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González M., Victoria Elena

Movilización social en Colombia : marchas estudiantiles (2011) y marchas campesinas (2013) / Victoria E. González M. – Bogotá : Universidad Externado de Colombia. 2019.

176 páginas ; 21 cm.

Incluye referencias bibliográficas al finalizar cada capítulo.

ISBN: 9789587901634

1. Movimientos sociales – Colombia 2. Movimientos campesinos – Colombia 3. Movimientos estudiantiles – Colombia 4. Participación ciudadana – Colombia 5. Protección de los derechos humanos – Colombia 6. Derechos civiles -- Colombia I. Universidad Externado de Colombia II. Título

322.4SCDD 21

Catalogación en la fuente -- Universidad Externado de Colombia. Biblioteca. MVT.

Julio de 2019

ISBN 978-958-790-163-4

©2019, VICTORIA E. GONZÁLEZ M.

©2019, UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA

Calle 12 n.º 1-17 Este, Bogotá

Teléfono (57-1) 342 0288

publicaciones@uexternado.edu.co

www.uexternado.edu.co

Primera edición: julio de 2019

Diseño de cubierta: Departamento de Publicaciones

Corrección de estilo: Santiago Perea Latorre

Composición: Marco Robayo

Impresión y encuadernación: Imageprinting Ltda.

Tiraje de 1 a 1.000 ejemplares

Prohibida la reproducción o cita impresa o electrónica total o parcial de esta obra, sin autorización expresa y por escrito del Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia. Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad de la autora.

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

A Abel, mi compañero de la vida, por la palabra oportuna, por los sabios consejos, por la solidaridad y por el amor incondicional.

CONTENIDO

Agradecimientos

El resurgimiento de la protesta social

Apuntes para la construcción de un marco teórico

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO PRIMERO
Los movimientos sociales como agentes de producción. El caso de las marchas campesinas de 2013

CAPÍTULO SEGUNDO
Los movimientos sociales como agentes de producción de significación. El caso de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) de 2011

SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO PRIMERO
Cubrimiento de cinco medios online colombianos sobre el caso de las marchas campesinas de 2013

CAPÍTULO SEGUNDO
Cubrimiento de cinco medios online colombianos sobre el caso de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) de 2011

NOTAS AL PIE

AGRADECIMIENTOS

Inmensa gratitud a todas las personas que aportaron a esta investigación. A los jóvenes inquietos y curiosos del Semillero de Movilización Social que contribuyeron con sus lecturas, sus análisis y sus preguntas. A los compañeros del grupo de investigación en Comunicación Política, en cabeza del investigador Hernando Rojas, y a las directivas de la Facultad de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad Externado de Colombia, quienes me dieron todo el respaldo. A la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina) que, en cabeza del investigador Marcelo Gómez, me brindó toda su confianza y su apoyo. A los expertos que me dedicaron su tiempo y sus conocimientos. Y, especialmente, a los líderes sociales colombianos, hombres y mujeres valientes e incansables que cada día luchan por sus derechos y por los derechos de todos los habitantes de nuestro país.

EL RESURGIMIENTO DE LA PROTESTA SOCIAL

Colombia ha tenido una tradición de poca participación de los ciudadanos en los planos político y social en comparación con otros países de América Latina. Las explicaciones de esta actitud apuntan, en primer lugar, a la incapacidad del Estado para impulsar durante el siglo XX un proceso modernizante que incluyera la cobertura social necesaria en un país con un crecimiento vertiginoso. El Estado recaudador se negó a redistribuir los recursos disponibles en función del bienestar de sus ciudadanos, con lo cual no se pudo mitigar la desprotección social, particularmente entre los más pobres. Esta situación promovió en la sociedad la creencia de que movilizarse para exigir el cumplimiento de las obligaciones por parte del Estado resultaba iluso y poco realista.

En segundo lugar, sabemos que en las primeras décadas del siglo XX el bipartidismo en Colombia restringió el ejercicio político a los partidos Liberal y Conservador, con lo cual se estigmatizó toda participación al margen de ellos. Las talanqueras levantadas ante las protestas campesinas y estudiantiles y la adversa condición de una izquierda proscrita y fragmentada, en algunos casos, arrastraron a los ciudadanos a engrosar las filas de grupos al margen de la ley; en otros, los intimidaron y terminaron convenciéndolos de que protestar era sinónimo de caer preso o morir.

Si bien ya en el año 1912 se produjeron protestas organizadas, como el paro de los maquinistas y fogoneros del Ferrocarril de Antioquia, y en 1928 tuvo lugar la tristemente célebre “Masacre de las Bananeras”, como consecuencia de la protesta de los trabajadores de la United Fruit Company, el Estado colombiano reconoció la legalidad de la asociación sindical tan solo en 1931, esto es, un siglo después de Inglaterra. Y, una vez logrado el reconocimiento, las élites económicas, políticas y religiosas colombianas no veían con buenos ojos a los trabajadores sindicalizados, e incluso desde los púlpitos se les reconvenía y se les hacían llamados a reconsiderar sus posiciones “rebeldes”.

En 2011 y en 2013 se produjeron dos movilizaciones sociales muy importantes en el país, protagonizadas por estudiantes y campesinos, respectivamente, que por sus características nos motivaron a realizar un estudio en busca de entender ese nuevo momento histórico de los movimientos sociales en Colombia. El libro que presentamos a continuación es el fruto de esa motivación y está sustentado en un trabajo realizado entre los años 2013 y 2017, dentro del grupo de investigación en Comunicación Política de la Facultad de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad Externado de Colombia. La investigación también hizo parte del proyecto PICT “Los movimientos sociales como agentes de producción de significación. Procesos de enmarcado y lucha simbólica en los campos de la educación y la comunicación” de la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina).

La primera parte del trabajo está conformada por dos capítulos titulados “Los movimientos sociales como agentes de producción. El caso de las marchas campesinas de 2013” y “Los movimientos sociales como agentes de producción. El caso de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) de 2011”. La segunda, a su turno, está constituida por dos capítulos denominados: “Cubrimiento de cinco medios online colombianos sobre el caso de las marchas campesinas de 2013” y “Cubrimiento de cinco medios online colombianos sobre el caso de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) de 2011”.

Los capítulos de la primera parte se proponen responder a las preguntas: ¿de dónde viene la tradición de los movimientos estudiados?, ¿cuáles fueron las motivaciones que tuvieron los actores sociales para movilizarse?, ¿cómo se organizaron desde lo local y desde lo nacional?, ¿qué repertorios de acción utilizaron?, ¿con qué fin?

Los capítulos de la segunda parte buscan establecer cuáles fueron los patrones de presentación de la información sobre las marchas campesinas de 2013 y sobre las marchas de la MANE de 2011 en cinco medios de comunicación online de Colombia.

Las expectativas de este trabajo apuntan entonces a hacer un pequeño aporte al complejo campo de los movimientos sociales, por lo cual esperamos no defraudar a nuestros lectores.

APUNTES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE UN MARCO TEÓRICO

Para construir el sustento teórico de este trabajo tomamos en cuenta, fundamentalmente, dos ejes temáticos: el primero de ellos, la Teoría de los Marcos de Significación de la Acción Colectiva; el segundo, la Teoría del Framing o encuadre en comunicación.

TEORÍA DE LOS MARCOS DE SIGNIFICACIÓN DE LA ACCIÓN COLECTIVA

Sobre el primer eje estudiamos la Teoría de los Marcos de Significación de la Acción Colectiva propuesta por David Snow, Robert Benford, Sidney Tarrow y Jürgen Gerhards (Chihu Amparán, 2000). Este enfoque se aproxima a los movimientos sociales desde una dimensión cultural y está relacionado con el surgimiento de los llamados Nuevos Movimientos Sociales (NMS)1.

Desde esta perspectiva, los movimientos sociales son entendidos como agencias que simbolizan la trasformación de la organización social preexistente en un asunto de debate y deliberación permanentes. De este modo, la primera particularidad de un movimiento social es su disposición a generar cambios sociales indispensables y la adquisición por parte de la acción colectiva de una dimensión política (Delgado, 2007). Para poder identificar un acontecimiento y darle sentido se necesita acudir a los marcos de interpretación. La acción colectiva determina nuevos marcos de significación sobre diversos problemas presentes en la sociedad. Los marcos deben permitir la comprensión de un entorno en el cual los problemas existentes deben actuar a partir de la negociación de significados y sentimientos instalados previamente en una población determinada. Chihu Amparán (2000), citando a Snow y Benford (1992), señala que gracias a los marcos de significación los actores pueden ver como injusto o inmoral algo que antes se veía como infortunado, pero llevadero. Gerhards (1993) habla de cinco fases que integran los marcos de significación: localización de un tema y su interpretación como un problema social; atribución causal del problema a actores o agentes; interpretación de las metas y las oportunidades de éxito de la movilización; ubicación de una instancia para la resolución del problema; justificación del propio actor colectivo en tanto actor legítimo. Los movimientos sociales suministran el marco que puede dar el significado e interpretar acontecimientos de importancia en una sociedad, con el propósito de incitar y movilizar a potenciales seguidores y obtener el apoyo de espectadores. Delgado (2007), citando a Gramson en Morris y Mueller (1992), asevera que “todo marco encierra un conjunto de valores, símbolos o conceptos existentes en la sociedad, los cuales son reelaborados por los líderes y organizaciones en sus interacciones con las y los participantes. Estos motivan y sostienen la movilización y dotan de sentido a la participación de las y los miembros de una organización social”.

TEORÍA DEL FRAMING O ENCUADRE EN COMUNICACIÓN

Sobre el segundo eje, partimos de la Teoría del Framing en comunicación, que tiene su origen en la sociología interpretativa. De acuerdo con Sábada (2001), esta perspectiva sociológica “estudia las significaciones de la realidad para cada individuo a través de un proceso interpretativo en el que cobra un papel fundamental la interacción y que tiene como objeto la definición de las situaciones de la vida cotidiana”. Dentro de la sociología interpretativa hay tres escuelas: el interaccionismo de la Escuela de Chicago, la etnometodología y la fenomenología, que fueron allanando el camino para el estudio del framing desde el campo de la comunicación.

Gregory Bateson fue el primero, en 1955, en plantear el concepto de frame. Lo define como el contexto o marco en el cual un individuo toma unos aspectos de la realidad y desecha otros. Desde una perspectiva psicológica, asume que los marcos son las herramientas con las cuales se perciben las diferencias de las cosas. Desde una perspectiva comunicativa, considera necesaria la existencia de marcos para interpretar los mensajes (Bateson, 2006).

Erving Goffman (1986), por su parte, propone que los frames, además de ser marcos, son esquemas; marcos que designan un contexto de la realidad y esquemas o estructuras mentales que incorporan los datos externos y objetivos. Del mismo modo, para Goffman los frames son formas transmitidas y compartidas por la sociedad a través de las cuales se mira la realidad. Doris Graber (1989), a su turno, amplía el radio de los frames no solo a los medios de comunicación sino a todas las instancias que se dan en el proceso de producción de un mensaje, es decir, el receptor y el entorno cultural. Y Robert Entman (1991), por su lado, entiende el framing como una selección de la realidad que hace el periodista y que implica su visión particular de un hecho. De lo dicho se infiere la presencia hegemónica de ciertas fuentes en detrimento de otras.

De acuerdo con lo anterior, podría decirse entonces que las representaciones transmitidas por los medios de comunicación gracias a sus productos comunicativos se convierten en un factor importante para que un individuo acceda a realidades que no le son cercanas. Esto implica, en primer lugar, el reconocimiento de un grado de poder de esos medios para incidir en la percepción que tienen los individuos sobre la realidad. En segundo lugar, que los medios de comunicación no son objetivos, sino que interpretan la realidad de acuerdo con una serie de marcos, tales como los intereses económicos, políticos y sociales de la organización mediática, las rutinas periodísticas de la misma o las características personales del periodista. Finalmente, revela que los marcos no están presentes solo en los medios de comunicación sino también en los individuos y en la realidad social en la que están inmersos.

En las últimas décadas la Teoría del Framing se ha convertido en una herramienta muy usada para el abordaje de investigaciones en el campo de la comunicación social. Sin embargo, no se puede hablar de la Teoría del Framing de una manera unívoca, dado que se puede abordar no solo desde distintas definiciones, tal como lo vimos anteriormente, sino desde distintos paradigmas. Al respecto, Sádaba (2001), citando a Entman y Scheufele, afirma que el framing es un paradigma fracturado porque los diferentes autores aportan delimitaciones y usos distintos del término. Entre tanto, D’Angelo (2002) propone incluir tres perspectivas paradigmáticas, llamadas cognitiva, constructiva y crítica, para proporcionar a los investigadores perspectivas específicas que les permitan examinar la interacción de los marcos mediáticos y la realidad individual o social. Así, en contra de los planteamientos de Entman (1993), D’Angelo sostiene que no debería haber un paradigma fragmentado para abordar la investigación desde la teoría de los marcos.

Según la clasificación que hacen Marín y Zamora (2014), retomando la perspectiva de estudio que plantea D’Angelo (2002), el paradigma cognitivo está orientado a explorar los efectos que producen los marcos en los comportamientos de los individuos. A pesar de que desde este paradigma existe una manifiesta preocupación por los efectos, no se asume que haya una relación directa entre un encuadre y el efecto que se genera en los individuos, dado que dicho efecto no es homogéneo para todos. El epicentro de este paradigma apunta a establecer de qué manera los frames provenientes de los medios alteran los esquemas mentales de los individuos y, gracias a esta alteración, influyen en su posición en relación con los asuntos de interés público. Chong y Duckman (2007) explican, por ejemplo, que existen múltiples marcos que compiten en un individuo para que este aborde la realidad. Desde su teoría del encuadre, los autores buscan identificar cuáles son los parámetros clave –individuales y contextuales– que determinan los marcos competidores que tiene mayor efecto sobre la opinión pública.

En segundo lugar, se puede hablar del paradigma crítico, que, como su nombre lo indica, se concibe desde la Teoría Crítica. Vale la pena recordar entonces que, según esta, “los medios juegan el mismo papel que la religión en Marx, son el nuevo opio del pueblo […] los hombres están abandonados a sí mismos, pero al perder sus raíces y sus comunidades de origen se vuelven extraños así mismos, ‘alienados’. Son entonces susceptibles de ser manipulados por las fuerzas que gobiernan a la sociedad, particularmente por los medios a los cuales están confrontados directamente” (Maigret, 2003, pp. 109-110). De acuerdo con el paradigma crítico, los frames propuestos por los medios de comunicación sirven a los intereses de las élites con el propósito de ejercer su hegemonía ideológica sobre la sociedad (Sábada, 2001). Así, Tuchman (1983) explica que los medios de comunicación dejan de lado su papel de mediadores y asumen la ideología y el discurso de las élites económicas y políticas como si fuese propio, con lo cual la visión de mundo de esas élites es la que se impone en dichos medios y, por ende, la que se transmite a las audiencias.

El tercer paradigma se denomina construccionista, y explica a los frames que proporcionan los medios de comunicación como herramientas que contribuyen a que un individuo pueda interpretar la realidad. Desde el construccionismo se supone que un individuo lee los marcos de los medios desde su experiencia, sus creencias personales, las conversaciones con otros ciudadanos, sus prejuicios, etc.

Con esta perspectiva, Gramson y Modigliani (1987) definieron conceptualmente los marcos mediáticos como ideas organizadoras centrales o líneas argumentales que proporcionan significado a un despliegue de eventos. El marco, en este caso, sugiere cuál es la controversia sobre la esencia de una cuestión. Tuchman (1978) presenta una definición afín para los marcos de los medios de comunicación cuando expresa que organizan la realidad cotidiana y constituyen un elemento esencial de esa realidad. Para Gitlin (1980), los marcos de los medios de comunicación también sirven como rutinas de trabajo que permiten a los periodistas identificar y clasificar rápidamente la información y organizarla para hacer la transmisión eficiente a sus audiencias.

REFERENCIAS

BATESON, G. (2006). Una unidad sagrada. Pasos ulteriores hacia una ecología de la mente, Barcelona.

CHIHU AMPARÁN, A. (2000). “El análisis cultural de los movimientos sociales”, en Sociológica, vol. 15, n.º 42. Recuperado el 3 de abril de 2017 de: http://dcsh.izt.uam.mx/labs/comunicacionpolitica/Publicaciones/MovimientosSociales/Chihu2000a.pdf

CHONG, D. y DRUCKMAN, J. N. (2007). “A Theory of Framing and opinion formation in competitive elite environments”, en Journal of Communication, 57, 99-118.

D’ANGELO, P. (2002). “News framing as a multiparadigmatic research program: a response to Entman”, en Journal of Comunication, vol. 52, n.º 4, 870-888.

DELGADO SALAZAR, R. (2007). “Los marcos de acción colectiva y sus implicaciones culturales en la construcción de ciudadanía”, en Universitas Humanística, vol. 64, n.º 64. Recuperado el 8 de agosto de 2017 de: http://revistas.javeriana.edu.co/index.php/univhumanistica/article/view/2165

GAMSON, W. A. y MODIGLIANI, A. (1987). “The changing culture of affirmative action”, en R. G. Braungart y M. M. Braungart (eds.), Research in political sociology, Greenwich.

GAMSON, W. y MODIGLIANI, A. (1989). “Media discourse and public opinion on nuclear power: a constructionist approach”, en The American Journal of Sociology, 95(1), 1-37.

GITLIN, T. (1980). The whole world in watching: mass media in the making unmaking of the New Left, Berkeley, University of California Press.

IYENGAR, S. y KINDER, D. R. (1987). News that matters. Television and american opinion, University of Chicago Press.

LARAÑA, E. (1999). La construcción de los movimientos sociales, Alianza Editorial, Madrid.

MAIGRET, É. (2003). Sociología de la comunicación y de los medios, Fondo de Cultura Económica, Bogotá.

MARÍN, J. A. y ZAMORA, R. (2014). “Aproximación integradora en la investigación sobre la teoría del framing desde su condición multiparadigmática”, en Anuario Electrónico de Estudios en Comunicación Social “Disertaciones”. Recuperado el 7 de febrero de 2018 de: http://erevistas.saber.ula.ve/index.php/Disertaciones/

MCADAM, D.; MCCARTHY, J. y ZALD, M. N. (eds.) (1999). Movimientos sociales, perspectivas comparadas: oportunidades políticas, Istmo, Madrid.

REESE, S. D.; GANDY, O. H. JR. y GRANT, A. E. (2001). Framing public life. Perspectives on media and our understanding of the social world, Routledge.

SÁBADA GARRAZA, M. T. (2001). “Origen, aplicación y límites de la “teoría del encuadre” (framing) en comunicación”, en Comunicación y Sociedad, vol. XIV, n.º 2.

SEMETKO, H. y VALKENBURG, P. (2000). “Framing European politics: a content analysis of press and television news”, en Journal of Communication, 50 (2), 93-109.

TUCHMAN, G. (1978). Making news: a study in the construction of reality, Free Press.

TUCHMAN, G. (1983). La producción de la noticia. Estudio sobre la construcción de la realidad, Gustavo Gili, Barcelona.

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO PRIMERO
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES COMO AGENTES DE PRODUCCIÓN. EL CASO DE LAS MARCHAS CAMPESINAS DE 2013
[1]

El presente capítulo muestra los resultados de la investigación “Los movimientos sociales como agentes de producción de significación. El caso de las marchas campesinas en Colombia (2013)”. La investigación buscó responder a las siguientes preguntas: ¿de dónde viene la tradición del movimiento campesino en Colombia?, ¿cuáles fueron las motivaciones que tuvieron los campesinos para movilizarse en 2013?, ¿cómo se organizaron los campesinos desde lo local y desde lo nacional?; ¿qué repertorios de acción utilizaron?, ¿con qué fin?

Dichas preguntas se enfrentaron con base en la Teoría de Marcos de Significado de la Acción Colectiva, correspondiente al enfoque de Análisis Cultural de los Movimientos Sociales. El corpus de la investigación está compuesto por ocho entrevistas, así: cuatro entrevistas semiestructuradas a líderes campesinos, indígenas y afro que se movilizaron con ocasión de las marchas; dos entrevistas a expertos en movilización campesina; una entrevista a un experto en el problema de la tierra en Colombia, y una entrevista a un senador de la República que proviene de organizaciones campesinas de la región del Catatumbo2.

ANTECEDENTES

En 2013 confluyeron múltiples protestas en el país relacionadas con el agro. Inicialmente, se presentaron en la región del Catatumbo, al nororiente del país, una zona azotada durante décadas por la violencia de grupos armados al margen de la ley como la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN) y los grupos paramilitares. Luego de 53 días de confrontación, mientras en otros departamentos del país las marchas aumentaban en fuerza y participantes, las directivas de este paro se sentaron a negociar con el Gobierno Nacional y firmaron un pliego de 14 puntos entre los cuales se hallaban: la declaración inmediata de la Zona de Reserva del Catatumbo; la definición de la ruta de financiación y el inicio de la ejecución de los proyectos prioritarios del Plan de Desarrollo Sostenible de la Zona de Reserva Campesina3; la suspensión inmediata e indefinida de la erradicación forzosa de los cultivos de coca, con la ejecución de un programa de sustitución gradual y concertada de los cultivos de uso ilícito; subsidios de $1.500.000 (cerca de 500 dólares) por cultivador para mitigar la crisis alimentaria producida por la erradicación forzada de los cultivos de coca; obras de infraestructura vial para la zona; suspensión de las políticas y planes minero-energéticos en la región del Catatumbo, y el respeto, protección y promoción de los derechos humanos.

Fue así como la firma de acuerdos y el reconocimiento de la fuerza política y social del movimiento campesino –que en un principio fue negada por el Gobierno Nacional– lograron frenar la movilización campesina a finales de 2013. Sin embargo, menos de un año después, en marzo de 2014, los miembros de las mesas de negociación se movilizaron de nuevo con el argumento de que el Gobierno no había cumplido los acuerdos. En 2014 se repitieron las movilizaciones, con un carácter nacional, pero esta vez, además de las organizaciones campesinas, confluyeron movimientos de negritudes e indígenas que finalmente constituyeron la Cumbre Agraria, Étnica, Campesina y Popular4.

Como fruto de esta Cumbre se instaló la Mesa Única de Negociación con el Gobierno Nacional, centrada en tres grandes temas: la economía propia, que significa la protección de la economía campesina, indígena y negra frente a las políticas agroindustriales propuestas por el Gobierno Nacional; la explotación minero-energética como factor nocivo para el desarrollo del campo; y la sustitución de los cultivos de coca, marihuana y amapola como alternativa para los agricultores de varias zonas del país. Mediante el Decreto 870 del 2014, el Gobierno Nacional reconoció a la Cumbre como interlocutor válido para las políticas agrarias, y en virtud del mismo decreto se reconoció a la Mesa Única Nacional de Negociación.

CARACTERIZACIÓN DEL CAMPESINADO COLOMBIANO

Mauricio Archila Neira (2011) advierte la complejidad que es ineludible enfrentar a la hora de caracterizar el movimiento campesino, debido principalmente a dos elementos: el primero, la heterogeneidad en términos de clase –contrario a lo que sucede con el movimiento obrero–, dado que está compuesto por actores de diferente condición socio-económica, como jornaleros, colonos y campesinos medios, entre otros; y el segundo, las transformaciones que se han dado con ocasión del desarrollo mismo de sus luchas. En cuanto al primer punto, el autor aporta una valiosa definición a partir de la cual sustentamos este trabajo al momento de pensar el campesinado como colectivo sujeto de estudio: “el campesinado está conformado por todos aquellos trabajadores rurales cuya reproducción proviene fundamentalmente de su trabajo directo de la tierra”. En cuanto al segundo, Archila propone como ejemplo las serias diferencias entre las invasiones de tierras de los años veinte y el alto componente cívico de las movilizaciones de los ochenta que pueden hacer pensar en movimientos campesinos en plural.