Adrián Luque Íñigo

 

Mundos paralelos

 

Image

 

Primera edición: abril de 2017

 

© Grupo Editorial Insólitas

© Adrián Luque Íñigo

 

ISBN: 978-84-17029-24-1

ISBN Digital: 978-84-17029-25-8

 

Difundia Ediciones

Monte Esquinza, 37

28010 Madrid

info@difundiaediciones.com

www.difundiaediciones.com

 

IMPRESO EN ESPAÑA - UNIÓN EUROPEA

 

 

1. Los Cinco Objetos

Abrí los ojos despacio, observando donde me encontraba. Todo estaba bastante en silencio. Me situaba en una casa que, aunque humilde, disponía de algunos aparatos que no había visto antes, ¿futuristas? ¿obsoletos? No estaba seguro, pero no era mi casa.

Poco a poco fui levantándome, intentando recordar lo que había pasado, dónde estaba y porqué, parecía como si hubiera tenido un grave accidente; me sentía inseguro, asustado, aunque con una desagradable sensación de tristeza e inconformidad que no conseguía explicarme a mí mismo. Tras pasar la mirada por toda la habitación, e intentando identificar todo lo que se encontraba en ella, de entre todos tomé uno de los objetos; este bruscamente se abrió, sin yo tacarlo apenas. Todo en aquel lugar me aterraba, no sabía qué hacía allí ni quería saberlo, y a decir verdad en lo único que pensaba era en huir de aquel sitio cuanto antes y buscar el camino a casa.
El objeto que había agarrado era semejante a un periódico, incluso poseía algo parecido a un titular en la parte superior de este. Seguí observándolo hasta que contemplé más abajo una imagen en la que seres, que, aunque parecidos a mí, no reconocía como semejantes; huían de algo, con rostros atemorizados, o eso parecía al menos. El fondo de esa imagen mostraba un paisaje apocalíptico, como si tuvieran que huir de algo o alguien que los persiguiera o quisiera aniquilarlos. Atemorizado por lo que estaba observando, se me escurrió el peculiar periódico de las manos y cayó en seco sobre aquel suelo de colores claros, por desgracia, este se rompió en innumerables pedazos, a cuál más pequeño. Quizás fuera cristal u otro material semejante, ya que insensatamente no había comprobado que era, ni de que estaba compuesto antes de caerse, así que quizás ya fuera tarde para hacerlo. Quise agacharme a recoger aquellos pequeños trozos para observarlos más de cerca y al sujetarlos entre mis manos contemplé curioso uno de los pedazos en particular, uno que parecía moverse. De repente, fui absorbido por un cumulo de imágenes, recuerdos quizás que no paraban quietos, ni como era obvio, podía controlar.

En este instante, me veía desde otra perspectiva, como si no fuera yo el que estaba recordando eso y simplemente visualizara lo que sucedía desde un rincón; me observé repetidas veces para asegurarme de que era yo. Me reconocí rápidamente por mí aspecto, y además pude comprobar casi totalmente de que no había pasado una gran cantidad de tiempo desde ese recuerdo hasta el momento actual, por lo que no tenía que preocuparme de haber pasado un largo periodo desde que aparecí aquí inconsciente, víctima de un secuestro o algo peor, esperaba que no fuera nada malo, y acabara pronto esa pesadilla. Seguí contemplando el recuerdo. En él, me estaban ayudando a entrar en una especie de cápsula; recuerdo bruscamente como estaba en desacuerdo con lo que estaba pasando, me sentía muy apenado, incapaz de hacer nada para solucionar lo que fuera que estuviera a punto de suceder. Aunque fue fugaz, pude identificar que este había sido el primer recuerdo desde que aparecí aquí esta mañana, o quizás esta tarde, no lo sabía, como la mayoría de las cosas que pasaban alrededor de mí en ese momento.

Visto que no sabía en qué momento del día me encontraba, ni por su puesto donde, intenté buscar la ventana más cercana, y poco a poco fui acercándome a ella, procurando asomarme con precaución por lo que pudiera pasar. El cielo se tornaba oscuro, aunque no de él color que acostumbraba; tenía cierta tonalidad marrón.
Se me ocurrió la brillante idea de apoyarme con la mano en aquella ventana, y digo brillante idea porque al aproximar mi mano a esa ventana recibí una pequeña descarga. No comprendía que estaba sucediendo, pero me sentía como un recluso. ¿Que se supone que había hecho?, nunca se me ocurriría desafiar a las autoridades o salirme de la rectitud que correspondía. Bajé la mirada de ese oscuro y perturbador cielo, y… no cabía en el asombro con lo que vi. Me froté repetidas veces los ojos, me aseguré de estar despierto una y otra vez, pero seguí observando lo mismo. Quizás fuera una paranoia por haber estado postrado en ese extraño espacio del que me había levantado o quizás no, debía esperar para saberlo.

Me alejé de esa ventana, unos pocos pasos atrás, buscando un hueco en el que sentarme, en el que pensar, intentar recordar. Tras un buen rato de ideas pésimas lo siguiente que se me ocurrió fue buscar una puerta que en principio no vi, ¿cómo entré aquí sino fue por una de ellas? De pronto sonó una voz fuerte y ronca, que, aunque con acento se escuchaba alta y clara:

-Atención, ¿me oye? Responda.

-Oh dios mío, menos mal que hay alguien, tengo muchas preguntas, ¿qué hago aquí? ¿por qué estoy retenido? ¿Qué…?

-Basta, se te responderá cuando nos digas que haces aquí, ¿eres su representante?

-Represen… ¿¿¿YO???

-Sigues sin recordar eh, ese viaje te ha afectado a la memoria. Vuestro transporte no es el adecuado para la utilidad que le habéis dado. Nuestros médicos han dicho que descanses, poco a poco irás recordando y tendrás que contarnos todo lo que sepas sobre vuestras intenciones, y sobre todo quien eres señor Max Wille.

Se cortó la comunicación, o al menos paró de hablar. No cabía en mí, tanta duda me abrumaba. Quien fuera que me hubiera hablado sabía cómo me llamaba y preguntaba por nuestras intenciones, las cuales sinceramente no sabía ni que existían. Lo peor, es que la mayor duda que había, era la de quien era el que me habló, ¿serían terroristas? Aunque poco probable era lo único que se me pasaba por la cabeza, tampoco llegaba a entender porque yo era el recluso, si el trabajo que empeñaba no me relacionaba con esta serie de cosas; aunque queda decir ciertamente que no recordaba mucho lo que sucedió en mi vida antes de estar aquí. Respecto al tema de mi nombre… si lo sabían es porque realmente había hecho algo importante, aunque no sé si para bien o para mal. Me tumbé en el mismo sitio del que me había levantado antes, y me dispuse a dormir sin pensar demasiado. Cada vez tengo las cosas menos claras.

Desperté entre sudores, no sabía qué hora era, aunque quizás ese fuera el menor de mis problemas. Volvieron a hablarme, pero esta vez la voz era distinta, esta se tornaba más suave que la anterior, lo extraño era que ese acento que noté la primera vez, seguía sonando; que extraño:

-Se nos agota la paciencia, no nos eres tan útil como para darte la importancia que te damos. Quizás debamos acabar con tu sufrimiento como hacéis vosotros con nosotros sin pedíroslo. - hablaba aquella voz.
-Juro que no recuerdo nada, no sé porque estoy aquí ni que se supone que tengo que recordar.

 

Escuchaba muy bajo sonidos que no lograba entender, y una tercera voz totalmente distinta a las dos últimas comenzó a hablar:

-Entienda que estemos nerviosos, estamos pasando una situación muy violenta con ustedes, - me dijo- creemos que sabes algo, o al menos sabías, antes de ese viajecito tuyo. Vamos a esperar más tiempo por si recuerdas algo, pero queremos que sepas que los únicos culpables de que este usted aquí, es su grupito.
- ¿Mi grupito? ¿No entiendopor favor, explíquenme que ha pasado quizás así pueda recordar algo más?

-No diré nada más.-dijo con un tono furioso.


De golpe volvió a cortarse la comunicación, estaba desesperado no sabía que sucedía, quería respuestas que estaban alargándose, mis preguntas me nublaban el juicio, no sabía cuánto podía seguir aguantando con todo esto así.
Visto que pasaban las horas sin respuestas aparentes, me entró la desesperación, y empecé a buscar formas de escapar de esas cuatro paredes, bueno digamos paredes por no decir cortinas, ya que no sabía lo que era, como tampoco supe hasta el momento en el que toqué la ventana de que estaba compuesta, y aun así, ahora mismo seguía sin saber el porqué de que esta estuviese electrificada. Supongo que sería una especie de campo magnético o algo semejante. Lo bueno que eso me hizo darme cuenta de que no debía tocar nada hasta estar totalmente seguro de que mi vida no correría demasiado peligro.
La habitación, cubículo o sala en la que me encontraba no era muy grande, aunque tampoco pequeña, quizás tuviera el tamaño justo que debiera tener. Vislumbré otro nuevo objeto al que aferrar mi libertad. Había solo cuatro de estos en toda esa estancia, un sonajero (o eso parecía); una grapadora, que resultaba cuanto menos sospechosa; un montón de papeles que no quería ni leer y por último algo parecido a un arma. En ninguno de los casos era exactamente idéntico a lo que recordaba, había algo que llamaba la atención, eran precisamente no exactos a como los hubiera descrito. Escogí el sonajero, y aunque resulte estúpido, tenía miedo a moverlo por lo que pudiera pasar. Siendo sincero con migo mismo… todo en ese momento o me resultaba curioso o me asustaba. Agité este despacio, produciendo un sonido que me resultaba de lo más acogedor, como si lo hubiera escuchado antes; y sin nada que ver me vino un nuevo recuerdo a la cabeza, uno mucho más fuerte que el anterior, que nublaba todo mi ser. Poco a poco notaba que mi yo físico se desvanecía y caía bruscamente al suelo. Aunque el recuerdo parecía ser a prueba de golpes.

En este recuerdo, era un niño, tendría apenas ocho años. Estaba en el colegio, y como en el anterior, lo estaba viendo en tercera persona. Me veía a mí mismo respondiendo a todas las preguntas que se formulaban, era uno de los mejores. El sueño se fue acelerando hasta llegar en ese mismo día a una situación que parecía haber sucedido en mi casa. Veía a mi madre, ella estaba haciendo la comida, mientras yo descansaba tumbado en el sofá esperando que terminase. De pronto, veo que me levanto y que con una sonrisa de oreja a oreja empiezo a formular preguntas a mi madre, preguntas que ahora sé que no pueden responderse, porque simplemente no las conocemos. Pero eso me hizo recordar que a mi hijo también le gusta hacer preguntas que no pueden responderse… Un momento tengo un hijo, es cierto, mi hijo Rolan.

Me levanté del suelo con un dolor fuerte en la nuca, y pensé que tenía que acostumbrarme a que sucediera esto a menudo porque como estaba comprobando, era lo único a lo que podía llamarse emocionante en esa habitación. Tras distraer a mi cabeza un poco de mis recuerdos, volví a pensar en todo lo que había pasado, estaba viendo las cosas con algo más de claridad. Tenía o tengo aun un hijo, y lo tuve con… con mi mujer Klaire, claro ahora sí lo recuerdo. En ese momento tenía la sensación de necesitarlos a mi lado….

Alcé la voz cuanto pude pidiendo que volvieran a hablarme que había recordado algo, tras unos interminables momentos de espera respondió una voz ansiosa:

- ¿Qué es lo que has recordado? Tenemos prisa no podemos perder el tiempo.

- Que tengo un hijo, y una esposa.

- Claro que los habrás recordado, en tu cabeza aparecerá primero lo que más amas subconscientemente, lo más primario de tu ser. Además, te hemos visto tocar dos de los cinco objetos que te dejamos.

- ¿Cinco? Solo he visto cuatro.

- El quinto era el primero que rompiste, hiciste justo lo que esperábamos. Estos objetos te van a ayudar a recordar toda tu vida, hasta que llegues al apartado que necesitamos. Ten paciencia, te recomendamos que solo toques un objeto al día ya que podrías perder la noción del tiempo hasta tal punto que no sepas que está sucediendo ahora y que sucedió en el pasado. Aunque quiero rogarte prisa ya que nuestra población vivirá en función de las respuestas a tus recuerdos.

Una vez más cesó la transmisión y no pude escuchar nada más. Me quedé bastante tiempo asimilando que ya había cumplido mis dos primeros recuerdos, y en mucho menos tiempo del recomendado, dos en un día. Quizás debiera bajar el ritmo, aunque en mi cabeza quizás no me lo hubiera pensado y sin dudarlo habría tocado todos a la vez.
Decidí volver a aquella ventana, para ver si realmente lo que había visto la última vez era real, o una mera ilusión que hice debido al cansancio. Procuré acercarme todo lo que pude sin tocar aquel material eléctrico, y lentamente fui asomando la cabeza.
En efecto, aunque lo que vi la primera vez no era idéntico a lo que veía ahora, no me equivocaba, ni estaba loco, el escenario era desolador. En ese momento tuve que recurrir a intentar auto convencerme, de que todas las situaciones tienen un lado bueno, a pesar de que pareciera que todo estaba perdido. La parte positiva era que no me estaba volviendo loco; mientras que la parte negativa y posiblemente (en contexto sarcástico) la peor, es que no tenía ni idea de que era lo que veían mis ojos. El paisaje era como el que se mostraba en aquella imagen del periódico que rompí, el mismo panorama de destrucción, gente huyendo. Y algo en ese cielo, algo sorprendentemente grande que no podía reconocer, una vez más, como todo lo que había en la habitación. De pronto, sentí un fuerte pinchazo en la pierna, semejante al de una mordida, y acto seguido caí al suelo desplomado por el peso de mi cuerpo.

De nuevo me despertaba con dolor de cabeza, pero esta vez estaba amordazado. Tenía los objetos que me quedaban por tocar lo suficientemente cerca para llegar a ellos. Ahora sí que estaba perdido, ¿por qué lo hicieron? solo estaba mirando lo que había fuera, no pensaba que pudiera nadie tomárselo a mal. La voz más suave, inició el habla de nuevo para mi sorpresa:

- ¿Hay algo que le resulte divertido al mirar por la ventana?

- Para nada, me resulta triste y desolador.

- ¿Triste y desolador? Es justo lo que nos parece a los que vivimos aquí. Claramente tú no estarás sufriendo las consecuencias de esta guerra. Porque sois los que la creáis. Bueno me saldré de mi papel contándote esto, pero… ¿ni por aproximación recuerdas donde te encuentras?

- No, nada. Solo recuerdo gracias a los dos primeros objetos pequeños detalles, y que tengo una mujer e hijo. Por cierto, ¿qué guerra? ¿originada por nosotros?

- Solo preguntaba lo importante, pero de acuerdo. Te cuento… estás, en como vosotros decidisteis llamarlo, JPLX-4300, te preguntarás que es esto, pues bien empezaré. Este el planeta en el que encontrasteis vida hace cincuenta años terrestres, los cuales aquí son solo dos. Ya que nuestro planeta orbita mucho más lento que el vuestro. Viniste en la cápsula que recordaste en el primer objeto, no entendemos porque te mandaron a ti, pero desde que llegó tu inconsciente cuerpo… no pararon de atacarnos. Decidimos encerrarte en esta sala y alimentarte mientras dormías para que no nos vieras. Cuando nos empezaron a atacar quisimos comprender el por qué, ya que somos una civilización que no entendía de estos acontecimientos y no estábamos preparados para vuestros ‘’ataques’’. A consecuencia de estos hemos perdido a la mayoría de población de nuestro mundo y todo por vuestra culpa. Lo que más me sorprendió de todo esto fue que sois, biológicamente hablando, muy semejantes a nosotros. No podemos sacarte de ahí, ni creo que nadie esté dispuesto a perdonarte desde tu llegada.

- No… no puede ser, no puedo estar en otro planeta, ¿cómo que puedo respirar?

- Como he dicho somos vida semejante a la vuestra, utilizamos el oxígeno que hay en nuestra atmósfera y en nuestros bílodos, equivalentes a pulmones terrestres, juntamos este con carbono y ¡wualá! Podemos respirar, de esta forma vivimos, y gracias a esto podemos adaptarnos a muchísimos planetas sin necesidad de desplazarnos largas distancias. Nuestra curiosidad nos indujo a buscar vida en esta galaxia, lo único que encontramos fue vida poco desarrollada. Hemos estado estudiándoos siempre, desde vuestros comienzos más básicos, os enseñamos a utilizar el fuego, os dimos la rueda, y otros muchos pequeños inventos que sabíamos que desarrollaríais. Pero jamás imaginamos que la especie a la que acunamos, se volviera en nuestra contra.
- ¿Y dónde habéis estado todo este tiempo? ¿Por qué no intentasteis comunicaros?

Toda comunicación había vuelto a cortarse. No podía ser posible todo lo que me estaba diciendo, necesitaba tocar ya el siguiente objeto.

El siguiente más próximo a mí era sin duda la grapadora; y como era obvio si estaban situados en ese orden era porque debía ordenar los recuerdos de esa manera, o quizás fuera simple casualidad la posición en la que se encontraban, eso ya daba igual, estaba inmerso nuevamente en imágenes inconexas que debía creer.

Empiezo a recordar un momento que no figuraba en mis pensamientos, aunque era lógico ya que no recordaba mucho más que a mi más cercana familia y debido al objeto que toqué anteriormente. En este tendría aproximadamente veintidós años, trabajaba en una cafetería, cuando de la nada apareció un hombre, muy bien trajeado, con un gran maletín que portaba muchas hojas y una grapadora. Me dicen que llevaban analizando mi comportamiento bastante tiempo. También valoraban mis conocimientos, y me rogaban que les acompañara. Recuerdo haber aceptado a regañadientes debido a mi falta de conocimiento sobre ellos.
Tras un largo viaje, en el que tuvimos que utilizar hasta avión, llegamos a una sala alfombrada de arriba a abajo. El hombre que me había acompañado se esfumó de aquel tétrico escenario, y de una gran silla emergió un pequeño hombre, con una voz que encajaba a la perfección con su aspecto. Durante unos segundos disimulé la risa, aunque pronto se me pasó ya que me encontraba en una situación totalmente desconocida para mí. Él, comenzó a hablar, a contarme a que se dedicaban; se emborronaba un poco el recuerdo, pero aún veía como me tendía un grupo de papeles que debía llevarme, leerlos, firmarlos y traerlos grapados si encontraba todo en orden. Según llegué a casa de mis padres abrí apresuradamente esa montaña bien apilada de textos y escritos, y me dispuse a leerlos. En ellos me contaban que estaban experimentando con un nuevo tipo de transporte, instantáneo, sin pérdida de tiempo. Solo solicitaban que yo lo probara asegurando que no pasaría nada y que en unos escasos días estaría de vuelta; siempre y cuando hubiera estudiado atentamente el lugar al que me mandaban. No estaba para nada seguro, en aquel entonces ya tenía novia, y quise consultarlo si le parecía lo más adecuado, ya que la cantidad que me ofrecían era desorbitada a pesar del riesgo que podía acarrear para mí. La verdad, que tampoco entendía porque me habían elegido a mí de entre todo el mundo para este experimento. Pero seguí leyendo hasta terminar aquel montón de papeles, observando que la firma que figuraba al final, pertenecía al presidente de la NASA. Me tranquilizó en gran parte, y creo recordad que fue por eso por lo que acepté el experimento.



.