AGRADECIMIENTOS

 

Quiero agradecer a Prashant, Kevala, Pablo Quintana y María José Portal por todas las sugerencias ofrecidas tras la lectura del manuscrito. A Kevala, en especial, por su traducción de los textos de Sâvitri, muchos de ellos inéditos en castellano hasta esta publicación.

 

Quiero agradeceros a vosotros, Sri Aurobindo y Madre, por haber permitido que me sienta tan cerca de vosotros, por haber recibido tanto de vosotros, por haber abierto las ventanas de mi alma.

 

 

A ti Lakshmi, a ti, María José, compañera del alma.

A ti, cuya presencia es un canto constante al Amor.

 

 

“Oh tú, que llegaste hasta mí desde los silencios del Tiempo

tu voz ha despertado mi corazón a una dicha

desconocida.

Inmortal o mortal tan sólo en tu apariencia

pues desde tu alma me habla algo más que la tierra, dime:

¿Qué nombre recibes entre los hijos de los

hombres?”

 

(SÂVITRI, Libro 5, Canto III,. 17-23)

 

Sumario

  

Agradecimientos

Citas

 

Prólogo

Introducción

1. Presentación biográfica

     1.1. Primera etapa: infancia en la India y formación intelectual en Inglaterra

     1.2. Segunda etapa: Regreso a la India. Compromiso social y político. Baroda, Calcuta, Alipore

     1.3. Tercera etapa. Pondicherry I: Arya, sus grandes obras y el desarrollo del Yoga integral

     1.4. Cuarta etapa: Pondicherry II. Hacia la transformación supramental

2. Tradición e innovación: una síntesis creativa

     2.1. Ni modernidad sin raíces ni tradicionalismo sin frutos

     2.2. Reactualización hermenéutica de la tradición hindú

     2.3. ¿Para qué “evolución” si el mundo es Mâyâ?

     2.4. La evolución: el aspecto dinámico de la realidad y el futuro posible

3. Naturaleza y método del yoga integral

     3.1. ¿Cómo entrar en el sendero del yoga integral?

     3.2. En este yoga no hay método

     3.3. Centrarse en el corazón

     3.4. Invocar la Presencia de la Shakti, la Madre

     3.5. Silencio en la mente y paz en el corazón

     3.6. La síntesis de los yogas y el principio del yoga integral

     3.7. ¿Novedades del yoga integral?

4. La naturaleza humana y la transformación anímica

     4.1. La dimensión física

     4.2. La dimensión psicológica

     4.3. La dimensión espiritual

5. Los aspectos de la mente y la transformación espiritual

     5.1. La Mente Superior

     5.2. La Mente Iluminada

     5.3. La Mente Intuitiva

     5.4. La Sobremente

6. La Conciencia supramental y la transformación decisiva

     6.1. La naturaleza de la supermente

     6.2. La estructuración de la supermente en el ser humano

     6.3. El ser gnóstico y las comunidades gnósticas

7. Historia, sociedad y política

     7.1. Las cinco etapas del ciclo humano

     7.2. Individuos-sociedades-Humanidad

8. Sri Aurobindo, poeta

     8.1. Introducción

     8.2. Los Sonetos: dos ejemplos

     8.3. El diálogo entre el poeta y el pensador

     8.4. Sâvitri: una leyenda y un símbolo

9. Epílogo: tres aspectos de a madre

     9.1. Introducción

     9.2. Tres rostros creativos de “Madre”

Bibliografía

Notas

 
 

PRÓLOGO

 

 

Om, Sri Aurobindo, Mirra,

abrid mi mente, mi corazón y mi vida

a vuestra luz, vuestro amor, vuestro poder.

 

Permitid que sea capaz de ver

en todas las cosas lo Divino.

 

Es difícil transmitir en un libro el sentido profundo de un camino espiritual. Es difícil porque solemos leer desde el estado habitual de conciencia y juzgar de acuerdo con nuestros prejuicios o creencias. Tampoco el criterio de la ciencia o de las filosofías vigentes nos ayuda a comprender en qué consiste el sendero espiritual. Se requiere una experiencia, un despertar, una transformación de nuestra conciencia, para que podamos comenzar a intuir el alcance de las palabras de aquéllos que nos hablan desde un Despertar mayor, desde una comprensión más plena de las realidades en que vivimos.

El camino espiritual es ante todo una historia de amor. Mi relación con Sri Aurobindo y Madre, con el yoga integral, con este modo de entender la espiritualidad y la vida en su conjunto, es ante todo una historia de amor. Hoy en día parece que abundan los Maestros espirituales. Muchos buscadores tratan de hallar criterios y signos para detectar cuál es el mejor maestro. La mayoría de los discípulos están convencidos de que su Maestro es el más grande, el más iluminado, el más divino. Es siempre la “ceguera” del amor. De ese amor que puede ser ciego, pero también “clarividente”. Poco importa la grandeza del Maestro, poco importa la comparación entre los distintos Maestros. Lo que importa es en qué medida “mi” Maestro, el Maestro de cada uno, abre mi corazón, ilumina mi mente, me ayuda a crecer, me estimula a liberarme, a liberarme incluso de su tutela, a lograr mi propia Realización, mi propia Maestría, a descubrir el Maestro que soy en mi interior y que espera la oportunidad de revelarse.

En las páginas que siguen trataré de contar algunas de las ideas, ideales, experiencias y realizaciones de Sri Aurobindo. Expondré su pensamiento, rico y complejo, en ocasiones abstracto y díficil. Pero no debería olvidarse, que la manera de conectar con Sri Aurobindo y Madre, la manera de entender el significado del yoga integral, (como en general la manera correcta de acercarse a cualquier sendero espiritual auténtico que no se limite a la aceptación de una serie de creencias y ceremonias religiosas, sino que haga hincapié en la práctica, la disciplina, la experiencia y la realización espirituales), es mediante una simpatía natural, una empatía espontánea, una sintonía anímica.

En realidad, en este caso, se trata de una historia que involucra todos los aspectos de nuestro ser. Pues es, al mismo tiempo, una historia de comprensión y de iluminación. Precisamente el enfoque integral que caracteriza la obra de Sri Aurobindo consiste en la aceptación plena de todos los principios del ser humano, en la integración de todos los miembros de nuestra personalidad, en la integración de ésta con nuestra propia alma, nuestro ser interno, en la integración de todo ello con lo Divino, con la Realidad, la Conciencia, el Ser más amplio que nos incluye, en el cual «vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser».

Sri Aurobindo ha escrito mucho, es cierto; sobre todo en una primera etapa de su despertar yóguico. Y ha escrito desde una elevada experiencia espiritual. Y ha intentado llegar a la razón discursiva, a la mente pensante, en algunas de sus obras más famosas, como La Vida Divina. Por esto algunos hablan de él como si se tratase de un “filósofo”. No cabe duda que puede hablarse de un “rostro filosófico” en él, que lo hace merecedor de un análisis detenido, por parte de la mente filosófica y analítica más rigurosa. Pero se halla lejos de ser un pensador meramente especulativo, por grande que sea su poder intelectivo. Su pensamiento procede de una experiencia espiritual muy amplia y de una mente iluminada e intuitiva, capaz de penetrar en las verdades de la existencia de un modo que resulta desconocido para el pensador metafísico que habla desde la razón sin que ésta se bañe en las aguas de la experiencia espiritual.

Si algún sentido riguroso tiene el hablar de la figura del “sabio” y de la “sabiduría”, sin duda es en esos términos en los que debemos hablar de Sri Aurobindo.

Es cierto que lo que vengo llamando “experiencia espiritual” puede entenderse en el sentido de la “experiencia mística”, y puede hablarse de Sri Aurobindo como de un gran místico. Un místico, no obstante, que no se halla reñido con el pensador y el sabio. El “rostro místico” de Sri Aurobindo es el “rostro yóguico”, con toda la riqueza de rasgos de la experiencia yóguica que subyace a su presentación del yoga integral.

Experiencia mística y capacidad argumentativa que son recogidas y remodeladas por el Sri Aurobindo poeta. El “rostro poético” es uno de los más trabajados por Sri Aurobindo en lo que a la expresión se refiere. Esto hace que sus experiencias yóguico-místicas y su pensamiento filosófico reciban igualmente formulaciones poéticas, como sucede en sus Sonetos o en ese majestuoso y deslumbrante poema místico-filosófico que es Sâvitri.

No falta una sincera y honda preocupación por los asuntos políticos, manifiesta en su abierto compromiso por la independencia de la India, durante una época, oculta pero detectable y considerable durante el resto de sus días, cuando ya el trabajo interno, de orden espiritual y esotérico, había ocupado el centro de su atención. Hay en él, pues, una época de acción política así como una obra teórica de pensamiento político.

De este modo encarna en su propia vida y su propia actividad un aspecto de lo que significa una concepción integral de la espiritualidad. Pero todos esos rostros, más manifiestos, más demostrables, más palpables en su obra escrita y su obra vivida, se subordinan en realidad a la dimensión más profunda de su ser, al aspecto representado por el “Sri Aurobindo Maestro espiritual”.

El político, el filósofo, el poeta, el místico son, en un primer momento, modos de aproximarse a la Maestría espiritual. Y, en un segundo momento, se constituyen en modos de expresarla. En el momento ascendente son herramientas para pulir la propia personalidad y abrise camino hacia la meta. En el momento descendente son vehículos de expresión del estado alcanzado, de las verdades contempladas, de la Luz integrada en el propio ser, del Amor y la Compasión desarrollados. Y más allá de todos estos modos manifiestos de expresión, el Maestro espiritual ejerce su acción más importante y más característica a través de una influencia sutil, de una irradiación de orden específicamente espiritual.

El filósofo es el maestro del pensar, el poeta es el maestro del decir, el místico es el maestro del conocer por experiencia, el Maestro espiritual es el Maestro del Ser y de la Conciencia. Y su acción más directa tiene lugar no tanto a través del pensamiento, de la palabra o de la acción exterior, como por medio de una poderosa e influyente irradiación de su propio ser, de su propia conciencia. El filósofo colabora en la transformación de nuestro pensar, el poeta en el cambio en los modos de nuestro decir, el Maestro espiritual, el ser realizado y liberado-en-vida, estimula, de manera espontánea, por su sola presencia, su sola existencia, su proximidad (no necesariamente física) la transformación de nuestro estado de conciencia, de nuestro estado de ser, de nuestro ser, de nuestra conciencia.

En algunas ocasiones, la tarea de un Maestro espiritual, como quizás es el caso de Sri Aurobindo, va todavía más allá. Puede llegar a encarnar un nuevo principio, hasta entonces no conocido en la evolución de la humanidad, a abrir una nueva puerta para la manifestación de un nuevo modo de ser, un nuevo grado de luz y comprensión, de amor y compasión. Un nuevo aspecto de lo Divino, en definitiva, si así quiere expresarse. Esto supone introducir un nuevo ritmo, una nueva clave en el orden evolutivo, en el mundo de la manifestación. Quizás una transformación de un alcance tal que quepa hablar de una mutación en la conciencia. Concretamente, en este caso, se trataría del paso de la conciencia funcionando a nivel mental, tal como la conocemos hasta el momento, a una conciencia transmutada, operando de un modo “supramental”.

Aclarar lo que esto significa e implica ha sido una de las tareas en las que Sri Aurobindo puso su empeño. No obstante, en un momento determinado se dio cuenta de que sus palabras apenas eran comprendidas correctamente y producían un torrente de especulaciones mentales que no siempre ayudaban en el verdadero trabajo interno. Desde entonces su trabajo fue más silencioso, su decir más poético, su acción más sutil, pues resultaba cada vez más claro que la mente racional, sin haber sufrido una suficiente transformación espiritual, era incapaz de comprender de qué se trataba cuando se hablaba de esa Conciencia y esa Energía que, a falta de un término más apropiado, Sri Aurobindo denominó Supramental. La Supermente es, pues, esa Conciencia-Energía cuya manifestación supone una novedad en la historia de la evolución humana en nuestro planeta y que nos interpela para llevar a cabo una transformación tan radical de nuestro ser, que nos convierta en seres capaces de encarnar y expresar esa nueva realidad que trata de expresarse siguiendo elevados designios cósmicos que escapan a la mente media de los humanos.

Todos los argumentos, todas las palabras empleadas por Sri Aurobindo, pese a su poder, su riqueza y su belleza, deben verse como un modo de despertar nuestra conciencia a esa nueva realidad, de despertar nuestro corazón a ese nuevo modo de ser, que solamente a través de su paulatina manifestación podremos comenzar a comprender y que, en la medida en que lo hagamos o estemos dispuestos a ello, nos convertiremos, por primera vez en la historia de la humanidad, en agentes conscientes, partícipes co-creadores de esta historia de evolución espiritual.

 

Hace diez años que llegué a Pondicherry, sin saber que una Fuerza amorosa iba a invitarme a permanecer allí durante dos años. Desde entonces entendí lo que significa un “lugar sagrado”. Desde entonces comprendí lo que supone vivir en una conciencia paradisíaca. Desde entonces mi gratitud hacia Sri Aurobindo y Madre, su compañera espiritual y co-creadora del yoga integral, no ha dejado de crecer.

Hacía años que practicaba la meditación. Había que permanecer sentado, tener paciencia, soportar el paso del tiempo, tratando de lograr un cierto silencio mental, una cierta armonía interior. Uno trataba de “hacer meditación”. Al llegar a las proximidades del Samadhi –el lugar donde descansan los cuerpos de Sri Aurobindo y Madre–, bajo el inmenso árbol cuyas ramas acarician todavía las ventanas de la habitación donde el Maestro habitaba, percibí que el estado de mi conciencia estaba sufriendo una maravillosa transformación. Los pensamientos se aquietaban, la mente se convertía en un campo de luz amplio y sereno. Las emociones se disolvían en un océano de paz amorosa. No era preciso tratar de hacer meditación. Era inevitable. No el hacerla, sino el sentirse embargado por una atmósfera que hace desaparecer las fronteras entre lo interior y lo exterior. No hacía falta sentarse. Apoyado en una columna, de pie, sin hacer nada, el horizonte de la conciencia cobraba una insospechada amplitud.

Silencio, paz y gozo. Tres palabras que desde entonces encierran un potencial antes apenas intuido. Una nueva sensación, de las cosas y de uno mismo. Una nueva mirada capaz de ver el brillo de unos ojos que guardan y expresan su alegría sin palabras. Una nueva audición, abierta a sonidos y vibraciones sutiles, interiores, una apertura a la escucha del sonido del silencio, de una vibración sutil constituyente, misteriosa, atractiva, cual delicado arroyo de cristalinas aguas, cual sutil lluvia de finísimas gotas de oro.

Una verdadera revolución interior, el anuncio de una manera de existir desde la profundidad, la llamada del centro del propio ser, la transfiguración de cada instante, la belleza de cada paso, el enmudecimiento de los viejos clichés, la detención de los antiguos hábitos, la invasión de una dimensión sagrada ante la que uno no puede sino rendirse, entregarse, abandonarse y agradecer.

Así comprendía mejor los meandros que me habían conducido hasta esta morada de luz pacificadora. Así se revelaba el sentido de mi viaje a la India. El pasado y el futuro parecían abrazarse en un encuentro fuera del tiempo. Recapitulación de largos pasados y prefiguración de tiempos futuros.

Había ido a investigar sobre el pensamiento de Sri Aurobindo. ¿Cómo sospechar la fascinación que iba a despertar en mí, no sólo la altura luminosa de su pensamiento, sino también y ante todo la atmósfera del lugar espiritual en el que uno diríase cobijado por el manto áureo de este gran Maestro?

El pensamiento y la experiencia espiritual se entrelazaban como diestros amantes. El pensamiento abría sus puertas a la dimensión de lo transpersonal, el pensamiento se convertía, él mismo, en una experiencia espiritual. La mente no era sino una ventana y un corredor a través de los cuales la luz de ámbitos más sutiles que la propia mente podía deslizarse, hasta impregnar cada recoveco de la conciencia y del inconsciente.

Nunca me he considerado una persona “devocional”, más bien al contrario. El intelectual en mí había cerrado esa posibilidad y la contemplaba como una concesión al corazón inseguro, a la mente inmadura. Pero allí, en el ashram, las compuertas del “ego” comenzaron a abrirse. No era una decisión de la voluntad personal, no era un propósito mental, era la invasión de un gozo sereno que inundaba mi corazón de agradecimiento hacia Sri Aurobindo y Madre. No era mi mente la que hablaba, era mi corazón anímico quien se sentía florecer como nunca antes, quien derramaba lágrimas de gozo, quien se inclinaba internamente ante Sri Aurobindo y Madre, comprendiendo por primera vez lo que significa la gracia de sentirse amparado por un Maestro de luz, de amor, de sabiduría y de compasión. Son momentos, junto al samadhi o en el meditation hall, en los que uno solicita, humildemente, merecer ser discípulo de la Luz encarnada por Seres como Sri Aurobindo y Madre.

El primer Sri Aurobindo que conocí fue el Sri Aurobindo de La Vida Divina y de Síntesis del Yoga. ¡Qué fuente de comprensión, de claridad, de precisión, de amplitud! Su lectura en el idioma original, el inglés, permitía acceder a los niveles mántricos de su escritura. La introducción en el ritmo de su pensamiento y su expresión hacía que aquello que puede parecer, en un primer momento, abstracto y complejo se tornara transparente y elocuente. Con el paso de los meses, la frecuentación de tan luminoso pensamiento otorgaba la dicha de sentirse partícipe de un pensar tan elevado e inspirado.

El intento de contextualizar su pensamiento me llevó a bucear en aquellas obras en las que se mostraba su conexión con la propia tradición hindú: El Secreto del Veda, Las Upanishads, Ensayos sobre la Gita, Fundamentos de la Cultura India, etc.

Mientras tanto iba descubriendo la figura de la Madre, tanto a través de sus obras (primero las Conversaciones, más tarde La Agenda) como sobre todo gracias a los testimonios de aquellos discípulos que la habían conocido y con tanto cariño, amor y devoción hablaban de ella.

El trabajo intelectual tenía un doble sentido; no sólo el que tiene ya en sí mismo y por sí mismo, sino también aquél que aparece cuando el pensar es un instrumento al servicio de una experiencia y una realidad espiritual más amplia. Instrumento vehicular que conduce más allá de sí mismo, instrumento precioso para expresar el significado de aquello que le trasciende; escalera de subida y escalera de bajada, correa de transmisión, peligrosa espada de doble filo.

El pensar pasa a formar parte, así, de la propia sadhana, pues se cultiva un nuevo modo de pensar, un pensar que trata de abrirse al Silencio creativo de donde, en cualquier caso, procede. Y cuando la sadhana (el trabajo interior) se convierte en lo más importante, es el momento en que las Cartas sobre el Yoga (esas más de mil páginas en las que se revela, como en ningún otro lugar de su obra, el Sri Aurobindo yogui y maestro espritual) se hacen imprescindibles. Es allí donde se encuentran las aplicaciones concretas del pensamiento de Sri Aurobindo, allí donde pueden verse las dificultades con las que tropiezan los discípulos del yoga integral y con las que uno puede sentirse identificado. Es allí también donde se clarifican algunos matices del pensamiento de Sri Aurobindo. Las Cartas se convirtieron para mí en la lectura de noche, como algo más íntimo, más directo, más personal. Las noches de Golconde, ese bello y original edificio, en el que los muros de la habitación, como aquéllos de la mente, pueden abrirse casi totalmente –pared, ventana y cortina, una misma cosa– dejando entrar la luz de la mañana o la frescura de la noche. Un lugar, en las proximidades del samadhi, en el que, antaño lugar de trabajo de Madre, se cultiva el silencio de modo especial. Ahí se puede trabajar con gusto, aunque durante el día era en la Biblioteca del ashram, por la noche convertida en sala de audiciones, donde solía trabajar, si trabajar puede llamarse a tan gozoso quehacer. Trabajar intelectualmente, acaso roturando el campo mental, para tornarlo disponible, receptivo y fecundo ante las semillas doradas que en él eran cuidadosamente depositadas de modo imborrable.

Las semillas de la Conciencia supramental es lo que Sri Aurobindo ha tratado de sembrar incansablemente en cuantas mentes y corazones se han abierto a su Presencia.

Sólo más tarde me acercaría al Sri Aurobindo socio-político, por una parte, y al Sri Aurobindo poeta, por otra. El Sri Aurobindo de El Ciclo Humano y de El Ideal de la Unidad Humana es el lugar de su obra en el que vemos una mayor referencia a datos históricos y políticos. En cuanto al poeta que siempre fue, la lectura de Sâvitri era algo especial, un alimento que hay que saborear lentamente, sin prisas, abriéndose al poder mántrico que allí como en ningún otro lugar se expresa.

Estos dos últimos aspectos son los que constituyen los capítulos 7 y 8 respectivamente.

El resto podría dividirse en dos grandes bloques: un primer bloque formado por los tres primeros capítulos (1-3) y un segundo bloque formado por los tres siguientes (4-6).

El primero posee un lenguaje más directo, acorde con su carácter más introductorio, más divulgativo. Tras un recorrido por los momentos principales de la vida de Sri Aurobindo (capítulo 1), un siguiente tema trata de situar su pensamiento en el marco de la tradición hindú, en la que se inserta (capítulo 2). Los aspectos más prácticos del yoga integral, propuesta de trabajo interno presentada por Sri Aurobindo y Madre, reciben una cierta atención a continuación (capítulo 3).

El segundo bloque va abordando las cuestiones más filosóficas, de modo que nos aproximamos a la imagen del ser humano reflejada en el pensamiento de Sri Aurobindo (capítulo 4), deteniéndonos sobre todo en los puntos centrales y originales, referentes a la realidad y el valor del individuo, tanto en su dimensión anímica como en su dimensión espiritual. Las nociones de “ser anímico” y de “jîvâtman”, en tanto que “alma individual” y “espíritu individual”, constituyen una clave en la concepción de este vedanta integral. Aquí asistimos también al desarrollo de esa importante etapa del yoga integral que es el descubrimiento del ser anímico y la correspondiente “transformación anímica” de toda nuestra personalidad.

No he dudado en dedicar todo un capítulo (capítulo 5) a los distintos aspectos de la “mente espiritualizada”, pues creo que constituye una pieza maestra de la capacidad analítica y discriminadora ejercitada por Sri Aurobindo a partir de su propia experiencia, así como una aportación destacada a la cuestión de los modos de conocimiento supra-racionales. Es aquí donde la noción de Intuición cobra su sentido técnico y donde presenciamos la diferenciación, matizada a lo largo de la evolución de su propia experiencia y su propio pensamiento entre la “Sobremente” (overmind) y la Supermente (supermind). Es en este nivel donde tiene lugar, por otra parte, la “transformación espiritual”.

La noción de lo supramental constituye, sin duda, la clave de bóveda de la obra, teórica y práctica, de Sri Aurobindo. Se trata de una realidad y un concepto complejos que no siempre son entendidos con los matices que Sri Aurobindo expresó. Por ello los he tratado con cierto detenimiento (capítulo 6).

En algunos capítulos, sobre todo aquéllos que se ocupan de ideas que han dado lugar a malentendidos o que se centran en los aspectos más complejos del pensamiento de Sri Aurobindo, he querido dejar espacio para que su propia voz pueda ser escuchada, con todas las resonancias que su habla encierra. De ahí que, en ocasiones integradas en el propio texto, otras veces como notas a pie de página, puedan leerse bastantes citas con su peculiar estilo.

Mención aparte merece el epílogo, tanto por su contenido como por su forma. Por su contenido, dado que se centra en la figura de Mirra Alfassa, conocida por sus discípulos como “la Madre”, que tan importante papel desempeña en la elaboración conjunta del yoga integral y supramental. Por su forma, porque se trata de una conferencia pronunciada con motivo de la celebración de su aniversario. El ambiente del lugar y la sintonía de los allí presentes invitaban a que el lenguaje del corazón se expresara más libremente, sin temor a los juicios y prejuicios más intelectualistas. No se puede hablar del yoga integral sin tener en cuenta la figura de Madre. Valga el epílogo como expresión de mi reconocimiento a este gran Ser, para siempre asociado a Sri Aurobindo.

 

¡Oh! Madre de la Felicidad suprema,

¡Oh! Madre de la Conciencia suprema,

¡Oh! Madre de la Verdad suprema...

 

Ilumina nuestros corazones para que seamos capaces de comprender la magnitud de vuestra obra, y sobre todo de seguirla. Vosotros, que nos habéis enseñado lo que significa la evolución espiritual. Vosotros, que nos habéis invitado a participar en este salto evolutivo, esta mutación ontológica en la que nos hallamos inmersos, sin apenas sospecharlo. Vosotros, que habéis sufrido entre nosotros, por nosotros y para nosotros, para que el sufrimiento, la mentira, la ignorancia y la oscuridad vayan desapareciendo de la Tierra y de nuestras conciencias, nuestros cuerpos y nuestros corazones.