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Joel Chandler Harris

 

 

El Tío Remus


 


Traducción y prólogo de

Jaime de Ojeda

 

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Joel Chandel Harris. El Tío Remus

Primera edición digital: octubre de 2019

 

ISBN epub: 978-84-8393-651-1

 

 

Colección Voces / Clásicas 284

 

 

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Advertencia de la editorial

 

 

 

Como documento histórico necesariamente anclado a unas coordenadas culturales, sociales y políticas, este texto contiene opiniones o ideas que leídas a día de hoy o desde una visión descontextualizada pueden resultar ocasionalmente rechazables.

Desde la editorial no hemos pretendido ni edulcorar, ni matizar, ni discriminar/omitir ninguna de ellas, pero en modo alguno las comparte. Toda muestra de odio por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole debe ser suprimida en nuestra sociedad, por mínima que sea su expresión. Como editores esperamos que este libro también sea útil en este cometido que siempre debemos perseguir y mantener viva la memoria para que no se repitan los sucesos más atroces que parecen, hoy más que nunca, sobrevivir en nuestra historia contemporénea.



Introducción del autor

 

Me informan mis editores que este libro será incluido en su catálogo de publicaciones humorísticas, y esta amistosa advertencia me ofrece la oportunidad de afirmar que por mucho que por su efecto pudiera ser el de un libro de humor, su intención es perfectamente seria; y aunque no fuera así, me parece a mí que un volumen totalmente escrito en dialecto tiene que tener sus solemnes, por no decir sus melancólicos, efectos. En lo que concierne a su serie folklorista, mi propósito ha sido preservar las leyendas en su original simplicidad, aunándolas permanentemente al gracioso dialecto –si es que puede tildarse de dialecto– por cuyo medio se han convertido en parte de la historia doméstica de toda familia sureña; y he procurado darle al todo el auténtico gusto de las viejas plantaciones.

Cada leyenda tiene sus variantes, pero en cada caso he retenido la particular versión que me ha parecido ser la más característica, y la he presentado sin embellecimientos y sin exageraciones. El dialecto, lo observarán, es completamente diferente al del Hon. Pompey Smath y sus descendientes literarios, y diferente también de las intolerables tergiversaciones de la época de los sainetes negros1, pero es al menos fonéticamente auténtico. De todas maneras, si el lenguaje del Tío Remus no logra reproducir los vívidos destellos de la imaginación verdaderamente poética de los negros; si no logra encarnar el gracioso y casero humor que era su característica más prominente; si no logra sugerir una cierta sensibilidad pintoresca, una curiosa exaltación de la mente y del temperamento que no puede definirse con palabras– entonces habré reproducido la forma del dialecto y no su esencia, y mi esfuerzo podría considerarse un fracaso. En todo caso, confío en que he logrado en presentar lo que pueda ser, al menos para una buena porción de los lectores americanos, una nueva y no menos atractiva fase del carácter de los negros –una fase que puede ser considerada como un suplemento curiosamente comprensivo de la maravillosa defensa de la esclavitud de Mrs. Stove2 tal y como existía en el Sur. La Sra. Stowe, me apresuro a añadir, atacaba las posibilidades de la esclavitud con toda la elocuencia de su genio; pero ese mismo genio también pintaba el retrato del esclavista sureño, para defenderlo.

Un número de las leyendas de la plantación aparecieron originariamente en las columnas de un diario, The Atlanta Constitution, y en esa forma atrajeron la atención de varios caballeros que tuvieron la amabilidad de sugerir que podrían constituir una valiosa contribución a la literatura mítica. Corresponde en buena ley señalar que consideraciones etnológicas no han formado parte del empeño que ha resultado en la publicación de este volumen. El profesor J. W. Powell, del Smithsonian Institute, que se ha dedicado a investigar la mitología de los indios de Norte América, me informa que algunos de los cuentos del Tío Remus, aparecen en un número de lenguas, y con diversas modificaciones, entre los indios; y es de la opinión de que han sido apropiadas por los negros de sus congéneres rojos3. Pero esto, al menos, es extremadamente dudoso, puesto que otro investigador (Mr. Herbert H. Smith, autor de Brazil in the Amazons) se ha topado con algunas de estas fábulas entre las tribus de indios de Sudamérica, y ha rastreado el origen de una de ellas hasta la India, y aún más lejos en Siam. Mr. Smith ha tenido la amabilidad de enviarme las galeradas de su capítulo sobre «Los Mitos de Folclore de los Indios del Amazonas», en el que reproduce algunos de los cuentos que ha reunido durante sus viajes en el Amazonas.

En el primero de su serie, una tortuga cae de un árbol sobre la cabeza de un jaguar y lo mata; en uno de los cuentos del Tío Remus, el galápago cae de una repisa de la Señorita Prados y deja sin sentido al zorro, de forma que este no consigue atrapar al conejo. En el siguiente, un jaguar agarra a una tortuga por una pata trasera cuando intentaba desaparecer en su agujero; pero la tortuga le convence de que lo que tiene agarrado es una raíz, y de esta manera escapa; el Tío Remus cuenta cómo el zorro intenta ahogar al galápago, pero lo suelta porque el galápago declaraba que su cola no era más que la raíz de un tocón. Mr. Smith también relata la historia de cómo una tortuga corrió más rápido que un ciervo, que es idéntica al incidente de la historia del Tío Remus en la que el Mano Galápago corrió más rápido que el Mano Conejo. Luego viene el cuento de la tortuga que pretendía que era más fuerte que el tapir. Le dice al último que lo puede arrastrar dentro del mar, pero el tapir le replica que arrastrará a la tortuga dentro del bosque donde la matará además. Por lo que la tortuga se hace con el tallo de una parra, ata un extremo alrededor del cuerpo del tapir y se mete en el mar donde ata el otro extremo a la cola de una ballena. Luego se adentra en el bosque, a mitad de camino entre ambos, y le da al tallo un tirón como señal para comenzar la pugna. La lucha entre el tapir y la ballena continúa hasta que cada uno piensa que la tortuga es el animal más fuerte. Compárese esta historia con el torneo entre el galápago y el oso, en el que el cordaje de la cama de la Señorita Prados es usado en vez del tallo de la parra. Uno de los más característicos cuentos del Tío Remus es aquel en que el conejo le prueba a la Señorita Prados y a sus chicas que el zorro es su caballo de cabalgar. Este cuento es casi idéntico al citado por Mr. Smith, en el que el jaguar está a punto de casarse con la hija del ciervo. El agutí –una especie de roedor4– también está enamorado de ella, y le dice al ciervo que puede cabalgar sobe el jaguar como si fuera su caballo. «Bueno –le dice el ciervo–, si logras cabalgar al jaguar, te daré la mano de mi hija». Tras lo cual la historia continúa casi de la misma manera en que el Tío Remus cuenta la del zorro y el conejo. El agutí finalmente salta del jaguar y se refugia en un agujero, donde queda bajo la vigilancia de un búho, pero le echa al búho arena en los ojos y se escapa. En otro cuento relatado por Mr. Smith, el agutí tiene mucha sed, y viendo a un hombre que se acerca con un jarro sobre la cabeza, se echa en la carretera enfrente de él, y lo vuelve a hacer hasta que el hombre deja el jarro a un borde de la carretera para ir en busca de todos los agutíes muertos que ha visto. Este es casi idéntico al cuento del Tío Remus de cómo el conejo le robó su caza al zorro. En un cuento del Alto Egipto, un zorro se tiende en el camino en frente de un hombre que está llevando sus aves al mercado, y logra finalmente hacerse con ellas.

La similitud se extiende casi a todos los cuentos relatados por Mr. Smith, y algunos son casi tan idénticos que apuntan sin lugar a dudas a un común origen; pero ¿cuándo y dónde?, ¿cuándo entraron en contacto el negro o el indio norteamericano con las tribus de Sudamérica? Sobre este punto el autor de Brazil and the Amazons, que se ha dedicado a un estudio comparativo de estos cuentos míticos, escribe:

«No estoy preparado para formar una teoría sobre estos cuentos. No cabe duda de que algunos de los que se encuentran entre los negros y los indios tienen un origen común. La solución más natural, sería la de suponer que se originaron en África, y fueron llevados a Sudamérica por los esclavos negros. Se encuentran ciertamente entre los negros rojos; pero, desgraciadamente, para la teoría africana, es igualmente cierto que se cuentan entre los indios salvajes del valle del Amazonas (remontando por Tapajos, Negro Rojo y Tapurá). Estos indios casi nunca han visto a un negro, y su lenguaje es muy diferente al portugués quebrado que hablan los esclavos. La forma de estos cuentos, tal y como los relatan en el idioma Tupi y Mundurucu, parece indicar que fueron originariamente formados en esos idiomas o han sido adaptados desde hace mucho tiempo».

Es interesante encontrar un cuento del Alto Egipto (el del zorro que pretendía estar muerto) idéntico a otro del Amazonas, y altamente parecido al que ha encontrado Usted entre los negros. Varnhagem, el historiador brasileño (ahora Vizconde de Rio Branco) ha intentado probar una relación entre los antiguos egipcios, u otros Turanios, y los indios Tupi. Su teoría descansaba sobre una base más bien tenue, y sin embargo, hay que reconocer que tiene uno o dos puntos fuertes. ¿Acaso las semejanzas entre las fábulas del Viejo y Nuevo Mundo apuntan a conclusiones similares? Sería difícil decirlo con el material del que disponemos hasta ahora.

Una cosa es cierta. Las fábulas de animales contadas por los negros en nuestros estados del sur y en Brasil fueron traídas desde África. Que si se originaron ahí, o proceden de los árabes, o los egipcios, o aún de otras naciones más antiguas, es algo que queda aún por resolver. Que si los indios las recibieron de los negros o de algún otro origen anterior es igualmente incierto. Hemos visto lo suficiente como para decir que se ha abierto una muy interesante línea de investigación.

El profesor Hart, en su Amazonian Tortoise Myths, menciona un cuento de la Riverside Magazine de 1868, que será reconocido como una variante de uno de los que cuenta el Tío Remus. Me atrevo a adjuntarlo aquí, con algunas necesarias alteraciones verbales y fonéticas, con objeto de que el lector pueda hacerse una idea de la diferencia entre el dialecto de las plantaciones de algodón como lo usaba el Tío Remus, y la jerga que se estila en las plantaciones de arroz y en las Islas Marítimas de los estados sureños del Atlántico:

 

Hubo una vez en que el Mano Ciervo y el Mano Tortu (Galápago) se fueron de cortejo y la dama en cuestión amaba más al Mano Ciervo que al Mano Tortu. Ciertamente amaba al Mano Tortu, pero amaba más al Mano Ciervo. Así pues, la joven dama le dijo al Mano Ciervo y al Mano Tortu que antes de que pasara otro día tenían que correr una carrera de diez millas, y que se casaría con el que ganara.

Así que el Mano Tortu le dijo al Mano Ciervo: –Tienes patas más largas que las mías, pero te ganaré. Tú corre diez millas por tierra y yo correré diez millas por el agua.

Así que el Mano Tortu fue y reunió a nueve de su familia, y colocó a cada uno en cada millar de la carrera, y en cuanto a él mismo, el que tenía que ganar al Mano Ciervo, se situó justo en frente de la puerta de la dama, entre las retamas.

Esa mañana a las nueve el Mano Ciervo fue a encontrarse con el Mano Tortu en el primer millar, donde tenía que empezar la carrera. Así que lo llamó: –Bueno, Mano Tortu, ¿estás preparado? ¡Empecemos ya! Cuando llegó al siguiente millar dijo: –¡Mano Tortu! Mano Tortu le dijo: –¡Hola! Mano Ciervo dijo: –¿Tú aquí? Y el Mano Tortu dijo: –Sí, Mano Ciervo, aquí estoy.

Al siguiente millar el Mano Ciervo llegó saltando y dijo: –¡Hola, Mano Tortu! Y el Mano Tortu dijo: –¡Hola, Manu Ciervo! ¿Tu aquí también? El Mano Ciervo dijo: –¡Guay! ¡Parece que me vas a empatar; creo que vamos a empatar en conseguir a la niña!

Cuando llegó al noveno millar pensaba que sería el primero y por ello dio dos brincos, luego gritó: –¡Mano Tortu! Mano Tortu contestó: –¿Tu aquí también? El Manu Ciervo dijo: –Me parece que vamos a empatar. El Manu Tortu dijo: –Venga, Mano Ciervo, que yo he llegado aquí cuando había que llegar, lo que era cierto, y así fue como ganó la carrera.

 

El cuento del conejo y el zorro, tal y como lo relatan los negros del Sur, es artísticamente dramático en esto: progresa de una manera ordenada desde el comienzo hasta llegar a una conclusión bien definida, y está lleno de espectaculares episodios que sugieren su culminación. A mí me parece que es en cierta medida alegórico, aunque esta interpretación pueda no ser razonable. Al menos es una fábula completamente característica del negro; y una investigación científica no es necesaria para mostrar por qué elige como a su héroe al más débil y al menos ofensivo de los animales, y lo hace salir vencedor en su liza con el oso, el lobo y el zorro. No es la virtud la que triunfa sino la debilidad; no es la malicia sino el ingenio. Sería presuntuoso por mi parte ofrecer una opinión sobre el origen de estas curiosas fábulas míticas; pero si los etnólogos descubrieran acaso que no se originaron en África, tendrían que aportar pruebas con un alto grado de persuasiva elocuencia.

Es muy curioso también que haya encontrado pocos negros que quieran reconocer ante un extraño que saben algo de estas leyendas; y, sin embargo, relatarles uno de estos cuentos es la manera más segura de ganar su confianza y estima. De esta manera, y solo de esta manera, he podido coleccionar y verificar el folclore incluido en este volumen. Hay una anécdota del irlandés y el conejo que un sinnúmero de negros me ha contado con gran unción, y que es tan divertida y tan característica, a pesar de lo cual no podría decir que tiene sus orígenes entre los negros. Hubo un día en que un irlandés5, que había oído gente hablando de «nidos de yeguas» iba por el camino ancho –siempre es el camino ancho en contradicción con los caminos vecinales y los senderos, que en su jerga vernácula llaman «ahitos»– cuando llegó a un campo de calabazas. El irlandés no había visto nunca una fruta como esta, y concluyó enseguida que había descubierto un auténtico nido de yeguas. Para aprovechar bien esta oportunidad recogió una de las calabazas y la llevó a cuestas por su camino. Llevar a cuestas una calabaza es algo extraordinariamente aparatoso, y el irlandés no hubo llegado muy lejos antes de que tropezara y cayera por tierra. La calabaza también cayó y rodó colina abajo hasta llegar a unos matorrales donde chocó contra un tocón y se rompió en pedazos. El cuento continúa en dialecto: «cuando la calabaza rodó entre los matorrales, un conejo salió saltando; y tan pronto el irlandés vio eso, salió corriendo tras el conejo gritando: –¡Kuorp, potrito! ¡Kuorp, potrito!6 –pero el conejo no le dio más que por escapar volando». Es obvio el propósito del relato.

Si el lector que no esté familiarizado con la vida de las plantaciones pueda imaginar que las fábulas míticas del Tío Remus relatadas noche tras noche al niño por un viejo negro que tiene todo el aspecto de haber vivido durante el período que describe (y que no tiene más que agradables memorias de la disciplina de la esclavitud) y que tiene todos los prejuicios de casta y orgullo de la familia que eran el resultado natural del sistema; si el lector puede imaginar todo esto, no tendrá mayor dificultad en apreciar y simpatizar con el aire de afectuosa superioridad que el Tío Remus asume mientras procede a revelar los misterios de las tradiciones de la plantación al pequeño muchacho que es el producto de esa práctica reconstrucción que ha estado sucediendo durante un cierto tiempo desde la guerra, a pesar de los políticos. El Tío Remus describe la reconstrucción en su «Historia de la Guerra», y puedo añadir aquí para beneficio de los curiosos que esa historia es7 casi literalmente la verdad.

1. Pompey Smath es una figura legendaria en los cuentos del sureste, un negro de gran estatura que realiza toda clase de proezas, muchas con el famosos aventurero David Crocket, una figura que luego fue asociada con la vida de Henry Douglas, nacido en 1812 en la esclavitud, también un negro de gran estatura y fuerza que protagonizó, hasta su muerte en 1889, toda clase de incidentes que los periódicos y otras publicaciones de la época describieron con el dialecto que Joel Chandler Harris condena aquí. Después de la guerra civil, y bien entrado el siglo xx, muchos comediantes satirizaban la vida de los negros y más especialmente los del sur emancipado, embadurnándose la cara con betún para hacerse pasar por negros. Sus bailes y sus dichos y canciones también intentaban estar redactados en el dialecto del que Harris se separa totalmente.

2. Harris se está refiriendo al famoso libro Uncle Tom´s Cabin (La Cabaña del Tío Tom) de Harriet Beecher Stowe, publicado en 1852 con gran aplauso de la opinión abolicionista de millones de lectores en el norte, y la indignada protesta de los esclavistas sureños. La novela se inspiró en las trágicas consecuencias de una ley del congreso de 1850, que obligaba la devolución de los esclavos que se fugaban hacia el norte a sus dueños sureños. Lo que Harris quiere decir es que a pesar de su intención abolicionista, la famosa novela de la Sra. Beecher Stowe también resalta los muchos aspectos «amables» de la esclavitud y, además, que el «malo», Simon Legree, no era un sureño sino un yanqui del norte, es decir, que no comprendía ni sentía las obligaciones y responsabilidades, físicas y sentimentales, de los esclavistas del sur.

3. Se refiere a los indios indígenas que en Norteamérica llamaban «pieles rojas» e «indios rojos».

4. El agutí es un pequeño roedor que abunda en América Central.

5. En estos cuentos los irlandeses siempre pecan de palurdos ingenuos.

6. Es lo que los irlandeses gritan para detener al potro.

7. He omitido el párrafo que figura en este punto y que se refiere a las canciones, retratos característicos y la «Historia de la Guerra» por no estar incluidos en este texto de los cuentos del Tío Remus.