GuiaBurros Libre mercado

Sobre los autores

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Josu Imanol Delgado y Ugarte es economista y doctor en Administración de Empresas y Finanzas. Máster en Business Administration y Máster en Finanzas. Medalla de Oro Europea al Mérito en el Trabajo y Estrella de Oro a la Excelencia Profesional, ha ampliado su formación en universidades americanas de primer nivel en áreas de Finanzas y Estrategia Empresarial. En el año 2011 realizó una descripción del modo de salir de la crisis económica que padecía España. En el año 2014 señaló que, a causa de la desigualdad y el maquinismo, el crecimiento económico se vería negativamente afectado; en enero del año 2016, en el Foro Económico Mundial de Davos, señalaron estas causas como peligros para la economía mundial. Es autor de otros diecinueve libros más sobre Finanzas, Economía y Administración de Empresas. Ha publicado más de cien artículos de opinión en la más prestigiosa prensa especializada y general. En el año 2016 fue candidato al premio de investigación social realizada de la Fundación para el fomento de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada (FOESSA). También en el año 2017, fue candidato al Premio Rey Jaime I de Economía. Actualmente es Consultor Económico de inversiones, estrategia, reingeniería y cultura empresarial.

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José Antonio Puglisi, nacido en Venezuela, es un periodista formado en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). A lo largo de su trayectoria profesional se especializó en el periodismo económico y financiero, lo que le ha llevado a trabajar con medios de comunicación especializados en varios países del mundo. Con un Máster en Periodismos por la CEU Universidad San Pablo y El Mundo, así como un diplomado superior en Periodismo y Derechos Humanos, ha dedicado sus esfuerzos al periodismo de investigación. Ha sido galardonado con el premio Yo Soy Venezolano, mención Comunicador del Año 2013; y con el Premio Municipal de Periodismo José “Chepino” Gerbasi, mención Reportaje.

A lo largo de su trayectoria profesional, ha trabajado en reconocidos medios de comunicación económicos, como son Expansión, Wall Street International, IberoEconomía, Revista Dinero y Diario El Emprendedor. Asimismo, ha sido el corresponsal en Madrid de los diarios venezolanos Informe21 y Diario de Caracas.

También ha sido una de las firmas del libro de crónicas Desvelos y Devociones, el pulso y alma de la crónica en Venezuela 2008-2009, publicado por la Fundación Bigott; y del microrrelato ‘Una vida entre titulares’, en el libro ‘Periodismo en España, relatos para periodistas venezolanos’, publicado por Venezuelan Press en 2016.

Agradecimientos

A mis padres, por todo el amor, enseñanzas y apoyo que me dieron durante el tiempo que estuvieron a mi lado. A mi esposa, Imanol y Matxalen. Además, la hago extensiva también a todas aquellas personas que me han brindado su ayuda a lo largo de mi vida. Semper gratias ago.

JOSU IMANOL DELGADO Y UGARTE

A mi madre, por ser el espacio donde encontrar la paz en los momentos de tormenta. A mi padre, por contar con la palabra precisa en el momento idóneo. A mis hermanas y la pequeña ‘torbellino’ que danza constantemente en mi mente. A las equivocaciones, por llevarme hasta el camino correcto y a una pingüino que cada día me sigue demostrando que es lo mejor del Ártico.

JOSÉ ANTONIO PUGLISI

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Introducción

El libre mercado se encuentra íntimamente ligado al proteccionismo. El libre mercado propone que el Estado se inmiscuya lo más mínimamente posible en los hechos económicos, y que sea el propio mercado el que equilibre la oferta y la demanda. Y el proteccionismo es una injerencia manifiesta en este sentido por parte del Estado al realizar, por su parte, disposiciones de medidas coercitivas para inferir al mercado acciones que distorsionan esa oferta y demanda.

Aunque se debe decir que hay que reconocer que países con un claro pensamiento liberal económico, paradójicamente, son los que cuando deben proteger sus industrias propugnan medidas proteccionistas para ellas, por lo que se podría llegar a dudar de que realmente, se desee el libre mercado.

Francamente, pienso que una industria de cualquier tipo, salvo que sea considerada estratégica para los intereses del país, si debe ser protegida de una manera constante en el tiempo para que pueda llegar a sobrevivir, sería mejor asignar esos recursos a otra industria, en la que sea posible que se pueda llegar a competir en esos mercados de una manera sostenible y que así se pueda poseer una Economía más eficiente. Y dicho esto, debo decir sin ambages que, realmente, lo que se puede entender como libre mercado, resulta ser nada más que una entelequia que ha venido fascinando ilusoriamente a muchos y ha permitido que exista, entorno a ello, demasiada literatura para sostener unos intereses. Los que verdaderamente están liderando todo, no está claro que tengan un objetivo que contenga esa premisa. Además se debe señalar que un libre mercado es realmente una utopía pues nunca podrá llegar a existir en la práctica. A muchos que lean esta afirmación les resultará bastante duro el poder asimilarla, pero tan solo deben pensar en el efecto distorsionador que tiene en cuanto a la oferta y demanda, de algo que convive siempre y desde siempre. Ese algo son los impuestos. Y obviamente esto se trata de un factor absolutamente ineludible para todos y que puede llegar a ocasionar que cualquier bien o servicio, pueda no ser tan interesante para sus demandantes, dentro del propio país como, por supuesto, también en lo relativo a lo que se entiende como demanda exterior. Por consiguiente, mientras sigan existiendo tasas impositivas, todo indica que esta situación va a seguir existiendo y, en la práctica, lo que se puede llegar a entender como libre mercado es tan solo un mito.

Por otra parte, en relación con el Estado del bienestar, se debe reconocer que a todo el mundo le gusta que cuando se haga mayor, sea atendido, que cuando se pueda quedar sin empleo, lo sea también, así como que tenga la posibilidad de acceder a cuidados sanitarios y a la educación, en caso de no poder hacerlo por sus propios medios. Por esto creo, sincera y firmemente, que la mejor manera de que un Gobierno pueda construir un modelo económico para que la ciudadanía pueda encontrarse en una buena situación en múltiples aspectos, es sin duda alguna, el Estado del bienestar. Cualquier sociedad será más factible cuantos más agentes económicos puedan encontrarse en una buena situación para que así sea posible aportar lo máximo para poder lograr un desarrollo económico más adecuado.

Josu Imanol Delgado y Ugarte

Libre mercado vs proteccionismo

Existe, sin ningún género de duda, una gran controversia ––además bastante áspera–– entre los defensores del libre mercado y sus detractores, que propugnan la existencia de un proteccionismo de las empresas y los productos locales frente a los competidores extranjeros.

El proteccionismo ha sido tradicionalmente relacionado con la economía de guerra. Es una de las estrategias gubernamentales para proteger la producción nacional y evitar, con un reforzamiento de los controles de la importación, la caída de su precio y valor. La forma más clara de explicarla fue la utilizada por el decimosexto presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln: “Yo no sé gran cosa de aranceles. Lo que sí sé es que cuando compro una chaqueta de Inglaterra, yo me quedo con la chaqueta e Inglaterra con el dinero, mientras que si la compro en Estados Unidos, yo me quedo con la chaqueta y Estados Unidos con el dinero”.

El uso del proteccionismo ha ido evolucionando desde 1865. No en vano, tuvo una gran popularidad durante los períodos de la Gran Guerra (1914-1918) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando los países involucrados en los conflictos bélicos emplearon un gran número de medidas para impulsar la solidez de su producción nacional. Curiosamente, el modelo no cambió tras la llegada de la paz. Al contrario, muchos de los países ahondaron en sus esfuerzos proteccionistas para impulsar el crecimiento y reconstrucción económica del país.

El economista sueco Bertil Ohlin explicó cómo los países beneficiarios del pago de las reparaciones de la Gran Guerra aumentaron considerablemente el proteccionismo de sus productos. Con el paso de los años, el proteccionismo volvería a ganar renombre con el auge de la Guerra Fría, donde se promovió masivamente el consumo de los productos nacionales por encima de los extranjeros, llevando a una férrea barrera en las relaciones del comercio bilateral que fue mermando con la caída del Muro de Berlín.

A pesar de no estar involucrados en grandes conflictos, las políticas proteccionistas han registrado un nuevo auge entre 2008 y 2014, especialmente promovido desde la Unión Europea. El bloque ha buscado llevar el modelo económico al siguiente nivel, por lo que ya no solo se protege la producción de una nación en particular, sino la de un grupo total de las mismas. Ahora bien, no son los únicos en apostar por esta tendencia.

Países como Rusia, India o Estados Unidos también han venido retomando la senda del proteccionismo, coincidiendo con una coyuntura en el crecimiento internacional que ha afectado, en mayor o menor medida, a todos los países del mundo. De ahí que, por ejemplo, sirviera de “escudo” para algunas de las economías emergentes de América Latina (Brasil y Argentina), así como de otras más consolidadas pero con altos riesgos de tropezar (Alemania, Reino Unidos e Italia).

El proteccionismo, como la economía misma, ha venido evolucionando para adaptarse a los nuevos tiempos. De ahí que sea fundamental preguntarse:

Las medidas proteccionistas que se han venido realizando tanto en economías de mercado como en economías planificadas, se vienen poniendo en práctica para favorecer determinadas industrias, preservándolas de la competencia derivada de competidores externos. Con probabilidad, las primeras medidas de este género habrán sido en tiempo de guerra, aunque hoy en día es evidente que son utilizadas sin tener la necesidad de mediar para ello guerra alguna.

El proteccionismo se ha visto vinculado históricamente con desajustes de la economía. Uno de los casos más evidentes ocurrió en Estados Unidos en 1930, con la implementación de la Ley Smoot-Hawley. La medida, propuesta por los senadores Reed Smoot y Willis C. Hawley, conllevó al incremento unilateral de los aranceles de los productos importados hasta en un 60 %, con la finalidad de paliar los efectos de la Gran Depresión (1929) y resguardar tanto los empleos como la actividad económica.

Si bien la Ley Smoot-Hawley obtuvo resultados positivos, especialmente en el sector de la agricultura, no fue sostenible por mucho tiempo. Estados Unidos llegó a unos niveles de “sobreproducción” que se convirtieron en una amenaza para la supervivencia de los granjeros del país norteamericano. Una situación que se agravó ante el déficit comercial agrícola que se registró en la época.

Algunos autores critican que el proteccionismo puede desembocar en la creación de una burbuja en sectores estratégicos y, por ende, en el desajuste de la macroeconomía, con un impacto directo en el poder adquisitivo de la población, una contracción del Producto Interior Bruto (PIB) y un incremento del Índice del Precio al Consumidor (IPC) o inflación. Sin embargo, no son los únicos riesgos a los que se enfrentan.

El incremento de los aranceles suele generar una reacción en cadena en el resto de países con los que existe un vínculo comercial, quienes también aumentarán sus tasas. En este sentido, se podrá entrar en una guerra comercial que frene los beneficios reportados a partir de las exportaciones.

La historia ha demostrado que otros de los riesgos que están sobre la mesa son la posible pérdida de presencia en los mercados internacionales, la generación de atraso tecnológico o el nacimiento de monopolios nacionales. Simultáneamente, podrá ocasionar que, ante la falta de competidores internacionales, las compañías reduzcan su competitividad y se acomoden en una zona de confort.

Un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) puntualiza que el proteccionismo sigue representando un riesgo clave para la economía mundial, que también podría tener un impacto negativo en la confianza y la inversión.

A pesar de los posibles efectos contraproducentes, son muchos los países que a lo largo de su historia y actualmente apuesta por una política proteccionista, siendo necesario saber si realmente:

Tiene sentido poner en práctica medidas proteccionistas en aquellas industrias recién nacidas en el país o región geográfica, para que una industria, posiblemente ya madura en otros lugares, no haga que se vea ahogada por la competencia nada más iniciarse. Además, también tiene sentido su práctica en industrias que son consideradas estratégicas, y por lo tanto necesarias para el buen funcionamiento de esa economía. Ahora bien, dicho esto, no se debe dejar de señalar que todas aquellas industrias que no tengan la necesidad de competir no entrarán en un proceso de mejora, y ello abocará a que dicha industria deje de ser competitiva, por lo que su productividad se verá mermada como consecuencia de que no existirá motivo alguno para poner en práctica todos los procesos de innovación necesarios para mejorar, y ello redundará, indefectiblemente en la obsolescencia. Los mercados más pequeños o en vías de desarrollo han encontrado en el proteccionismo un mecanismo de ‘blindaje’ ante la competitividad internacional. La política económica se emplea como una especie de barrera a las exportaciones para favorecer la producción nacional y poder aumentar la competitividad. Al mismo tiempo, ayuda en el equilibrio de la balanza comercial, reduciendo la dependencia de las importaciones y fomentando que se ofrezcan en el país todos los bienes y servicios necesarios para la población, e incluso para su comercialización en los mercados extranjeros.

Latinoamérica es considerado en uno de los epicentros de las políticas proteccionistas. No obstante, los rankings elaborados por Global Trade Alert, donde se mide cuáles son los países con en el mayor número de restricciones para hacer negocios, indican que no es una afirmación totalmente acertada. Por ejemplo, en su último informe se revela que Estados Unidos es el país del G20 que más medidas proteccionistas ha venido sumando a su economía desde 2008.

En la clasificación, el primer país latinoamericano en estar presente es Argentina, que se sitúa en la cuarta posición detrás de Estados Unidos (con unas 1200 políticas sumadas en los últimos 10 años), India (unas 750 políticas), y Rusia (unas 600 políticas). En este caso, el país sudamericano no llega a las 500 políticas proteccionistas, una marca que es aún menor en Brasil, en la sexta posición, o México, que está en el último puesto del G20 con solo un centenar de políticas implementadas.

Aunque el volumen alcanzado por Argentina y Brasil podría hacer pensar que es, quizás, una tendencia común en Sudamérica, los datos del Global Trade Alert apuntan en sentido contrario. Para el cierre de 2011, Argentina era el mercado más proteccionista de la región, con 120 medidas interpuestas, mientras que Brasil tenía 74. La diferencia con el tercer lugar es abismal, ya que Perú sólo había interpuesto 11, frente a las siete presentes en Venezuela y las seis de Colombia, quienes completaban el “top cinco”.

A pesar de la demostrada presencia del proteccionismo en las grandes economías de todos los continentes, su concepto aún parece intrínseco a los países en vías de desarrollo. Una tendencia que hace cuestionarse:

Es indudable que las economías de los países emergentes van a continuar adoptando medidas de protección para sus industrias. Tengo la impresión de que esta política económica no ha beneficiado realmente a algunos países en sus respectivas industrias, que se han visto afectadas por esas medidas. Naturalmente, no se puede generalizar, ya que hay que tener presente de qué industria y de qué país estamos hablando. Lógicamente, todas las industrias que tengan las características que se han señalado en la pregunta anterior habrán tenido un comportamiento similar al descrito, por lo que se deberá aplicar siempre cualquier medida de carácter proteccionista con sumo cuidado, y analizar antes las posibles consecuencias que se derivarán de ellas, pues algunas serán más perniciosas para las economías que los posibles beneficios que se puedan esperar que lleguen a ocasionar.