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AUGUST Y JACK
NUNCA VIVIERON EN
EL MISMO MUNDO...

El rey de mimbre es un thriller psicológico que narra la lucha de dos amigos para evitar que uno de ellos llegue a un estado de locura absoluta.

Cuando August se entera de que su mejor amigo, Jack, muestra signos de desorden alucinatorio degenerativo, decide que está dispuesto a hacer cualquier cosa para ayudarlo. Las visiones muy vívidas de Jack toman la forma de un elaborado mundo de fantasía superpuesto al nuestro, un mundo gobernado por el Rey de mimbre. Mientras Jack los dirige en una búsqueda con el fin de cumplir una oscura profecía en este mundo paralelo, August comienza a cuestionarse qué es real y qué no lo es.

August y Jack luchan por mantenerse a flote mientras oscilan entre la fantasía y las emociones. Al final, cada uno deberá elegir su propia verdad.

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Este libro está dedicado a todos los chicos que llevan entre sus brazos más de lo que ellos pueden contener, pero que hacen su mejor esfuerzo para no dejar caer ni una sola cosa. Los veo y estoy orgullosa de ustedes por intentarlo.

1998

Tenían trece años la primera vez que se metieron en la fábrica de juguetes.

Era casi medianoche, afuera estaba helado y August estaba totalmente aterrado. Echó su cabello hacia atrás y se pegó a la espalda de Jack mientras él intentaba forzar la puerta.

–Vamos, vamos. Eres demasiado lento. Nos van a atrapar, tonto –murmuró.

Jack lo ignoró. August siempre se volvía mezquino cuando estaba asustado.

Luego de unos segundos más de observar a Jack mover la manija, August descartó ese método por completo y, en su lugar, simplemente arrojó un ladrillo por la ventana.

Ambos se sobresaltaron ante el sonido del vidrio al romperse y se internaron más en las sombras. Al no brotar policías de la nada para arrestarlos de inmediato, August volteó hacia Jack y le sonrió.

–Deja de presumir. ¿Una carrera adentro? –dijo Jack tras golpearlo en el brazo y sonreírle también.

–Gracias por hacernos entrar, August. No sé qué haría sin ti. Ah, por nada, Jack. Lo que sea por ti, princesa –respondió August en tono socarrón.

–¿Por qué eres tan cretino? Solo entra –respondió Jack y le dio un empujón.

Se metieron por la ventana rota y cayeron al suelo.

–¡Guau!

–¿Trajiste tu linterna?

–No, Jack. Te seguí en medio de la noche para entrar a un edificio abandonado sin una linterna.

–De veras, deja de actuar como una perra. ¿Qué pasa contigo?

–Estoy asustado. Siento como si estuviera atrapado contigo en una versión más aterradora de Un puente hacia Terabithia.

–No lo estás. Y debes dejar de leer esos libros. Ahora, dame tu linterna.

August se la entregó con desgano.

Jack la encendió y la luz tenue resaltó todos los huecos de su rostro.

–Oh sí. Ja ja ja, ¡guau! Sí, este debe ser el mejor sitio de toda la ciudad. Definitivamente regresaremos aquí en la mañana.

Y, a pesar de que la palabra de Jack era casi ley, August rezaba con fervor por que no regresaran allí nunca jamás.

2003

Era la tercera noche de August en el psiquiátrico y él ya había aprendido varias cosas:

1. La temperatura nunca era agradable. Jamás. Siempre hacía demasiado calor o demasiado frío.

2. Solo apenas la mitad de las reglas tenían lógica. La otra mitad de ellas parecían estar deliberadamente creadas para romperlas en forma accidental.

3. Se comía cuando te decían que lo hicieras y comías lo que te dijeran, o no comías en absoluto. (Y entonces eras castigado por eso también).

4. Nadie tenía verdaderas mantas.

5. Nadie tenía verdaderos amigos.

6. Era probablemente peor que la cárcel.

Su compañero de habitación le tenía terror y no le hablaba porque lo habían ingresado al hospital esposado, directamente desde la corte, y los asistentes no habían tenido la amabilidad de explicarles a todos que, en realidad, no era un asesino serial desquiciado.

No tenía permitido tener lápices o estar sin supervisión porque, por alguna extraña razón, estaba bajo prevención de suicidio. También le hacían usar un uniforme rojo, para diferenciarlo del resto de los pacientes, así era evidente que él era un paciente-prisionero especial. Como si el “desfile esposado y custodiado” no hubiera sido suficiente.

Y, lo peor de todo, nunca había deseado tanto un cigarrillo en su vida.

Pero haría frío en el infierno antes de que eso pasara. No le dan encendedores a un pirómano.

AUGUST

Probablemente hubiera podido salir con facilidad si no hubiera sido tan sarcástico.

Era solo que insistían en las preguntas más estúpidas. Saben cómo son los policías en las ciudades pequeñas. Era demasiado difícil contenerse.

–El incendio, ¿fue un accidente, hijo? –el oficial se veía cansado, como si esperara que August dijera que sí.

Pero, por supuesto, August no lo hizo. Solo entornó los ojos y dijo algo grosero. Luego lo metieron en la celda de inmediato, fue como si hubiera estado rogando para que lo hicieran.

Pero, francamente, estaba allí de pie, con combustible que se secaba en sus pantalones y con quemaduras de segundo grado en sus manos. Era una pérdida de tiempo para todos que intentara mentir.

JACK

Fue en mayor parte su culpa, por haberse dejado arrastrar a eso. Pero August suponía que, si podía culpar a alguien más por su situación actual, ese sería Jack.

Jack siempre había sido mandón; incluso cuando eran niños. Cuando se le ponía algo en mente, no dejaba mucho espacio para que se lo contradijera, y August se había acostumbrado a ello. Él no era un líder. No era natural para él. Lo entendía y lo aceptaba. Pero… a veces, es mejor tener control sobre tu propio destino.

Esa ocasión era una de esas veces.

Lo que era ser demasiado sutil, pensó August mientras probaba las correas en sus muñecas.

Además, se sentía algo mal quejándose demasiado. A Jack le estaba yendo diez mil veces peor que a él. El pobre chico ni siquiera podía ir afuera.

Pero –como todos los desastres en los que se habían metido a lo largo de la historia de su amistad– no había empezado todo mal. En verdad, las cosas eran bastante divertidas hasta el último momento, con todos los gritos, las llamas y las ambulancias.

MARCADOR DE LA
SECUNDARIA ROOSEVELT

No andaban juntos en la escuela, él y Jack. Estaban en niveles de popularidad estratosféricamente diferentes. Además, en general, esa clase de cosas tiene un sistema: los deportistas se juntan con los deportistas, los punks con los punks, los de la banda, góticos, estudiosos, agresivos, fumones, fiesteros, porristas, nuevos hippies, hípsters, chicos grunge, gamers, nerds literarios, verdaderos nerds, los de teatro, drogones. Pandilleros, “los populares” y esos chicos tímidos e inmaduros que se juntan en grupos extraños. Todos se quedan con lo que conocen.

Claro que había movimientos entre subgrupos, pero eran extraños.

Jack entraba en el grupo de los populares, solo en virtud de su habilidad en el deporte, mientras que August se encontraba entre los nerds literarios y los drogones, casi en la mitad del tótem. No era precisamente glamoroso, pero vender drogas para Daliah significaba que él era parte de un grupo de Proveedores de Servicios, importantes cabezas de la economía de la escuela secundaria, y que podía ganar un mes de “salario mínimo de trabajo medio tiempo” en una semana. Lo que era importante, porque de verdad necesitaba el dinero.

No presumía, pero su aspecto realmente ayudaba a no ser atrapado. August era terriblemente pulcro y organizado. Vestía ropa costosa y a la moda, para la que ahorraba meses para poder comprar, y era riguroso con la higiene personal. No le gustaba que las personas supieran que era pobre. Así que nunca estaba en la mira gracias a su evidente meticulosidad, su registro de antecedentes intachable y su perfecto cabello engominado hacia atrás.

LOBOS

En realidad, solo se veían dentro de la escuela durante los partidos. Su equipo de rugby no era el mejor, pero como era el único deporte competitivo en la ciudad, generalmente todos hacían mucho alboroto al respecto.

A August ni siquiera le gustaba el rugby, pero aun así asistía a todos los juegos. Jack era tremendamente atlético y ese año era primera línea, así que August no podía fingir que no le importaba. Nunca alentaba, porque eso requería demasiado esfuerzo. Pero asistía y eso parecía ser suficiente.

Después de los partidos, solían encontrarse en los vestuarios antes de ir en el maldito Camaro de Jack al campo, para revolcarse y jugar en el césped.

Luchar y correr. Esa clase de cosas.

Era una tradición. Hacía que no verse durante el día estuviera bien. Hacía que valiera la pena que la gente no supiera que ellos se conocían el uno al otro mejor de lo que nadie podía conocer a una persona, realmente. Estaban tan lejos en la escala social que no tendría sentido para la gente que comenzaran a andar juntos abiertamente. Sería un espectáculo y a August no le gustaban los espectáculos. Algunas cosas tienen que ser privadas.

CARRIE-ANNE

Jack era apuesto. Un poco más bajo que August, pero no mucho. Tenía rostro anguloso, mirada despierta y normalmente usaba el cabello rapado, aunque le había crecido por ese entonces. Tenía esa combinación de cabello rubio y ojos grises, por la que la gente enloquecía. También era fuerte y atlético. Eso no significaba mucho para August, pero había escuchado a las chicas hablando en los corredores.

A diferencia de August, Jack era popular, y obviamente tenía una novia. Su nombre era Carrie-Anne: rubia platino, con botas UGG, rasgos nórdicos, estilo prepster y calificaciones perfectas.

August la aborrecía.

Podría haber escrito sonetos acerca de sus labios carnosos, su cabello dorado, su piel de porcelana y su melodiosa voz. No porque admirara esas cualidades en lo más mínimo –no podría haberle importado menos su aspecto–, sino porque tenía que estar constantemente escuchando a Jack hablar de ella con ojos chispeantes.

No es que a August no le gustaran las chicas.

Es solo que no le gustaba ella.

LA SEÑORA BATEMAN

La madre de August era especial.

Era una madre de interior que nunca salía, salvo en casos de emergencia. Pero aun así, August la amaba.

Sufría una Gran Gran Depresión que manejaba tomando píldoras, durmiendo y mirando programas de televisión. Todo era difícil para ella. Levantarse era difícil, vestirse era difícil. Algunas veces, comer o hasta sentarse era demasiado duro.

Todo era una experiencia de aprendizaje. Y, por suerte para él, para cuando sus padres se divorciaron y la Gran Depresión llegó de visita, ya tenía edad suficiente para usar la cocina y encargarse de la limpieza por sí mismo. Llegó a ser bueno en ello.

Luego, cuando los padres de Jack comenzaron a viajar demasiado por trabajo, August se encontró listo para responsabilizarse de Jack también. No era una carga, porque estaba acostumbrado a eso y porque estaba preparado.

Algunas veces, en especial mientras cocinaba, sentía que tal vez la Gran Gran Depresión se había llevado a su mamá para que él pudiera ocuparse de Jack. Como si el miedo y la depresión que la ahogaban hasta inmovilizarla, lo hubieran preparado para que, tres años atrás, cuando Jack llegó a su casa y admitió que no había visto a su propia madre en semanas, August estuviera listo para invitarlo a sentarse y cocinarle una sopa.

Era un pensamiento egoísta.

Lo apartaba de su mente siempre que podía.

LA OTRA MUJER

Jack arrojó su mochila al suelo y se desplomó sobre la cama de August, sobresaltándolo.

–¿Qué quieeeereees?

–Conocí a una chica hoy, August. Una chica que creo que te gustará.

August abrió solo un ojo de color café y lo volvió a cerrar. Su cabello negro estaba revuelto, como si hubiera estado rodando con violencia colina abajo. Frotó su rostro y suspiró ruidosamente.

–No seas así. Ya casi la conoces. Se graduó el año pasado.

–¿Cuál esh shu nombre?

–Rina Medina. Yo estaba en la biblioteca y ella necesitaba pedir unos libros, pero se había olvidado su carnet y parecía estar en apuros. Así que le presté el mío. Pensé que nos daría una buena razón para volver a verla.

August abrió ambos ojos con el único propósito de lanzarle a Jack una mirada burlona.

–Tienes que dejar de hablar con extraños.

–Ella no es una extraña. Solo es mayor, se graduó hace dos años. Además, tú y yo sabemos que eso no aplica a personas que rondan nuestra edad. Y nos invitó a un recital de poesía, al que iremos.

–Ni siquiera te gusta la poesía –August podía sentir cómo un dolor de cabeza comenzaba a pasarle factura.

–Claro, por supuesto que no me gusta. Es condenadamente aburrida. Pero a ti, sí. Juro que ella te gustará. Solo ponte algo de ropa, saldremos a las ocho.

RINA MEDINA,
REINA DEL DESIERTO

Estaba atestado y oscuro.

A August lo habían empujado tan cerca de Jack que tenía la cabeza prácticamente descansando sobre su hombro. Rodeó su cuello con el brazo, para que la situación pareciera más intencional, en lugar de seguir respirando en su cuello con incomodidad.

Los primeros dos poetas estuvieron bien. Pero era el tipo de poesía que es demasiado personal y que eventualmente acaba en gritos. El tipo de poesía que a él no le gustaba.

–Esa es ella –murmuró Jack a un costado de su rostro.

August estiró su cuello para verla.

Era algo pequeña, india o pakistaní, llevaba un vestido brillante, pequeños broches rosados en el cabello y tacones dorados. Tenía cejas oscuras y gruesas, que hacían que mirar su rostro se sintiera como mirar dentro de una tormenta. Y, definitivamente, llevaba demasiado maquillaje, pero aplicado con mano experta.

–Hola a todos, soy Rina Medina y leeré mi poema “Generador de palabras aleatorias #17”1

blusness knocle nextboarted naurnel,
scouslaved rassly shagion waille
hanling buckspoods seaged violities,
grapprose lerankers dinessed ressiations
visuseelling astelly concticing extrine
manonloccut leeses, bravon gistertnes
repulatauting mysteerly thumspine Valeen.

»Gracias.

En todo el café, se escucharon murmullos de confusión y aplausos desanimados mientras ella bajaba con lentitud del escenario, balanceándose peligrosamente sobre los stilettos.

Jack volteó para sonreírle a August.

–Cierra la boca. Tienes razón, Jack. Ella es totalmente genial. Pero cierra la boca.


1 Para ver más poesía del Generador de palabras aleatorias, visite:

http://randomwordgeneratorinput.tumblr.com.

ROSÉ

Rina se abrió paso entre la multitud.

–Jack, de la biblioteca –revolvió dentro de su enorme bolso rojo por un momento–. Tengo tu carnet –dijo al entregárselo. Jack lo guardó en su bolsillo.

–Muchas gracias. En verdad disfruté…

–Tu poema fue genial –soltó August, como si no tuviera control de su boca en absoluto y luego presionó sus gruesos labios con fuerza.

–Es un poco abstracto para esta audiencia –admitió Rina encogiéndose de hombros–. He estado intentando cosas nuevas, ¿sabes? En verdad no les agrado aquí…

Dijo algunas cosas más, pero August estaba demasiado ocupado observando los espesos brillos sobre sus párpados. ¿Qué pasaría si algo de eso se metiera en tus ojos? Algo terrible, sin dudas.

–¿Pueden ir a otro lado si tienen que hablar? Hay una presentación que se está desarrollando.

El mesero y la mitad de la gente en el lugar, incluida la persona sobre el escenario, estaban mirándolos.

–Sí, seguro. Eso sería mejor –respondió Rina. Volvió a dirigirse a Jack–. Gracias por el carnet. Nos veremos, jamás, probablemente. Fue un placer.

Giró sobre sus tacones y desapareció antes de que August pudiera siquiera decir “Fue un placer conocerte”.

–Ella es perfecta –dijo Jack mientras conducían a casa más tarde esa noche–. Incluso es malvada, justo como te gustan.

–No me gustan las chicas malas, Jack –August apoyó la cabeza en el asiento del auto y cerró los ojos.

–Te gusta Gordie –comentó Jack con énfasis.

August no pudo pensar en ningún buen contraargumento, así que simplemente se echó a dormir.

MARTES

La clase de gimnasia consistía en correr, más que nada. Su maestro no estaba particularmente interesado en esforzarse por que tuvieran una experiencia de educación física integral.

Solo corrían alrededor del gimnasio mientras él permanecía sentado en una silla plegable en el medio, con su silbato listo para asustar a cualquiera que estuviera caminando.

–¿Cómo has estado, vaquero espacial? –Gordie apareció por la izquierda de August y se puso a su ritmo.

–Satisfactoriamente, ¿y tú?

–Mejor. Rompí con Jordan.

August echó la cabeza hacia atrás en un gesto dramático y suspiró:

–Al fiiiiiiiiiiin. ¿Era el deportista con greñas?

–Cierra la boca, no tenía greñas. Solo tenía el cabello un poco largo atrás.

–Como sea –jadeó August–. Puedes tener algo mejor.

Tuve algo mejor –dijo Gordie mirándolo de arriba abajo.

–Extraordinariamente… directo… para las ocho… de la mañana –comentó agitado–. Pero… tomaré… lo que… pueda.

–Tal vez, si no fumaras tanto, correr te sería más fácil –bufó Gordie.

–Sí, sí, sí –se sonrieron el uno al otro.

Ella lo golpeó en el brazo.

RATM

Ella era su chica preferida.

Antes de que Gordie se cambiara a su escuela, todas las personas que August conocía habían aceptado el destino aburrido de su pequeño pueblo y estaban resignadas a merodear por el bosque, por el campo o bajo las tribunas de la escuela. Luego, un día, ella los arrastró a él, a Alex y a los gemelos a unos kilómetros, a un pueblo mejor, uno que ni siquiera ellos sabían que existía. Hasta encontraron una tienda que vendía cigarrillos a menores; lo que fue una de las cosas más destacables de su primer año.

August había salido con ella ese año, pero pasó la mayor parte del tiempo jugando a ser golpeado por ella (violentamente), más que nada. Funcionaban mejor como amigos, en opinión de August. Por esos días, la acompañaba a conciertos.

Cosas ásperas, llenas de gritos, saltos y furia.

Realmente era un escenario más del estilo de ella que de él. Gordie se sumergía allí, con pintura de guerra en su rostro, mientras August solo se quedaba apoyado contra una pared observando o escuchando, con los ojos cerrados.

Más tarde él la llevaba a tomar helado y a comer tacos. Luego se separaban y él regresaba a casa, a su cama vacía.

Esas noches soñaba con tatuajes, piercings y muslos cálidos, e intentaba decidir si valía la pena renunciar a ellos solo para evitar los golpes.

ATASCO

Normalmente August almorzaba con Alexandria von Fredriech, Gordie y los gemelos.

Alex era brillante. Era extremadamente condescendiente, pero también buena si necesitaban un consejo útil o alguien que criticase sus trabajos. Era baja, robusta y llena de pecas. Gordie era una riot grrrl, con su cabeza rapada, borceguíes y tiradores. Era atractiva, pero muy, muy ruda.

Y luego estaban los gemelos. Eran extraños. Preferían comunicarse con miradas y gestos, completaban las oraciones del otro y, en general, disfrutaban ser de verdad repulsivos. Les gustaba vestirse igual y eran muy difíciles de diferenciar, pero uno era decididamente peor que el otro. Uno se llamaba Roger y el otro, el peor, era Peter. Pero todos los llamaban simplemente “los gemelos” porque, ¿por qué molestarse en diferenciar sus nombres si jamás estaban separados?

Incluso una vez August descubrió a uno de ellos que esperaba al otro fuera de un baño. Apoyado contra la pared con aspecto irritado.

No recordaba en qué momento decidieron que juntarse con él, Gordie y Alex estaba bien. Simplemente aparecieron allí un día y nadie les dijo que se marcharan.

DIAMANTE

–Te he estado buscando todo el maldito día –dijo Jack al sentarse en la mesa de August. La luz iluminaba su cabello rubio ceniza.

Alex, los gemelos, Gordie y casi todos alrededor voltearon para verlo. Jack nunca aparecía por esa parte del comedor. Y mucho menos se sentaba allí.

–¿Por qué estás aquí? –exigió Alex. Jack la ignoró.

–Descubrí dónde trabaja Rina.

–¿Eso no podía esperar hasta después de la escuela? Además, es bastante escalofriante –respondió August mientras se metía una papa frita en la boca.

–No iba buscándola realmente, idiota. La vi con su uniforme camino a un restaurante –Jack se cruzó de brazos, victorioso.

August elevó el mentón en asentimiento, pero no dijo una palabra.

–Es mesera –se jactó Jack.

–¿De quién están hablando? –preguntó Alex levantando la vista de sus libros.

–Rina Medina. Solía asistir a esta escuela. Es poeta y también mesera, al parecer. Pensé que sería alguna clase de bailarina, por lo que llevaba puesto cuando la vi.

–No me importa lo que las chicas usen o donde trabajen, Jack. Ese es su problema –respondió August– Y estoy seguro de que tener cualquier trabajo es mejor que nada.

Gordie pasó sus brazos sobre los hombros de August y le dio un beso húmedo en la mejilla.

–Algún día serás un buen esposo para alguien –dijo.

–Si es que no va a prisión por vender drogas –resopló Alex mientras cortaba su hamburguesa por la mitad.

–Digo que vayamos a verla al trabajo –continuó Jack.

–No. No quiero acosar a nadie, Jack. Regresa a tu mesa.

Jack se puso de pie y comenzó a retroceder, formó un revólver con sus manos y disparó fastidiosamente a August.

–Como sea, amigo. Lo haremos.

LANA

–¿Por qué deseas tanto esto? –August revolvió la salsa algunas veces y le agregó una pizca de sal.

Jack no respondió hasta que August terminó de preparar la cena.

–Solo quiero una nueva amiga. Pero una amiga secreta y genial con la que podamos estar después de la escuela…

–¿Ya estás cansándote de mí? –bromeó August.

–Estoy bastante seguro de que, sin ti, moriría de hambre y nunca terminaría mi tarea. Así que tú eres algo innegociable, para ser honesto –admitió Jack mientras August colocaba un plato de comida frente a él.

–Bueno, eso es alentador. Es bueno saber que soy tu chef/padre.

–Agradece que no tienes que asistir a reuniones de padres y maestros –Jack le guiñó un ojo.

–Honestamente, creo que la única razón por la que tus padres asisten es porque es la única manera de mantener alejados a los de Servicios Sociales –remarcó August con malicia.

Jack frunció el ceño. Sus padres eran consultores y rara vez se tomaban un tiempo libre, fuera de sus viajes de trabajo. Era un tema doloroso para él; en cambio, a August, esto lo enojaba.

–Y, no iremos al trabajo de Rina –declaró agitando el pimentero amenazadoramente.

–Eso dices, pero aun así, lo haremos.

August agitó el pimentero sobre la comida, hasta que Jack se lo arrebató y lo arrojó al otro lado de la habitación.

ESCOZOR

August estaba sentado de mal humor en la parte trasera del auto. Eso era horrible. Las personas no molestan a otros en el trabajo. No lo hacen.

–Deja de fruncir el ceño.

–Ni siquiera puedes ver mi rostro.

–Sé que lo estás haciendo de todas formas –dijo Jack–. Puedo sentir tu mirada en mi nuca.

August estaba mirando la nuca de Jack. La parte rapada de su cabello estaba volviendo a crecer y comenzaba a enrularse. August suspiró con fuerza y se hundió aún más en su asiento.

–¿Qué planeas que hagamos cuando lleguemos allí?

–Es un restaurante, August. Ordenaremos algo. No es tan difícil. Luego, tal vez, esperaremos a que termine su turno y podremos pasar un rato con ella, o lo que sea.

–Eres el peor en esto –metió un dedo por debajo del posacabeza del asiento de Jack y se lo clavó en la nuca–. Tienes suerte de no haber tenido que trabajar tan duro para gustarle a Carrie-Anne.

Tengo suerte. Gracias por notarlo –dijo Jack y sujetó el dedo de August y jaló con fuerza hasta que él alejó la mano.

SARTÉN

Salió mal. Como era de esperarse.

Había una razón por la que a August sí le gustaban las chicas malas –nunca eran aburridas.

A Rina le había tocado atender su mesa por algún terrible giro del destino. Y, a juzgar por la cantidad de café que, accidentalmente, derramó sobre la pierna de Jack, no estaba muy feliz de que la siguieran.

August se disculpó efusivamente y la compensó dejándole el triple de la propina normal, solo para volver a estar en buenos términos con ella. Pero, en el instante en que el encargado estuvo fuera de la vista, Rina tomó a Jack de la oreja y lo arrastró hacia fuera. August los siguió de mala gana.

–No vuelvas a hacer algo así, jamás. Respétame a mí y respeta mi espacio –siseó.

–Dios, maldición. Eso duele. Prometo que te compensaré. ¿Te gustan los cupcakes? ¡Te traeré cupcakes! –gritó Jack. Podía ser puro músculo, pero estaba encorvado bajo el agarre de Rina.

Ella cerró la puerta del restaurante en su rostro.

LO OSCURO Y LO PROFUNDO

August golpeó a Jack en la cabeza tan pronto como entraron al auto.

–Ay, Dios. No fue tan malo –insistió Jack.

–Ni siquiera puedo hablar de esto contigo ahora. Llévame a casa –exigió.

Jack resopló, pero arrancó el auto. Hicieron todo el camino en silencio hasta la casa de August. Jack mantuvo su mano cerrada con fuerza sobre el volante mientras se detenía en la entrada de la casa.

–Te veré más tarde –dijo August. Abrió la puerta y bajó del auto.

–¿Tienes que… tienes que irte? –preguntó Jack en voz baja–. Es viernes por la noche…

August permaneció allí de pie, con la puerta abierta.

–Debería decirte que no –dijo luego de un momento.

Jack esperó.

Y, finalmente, August regresó al auto.

AUDAZ

Jack condujo hasta el bosque.

Cuando salieron del auto, August llevó su mano a la nuca de Jack y acarició suavemente la parte superior de su columna. Jack era unos centímetros más bajo que él, pero nunca lo parecía. Siempre era tan grande, tan audaz.