Miremont, Gabriel
Pensar y hacer museos : museografía práctica / Gabriel Miremont ; prefacio de Juan Besse. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Miño y Dávila, 2019.
120 p. ; 22.5 x 14.5 cm.
ISBN 978-950-9467-96-5
1. Capacitación Museográfica. 2. Curaduría. 3. Museología. I. Besse, Juan , prolog. II. Título.
CDD 060

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Instituto Moreira Salles, Río de Janeiro, Brasil.
Exposición temporal: Letizia Battaglia/Palermo.

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Prefacio

 

MUSEOS,
MUSEOLOGÍAS,
MUSEOGRAFÍAS:
tensiones y atenciones
sudamericanas

...desde chico, soñaba con poder conservar todos los objetos del mundo en exhibición en sus estantes y bibliotecas. Se negaba a aceptar su ausencia, o siquiera la posibilidad de una pieza faltante. El orden emanaba de Noé en triángulos azules, y a medida que la pura furia de sus clasificaciones se alzaba alrededor de él, tragándose su vida, los demás, que se ahogaban, empezaron a llamarlas olas, todo un mundo de ellas.

Anne Carson, Charla breve sobre la colección total

En el libro que acompañan estas palabras, Gabriel Miremont emprende el trabajo de pensar –y proponer– qué hacer con las olas, qué hacen los museos con ellas, o cómo, algunas veces, las olas decantan en museos, en exposiciones o se alinean en pequeñas muestras sucedáneos del museo, museos portátiles. De muy distintas maneras, la escritura de Pensar y hacer museos: museografía práctica muestra la estrecha relación entre el para qué, el por qué hacer así lo que se hace y el cómo hacer, allí donde, por una parte, el malestar en la práctica, y por otra, una inquietud de saber, mueven la cosa museológica.

Un libro siempre remite a otros libros.1 El libro de Miremont es una guía pero también un gesto que se propone intervenir en la modorra, o en la ilusión, con que muchas veces se trata a los entes museológicos (los museos, las colecciones, los guiones, las estrategias museográficas, los diseños expográficos, etc.). Es sabido que las innovaciones curatoriales, las derivas performativas de las artes combinadas en acto, las reflexiones de diseñadores gráficos, de sonido u otras profesiones afines han instilado nuevos dinamismos al quehacer museológico, pero esos saberes, el de la curaduría como el de otras profesiones, son solo una parte de un dispositivo más complejo, más extenso, que hace al objeto mismo de la museología. Un objeto que no es autoevidente, ni es razonable pensarlo de ese modo, transparente y sin enigmas, sino que requiere entroncar las tradiciones museológicas del pasado con las nuevas inscripciones simbólicas e imaginarias de la institución museo y sus variantes culturales como el paisaje museado o la muestra ínfima en el recodo de un banco.

El itinerario del libro, esa puntuación incesante entre consideraciones prácticas, indicaciones técnicas y enlaces a tópicos teóricos fundamentales –entramados en la escritura del autor o desplegados en epígrafes–, abre camino para pensar el estatuto y la lógica de elaboración del objeto museológico que, en tanto objeto disciplinar y profesional, no puede ser pensado mientras no se intente escribir el objeto de la museología de un modo menos académico y más vinculado al colectivo de trabajo multidisciplinar con el que el museólogo interactúa. Por decirlo, en términos paródicos del pensamiento de Heidegger, la Museología pareciera haber extraviado una parte de su ser y se encuentra peligrosamente reducida, como práctica profesional, y como saber, a un discurso sobre sus entes.

En otro punto sustancial, Lewkowicz y Sztulwark se detienen en algo que compromete a la arquitectura de un modo muy pertinente para la museología que el libro de Miremont escruta mediante sugerencias e indicaciones surgidas a la luz de una experiencia de trabajo y no a través del cristal de teoricismos extraterritoriales a la labor museográfica. En la actual coyuntura:

…el discurso arquitectónico se despliega bajo tres condiciones: el fin de la arquitectura moderna, el vacío de la arquitectura contemporánea, y la invasión de ese vacío desde otros discursos que se ofrecen como detentando el sentido de esa práctica. (…) El punto de partida, entonces, es disciplinario. Pero un discurso disciplinario no significa un discurso monopolizado por los agentes del campo, porque una disciplina no incluye sólo a sus agentes autorizados sino también y sobre todo a sus usuarios, sus destinatarios, sus objetos. Y en el caso de la Arquitectura, a sus conciudadanos y sus clientes. Un discurso propio de la disciplina es también un discurso destinado a aquellos que en relación con la Arquitectura requieran de condiciones para la recepción de la obra y del pensamiento propio de la Arquitectura.2

Así, si retomamos esa intervención incisiva, no sería aventurado decir que con tradiciones epistémicas menos profusas, y más recientes, con recursos conceptuales menos desarrollados o con menos visibilidad que los de la Arquitectura, las categorías de la Museología disciplinar elaboradas a la luz de las prácticas museográficas han sido renuentes a alojar esas experiencias de trabajo y convertirlas en teorizaciones museológicas que vayan dando lugar a un campo epistémico menos atado a lo que otras disciplinas –desde la historiografía hasta la sociología, desde la historia y la crítica del arte hasta los estudios sobre políticas públicas concernidos por la gestión cultural– tienen para decir sobre la museología.

Así las cosas, es como si la museografía estuviera delante de la museo­logía –como se dice que la escritura va adelante del autor– y en ese desacoplamiento entre la práctica museográfica y la Museología –como disciplina epistemológicamente fundada– en vez de dar lugar a una distancia enriquecedora se produjera un corte que dificulta, cuando no impide, el trabajo de reapropiarse epistémicamente de sus propios logros. O como si la Museología viviera de una voz prestada que no logra expresar los matices de su configuración singular de sí. Esa voz desacoplada no habla sólo del agotamiento de los recursos tradicionales de la Museología sino que, por el contrario, es la oportunidad para pensar desde esas tradiciones, con esas tradiciones y contra esas tradiciones propias en qué consiste hoy hacer museos y qué tiene la museología para decir que dé que pensar.

De modo tal que en esa inercia lo instituido, sea cual fuere, la Museología consagrada mediante sus tradiciones hegemónicas (por no decir imperialistas), o las tradiciones más progresistas que se piensan como su relevo pero que no hacen otra cosa que complementar el canon museológico instituido, se revela, siempre, insuficiente. Y es esa vacilación que emerge de la insuficiencia
–no por vacilante por eso desinformada de inspiraciones, influjos, incidencias, provocaciones teóricas de otros campos de saber y de otras profesiones– que quienes hacen museos, y los hacen desde la formación museológica, van buscando, y encontrando, la voz singular que se distancie de esa confianza en el hacer desacoplada del pensar desde y en la disciplina. Una paráfrasis de la lucidez del viejo Kant hecha luz sobre el asunto. Bourdieu la retoma para su propio quehacer, el de la investigación social, y dice que la teoría sin investigación está vacía y la investigación sin teoría está ciega. En el libro es como si Miremont hiciera suya esa saga, muchas veces soslayada –cuando no olvidada– y escribiera con sus fraseos algo así como que la museología sin museografía está vacía y la museografía sin museología está ciega. Y esto porque en el interior del saber museológico como saber a aplicar mediante una práctica museográfica, el libro se hermana con esa perspectiva intelectual en la que Kant pareciera robustecer la idea de que el carácter general de una teoría, si existiera algo así como una teoría general museológica, no la hace una teoría completa o global sino que, por el contrario, dicho carácter colabora en su descompletamiento, por ejemplo, cuando afirma que

…aunque la teoría puede ser todo lo completa que se quiera, se exige también entre la teoría y la práctica un miembro intermediario que haga de enlace y el pasaje de la una a la otra; pues al concepto del entendimiento que contiene la regla se tiene que añadir un acto de la facultad de juzgar por el que el práctico diferencia si el caso cae o no bajo la regla.3

Este me hizo pensar en plus, libro de Ignacio Lewkowicz y Pablo Sztulwark, uno de esos escritos que dan mucho qué pensar. Lewkowicz y Sztulwark proponen un pasaje por el estatuto actual de la Arquitectura –en tanto disciplina– y lo hacen mediante el abordaje de un cierto de la misma, cuya manifestación más desgarradora consiste en que la práctica de la arquitectura hoy se encuentra parcialmente desacoplada de ese saber llamado Arquitectura. En resumen, la arquitectura pero los lazos de ese hacer con la Arquitectura como saber que se distancia de sí mismo para poder conocer qué hace y como espacio epistémico –que no solo conoce si no que se piensa a sí mismo– estarían cansados cuando no depauperados; Lewkowicz, Ignacio y Pablo Sztulwark (2003) plus, Buenos Aires, Kliczkowski.

2 Lewkowicz, Ignacio y Pablo Sztulwark (2003), pp. 45 y 47-48.

3 Kant, Immanuel (2003) [1793] Teoría y praxis (Sobre el refrán: eso puede ser correcto para la teoría pero no sirve para la práctica), Buenos Aires, Leviatán, pp. 9-10.