Tomás de Iriarte
Fábulas literarias
Barcelona 2022
linkgua-digital.com
Título original: Fábulas literarias.
© 2022, Red ediciones S.L.
e-mail: info@red-ediciones.com
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-96290-42-6.
ISBN ebook: 978-84-9897-706-6.
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Sumario
Créditos 4
Brevísima presentación 11
La vida 11
Prólogo: El elefante y otros animales 13
El gusano de seda y la araña 16
El oso, la mona y el cerdo 17
La abeja y los zánganos 19
Los dos loros y la cotorra 21
El mono y el titiritero 23
La campana y el esquilón 25
El burro flautista 26
La hormiga y la pulga 28
La parietaria y el tomillo 30
Los dos conejos 31
Los huevos 33
El pato y la serpiente 35
El manguito, el abanico y el quitasol 36
La rana y el renacuajo 37
La avutarda 38
El jilguero y el cisne 39
El caminante y la mula de alquiler 40
La cabra y el caballo 42
La abeja y el cuclillo 43
El ratón y el gato 44
La lechuza 45
Los perros y el trapero 46
El papagayo, el tordo y la marica 47
El lobo y el pastor 48
El león y el águila 49
La mona 51
El asno y su amo 54
El gozque y el macho de noria 55
El erudito y el ratón 57
La ardilla y el caballo 59
El galán y la dama 61
El avestruz, el dromedario y la zorra 62
El cuervo y el pavo 63
La oruga y la zorra 65
La compra del asno 66
El buey y la cigarra 68
El guacamayo y la marmota 69
El retrato de golilla 70
Los dos huéspedes 72
El té y la salvia 74
El gato, el lagarto y el grillo 75
La música de los animales 77
La espada y el asador 80
Los cuatro lisiados 82
El pollo y los dos gallos 84
La urraca y la mona 85
El ruiseñor y el gorrión 88
El jardinero y su amo 89
Los dos tordos 91
El fabricante de galones y la encajera 93
El cazador y el hurón 94
El gallo, el cerdo y el cordero 96
El pedernal y el eslabón 98
El juez y el bandolero 99
La criada y la escoba 100
El naturalista y las lagartijas 101
La discordia de los relojes 104
El topo y otros animales 106
El volatín y su maestro 108
El sapo y el mochuelo 109
El burro del aceitero 110
La contienda de los mosquitos 111
La rana y la gallina 114
El escarabajo 115
El ricote erudito 117
La víbora y la sanguijuela 119
El ricacho metido a arquitecto 120
El médico, el enfermo y la enfermedad 121
El canario y el grajo 123
El guacamayo y el topo 124
El canario y otros animales 125
El mono y el elefante 127
El río Tajo, una fuente y un arroyo 128
El caracol y los galápagos 129
La verruga, el lobanillo y la corcova 130
Libros a la carta 133
La vida
Tomás de Iriarte (1750-1791). España.
Nació en el Puerto de la Cruz de Orotava (Canarias) el 18 de septiembre de 1750. Estudió en Madrid con su tío don Juan de Iriarte. Fue oficial traductor de la Secretaría de Estado y archivero del Consejo Supremo de la Guerra. Amigo de los autores más destacados de su época, Iriarte concurrió a la tertulia de la Fonda de San Sebastián y tomó parte en las polémicas contra Sedano, Huerta y Forner. La obra más conocida de Iriarte es las Fábulas literarias (1782). Fue procesado por la Inquisición en 1786 y murió de gota, en Madrid, el 17 de septiembre de 1791.
Las Fábulas literarias aparecieron en 1782, un año más tarde que las de Samaniego; son poemas satíricos y morales con una ironía acerada. Iriarte utilizó en estos apólogos los preceptos clasicistas.
Ningún particular debe ofenderse de lo que se dice en común.
Allá, en tiempo de entonces
y en tierras muy remotas,
cuando hablaban los brutos
su cierta jerigonza,
notó el sabio elefante 5
que entre ellos era moda
incurrir en abusos
dignos de gran reforma.
Afeárselos quiere
y a este fin los convoca. 10
Hace una reverencia
a todos con la trompa
y empieza a persuadirlos
en una arenga docta
que para aquel intento 15
estudió de memoria.
Abominando estuvo,
por más de un cuarto de hora,
mil ridículas faltas,
mil costumbres viciosas: 20
la nociva pereza,
la afectada bambolla,
la arrogante ignorancia,
la envidia maliciosa.
Gustosos en extremo 25
y abriendo tanta boca,
sus consejos oían
muchos de aquella tropa:
el cordero inocente,
la siempre fiel paloma, 30
el leal perdiguero,
la abeja artificiosa,
el caballo obediente,
la hormiga afanadora,
el hábil jilguerillo, 35
la simple mariposa.
Pero del auditorio
otra porción no corta,
ofendida, no pudo
sufrir tanta parola. 40
El tigre, el rapaz lobo
contra el censor se enojan.
¡Qué de injurias vomita
la sierpe venenosa!
Murmuran por lo bajo, 45
zumbando en voces roncas,
el zángano, la avispa,
el tábano y la mosca.
Sálense del concurso,
por no escuchar sus glorias, 50
el cigarrón dañino,
la oruga y la langosta.
La garduña se encoge,
disimula la zorra,
y el insolente mono 55
hace de todo mofa.
Estaba el elefante
viéndolo con pachorra,
y su razonamiento
concluyó en esta forma: 60
«A todos y a ninguno
mis advertencias tocan:
quien las siente, se culpa;
el que no, que las oiga.»
Quien mis fábulas lea, 65
sepa también que todas
hablan a mil naciones,
no solo a la española.
Ni de estos tiempos hablan,
porque defectos notan 70
que hubo en el mundo siempre,
como los hay ahora.
Y, pues no vituperan
señaladas personas,
quien haga aplicaciones, 75
con su pan se lo coma.
Se ha de considerar la calidad de la obra, y no el tiempo que se ha tardado en hacerla.
Trabajando un gusano su capullo,
la araña, que tejía a toda prisa,
de esta suerte le habló con falsa risa,
muy propia de su orgullo:
«¿Qué dice de mi tela el seor gusano? 5
Esta mañana la empecé temprano,
y ya estará acabada a mediodía.
¡Mire qué sutil es, mire qué bella!...»
El gusano, con sorna, respondía:
«¡Usted tiene razón; así sale ella!» 10
Nunca una obra se acredita tanto de mala como cuando la aplauden los necios.
Un oso, con que la vida
ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.
Queriendo hacer de persona, 5
dijo a una mona: «¿Qué tal?».
Era perita la mona,
y respondióle: «Muy mal».
«Yo creo —replicó el oso—
que me haces poco favor. 10
Pues ¿qué?, ¿mi aire no es garboso?
¿No hago el paso con primor?»
Estaba el cerdo presente,
y dijo: «¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente 15
no se ha visto ni verá».
Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto,
hubo de exclamar así: 20
«Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar.»
Guarde para su regalo 25
esta sentencia un autor:
si el sabio no aprueba, ¡malo!
si el necio aplaude, ¡peor!
Fácilmente se luce con citar y elogiar a los hombres grandes de la Antigüedad; el mérito está en imitarlos.
A tratar de un gravísimo negocio
se juntaron los zánganos un día.
Cada cual varios medios discurría
para disimular su inútil ocio;
y, por librarse de tan fea nota 5
a vista de los otros animales,
aun el más perezoso y más idiota
quería, bien o mal, hacer panales.
Mas como el trabajar les era duro,
y el enjambre inexperto 10
no estaba muy seguro
de rematar la empresa con acierto,
intentaron salir de aquel apuro
con acudir a una colmena vieja,
y sacar el cadáver de una abeja 15
muy hábil en su tiempo y laboriosa;
hacerla, con la pompa más honrosa,
unas grandes exequias funerales,
y susurrar elogios inmortales
de lo ingeniosa que era 20
en labrar dulce miel y blanda cera.
Con esto se alababan tan ufanos,
que una abeja les dijo por despique:
«¿No trabajáis más que eso? Pues, hermanos,
jamás equivaldrá vuestro zumbido 25
a una gota de miel que yo fabrique.»
¡Cuántos pasar por sabios han querido
con citar a los muertos que lo han sido!
¡Y qué pomposamente que los citan!
Mas pregunto yo ahora: ¿los imitan? 30
Los que corrompen su idioma no tienen otro desquite que llamar puristas a los que le hablan con propiedad, como si el serlo fuera tacha.
De Santo Domingo trajo
dos loros una señora.
La isla en parte es francesa,
y en otra parte española.
Así, cada animalito 5
hablaba distinto idioma.
Pusiéronlos al balcón,
y aquello era Babilonia.
De francés y castellano
hicieron tal pepitoria, 10
que al cabo ya no sabían
hablar ni una lengua ni otra.
El francés, del español
tomó voces, aunque pocas;
el español al francés, 15
casi se las toma todas.
Manda el ama separarlos,
y el francés luego reforma
las palabras que aprendió
de lengua que no es de moda. 20
El español, al contrario,
no olvida la jerigonza,
y aun discurre que con ella
ilustra su lengua propia.
Llegó a pedir en francés 25
los garbanzos de la olla;
y desde el balcón de enfrente
una erudita cotorra
30
Él respondió solamente,
como por tacha afrentosa:
«Vos no sois que una PURISTA.»
Y ella dijo: «A mucha honra».
¡Vaya, que los loros son 35
lo mismo que las personas!