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Fray Luis de León

Antología

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9816-812-9.

ISBN ebook: 978-84-9897-012-8.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Respuesta de fray Luis de León estando preso en la cárcel 9

[Sobre la Exposición del Cantar de los Cantares.] 9

Traducción y explicación del Salmo 41 16

Explicación 16

Explanación del Salmo 26 por el maestro fray Luis de León 28

Carta-dedicatoria a las madres priora Ana de Jesús 31

y Religiosas Carmelitas Descalzas del monasterio de Madrid el M. fray Luis de León, salud en Jesucristo 31

Apología del padre M. fray Luis de León 36

A la emperatriz nuestra señora 42

Libros a la carta 65

Brevísima presentación

La vida

Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527-Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 1591). España.

De familia ilustre con ascendientes judíos, Luis Ponce de León estudió en Alcalá de Henares y Toledo antes de ingresar como novicio en el convento salmantino de San Agustín. Participó en las polémicas que enfrentaban a dominicos y agustinos en la universidad de Salamanca. Frente al tomismo conservador de los primeros, postuló el análisis de las fuentes hebreas en los estudios bíblicos. Cuando se difundió su traducción al castellano del Cantar de los cantares a partir del hebreo, fue acusado de infringir la prohibición del Concilio de Trento, que estableció como oficial la versión latina de san Jerónimo. Procesado por la Inquisición, estuvo encarcelado entre 1572 y 1577, al final fue declarado inocente y pudo volver a sus clases. Hombre vehemente, sufrió otra amonestación inquisitorial en 1584. Tuvo las cátedras de filosofía y estudios bíblicos, y poco antes de su muerte, en 1591, fue nombrado provincial de la orden agustina en Castilla. Dominaba el griego, el latín, el hebreo, el caldeo y el italiano. Fue admirado por Cervantes (que lo llamó «ingenio que al mundo pone espanto»), por Lope de Vega que escribió:

«Tu prosa y verso iguales

conservarán la gloria de tu nombre»

y sobre todo por Francisco de Quevedo (quien lo consideró el «mejor blasón de la habla castellana»).

Respuesta de fray Luis de León estando preso en la cárcel

[Sobre la Exposición del Cantar de los Cantares.]

(...) donde hay alguna mayor dificultad, y yo quisiera pasar con silencio por él; porque no sé si hallaré palabras convenientes para declarar lo que siento. Mas pues la fuerza e injuria de mis enemigos me compele a ello, perdonarme han las orejas honestas y religiosas, si para mi debida y necesaria defensa se levantare el velo con que San Jerónimo quiso encubrir la vergüenza, que a su parecer halló en este lugar; y si hablare de las cosas, que la naturaleza hizo para fin honesto, con palabras usadas; las cuales, si el uso vicioso las entorpece, el juicio limpio y que trata de solo el conocimiento de la verdad las limpia. Porque a los limpios y buenos, que no pervirtieron en nada el natural uso, todo lo natural les es limpio, y solo el vicio, que es desorden de la naturaleza, les ofende.

Pues digo que San Jerónimo puso este rodeo de palabras: Praeter id, quod intrinsecus latet, en lugar de lo que en el hebreo se dice con sola una, la cual es tsamatech. Y yo tratando de ello en este mi libro, digo que no sé por qué causa quiso San Jerónimo usar de aquel rodeo, y dar a entender que tsamatech quiere decir hermosura encubierta, habiendo él mismo en Isaías, en el capítulo 47, donde está la misma palabra hebrea, trasladado por ella torpeza y fealdad. Y así, sin declararme más, añado que aquella palabra quiere decir también cabellos, o lo que propiamente llamamos en castellano en las mujeres copetes o canaladores. Y siguiendo esta significación, digo que bien viene para el loor, que allí el Esposo pretende dar a los ojos de la Esposa, decir que son hermosos entre sus cabellos; porque de ordinario algunos de ellos, que se desordenan de la orden y asiento, que el artificio del tocado y trenzado pone en los otros, caen sobre la frente, y meneados del aire y movimiento, andan como jugando sobre los ojos; y así cubriendo a veces y descubriendo sus luces, les son causa que parezcan mejor. Esto dije allí, y no quise descubrir más la llaga porque no era para aquel lugar, ni para la persona a quien se escribía aquel libro; y lo que callé allí, diré aquí, adonde hablo con los hombres buenos y doctos.

Y lo primero de todo digo que, de cualquiera de las dos maneras sobredichas que traslademos aquel lugar, ora digamos: Hermosos son tus ojos, de más, y allende lo escondido, o entre tus cabellos; en substancia es la misma sentencia, y por todas parece se consigue lo mismo que allí el Espíritu Santo pretende, que es loar la hermosura de los ojos de la Esposa. Y si estas razones en algo se diferencian, toda la diferencia de ellas no importa un cabello. Y, siendo esto así, decir que por ello me aparto de la Vulgata es pura calumnia, pues no me aparto en cosa que me importe; ni lo que allí yo digo es propiamente desechar el texto latino, sino declararle y como reducirle a su significación con declarar una palabra y como con mudar una sola letra.

Lo segundo digo (y perdóneme el que lo oyere, que ni lo sé decir ni se puede decir de otra manera); pues digo que San Jerónimo entendió que la palabra hebrea tsamatech, que habemos dicho, era el nombre propio con que en aquella lengua se nombran las vergüenzas de la mujer, como en castellano tienen su nombre, y en latín el suyo; y porque no se atrevió a trasladarlo en latín por su vocablo, por no ofender los oídos, usó de rodeo y dijo como vemos: Demás de lo que está allá escondido. Y siguió en ello a Símaco, que entendió lo mismo y se aprovechó también para trasladarlo del mismo artificio de significar, por muchas palabras encubiertas honestamente, lo que dicho por la suya propia era deshonesta. Y así trasladó: Hermosos son los ojos, demás de lo que se calla. Este parecer de San Jerónimo acerca de este lugar y palabra, yo confieso que ni me cuadró cuando escribía aquel libro ni me satisface agora.

Y, lo primero, mostraré que San Jerónimo dice esto, y que yo no se lo levanto; y lo segundo, diré las causas que tengo para estar poco contento.

Y, cuanto a lo primero, séase él testigo de sí mismo, que en los Comentos sobre Isaías, en el capítulo 47, verso segundo, alegado en el libro XIII, dice así:

In eo, ubi nos interpretati sumus denuda turpitudinem tuam, pro quo septuaginta transtulerunt apocalypse to calymma, id est, revela operimentum; Theodotio ipsum verbum hebraicum posuit tetsamatech; Aquila, tsamatech; Simachus, en siopesin sou, quod nos exprimere possumus, taciturnitatem tuam, quod taceri debeat prae verecundia. Quod quidem et in Cantico Canticorum legimus, ubi Sponsae pulchritudo describitur, ad extremum infert: Absque taciturnitate tua; nolentibus, qui interpretati sunt, transferre nomen, quod in sancta Scriptura sonaret turpitudinem. Y un poco más abajo: Disputant Stoici multa re turpia, prava hominum consuetudine, verbis honesta esse: ut parricidium, adulterium, homicidium incestum, et caetera his similia. Rursumque re honesta, nominibus videri turpia, ut liberos procreare, inflationem ventris crepitu digerere, alvum relevare stercore, vexicam urinae effusione laxare; denique non posse nos, ut dicimus, a ruta rutulam, sic ypocoristicon a menta facere. Ergo tsamatech, quod Aquila posuit, ut diximus, verenda mulieris appellantur; cuius ethymologia apud eos sonat, sitiens tuus, et inexpletam Babylonis indicet voluptatem.

De las cuales palabras se colige claro de San Jerónimo, lo uno, que entiende que esta palabra hebrea es el nombre en que en aquella lengua se llaman las partes deshonestas de la mujer; lo otro, que confiesa que en los Cantares esta palabra la puso el Espíritu Santo en la misma significación; lo tercero y lo último, que él y Símaco, por servir al respeto que se debe a la Santa Escritura, no le trasladaron con otra tal palabra latina o griega, sino que dijo por rodeo, el uno, demás de lo que se calla, o demás del silencio; y el otro, demás de lo que está escondido.

Resta decir agora el porqué siempre me desagradó este parecer, el cual creo yo que agradará a pocos buenos juicios. Porque, siendo este Cantar, como es, espiritual y dictado por Dios para la salud y aprovechamiento del alma, ¿cómo se sufre que en él se nombren partes tan vergonzosas con nombres tan descubiertos, o por mejor decir, tan deshonestos? Y si a San Jerónimo y a Símaco les parecía cosa indecente y que no se pudiera sufrir ponerlo por su nombre en latín, ¿cómo pudieron creer y persuadirse que en hebreo lo había puesto por su nombre el Espíritu Santo? ¿Era menos deshonesto, o menos peligroso, o menos indecente decirse en hebreo a los hebreos, que en latín a los latinos y en griego a los griegos? ¿O quiso el Espíritu Santo que tuviese San Jerónimo más respeto a las orejas de Roma que él tuvo a los oídos de la gente hebrea, donde le leían todos los santos y siervos de Dios, hebreos? Demás de esto, si esta mujer de quien se trata en este Cantar es la Iglesia, como lo es en la verdad, ¿cuál será en la Iglesia el tsamatech? Que, si son los oídos por los cuales se concibe en las almas fieles la palabra de Dios, no es menester nombrarlos por metáfora y rodeos asquerosos, pues tenían su nombre limpio y gentil.

Me dirán, por dicha, que el hilo del decir y la orden de lo que se iba platicando le forzó a Salomón a hacer memoria de aquella parte encubierta. Ninguna cosa va más fuera de camino. Trataba Salomón de loar la hermosura de la Esposa y su gentileza, particularizando sus facciones todas, y había comenzado por la cabeza; y en llegando a los ojos, sin poderse más sufrir (dejando tantas en medio, que pueden ser sujeto de extremada belleza, como son frente, nariz, boca, labios, cuello, pechos y manos), hizo salto tan peligroso; y así, tornándolo a repetir tres veces, como lo repite, en los ojos y sienes y mejillas, que son lo que cubren los cabellos. ¡Cosa es aquélla para se repetir, como intercalar limpieza!