© de esta edición, Pampia Grupo Editor Argentino 2016

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Director Editorial: José Marcelo Caballero

Coordinadora: Marcela Serrano

Colaborador: Javier Valentín Espósito

ISBN - 978-987-648-155-7

Primera edición Septiembre 2016


Impreso en Argentina - Printed in Argentina

Índice
Prólogo para la Edición Revisada.
Tributo
Introducción
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX

Capítulo VII

El valle secreto

Una mañana recibí una extraña carta por correo pidiéndome que fuera a cierta dirección en la ciudad de Tucson, Estado de Arizona. Daba la impresión de que la información que se me iba a dar no se podía explicar sino en persona. Yo consideré la forma extraordinaria en que aquella petición me había sido comunicada, y sentí el deseo de acudir a la llamada.

En unos días fui a la dirección dada, toqué el timbre y al momento me fue abierta la puerta por un señor alto, delgado, como de 40 años, con cabello gris y ojos claros, y tal vez unos 6 pies de altura.

Me presenté, y me saludó con un apretón de manos, cordial y sincero, que revelaba su naturaleza bondadosa y segura. Su mirada era clara y daba la impresión de poseer grandes reservas de energía.

Sentí que había en él una gran armonía y comprendí que íbamos a ser buenos amigos. Él pareció haber sentido también algo que lo atrajo hacia mí; cortésmente me pidió que entrara y que me sentara.

–Usted está aquí –me dijo– por petición mía, y estoy grandemente agradecido, porque le ha debido parecer algo extraño. Su dirección me fue dada por alguien de quien hablaré más tarde. Para su información, le diré que he hecho unos descubrimientos notables, y le voy a pedir que los acepte sin reserva hasta que yo pueda llevarlo conmigo y comprobarle su verdad y realidad.

–Se me aconsejó ponerme en contacto con usted personalmente, porque es usted la única persona a quien se le puede revelar el asunto que me concierne. Voy a tener que comenzar refiriéndole cosas que ocurrieron hace 20 años.

–En aquel tiempo, yo tenía una bella esposa. Ahora sé que ella tenía gran adelanto interior del cual yo no estaba consciente. Tuvimos un hijo que ambos idolatrábamos.

Durante cinco años nuestra felicidad fue completa. De pronto, y sin ningún aviso previo o ninguna razón aparente, el niño desapareció.

–Buscamos durante semanas haciendo todo lo humanamente posible para encontrarlo, sin éxito alguno. Finalmente renunciamos a toda esperanza. Su madre no se recuperó de aquel choque y cinco meses más tarde murió.

–En los últimos días de su vida me impuso una extraña condición. Me pidió que su cuerpo fuera conservado durante siete días después de su muerte y que luego fuera incinerado. A mí me pareció peculiar esa petición, ya que jamás habíamos hablado sobre este tema. Sin embargo, yo cumplí sus deseos. Imagínese mi espanto, cinco días después de su muerte, cuando recibí un llamado del hombre encargado de la cripta donde teníamos su cuerpo diciendo que había encontrado la cripta abierta esa mañana y que el cadáver no estaba. Jamás descubrí nada que me revelara algo sobre este hecho.

–Dieciséis años más tarde desperté una mañana y vi en el suelo de mi cuarto una carta con mi nombre, pero sin estampilla ni remitente. La tomé, la abrí y leí, y quedé tan confundido, como incrédulo. Decía así: “Su esposa y su hijo viven, están bien y fuertes. Pronto los verá. Tenga paciencia hasta entonces. Regocíjese en saber que la muerte no existe. En el momento preciso le llegarán instrucciones en esta misma forma, las cuales debe seguir implícitamente. Todo depende de su silencio absoluto. Usted va a ver, y recibirá explicaciones completas sobre todo esto que le ha parecido tan misterioso. Entonces sabrá usted que la verdad es mucho más extraña y maravillosa que la ficción, ya que la más extraordinaria ficción no es sino la revelación de una verdad, de algo que existe en algún punto del Universo. Firmado, Un Amigo”.

–Amigo mío, usted podrá imaginar mi asombro. Al principio, yo no creía ni una palabra. La tercera noche después de esto, estando yo sentado frente a la fogata de mi chimenea, oí la voz de mi amada esposa tan clara como si estuviera en el cuarto a mi lado, diciendo: “Roberto, amado mío, estoy bien y viva, y nuestro hijo está conmigo. Seremos felices cuando tú estés con nosotros de nuevo. No desconfíes del mensaje. Es todo verdad. Tú nos serás traído si no permites que la duda te cierre la puerta. Te hablo a través del rayo de sonido que algún día aprenderás a usar”.

–Ya no podía soportar la tensión y dije: “muéstrate y lo creeré”. Instantáneamente, la voz respondió: “Espera un momento”. Y en tres minutos un radiante rayo de luz dorada entró al cuarto formando un túnel; en la otra extremidad del túnel vi a mi bella esposa. Era ella, sin lugar a duda.

“Amado –me dijo–, aparentes milagros han estado sucediendo en tu vida durante años, pero debido a que tu atención estaba enfocada en otra dirección, hemos tenido que esperar hasta este momento. Confía en el mensaje que te ha de venir. Entonces vendrás a nosotros y se abrirá para ti un mundo nuevo. No hay barreras para nuestro gran amor”.

–Instantáneamente el rayo de Luz se desvaneció, así como la voz de mi esposa. Mi alegría fue inmensa. Ya no podía tener dudas. Me sentí relajado, en paz, y dentro de un bienestar que no había conocido por muchos años. Transcurrieron semanas de espera. Ahora sé que se debió a un proceso de preparación que estaba ocurriendo dentro de mí. Al fin vino el mensaje que yo tanto esperaba, junto con un diagrama y una instrucción para seguir.

–Comprendí que tendría que ir a una montaña al sur de Tucson. Hice mis preparativos para partir enseguida y dije a mis amistades que iba a hacer un viaje de exploración, alquilé un caballo y un burro de carga, no encontré dificultad para seguir las instrucciones que me dieron. A vuelo de pájaro hubiera encontrado el lugar en dos días.

–Justo a la caída del sol, al tercer día, llegué a una cañada que era la que buscaba según el diagrama. Acababa de acampar cuando oscureció, me enrollé en mis cobijas y me dormí. Soñaba que me había despertado y que un joven estaba parado a mi lado, mirándome. Cuando abrí los ojos, para mi asombro, ahí estaba parado el joven, mirándome. Me saludó y con una radiante sonrisa me dijo: “Mi amigo, usted debe seguir”.

–Noté que todas mis cosas habían sido recogidas. Sin agregar nada, tomó la delantera por la cañada. Después de una hora de camino, llegamos a un desfiladero que nos cerró el paso. El joven se detuvo, puso sus manos sobre las rocas e hizo presión. Una sección del cerro, serían tal vez 10 ó 12 pies de largo, se movió hacia adentro y luego hacia un lado. Entramos a un túnel que muchos siglos antes debió haber sido un río. Mi acompañante cerró la entrada y seguimos adelante. Una radiación suave iluminaba el trayecto, de manera que veíamos con toda claridad.

Yo estaba asombrado ante todo lo que contemplaba, pero recordaba la recomendación que había recibido en mis instrucciones y guardaba silencio.

–Continuamos caminando en el túnel por espacio de una hora y finalmente llegamos a una maciza puerta de metal. Esta se abrió cuando mi compañero la tocó. Él se hizo hacia un lado para que yo entrara. Lo hice y quedé sin aliento ante la belleza de la escena que enfrentaba. Bajo un sol radiante se desplegaba frente a mí un valle de una belleza sin igual, en muchos millas a la redonda.

–Amigo mío –dijo el joven–, usted ha regresado al hogar después de una larga ausencia; esto lo comprenderá pronto.

–Entonces, precediéndome, caminamos hasta el pie de una montaña que se perfilaba hacia el norte de aquel valle; allí había un edificio grande y bello. A medida que nos acercábamos, se veían muchas clases de frutas y vegetales creciendo en abundancia: naranjas, dátiles, nueces. Una bella cascada formaba lindos pozos en su base. El edificio era pesado y parecía haber estado allí por muchos siglos.

–Casi habíamos llegado, cuando una bella mujer trajeada de blanco apareció en la entrada. Cuando nos acercamos, vi que era mi amada esposa, ¡más bella que nunca! En un instante la tuve en mis brazos. Después de la agonía que yo había pasado en todos esos años, casi no pude soportarlo. Ella se volvió y rodeando el cuello del joven que me había traído, dijo:

–Roberto, este es nuestro hijo.

–¡Hijo! –fue todo lo que pude decir, tan emocionado estaba. Él dio un paso hacia nosotros y nos rodeó con sus dos brazos; así permanecimos por un momento, unidos en profundo amor y gratitud, ¡felices de nuevo! De pronto recordé que él tenía 16 años de desaparecido y que ahora debería tener unos 21 años. Respondió a mi pensamiento diciendo:

–Sí, papá. Tengo 21 años. Mañana es mi cumpleaños.

–¿Y cómo puedes leer mi pensamiento con tal facilidad? –le pregunté.

–Oh, es muy fácil para nosotros. Es muy natural y cuando lo comprendas, verás que es muy sencillo –respondió.

–Pero ven –dijo–, debes tener hambre. Vamos a comer algo.

Entramos al edificio. El interior era de mármol rosa y ónix blanco. Me llevaron a una bella habitación donde el sol mañanero cubría todo con su gloriosa radiación. Me fui a refrescar y encontré un conjunto de franela blanco que estaba esperándome; lo probé y me servía perfectamente.

Esto me sorprendió, claro, pero de nuevo recordé la recomendación de guardar silencio. Bajé las escaleras y fui presentado a un señor de mi tamaño, de ojos oscuros, grandes y penetrantes.

–Padre –dijo mi hijo–, este es nuestro Amado Maestro Eriel. Él fue quien salvó las vidas de mamá y mía, y nos ha entrenado durante todos estos años hasta que pudieras unirte a nosotros. Él es quien te envió el mensaje y las instrucciones, porque había llegado el momento de que comenzara tu entrenamiento.

Entramos a un magnífico comedor y no pude menos que expresar mi admiración. Estaba situado en la esquina sudeste del edificio y el sol lo llenaba mañana y tarde. Las paredes estaban recubiertas con madera de nogal tallada.

Tomamos nuestros puestos alrededor de una gran mesa y de pronto entró un joven que mi hijo presentó diciendo:

–Éste es nuestro hermano Funwey, quien vino de China con nuestro Maestro. Pertenece a una antigua familia china y sabe hacer muchas cosas maravillosas. Él ha deseado siempre servirnos y somos felices al llamarlo hermano. Tiene una de las naturalezas más alegres que jamás haya conocido.

Entre otras cosas, nos sirvieron frescas y deliciosas pastas de dátiles y nueces. Cuando entramos al salón, el Maestro Eriel me dijo:

–Tu amada esposa es tu rayo gemelo; cuando ella iba a morir, yo aproveché la ocasión para darla a ascender, y así darle la oportunidad de lograr mucha mayor libertad y mayor capacidad de servicio. Fue para mí un gran privilegio darle esa asistencia. Abrí la urna, le devolví la acción consciente y le enseñé a ascender su cuerpo. Ya ella había alcanzado un alto grado, ya que su deseo por la Luz era muy grande. Ella tenía una adoración intensa y una gran ansiedad que hizo posible su ascensión. Yo le expliqué esto a ella el día que ustedes creían que había muerto.

–Ustedes tres fueron hijos míos en una encarnación muy antigua, un gran amor fue generado en aquel entonces, el cual ha perdurado a través de las centurias.

–El amor profundo de ella es lo que ha hecho posible la asistencia que se ha cumplido hasta este momento.

–Tu hijo fue secuestrado con la intención de cobrar rescate y fue traído a esta cañada. Los dos ladrones comenzaron a discutir y uno quiso matar al niño.

–Yo me materialicé ante ellos y se los quité. El terror los paralizó y nunca se recuperaron. Ambos murieron semanas después. Si alguien le quita la vida a otro, aunque sea con la intención, pone una causa en movimiento que seguramente le quitará su propia vida.

–Un sentimiento o deseo de que otro muera, ocasionará la misma cosa al que lo emite, ya que sale hacía la otra persona, pero se devolverá hacia aquél que lo lanzó. Muchas veces los individuos permiten que surja su resentimiento contra alguna injusticia, hasta el punto de desear que el mundo sea liberado de alguien. Esta es una forma sutil de enviar el pensamiento de muerte, y al que lo lance tiene que devolvérsele. Esta es una Ley Inmutable, muchas personas ocasionan su propia muerte con esta sutil actividad, ya que nadie escapa a la Ley.

–La humanidad sigue emitiendo tales pensamientos y sentimientos, y por eso la raza continúa experimentando la disolución del cuerpo. El número de personas que mueren debido a la violencia física es infinitesimal, comparado con las muertes ocasionadas por las actividades sutiles de pensamientos, sentimientos y palabra hablada. La humanidad lleva miles de años destruyéndose los unos a los otros en esta forma sutil, porque no quiere aprender la Ley de la Vida y obedecerla.

–No hay sino una sola Ley de Vida y es Amor. La persona auto consciente y pensante que no obedece el Decreto benéfico, nunca retendrá su cuerpo físico, porque todo lo que no sea Amor, disuelve la forma y no importa que sea por el pensamiento, palabra, sentimiento o hecho, intencional o no, la Ley actúa sin remedio. Los pensamientos, sentimientos, palabras y obras son cada uno una fuerza que actúa y cada uno se mueve en su órbita.

–Si el hombre supiera que él jamás cesa de crear, ni por un solo instante, se daría cuenta de que podría purificar sus malas creaciones y ser libre de sus propias limitaciones, invocando la presencia de Dios dentro de sí.

–Él teje un capullo de discordia humana en su contorno y se duerme dentro de él, olvidando por un tiempo que, si es capaz de crearlo, también es capaz de disolverlo. Usando las alas de su alma, que son la adoración y la determinación, él puede romper su autoridad y vivir de nuevo en el centro de su ser de Luz y en la libertad de su Ser Divino.

–Sin embargo, en la actividad tuya y de tu amada familia, aquella nube que aparentó haber contenido tanta pena, ahora es revertida de adentro hacia afuera para que revele su glorioso centro de Luz. Ahora has entrado en el esplendor radiante de la Luz, de la cual nunca más te retirarás.

–Ocurre muchas veces que los humanos, ignorando las maravillas que son proyectadas para ellos, inconscientemente impiden el acercamiento de este bien. Ustedes han sido invitados aquí no solamente para unirse a sus seres queridos, sino para recibir instrucciones definitivas respecto a la existencia, uso y dirección del Magno Poder Divino Interno. Cuando ustedes hayan comprendido cómo se controla y cómo se suelta, nada les será imposible.

Tus seres queridos usaron el Rayo de Luz y Sonido para comunicarse contigo. Este conocimiento te será explicado y tú también lo sabrás usar consciente y voluntariamente.

Tú sientes profundamente y cuando sepas gobernar conscientemente esa característica, te vendrá la realización del Magno Poder Divino que está siempre tan dispuesto a ser soltado en cualquier momento.

–Permanecerás aquí durante seis semanas de entrenamiento y luego regresarás al mundo exterior para usar la comprensión que hayas recibido. Vuelve aquí en cualquier momento, pues ya eres uno de nosotros.

Nunca podré describir en palabras lo que esas semanas significaron para mí. La realización de mi propia habilidad para usar la instrucción y la aplicación de tal sabiduría me asombraron. Pronto comencé a adquirir una gran confianza en mí mismo, lo cual me facilitó todo. Lo que parece muy misterioso al ser humano, lo encontré yo natural y normal desde esta estupenda Presencia Interior. Tuve que sentir que yo soy, en efecto, el Hijo de Dios. Como el Hijo de la Fuente de todo bien, como tal, la energía y sabiduría ilimitada obedecían mi dirección consciente; y cuando yo la dirigía tal como un Maestro, producía resultados instantáneos.

A medida que lograba confianza en mi propia habilidad para usar la Gran Ley, el logro se hacía más y más rápido. Aún me maravillo recordando la fuente de Amor y Sabiduría que surgían de este Gran Maestro. Nosotros lo amamos con amor más profundo del que puede existir entre padre e hijo, ya que el lazo de amor formado por la donación de la comprensión espiritual es eterno, y mucho más profundo que todo amor generado a través de la humana experiencia, no importa cuán fuerte y cuán bello sea.

A menudo nos decía:

–Si ustedes se hacen una fuente eterna de Amor Divino, derramando a donde quiera que vayan sus pensamientos, se convertirán en un imán de bien, de tal magnitud, que tendrán que pedir auxilio para poder distribuirlo. La Paz y la Serenidad del alma emanan tal poder, que obliga la obediencia de la mente exterior. Esto tiene que ser reclamado con autoridad. Nuestro hogar aquí, en este valle secreto, ha sido usado por más de cuatro mil años.

Un día, después de haberme dado una plática notable sobre las pertenencias de Dios, me miró con mucha atención y sugirió que fuéramos a dar un paseo. Me llevó al lado opuesto del valle, cerca del muro sur. Paralelo a este camino, se elevaba de este a oeste, un filo de montaña que, comenzando en esta punta, surgía hasta 7 pies de altura y 2.000 pies de largo. Luego descendía otra vez a la tierra. A medida que nos acercábamos, yo vi que era una vena de cuarzo blanco. El Maestro Eriel se acercó al punto donde la vena surgía de la tierra y con el pie soltó un pedazo. Vi que era inmensamente rico en oro. Mi amor humano por el oro trató de surgir, pero mi Presencia Interior instantáneamente lo detuvo. Con una sonrisa, el Maestro dijo:

–Eso lo hiciste muy bien. Ahora tengo trabajo que hacer en Europa, y los dejo por el momento.

Sonrió y desapareció instantáneamente. Era la primera vez que mostraba el dominio que él poseía, y las cosas de esta índole que le era posible hacer. Inmediatamente mi hijo se hizo visible, en el mismísimo lugar donde Eriel había estado de pie hacía un instante, y rió muy contento con mi sorpresa.

–Mamá y yo –me dijo– podemos llevar nuestros cuerpos a donde quiera que nosotros queramos en esa misma forma. No te sorprendas. Es una ley natural y te parece extraño porque todavía no la sabes usar. En verdad que no es más extraordinario que lo que hubiera sido el teléfono a las personas de la Edad Media. Si ellos hubieran conocido la ley y su construcción, la hubieran podido usar entonces también, como nosotros en esta centuria.

–Desde esa visita a mi familia en el Valle Secreto, he estado ahí siete veces. La última vez que regresé al mundo exterior, el Maestro me dio tu dirección, lo cual te explica por qué te pedí que vinieras aquí. Te invito a que regreses conmigo…

Mi anfitrión de pronto se dio cuenta de que tenía varias horas hablando, y me pidió indulgencia por haber obligado mi paciencia. Le dije que la experiencia había sido tan fascinante y yo había estado tan intensamente interesado, que para mí el tiempo no había existido. Acepté y demostré mi gratitud por la invitación del Maestro Eriel. En un momento, un joven alto entró en la habitación.

–Permítame presentarle a mi hermano Funwey –dijo mi anfitrión–. Mi hermano con el Corazón de la Luz ha viajado lejos. Mi corazón salta de alegría. Mi alma siente su serenidad y radiación. Y luego, dirigiéndose a mi anfitrión continuó:

–Sabiendo que usted está ocupado, estoy aquí para servirle.

–Nos dará gran placer que usted desayune con nosotros –dijo mi amigo volviéndose hacia mí, y juntos entramos al comedor. La comida era deliciosa, y cuando terminamos, mi anfitrión continuó la conversación, relatando muchas de sus experiencias personales con Eriel.

Eran verdaderamente notables con respecto a la parte humana, pero con respecto a nuestra divinidad, parece que todo es supremamente natural.

De pronto se formó un tubo de luz en la habitación y por la conversación intuí que era el rayo gemelo de nuestro anfitrión quien hablaba. En un momento el rayo fue dirigido hacia mí y él dijo:

–Amada, permíteme que te presente al hermano que nuestro Maestro Eriel me pidió que contactara.

Yo vi su rayo gemelo y la oí tan claro como si estuviera en el cuarto junto con nosotros. Esa manera de comunicarse es una experiencia maravillosamente feliz y es posible condensar la Luz de tal manera que se forma un tubo por el cual el sonido y la visión pueden ser comunicados. Era tan verdadero como una linterna de mano.

Mi anfitrión insistió que yo permaneciera en su hogar hasta el día de mi retiro a las montañas. Comenzamos nuestro viaje al amanecer del séptimo día después de nuestro encuentro y es una de las experiencias memorables de mi vida. Todo lo que él me relató fue comprobado hasta el más mínimo detalle.

Nuestro arribo al Valle Secreto fue un evento gozoso y nuestra felicidad fue muy grande. Conocí al rayo gemelo de nuestro anfitrión y a su hijo, y luego se me mostró el edificio donde tantos estudiantes han recibido la comprensión verdadera de las Leyes del Ser, y donde han logrado su eterna liberación. Fue una sensación maravillosa estar situado donde el Gran Poder de Dios ha sido enfocado a través de tantas centurias, y donde los Ascendidos Maestros tenían su retiro para cumplir sus misiones.

Estaba meditando sobre las bendiciones recibidas por tantos estudiantes privilegiados, cuando el Maestro Eriel me dirigió la palabra:

–Hijo mío –comenzó–, te estás acercando a una maravillosa liberación. Acepta continuamente tu Magna Presencia y verás el regocijo que te causará. Él extendió su mano derecha y se apartó el velo que existe entre lo visible y lo invisible. Yo quiero que tú veas–continuó–, así como vemos nosotros los Ascendidos, la majestuosa y sublime actividad de nuestro mundo. Aquí continuamente atestiguamos, como Hijos de Dios, porque ya no existe dentro de nosotros ninguna duda, temor o imperfección.

Siempre recordaré el privilegio que tuve durante esos días que pasé con esa gente maravillosa.

–Cada día –dijo Eriel– verificarás el Rayo de Luz y Sonido que ilumina el tiempo y el espacio, y que la humanidad está destinada a usar en el próximo futuro, con tanta naturalidad como usa hoy el teléfono. Esta es una de las actividades más estupendas que pueda aprender un individuo. Un Rayo de Luz puede ser atajado y controlado para ser usado como un lápiz que escriba sobre metal o en el cielo, y la escritura quedará visible tanto tiempo como lo desee el que la está dirigiendo.

–Cuando el estudiante tiene la fuerza suficiente para enfrentarse a las opiniones del mundo ignorante, entonces él o ella están preparados para atestiguar las maravillas de las actividades de Dios, manifestadas por los Ascendidos Maestros.

–Hasta que logre hacer esto, el poder de la sugestión y la radiación de la duda que le viene de otro, lo perturbarán intermitentemente, hasta el punto que muchas veces renunciará a la búsqueda de la Verdad. La interrupción al fluir continuo de la instrucción es una discordia. La discordia es la manera sutil por medio de la cual la fuerza siniestra en esta Tierra entra en las actividades exteriores del estudiante que ha resuelto enfrentarse a la Luz.

–Semejante actividad es muy sutil porque es una sensación, y esta se desliza antes de que uno se haya dado cuenta de su existencia. Es persistente y su crecimiento es tan insidioso, que uno no distingue lo que ha pasado hasta que ya el impulso está en camino.

–Este sentimiento comienza con una ligera duda. Una duda sólo hay que sentirla dos o tres veces, cuando se convierte en desconfianza. La desconfianza da dos o tres vueltas en el Cuerpo Emocional y se convierte en sospecha, y la sospecha es autodestrucción.

–Recuerda esto, hijo mío, cuando vuelvas al mundo exterior y será para ti una salvaguardia que te mantendrá a través de todas las experiencias de tu vida intocado por la discordia.

Si uno lanza una sospecha, se encontrará con la sospecha, porque cada quien encuentra en su mundo exactamente aquello que él le pone, y este Decreto Eterno e Irrevocable se cumple a través del Universo. Todos los impulsos de conciencia regresan al punto central que los lanzó originalmente, y ni un sólo átomo escapa a esta Ley.

El verdadero estudiante de la Luz se enfrenta a la Luz, la manda frente a él, ve su radiación envolviéndolo donde quiera que se mueve y la Adora constantemente. Él da la espalda a la duda, el temor, la sospecha y la ignorancia de la mente humana y conoce únicamente la Luz. Esta es su fuente, su verdadero ser.

Con estas palabras Eriel se despidió de mí, y yo regresé a la rutina diaria de mi vida exterior.

Capítulo VIII

El Poder Omnipresente de Dios

Al día siguiente recibí una comunicación por la cual me comprometí en una actividad de negocios que exigió todo mi tiempo y atención. Me dio anticipadamente gran gozo, y entré en ella con gran entusiasmo. Nunca había experimentado ese anticipo en toda mi experiencia de negocios.

Entré en contacto personal con un hombre de carácter muy dominante. Toda su actitud en negocios era la de ganar todo por la fuerza, aun cuando la intriga se le opusiera.

Él sólo creía en el poder de su propio intelecto y voluntad humana, y no conocía o tenía fe en ninguna otra cosa. Él no vacilaba en destrozar y arruinar todas las personas o cosas que se interpusieran en su camino, y usaba todas las formas de lograr sus propios fines egoístas.

Yo lo había conocido tres años antes de que ocurriera la experiencia que sigue, y en aquel momento me sentí paralizado en su presencia, tal era la sensación de dominio que él emanaba continuamente. Sin embargo, yo sabía que, a pesar de mi propia reacción, su control sobre los demás no era sino fuerza enfocada en la actividad exterior. Me perturbaba que yo tuviera que asociarme con él. Inmediatamente busqué una forma de manejarlo por medio de la aplicación de leyes espirituales, cuando la voz interior me dijo claramente:

–¿Por qué no dejas que tu Magna Presencia asuma el mando y maneje esta condición? Ese poder interior no acepta dominio y es siempre invencible.

Sentí intensa gratitud y dejé todo en manos de mi Magna Presencia. Me encontré con este hombre y otros dos con quienes convine ir a inspeccionar una propiedad minera en un lugar lejano. Yo comprendí que era una propiedad muy valiosa. La dueña era una señora anciana cuyo marido había desaparecido ya, debido a un accidente en la mina hacía algunos meses.

Este había dejado las cosas en un estado precario y nuestro dominante amigo había determinado comprar la mina a un precio deshonesto. Después de un largo viaje en automóvil, llegamos a nuestro destino, a eso de las dos de la tarde del día siguiente. Conocimos a la dueña, que resultó ser un alma verdaderamente bendita y honorable.

Allí mismo resolví que la viejecita recibiera el justo valor de su propiedad. Nos invitó a un almuerzo delicioso y procedimos a la inspección de la mina. A medida que la visitaba, tenía la impresión de que algo andaba mal. Hasta la atmósfera parecía que me lo indicaba.

Tuve la certeza de que se había descubierto una rica veta, y de que no había sido reportada a la dueña. Sospeché que el comprador había colocado a un espía para que vigilara, y que durante las semanas de vigilancia se había ganado la confianza del superintendente. Este era un buen hombre, pero no despierto, espiritualmente hablando.

Mientras estuvimos charlando, mi Ser Divino me reveló lo que había ocurrido. Hacía poco tiempo que habían descubierto un túnel, el cual llevaba al corazón de la montaña, revelando una rica veta de oro. El superintendente iba a salir corriendo a decírselo a la dueña, cuando el obrero espía le dijo:

–Espere, yo conozco al hombre que va a comprar esta mina. Si usted quiere continuar en su posición presente, no mencione este descubrimiento. Yo haré que usted no solamente se quede aquí como superintendente, sino que también habrá 5.000 dólares para usted. La vieja tendrá suficiente para vivir hasta el fin de sus días, de todas maneras.

El temor de perder su puesto hizo que el superintendente conviniera.

En nuestro examen de la mina llegamos al final del gran túnel, y presentí que aquí comenzaba el nuevo y rico descubrimiento. El lugar había sido cubierto y disfrazado con tierra floja, bajo pretexto de que era peligroso trabajar allí. Tal era el reporte que le había llegado a la dueña de la mina. En ese momento, mientras yo hablaba con los demás, mi vista interior me fue abierta y vi todo lo que había ocurrido: el rico descubrimiento, la oferta al superintendente, su aceptación y el encubrimiento del túnel.

Agradecí mucho que mis sentimientos fueran verificados, pero yo sabía que tenía que esperar un poco. Regresamos a la residencia de la dueña y empezaron las negociaciones.

El comprador inició el tema diciendo:

–Señora Atherton, ¿qué espera usted por esta propiedad?

–Yo espero 250.000 dólares –replicó ella con suave cortesía.

–¡Absurdo! –gritó el comprador– ¡Ridículo! No vale ni la mitad.

Siguió de esta forma, según su costumbre. Muchas veces había logrado lo que quería con este proceder. Terminó diciendo:

–Señora Atherton, usted necesita vender y yo voy a ser generoso con usted, le ofrezco 150.000.

–Lo pensaré –dijo ella, tan atemorizada por la actitud del otro, que ya había comenzado a aceptar sus ideas y a ceder ante su arrogancia. Él la vio vacilante e inmediatamente comenzó a presionar la situación.

–Yo no puedo esperar –dijo–, mi tiempo es valioso. Usted tendrá que decidir ya o no hay venta.

Comenzó a sacarse los papeles del bolsillo y a ponerlos en la mesa. La señora Atherton miró a su alrededor algo confusa, y yo hice la señal de negativa, aunque ella no me vio. El contrato ya estaba sobre la mesa, ella se levantó preparada a firmar. Yo sabía que tenía que protegerla, por lo tanto tenía que actuar inmediatamente y acercándome le dirigí mi palabra al señor dominante:

–Un momento –dije–. Usted le pagará a esta querida señora lo que vale su mina o no la comprará. Se volvió hacia mí enfurecido, con variadas invectivas y pretendió usar la misma táctica.

–¿Y quién me va a impedir que yo compre esta mina a mi precio? –gritó.

Yo sentía un surgimiento de mi Poder Divino como una avalancha, manteniéndome inafectado; sin embargo, le contesté:

–Dios se lo impedirá.

Ante esta réplica soltó la risa. Continuó cínico, insultante, y yo esperé en calma.

–Usted es un tonto hablando de Dios. Ni usted ni Dios me pueden detener a mí. Yo consigo lo que quiero y nadie me ha detenido todavía.

Su arrogancia no tenía límites y se reveló, mente y cuerpo, víctima de sus propias emociones. Como es el caso en todos los sentimientos incontrolados, su razón no le funcionaba. Y nada le indicaba que no continuara con sus insultos.

Sentí de nuevo la expansión de mi Poder Divino. Y esta vez con mayor y mayor fuerza, hasta que, en un tono como una campanada, la voz de mi Yo Interior reveló la verdad de toda la transacción y el gran fraude que había ocurrido en la mina.

–Señora Atherton –le dije–, usted ha sido víctima de un gran engaño, sus obreros descubrieron una rica veta. Este hombre tenía un espía entre ellos, el cual sobornó a su superintendente, para que callara.

El superintendente y los demás en el cuarto se pusieron pálidos. El comprador tenía costumbre de estas emergencias e interrumpiéndome en su furia loca gritó:

–Usted miente y me va a pagar esta interferencia. Levantó su bastón para golpearme y cuando levanté la mano para detenerlo, una llama blanca salió de mí y le dio en la cara. Cayó al suelo fulminado. Y mi Magna Presencia habló de nuevo con toda una autoridad majestuosa y potente:

–Que nadie se mueva en este cuarto hasta no recibir permiso. No era mi ser exterior ya, sino Dios en Acción.

Me dirigí hasta donde el hombre estaba tirado en el suelo y mi voz le dijo:

–Gran alma de este hombre, me dirijo a ti. Demasiado tiempo has estado prisionera por el ser personal dominante. Surge ahora, asume el mando de esta mente y cuerpo. Corrige los muchos engaños que ha practicado en su presente vida. En esta hora será consumida su humana creación exterior de discordia e injusticia, y nunca más engañará o tratará de dominar a uno solo de los Hijos de Dios. A tu ser exterior le digo: despierta en Paz, Amor, Bondad, Generosidad y Buena Voluntad hacia todos los vivientes.

Lentamente el color comenzó a regresar a las mejillas de aquel hombre y abrió los ojos con una expresión de confusión. Mi Dios Interior aún al frente de esta situación, lo tomó suavemente por la mano y poniendo mi brazo bajo su hombro, lo ayudó a incorporarse e ir a sentarse en un sillón.

–Hermano, mírame –le dije–. Al levantar sus ojos a los míos, un temblor se vio en su cuerpo y en una voz apenas audible dijo:

–Ya he visto. Yo comprendo cuán errado he estado. Que Dios me perdone.

Se cubrió la cara con las manos, avergonzado y en silencio. Comenzaron a filtrarse lágrimas a través de sus dedos y lloró como un niño.

–Le pagarás a esta amada señora un millón de dólares –continuó mi Ser Interior– y le darás un interés del 10% sobre la mina, ya que el descubrimiento reciente contiene por lo menos 10 millones en oro.

Con profunda humildad y una extraña dulzura, él contestó: