I. A. DACAM

 

La verdadera historia

del monstruo del pantano I

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Primera edición: julio de 2018

 

© Grupo Editorial Insólitas

© I. A. DACAM

 

ISBN: 978-84-17467-30-2

ISBN Digital: 978-84-17467-31-9

 

Difundia Ediciones

Monte Esquinza, 37

28010 Madrid

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www.difundiaediciones.com

 

IMPRESO EN ESPAÑA - UNIÓN EUROPEA

 

Este libro está dedicado a los tesoros que dios me dio, a mi esposa Jeny, a mis hijos Logan y Cristopher. A mis padres María del Refugio y Raymundo, a mis hermanas Nereyda y Zorayda, por que sin ellos, no sería quién soy.

A todas las personas que estén por leer esta humilde historia, les aconsejo que «nunca dejen de imaginar, ya que la imaginación, es la sustancia de los sueños, y sin sueños la humanidad como el hombre mismo, no es nada».

Dedicación especial: a un maestro muy especial Prof. Ernesto Viviano, que fue el primero en alentarme a escribir.

 

 

Prólogo

Narrar, decía mi padre, es como jugar al póker. Todo el secreto consiste en parecer misterioso cuando se está diciendo la verdad.

Ricardo Piglia.

 

La literatura mexicana y latinoamericana se ha revestido de mitos y leyendas que diversos autores han decidido retomar de algunas regiones y que han marcado con un estilo muy propio. Si alguna historia no nació entre edificios o callejones, entonces fue en el mundo onírico donde se originaron relatos nunca antes contados.

Un escenario donde entes extraños y deformes irrumpen en la realidad es una temática cuestionada e investigada por críticos, teóricos y académicos. El sueño, aunque con un significado registrado y muy preciso, es una trasposición de cuentos, creencias y creaciones espontáneas que dan vida a criaturas tan aterradoras como aquel monstruo del pantano del que tanto hablaron generaciones decimonónicas y mucho más vetustas.

Así nace La verdadera historia del monstruo del pantano. Israel Dávila, entre incontables narraciones, replantea a este ser extraño que más allá de identificarse por su forma sobrehumana, se convierte en un portal entre la realidad y el universo imaginario.

Entreteje de manera brillante el salto de lo real a ese otro universo, rompiendo la incomunicación entre el mundo de los hijos de Eva y aquél desde donde otros observan y protegen al primero. En “un pueblillo rústico del que no se tenía expectativa alguna” y que “En los mapas apenas figuraba como pueblo…” un niño será quien tenga la tarea de rescatar la represa del pueblo y en su largo trayecto descubrirá mundos nuevos donde se embarcará en aventuras inimaginables.

La magia es la vía expresiva de los sentidos, los sentimientos y los pensamientos que cobran vida a través de personificaciones como hadas, ogros, dragones, ángeles, demonios, entre otros. El ojo humano no comprendería estos mundos sin arduas investigaciones y lecturas acerca de estos temas. Dávila, apasionado por lo fantástico, lo maravilloso y lo mágico, se ha apoyado de grandes autores para comenzar su camino como escritor en esta rama que implica no sólo el talento nato de imaginar y darle voz y palabra a la imaginación propia, sino ingeniar un mecanismo y estilo peculiar al transmitir los mensajes hacia cualquier lector que guste de relatos como el que a continuación disfrutará.

A escritores clásicos y aledaños podemos conocerlos ya sea por haberlos leído, por haberlos analizado o simplemente por haberlos escuchado. Sin embargo, lo que distingue a Dávila de otras publicaciones es no sólo el detalle minucioso en cada descripción de sus escenarios o de sus personajes, sino la inexistencia de espacios donde se ruptura la imaginación.

 

Jenyffer Moreno

 

 

Capítulo 1
Un lugar como cualquiera

Era una mañana de verano cuando el pequeño pueblo empezó a querer emerger de la nada hacia la modernización. ¿Y qué?, si para muchos no era más que sólo un pueblillo rústico del que no se tenía expectativa alguna. En los mapas apenas figuraba como pueblo, pero a la gente de Brokenhurst esto no le importaba. Brokenhurst, era un pequeño lugar mágico a las afueras de New Forest, no era mucho, pero lo suficiente para no necesitar del mundo exterior. A las personas de este pueblo aislado no les importaba la modernización, ni mucho menos el ajetreó de la ciudad, industrias y comercios.

Esa mañana de sábado algo estaba a punto de cambiar. Pero hablaremos primero de nuestro amigo de quien surgirá nuestra historia. Elí, era un niño como cualquiera, de estatura y complexión media, con doce años de edad, alegre, juguetón y algo tímido, entre otras cosas. Cuando no había clases se iba con su padre al trabajo para no quedarse solo en casa. Les gustaba ir al pueblo y pasar un rato agradable con sus amigos, ya que su hogar se encontraba muy retirado del pueblo.

Él y sus amigos habían construido una pequeña represa en medio del bosque por donde fluía el agua que provenía directamente de un manantial. Pasaban horas en ese lugar, ya fuera contando historias, comiendo golosinas, trepando en los árboles, corriendo o nadando.

Su mejor amigo era Stevensoniano a quien le gustaba que le dijeran Steve. Su nombre provenía de un museo en Washington donde se conocieron sus padres. Steve era alto y atlético, lo contrario de Elí, ya que, para su edad, todos decían que era muy bajo de estatura y medio robusto, o sea nada atlético. Él nunca se acomplejaba de este detalle, decía que de lo bueno había muy poco. Y, ¿qué más podía decir alguien de su corta estatura?

Regresando a Steve, era el más rápido de todos sus compañeros y decían que parecía conejo por su forma de saltar. Blanco como la leche y robusto como un toro, algunos le apodaban, el toro Steve. Aun así, era muy noble de corazón.

Después teníamos a Ashley, la hermosa niña de ojos impactantes azul zafiro. Tenía unos ojos grandes, bellos y penetrantes que parecían ver a través de las cosas. Era fuerte de carácter, buena persona y nunca insultaba a nadie, por más molesta que estuviera. Como a cualquier chica de su edad, le importaba su forma de vestirse, sin embargo, siempre puso a sus amigos como prioridad. Ella era de las más inteligentes de la escuela, una devoradora de libros por naturaleza. Su padre, el Sr. Winter, poseía una de las más grandes bibliotecas del pueblo y era de los más acaudalados al poseer distintos negocios fuera del pueblo.

Por último, tenemos a George, un amigo increíble. No tenía familia, excepto su hermano mayor Aníbal, empleado y dueño de una cafetería del pueblo, El Delicate-sen. En esta cafetería-restaurante se servían las mejores tartas que podrías probar en tu vida, preparadas por el mismo Aníbal, como todo buen repostero.

Para él sus amigos y su padre lo eran todo. Se preocupaba por estar en todo momento unido con ellos y nunca defraudarse entre sí. Tenían una regla de oro: no puedo exigir más de lo que les puedo dar. La aplicaba siempre, tanto consigo mismo como con los demás.

Esa mañana llegó a la comisaria como a las ocho de la mañana junto con su padre, que al escuchar el bullicio de las personas se acercó para ver qué sucedía. Se trataba de unas enormes máquinas que hacían un terrible ruido estrepitoso y cruzaban por las calles del pueblo, muy cerca de la plaza donde se encontraba la Fuente De Los Silencios Y Deseos Ocultos.

Las máquinas cruzaban por las calles y los pueblerinos llegaban a ver el acontecimiento, formando grupos de gente que se amontonaba. Impactados con lo que veían, se miraban unos a otros preguntándose ¿cómo puede pasar esto aquí? –¿Qué está sucediendo?– le decían al sheriff.

Saren, sheriff del pueblo y padre de Elí, recién llegaba y se encontraba con las mismas preguntas. Los demás pueblerinos con rapidez se acercaron a él balbuceando, cuando la señora Hopper preguntó:

–¿Qué pasa aquí jefe Saren?

–Permítame Sra. Hopper– respondió Saren.

El padre le pidió a su hijo retirarse con sus amigos para resolver el malentendido. Él obedeció sin protestar.

–Señora Hopper aún no lo sé, yo de igual manera, acabo de llegar. Lo averiguaré y lo resolveré, no se preocupe– continuó la conversación Saren.

–Ya sabe lo que pensamos todos sobre las construcciones en este pueblo. Queremos mantenernos como siempre, fuera de la ciudad– dijo la señora Hopper con voz cascarrabias y altiva e hizo un sonido de desaprobación: –¡humm! resuélvalo de inmediato.

La señora Hopper era la dirigente de Brokenhurst. Ella organizaba los eventos que se llevaban a cabo en el lugar. Sus narices estaban bien metidas en las escuelas, en la comisaria, incluso en el ayuntamiento. Como su tío era el gobernador ella se sentía con el poder de exigir lo que fuera, así que el sheriff tomó acción rápida y enseguida pidió los documentos y permisos a los operadores de la maquinaria para poder pasar dentro del pueblo.

Para sorpresa del sheriff todo estaba en orden y los documentos estaban autorizados por el mismísimo gobernador. El permiso autorizaba la construcción de una fábrica de productos químicos en las afueras de Brokenhurst donde no había población a excepción de unas pocas cabañas en medio del bosque, de las cuales una era la casa de Elí y su padre.

Luego de no poder poner freno a las máquinas, éstas empezaron de inmediato con la excavación y tala de árboles en el lugar donde estaría la fábrica de productos. El sheriff se retiró para hablar con el gobernador y ver lo que sucedía. El gobernador comentó que la fábrica no sería problema para el pueblo ya que la habían posicionado muy lejos de éste y ningún tipo de residuo llegaría hasta ellos.

La gente se opuso firmemente, pero la gran suma de efectivo empleada en esa negociación volvía inútil la pelea. El pueblo tendría que resignarse a la idea de tener una fábrica en las afueras. Según el gobernador todo estaba conforme a las normas de seguridad e higiene y no habría ningún inconveniente para la salud de los habitantes. Días después, se realizó una reunión central con los residentes e intentó darles a conocer las ventajas y mejoras de la situación.

Pasaron las semanas y la gente seguía molesta con el gobernador y algunos otros con el padre de Elí por no haber podido clausurar la obra de la fábrica. La gente tenía la idea de que se hubiera podido hacer algo al respecto, pero el sheriff no tenía autoridad para detenerla pues sería ponerse en contra de sus superiores. Los pueblerinos pensaban que si lo presionaban él podría hacer algo para remediar la situación, sin embargo, no fue así.

Le preocupaba la salud de su padre, últimamente se le veía agotado por el trabajo y las presiones de la construcción. La gente no paraba de quejarse del tema y decían que el sheriff no podía hacer bien su trabajo.

Elí no sabía cómo la gente creía que su padre no quería hacer algo para evitarlo si al final ellos eran de los más afectados ante esta situación. Su casa se encontraba en medio del desastre y la gente no se daba cuenta de esto.

Temía que le pudiera pasar algo a su padre en el trabajo o en el trayecto a casa, por lo que después del inicio de la construcción trataba de hablar con él durante el día por medio de una frecuencia policíaca que tenían en su casa solo para emergencias. Si bien él sólo quería aligerarle la carga, a veces lo ponía más tenso de lo normal.

La maquinaria empezaba a rondar muy cerca de la represa. Desde el colegio se veía que comenzaban a colocar mallas ciclónicas alrededor de la construcción para delimitarla.

Los guardias de seguridad se encontraban en la parte frontal y trasera de la malla en una especie de casetas de vigilancia. A Elí no lo iban a detener unos simples guardias de seguridad ni mucho menos una cerca de alambre y tenía que idear la despedida de su represa. Tiempo después comenzaron a traer a unos perros guardianes y a estos sí les temía. Los perros eran unos enormes dobermans que sentados en dos patas traseras median más de un metro de altura, con gigantescos dientes, orejas afiladas y temperamento muy agresivo. Parecían demonios sacados de cuentos de horror y le causaban escalofríos.

Elí planeaba en su cabeza cómo entrar y verificar si su pequeña represa estaba a salvo. Sabía que ya no podrían conservar este lugar, pero quería darle una despedida. Pensaba poner unas pastillas para dormir en la comida de los canes, mismas que su padre usaba en ocasiones para descansar. Pero el hecho de que se metería en problemas con su padre si se enterara, lo hacía reflexionar pues no le quería dar más problemas.

Tenía que haber una forma de llegar a la represa para ver en qué condiciones la habían dejado las personas de la construcción. Planeaba consultarlo con sus amigos sin que su padre sospechara lo que pretendía hacer.

Elí había vuelto varias veces al terreno de la construcción para observar más o menos dónde se encontraba la represa dentro del terreno. Después de varios días, observó que la represa quedaba casi en las afueras del terreno, pero no se podría entrar sin saltar la cerca. A los perros los mantenían sueltos después de las labores de los trabajadores y eso sería un problema.

Era un lunes de colegio en Brokenhurst. El día era lluvioso con fuerte viento. El clima no parecía cooperar con los estudiantes y como era de costumbre todos tenían que regresar a clases. En un pueblo chico si te enfermabas, te salías de clase o cualquier otra cosa, se descubría, así que lo mejor era no mentir.

Cuando había lluvia los alumnos raramente llegaban a tiempo. El clima era un factor que no ayudaba mucho que digamos. El pueblo se encontraba en una zona sumamente boscosa y tendía a ser muy lluvioso, húmedo y casi la mayor parte del año permanecían las tormentas y un cielo nublado.

Algunos alumnos tenían que cruzar un largo terreno para llegar al colegio atravesando por los viejos puentes del camino pedregoso de New Forest. Con un clima así los maestros que lograban llegar a tiempo esperaban siempre unos minutos, en ocasiones hasta media hora, para comenzar las clases.

Esa mañana Elí llegó retrasado debido a que su padre tuvo que detenerse al notar un árbol derribado en el camino. El sheriff lo tenía que mover para agilizarles el tráfico a los demás. Tuvo que salir del jeep mientras la lluvia continuaba y el piso estaba resbaloso y fangoso. El sheriff le pidió que se quedara dentro del jeep, no quería que se ensuciara en el primer día de escuela. Él obedeció y el sheriff se colocó su sombrero que contaba con un protector de agua para no mojarse demasiado, tomó su impermeable y se lo puso. Después, corrió rápidamente sobre el fango resbalando sobre un enorme charco de lodo donde quedó cubierto y empapado por el chapuzón. Elí comenzó a reír: – jajajaja– reía a grito abierto. Su risa se sofocaba por el sonido de la lluvia golpeando sobre el techo del jeep. Ofreció ayuda a su padre abriendo un poco la puerta y gritándole:

–¿papá, necesitas ayuda? ¡Que divertido¡ jajajaja.

– Muy gracioso, ¿no?– respondió.

El sheriff tomó el cable de arrastre del jeep logrando enganchar el árbol. Pidió que accionara el interruptor logrando retirar el tronco sin problemas. Lo retiró del camino y volvió al jeep totalmente empapado.

Al llegar a la escuela su papá lo dejó en la puerta y se despidieron con un abrazo de esos afectuosos:

–¡Te veo en la tarde!, paso por ti al menos que quieras irte nadando, jajaja– rió su padre.

–¡Muy gracioso papá!– respondió Elí observando como el sheriff se marchaba.

Elí entró apresuradamente a la escuela mientras la lluvia parecía caer a cantaros del cielo que en un abrir y cerrar de ojos, si no trajera su impermeable, estaría empapado de pies a cabeza.

Cuando entró por fin al colegio caminó por el pasillo principal retirándose el impermeable y sacudiéndolo para retirarle el exceso de agua. A simple vista se apreciaba que la mayor parte de los alumnos aún no llegaban, mientras, se apresuró hasta su aula de clases. Lo primero que buscó fue a sus amigos y vio que Steve y Ashley se encontraban sentados en sus pupitres y desde lejos los saludó con un movimiento de mano. El maestro aún no llegaba, ni tampoco su amigo George. A Steve le daba mucho gusto verlo y se saludaban como si hubieran pasado siglos sin verse, igual que a su amiga Ashley.

–Oigan amigos, ¿y George aún no llega?– preguntó Elí.

–Nop– respondió Ashley.

Se preocupó un poco ya que siempre era el primero en llegar, pero sabía que era normal a causa del clima y que no tardaría en llegar. Antes de seguir comentando, llegó su amigo medio mojado junto con el maestro de clases. George le dio las gracias por el aventón al maestro.

–¡Sopita!– le gritaron a George Elí, Ashley y Steve, (riendo un poco).

–¡No se rían muchachos!– respondió George.

–¿Te toco mojarte, amigo?– continuó Elí sacando una toalla de su mochila.

Antes de comenzar la clase, les platicó un poco lo que pensaba hacer sobre la represa y lo que tenía planeado, posponiendo el resto del plan hasta el almuerzo. En la cafetería George le dijo que era una buena idea, pero a Ashley le pareció descabellada, ya que no tenían nada más que perder pues sólo era un lugar al que iban en los ratos de ocio. Para Elí éste era más que un lugar de juego, era un sitio para estar cómodo y ser libre con sus amigos.

Ashley por tener una mejor posición económica que los demás no le importaba mucho el lugar, pero le importaban sus amigos y por consecuencia los apoyaba. Steve por ser un tipo rudo siempre quería hacer algo peligroso y divertido. Siendo el más extrovertido de todos, le encantaban las ideas locas, divertidas y arriesgadas.

Al término de clases todos tenían tareas que cumplir y deberes que realizar en casa, llevándose la misión de pensar para aportar ideas sobre el plan de entrar en la construcción.

Al padre de Steve le gustaba el camping así que se le encomendó ver la forma de conseguir linternas y equipo de camping para entrar al bosque. De noche sólo se preocuparían de los perros y el guardia de seguridad ya que no habría personal en la construcción. Él se haría cargo de la frecuencia policíaca de su padre pues el plan era engañar al guardia para que saliera de su puesto y así entrar en la construcción.

Finalmente, Ashley se encargaría de los perros pues su familia tenía nueve rottweiler, esos perros enormes, color negro y café que dan miedo, pero que con sus amos son dóciles. Ella era capaz de controlarlos perfectamente.

Comentó que tenía unos calmantes para los perros, ya que el más pequeño en edad le temía a los truenos y su veterinario le daba píldoras para dormirlo cada que había tormentas. El efecto de las píldoras duraba poco menos de doce horas, sin causarles ningún daño a los animales. Con esto quedarían sin pendiente de no lastimar a los perros que vigilaban la represa.

Al parecer todo estaba listo para la próxima aventura de estos amigos: la entrada a la construcción de la fábrica. Todos estaban entusiasmados por la próxima visita a la represa, pero antes de intentar hacer la hazaña tenían que verificar las mejores horas para entrar en la construcción y planearlo con precisión si querían que todo saliera bien y no tener problemas con nadie.

Pasaron dos días, era miércoles y gracias a Dios no llovió, tampoco hacia sol, pero no llovía y era genial ya que su padre no pasaría por él. Estaba casi todo listo para el día que iban a entrar en la construcción.

George y su hermano lo dejarían cerca de la fábrica a unos quince minutos de su casa porque su carro no llegaba hasta allá pues no contaba con doble tracción para ese tipo de terracería. Caminaba cerca de la malla de la construcción cuando escuchó a unos trabajadores que decían que los desechos de la fábrica iban a desembocar en una pequeña represa que estaba muy cerca de ahí.

Elí se enfureció. No permitiría que eso pasara. Tenía que hallar la manera de que no llegaran los desechos a la represa. Le comentó a su padre lo que había oído, quien le respondió que no creía poder hacer algo al respecto, pero que haría lo posible para solucionar el problema.

Al día siguiente, habló con sus amigos de lo que había oído, pero ninguno comento sobre el tema. El día que entraran sería la despedida de su lugar especial y hasta ahí llegarían sus esfuerzos. Pues, qué más podían hacer cuatro estudiantes de colegio contra un proyecto de esa magnitud. Sólo les quedaba resignarse a perder un lugar de reunión. Si ni el sheriff pudo hacer algo, qué podían hacer ellos; observar cómo se perdía lo que antes fue suyo y de nadie más. Consternados se fueron a sus casas a pensar lo que sucedía y a planear la despedida de la represa.

Elí indagaba solo por la zona de la construcción y le sorprendió ver lo avanzada que iba. Las máquinas llevaban unas pocas semanas funcionando y al personal se le veía por las mañanas y evidentemente salían antes de acabar las clases porque al salir del colegio no se veían los trabajadores, tan sólo quedaban los guardias de seguridad que se relevaban por las tardes para el siguiente turno.

Había contado los guardias que había, sabía quiénes eran y sus nombres. Descubrió que eran tres personas que cubrían los tres turnos. Poco a poco fue obteniendo la información necesaria para cumplir su cometido.

Además, averiguaba acerca de los químicos que se desechaban. Un día que pasaba cerca observó cómo llegaba el material de químicos a la bodega de la fábrica y cargaban unos inmensos cilindros metálicos de material que decían con letras negras y etiqueta roja que decía, material peligroso, sólo personal autorizado, manéjese con extremo cuidado.

Al ver esto le causó mucha curiosidad. Según el gobernador no habría materiales peligrosos en este lugar y se iban a fabricar sólo artículos para baño, como jabones líquidos y demás. No entendía cómo ese tipo de materiales serían peligrosos o dañinos para la gente. ¿Por qué traerlos en medio de la noche y no en el día si eran materiales para fabricar jabones? ¿No sería mejor transportarlos de día? Se preguntaba el porqué de la etiqueta de material peligroso. Se le hacía demasiado extraño lo que había visto y sin embargo no podía comentarlo con su padre porque se metería en problemas por haber estado ahí por la tarde sin permiso.

Al día siguiente, por la mañana en el colegio, comentó lo que había visto a sus amigos y Steve le dijo que él había contemplado algo muy parecido la otra noche, pero que su padre no le hizo caso por lo que no le prestó más importancia al asunto.

Ashley dijo que ella vio cómo talaban los árboles y que el bosque se veía muy afectado. Cargaban camiones llenos de troncos cortados y muchos de los animales se habían alojado en el pueblo. De igual manera infinidad de mapaches y ardillas amanecieron muertos en los caminos y sus alrededores.

George dijo que su hermano observó cómo entraban camiones con barriles de material dudoso en la fábrica cuando salió de trabajar y se le hizo extraño verlos en la noche y no en el día. Todos habían visto cosas similares acerca de lo que se transportaba dentro de la fábrica, pero nadie había dicho nada al respecto al sheriff o al gobernador. No creían que se pudiera hacer algo.

Entraba en la fábrica a escondidas de vez en cuando, sin que su padre ni amigos se dieran cuenta, pues entrar con ellos sería exponerse demasiado. Entró varias veces. Era más fácil colarse solo que con compañía. Deshacerse de los perros guardianes estaba sencillo. Les arrojaba trozos de salchichas que éstos se comían de un solo bocado. Al ver que se comían todo lo que se les diera, Elí les comenzó a arrojar trozos de salchichas con las pastillas para dormir que había conseguido Ashley. Sólo le quedaba lidiar con el guardia de seguridad, pero sabía cómo.

Steve y él habían hecho una grabación con un pequeño distorsionador de voz que le habían regalado un día de brujas años atrás. Cuando iba a entrar a la construcción ponía la grabación en la radio policiaca de su padre y esperaba a que ésta hiciera su magia. Así es como con los perros dormidos, él corría bajo la caseta de los guardias de seguridad y llevaba a cabo su plan activando la grabación que decía:

En la primera voz Elí hablaba: –A todo el personal disponible, se han visto intrusos en la construcción de la fábrica cerca de la zona este de New Forest, oficial favor de ir a chequeo del 34.

En la segunda voz Steve: –Aquí copiado, 53, voy al 34 en camino oficial patrullando, cambio y fuera y la grabación se cortaba.

El guardia de seguridad, al oír la grabación se ponía en marcha alistándose. Corría a la zona indicada para ver el altercado. Se asustó al ver que el guardia de seguridad sacaba el arma y se retiraba a inspeccionar el área mencionada. Se puso en marcha y corrió a la represa. Al ver que todavía seguía intacta se emocionó muchísimo, ya que era lo que quería ver en realidad, lo demás no le importaba mucho que digamos.

Entró a la represa y se sumergió en el agua. Aunque fuese de noche conocía desde el último arbusto hasta la última piedra que estuviese en ésta. Tenía toda una vida viviendo ahí; una gran cantidad de aventuras que contar en ese lugar junto con sus amigos.

Al salir del agua le alegró saber que podía volver a la represa cuantas veces quisiera sin ser visto, pero le preocupaba que lo llegasen a encontrar al escabullirse dentro de la construcción.

El día siguiente era sábado y su padre estaba dispuesto a llevarlo consigo al pueblo como cualquier fin de semana o día sin escuela. Para él era estupendo poder salir con su padre. Esta vez se levantó con algo de pesadumbre debido al cansancio provocado por su salida del día anterior a la represa. Al cambiarse notó algo extraño en su zapato. Era una etiqueta del material que se encontraba en aquella fábrica. Se sentía algo cansado, pero le pidió que lo llevara con Ashley, a lo que él accedió. Le llamaba la atención y quería investigar lo que había en esos cilindros de material extraño y nombre poco común. Necesitaba saber que contenían dentro. Los nombres venían así: arsénico e hidrocarburos con acción patógena y efectos teratógenos.

Elí se puso a indagar en los libros de la gran biblioteca del padre de Ashley hasta que encontró esta información:

Peligro: agente altamente tóxico, se recomienda equipo especial para su manejo. Manténgase lejos de la piel ya que sus agentes pueden causar mutaciones, deformaciones, envenenamiento y en caso de derrame en cuerpo entero la muerte.

Al ver estos datos quedó perplejo y paralizado. Se preguntaba cómo esta gente tenía en su poder este tipo de sustancias, qué es lo que querían hacer con ellas y qué pensaban al traer esos materiales al bosque de New Forest. No lo sabía y no quería saberlo, sólo quería que no estuvieran aquí.

Aun así, pensó, tengo que entrar y averiguar qué van hacer con la sustancia. Él sabía que nadie lo había visto en la fábrica y necesitaba saber qué pasaría con esos barriles.

Al ser el hijo de un sheriff, le resultaba muy excitante todo lo relacionado con investigar lo desconocido, la aventura le encantaba y le atraía. A pesar de haber encontrado la etiqueta y llevársela consigo en los zapatos, nunca se imaginó que el agua estuviera contaminada, ni mucho menos que la etiqueta estuviera en el agua. No contaría a nadie lo sucedido.

 

 

Capítulo 2
La enfermedad

Al día siguiente, como todas las mañanas, despertó a su papá. El sheriff había estado bajo mucho estrés las últimas semanas por los problemas de la fábrica y las habladurías de la gente, eso le generaba presión. Las personas del pueblo se preguntaban por qué no había hecho algo para detener el curso de la construcción. Como consecuencia cada día se preocupaba más por su padre, ya que lo veía muy fatigado y con falta de apetito. En casa él estaba al pendiente, pero el resto del día no podía estarlo.

En la cocina después del almuerzo, chocó sin querer con su padre y lo sintió débil, sin fuerza, cuando él siempre había sido fuerte como un roble. El sheriff tomaba de las manos a Elí cuando creía que iba a caer. Lo sujetaba y lo levantaba con un brazo sin esforzarse. Esta vez lo tuvo que sostener con ambos brazos para que no cayera al suelo de golpe. Al ser un muchacho bajo de estatura se sorprendió al percatarse que pudo sostenerlo. Sintió que había bajado de peso. Sin pensarlo, acercó una silla de la cocina para que se sentara, preguntándole si se encontraba bien, que evidentemente no lo estaba pues estuvo a punto de desmayarse. El sheriff con ganas de bromear contestó: