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Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido)

Poemas

Créditos

ISBN rústica: 978-84-96290-15-0.

ISBN ebook: 978-84-9897-794-3.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 9

La vida 9

Plácido 11

Ensayo de Eugenio María de Hostos 11

I 12

II 15

III 17

IV 20

V 23

VI 26

VII 29

VIII 30

IX 34

X 37

Letrillas 41

La flor del café 43

La flor de la caña 46

La flor de la piña 50

Romances 53

Jicotencal 55

Plegaria a Dios 58

Al pan de Matanzas 60

Sonetos 61

La primavera 63

Al aniversario de la muerte de Napoleón 64

La primera sensación de amor 65

Recuerdos 66

A una ingrata 67

Fatalidad 68

Un loco cuerdo 69

La muerte de Gesler 70

A Doris 71

A mi amada 72

Invocación 73

A Dorila de Almendar en su día 74

Otros poemas 75

La rosa de Trinidad. Dedicada al señor José A. Hernández 77

Los ojos de mi morena 80

Las palmas del Yumurí 82

La Luna de enero 84

La malva azul 86

El platero. Pie forzado 87

Libros a la carta 89

Brevísima presentación

La vida

Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) (Cuba, 1809-1844).

Nacido de los amores clandestinos de una burgalesa y un mulato, pasó una parte de su infancia en la Casa de Beneficiencia y Maternidad. Estudió irregularmente debido a su difícil situación económica y desempeñó numerosos oficios (carpintero, tipógrafo, peinetero, improvisador). Reconocido por el poeta Heredia, que le propuso sin éxito costearle un viaje a México; colaboró en La Aurora de Matanzas, El Pasatiempo, y El Eco de Villaclara, entre otras publicaciones de la época.

Plácido es uno de los más relevantes poetas románticos de Cuba. Injustamente acusado en el proceso de La Escalera, murió fusilado.

LetrillasLa flor del café

Prendado estoy de una hermosa

Por quien la vida daré

Si me acoge cariñosa:

Porque es cándida y hermosa

«Como la flor del café».

Son sus ojos refulgentes,

Grana en sus labios se ve,

Y son sus menudos dientes,

Blancos, parejos, lucientes,

«Como la flor del café».

Una sola vez la hablé

Y la dije: «Me amas, Flora,

Y más cantares te haré

Que perlas llueve la aurora

Sobre la flor del café».

Ser fino y constante juro,

De cumplirlo estoy seguro,

Hasta morir te amaré

Porque mi pecho es tan puro

«Como la flor del café».

Ella contestó al momento:

«—De un poeta el juramento

En mi vida creeré,

Porque se va con el viento

“Como la flor del café”».

Cuando sus almas fogosas

Ofrecen eterna fe,

Nos llaman ninfas y diosas,

Mas fragantes que las rosas

«Y las flores del café».

«Mas cuando ya han conseguido,

Cual céfiro que embebido,

En el valle de Tempé,

Plega sus alas dormido

“Sobre la flor del café”.»

«Entonces, abandonada

En soledad desgraciada

Dejan la que amante fue,

Como en el polvo agostada

“Yace la flor del café”.»

Yo repuse: «Tanta queja

Suspende, Flora, porque

También la mujer se deja

Picar de cualquier abeja,

“Como la flor del café”».

«Quiéreme, trigueña mía,

Y hasta el postrimero día

No dudes que fiel seré;

Tú serás mi poesía

“Y yo tu flor de café”.»

«A tu vista cantaré,

Y lucirá el arrebol

Que a mis dulces trovas dé,

Como a los rayos del Sol

“Brilla la flor del café”.»

Suspiró con emoción,

Miróme, calló y se fue;

Y desde tal ocasión

Siempre sobre el corazón

«Traigo la flor del café».

La flor de la caña

Yo vi una veguera

Trigueña tostada,

Que el Sol envidioso

De sus lindas gracias,

O quizá bajando

De su esfera sacra

Prendado de ella,

Le quemó la cara.

Y es tierna y modesta,

Como cuando saca

Sus primeros tilos

«La flor de la caña».

La ocasión primera

Que la vide, estaba

De blanco vestida,

Con cintas rosadas.

Llevaba una gorra

De brillante paja,

Que tejió ella misma

Con sus manos castas,

Y una hermosa pluma

Tendida, canaria,

Que el viento mecía

«Como la flor de la caña».

Su acento divino,

Sus labios de grana,

Su cuerpo gracioso,

Ligera su planta:

Y las rubias hebras

Que a la merced vagan

Del céfiro, brillan

De perlas ornada,

Como con las gotas

Que destila el alba

Candorosa ríe

«La flor de la caña».

El domingo antes

De Semana Santa,

Al salir la misa

Le entregué una carta,

Y en ella unos versos

Donde le juraba,

Mientras existiera

Sin doblez amarla.

Temblando tómala

De pudor velada,

Como con la niebla

«La flor de la caña».

Halléla en el baile

La noche de Pascua,

Púsose encendida,

Descogió su manta,

Y sacó del seno

Confusa y turbada,

Una petaquilla

De colores varias.

Diómela al descuido,

Y al examinarla,

He visto que es hecha

«Con flores de caña».

En ella hay un rizo

Que no lo trocara

Por todos los tronos

Que en el mundo haya:

Un tabaco puro

De MANICARAGUA,

Con una sortija

Que ajusta la CAPA,

Y en lugar de TRIPA,

Le encontré una carta,

Para mí más bella

«Que la flor de la caña».

No hay ficción en ella,

Sino estas palabras:

«Yo te quiero tanto

Como tú me amas.»

En una reliquia

De rasete blanca,

Al cuello conmigo

La traigo colgada;

Y su tacto quema

Como el Sol que abrasa

En julio y agosto

«La flor de la caña».

Ya no me es posible

Dormir sin besarla,

Y mientras que viva

No pienso dejarla.

Veguera preciosa

De la tez tostada,

Ten piedad del triste

Que tanto te ama;

Mira que no puedo

Vivir de esperanzas,

Sufriendo vaivenes

«Como flor de caña».

Juro que en mi pecho

Con toda eficacia,

Guardaré el secreto

De nuestras dos almas;

No diré a ninguno

Que es tu nombre Idalia,

Y si me preguntan

Los que saber ansían

Quién es mi veguera,

Diré que te llamas

Por dulce y honesta

«La flor de la caña».

La flor de la piña

La fruta más bella

Que nace en las Indias,

La más estimada

De cuantos la miran,

Es la piña dulce

Que el néctar nos brinda

Más grato y sabroso

Que aquel que en la antigua

Edad saborearon

Deidades olimpias:

Pero es más preciosa

«La flor de la piña».

Cuando sobre el tallo

Preséntase erguida,

De verde corona

La testa ceñida,

Proclámala reina

La feraz campiña,

Salúdala el alba

De perlas con risa,

Favonio la besa,

Y el astro del día

Contempla extasiado

«La flor de la piña».

Como si tejiéseis

Una canastilla

De juncos al sesgo

Formando una pira;

Y en cada distancia

Que aljófar simila

Un rubí pusiérais

Fingiendo conchitas,

De aquellas pequeñas

Que el mar da en su orilla,

Así se presenta

«Con flores la piña».

Ella es emblema

De la infancia viva,

Fecunda en su tronco

Feraz en sus guías;

Y como le suelen

Nacer a las niñas

Amantes deseos

Mas bien por la vista

Así porque quede

La imagen cumplida

Brota por los ojos

«La flor de la piña».