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SECCIÓN DE OBRAS DE ANTROPOLOGÍA


ROBINSON Y LA ISLA INFINITA

Lecturas de un mito

ROSA FALCÓN

ROBINSON
Y LA ISLA INFINITA

Lecturas de un mito

Prólogo de Carlos García Gual

Fondo de Cultura Económica

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Primera edición, 2018
Primera edición electrónica, 2018

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ÍNDICE

Prólogo, por Carlos García Gual

Introducción

I. Robinson Crusoe: mucho más que una novela

1. El nacimiento de la novela moderna

Robinson Crusoe como héroe

Robinson y Ulises

Robinson y Don Quijote

Robinson y el héroe moderno

2. La isla infinita

La isla y el continente americano

3. Utopismo, insularismo y robinsonismo

4. El individualismo moderno

5. El sentido económico y político de Robinson Crusoe

La lectura de Marx

II. El mito de Robinson y sus mitemas

6. El mito de Robinson: significación y mitemas

Cuatro características fundamentales

Análisis de los mitemas

7. El viaje y el mar

8. La filosofía del naufragio

9. El exilio

10. La soledad

III. Lecturas del mito en la narrativa, la poesía, el cine, la televisión e Internet

11. Significado de las robinsonadas

12. El mito de Robinson en la narrativa contemporánea

La invención de Morel (1940), Bioy Casares: una robinsonada imaginada

El señor de las moscas (1954) y Martín el náufrago (1956), William Golding: dos robinsonadas pesimistas

Martín el náufrago, la antirobinsonada

Adiós, Robinson (1953), Julio Cortázar: una lectura anticolonialista

Viernes o los limbos del Pacífico (1967), Michel Tournier: un mundo a solas

Michel Tournier y «El mundo sin el otro», de Gilles Deleuze

Relato de un náufrago (1970), Gabriel García Márquez: un Robinson no ficción

La isla de Róbinson (1981), Arturo Uslar Pietri: una novela histórica y mitológica

Foe (1986), J.M. Coetzee: la novela de lo inefable

Un alegato contra la esclavitud

La isla y el continente africano

La metaescritura

La balsa de piedra (1986) o la invención de la utopía y El cuento de la isla desconocida o el mito de Adán y Eva, de José Saramago

La balsa de piedra (1986) o la invención de la utopía

El cuento de la isla desconocida, y la isla paraíso o jardín: el mito de Adán y Eva

Entrevista a José Saramago

La isla del día de antes (1996), Umberto Eco

13. El mito de Robinson en la poesía del siglo XX

«Imágenes para Crusoe» («Images à Crusoé») (1904), Saint-John Perse

«Altazor» (1931), Vicente Huidobro

«Robinson» (Histoires brisées) (1950), Paul Valéry

«No, Robinson» (1961), Enrique Molina

«No, Robinson»

«El diario de Crusoe» («Crusoe’s Journal») (1970), Derek Walcott

«Crusoe’s Journal»

«El diario de Crusoe»

«Crusoe en Inglaterra» («Crusoe in England») (1976), Elizabeth Bishop

«Crusoe in England»

«Crusoe en Inglaterra»

«La fosca melangia de Robinson Crusoe» («La oscura melancolía de Robinson Crusoe») (1983), Joan Margarit

14. El mito de Robinson en el cine, la televisión e Internet.

Las robinsonadas televisivas y la importancia de las series

Relación de obras cinematográficas, televisivas y videojuegos

Series de televisión

Concursos

Videojuegos

Bibliografía

Fuentes primarias

Fuentes secundarias

La filosofía no es un decir a otro, sino un decirse a sí mismo. No es faena de sociedad, sino menester de soledad. Filosofía es una especie de robinsonismo.

ORTEGA Y GASSET

La unidad de la isla y su habitante no es, por tanto, una unidad real, sino imaginaria, como la idea de mirar detrás de la cortina cuando no se está detrás de ella. Por lo demás, es dudoso que la imaginación individual pueda elevarse por sí sola a esta admirable identidad, veremos que se precisa la imaginación colectiva en lo que posee de más profundo, en los ritos y en las mitologías.

GILLES DELEUZE

Ya no quedan desiertos. Ya no quedan islas. Y, sin embargo, se siente su deseo.

ALBERT CAMUS

A Laura y Eduardo

PRÓLOGO

En el libro de Ian Watt, Mitos del individualismo moderno, que los lectores verán citado oportunamente en este ensayo de Rosa Falcón, se analizan cuatros mitos literarios: Don Juan, Don Quijote, Fausto, y, finalmente, el protagonizado por este Robinson que da título al texto novelesco surgido de la pluma de Daniel Defoe en 1719. En cierto modo podemos señalar que es el más moderno de ellos, en varios sentidos y no por azar; y se distingue claramente de los otros tres porque su protagonista resulta ser, a la vez, el cronista y puntual narrador de su peripecia. Es el propio Robinson quien relata su historia, y se nos ofrece desde el comienzo como un individuo real, sin ningún rasgo fabuloso y bien implantado en el mundo. Don Juan, Alonso Quijano y el doctor Fausto, son tres personajes extravagantes y del todo irrepetibles. Los tres, cada uno a su manera, desafían las normas de la sociedad de su tiempo y acabarán pagando sus penas por ese desafío. Por el contrario, Robinson es un joven de su época, ambicioso y deseoso de hacer fortuna, que se embarca hacia un rumbo lejano y sin quererlo se ve enfrentado a una desaforada aventura, no por afán de renombre y de impulso heroico, sino por un fracasado empeño comercial. Es un artero y audaz negociante, que intenta medrar con una clara mentalidad burguesa y británica, muy propia de su clase y de su época.

Esa aventura del náufrago que vive durante veintitantos años de soledad en una isla desierta, lejos del mundo civilizado, refleja el firme carácter y la habilidad e inventiva práctica de un individuo civilizado y piadoso, un homo faber diestro en planear su futuro y en el manejo de unas pocas y sencillas herramientas salvadas del naufragio para la construcción de un reducto habitable en el marco de una naturaleza salvaje. Las «sorprendentes y extrañas aventuras», que Robinson mismo narra como un reportaje en una prosa escueta y de modo directo, fue aclamada como una novela de un atractivo ejemplar. Como señala E. Frenzel, en su Diccionario de argumentos de la literatura universal:

La historia, aparecida al principio de la era racionalista, de un hombre que fríamente y con superioridad va triunfando paso a paso sobre la selva, creándose una vida ordenada y llena de sentido, y consiguiendo también la amistad de un salvaje, al que gana para la cultura y el humanismo europeos, era del gusto tanto de la corriente racionalista como de la sentimental rousseauniana de la época, y fue considerada por Jean Jacques Rousseau como «libro básico de toda educación».

En su victoria sobre la naturaleza salvaje, en su lograr instalarse en esa isla, construyendo su residencia con los medios que tiene a su alcance, estriba la formidable heroicidad de Robinson. (Es curioso que no figure ni en el Diccionario de mitos literarios, de Pierre Brunel, ni en el Diccionario de héroes, de Patrick Cauvin, por ejemplo). Ahora bien, hay que admitir que, según las pautas normales para medir la heroicidad de un personaje, Robinson no encaja en el molde heroico épico o clásico. Como se ha dicho y lo subraya bien Ian Watt, es ejemplarmente un homo economicus, un tipo ingenioso y habilidoso, preocupado por la economía y la subsistencia, un emprendedor decidido al que poco le importa la fama o el honor. Algún héroe antiguo, como Ulises, recurría también en caso de apuro a su habilidad manual y era diestro para construirse una balsa; pero, de todos modos, Robinson lo es a otra escala mucho más vasta —del mismo modo que una isla en pleno océano no es como una isla mediterránea— y, obligado a valerse por sí mismo, construye una choza y se sabe equipar bien para vivir en la isla tantos y tantos años. En todo caso es un tipo de héroe solitario y auténticamente self made, un héroe que por su habilidad y cultura práctica, y sin ninguna ayuda de dioses, resulta un ejemplo civilizador y emblema de colonos emprendedores y de anacoretas.

Un relato deviene «mito» cuando se difunde en la memoria colectiva. Es decir, cuando la gente reconoce su argumento y a su protagonista no solo por haber leído un texto determinado, por un libro o una narración donde apareció por primera vez mencionado, sino que recuerda esa figura al escuchar su nombre incluso sin conocer su preciso origen literario. Los mitos literarios se distinguen de los mitos antiguos, arcaicos y de trasfondo religioso porque su nacimiento puede fecharse en una obra determinada —por ejemplo, Don Quijote en la de Cervantes, de 1605, Don Juan en la de Tirso de Molina, en 1630, Fausto en un relato anónimo alemán hacia 1580, etc.—. El mito de Robinson nace a comienzos del XVIII y su éxito corresponde claramente al espíritu de la época. Como recuerda Rosa Falcón, el éxito de la novela de Defoe fue enorme y muy rápidamente la figura de Robinson pasó a engrosar ese reducido y abigarrado mundillo de figuras míticas de la modernidad. Defoe era un novelista de enorme talento para ofrecer relatos que encajaban muy bien con los gustos burgueses de su época. No debemos olvidar que algunos críticos ingleses han considerado su Robinson Crusoe como la primera novela realista, en significativa competencia con su otra novela famosa, Moll Flanders. El reconocido estudio de Ian Watt acerca de la creación de la novela moderna (The Rise of the Novel, de 1957) comienza justamente con el análisis de esos dos textos y de su contexto social, evocando con mucha precisión y atención la vertiente económica del género y el nuevo público lector, destacando a la vez el individualismo progresivo de la época. (Al considerar, según esa propuesta, a Defoe como pionero de la novela moderna, realista y de crítica social, conviene no olvidar que en inglés se distingue entre novel y roman, la ficción realista y la más fantástica o romántica; y también podemos recordar que algo más de un siglo antes nuestra novela picaresca ya había introducido el realismo, a la vez que los relatos de héroes del vulgo narrados en primera persona). Pero no es el momento de analizar los indudables méritos del novelista Defoe, sino de volver a subrayar cómo con este texto Robinson es admitido de inmediato como un nuevo tipo heroico y así surge un mito de múltiples y duraderos ecos. Un mito de la modernidad burguesa, un relato de larga sombra, de extensa y variada proyección.

¿Por qué y cómo un determinado texto literario alcanza un carácter mitológico o una proyección mítica? ¿Por qué una novela corta como Carmen del erudito francés Próspero Merimée inaugura un mito? ¿O por qué lo hace luego un personaje como Tarzán, surgido en una serie de novelas populares? No es, al parecer, por la calidad literaria del texto original, sino porque su trama o su personaje central suscita un extraño fervor, una resonancia singular en numerosos lectores y, a la larga, atrae a públicos muy amplios de diversos lugares y épocas. Los mitos se reflejan, con renovados matices, a veces en otros textos literarios, y renuevan sus ecos de manera significativa también en el llamado séptimo arte, el cine. Algunos mitos, como el citado de Tarzán, o el de Frankenstein, o el de Superman, tendrán una especial difusión a través de películas; el cine resulta una gran fábrica de relatos míticos, recogidos de fuentes literarias con distinto valor, y los remoldea y populariza. Sin pretender aportar ahora una respuesta a la pregunta de por qué un relato (que no es religioso ni patriótico, sino literario) alcanza el estatus de mítico, podemos intuir que eso sucede cuando esa ficción acierta a sugerir o presentar algunos de los temas inquietantes de una época, dando vida a una figura que, en su emotiva peripecia novelesca, evoca esa inquietud latente o presentida. Es fácil advertir cómo cualquiera de los mitos modernos que acabo de citar ha surgido en un momento adecuado. Y por ello ha impactado en la memoria colectiva. Al pasar el tiempo un determinado mito puede perder atractivo, porque las inquietudes de la sociedad son otras. Es probable que, por esa razón, el mito de Don Juan o el de Tarzán parezcan hoy un tanto caducados.

En fin, todo esto es muy conocido, y tan solo lo anoto aquí para subrayar la espectacular resonancia alcanzada por el mito de Robinson. De esa amplia difusión y tradición del mito inventado por Defoe —a lo largo de tres siglos y en muy varias literaturas— trata este estudio que ha sabido recoger y apreciar todos esos ecos y recreaciones del relato con una admirable erudición y finos y precisos comentarios. Las «robinsonadas» han sido desde muy pronto numerosas. Es curioso notar que el mito de Robinson se presta bien una cierta deconstrucción e incluso a una evocación no tanto del relato entero como a sus «mitemas» sueltos. Así, por ejemplo, Robinson es un símbolo del náufrago autosuficiente, y la isla un lugar cargado de muy varias connotaciones. La isla es el lugar de la utopía, lo que viene de una larga tradición, pues la Utopía de Moro era una isla, por esencia; ya mucho antes, en el tardío helenismo, el relato utópico de un tal Yambulo evocaba su estancia en una isla paradisíaca en el Índico. También tenemos el «mitema» del encuentro con los salvajes, de múltiples ecos novelescos (desde su variante más amable y popular en novelas de Julio Verne, por ejemplo), y singularmente está el encuentro con ese «buen salvaje» que se llamará Viernes, cuando Robinson lo apadrine. Y el tema de la soledad en un marco natural selvático y ante el infinito horizonte del mar, el inagotable océano contemplado por el náufrago meses y años, con una esperanza renacida cada aurora y siempre derrotada. La isla es una cárcel infinita, que podría ser un paraíso si el náufrago solitario tuviera compañía o tuviera seguro su rescate. En la tradición del mito la isla solitaria adquiere muy diversos nombres y perfiles y misterios.

Más allá de la novela de Defoe, publicada en la época de los grandes viajes transoceánicos y de los descubrimientos de remotas islas en el inmenso Pacífico, islas paradisíacas y a menudo desiertas o pobladas por salvajes, la imagen de Robinson perdura en nuestro imaginario, tal vez por esa carga simbólica que hemos apuntado, vivaz hasta hoy. En fin, de esa inolvidable novela y sus reflejos en distintas formas y formatos, en novelas, ensayos, poemas, y películas, a lo largo de diversas épocas y en sus inagotables reflejos en varias lenguas, en una tradición de chispeante y asombroso colorido, resonando en muchas voces y muchos escenarios, tratan las páginas que Rosa Falcón ha escrito ahora con muy buen estilo, resumiendo muchísimas lecturas y pesquisas siguiendo el rastro del mítico Robinson.

En ellas se recogen y analizan las referencias más actuales del mito en la literatura reciente y universal, con especial atención a muy varios textos de importantes escritores del siglo XX, y de manera destacada a los de autores latinoamericanos, sean novelistas, ensayistas o poetas. Es, como advertirá el lector, un extensísimo muestrario de citas y ecos, sorprendente tanto en número como en variedad. Y este recorrido por divergentes senderos, que me parece mucho más completo que cualquiera anterior, y con tantas sugerencias personales, es la mejor muestra de la permanencia no solo del personaje, sino de los motivos o mitemas entrelazados en el relato novelesco que ya se nos ha vuelto mítico: la isla (que puede reaparecer con variados perfiles), el empeño de construir un mundo propio en la soledad después del naufragio, el intento por dominar el entorno natural, y el encuentro con el otro, el salvaje, etc. En esa profusión de tantas y tantas citas de admirable y fina erudición, y en los puntuales comentarios que las acompañan invitando a una reflexión crítica y una relectura del mito desde muy varios puntos de vista estriba la originalidad y el atractivo de este estudio de Rosa Falcón.

CARLOS GARCÍA GUAL

INTRODUCCIÓN

Próximamente se cumplirán 300 años de la publicación de la novela de Robinson Crusoe y su interés sigue estando aún vigente. Los relatos sobre náufragos abandonados en una isla desierta han existido siempre desde los comienzos de la navegación en todas las civilizaciones; sin embargo, la novela de Defoe inaugura un nuevo género, las robinsonadas. Defoe inicia sin duda una fórmula que servirá de inspiración a numerosos autores que sugieren su temática. La extraordinaria producción de este género es tan significativa durante los siglos XVIII y XIX que son cientos de historias las que podríamos recoger. Se trata de un argumento fundacional histórico ligado a una expansión geográfica y económica sin precedentes que influyó de una forma asombrosa en la literatura y ha continuado en las demás artes.

Este ensayo ofrece un análisis de las robinsonadas fundamentales del siglo XX desde la intermedialidad, abarcando todo un sistema de referencias a través de los diferentes medios analizados y cómo éstos se relacionan entre sí. He seguido las huellas de Robinson en la filosofía, la narrativa, la poesía, así como en las pantallas del cine, la televisión e Internet. Robinson, Viernes y la isla continúan estando profundamente grabados en la conciencia de nuestra época. No solo porque cualquier alusión es fácilmente reconocible, sino también por la permanencia de los mitemas que nos hacen ver con nitidez, como si se tratara de un experimento científico, la energía que este legendario relato ha suscitado y suscita en nuestra cultura. Robinson como sujeto de la crisis existencial y de la soledad que conlleva la sociedad moderna, es sin duda un extraordinario ejemplo de mentira romántica y de verdad novelesca, a la manera de René Girard, pero también política, económica y religiosa, como comprobaremos a lo largo de estas páginas. Verdaderamente, el mito de Robinson, iluminista y romántico a partes iguales, es complejo y su tratamiento temático no ha finalizado; por el contrario, parece que en estos últimos años su actualidad se manifiesta más que nunca a través de estas lecturas.

La isla no es solo un escenario nostálgico de los pensadores europeos, sino que hemos querido contar con las voces de los escritores latinoamericanos que nos ofrecen un análisis más acorde con su propia realidad al otro lado del Atlántico. Veremos como muchos autores destacan precisamente la antiheroicidad de esta figura dándole la vuelta al mito original, al centrarse en Viernes como protagonista, en un intento de rectificar la historia del colonialismo y sus connotaciones negativas, que aún padecemos en nuestros días. Quizás, por esta razón, estas figuras se muestras tan próximas a nuestro tiempo, ligadas a la atracción que nos sugiere el sentido de evasión, de anarquía que representa el viaje y la isla desierta como laboratorio para experimentar con nuevas propuestas filosóficas y estéticas de todo tipo. Llama mi atención que escritores y pensadores de todos los tiempos continúen viendo los destellos de este largo mito. Cada referencia ha sido una suerte de hallazgo, como los pecios que llegan a la orilla tras un naufragio, de lecturas, visiones y aportaciones valiosas que muestran la vitalidad de este mito y la importancia en nuestro imaginario. Las robinsonadas son una serie de imágenes míticas poderosas que recrean una gran historia con variaciones pero continúan estando presentes. El hombre moderno no puede resistirse al encantamiento que sugieren estas imágenes porque Robinson y Viernes no son figuras descartadas, sino que nos muestran una viva representación de nosotros mismos.

Quiero agradecer las aportaciones críticas, tanto acerca del estudio del mito, la literatura comparada y el campo audiovisual de los catedráticos de la Universidad Complutense de Madrid: Mercedes López Suárez, Eduardo Rodríguez Merchán, Carlos García Gual, nuestro gran erudito de los mitos clásicos, por su amable prólogo. Y a José Manuel Losada, director de Acis & Galatea, proyecto de investigación de mitocrítica de la UCM, al que pertenezco. También al Departamento de Español y Portugués de la Universidad de California (UCLA), por su invitación como investigadora visitante, especialmente a Efraín Kristal, catedrático de Literatura comparada en español y Literatura latinoamericana. A la Sociedad internacional de estudios sobre Defoe (The Defoe Society), de la que formo parte. A todos ellos mi agradecimiento más sincero por haber podido contar con su magisterio y amistad.

ROSA FALCÓN

Madrid, 16 de septiembre de 2018

I
ROBINSON CRUSOE:
MUCHO MÁS QUE UNA NOVELA