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Pierre-Sylvain Filliozat

El sánscrito

Traducción de
Óscar Figueroa
Wendy J. Phillips Rodríguez

Herder

 

Título original: Le sanskrit

Traducción: Óscar Figueroa y Wendy J. Phillips Rodríguez

Diseño de la cubierta: Gabriel Nunes

Edición digital: José Toribio Barba

© 2010, Presses Universitaires de France/Humensis, París

© 2018, Herder Editorial, S.L., Barcelona

ISBN digital: 978-84-254-4079-3

1.ª edición digital, 2018

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Herder

www.herdereditorial.com

ÍNDICE

PRÓLOGO: LA CIENCIA SAGRADA

NOTA DE LOS TRADUCTORES

INTRODUCCIÓN

LA LENGUA SÁNSCRITA

Historia

Estructura

REPRESENTACIONES DEL SÁNSCRITO Y FILOSOFÍA DEL LENGUAJE

El sánscrito y las otras lenguas

El lugar del sánscrito en el mundo y la sociedad

El sánscrito y la palabra trascendente

LOS USUARIOS DEL SÁNSCRITO

El sánscrito como lengua cotidiana

El especialista del sánscrito o pandit

LOS USOS DEL SÁNSCRITO

Lengua hablada

Lengua franca

Lengua científica y técnica

Lengua literaria

Lengua religiosa

Lengua de fuentes religiosas

El concepto de mantra

LA EXPANSIÓN DEL SÁNSCRITO

Dentro de la India

Fuera de la India

CONCLUSIÓN

NOTA SOBRE LA PRONUNCIACIÓN DE LAS PALABRAS SÁNSCRITAS

BIBLIOGRAFÍA

PRÓLOGO: LA CIENCIA SAGRADA

La situación del sánscrito en nuestro país es, cuanto menos, paradójica. Disponemos de algunos especialistas de primer nivel internacional y del magnífico diccionario de Òscar Pujol, que nada tiene que envidiar a los diccionarios editados en Japón o Alemania, y que la editorial Herder publica ahora en castellano. Sin embargo, a nivel institucional, no existen estudios avanzados de sánscrito y ni siquiera las agencias de acreditación reconocen la indología como disciplina (cuando la sinología, por citar un ejemplo, ya lo está). El esfuerzo individual, como suele suceder en estos casos, supera ampliamente la pasividad de las instituciones. Quienes han querido estudiar seriamente la lengua han tenido que hacerlo en el extranjero. En mi caso, tuve la suerte de estudiar con un pandit tradicional en El Colegio de México, brahmán de Delhi y premio nacional de poesía sánscrita, que había estudiado en París con Jean Filliozat. Rasik Vihari Joshi no solo me instruyó en el idioma sino que me enseñó a amarlo. Es, pues, una doble satisfacción presentar la monografía de Pierre Sylvain Filliozat, no solo por ser hijo del maestro de mi maestro, sino porque ha sido traducida por dos sanscritistas mexicanos, Óscar Figueroa y Wendy J. Phillips, que mantienen viva en nuestro idioma la investigación de esta fascinante tradición literaria.

La historia del sánscrito es antigua y sagrada. El libro de Filliozat la recoge de un modo riguroso y ameno, con la precisión y el cuidado que merece. Cumple a la perfección su propósito: introducirnos, a través de la lengua, en el universo de formas y significados de la civilización de la India. Interesará no solo a lingüistas, sino también a todos aquellos atraídos por las humanidades y la cultura en general, así como a los especialistas en lenguajes de programación: la gramática de Pāṇini se parece más a un programa informático que a una gramática al estilo europeo.

Desde una época muy temprana y guiados por sus legendarios gramáticos, Pāṇini, Kātyāyana y Patañjali, los eruditos indios reflexionaron sobre la naturaleza y posibilidades del lenguaje. Probablemente se trata de la tradición lingüística más antigua que ha conocido la historia, pues aunque el védico y el sánscrito clásico puedan distinguirse, resultan ser evoluciones de una misma lengua. A su abrigo fue «escuchada» la palabra sagrada que recogen los Vedas y que forman el corazón de las Escrituras sagradas del hinduismo. Además de su longevidad, otra de las marcas excepcionales del sanscrito ha sido su estabilidad y vocación científica. Todas las ciencias de la antigüedad india fueron redactadas en sánscrito, destacando entre ellas la astronomía y la medicina.

El sánscrito representa además la naturaleza divina del habla. La palabra tiene la virtud de habitar dos mundos, el físico y el mental. Es sonido y es representación, es forma y significado. Patañjali se planteó seriamente la cuestión y ante esa doble naturaleza, optó por una tercera vía que llamó sphoṭa. La palabra no era ni el sonido físico ni la representación mental, sino el lugar donde confluían lo manifiesto y aquello que se manifiesta, es decir, la fuente de toda realidad. De ahí que su naturaleza no pudiera reducirse ni a materia ni a espíritu. La idea fascinó, ya en la época clásica, a un filósofo del lenguaje llamado Bhartṛhari. Sin conocer a ningún cabalista, Bhartṛhari concedió a la palabra un estatus superior al brahman o principio absoluto. Hizo de ella la realidad fundamental, colocándola por encima de la conciencia pura. La palabra era la realidad primera. «De ella emana la manifestación universal en forma de significado». La vieja querella ente el sonido y el sentido, entre la forma y el significado, se resuelve aquí de un modo artístico en favor del primero. Paul Valéry suscribiría esta elección: la forma permanece fiel a sí misma, mientras que el significado cambia con los tiempos. Por supuesto, no todas las tradiciones admitirán esta supremacía; para el Sāṃkhya, el Vedānta o el Tantra, la palabra seguirá siendo una realidad secundaria respecto a la conciencia, pero el ejemplo ilustra el grado de sofisticación que alcanzó la especulación de los pandits en torno al lenguaje.

Desde la perspectiva tradicional, el sánscrito es eterno como el Veda y sus sonidos poseen un valor salvífico. Son el vehículo que permite el contacto con la divinidad. La literatura védica es la herencia inmemorial de aquello que en su día fue «escuchado» (śruti), un valioso tesoro donde no es posible la innovación. Sabemos que pasó mucho tiempo hasta que el sánscrito se convirtió en una lengua escrita. Si exceptuamos los pictogramas encontrados en el Valle del Indo (tercer milenio antes de nuestra era), los registros más antiguos de escritura, en kharoṣṭhī y brāhmī, se remontan a la época de Aśoka. La escritura brāhmī puede considerarse la madre de los alfabetos indios que se usan en nuestros días. Si aceptamos la antigüedad del corpus védico, esta aparición tardía de la escritura y la ausencia de menciones a ella en una tradición filológica tan desarrollada sugieren que los textos se trasmitieron oralmente durante siglos (la producción de manuscritos en hojas de palma o corteza de abedul es ya un fenómeno medieval y el papel solo se utilizará con la llegada de los mogoles). Volvemos a la idea de Bhartṛhari: aunque los significados cambien, la forma ha de preservarse, y para ello los pandits desarrollaron sofisticados métodos de memorización, control y recitación, sobre los que Filliozat ofrece un apasionante informe. La Palabra existe siempre de antemano, fue creada por los dioses, la tarea del hombre es recibirla en toda su dignidad. «Que esa Palabra complaciente, dadora de savia y vitalidad, venga a nosotros», dice el Ṛgveda. Honrarla supone escucharla de boca del maestro, no a través de libros o manuscritos. El vehículo que la trasmite ha de estar vivo. Los tiempos han cambiado, pero esperamos que este libro pueda trasmitir algo de aquella vitalidad de una lengua que soñó con unificar la ciencia y lo sagrado.

Juan Arnau
Xàbia, 31 de Agosto 2017

NOTA DE LOS TRADUCTORES

Esta traducción se realizó a partir de la tercera y a la fecha última edición, revisada, de Le sanskrit. Cabe hacer algunas aclaraciones. A lo largo del libro se usa la voz «hinduista» para designar a un practicante del hinduismo o para calificar algo por su vínculo con esta tradición religiosa; en cambio, la voz «indio» se usa como gentilicio de la India en general, sin presuponer necesariamente una connotación religiosa. Por otra parte, se optó por restituir el término indio que subyace al francés lettré, muy usado por Filliozat; entonces, en vez de traducir con algún equivalente inexacto como «hombre de letras», «erudito» o «intelectual», se prefirió usar pandit, forma simplificada de los términos paṇḍit y paṇḍita (en hindi y sánscrito respectivamente), con la confianza de que su significado pleno se esclarecerá a lo largo del libro, en especial en el capítulo tercero. Las palabras vaiṣṇava y śaiva califican los diversos cultos (o a sus adeptos, literatura, prácticas, etc.) centrados en los dioses Viṣṇu y Śiva respectivamente. El plural de todos los términos sánscritos fue castellanizado; no así los géneros, que son los originales (por ejemplo, la Bhagavadgītā, el vyākaraṇa, etc.). En cuanto a la «Nota sobre la pronunciación de las palabras sánscritas», al final del libro, esta fue modificada de modo que resultara útil para el hablante del español.

Ambos estamos en deuda con Juan Arnau por la presentación que acompaña al texto, así como por sus generosas diligencias para que esta obra llegue hoy al público hispanohablante. Por último, queremos expresar nuestro agradecimiento a Raimund Herder por la confianza y a Laia Villegas por el impecable cuidado editorial.

Óscar Figueroa
Wendy J. Phillips Rodríguez

INTRODUCCIÓN

Pocas lenguas han tenido un destino tan excepcional como el sánscrito. Es excepcional, en primer lugar, por su longevidad. Solo el chino puede rivalizarle en este aspecto, pues, si bien no posee antiguos monumentos literarios tan importantes como los Vedas, sin duda goza de una mayor vitalidad hoy en día. El sánscrito es asimismo excepcional por la estabilidad de su forma a lo largo de la historia, a diferencia del chino, que ha evolucionado considerablemente con el paso del tiempo. Por último, y este tal vez sea su rasgo más original, el sánscrito ha sido sacralizado en un grado mucho mayor que cualquier otra lengua. Toda descripción del sánscrito está obligada a subrayar e intentar explicar estas tres características: longevidad, estabilidad, sacralidad. Estos no son rasgos naturales del lenguaje; más bien se producen por efecto de la acción de los usuarios de la lengua. ¿Quiénes fueron esos usuarios y qué uso le dieron a su lengua? Solo después de analizar interrogantes como estas pueden ofrecerse explicaciones sobre la naturaleza y la originalidad del sánscrito.

Desde una época muy antigua los hablantes del sánscrito reflexionaron sobre su lengua. Toda lengua es un saber y un estado de conciencia individual. Describir ese estado de conciencia, es decir, lo que el hablante sabe sobre su lengua, es de suma importancia. En el caso del sánscrito tenemos la fortuna de contar con bastante información al respecto. Pandits1 indios con una aguda conciencia lingüística tuvieron el cuidado de articular una representación de su lengua. Tal representación es una parte integral de la lengua en tanto que forma parte del saber lingüístico conciente de sus hablantes.

El enfoque histórico y comparatista de las lenguas es, como sabemos, una revolución del siglo XIX principalmente. Dicho enfoque es casi nulo en la India antigua. Aunque es posible detectar algunos vestigios durante el periodo medieval, su desarrollo sobrevino con la época moderna. Sin embargo, nunca ha sido un elemento decisivo en la conciencia lingüística del pandit sánscrito. La gramática histórica y comparada puede revelar estructuras del sánscrito de las que jamás estuvieron conscientes aun los más perspicaces entre sus hablantes y especialistas. Conviene, por lo tanto, presentar el sánscrito desde dos puntos de vista: desde la perspectiva de lo que el hablante sabe sobre su lengua y desde la perspectiva de lo que ignora sobre ella, esto es, en un sentido muy amplio, desde la perspectiva de la historia de la lengua y su relación con otras lenguas, extranjeras y desconocidas para dicho hablante.

Una lengua es un sistema bien ordenado que funciona por sí mismo. El hablante que carece de una conciencia lingüística especializada hablará bien su lengua de manera espontánea, a partir tan solo del conocimiento que sobre ella heredó. El hablante «culto» se comporta de un modo distinto; no se deja llevar en la misma medida por el sistema de su lengua, sino que, a través de la representación que él mismo se hace de esta, puede encauzar su uso en múltiples direcciones, adaptarla a nuevos fines de manera deliberada. Por último, puede además ceñirla al sistema que él le atribuye e impedir que evolucione espontáneamente. Es un hecho que el pandit sánscrito influyó profundamente sobre su lengua. El sánscrito fue preservado y, al mismo tiempo, reconfigurado más que cualquier otra lengua. Es importante entender las razones de este tercer aspecto. En un principio, el sánscrito evolucionó espontáneamente; luego vino un largo periodo de gestación de la conciencia lingüística. Posteriormente, en la era común, los efectos de esta conciencia repercutieron sobre la lengua y dieron pie a lo que suele conocerse como su «estandarización». Más adelante veremos cuál es el significado más profundo de la palabra «sánscrito» y por qué este nombre se acuñó hasta la era común, en relación con su forma evolucionada, cuyo modelo condicionaron las opiniones de los gramáticos. Por extensión y en retrospectiva, usamos el mismo nombre para su forma arcaica: la lengua de los Vedas. Cuando sea necesario precisar, distinguiremos estas dos formas llamando «sánscrito védico» o «védico» a la forma antigua, y «sánscrito clásico» a la forma posterior al gramático Patañjali.

 

1 En el original lettrés. Al respecto cfr. «Nota del traductor» en las primeras páginas del libro. (N. de los T.)