Cubierta

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446 de la República Argentina.

Sobre Melina Cueto

Vive en La Plata, provincia de Buenos Aires. Tiene 26 años, y está cursando la recta final de la carrera de Abogacía.

Su vocación por la escritura surgió desde temprana edad. Publicó su primer poemario Que Arda! No nos callamos más, de contenido totalmente feminista, camino que transita con muchísima pasión y que la ha marcado en cada ámbito de su vida.

Tan humana que duele es su segundo libro, un compendio de palabras que salen del corazón y llegan al alma.

Índice

A la gente que quiero, a las mujeres, a quienes hayan sufrido abuso, a quienes estén conviviendo con la violencia, a quienes acaban de tropezar y creen que no van a poder levantarse.

A quien lo lea.

Sobre este libro

¿Qué es la poesía? No sé si quiero definirla como lo hace el diccionario, porque despierta sentimientos tan fuertes en mí que una sola definición no alcanzaría para describirla en su totalidad.

Yo creo que la poesía es fuego, es miedo, es pasión, y también es dolor.

Me duelen mis cicatrices, las físicas y las emocionales, me duele lo que callé tanto tiempo y hoy, por fin, me animo a contar. Porque fue la poesía la que me arrimó un hombro, la que me hizo perder el miedo, la que me permitió ayudarme y la que me dio voz para gritar.

Sólo deseo que al leer este libro te quites todos tus miedos, todas tus inhibiciones y te permitas fluir. Que veas con mis ojos lo que quizás no quieras ver con los tuyos, que intentes ser libre, que abraces tus cicatrices y que no te de miedo mostrarlas. Pero, sobre todo, que te animes a alzar la voz. No temas, a partir de ahora comenzaremos a caminar juntos.

Melina Cueto

Vivencia

A veces son las pesadillas,

otras no.

A veces es el descontrol,

pero otras sólo es el dolor.

Me sacudo,

con fuerza,

para creer que no estoy sufriendo.

Me quiero desmentir

y hacerme creer que lo que viví

no fue tu embestir

duro y reseco

contra este hueco

que antes estaba lleno

con todo lo que no preví.

Que fue mi timidez

y no tu tozudez

lo que me convenció

de que lo que pasó, simplemente ocurrió.

Que fue mi culpa,

por decir que no,