cip instituto mora. biblioteca ernesto de la torre villar
nombre: Pirker, Kristina, autor.
título: La redefinición de lo posible: militancia política y movilización social en El Salvador (1970 a 2012) / Kristina Pirker
descripción: Primera edición | Ciudad de México : Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2017 | Serie: Contemporánea. Sociología
palabras clave: El Salvador | Guerra civil, 1980-1992 | Guerrilla | Terrorismo de Estado | Acuerdos de paz | Movimientos sociales | Partidos de izquierda | Democracia | Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional | Activismo político.
clasificación: DEWEY 322.4 PIR.r | LCF1481 P5
Imágenes de portada: El Salvador: Protest, 1979. A salvadoran leftist protestor aims a pistol when word had spread of approaching police during an anti-government protest, 11 September 1979. Alamy Stock Photo.
Marcha del 1 de mayo de 2008 en El Salvador. Fotografía de Gilberto García Dueñas, ceal-El Salvador.
Primera edición, 2017.
Primera edición electrónica, 2018
D. R. © Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Calle Plaza Valentín Gómez Farías 12, San Juan Mixcoac,
03730, Ciudad de México.
Conozca nuestro catálogo en <www.mora.edu.mx
ISBN: 978-607-9475-77-2
ISBN ePub: 978-607-8611-01-0
Impreso en México
Printed in Mexico
Para Milena y Omar
Agradecimientos
Siglas, abreviaturas y acrónimos
Introducción
1. Militancia revolucionaria, activismo social y participación ciudadana: herramientas para el análisis
La militancia como representación y como práctica social
De la militancia revolucionaria a la participación ciudadana
El campo político: espacio en disputa
Claves de análisis: capital político, habitus militante y estrategias de reconversión
Relatos biográficos: historia “vivida” e historia “narrada”
Procesos, bifurcaciones y situaciones críticas
2.“¡A más represión – más lucha!” El ciclo de la radicalización
La aparición de un nuevo actor: los frentes de masas
Vasos comunicantes: frentes de masas y grupos guerrilleros
Condiciones de posibilidad para el antagonismo político
Movilización social y radicalización política en El Salvador de los setenta
¿Agentes externos? Lucha armada y organizaciones populares
La radicalización
3. Subculturas de oposición: acción directa y violencia política
La “lucha por la hegemonía” en las subculturas de oposición
Militancia y universidad
“En busca de mejores horizontes...”: militancia y sindicalismo
“Nos daba más fuerza, cuando se miraba que habían asesinado a gente injustamente”:la militancia en el campo
La lucha armada como una vía “imaginable”
4. Los años de la guerra: reorganización política y confrontación militar
“Tiempo de muerte”: la destrucción de las redes sociales de oposición
Patrones de la violencia
La cara “civil” de la contrainsurgencia
La democracia cristiana y las organizaciones populares
El agotamiento del proyecto político democristiano
Reagrupamientos organizativos y la constitución de la unts
El fmln entre ofertas de negociación y “contraofensiva estratégica”
5. La militancia entre el activismo político y la defensa gremial
Efectos prácticos de la guerra civil: las marcas de la violencia
Ser enlace con el Frente: prácticas políticas encubiertas
La tecnificación del activismo
“Por órdenes del partido”: los mecanismos de la delegación
Preparando la ofensiva
Tres proyectos en pugna
6. El fmln y su marcha por las instituciones
Arena y la introducción del proyecto neoliberal
El ajuste estructural y los Acuerdos de Paz
Nuevos cierres del campo político: del “autoritarismo electoral” a la criminalización de la protesta
Socialismo y revolución democrática en el programa del fmln
Las organizaciones populares en la posguerra: desmovilización y estrategias de reconversión
Divisiones del trabajo político y sectorial en tiempos de paz
7. La disputa por el reconocimiento: nuevos y viejos portavoces
De la dispersión organizativa hacia nuevas alianzas
“Fuera de lugar”: las prácticas de militancia en el campo político posbélico
El cierre del campo político
La (re)valorización del capital militante en tiempos de paz
Oportunidades de inserción y estrategias de reconversión social
Dobles militancias ayer y hoy: a manera de conclusión
Lista de referencias
Índice onomástico
Estoy en deuda con mucha gente por su apoyo durante los años que pasé investigando y escribiendo este libro. Quisiera dedicar las primeras líneas de este trabajo a la memoria de Irene Sánchez Ramos (1959 a 2010), profesora del posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Gracias a ella surgió mi interés por conocer a fondo la historia de El Salvador y de sus movimientos revolucionarios. Del mismo modo fue una lectora cuidadosa de los avances de mi tesis doctoral (la base de este libro) y amiga de las preocupaciones analíticas y pasiones políticas sobre Centroamérica. Agradezco también a Susana García Salord, del Instituto de Investigaciones en Matemáticas y Aplicación de Sistemas (iimas) de la unam por enseñarme, mediante la práctica de la investigación, una propuesta metodológica inspiradora y reflexiva, y también que el oficio de la sociología se realiza con bondad y solidaridad.
A Mario Vázquez Olivera, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (cialc) de la unam, por acompañar esta investigación y facilitar sus contactos en El Salvador, sin los cuales el trabajo de campo no hubiera sido posible. También a Raquel Sosa Elízaga, profesora del posgrado en Estudios Latinoamericanos y directora de mi tesis, y a Carlos Figueroa Ibarra, profesor de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (buap), por las lecturas cuidadosas y los comentarios alentadores que me permitieron enfocar de mejor manera argumentos fundamentales. A Rodrigo Paéz Montealbán por su apoyo durante la estancia posdoctoral en el cialc.
Muchos amigos y compañeros en El Salvador me compartieron sus balances sobre el pasado reciente de su país. Sin ellos, este libro no hubiera sido posible.
A Breny Cuenca y Roberto Turcios, por recibirme siempre en su hermosa casa en San Salvador, y por las conversaciones que aportaron datos importantes sobre el conflicto bélico y la historia de la izquierda salvadoreña. A Orlando Villacorta y Carmen Elena Villacorta, por su hospitalidad, amistad y confianza.
Gracias a Marco Antonio Cativo, Osmín Juárez e Idalia Zepeda, quienes en diferentes momentos de esta investigación me ayudaron a abrir puertas.
No quisiera omitir a un amplio conjunto de personas que aportaron información valiosa e interpretaciones clave que contribuyeron a desarrollar las ideas centrales de este libro: Miguel Alemán, Damián Alegría, Tito Bazán, Gregorio Bello Suazo, Héctor Bernabé Recinos, Roger Blandino Nerio, Judith Esther Castro, Deysi Cheyne, Zoila Blanca Flor, Sonia Farfán, María Elba González, Shafik Handal (hijo), Carlos Henríquez, Eduardo Linares, Guillermo Mata, Melba Jiménez, Ana María Menjívar, Saharí Molina, Cleotilde Tomasa López, Mirtala López, Luis Mario López, Eliseo Ortiz, Carlos Ramos, Susana Rodríguez, Marisa Rodríguez, Dominga Rodríguez.
Estoy en deuda con Felipe Varela Ojeda, Ana Karen León y Fernando Sinuhé Gómez Díaz por la cuidadosa transcripción de las entrevistas, pese a las dificultades presentadas por el acento salvadoreño y las deficiencias en las grabaciones.
Debo mucho a las instituciones académicas que me brindaron el apoyo para desarrollar esta investigación. El Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos y el programa de becas de la Dirección General de Estudios de Posgrado de la unam posibilitaron iniciar este proyecto durante mis estudios de maestría y doctorado, y el Programa de Becas Posdoctorales de la unam –a través de la estancia en el cialc– apoyó la realización del trabajo de campo necesario para completar la información y llenar los vacíos detectados en la tesis doctoral. El Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora ha provisto del ambiente académico idóneo para concluir este estudio. Por consiguiente, agradezco a mis colegas, a los estudiantes de la Maestría en Sociología Política y el equipo administrativo del Instituto.
Por último, a mi hermano Jan quien, a pesar de la distancia geográfica, siempre está presente y nos recibe con los brazos abiertos. A Anita y Paul por su amor incondicional de padres y por haberme enseñado los valores de la libertad, la igualdad y la solidaridad internacional. Sin su influencia probablemente nunca hubiera despertado en mí la curiosidad por conocer la realidad de América Latina.
A Milena, quien ha transformado mi vida desde el día que nació y quien, pese a todo, me enseña a confiar en el futuro. Acompañar su crecimiento es un privilegio que día con día valoro como madre.
A Omar Núñez, compañero de vida y padre extraordinario, quien ha acompañado este trabajo desde los primeros esbozos, por la claridad de sus ideas, por su confianza en mis capacidades, su amor y su paciencia.
Abecafe | Asociación Salvadoreña de Beneficiadores y Exportadores de Café |
adc | Alianza Democrática Campesina |
Adescos | Asociación de Desarrollo Comunal de Suchitoto |
aes | Asociación de Estudiantes de Secundaria |
Agemha | Asociación General de Empleados del Ministerio de Hacienda |
Agepym | Asociación General de Empleados Públicos y Municipales |
ageus | Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños |
aifld | American Institute for Free Labor Development |
Anda | Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados |
Andes 21 de Junio |
Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños 21 de Junio |
anep | Asociación Nacional de la Empresa Privada |
anis | Asociación Nacional Indígena Salvadoreña |
Ansesal | Asociación Nacional de Seguridad de El Salvador |
anta | Asociación Nacional de Trabajadores Agrícolas |
Antel | Administración Nacional de Telecomunicaciones |
antmspas | Asociación Nacional de Trabajadores del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social |
Apsal | Acción para la Salud en El Salvador |
Arena | Alianza Republicana Nacionalista |
ars | Acción Revolucionaria Salvadoreña |
asdi | Asociación Salvadoreña de Desarrollo Integral |
Asparlexal | Asociación de Parlamentarias y Exparlamentarias |
Asttel | Asociación de Trabajadores de Telecomunicaciones |
Ataces | Asociación de Trabajadores y Campesinos de El Salvador |
atcel | Asociación de Trabajadores de Cel |
Atramec | Asociación de Trabajadores del Ministerio de Educación |
bpj | Bloque Popular Juvenil |
bpr | Bloque Popular Revolucionario |
bps | Bloque Popular Social para la Democracia Real |
bres | Brigada Revolucionaria de Estudiantes de El Salvador (uaes) |
cafta | Dominican Republic-Central America Free Trade Agreement |
ccr | Coordinadora de Comunidades Rurales de Chalatenango |
cctem | Consejo Coordinador de Trabajadores Estatales y Municipales |
ceb | Comunidades Eclesiales de Base |
Cel | Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa |
Centra | Centro de Estudios del Trabajo |
cepa | Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma |
Cesta | Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada |
cgs | Confederación General de Sindicatos |
cgt | Central General de Trabajadores |
cgts | Central General de Trabajadores Salvadoreños |
Clat | Central Latinoamericana de Trabajadores |
cls | Concertación Laboral y Social |
Coaces | Confederación de Asociaciones Cooperativas de El Salvador |
coap | Comité Obrero de Acción Política |
Codefam | Comité de Familiares de Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos |
Comadres | Comité de Madres y Parientes de Prisioneros, Desaparecidos y Mártires Políticos de El Salvador |
Comafac | Comité de Madres y Familiares Cristianos |
Conara | Comisión Nacional de Reconstrucción de Áreas |
Confras | Confederación Nacional de Federaciones de la Reforma Agraria Salvadoreña |
Coppes | Comité de Presos Políticos de El Salvador |
Cordes | Fundación para la Cooperación y el Desarrollo Comunal de El Salvador |
Cosdo | Consejo Sindical de Obreros |
crc | Comité de Reconstrucción y Desarrollo de Cuscatlán |
Cripdes | Comité Cristiano Pro-desplazados de El Salvador |
Crm | Coordinadora Revolucionaria de Masas |
css | Coordinadora Sindical Salvadoreña |
cst | Coordinadora de Solidaridad con los Trabajadores |
csts | Coordinadora Sindical de Trabajadores Salvadoreños |
ctd | Central de Trabajadores Democráticos |
cts | Central de Trabajadores Salvadoreños |
Cusca | Comité de Unidad Sindical Centroamericano |
cuss | Confederación Unitaria de Sindicatos Salvadoreños |
cuts | Confederación Unitaria de Trabajadores Salvadoreños |
dru | Dirección Revolucionaria Unificada |
erp | Ejército Revolucionario del Pueblo |
fapu | Frente de Acción Popular Unificada |
farn | Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional |
faro | Frente Agrario de la Región Oriental |
Fastras | Fundación para la Autogestión de los Trabajadore Salvadoreños |
fau | Frente de Acción Universitaria |
fdr | Frente Democrático Revolucionario |
Feasies | Federación de Asociaciones o Sindicatos Independientes de El Salvador |
Feccas | Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños |
Fenastras | Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños |
Fesinconstrans | Federación de Sindicatos de la Industria de la Construcción,Similares y Transporte |
Festiavtsces | Federación de Sindicatos de Trabajadores de la Industria de Alimentación, Vestimenta, Textiles y Similares |
Festraes | Federación Sindical de Trabajadores de El Salvador |
Festraspes | Federación Sindical de Trabajadores del Sector Público de El Salvador |
fmln | Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional |
foc | Frente Obrero Campesino |
Focco | Programa de Fomento y Cooperación Comunal |
fpl | Fuerzas Populares de Liberación – Farabundo Martí |
fsln | Frente Sandinista de Liberación Nacional |
fsnp | Frente Social por un Nuevo País |
fsr | Federación Sindical Revolucionaria |
fuar | Frente Unido de Acción Revolucionaria |
fudi | Frente Unificado Democrático Independiente |
fuersa | Frente Universitario de Estudiantes Revolucionarios Salvador Allende |
Funsalprodese | Fundación Salvadoreña para la Promoción del Desarrollo Social y Económico |
Fusades | Fundación Salvadoreña de Desarrollo Sostenible |
fuss | Federación Unitaria Sindical Salvadoreña |
Gimes | Grupo de Monitoreo Independiente de El Salvador |
Iejes | Instituto de Estudios Jurídicos de El Salvador |
Imu | Instituto de la Mujer |
Incafe | Instituto del Café |
isss | Instituto Salvadoreño del Seguro Social |
ista | Instituto Salvadoreño de Transferencia Agraria |
lp-28 | Ligas Populares 28 de Febrero |
mers | Movimiento de Estudiantes Revolucionarios de Secundaria |
mir | Movimiento de Izquierda Revolucionaria |
mnr | Movimiento Nacional Revolucionario |
moli | Movimiento de Organizaciones Laborales Independientes |
mpr-12 | Movimiento Popular de Resistencia-12 de octubre |
mpt | Movimiento Patria para Tod@s |
Musyges | Movimiento Unitario Sindical y Gremial de El Salvador |
ong | Organización No Gubernamental |
Onusal | Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador |
Orden | Organización Democrática Nacionalista |
orit | Organización Regional Interamericana del Trabajo |
ort | Organización Revolucionaria de los Trabajadores |
pcn | Partido de Conciliación Nacional |
pcs, pc | Partido Comunista Salvadoreño |
pcs-fal | Partido Comunista Salvadoreño-Fuerzas Armadas de Liberación |
pd | Partido Demócrata |
pdc | Partido Demócrata Cristiano |
pnc | Policía Nacional Civil |
pnud | Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo |
prtc | Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos |
ptt | Programa de Transferencias de Tierra |
Redes | Fundación para la Reconstrucción y el Desarrollo de El Salvador |
rn | Resistencia Nacional |
Setivu | Sindicato de Trabajadores del Instituto de Vivienda Urbana |
Sgpees | Sindicato Gremial de Educadores de la Empresa Privada de El Salvador |
sies | Sindicato de la Industria Eléctrica de El Salvador |
Simetrisss | Sindicato de Médicos y Trabajadores del Instituto Salvadoreño del Seguro Social |
Siteaies | Sindicato de Trabajadores por Establecimiento del Aeropuerto Internacional El Salvador |
stcai | Sindicato de Trabajadores de la Central Azucarera de Izalco |
stecel | Sindicato de Trabajadores de la Empresa Comisión Ejecutiva Eléctrica de Río Lempa |
stisss | Sindicato de Trabajadores del Instituto Salvadoreño del Seguro Social |
stitas | Sindicato de Trabajadores de la Industria Textil y Actividades Similares |
sucepes | Sociedad Unión de Carteros y Empleados Postales de El Salvador |
tr | Tendencia Revolucionaria |
uca | Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” |
ucs | Unión Campesina Salvadoreña |
udn | Unión Democrática Nacional |
ues | Universidad de El Salvador |
Unes | Unidad Ecológica Salvadoreña |
uno | Unión Nacional Opositora |
unoc | Unión Nacional de Obreros Católicos (1965), Unión Nacional Obreros y Campesinos (1987) |
unts | Unión Nacional de Trabajadores Salvadoreños |
upd | Unión Popular Democrática |
upt | Unión de Pobladores de Tugurios |
ur-19 | Universitarios Revolucionarios 19 de Julio |
usaid | us-Agency for International Development |
utc | Unión de Trabajadores del Campo |
Desde qué utopía, o desde qué fines, la epopeya de la historia es concebible una vez que se apaga la fogata del sueño revolucionario …
Hopenhayn (1994, p. 21)
Este libro se inscribe en el debate sobre el alcance y las limitaciones de las transformaciones políticas ocurridas en El Salvador después de la guerra civil y el impacto de estos cambios sobre las prácticas de participación política y las modalidades de organización del movimiento popular. El término “popular” se usa para hacer referencia a un conjunto de actores sociales –entre ellos, campesinos, sindicalistas, estudiantes organizados– que se enfrentaron a los Estados autoritarios en Centroamérica hasta inicios de la década de 1990. Permite dar cuenta de las particularidades de estas formas de movilización política, las cuales comprometían esfuerzo y creatividad para articular identidades sociales diversas: de clase, de comunidad, de religión, de oficio, de género, problema que se resolvió por medio de la construcción de alianzas multisectoriales y la interpelación a una identidad popular como denominador común de experiencias de explotación económica y dominación política (Vilas, 1994).
Al oponerse a las alianzas oligárquicas y militares que dominaban el Estado salvadoreño en el contexto geopolítico de la guerra fría, estos movimientos multisectoriales y pluriclasistas fueron identificándose cada vez más con la izquierda política. No obstante El Salvador es el país más pequeño pero con mayor densidad poblacional de la región (170.4 habitantes por km2 en 1970), la influencia social y política de los grupos guerrilleros que, en octubre de 1980, conformaron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (fmln), dependía de la capacidad de inserción en las redes de sociabilidad constituidas por las organizaciones populares. El papel de estas últimas como actores políticos se reforzó entre 1980 y 1992, los años de la guerra civil, al ser integrantes estratégicos de las alianzas opositoras que promovían una solución política del conflicto bélico. Pero después de finalizar la guerra en 1992 –mientras el fmln se consolidó como partido electoral hasta que en 2009 triunfó en las elecciones presidenciales–, las organizaciones populares perdieron la visibilidad política obtenida en años anteriores, se debilitaron y fragmentaron. A partir de comprobar este fenómeno, me interesaba indagar, por una parte, las razones institucionales y sociales que explican esta marginación y, por la otra, las estrategias de acción por medio de las cuales las organizaciones aliadas de la izquierda partidista han intentado encarar y resolver su marginación política.
La frase “la política es el arte de lo posible” –adscrita al canciller alemán Otto von Bismarck– suelen utilizarla aquellos que defienden la política pragmática en contra de posturas radicales y contestatarias. Pero desde la perspectiva de este libro –y por esto el título–, la frase expresa una lógica fundamental de la acción política: el éxito y fracaso de agentes, que representan intereses sociales y luchan por consolidar proyectos colectivos, depende de su habilidad para reconocer en una coyuntura específica las posibles direccionalidades que los procesos sociales pueden tomar (Zemelman, 1989, p. 31). Sin embargo, lo que en una sociedad se percibe como opciones políticas posibles o incluso necesarias, y lo que se concibe como objetivos deseables, pero imposibles de alcanzar (la utopía), no es inmutable sino consecuencia de construcciones sociales y culturales. Esto quiere decir que las expectativas de los actores individuales y colectivos sobre lo que ellos pueden lograr por medio de una acción concertada y estratégica, y lo que está fuera de su alcance, son moldeadas tanto por las correlaciones de fuerzas sociales como por el sentido común de la época. Hasta principios de la década de los ochenta del siglo pasado, la confianza en la supremacía de la política para organizar lo social se expresaba no sólo en la legitimidad que gozaba la intervención estatal en la economía, sino también en el uso generalizado de la noción de revolución como la forma más consciente y total para cambiar las relaciones sociales por medio de la acción colectiva y organizada (Gilman, 2003, pp. 35-56). En consecuencia, el avance del pensamiento neoliberal en la década de 1980 significó un cambio cultural que, entre otras cosas, generalizó el principio según el cual, para asegurar el bienestar social y la libertad ciudadana, había que limitar las capacidades de intervención del Estado y desideologizar la política, limitándola a la gestión tecnócrata de lo público (Anderson, 1997).
La redefinición de lo posible se refiere, por lo tanto, a la reelaboración de agendas programáticas y estrategias políticas que reflejan un nuevo sentido común sobre la naturaleza, los alcances y las limitaciones de la acción política. Si bien estas resignificaciones han afectado a todos los actores políticos, esta investigación se enfoca en la izquierda salvadoreña y, en especial, en la pregunta por los cambios en sus lógicas de movilización social. El argumento central de este libro es que, para entender la crisis de las organizaciones populares identificadas con la izquierda después de 1992 en El Salvador, hay que analizar cómo se fueron modificando los vínculos entre fuerzas político-partidistas y movimientos sociales. Esta transformación ha estado intrínsecamente vinculada al proceso de reestructuración del campo político a partir de la incorporación de la izquierda armada al sistema de partidos y a la consolidación del nuevo sentido de época sobre la necesaria despolitización de los actores sociales. En este sentido, estudiar el caso salvadoreño permite formular claves de lectura para interpretar la crisis identitaria y organizativa que ha afectado no sólo a la izquierda social y partidista en El Salvador y Centroamérica, sino a la izquierda internacional.
Con la creciente movilización sociopolítica en la década de 1970, creció el interés académico por explicar las razones históricas y estructurales del estallido revolucionario. Desde entonces, en las líneas generales del debate sobre la región se han reproducido las tendencias y modas intelectuales internacionales presentes en la teorización sociológica y politológica sobre los movimientos sociales y la acción colectiva. Al mismo tiempo, desde la perspectiva actual también puede comprobarse el estímulo de los acontecimientos regionales –la revolución sandinista, las luchas sociales en El Salvador y Guatemala, la regionalización de los conflictos internos, la intervención estadunidense, las transiciones políticas y, por último, la transformación y el ascenso de las izquierdas revolucionarias en El Salvador y Nicaragua al gobierno– para que investigadores centroamericanos y no centroamericanos empezaran a analizar las modificaciones en la estructura económica y los procesos políticos en la región.
Las primeras teorizaciones de lo que estaba sucediendo en Centroamérica, hechas al calor de la coyuntura, privilegiaban factores estructurales para explicar el desencadenamiento de la crisis regional. Según estos estudios, el desarrollo desigual y excluyente del capitalismo agroexportador, el autoritarismo de las clases dominantes y la violencia de Estado, habían generado las condiciones objetivas y subjetivas para la radicalización política de un segmento considerable de la población en El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Lo que en sus momentos llamó la atención a investigadores como Carlos Vilas (1994) o Edelberto Torres-Rivas (1987, 2011) fue la movilización antigubernamental de sectores populares que antes no se habían expresado políticamente, y que sorprendió tanto por su masividad como por su radicalidad.
En estos análisis, la definición de la crisis política centroamericana y del sujeto político contrahegemónico jugaba un papel primordial. Se partía de un concepto de la revolución en los países periféricos como un proceso político y social que, dado el subdesarrollo y la dependencia, tenía que resolver el problema de la democracia, del desarrollo económico, de la igualdad e integración social. La presencia de los intereses estadunidenses en Centroamérica determinaba, a la vez, el carácter antimperialista de la revolución. Los autores de estos primeros debates utilizaban la noción de pueblo para nombrar a los actores sociales de la movilización porque permitía contar con una denominación común para todos los actores agrupados y movilizados en torno al proyecto revolucionario, donde el eje articulador de las luchas no era el conflicto capital trabajo, sino el enfrentamiento con el Estado. También se usaba el concepto “sujeto popular-revolucionario” para referirse a tres dimensiones: condiciones heterogéneas de existencia caracterizadas por relaciones socioeconómicas ambiguas y precarias, subalternidad política ante el bloque de poder oligárquico y compromiso con el proyecto revolucionario-popular, representado por los grupos guerrilleros (Torres-Rivas, 2011, pp. 165-213; Vilas, 1985).
El uso generalizado del término pueblo en el mundo de la academia y del activismo se facilitaba porque los mismos revolucionarios lo adoptaron como signo distintivo para, por una parte, marcar su diferencia frente al bloque de poder, conformado por las oligarquías clasistas y racistas, las fuerzas armadas y los representantes del gobierno estadunidense, y para aglutinar discursivamente a un conjunto de actores sociales heterogéneos. Por otra parte, expresaba un sentido de época: el “sujeto político de la revolución centroamericana”, como decía Torres Rivas (1987, p. 126) (con excepción de Guatemala) se representaba como un sujeto sin claros referentes clasistas o étnicos.
¿Cómo se aprehendió en estos análisis la relación entre grupos guerrilleros y organizaciones populares? Según Torres-Rivas, en la conducción de las organizaciones guerrilleras se unificaban los actores movilizados independientemente de sus diferencias sociales, políticas e ideológicas, producto de la heterogeneidad social y el atraso del capitalismo centroamericano. Esta dirección fue posible gracias a una serie de factores: en primer lugar, los grupos guerrilleros, al mismo tiempo que lograron “interpelar” ideológicamente a la amplia gama de agentes populares involucrados en distintos conflictos sociopolíticos –luchas agrarias por la repartición de las tierras, luchas por la igualdad social, la democratización política y la soberanía nacional– construyeron una identidad política nueva y singular. En segundo lugar, un factor distintivo de la nueva subjetividad política fue el acercamiento entre activistas guerrilleros y sectores radicalizados de la Iglesia católica, lo cual produjo un marco de referencias políticas que combinaba la fe religiosa con principios marxistas. En tercer lugar, en términos organizativos, el “movimiento popular-revolucionario” integraba organizaciones sindicales y campesinas antigubernamentales, Comunidades Eclesiales de Base (ceb), organizaciones estudiantiles, entre otras, mediante nuevas formas organizativas como frentes o bloques de masas que resolvían la dispersión de la acción colectiva por medio del vínculo organizativo con las organizaciones armadas (Torres-Rivas, 1987, p. 128).
La reconstrucción de las condiciones que posibilitaron este acercamiento singular entre organizaciones armadas y movimiento popular privilegió, en este primer momento del debate, los factores estructurales. Para Carlos Vilas (1994), el estudio de los procesos revolucionarios pasaba necesariamente por estudiar el modo en que los procesos estructurales –económicos, ideológicos e institucionales– operaban en la vida de la gente y cómo la gente experimentaba, en su cotidianidad, conceptos abstractos como explotación, corrupción o violencia política. Si en Centroamérica, durante los años setenta, un segmento de la población dejó de buscar soluciones dentro del orden político existente y apostó por la acción colectiva radical, se debió a las vivencias cotidianas con la exclusión social, discriminación étnica y arbitrariedad de los representantes del Estado, junto con la poca efectividad de las prácticas políticas legales. La “interpelación por la ideología popular-revolucionaria” (Torres-Rivas, 1987, p. 128) funcionó, de acuerdo con Vilas, porque ofreció a la gente un marco cognitivo y una identidad colectiva –lo popular– para interpretar estas experiencias.1
Estas discusiones tuvieron el mérito de llamar la atención sobre la heterogeneidad social del movimiento revolucionario centroamericano. También dan cuenta del esfuerzo por superar lecturas conspirativas que buscaron las causas de los procesos revolucionarios centroamericanos en la intervención del comunismo internacional. Pero no lograban superar la dicotomía entre, por un lado, movimientos populares explicados como resultados “espontáneos” de cambios estructurales y una voluntad política personificada en grupos guerrilleros, que pudieron articular, cohesionar y condensar la movilización social. De acuerdo con estas conceptualizaciones, la voluntad política de los grupos guerrilleros representaba los intereses colectivos generales en el ámbito de lo político, al interpelar las luchas sociales y unificarlas por medio del proyecto ideológico nacional-revolucionario (Torres-Rivas, 2011, p. 167).
Al no problematizar la construcción social de esta representación, sucedía una situación paradójica. Pese a que en los escritos de Torres-Rivas y de Vilas el tópico central es el pueblo como sujeto de la revolución centroamericana, este sujeto se difumina en sus investigaciones entre las dinámicas de las estructuras económicas y políticas y la acción consciente de los actores políticos: las guerrillas, los Estados, las fuerzas armadas o el gobierno estadunidense. Esta visión, aunque ofrece herramientas conceptuales adecuadas para reconstruir las causas económicas, políticas e ideológicas, poco permite visualizar las relaciones sociales que establecían los diferentes agentes entre sí, ni pensar la dimensión subjetiva y práctica de la movilización social. El problema de la representación de los intereses sociales por actores políticos –es decir, el complejo proceso de delegación de poder de decisión en un individuo o una institución– que forma parte de la mediación entre subjetividades individuales y la acción colectiva desaparece en un planteamiento que enfatiza el movimiento de las estructuras y la iniciativa de los actores políticos.
En respuesta a los interrogantes que las explicaciones histórico-estructuralistas dejan abiertas, investigaciones inspiradas en las propuestas teóricas de sociólogos estadunidenses como Charles Tilly (1995, 1997), permitieron resaltar la creatividad, la iniciativa y el pensamiento estratégico de los actores en la construcción de alianzas para oponerse a los Estados autoritarios. Para Tilly (1997) son cambios en las estructuras de las oportunidades políticas, como coyunturas de apertura política, el debilitamiento del Estado después de una derrota militar o conflictos entre elites, los cuales posibilitan que los movimientos sociales desafíen el poder. El rechazo o la aceptación de las demandas colectivas por parte de las elites pueden desencadenar procesos y desenlaces diferentes: desde el fortalecimiento del movimiento, expresado en la consolidación de sus organizaciones, la diversificación de sus demandas y la institucionalización dentro del sistema político existente; o la ruptura con las instituciones existentes. En el enfoque de Tilly, el uso de la violencia se considera una estrategia racional a la que recurren los movimientos cuando, en un contexto de exclusión política o cerrazón institucional, las prácticas no violentas de protesta no son efectivas para obtener respuestas favorables a las peticiones, o como una reacción a las acciones de represión llevadas a cabo por agentes vinculados al poder. Por lo general, la frontera al interior de los movimientos sociales entre grupos violentos y no violentos es difusa y cambia con el tiempo: “la mayor parte de la violencia colectiva surge de corrientes mucho más amplias de acciones colectivas esencialmente no violentas” (Tilly, 1997, p. 325). Mientras más fuerte y organizado sea un grupo, señala Tilly, menos necesidad tiene de recurrir a métodos violentos para promover sus intereses. En cambio, para un grupo carente de poder, cuya existencia a veces está ilegalizada, puede tener sentido realizar actos violentos, incluso si se espera una respuesta represiva, porque permite dar a conocer al grupo y sus demandas. No actuar en absoluto significaría de antemano la derrota, pero el uso de métodos violentos se torna una estrategia racional, siempre y cuando incremente la posibilidad, aunque sea mínima, de alcanzar los objetivos del grupo (pp. 323-331).
A partir de estas premisas, varias investigaciones han planteado la importancia de estudiar a agitadores y activistas, provenientes muchas veces de otros lugares geográficos o estratos sociales, que contribuyeron a la transformación de las interpretaciones colectivas de lo existente por medio de la difusión de nuevos principios éticos y políticos para cuestionar las mistificaciones dominantes sobre el carácter inevitable de la injusticia, organizaron actos de protesta y propusieron nuevos horizontes históricos para la acción política. Desde los primeros ensayos periodísticos que elaboró Adolfo Gilly sobre El Salvador entre 1979 y 1981, se señaló el anclaje social que habían logrado los grupos armados como una de las especificidades del movimiento revolucionario salvadoreño. Para Gilly, la radicalización del movimiento de masas en El Salvador tenía relación con factores estructurales y acontecimientos políticos, como la crisis del Mercado Común Centroamericano, la escasez de tierra agudizada por la expulsión de campesinos de origen salvadoreño de Honduras después de la “guerra de futbol” de 1969 y la deslegitimación de las instituciones estatales a raíz de los recurrentes fraudes electorales. Pero para que estos acontecimientos tuvieran un efecto sobre la conciencia de los sectores populares organizados era decisiva la capacidad de los revolucionarios de ganarse la dirección de las más importantes organizaciones campesinas y sindicales antigubernamentales. Después de 1975, éstas se integraron a los frentes de masas y contribuyeron al estallido de la crisis insurreccional de 1979 y 1980. Los grupos guerrilleros lograron obtener el liderazgo en estos frentes mediante la participación activa de sus militantes en las organizaciones que desplazaron el reformismo y reclutaron dirigentes sindicales y campesinos a las filas guerrilleras. Por medio de esta “fusión” emergió un nuevo tipo de dirigente y activista social con una formación política radical, familiarizado con la acción directa y, además, acostumbrado al trabajo político y gremial en condiciones semiclandestinas y clandestinas (Gilly, 1981, pp. 49-70).
Las prácticas políticas descritas por Gilly corresponden a una estrategia empleada por las organizaciones guerrilleras salvadoreñas, que se diferenciaba en gran medida del foquismo guevarista: por medio de la participación de sus militantes en las llamadas organizaciones de masas buscaban radicalizar políticamente el descontento social y dirigirlo en contra del orden estatal establecido. Para entender las dinámicas nacionales de los procesos revolucionarios resulta clave, entonces, entender el pensamiento estratégico de estos grupos, es decir, el proyecto ideológico, sus objetivos y capacidades para leer el momento político y para tomar decisiones. El planteamiento elaborado por Gilly a principios de los ochenta sobre la iniciativa y voluntad de los actores “subalternos”, apunta a una línea de investigación que otros autores retomaron y sistematizaron posteriormente. Por ejemplo, Hugh Byrne (1996) compara y contrasta las estrategias políticas y militares de los principales actores políticos del conflicto salvadoreño, es decir, la insurgencia armada, el gobierno salvadoreño y el gobierno estadunidense. En su estudio, la expresión abstracta de la “voluntad política” adquiere concreción histórica porque recupera las lógicas de la acción política en los objetivos, las “grandes estrategias” y los virajes tácticos de los actores políticos en distintos momentos del conflicto. Según el argumento central de Byrne, las partes del conflicto lograron neutralizar casi siempre las acciones de sus adversarios, pero fracasaron en el objetivo principal de aniquilar al enemigo. El empate político y militar producido por estas estrategias de “neutralización” se evidenció en la ofensiva militar del fmln en noviembre de 1989, cuando las fuerzas armadas no lograron derrotar el ejército insurgente, pero tampoco se dio la insurrección popular que la guerrilla había anunciado como consecuencia de su ofensiva. Esta situación convenció a las partes del conflicto de que había que finalizar la guerra por medio de una negociación política.
Un punto interesante de este enfoque, que resalta las decisiones estratégicas de los actores, es la premisa respecto a los “efectos no intencionales” de la acción. Por ejemplo, la apertura controlada del sistema político a la participación electoral de la oposición, introducidos en los años ochenta como una medida contrainsurgente para deslegitimar a la insurgencia armada, al agotarse tanto la vía revolucionaria como la del exterminio para resolver el conflicto político, se convirtió en la vía de acceso al poder político por excelencia, reconocida en los años noventa tanto por la derecha como por la izquierda (Cardenal y Martí i Puig, 1998, pp. 23-24). Byrne muestra con su análisis la relevancia del factor subjetivo –que incluye los deseos y las metas de los actores, sus estrategias y capacidades organizativas para implementarlas– tanto en el desencadenamiento de un proceso de movilización política, que desembocó en la guerra civil, como en la finalización del conflicto por medio de las negociaciones. Pero sólo considera las dimensiones más formales tanto de la acción política –la guerra y las negociaciones políticas– como de los actores políticos –el gobierno salvadoreño y estadunidense, el fmln y las fuerzas armadas salvadoreñas– que contaban con un discurso político acabado y una estructura organizativa básica. Yves Grenier (1999) complementa –desde una perspectiva crítica respecto a la ideología, los objetivos políticos y las estrategias de organización de los grupos revolucionarios– esta mirada al insistir en la centralidad de agentes externos al mundo popular –en especial, estudiantes y profesores universitarios radicalizados, el magisterio inconforme con sus condiciones laborales y sacerdotes inspirados en la teología de la liberación–, quienes jugaron el papel de “ideólogos” para resignificar el origen de los agravios sociales y presionar de manera decisiva a favor de un cambio radical. Para este autor, las causas para la emergencia del movimiento revolucionario salvadoreño no se ubican en los desajustes de las estructuras socioeconómicas –o sólo de manera indirecta a través de las crisis que experimentaron instituciones clave del proyecto desarrollista y modernizador (especialmente la universidad, la Iglesia católica y el Partido Comunista)–, sino en las ideas revolucionarias y sus portadores, intelectuales urbanos provenientes de las clases medias y altas, los cuales apostaron por la movilización y radicalización política de organizaciones populares de origen reformista (Grenier, 1999, pp. 33-34). Grenier logra resaltar la importancia de la voluntad política para aglutinar y reorientar el descontento social hacia la opción del cambio revolucionario por la vía armada, lo cual es fundamental para explicar la emergencia de la insurgencia. No obstante, al centrarse en las expresiones locales de la nueva izquierda, su análisis subestima la disposición y capacidad de agentes de origen popular para apropiarse de las ideas radicales que les permitían reinterpretar sus condiciones de vida y optar por formas de protesta cada vez más violentas, incluyendo la alianza con actores que promovían la vía armada. Es decir, invisibiliza precisamente a los agentes cuyo perfil organizativo era mucho menos definido que el de cuadros partidistas o intelectuales de clase media. ¿Pero a qué apostaron los campesinos, sindicalistas o pobladores de los tugurios que apoyaron los proyectos insurgentes? ¿Qué visualizaron ellos en los proyectos popular revolucionarios? Los estudios que buscan responder a estas preguntas revelan la iniciativa propia de estos agentes para acercarse y apoyar a las organizaciones guerrilleras.
Un estudio pionero en esta vertiente es, sin duda, el trabajo del antropólogo Carlos Rafael Cabarrús (1983) sobre el proceso de radicalización campesina en la zona central de El Salvador entre 1968 y 1979. Cabarrús, no obstante se basa en una perspectiva marxista estructuralista, matiza las explicaciones de la movilización campesina como resultado exclusivo de la pauperización campesina. Según el antropólogo, la disposición campesina para participar en una organización contestataria se gestó gracias al “desbloqueo ideológico”, producido por la labor pastoral de los sacerdotes de la parroquia de Aguilares, un municipio a 37 kilómetros al norte de la capital San Salvador. Basándose en la teología de la liberación, los sacerdotes introdujeron en las comunidades campesinas nuevas interpretaciones religiosas y nuevas prácticas organizativas orientadas a la defensa gremial campesina. El desbloqueo ideológico creó las condiciones subjetivas para el crecimiento de la organización campesina contestataria Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños (Feccas) y la “conversión política”, de sus activistas campesinos en militantes del Bloque Popular Revolucionario (bpr) y del grupo guerrillero Fuerzas Populares de Liberación-Farabundo Martí (fpl). Aunque Cabarrús reconoce el papel estratégico de los “agentes externos” –en especial de los sacerdotes– en la preparación de la movilización campesina, destaca la capacidad campesina de apropiarse de las organizaciones existentes y crear otras nuevas. Para él, los campesinos optaron por Feccas, el bpr y la organización político militar fpl porque vieron en estas estructuras organizativas una vía para luchar por sus demandas colectivas y defenderse de los hostigamientos del grupo paramilitar Organización Democrática Nacionalista (Orden).
En este mismo sentido, son también las conclusiones del estudio sobre la insurgencia campesina salvadoreña de Jenny Pearce (1986). Con base en el trabajo etnográfico realizado en las zonas controladas por el fmln en Chalatenango, Cabañas y el Volcán Guazapa, a mediados de los años ochenta, la autora insiste en que la supervivencia de los núcleos guerrilleros y su consolidación en un ejército con suficiente capacidad para controlar territorios, no hubiera sido posible sin la protección inicial por parte de los campesinos de la zona. El apoyo campesino fue posible gracias a los procesos de movilización y radicalización popular previos al estallido de la guerra civil, los cuales expresaron la creciente politización de dirigentes y activistas obreros y campesinos en sus luchas por mejorar sus condiciones de vida y democratizar el acceso a las instancias de representación política. En coincidencia con los planteamientos de Cabarrús, Pearce también pone énfasis en las capacidades campesinas para tomar conciencia de las relaciones de explotación y dominación e identificar aliados estratégicos para desafiar –en un inicio en el ámbito local– el orden dominante. Para ella, los “catalizadores” (p. 109) para la radicalización del campesinado que contribuyeron a que las resistencias locales convergieran en un movimiento revolucionario de alcance local fueron, en un primer momento, los sectores radicalizados de la Iglesia católica y, en un segundo momento, las organizaciones político-militares. La Iglesia católica por medio de nuevas instancias organizativas –las Comunidades Eclesiales de Base (ceb)– y nuevos métodos para masificar el trabajo pastoral con los delegados de la palabra, impulsó iniciativas reformistas para organizar a los campesinos en cooperativas y asociaciones. Las organizaciones político-militares obtuvieron el apoyo de los campesinos sólo en la medida en que sus cuadros –estudiantes y sindicalistas de origen urbano– supieron colaborar en los esfuerzos colectivos por consolidar las asociaciones campesinas y enfrentar la creciente violencia estatal y paramilitar (Pearce, 1986, pp. 107-161). Ambos catalizadores contribuyeron a la formación de un nuevo tipo de militante revolucionario de origen campesino con la capacidad y el lenguaje adecuados para ligar las experiencias vivenciales de la población rural con diagnósticos y discursos más elaborados de los cuadros de las organizaciones político-militares.
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