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© 2019 Cesar Daza / @ 2019, Sin Fronteras Grupo Editorial / ISBN: 978-958-5564-16-9 / Impresión en Colombia_Junio 2019 / Coordinador editorial: Mauricio Duque Molano. / Edición: Marcela Zaraza D. / Asesora en braille: Jennifer Villamil Hoyos Diseño & diagramación: Catalina Osorio Mojica / www.parentesisdc.com / Fotografías: Unsplash.com.

Reservados todos los derechos. No se permite reproducir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado - impresión, fotocopía, etc. -, sin el permiso previo del editor. / Sin Fronteras Grupo Editorial, apoya la protección de Copyright.

 

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

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Primero que todo, dedico este libro a Dios, por darme la oportunidad de vivir y experimentar cada momento que he disfrutado; cada persona que ha sido un tesoro, y cada lugar que fue una inspiración para plasmar cada palabra en este libro. También dedico este libro a mi esposa Ángela Moore, ya que todas estas experiencias no serían posibles sin su apoyo, sin su aliento.

Gracias mi amor por la paciencia a esta pasión por querer dejar un muy buen legado a una sociedad que tanto lo necesita; gracias por ayudarme a identificar esas discapacidades como esposo, sé que me falta, pero te aseguro que me esforzaré para cada día más por ser un mejor esposo, un mejor papá y una mejor persona. Sabes cuánto te amo y anhelo que seamos un modelo a seguir como personas y como familia para muchas personas, por supuesto, de la mano de Dios.

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TESTIMONIO

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LAS PERSONAS

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¿CUÁL ES LA DISCAPACIDAD QUE HAY EN TU CORAZÓN?

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¿CUÁL ES TU DISCAPACIDAD COMO ESPOSO O ESPOSA?

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¿CUÁL ES LA DISCAPACIDAD QUE TENEMOS COMO PADRES?

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¿QUÉ DISCAPACIDAD TIENES COMO HIJO?

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¿QUÉ TAN DISCAPACITADO ESTÁS EN TUS FINANZAS?

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¿QUÉ TANTA DISCAPACIDAD TIENES A LA HORA DE HABLAR Y DE DAR?

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¿QUÉ ESTÁN APORTANDO LAS PERSONAS A TU VIDA?

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DIAGNÓSTICO AL CORAZÓN

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NUESTROS SENTIDOS

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REEMPLAZA LAS ASTILLAS POR SEMILLAS

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AGRADECIMIENTOS

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MI HERMOSA ESPOSA ANGELA MOORE Y MI PRECIOSA HIJA ISABELLA DAZA MOORE.

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Mi nombre es Cesar Daza, un hombre felizmente casado con Ángela Moore, y padre de Isabella Daza Moore; empresario y representante legal de Fundación Sin Límites S. C.

Hoy en día, estoy completamente seguro de que los testimonios cambian vidas y este, más que ser un libro de una persona apasionada por Dios y su palabra, más que mostrar el gran giro que dio mi vida de manera positiva, es el testimonio de alguien que no creía, el testimonio de alguien que pensaba que los méritos y los logros se daban por fuerza propia, y sí, tienes que esforzarte para llegar a cumplir esos objetivos y alcanzar tus metas, pero ¡hay que ser objetivos! Esto no se puede lograr solo. Por supuesto que es importante el apoyo de tu familia, de tu esposa, de tus hijos y de todos los seres que amas pero, definitivamente, ¡los cambios, los logros y las metas, son mejores cuando te encuentras en un estado de dependencia total de Dios!

Con este libro quiero mostrar que la discapacidad no está en no ver, en no escuchar o en encontrarse en una silla de ruedas, la discapacidad está en el corazón. Quiero mostrar muchas de esas discapacidades que no me permitían ver más allá de mi nariz, al punto que ni siquiera sabía que las tenía, y que la mayoría de nosotros ignoramos tener.

Para mí, aunque no lo merezca, es un honor ser voz y oído en el silencio. Más que una pasión por ayudar a las personas con discapacidad visual y auditiva es un llamado a servir al reino de Dios. Este, más que un mensaje de superación de vida, es una invitación a reflexionar sobre si estamos pensando en enriquecernos o estamos buscando tesoros en la Tierra, ¡tesoros que solo existen en nuestra imaginación!, cuando nuestro verdadero tesoro es llevar a Dios en el corazón, ahí encontramos la verdadera riqueza, sabiduría y entendimiento, pero sobre todo, un inmenso deseo de servir a los demás.

El propósito principal de cada ser humano en este planeta es «servir», no solamente en la congregación en donde estás, sino a donde quiera que vayas. Así es que te reto a hacer cambios significativos en tu vida, a que experimentes lo que se siente ayudar a otros sin esperar recibir algo a cambio; te reto a que hagas el ejercicio de autoevaluar esas discapacidades que hay en tu corazón, a darte cuenta de que en medio de tu ceguera, aun viendo, Dios es tu bastón; que en medio de tu sordera, Dios es tu guía, y aunque todas esa cosas las haces de la mano de Dios, es bien claro de que debes poner de tu parte, pues algunos se quedan sentados esperando en una silla a que les llegue el milagro. ¡No!, es momento de pararte de esa silla, moverte, buscar, investigar, preguntarse, esforzarte y hacer algo.

No siempre he sido servidor, duré muchos años siendo sordo y ciego; durante muchos años fui egoísta ya que solamente pensaba en mí, en comprar cosas para mí, me enfocaba solamente en mis necesidades, pensando en vivir bien, en mis comodidades, sin pensar ni ver que a mi alrededor podía existir alguien a quién ayudar ni ver que había otras necesidades diferentes a las mías.

Me encantaban el trago y la rumba, tomaba cuatro días a la semana, no llegaba a mi casa, salía con muchas mujeres, hacía muchas cosas que se enfocaban en satisfacer mi mente, mi cuerpo y mis necesidades, haciéndome sentir por un instante que estaba lleno, pero sintiendo después de nuevo el vacío.

Vengo de una familia católica, fui bautizado católico, con creencias católicas, pero nunca asistí a una iglesia, solo cuando mis padres me llevaban, o porque tuve que hacer mi primera comunión y confirmación. Nunca asistí a una misa por voluntad propia, nunca asistí a un culto por voluntad propia, fui una persona que iba en contra del cristianismo, pues creía que era un negocio; iba en contra de los pastores, curas, de las personas que predican la palabra de Dios porque creía que el evangelio era un negocio.

Empecé a trabajar antes de los 17 años ya que mi rebeldía y descontrol me llevaron a irme por mi propia cuenta de la casa de mis padres. Generalmente, las personas en medio de una necesidad dicen: «pasé por necesidades, pero nunca me faltó la comida», en mi caso, pasé por muchas necesidades, pero nunca me faltó el licor. Tuve trabajos de toda clase, como vendedor de ropa, vendedor de repuestos y con eso me costeaba para poder graduarme de la segundaria. Con el tiempo, pude ubicarme en un buen trabajo vendiendo apartamentos y con eso mejoró mi estilo de vida, es decir, me alcanzaba para comer, pagar arriendo y mi vida de rumba, trabajaba duro de domingo a domingo.

Hay algo por lo que doy gracias a Dios por ese trabajo como vendedor de finca raíz, y es que ahí, conocí a la que hoy en día es la madre mis hijos. Allí duré tres años, hasta que tuve la oportunidad de cambiar a un mejor empleo en una compañía vendiendo autos, en donde ganaba muy buen dinero, ¡pero solo me alcanzaba para seguir dándome mi gran vida!, ahora acompañado de plásticos, es decir, pagándole a las tarjetas de crédito ja, ja, ja, ja, ¡que bruto!). No era nada difícil pasar la tarjeta de crédito de jueves a domingo en bares, viajes etc. Hoy en día, pienso que los seres humanos somos masoquistas en muchas áreas, aún no me explico cómo puede gastar tanto dinero en trago y estar enfermo al siguiente día, sin casi poder levantarme, y lo peor de todo… sin tener en el bolsillo dinero para comprar algo que me quitara el malestar que me quedaba al haber tomado tanto el día o los días anteriores, lo peor de todo era tener que levantarme temprano a responder con uno de esos días en los que hay que cumplir horario de trabajo, donde llegaba y me tocaba estar todo el día con gafas oscuras para no mostrar el rojo de mis ojos, y donde no podía acercarme a nadie porque aún se sentía el aliento a trago, el asqueroso llamado «tufo», jaqueca y guayabo.

En mi lugar de trabajo ya sabían que me encantaban el desorden y la rumba, pero cumplía con las ventas establecidas así que no me decían nada porque ya me conocían. Allí tenía compañeros de dos tipos: los que aportan y los que no. Los primeros, son los que consideras aburridos, los que te parecen «ñoños», pero que en medio de tu ceguera y tu sordera están aportando a tu vida de una manera significativa a tu vida, que sin darte cuenta, de manera inteligente están dejando una semilla de buen fruto a tu corazón, y los segundos, son los que te llevan la corriente en todo, están listos para cuadrar tu desorden y están para ti de jueves a domingo, pero que cuando levantas tu cabeza y miras a tu alrededor no están.

En uno de esos días laborales un compañero «de los aburridos» llevaba insistiendo mucho (cada ocho días), en que lo acompañara a un lugar en donde sus hijas se congregaban, pero siempre le sacaba excusas para no ir con él; me daba pereza el simple hecho de aceptar una invitación a una iglesia a escuchar el sermón de una persona cuyo único objetivo supuestamente era pedir plata. Siempre le sacaba alguna excusa para no acompañarlo o simplemente le decía que sí lo acompañaba y después lo dejaba metido o no llagaba a nuestra cita.

Sin embargo, un día me causó curiosidad que mi compañero no me volvió a hablar, pasaron los días y al notar su total indiferencia decidí buscarlo y preguntarle el porqué de su actitud. Él me pidió de la manera más respetuosa y amorosa que no me burlara de su inteligencia, lo cual me dejó sorprendido, pero también avergonzado; así mismo, me dijo que la próxima vez que alguien me hiciera una invitación, aprendiera a tener pantalones para decir sí o para decir no, ¡golpe bajo!, ahí entendí por qué me pedía que no me burlara de su inteligencia.

Me quedé callado, le pedí disculpas y me retiré, aunque duré todo el día reflexionando en cada una de las pocas palabras que me dijo y que habían causado en mí un dolor de vergüenza. Es como cuando alguien te dice bruto en la cara, pero con otras palabras y terminas dándote cuenta de que te dijeron bruto mucho tiempo después, pero aun así, en ese momento, entendí que no quería perder su amistad, así que empecé a pensar en alguna estrategia para recuperarla; sabía que no serviría una invitación a comer a un buen lugar y tampoco una invitación con su familia, la única manera de quedar bien era darle gusto, entonces decidí llegar un día de sorpresa a su puesto de trabajo y decirle que estaba listo para que me llevara al lugar al que me quería invitar. Así fue como decidí aceptar la que ha sido, hasta el día de hoy, la mejor invitación de mi vida y la que hizo que esta diera un giro de 360 grados.

Recuerdo que la primera vez que fui a ese lugar, antes de ingresar, me sentía muy mal conmigo mismo por el solo hecho de tener que ir a un sitio al que no quería ir y a medida que íbamos llegando me daban unas ganas inmensas de salir corriendo. Recordé cuando mi mamá iba conmigo al colegio y yo no quería que fuera porque sabía que le darían quejas mías y quería huir; por eso, empecé a maquinar cuál sería la excusa para no ingresar y decirle a mi amigo, «¡tocó dejarlo para después porque me acabó de llamar un cliente!», pero no, no fui capaz.

Al ingresar a este lugar, lo primero que sentí fue un inmenso deseo de llorar y de rabia conmigo mismo sin saber por qué, pero una hora y media después de salir de allí, tomé la decisión de no dejar de faltar nunca!

Todo el tiempo que estuve en ese lugar entendí que mi vida necesitaba de un cambio, ¡y desde ese momento empecé a anhelarlo!, sentía que había un corto circuito en mi cabeza al confrontarme de lo mal que hablaba de las iglesias y de quienes las lideraban, en ese momento supe que había hablado más de la cuenta, mis palabras eran como un veneno. Además, para reforzármelo, noté que todas las personas que estaban como voluntarias en ese lugar me trataron como a su mejor huésped, así que de manera inmediata fue como si se hubiese derrumbado un muro de mentiras creado por mí en contra de personas que solo viven para el bien de los demás. Esa experiencia, por supuesto, hizo que me detuviera en el camino y viera lo mal y afectada que estaba mi manera de pensar.

* * *

Muchos de nosotros creemos realmente que nacemos el día que nuestras mamás dan a luz y aunque literalmente así es, realmente nacemos el día que conocemos a Dios, ese es el verdadero nacimiento que todos los seres humanos necesitamos y el momento que debemos anhelar que llegue a nuestras vidas.

Así pues, ¡esa fue la mejor invitación de mi vida! Después de que mi amigo me llevara a ese lugar, sentí que empezaron a caer las vendas en mis ojos y empecé a asistir a una congregación cristiana, congregación y lugar que más adelante se convertiría en mi casa, mi lugar de formación y de trasformación, o en lo que se convertiría mi camino a Damasco (Hechos 9:9 NBV): Entonces lo llevaron de la mano a Damasco, donde permaneció tres días ciego, sin tomar alimentos ni agua.

En la Biblia encuentras muchas historias espectaculares, pero hay una con la que me siento identificado y es la historia de un hombre llamado Saulo de Tarso, no por atentar contra la vida de personas por ser seguidores de Jesús, sino por estar en desacuerdo con las personas que predican un evangelio. Este hombre, en medio de su búsqueda en contra de los seguidores del Salvador, caminó a Damasco y se encontró con Jesús; por eso, digo que la iglesia que amo se convertiría en mi camino a Damasco, en el lugar de mi cambio, de mi formación y transformación a una vida llena de propósitos y éxitos, a una vida de servicio.

En esta hermosa experiencia de hacer cambios en mi vida, sentía que Dios poco a poco me iba dotando y me mostraba las herramientas que necesitaba a medida que me iba enseñando, para después mostrarme el verdadero propósito que Él tenía para mí: el propósito de servir, ayudar, dar y, sobre todo, amar. Propósito revelador que se clavó en mi corazón el día que vi a dos hombres cuyo sistema de comunicación era la lengua de señas táctil, o sobre la mano. Ese día, entendí que mis ojos, mis oídos y todo mi ser estaban al servicio de aquellos que lo necesitaban, ¡comprendí que la manera correcta de usar mis sentidos era prestándolos a otros! •

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Aquí es donde juegan un papel fundamental «las personas», pues empecé a hacer nuevos amigos (por cierto, muy juiciosos para mi gusto), pero que terminarían siendo parte fundamental de mi proceso.

Siempre que me veía y compartía con ellos momentos especiales, salía del lugar donde comencé a congregarme y continuaba frecuentando los lugares que llenaban mis vacíos, es decir, seguía con mi doble vida. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, identifiqué que las personas a las que les sacaba el cuerpo me enriquecían, así como con quienes compartía en medio de fiestas y de copas solo complacían mi carne, no mi espíritu ni mi alma.

De esta manera, empecé a tomar decisiones en mi vida, comenzando por un proceso que no fue fácil para mí, o para cualquiera que quiera hacer cambios en su vida: «filtrar» para identificar qué cosas o situaciones creía que me llenaban pero realmente me estaban haciendo daño. Entonces, comencé por el cigarrillo y el trago, después por las personas, pues si quería estar libre de mis ataduras tenía que tomar distancia de quienes por más que ames no aportan mucho a tus verdaderos cambios.

Los cambios financieros, alimenticios y familiares duelen, pero con esta convicción comencé a hacer reemplazos, el cigarrillo por maní, cada vez que quería fumar comía maní por montones, ¡duele! Reemplace el trago por el deporte, así que me inscribí al gimnasio y comencé a asistir muy juicioso todos los días (de domingo a domingo) ¡duele! Cambié la rumba por actividades con mis nuevos amigos «zanahorios» je, je, je, je, e íbamos a cine, a cenar por las noches —aunque esas salidas al comienzo eran una tortura y dolían porque aunque mi cuerpo estaba con mis nuevos amigos, mi mente se encontraba metida en un bar divirtiéndome hasta perder la razón—, y así era difícil disfrutar de esas buenas compañías que solo querían el bienestar para mi vida.

Los cambios no son fáciles, menos cuando se trata de transformar tu vida, pero si te propones una cosa, es más factible que tengas éxito si eres radical, pero ojo, siempre de la mano de Dios, y verás cambios efectivos. Así tomé la decisión de hacer cambios y ser radical con ellos, aunque mi consejo es que tengas cuidado con cómo usas tu radicalidad, pues debes hacerlo siempre pensando en tu bienestar y en el de los demás.

No pude llegar a un mejor sitio. En esta hermosa congregación aprendí que para poder ayudar, primero me tenía que ayudar a mí mismo, entonces empecé por dedicarme tiempo y me tomé dos años para empezar a cambiar malos hábitos. A medida que pasaba el tiempo, veía cambios significativos en mi vida, pero también tuve caídas, y generalmente las caídas hace que lleguen dardos venenosos a tu mente pues la sordera y la ceguera trata de volver a tu alma, haciendo que quieras retroceder, que te sientas culpable. Así, empiezas a pensar que el esfuerzo no ha servido de nada, que te quedó grande tomar decisiones y que no lo vas a lograr, que quieres tirar todo a la basura al punto de volver a tomarte unas copas, pero no te preocupes, recuerda que estás en un proceso, que Dios es un Dios de oportunidades y que a tu primera caída Él no te dejará botado.

Crónicas 30:9: El Señor su Dios es compasivo y misericordioso. Si ustedes se vuelven a él, jamás los abandonará.

Lo que sí creo es que Dios quiere que en cada caída tengas la valentía de aprender y que las mires como una oportunidad que te da para ser mejor, para recibir nuevas fuerzas. En mi caso, no fue una caída, fueron bastantes, y dolorosas, pero ahí estaban los llamados amigos «aburridos» para levantarme, para tenderme la mano, para guiarme, para mostrarme que no estaba solo y darme palabras de aliento.

Eso no quiere decir que después de que termines tu proceso y finalice el tiempo que te tomaste para hacer cambios ya se solucionaron todas tus luchas o problemas, ¡no! Siempre vas a tener tropiezos, caídas, dudas, batallas, pero es diferente solucionarlas con Dios a hacerlo sin él. Te puedo asegurar que cuando se lleva a Dios en el corazón, es más fácil solucionar cada situación que tengas por difícil que parezca.

Después de dos años de obtener herramientas en la iglesia para afrontar mis debilidades y mis luchas, comencé a hacer algo que nunca se me pasó por la cabeza: «servir». Al comienzo me sentía raro, pero en el interior de mi alma y mi corazón había un gozo indescriptible, y en ese voluntariado de servicio seguí conociendo personas maravillosas y cada vez estaba más comprometido con lo que empezó a ser mi pasión: servir en la casa de Dios.

Con el tiempo, y después de que terminé mi proceso y adquirí las herramientas para aprender a depender de Dios, seguí sirviendo como voluntario dando la bienvenida a las personas. Muchas de estas personas tenían un rostro lleno de felicidad, pero otras denotaban dolor, tristeza, angustia; veía la misma sordera y ceguera que yo tenía antes, pero estaba seguro de que Dios les daría las mismas herramientas que me dio a mí: la Biblia y la oración. Cada vez me apasionaba más por lo que hacía, y siempre que terminaba mi servicio como voluntario en la iglesia llegaba a mi casa reflexionando y sabiendo que por fin había hecho algo por alguien.

El solo hecho de recibir a alguien con una sonrisa en tu rostro o con un abrazo hace que esas personas estén viendo el amor de Dios, con esa mirada y ese abrazo le estás salvando la vida a alguien y le haces desistir de su intento de suicidio, o de tomar una mala decisión que pueda ser lamentable en su vida; lo más lindo de todo esto es que lo estás haciendo sin decir una sola palabra.