden, que descansan cuando padecen por mostrar lo que aman. Que el amor de Cristo que arde en sus almas, mostrándose, descansa, y padeciendo, se muestra; y así padecen con gozo; y si no padecen, tienen hambre de padecer y la descubren siempre que pueden, y en todo lo que pueden. Y de ella nace agora mandarme V. R. le declare el Libro de los sucesos y razonamientos de Job. Que como los valientes soldados gustan de conocer los hechos hazañosos de los que fueron, así V. R., en esta milicia de paciencia que profesa, desea reconocer este ejemplo excelente, que tal es el de Job, como por su escritura parece. La cual escritura es útil de muchas maneras: porque no solo es historia, sino doctrina y profecía; porque, demás de que nos cuenta los azotes de Job y su paciencia, también nos compone las costumbres y nos profetiza algunos misterios venideros; y esto en verso y en forma de diálogo, porque más se guste y mejor se imprima.

Verdad es que el estilo poético y la mucha antigüedad de la lengua y del libro le hacen muy escuro en no pocos lugares. Mas esta escuridad vencerá con sus oraciones V. R., que obligada es a favorecerme con ellas, pues pone este peso en mis hombros. En que hago tres cosas: una, traslado el texto del libro por sus palabas, conservando, cuanto es posible, en ellas el sentido latino y el aire hebreo, que tiene su cierta majestad; otra, declaro en cada capítulo más extendidamente lo que se dice; la tercera, póngole en verso, imitando muchos santos y antiguos que en otros libros sagrados lo hicieron y pretendiendo por esta manera aficionar algunos al conocimiento de la Sagrada Escritura, en que mucha parte de nuestro bien consiste, a lo que yo juzgo.

Pues así como no sabemos con certidumbre el autor de este libro, que unos dicen que Moisés y otros que antes de Moisés, así V. R. ha de tener por sin duda que es libro sagrado y canónico. En el cual el Espíritu Santo nos cuenta, lo primero, la virtud y prosperidad de Job; lo segundo, su azote, y lo tercero, las razones que pasó con unos compañeros suyos que, viniendo a consolarle, se pusieron a reprenderle, que es la mayor dificultad que en él hay, porque muchas veces parece que Job y sus compañeros dicen lo mismo, siendo los intentos contrarios. Para cuyo entendimiento advertimos que Job, querellándose, dio a entender que padecía sin culpa; de que, ofendidos sus compañeros, porfían que se engaña y que es pecador. Y pruébanlo así:

Dios es justo;

luego castiga a solos los pecadores.

Tú eres castigado de Dios;

luego eres pecador.

Y sobre este argumento, como sobre quicio, se rodea todo lo que dicen los primeros tres compañeros. Y en lo que más se detienen es en probar, lo primero, «que es la justicia de Dios», que a la verdad es lo más cierto y lo menos necesitado de prueba. Mas insisten en ello porque, a su parecer, lo demás nace de allí por fuerza de consecuencia. Y pruébanlo con hacer claro por diversas maneras que Dios es bueno y sabio y poderoso, diciendo grandezas de la bondad de Dios y de su saber y poder. Porque el ser injusto uno siempre le viene, o de saber poco o de poder menos o de ser mal inclinado; que, como se sabe, las fuentes de todo lo malo son o flaqueza o ignorancia o malicia. A esto responde Job, y en lo que responde confiésales esta primera parte, que toca a la justicia de Dios; y no solo la confiesa, mas él también la prueba y se extiende en decir maravillas de estos divinos atributos. Pero niégales lo que de ellos coligen, y persevera en defender su inocencia, y les prueba que no son pecadores todos los que Dios en esta vida castiga. En que, en suma, afirma dos cosas:

Una: No siempre castiga Dios en esta vida a los pecadores, ni son pecadores todos los que Dios en ella aflige.

Otra: Yo no he pecado de manera que merezca el mal que padezco.

Y cuando afirma esto último, aguzado del dolor y de la porfía de los que sin razón le condenan, parece alguna vez que excede en palabras, volviéndose a Dios y pidiéndole que se ponga con él a juicio y averigüe aqueste azote con él. Por lo cual, a lo último, sale Eliú, el cuarto de los amigos, y no aprobando las razones de los primeros, condena a Job por otra razón nueva, diciendo que, a lo menos, peca en ponerse con Dios a juicio. Y así lo que pretende es probar, no que fue pecador, sino que se debe Job sujetar a Dios y callar y tener por bueno lo que hace. Y pruébalo de aquesta manera:

Las obras de Dios, y lo que pretende en lo que hace, no lo puede saber el hombre;

Luego debe con paciencia juzgar bien de lo que Dios hace, y no pedirle razón de ello.

La primera de estas dos cosas, de que la segunda necesariamente se sigue, pudo Eliú probarla con ejemplos palpables de las cosas que Dios hace, y no las entendemos los hombres; mas no la prueba por esta vía, antes, multiplicando razones impertinentes, la escurece y confunde. Y así Eliú no erró en lo principal de su intento y en lo que probar pretendía, sino en no acertar a probarlo. Por donde Dios, a la fin, se descubre, y lo primero, reprende a Eliú de que una cosa tan clara como es no penetrar el hombre las obras y los juicios de Dios, no supo probarla; y lo segundo, vuelto a Job, le prueba con razones claras lo que confundía Eliú con palabras escuras. Y así el intento de Dios es el mismo de Eliú: persuadir a Job que tenga por bueno lo que hace con él y no quiera saber por qué causa lo hace, ni pedirle cuenta a razón. Y arguye como Eliú argüía:

El hombre no puede alcanzar las obras de Dios ni sus fines;

Luego debe con paciencia juzgar bien de lo que Dios hace, y no pedirle cuenta.

Y lo primero de esto prueba Dios en su discurso por manifiesta manera, haciendo alarde de muchas cosas que traemos entre las manos, que las hace Él, y el hombre, aunque las ve, no las entiende; como son las obras naturales y ordinarias. De donde necesariamente concluye que, si no conocemos lo ordinario que Él hace, mucho menos podremos alcanzar lo extraordinario y los fines secretos que en ello sigue. Job reconoce su exceso luego, y humíllase. Y Dios, que sabía su sencillez y bondad y que había defendido con verdad su inocencia, no se enoja con él, y enójase con sus tres amigos, porque hablaron mal en tres cosas: una, que impusieron a Job que era malo; otra, que afirmaron que Dios no azota aquí sino a solos los malos; la tercera, que de estas dos mentiras quisieron quedar por justo, si quedaba Job por bueno, o si no se valiera de apoyos tan flacos y tan falsos.

Esto, pues, bien entendido, en las escuridades de este Libro dará mucha luz.

El cual Libro comienza así:

Capítulo I

1. Un varón fue en la tierra de Hus, su nombre Job, y fue este varón sencillo y derecho, y temeroso de Dios y esquivador de lo malo.

2. Y naciéronle siete hijos y tres hijas.

3. Y fue su posesión siete mil ovejas, y tres mil camellos, y quinientos pares de bueyes, y quinientas asnas, y familia mucha mucho; y fue este varón grande sobre todos los hijos de Oriente.

4. Y iban sus hijos y hacían banquete en casa de cada uno su día; y enviaban y llamaban las tres hermanas suyas a comer y a beber con ellos.

5. Y era así; cuando daban su vuelta los días del banquete, enviaba Job y santificábalos, y madrugaba de mañana y alzaba ofrendas al número de todos. Porque decía Job: Si por caso pecaron mis hijos, y bendijeron a Dios en su corazón. Así hacía Job continamente.

6. Y fue un día y vinieron los hijos de Dios, y vino también Satanás entre ellos.

7. Y dijo Dios a Satanás: ¿De dónde vendrás? Y respondió Satanás a Dios, y díjole: De cercar por la tierra y de pasearme en ella.

8. Y dijo Dios a Satanás: ¿Por ventura pusiste tu corazón sobre mi siervo Job, que no como él en la tierra, varón sencillo, y recto y temeroso de Dios y esquivador de lo malo?

9. Y respondió Satanás a Dios, y dijo: ¿Por ventura de balde teme Job a Dios?

10. ¿Por ventura tú no pusiste sobre él, y sobre su casa y sobre todo lo que le pertenece a la redonda; hechuras de sus manos bendejiste, y su posesión creció en la tierra?

11. Mas empero plégate enviar tu mano, y loca en todo lo que te pertenece, sino en la cara te bendijere.

12. Y dijo Dios a Satanás: Ves; todo lo que le pertenece en tu mano; solamente no pongas tu mano en él. Y salió Satanás de delante de Dios.

13. Y fue un día; y sus hijos y sus hijas comían y bebían en uno en casa de su hermano el mayor.

14. Y un mensajero vino a, Job, y dijo: Las vacas araban y las asnas pacían junto a ellas.

15. Y sobrevino el sabeo, y tomólos; y a los mozos pasaron a cuchillo, y escapé tan solamente yo para que os lo notificase.

16. Aún éste hablaba, y viene otro y dice: Fuego de Dios cayó del cielo, y quemó las Ovejas y los mozos, y consumiólos; y escapé tan solamente yo solo para darte noticia de ello.

17. Aún éste hablaba, y vino otro y dijo: Los caldeos, hechos tres partes, acometieron a los camellos, y lleváronselos; y a los mozos pasaron a cuchillo, y escapé tan solamente yo solo para darte noticia de ello.

18. Aún éste hablaba, y vino otro y dijo: Tus hijos y tus hijas comían y bebían en casa de su hermano el mayor;

19. Y veis, un viento grande vino de la otra parte del desierto, y hirió en los cuatro cantones de la casa, y cayó sobre los mancebos y murieron; y escapé solamente yo para darte noticia de ello.

20. Y levantóse Job, y rompió su ropa y tresquiló su cabeza, y derrocóse en tierra y adoró.

21. Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allí. Dios lo dio, Dios lo tomó. ¡Sea el nombre del Señor bendito!

22. En todo esto no pecó Job, ni se enloqueció contra Dios.

Exposición

1. Un varón fue en la tierra de Hus; su nombre Job. Algunos dijeron que ni hubo Job ni pasó en hecho de verdad esta historia, sino que es parábola ordenada por Dios y escrita por sus profetas para dechado de paciencia perfecta. Mas esto es falso y condenado y, en cierta manera, injurioso a la verdad de la divina Escritura; demás de que otros lugares y libros de ella hacen mención de la persona de Job, como el Libro de Tobías y Ezequiel y Santiago en su Epístola. Así que hubo un hombre sancto y grande amigo de Dios, llamado Job, y esto es cosa sin duda. Mas como esto es cierto, así es dudoso quién fue y de qué gentes o linaje. Lo más recibido es que fue gentil y descendiente de Esaú, y nieto de Abrahán, hombre principal y como cabeza y príncipe de su pueblo. Y es argumento de ello ser, como aquí se dice, de Hus, que es parte de Idumea, tierra habitada y gobernada por Esaú.

Pues salió Job, entre los que adoraban ídolos, adorador de Dios verdadero, y virtuoso entre los viciosos y como rosa entre espinas, gran siervo de Dios entre los enemigos de Dios. Porque Dios, para el negocio de la virtud, no excepta personas ni tiempo ni lugar ni linaje. Y al fin, Job, aunque nacido en tierra de Hus, si era descendiente de Abrahán, como decíamos, respondió a su cepa; y la fe del quinto o sexto agüelo tornó a dar su fructo en el nieto, y por eso dice: Y fue este varón sencillo y derecho, y temeroso de Dios, y esquivador de lo malo. Lo primero, le llama varón porque, como el hombre en la lengua original de este libro tenga tres diversos nombres, el de este lugar, que nosotros trasladamos varón es nombre que importa valor y que no se da a cualesquier hombres, sino a los que lo son de veras; digo, a aquellos en quien la razón manda y el sentido obedece, que es propriamente ser hombres. Y, allende de esto, luego en el principio le nombra varón, y le añade las demás virtudes y fuerzas de ánimo que tenía; porque, como bien dice Sant Gregorio, había de contar su lucha luego; y porque dice los hechos de un gran luchador, declara el vigor que para luchar tiene. Que consiste, lo primero, en que es varón, esto es, no muelle ni afeminado para la virtud, ni que se vence fácilmente; lo segundo, en que es simple, y no quiere decir en el saber, que eso no merece loor, sino en la sencillez de sus costumbres y en el pecho no doblado ni falso. Lo cual aún se entiende más de la palabra primera; porque Tham importa, no simple como quiera, sino simple y perfecto; y no es perfecto el ignorante y que no sabe, ni menos lo puede ser el que, teniendo dos caras, está dañado en el ánimo y sano en lo que muestra de fuera, y como se dice en el Psalmo: El que habla paz con su prójimo y en el corazón guarda mal. El que ablanda sus palabras, y las enmollece más que aceite, y él es una saeta enherbolada. Porque si tiene el alma dañada y sana la apariencia, ni en todo es malo ni en todo es bueno; y así el ser doblado y el ser imperfecto siempre andan juntos; y al revés, lo sencillo y lo perfecto son uno.

Así que Job era sencillo, que es decir, dentro y fuera uno mismo, y cual en el ánimo tal en el rostro; y, por consiguiente, era acabado y perfecto, porque era bueno por todas partes y en todo. Y a esto se sigue bien lo tercero que añade, y era recto, que es decir, de ánimo y de costumbres no torcidas, porque no hay cosa más natural a la sencillez que el no torcerse; que el torcer, como se ve, es una cierta manera de doblar, y es enderezar a una parte y volverse después a otra. Y como la sencillez dice unidad, así, ni más ni menos, la rectitud, porque ser recto es seguir siempre una regla y camino; y por el contrario, así lo doblado como lo torcido dicen variedad y muchedumbre, porque el torcerse es caminar a cosas diversas, y no guardar siempre un mismo tenor. Mas dice, y temeroso de Dios; lo que ha dicho de entereza, sencillez y rectitud pertenece a los buenos naturales de Job, y a la loable compostura suya con que nació y a sus inclinaciones templadas; mas esto pertenece ya a lo añadido y sobrepuesto por la virtud de la gracia; la cual, sin duda, aunque es poderosa de por sí, y aunque tiene fuerza para reducir a cualquier sujeto, por desbaratado que sea; mas cuando acontece caer en lo bien inclinado y a la razón rendido, de suyo, como semilla en campo grueso y dispuesto, hace maravillosos efectos. Y ciertamente en todo lo muy señalado en sanctidad y virtud casi de ordinario se juntó con lo gracioso lo natural; la buena disposición con que se nace, y la abundancia de la gracia del cielo; las inclinaciones virtuosas nuestras, y los dones abundantes que Dios nos influye. Por donde en el Libro de los Cantares dice Dios con gran razón del alma escogida que, si es muro, sobreedificará almenas o saeteras de plata; como diciendo que sobre los naturales, buenos y fuertes de suyo, lo que el Espíritu Santo añade, hace obra riquísima. Y así, de la misma alma, y en el mismo Libro se dice que es Luna y que es Sol. Y hase de entender que es Sol, porque es Luna; esto es, porque si tiene naturales bien dispuestos, y como hechos para recibir la claridad de la luz, como la recibe la Luna, se logrará mejor el bien que Dios por su liberalidad en ella pusiere. Que la gracia en el sujeto dispuesto se acendra y da fructo de ciento, como Cristo nos dice. Pues así Job, que era de su natural recto y sencillo, es agora por don de la gracia temeroso de Dios; que es decir, muy sancto y muy adelantado en toda virtud. Porque temer a Dios en esta Escritura, no es una virtud sola, o, como la palabra suena, solo el don del temor, sino es un cumplimiento perfecto de todo lo que Dios manda, nacido de ánimo que le desea servir, y de hecho le sirve con recato solícito y con diligente cuidado. Como en el Psalmo que dice: Bienaventurado el varón que teme al Señor, que en sus mandamientos pone mucha afición; porque esto segundo es como declaración de lo primero; como en esta manera: Bienaventurado el que teme a Dios, quiere decir, el que obra con afición lo que manda, que es lo que llamó temor. Y aun en este lugar lo que luego se sigue, que es: y esquivador de lo malo, conviene que así se entienda y que Job era esquivador de lo malo es declarar lo que había dicho, de que era temeroso de Dios, esto es, adornado de toda religión y virtud; que esquivar el mal no es una sola parte de la justicia, sino toda la justicia entera; que si se dice de la justicia, que consiste en dos cosas: apartarse de lo malo y poner en obra lo bueno, este ser esquivador de lo malo lo abraza todo y lo comprende. Porque así como es malo hacer lo que se veda, así también lo es no hacer lo que se manda. Por donde el que todo lo malo esquiva, ni hace lo que la ley prohíbe, ni deja de hacer lo que ordena; y así esquivar la maldad y temer a Dios y cumplir enteramente su Ley, significan lo mismo. Mas prosigue y dice:

2. Y naciéronle siete hijos y tres hijas. El tener hijos los hombres que les sucedan, aunque no es de las cosas que da Dios a los buenos solos, u de las que les da siempre, sino de las que por orden secreto de su providencia da a buenos y malos, a veces para su buena dicha y a veces para su desventura; mas ello en sí es cosa buena, como fin a que se ordena el matrimonio; y es consuelo de la vida, y socorro en la necesidad y amparo de la vejez y camino para la perpetuidad, y bendición y largueza de Dios. Y al bueno a quien los da siempre se los da para buena dicha suya y para testimonio de su bondad, que vive y resplandece y se adelanta después de la muerte en los hijos. Y así dice la Escritura en una parte: Que el hombre en los hijos que deja después de sí se conoce. Y en otra: Bienaventurado el varón que teme al Señor, el que emplea su afición en sus mandamientos. Su casta será poderosa en la tierra; la sucesión de los buenos será bendita. Pero al revés; los de los malos son de ordinario cuales sus padres dellos, y no tales que con los sucesos de sus desbaratadas costumbres y desventurados fines, la empeoren y entiznen, y finalmente, acaben y sepulten con perpetua ignominia. Y si da Dios hijos y sucesión a los pecadores, muchas veces es no solo para atormentarlos en la vida con sus reveses de ellos, sino también para castigarlos en ellos después de la muerte; y para que, así como los padres extendieron su maldad cuanto su vida, así la pena de ella se extienda cuanto durare su memoria en sus hijos. Así que, aunque no siempre la sucesión es premio de la virtud, pero siempre o casi siempre que Dios la da a los que son virtuosos, es para su honra y contento y regalo; y de esta manera es la de Job. Que porque había dicho de su bondad y de cuán acabado era en toda virtud, dice luego de lo que es no premio de ella, sino como añadidura de premio. Y dice que tuvo siete hijos y tres hijas; que para hijos no son pocos siete, y para hijas son hartas tres, y todos diez hacen número perfecto, como dando a entender que su buena dicha de Job en los hijos no era tanto en tener mucho, como en ser ellos perfectos y buenos. Y desciende luego a contar sus riquezas, y dice:

3. Y fue su posesión siete mil ovejas y tres mil camellos, y quinientos pares de bueyes y quinientas asnas, y familia mucha mucho; y fue este varón grande sobre todos los de Oriente. En que se dicen dos cosas: una de riqueza, y otra de buena y grande reputación con los hombres. De manera que era Job de hijos abastado, y en hacienda rico, y en opinión muy estimado. Y con ser así, era, como se dijo, sencillo y derecho, y temeroso de Dios y esquivador de lo malo, que en tanta felicidad temporal casi nunca acontece. Y así, luego que dijo de su virtud el Espíritu Santo, añadió esto a ella para mayor alabanza suya, y para mayor demostración de su punto subido y perfecto; pues que ni el amor de los hijos, que suelen tener por velo los hombres para encubrir o para hermosear su miseria, le hizo seguir la avaricia, ni el cuidado de la granjería le sumió el corazón en la tierra, ni su grande estima y reputación le desvaneció o sacó de sus quicios.

De manera que no solamente fue siervo de Dios entre los que adoraban ídolos; mas guardó su Ley pura y sencillamente entre todo lo que suele apartar de ella a los hombres. Y demás de esto, cuenta agora sus riquezas, porque ha de contar sus calamidades después, para que de lo primero se entienda la graveza de lo segundo; y para que se entienda cuán bueno era, pues, siendo tan rico, llevó con ánimo tan igual el venir a ser pobre; y no a ser pobre solamente, sino a serlo por extremo y a venir a ello no estando apercibido, ni habiéndose hecho poco a poco a ser pobre, sino en un momento y sin pensar, y hallándose en un instante desnudo de todo.

Siete mil ovejas dije que tenía, con lo demás que está dicho; que como él era puro y inocente, así su riqueza era también natural y sin pecado, toda ella del campo y de la cultura dél, y no de tratos logreros ni de mercancías revueltas, ni de pechos ni de imposiciones. Dice:

4. Y iban sus hijos y hacían banquetes en casa de cada uno su día: y enviaban y llamaban las tres hermanas suyas a comer y beber con ellos. No es reprehendido el convite moderado, ni el festejarse entre sí los amigos templadamente, ni menos por lo que de esto dice la Escritura aquí es alabado de Dios, como si fuese alguna señalada virtud, sino cuéntase, si no por ello, por lo que de ello se entiende, que es decir, que, si Dios había dado hijos a Job, le había dado, como dijimos, hijos que merecían ser suyos; quiero decir, hijos que eran hermanos entre sí y que vivían sin competencia, en concordia. Que como en él los hijos eran merced de Dios, así se los había dado Dios tales que le fuesen bien y merced. Porque los hijos mal hermanados tormento son de sus padres; y como la unidad de corazón en los hermanos deleita a quien los engendra, como el Psalmo lo dice, así sus diferencias y disensiones los turban y amargan. En lo cual es cosa que espanta, que con parecer natural los que nacen de un tronco ser también de un querer, no sé por qué manera casi siempre acontece que ningunos se conciertan menos que ellos, y señaladamente acontece en los que tienen padres nobles y ricos. Esto es sin duda que no es enemistad, sino rabia la que se enciende entre los hermanos, cuantas veces se enciende. Por donde, para decir Dios la buena suerte de Job, no solo dice que tenía copia de hijos, sino de hijos conformes y que así se amaban que, con ser muchos, eran en la voluntad como uno. Y no solamente lo dice para declararnos su dicha, sino también para darnos a conocer la buena manera como los había criado y enseñado Job desde niños. Que a la verdad, los males de los hijos las más veces nacen como de raíz de sus padres; y el descuido de ellos, y muchas veces su mal ejemplo, es el que más los daña y corrompe, porque es ejemplo doméstico, y que le tienen delante siempre, y ejemplo de autoridad y que atrae a sí, no solamente por lo pegajoso y atractivo que todo lo malo tiene, sino también por la particular fuerza que cobra de serles tan cercano y vecino; y no solo porque es dulce el vicio, sino también porque le es natural al hijo seguir a su padre, y porque es vicio de herencia. Así que tienen malos hijos los que son malos padres; y Job los tenía buenos, porque él era buen padre; y sabémoslo, porque eran conformes, que era como obra nacida de las manos y cuidado de Job. Y también por lo que luego se dice, que es:

5. Y era así que, cuando daban vuelta los días del banquete, enviaba Job y santificábalos, y madrugaba de mañana y alzaba ofrendas según el número de todos. Porque decía Job: Si por acaso pecaron mis hijos y bendijeron a Dios en su corazón. Así hacía Job continuamente. Que bien se conoce quien tenía este cuidado de poner luego medicina a sus faltas y desenojarles a Dios, que no se había descuidado en enseñarles con avisos y ejemplos que viviesen sin culpa.

Dice, pues, que madrugaban, para decir la diligencia con que acudía a Dios por sus hijos; y que ofrecía por cada uno su sacrificio, para decir que era igual con todos; y dice que hacía esto principalmente cuando precedía banquete, porque le es vecino al convite el pecado; que, como se pecó la primera vez por comer, así casi siempre en el comer y en el beber de los banquetes se peca. Y el corazón humano, por una parte engolosinado con el sabor del manjar, y por otra parte distraído de sí, y como sacado afuera con la abundancia y la sobra, y encendido con el vino y metido en placer, y con esto y con la risa y conversación, lanzado en el gusto de estos bienes sensibles, dentro de sí se abraza y se casa o amanceba con ellos; y viene, veces hay, a decir en sí mismo: Esto bueno es, apacible, suave; déjenoslo Dios, y él estése en el cielo. Y en esta manera, como preciando a Dios, le desconoce, y como conociéndole, le desconoce, y con dejarle su bienaventuranza y grandeza, calladamente se ríe de ella y le antepone la suya. Y por esto dice: Si pecaron mis hijos, y bendijeron a Dios en su corazón; esto es, si por caso alegres y contentos dijeron: Téngase Dios su gloria, que a nosotros esto nos basta. Si no queremos decir lo que de ordinario se dice, que bendecir aquí es maldecir, y que se dice al revés porque el vocablo de maldecir a Dios ofende mucho al oído. Mas a la verdad, el alegría y placer del banquete no induce a maldecir a Dios, sino a olvidarse de los bienes de Dios, y, alabándole, darle de mano en la manera que dicho tengo; que, para el maldecirle lo que suele ser ocasión la tristeza es y la congoja que de los desastres sucede. Hasta aquí son las cualidades de Job, así en la virtud de su persona como en su reputación y hijos y hacienda. Lo que se sigue pertenece a la calamidad e infortunio, y dice así:

6. Y fue un día, vinieron los hijos de Dios a asistir a Dios, y vino también Satanás entre ellos.

7. Y dijo Dios a Satanás: ¿De dónde vendrás? Y respondió Satanás a Dios, y díjole: De cercar por la tierra y de pasearme en ella. No asisten un día y otro no delante de Dios los ángeles, ni tienen sus días señalados ni sus tiempos de cortes, porque todos los días y todos los tiempos le están presentes y sirviendo; ni menos Satanás, después de echado del cielo, torna a tiempos a él, ni ve la cara de Dios, que a todos los que la ven los hace bienaventurados, en viéndola; mas dícese esto así por una de dos razones: o porque se suele hacer así en las cortes de los reyes, cuando de algo se consulta, y Dios, para que le entendamos los hombres, nos habla en su Sancta Escritura conforme a lo que usamos y más entendemos los hombres; o de otra manera, píntase así porque lo vio así el profeta que este Libro escribió, en la visión que dél tuvo por imágenes y figuras que se le pusieron en la imaginación o en los ojos, como Daniel y Sant Juan vieron las imágenes de lo que dejaron escrito; y como Esaías dice haber visto a Dios sentado en un trono, y junto a él cuatro animales y ruedas; y como del profeta Miqueas se escribe en los Reyes que se le representó Dios cercado de sus Espíritus y consultando con ellos quién tomaría a su cargo el engaño de Acab. Las cuales figuras, en realidad de verdad o con la fantasía o con los ojos las ven los profetas; y son ellas imágenes que tienen su ser, pero no el mismo que representan, ni son ello mismo, sino figuras suyas hechas por Dios y que, en lo que significan, son conformes al hecho de la verdad, y en la manera como lo significan se ajustan y proporcionan con nuestro entender. Porque no hay duda, sino que en este hecho y acontecimiento de Job, según la verdad, Dios fue quien ordenó que se hiciese, porque en ninguna manera se hiciera sin su querer y licencia; y el demonio fue el ejecutor por orden de Dios.

Y es de creer que el demonio, según su juicio, estimaba en poco la virtud de este hombre, pareciéndole que por el bien que Dios le hacía, le amaba y servía; y es verosímil que, por ocasión de este falso pensamiento y juicio, se movió Dios a entregar los bienes de Job a ese mismo, que por causa de ellos juzgaba mal dél, y así hacer prueba clara de su virtud, no para sí, a quien todo le es claro, sino para ejemplo nuestro y para gloria suya, y para desengaño y confusión del demonio; pues todo esto que es el engaño del demonio y de muchos otros, que por caso pensarían lo mismo con menoscabo de la honra de Dios. Así que el engaño del demonio, el querer Dios sacar de duda la virtud de su siervo, el dar al mal juzgador que fuese el examinador de su engañado juicio, el aceptar este oficio él y el ponerlo por obra, todo esto que pasó en la verdad, por darlo a conocer Dios al profeta, figúraselo en la forma que aconteciera, si se tratara de unos hombres a otros; y figúraselo así y por tan artificiosa y apacible manera, que ni encubre la verdad ni traspasa sus términos ni saca nuestro entender de su costumbre y estilo, antes le deleita y aficiona, porque le hace ver en las figuras y formas que él usa lo que es sobre todo cuanto se usa. Que el representar a Dios como asentado en un trono, y los ángeles, así los buenos como los malos, delante de Él, responde con la verdad del estar presentes todas las cosas a Dios, que es Emperador sobre todo. Y el figurar que pregunta Dios al demonio y que le vuelve respuesta, dice con la verdad de lo que él se imaginaba y pensaba, y con la voluntad que tuvo Dios de sacar a luz este engaño. Y ansimismo el parecer que entrega Dios a Satanás la salud y los bienes de Job, consuena con la licencia que por orden de su providencia le dio para herirle y tentarle. Y todo aquesto que nunca pasó en el hecho, como aquí se figuró en la imaginación del profeta, pasó en el hecho conforme a lo que significa esta imagen.

Pues dice así: Y fue un día, porque, aunque Dios desde su eternidad determina las cosas, da a cada una de ellas su día. Y vinieron los hijos de Dios; así llama aquí la Escritura los ángeles. Y vino también Satanás entre ellos. Satanás es el demonio, porque tiene oficio de acusador y calumniador; y Satanás quiere decir el que acusa o calumnia. Y porque en el caso de este Libro usó de este oficio el demonio, por eso le dan aquí este nombre. Y es mucho de considerar que, aunque pudiera Dios hacer prueba de Job sin tomar ocasión de otra cosa y sin usar de color ni rodeo, mas porque es proprio de su poder y saber gobernar con dulzura, que es ir al fin que se pretende por los medios que Él pide, por eso dispuso que la sospecha mala del demonio, como pareciendo delante de Él, fuese a manera de acusador para Job y le solicitase a la prueba, y que hubiese esta causa tan colorada y tan justa, para lo que Él pudiera aun sin ella hacer justamente; y quiso que el mal juicio y deseo de Satanás contra Job sacase su virtud de cuestión y juicio, y que la esclareciese. Y así dice: Y dijo Dios a Satanás: ¿De dónde vendrás? Así dice el original, y tiene en aquella lengua, como en la nuestra, esta manera de hablar una significación de desprecio y de no buena sospecha que se tiene de aquel a quien se pregunta. Solemos decir a los que tenemos por traviesos o por de mal ánimo, o que andan en no buenos pasos, cuando se nos ponen delante. Pues él, ¿de dó vendrá agora?, como diciéndole: ¿Hay algo aquí que enredar, o viene de hacer de las suyas? Pues así dice y pregunta a Satanás Dios: ¿De dónde vendrás? Que fue decirle: vendrás tú agora de hacer lo que sueles. ¿Qué malicia tuya o qué pensamiento dañado te trae? A lo cual Satanás dice: De cercar por la tierra y de pasearme por ella.

Tenía el demonio entonces particular mando en la tierra, y así habla de ella como de su posesión, en que se espacia y pasea como señor y dueño, y, a la verdad, el lugar de su ocupación y ejercicio fue siempre la tierra, según la maldición antigua que le condenó a comer tierra; y en la tierra misma se ve que la rodea y la cerca el demonio, porque adondequiera que volvemos los ojos hallamos su huella, en unas partes de guerras, y en otras de muertes, y en otras de enojos, y en otras de vicios torpísimos. Así que todo lo cerca, porque siembra su ponzoña por todo. Y aun lo que decimos cercar, en su palabra original quiere también decir inquirir y visitar, o cercar inquiriendo, como lo hace el que con mando y jurisdicción inquiere y pesquisa; que si el demonio es acusador y calumniador, como de hecho lo es y se nombra, conviene que también sea inquiridor y como juez de pesquisa. Mas veamos lo que se sigue:

8. Y dijo Dios a Satanás: ¿Por ventura pusiste tu corazón sobre mi siervo Job, que no como él en la tierra, varón sencillo y recto y temeroso de Dios y esquivador de lo malo? Poner el corazón sobre una cosa es mirar en ella con atención, en la lengua en que se compuso este Libro. Pues pregúntale Dios si lo ha paseado todo, como dice, si echó de ver las virtudes de Job y las ventajas conocidas que a todos en ellas hace. ¿Has visto, dice, a mi siervo Job, que no hay quien le iguale en la tierra? Maravilla grande es que Dios haga tanto caso de un siervo que tiene, hablando con el demonio, que tenía entonces a todo el mundo y a casi todos los hombres por suyos, y que, según parece, oponga este uno a todos los que al demonio servían, y se precie y honre Dios dél más que de toda su gente el demonio. ¿Pusiste, dice, tu corazón en mi siervo Job? Como si con más palabras dijera: ¿Vale tanto cuanto te sirve como este uno que es mío? ¿Has echado de ver cuánto mejor soy servido de éste que tú lo eres de cuantos engañas? ¿No miras que por más que cerques la tierra y por más que de ella te apoderes, al fin hay en ella una semejante virtud? Y verdaderamente es así, que no se deleita tanto el demonio con la perdición de muchos que le sirven de pecado, cuanto se lastima con la virtud excelente de un bueno; y, por el contrario, es a Dios tan agradable y de tanta estima en sus ojos una extraordinaria virtud, que se tiene por más servido con ella sola en un justo, que de servido con la maldad y vicios de muchos injustos. Y así sufre pecadores innumerables por sacar a luz uno que no lo sea; y por los justos y escogidos que son pocos, comparados a lo que se pierden, cría sabia y debidamente Dios innumerable muchedumbre de los que se han de perder.

¿Viste, dice, a mi siervo Job? Y con razón hace Dios como maravilla de uno bueno, porque el ser bueno el hombre es caminar a lo alto y vivir como se vive en el cielo; y un hombre que es tierra y de suyo inclinado a la tierra, ser bueno es ir al revés de lo que es, y, venciendo su natural, volar lo pesado a lo alto. Y como no sería maravilla ninguna si de la cumbre de un monte viniesen hasta la falda de él muchas piedras cayendo, mas si una sola desde la raíz subiese a la cumbre, sería con razón maravilla; así que pequen muchos y que sirvan al demonio muchos no es cosa de espanto, porque es hacer lo que son y seguir la dañada inclinación de su origen; mas que haya uno o algunos que braceen contra la corriente del agua y que siendo tierra caminen al cielo, es digno de admiración, uno solo que sea. Y así el demonio no respondió a Dios, consolándose con los muchos otros que de su parte tenía, ni le dijo que, si Job era bueno, era uno solo; sino como quien conocía bien lo mucho que lo bueno vale, aunque en solo uno se halle, quiso mostrar que no lo era Job como a Dios parecía, y así escriben que dijo:

9. Y respondió Satanás a Dios, y dijo: ¿Por ventura de balde teme Job a Dios? Que es como si más claro dijera: Señor, si es bueno no lo es de suyo, sino por el interés que de ello saca; si es bueno, bien se lo pagáis porque lo sea. Traéisle sobre las palmas; hacéis que todo le suceda a su gusto; ¿qué mucho que os sirva, pues Vos de contino le servís a él? Y así, en serviros a Vos, se sirve a sí y hace su hecho. Y esto es lo que añade:

10. ¿Por ventura tú no pusiste sobre él y sobre su casa y sobre todo lo que le pertenece a la redonda? Pusiste, dice, sobre él, conviene a saber, tu guarda y amparo; y como en atalaya, así estás siempre velando por él. Y declárase luego más, y prosigue: Hechuras de sus manos bendejiste, y su posesión creció en la tierra. Y añade:

11. Mas empero plégate enviar tu mano, y toca en todo lo que le pertenece, sino en la cara te bendijere. Dice: mas pruébale enviando sobre él tu azote, y si entonces abiertamente no se volviere contra ti, di entonces que es bueno. Mas ¿cómo no acusará delante de Dios el demonio la culpa, pues aun calumnia la virtud? Duro acusador es sin duda ninguna; mas cuando él es más agudo y solícito malintencionado, tanto nos obliga más a velar, como dice Sant Pedro: Hermanos, estad en vos y velad, porque vuestro adversario el demonio, como león bramador, cerca buscando a quien trague. Plégate, dice, enviar tu mano sobre él. Consuela, como de aquí se entiende, lo poco que el demonio puede sin licencia de Dios. Tu mano, dice; veces hay, cuando enviar su mano Dios hace significación de favor, como en el Psalmo: Envió su mano, y libróme y sacóme afuera de un piélago; mas aquí dice azote y castigo, y la palabra que se sigue lo declara mejor; porque lo que decimos tócale en todo lo que le pertenece, según la palabra original, es un tocar con aspereza, y como un tocar azotando e hiriendo. Síguese:

12. Y dijo Dios a Satanás: Ves; todo lo que le pertenece en tu mano; solamente no pongas tu mano en él. Y salió Satanás de delante de Dios. No quedara bien confuso ni bien castigado el demonio si no se le cometiera a él la ejecución de lo que sospechaba y quería. Y así, aunque pidió a Dios que le tocase él con su mano, Dios le comete que le toque él con la suya para que así quede satisfecho; que Dios como amigo de Job no usó de blandura; y para que, haciendo él cuanto pudiese, si quedase después vencido, como de hecho quedó, quedase desesperado y rabiase de su flaqueza y de la fortaleza de Job, y de ver que le había honrado con su malicia, pretendiendo dañarle.