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“No quisiera con mi escrito ahorrarles a otros el pensar, sino, si fuera posible, estimular a tener pensamientos propios. Me hubiera gustado producir un buen libro. Eso no ha sucedido; pero ya pasó el tiempo en que yo podría haberlo mejorado”.

Cambridge, enero de 1945

(Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, p. 15)

“Lenguaje quiere decir residencia en una realidad, vivencia en una realidad. Aunque sea cierto que el lenguaje que usamos nos traiciona (…) no basta con liberarlo de sus tabúes. Hay que re-vivirlo, no re-animarlo”.

(Cortázar, Rayuela, cap. 99, pp. 613-614)

Este trabajo de grado fue elaborado para optar al título de Profesional en Filosofía y Literatura de la Universidad Santo Tomás, obtuvo calificación Summa Cum Laude y por eso se publica en esta colección. Fue dirigido por el doctor Freddy Santamaría Velasco, Doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia de Salamanca (Salamanca, España). Tuvo por jurados a los profesores de la Universidad Santo Tomás Andrzej Lukomski, Doctor en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana, y Manuel Darío Palacio, Magíster de la Pontificia Universidad Javeriana.

CONTENIDO

Introducción Lemmy contra Alphaville, Godard leído en clave wittgensteiniana

La insistencia de las cosas

1. El problema de la expresión

Expresión y proposición

La expresión en el uso y los juegos de lenguaje

2. Expresión y pensamiento

El papel de la representación

Los usos de la interpretación

3. Expresión y sensación: el argumento de los lenguajes privados

La importancia del cuerpo en los lenguajes privados

Cuando las cosas hacen palabras

4. La estética analítica

Wittgenstein y la estética

5. El arte como “uso” y la palabra “arte” como pieza artística

Wittgenstein artista. Su influencia en el arte conceptual

Duchamp y Kosuth: ‘ver’ y ‘ver cómo’

6. Conclusiones generales: hacia una estética pragmatista

Referencias

INTRODUCCIÓN. LEMMY CONTRA ALPHAVILLE, GODARD LEÍDO EN CLAVE WITTGENSTEINIANA

Muchas veces Wittgenstein habló de cómo el origen de la filosofía no se fundamentaba en la creación de problemas, sino en la disolución de ellos. Así, la manera como se intentó escribir este texto fue desde una óptica cinematográfica: Godard, un director de cine, explicaba en su película Alphaville (1963) cómo era posible la existencia de un mundo a través de la opresión absoluta de los seres, tanto que la importancia de esta opresión no radicaba en la fuerza armada por parte de estamentos y cuerpos policiales que desplazaban a la población, sino que la mejor manera de someter a la multitud en el contexto de Godard era aniquilándoles palabras. La manera de coacción perfecta es explicada entonces sobre el precedente de si las palabras son o no son lo mismo que las cosas, y más que nada su relación directa con las maneras de pensar de cada persona.

Es por ello que se encuentra necesaria una interpretación wittgensteiniana de la película de Godard, a saber, en este director la sorpresiva explicación de la realidad está condicionada sobre la palabra amor, capaz de resumir todas las demás. A su vez, sobre la interpretación de Wittgenstein recae la idea de que las palabras no son las cosas y para entenderlas solo hay que hacer uso de ellas. En ese sentido Godard es wittgensteiniano, puesto que la manera de construir su película es sobre la idea de que la realidad es un constructo gramatical.

Los conceptos de Wittgenstein sobre los usos y juegos de lenguaje se explican en la película en la medida que los instrumentos se relegan a un desempeño maquínico que desencadena en la población una inherencia a ellos sobre un estatuto automático y mecánico que no explica realmente la relación entre el objeto y la persona, sino que la persona pasa a ser objetivizada por la implicación directa de los usos y el sujeto que es usado para complementar el proceso de adquisición de información.

El problema de la expresión desarrollado en este trabajo fundamenta ese esquema maquínico de la película de Godard, por un lado, y segundo la importancia de entender las palabras como algo vivo que insiste constantemente y que además de eso pelea su existencia desde un punto de vista activo. La posibilidad de un lenguaje expresivo se explica constantemente en la relación que debe mantenerse entre la persona que usa, entiende y que además siente el lenguaje sin nunca establecer unas distancias de similitud o de equivalencia que lo reduzcan a hechos concretos. Puesto que la tesis central del texto se da en la medida de cómo pensar el lenguaje como algo mucho más productivo, ¿cómo se produce? Y más allá de eso, ¿qué podemos hacer con él?

De la mano de Godard y de la de Wittgenstein se entiende que el lenguaje puede ser una máquina de guerra si se lo propone. Pero no una que atraviesa cuerpos y despliega un armamento superior al mismo, sino solo el ejemplo de un lenguaje capaz de crearse a sí mismo.

Existe en dicha película todo un monumento tecnológico que no se compara a los años luz de cualquier película futurista de Hollywood; el año luz es ahora y el futuro no se describe en escenarios, sino en maneras de ser y pensar. El argumento de todo el filme se encuentra dado en la lucha de un detective por acabar con Alpha: Natasha, interpretada por Anna Karina, le pregunta a Lemmy Caution, el detective y héroe de la película: “¿Qué es el amor?”, a lo que él responde no desde su vocabulario, sino más que nada desde su cuerpo, desde su piel; la caricia de Lemmy se desenvuelve lenta, dulce y sutilmente por la imagen que Godard de manera poética describe como capital de dolor.

Este acto, lejos de describir todo el filme, presenta uno de los mejores y más esenciales aspectos de toda la película, pues si carecemos de palabras aún nos queda o nos debe quedar otra forma de inventarlas, y para ello siempre será necesaria la poesía.

En ese orden de ideas, el escrito surge naturalmente de esa escena, percibiendo desde allí que las palabras no podían seguir siendo esclavas de ningún tipo de atadura semántica o filosófica, sino más que nada pelear ellas mismas por su libertad, por la reestructuración de un lenguaje que crezca y que obligue a generar sensaciones, pensamientos, actos, o alguna manifestación especial.

De allí viene el concepto de expresión. He intentado en este escrito mostrar, de la mano de Wittgenstein, la importancia de tal concepto dándole consistencia desde diferentes momentos de su filosofía, partiendo de una noción general y deshilvanando cada posición en otra más, indicando una fuerte intensión que debemos crear a toda costa, sin importar que la filosofía no tenga mucho que aportarle al arte, más que el arte sí le pueda aportar a la filosofía.

De tal manera que el uso de un concepto artístico en campos filosóficos es más un experimento que un riguroso estudio de cómo es que el autor dice algo sin temor a equivocarse, pretensión que desde el mismo contexto wittgensteiniano pierde toda validez, pues no se puede conocer algo ni interpretarlo, sino que por reglas establecidas se indican caminos por dónde tomar y hasta dónde hay que llegar. Después de todo, ciertas categorías filosóficas han perdido el filo y es labor del arte reinventarlas, darles un nuevo orden o un nuevo caos que explique una idea y esta se levante como un acto de creación.

La primera posición expresiva se puede entender como una extensión que se explaya por todo lo que toca y que las palabras y nombres entienden como referencia por dominaciones mínimas de códigos. Nuestra investigación tiene como tema central el problema de la expresión en la estética de Wittgenstein, si es que ha de haber alguna, porque para desarrollar este asunto fue necesario imaginarlo como si fuese una película o un gran cuadro en el que los datos se concatenaban alrededor del montaje, o sencillamente se articulaban con la mano del artista y el ojo que vuela a buscar su camino. Por supuesto que todo tema necesita un mapa, pero la cartografía que hicimos de allí es solo la intuición a desprenderla y darnos cuenta de que el mapa estaba mal cortado o le faltaban partes importantes para llegar al lugar. Había que caminar bastante, y lo curioso es que la expresión es todo menos una brújula que anuncia caminos, por eso se parecía más a la filosofía ya que en esta no importan los caminos, los puntos de llegada, sino los de salida. De manera que nuestra sencilla pretensión es promover un tipo de actividad a la comprensión de las palabras desde diferentes puntos de vista, argumentando con ello que el arte de las palabras está ya ahí expresándose a cada momento y que nosotros tenemos la tarea de buscarlo, de vitalizarlo constantemente.

Para hacerle frente a tan difícil tarea utilizamos la corriente analítica, llamada por sus estudiosos como filosofía del lenguaje, rótulo que abarca grandes autores que permitieron pensar lo que hoy conocemos como pragmatismo. Las obras de Frege, Russell y Wittgenstein funcionaron como apertura a una serie de análisis que no los unifica por completo, pero que en contraste sí aportaron mucho al desarrollo del lenguaje en nuestros días. Nuestra investigación comparte cada una de estas relaciones de la filosofía del lenguaje y la filosofía analítica, pero con el objetivo de demostrar que más que ser punto de atracción son polos que se repelen. Problemas como el del significado, el nombre y la referencia, para nuestra investigación cobran una especial urgencia que a través de la expresión se solucionan, pero también gracias a la intervención de la segunda filosofía de Wittgenstein y la aparición de los “juegos de lenguaje” y los “usos”.

En cuanto al método utilizado, se trataba de hacer una selección de autores que permitieran un análisis importante acerca del funcionamiento del lenguaje, y es que de alguna manera de esto se trata, de ver al lenguaje como algo que funciona, algo que produce y que debe estudiarse desde sus medios de producción y no desde sus significados y representaciones más precisas. Elegimos esos autores porque muestran una intensión diferente de presentar los problemas del lenguaje, y además porque resuelven de alguna manera el ineficaz tratamiento que se le da, promoviendo con ello su más sincera distinción. Dichos autores son: Frege, Russell, Wittgenstein, Goodman, Enaudeau, Kripke, Kenny, y otros más como Deleuze y Foucault, a los que en comparación con los anteriores hemos tratado con menor detalle.

Decidimos dividir la investigación en dos partes: la primera funciona a modo de introducción del problema, y a pesar de que se cambie de tema se sigue hablando de lo mismo en diferentes contextos; la hemos titulado “La insistencia de las cosas” debido a que consideramos que metafóricamente las cosas insisten y no subsisten gracias a nuestra existencia perceptiva o lingüística. Esta parte se encarga de desarrollar en gran fragmento los conceptos de Wittgenstein a través de un eje más preciso que es: ¿cómo podemos hacer del lenguaje algo mucho más productivo?, y por productivo se deben entender los medios de producción del lenguaje, de creación, de cobertura que puede tener, pero que al estar solapados por diferentes paradigmas y teorías perdieron sus fundamentos esenciales.

Hemos titulado la segunda parte “Cuando las cosas hacen palabras” no porque se quiera parafrasear a Austin con su Cómo hacer cosas con palabras (1962), sino que más allá de eso las cosas pueden hacer palabras si se enfocan bien en darles un nuevo contexto, sentido y significado, lo que por naturaleza sabemos ha hecho bien el arte. No utilizamos toda la historia del arte, ni tampoco toda la historia de la estética para explicar nuestro tema, sino solamente la parte que consideramos necesaria; por ello, creemos que el punto de inflexión del lenguaje lo comparte de igual forma el arte de los años setenta, más específicamente el arte conceptual, de tal manera que será desde ese eje que nuestra investigación irá acotando los momentos más importantes de un autor como lo es Wittgenstein en su segunda filosofía, con el firme propósito de establecer un campo mucho más activo del lenguaje, campo que desde luego ofrece este autor de manera indirecta, pero que trabajamos y titulamos como el problema de la expresión.

Por tanto, el primer capítulo es más una presentación de los autores y sus teorías con relación al concepto de expresión que una autenticación de los problemas desarrollados por cada uno de ellos. No digo con esto que los autores se manejan a medias, sino que lo que ellos hacen debe servir o para promover un expresionismo en el lenguaje o para impedir su libertad; para nuestra fortuna se puede pensar de las dos formas, de modo que el primer capítulo dará cuenta de lo que significa la expresión a través de dos momentos claves en la filosofía del segundo Wittgenstein, a saber, los usos y los juegos de lenguaje. Creemos que este autor, en sus Investigaciones filosóficas (1998), dice más de lo que quiere decir, que allí se encuentra no solamente una propuesta para desaparecer los problemas por el mal uso del lenguaje, sino además para que hagamos algo con él.

En ese sentido, el segundo capítulo investiga sobre el problema del pensamiento y el ya tradicional de si es primero el pensamiento o el lenguaje, argumentando desde allí que el pensamiento no se piensa a sí mismo y que lo que importa no es quién está primero sino qué se hace con cada uno. Para ello fue necesaria una investigación sobre la interpretación y la representación, ya que allí se encuentran concatenados muchos de los desajustes que el lenguaje tiene que superar para hacerse más activo. Por último, en el tercer capítulo nos dedicamos a analizar uno de los más importantes problemas en la filosofía del segundo Wittgenstein, el de los lenguajes privados; aquel autor expone la inexistencia de un lenguaje privado como solución al problema de la mente, pero desde allí también encontramos otro precursor importante para este tratamiento, a saber: el cuerpo. Indudablemente, Wittgenstein no lo menciona como un factor importante para solucionar los dilemas del lenguaje, pero para nuestro contexto desempeña un papel fundamental: el lenguaje corporal no solo nos da cuenta de una inexistencia del lenguaje privado, sino que permite generar un nueva distinción del lenguaje que debe aprenderse a usar así como utilizamos las palabras. La relación cuerpo-lenguaje es recíproca y en cada uno existe una actividad que examinamos en función de describir la que tiene el lenguaje.

Ya para terminar, en los capítulos predecesores de la segunda parte hacemos únicamente una relación de cómo el arte conceptual supo ver la actividad del lenguaje y creó nuevas formas de entender el mundo, nuevas formas de vida. Concluyendo con esto que sí existe una forma diferente de hacer las cosas, pero hay que percibirlas en su mejor momento y no vivir aletargado por las representaciones que ellas nos suscitan; el arte es el mejor ejemplo, razón por la cual deducimos que Wittgenstein juega a ser artista sin escribir nada sobre ese tema.

Sostengo que la estética es el fundamento de la expresión no porque estudie cada movimiento por separado y dé juicios acertados o equívocos sobre lo que pasa en el arte, sino porque presenta maneras de entender que una de las tendencias de la vida es modularse a tal punto de hacerse menos reconocible y más sensible; por tanto, si la expresión recorre este camino, solo debe entenderse del concepto un carácter expresivo que tienen el arte y el lenguaje, el cual se hace palpable cuando encontramos ese punto productivo del mismo. Diríamos que la expresión tiene por objetivo promover o insistir en las cosas, el mundo y el hombre, para que desde allí se plantee que el mundo goza de una situación privilegiada.

LA INSISTENCIA DE LAS COSAS

1. EL PROBLEMA DE LA EXPRESIÓN

Comencemos por evocar que el concepto de expresión funciona elementalmente como una forma de pensar los conceptos de juego de lenguaje y usos. Por lo tanto, definiremos también que en nuestro estudio intentamos estudiar la expresión, cuyo propósito será analizar y explicar los componentes que tiene el lenguaje al ser involucrados en contextos como usos y juegos de lenguaje.

De manera que la idea de expresión, tal como nosotros la comprendemos, concibe un modo de presentar conceptos inherentes al lenguaje en los que se pueden mencionar la proposición, el sentido, el contexto, el significado e incluso la interpretación que se origina de cada uno de ellos. Dentro de ese marco hemos de considerar entonces que la expresión tiene por tarea explicar cada uno de los conceptos del lenguaje sin la necesidad de hacer una exclusión de los mismos.

Una vez hecha esta precisión, debemos decir que Wittgenstein no habla de expresión en sentido diferente a una manera de aclarar los términos de lenguaje y que, siendo así, es un problema al que poca investigación se le ha conferido. Sin embargo, es nuestra intención mostrar la expresión como un concepto en constante actividad en Wittgenstein.

Suele decirse que es un poco inadecuado pensar en problemas para un autor que con tanta eficacia logró hacerlos desaparecer, pero sobre todo sostenemos que es importante considerar algunas cosas en tanto se intente hacer filosofía; en ese caso, desde Wittgenstein cabe entonces preguntarse qué es un problema, de dónde viene y por qué razón lo resolvemos.

Basándonos en su texto Investigaciones filosóficas (1953) (de aquí en adelante IF), por una parte, y en los Cuadernos azul y marrón (1976), por otra, la actividad de un problema como la expresión se bosqueja. Para aclararlo mejor, traemos a colación la siguiente cita del autor: “[…] el lenguaje mismo es el vehículo del pensamiento” (Wittgenstein, IF I, § 329). Partiendo de allí, el siguiente argumento expuesto por el autor nos genera una intuición para pensar que existe un problema de fondo, el de las relaciones, pero por simplicidad en este momento podríamos suponer que el problema de la expresión es la producción. ¿Es el pensamiento el que produce lenguaje o es el lenguaje quien produce pensamiento?

Pudiera creerse que es necesario un mediador que los conecte demostrando de igual forma si existe o no una frontera entre uno y otro. Si se toma como punto de partida la afirmación del autor y “el lenguaje es el vehículo del pensamiento”, la labor de la expresión es ubicar esas vías a través de las cuales los conceptos se trasladan para establecer su movimiento.

Debemos comprender que Wittgenstein describe el lenguaje como una fuente necesaria para la comprensión del mundo; dice el autor que: “[…] sin lenguaje no podemos influir de tal y cual manera en otras personas; no podemos construir carreteras y máquinas, etc. Y también sin el uso del habla y de la escritura, los seres humanos no podrían entenderse” (IF I, § 491). De modo que el problema es primero, la composición del concepto de expresión.

Así empezamos a cercar, pues, el problema diciendo que la expresión se equipara a un momento donde el pensamiento y el lenguaje deben tener su encuentro; por esta razón la composición del concepto solo se entiende desde su homogeneidad y además porque la expresión rescata la importancia de establecer una posible comunicación entre uno y otro.

Para entender mejor y con certeza, la expresión, en tanto que busca una relación precisa con la producción, parte de preguntas que si bien hemos anotando atrás tienen cierta diferencia, entre ellas, determinar quién ha producido a quién. Aún en este momento no hemos dejado de lado el parágrafo 329 de las Investigaciones, donde el autor plantea la importancia de una comunicación, y desde allí surgen preguntas, como por ejemplo: ¿cómo se comunican? ¿Cómo establecer una comunicación que nos permita saber que lo que formamos fue significado, sentido, palabras, referencias o meras representaciones?

Quizás la respuesta al anterior cuestionamiento en principio resulte sencilla si consideramos que desde el segundo Wittgenstein todo tipo de problemáticas se inclinan hacia los usos y juegos de lenguaje; en ese sentido, la problemática entre lenguaje, mundo y pensamiento debe partir de igual forma desde allí.

Si echamos un vistazo a uno de los conceptos conductores del segundo Wittgenstein, el uso, diremos que es en ese concepto que radica la importancia de acabar con la complicada tarea de separar lenguaje y mundo, puesto que conceptos tales como significado, palabra, nombre y referencia solo pueden entenderse a partir de sus usos y más exactamente en los juegos de lenguaje que los usos suscitan. Por lo tanto, la importancia que le conferimos al uso la damos en la medida de que hace del lenguaje algo que no se interpone más sobre él mismo como un principio de autonomía, como si el lenguaje fuese una entidad en sí mismo, sino que es algo que se hace, la gente lo hace o sencillamente hace uso.

Si se tiene en cuenta que Wittgenstein, en uno de los parágrafos más importantes de sus Investigaciones, nos explica que:

Para una gran clase de casos de utilización de la palabra “significado” –aunque no para todos los casos de su utilización– puede explicarse esta palabra así: el significado de una palabra es su uso en el lenguaje.

Y el significado de un nombre se explica a veces señalando a su portador (IF I, § 43).

Comprenderíamos entonces que debemos entender el concepto de expresión para los fines de nuestro argumento como la unidad que engloba los momentos relevantes tanto para el pensamiento como para el lenguaje, ante todo estableciendo aquellos en que podemos hacer parte del uso y del juego de lenguaje al que él pertenece.

De aquí que nuestra hipótesis gire en torno a la justificación o existencia de un factor comunicante que no es representativo, es decir, que no se pelea entre la realidad del hablante. Claro que esto no lo explica todo, por eso diremos a grandes rasgos que nuestra explicación no se limita a analizar las relaciones de cada una con las formas de lenguaje del ser humano y cómo este accede a la otra, sino que lo que nos interesa justificar es la adquisición de una fluidez que existe en cada cosa expresada poniendo al uso y al juego de lenguaje en un constante sucederse. Si utilizamos una palabra como suceder o sucederse debe entenderse con relación a nuestra hipótesis, que se está hablando en efecto del lenguaje y que análogamente es en el concepto de expresión que se manifiesta este sucederse; el resultado es lo que el lenguaje da, mas no lo que es, puesto que si hablamos con propiedad, este es palabras, sentidos, proposiciones, significados, lo cual nos lleva a determinar que la expresión se da o se produce en lo expresado, que como aclaramos son palabras que por medios expresivos buscan la tarea de romper o quitar la frontera entre mundo y lenguaje. Pero conviene precisar ante todo que uno de los problemas es saber cómo lo hace, cómo quitar la frontera entre mundo, lenguaje y pensamiento.

Concluyamos por ahora diciendo que buscamos en nuestra investigación una actividad del lenguaje a partir del concepto de expresión donde aquel se manifiesta en un sucederse desde el momento en que se expresa.

Antes de continuar, insistamos en aclarar que Wittgenstein a lo largo de sus Investigaciones