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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2011 Barbara Hannay. Todos los derechos reservados.

ROMANCE EN LONDRES, N.º 2405 - junio 2011

Título original: Molly Cooper’s Dream Date

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2011

Todos los derechos están reservados incluidcos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Jazmín son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-9000-387-9

Editor responsable: Luis Pugni

ePub: Publidisa

CAPÍTULO 1

–Ésta es mi parte favorita –dijo Molly cuando la pareja en la pantalla de televisión se separó y caminó en direcciones opuestas del puente de Westminster, en Londres–. Él se vuelve hacia ella enseguida.

Molly estaba acurrucada en el sofá. Karli, en el otro extremo, tomó otro puñado de palomitas.

–No te pierdas lo que viene, Karli. Yo lloro cada vez que la veo. Él oye el Big Ben, se para y… –dijo Molly. Y rompiendo a llorar, añadió–: se vuelve. ¡Mira la cara de tristeza que se le pone!

–¡Se ve que la ama tanto…! –dijo Karli, también emocionada.

–¡Es una escena preciosa! –Molly tomó un pañuelo de papel mientras el héroe seguía mirando en tensión a la mujer que, vestida con un abrigo de piel, se alejaba de él.

Karli se abrazó a un almohadón.

–Irá tras ella.

–No. Él piensa que, si lo ama, se volverá a mirarlo.

En la pantalla, un autobús rojo de dos pisos se detuvo y la heroína se subió a él.

–¡No! –protestó Karli cuando la cámara enfocó al héroe, cuyo rostro reflejaba desesperación–. ¡No me digas que acaba mal!

Molly apretó los labios. La cámara cambió a un ángulo cenital desde el que se vio el río Támesis y las Casas del Parlamento; la figura solitaria del héroe y el autobús alejándose.

Karli frunció el ceño mientras Molly se abrazaba las rodillas, concentrada.

La cámara siguió alejándose hasta que el autobús se vio en miniatura. El ruido del tráfico fue sustituido por música emotiva de violines. Aunque Molly había visto aquella película una docena de veces, no podía dejar de llorar.

Y finalmente… El autobús se detuvo y la diminuta figura de la heroína bajó de él. La cámara hizo un zoom lento hasta enfocar a los dos amantes que, aproximándose, se fundieron en un abrazo.

Salieron los créditos en la pantalla y Karli arrugó la nariz.

–No está mal.

–¿Que no está mal? –Molly se sorbió la nariz–. Reconoce que es maravillosa. ¡La cara de Christian cuando cree que ha perdido a Vanessa es el momento más emocionante de la historia del cine! –Molly dio un suspiro–. ¡Y Londres es la ciudad más romántica del mundo!

–¡Qué va! Es París. Lo que pasa es que tienes debilidad por los hombres ingleses.

Molly pasó por alto el sarcasmo de su amiga porque había mucho de verdad en ello. Apagó la televisión y fue a la ventana. La luna iluminaba con luz plateada las copas de los pinos y se reflejaba en las aguas del Mar de Coral.

–Lo que tengo claro es que en esta isla nunca me va a pasar nada romántico.

–No estoy tan segura. Puede que no tengamos el Big Ben, pero la luna llena sobe la Bahía de Picnic es espectacular. Fue el escenario perfecto para la declaración de Jimbo.

Molly se volvió, sonriendo.

–Pero es que sois una pareja aparte. Todo el mundo sabía que acabarías juntos desde que coincidisteis en la guardería.

–No sé qué tiene de romántico que Jimbo pase la mitad del tiempo en un barco de pesca.

–Siempre que veo esa película quiero ir a Londres –dijo Molly, yendo a la cocina para preparar un chocolate caliente.

–¿Y por qué no a Sydney o a Brisbane?

Molly puso los ojos en blanco. Ninguna ciudad de Australia podía compararse con Londres, con su historia, su arquitectura y su cosmopolitismo. El nombre de sus calles resonaba en sus oídos como poesía.

–Yo preferiría ir a América. Jimbo ha prometido llevarme a Las Vegas –dijo Karli.

–¿Cuándo?

–Algún día. Si es que conseguimos un trabajo mejor pagado.

–Yo tengo el mismo problema. Me gasto casi todo el sueldo en la hipoteca y, por lo que he visto, los alquileres en Londres son carísimos.

–Podrías intentar alquilar esta casa.

Molly se estremeció. La idea de que hubiera extraños en la casa que había pertenecido a su abuela durante cincuenta años la incomodaba.

–¿O por qué no te planteas un intercambio? –insistió Karli–. Podrías elegir a la persona adecuada por un plazo concreto. Mi primo lo hizo con una pareja de Dinamarca y le fue muy bien.

Molly sintió un hormigueo en la boca del estómago.

–¿Un intercambio? ¿Cómo funciona?

Patrick Knight miró con animosidad la pila de documentos que tenía sobre el escritorio y luego al reloj. Eran las ocho y todavía tenía horas de trabajo por delante.

Sacó el teléfono del bolsillo y escribió precipitadamente un mensaje a Angela: Lo siento, Ange. Un montón de trabajo. Tengo que cancelar esta noche ¿Puedes quedar el viernes? P.

Cerró la tapa del teléfono y tomó bruscamente la siguiente carpeta. Sentía una mezcla de cansancio físico y frustración mental.

Los años recientes de crisis económica habían convertido su interesante trabajo en la banca en una fuente de constante estrés. Era como trabajar en el frente de guerra. Muchos de sus compañeros habían sido despedidos o habían dimitido; algunos habían sufrido colapsos nerviosos. A veces tenía la sensación de ser un superviviente.

Era cierto que había salvado un par de cuentas importantes, pero para ello había tenido que trabajar por tres personas, y las alabanzas de su jefe ya no le compensaban. Había llegado a un punto en el que no comprendía por qué seguía haciendo aquel trabajo, que había convertido su vida privada en… inexistente. Ni siquiera tenía tiempo para disfrutar la preciosa casa de Chelsea que acababa de comprarse, ni de salir con su novia.

Incluso era un milagro que hubiera llegado a conocer a Angela, y dudaba mucho de que fuera a seguir a su lado en lugar de dejarlo, tal y como habían hecho sus predecesoras.

En cuanto a la otra absurda promesa que se había hecho de escribir un libro en su tiempo libre… Parecía un chiste. Excepto que había dejado de tener gracia. Se trataba de su vida, y estaba dejando que se le escapara entre los dedos. Cualquier día se despertaría y habría cumplido cincuenta años y, como su jefe, estaría pálido y aburrido, y sólo sería capaz de hablar de trabajo.

Le llegó un mensaje de Angela: Lo siento. Ni el viernes ni ningún otro día. Demasiadas cancelaciones. Adiós, querido P. Ange.

Patrick dejó escapar una maldición. Al día siguiente le enviaría dos docenas de rosas, aunque dudaba que sirviera de algo. Por otro lado, tampoco se sentía particularmente abatido, y eso era una prueba más de lo patética que era su vida privada.

Con un gesto de rabia, separó la silla del escritorio y empezó a recorrer el despacho de arriba abajo, hasta que su mirada se fijó en un globo terráqueo que descansaba sobre un estante y que solía mirar a menudo cuando soñaba con marcharse de Londres. Fue hacia él y, haciéndolo girar, se quedó mirando las manchas en las que se convertían los continentes. Le puso un dedo encima y esperó a que se detuviera.

«Si fuera libre, iría al lugar que señale el dedo cuando se pare completamente», pensó.

Cuando vio que en lugar de algún lugar exótico como Tahití o Río de Janeiro, se trataba de una pequeña isla al este de Australia, soltó una carcajada. Se acercó para leer el nombre: Isla Magnetic.

«Jamás la había oído nombrar».

Estaba a punto de volver a su escritorio cuando pensó: «He dicho que iría a cualquier sitio. Al menos debería averiguar algo sobre esa isla».

Pero para qué iba a molestarse si estaba atrapado y no podía ir a ninguna parte.

«Pero ¿y si hago que sea posible?».

Buscó en Internet la isla y arqueó las cejas al ver los primeros vínculos. Se trataba de un conocido destino turístico, con palmeras, playas de arena blanca y un mar tropical.

De pronto, uno de los resultados de la búsqueda le llamó la atención: Intercambio de casa. Lo abrió.

Intercambio de casa: Isla Magnetic, Queensland, Australia.

Casa de campo con dos habitaciones, situada en un bosque, con vistas al mar y a corta distancia de preciosas playas. Próxima a La Gran Barrera de Coral. Perfecta para navegación, pesca y buceo.

Fechas ideales: desde el 1 de abril.

Duración: tres o cuatro meses.

Intercambio ideal: Londres, Gran Bretaña.

Patrick sonrió mientras por unos segundos se veía tumbado en una hamaca bajo una palmera, escribiendo en su portátil una fabulosa novela de acción. Sin embargo, borró de inmediato aquella imagen de su mente y abrió una de las carpetas del escritorio. Pero no logró concentrarse. Y pronto se encontró redactando una nota con la descripción de su casa.

Intercambio de casa: Chelsea, Londres, Gran Bretaña.

Casa de tres habitaciones con jardín; próxima al metro y entretenimientos. Televisión, chimeneas, patio/balcón; restaurantes y supermercados cerca; museos y salas de exposición.

Disponible para tres meses, desde abril/mayo a junio/julio.

Destino ideal: costa de Queensland, Australia.

Dos horas más tarde Patrick había terminado de revisar el último documento y había tomado una decisión. Lo haría. Se iría por unos meses. A primera hora del día siguiente, hablaría con su jefe.

CAPÍTULO 2

Para: Patrick Knight <patrick.knight@mymail.com>

De: Molly Cooper <molly.cooper@flowermail.com>

Asunto: ¡Todo listo!

Hola Patrick:

Me cuesta creer que vaya a estar en Inglaterra en menos de veinticuatro horas. Tengo hecha la maleta y he dejado mi casita inmaculada para ti. Tienes sábanas nuevas. Espero que te guste el azul marino.

También espero que te encuentres a gusto. He dejado las llaves debajo de una maceta, junto a la puerta trasera. Supongo que te resultará extraño, pero en la isla nadie cierra la puerta con llave. Por si acaso, he dejado una copia en la recepción del hotel Sapphire, donde trabajaba hasta ayer. «Trabajaba». ¡Me encanta decirlo en pasado! He entrenado a Jill, la sobrina del dueño, para que me sustituya y ahora me siento felizmente desempleada. ¡Yupiii!

No te imaginas cuánto significa para mí ir a Londres aunque sólo sea por tres meses. Gracias a ti voy a convertir mi sueño en realidad y estoy loca de alegría. ¿Te han hecho fiesta de despedida? La mía fue anoche, y acabamos tardísimo. No sé qué voy a hacer con todos los regalos que me hicieron. Probablemente los meta en una caja debajo de la cama, que ahora es tu cama.

Por cierto, si quieres, puedes usar el coche. Es una lata de sardinas con ruedas, pero cumple su función. Has sido muy amable ofreciéndome el tuyo, pero no creo que me atreva a poner a prueba mis torpes habilidades de conductora en una ciudad tan grande. ¡Ah, y no te pongas nervioso si el ferry llega tarde! El tiempo en la isla se mide de forma distinta a lo habitual.

Buen viaje.

¡Londres, allá voy!

Molly

P.D. Estoy de acuerdo contigo en que sólo hablemos por teléfono si es imprescindible. Tienes razón: el teléfono puede resultar muy intrusivo, especialmente con una diferencia horaria de diez horas. Además, el correo electrónico es mucho más económico, aunque tengo que advertirte que puede que a veces me deje llevar por el entusiasmo.

De: Molly Cooper <molly.cooper@flowermail.com>

Para: Patrick Knight <patrick.knight@mymail.com>

Asunto: Re: ¡Todo listo!

Querida Molly:

Gracias por el mensaje. Yo no he tenido tiempo de hacer una fiesta de despedida. He trabajado hasta el último momento y ahora mismo estoy acabando de hacer el equipaje. Cidalia, la asistenta, vendrá a verte esta semana para explicarte cómo funciona todo. Las llaves de casa están en una caja de seguridad en la sucursal de Chelsea del banco en el que trabajo, en King’s Road. Mis compañeros te las darán cuando les enseñes el pasaporte.

Espero que tengas un buen viaje.

Suerte,

Patrick

Para: Patrick Knight <patrick.knight@mymail.com>

De: Molly Cooper <molly.cooper@flowermail.com>

Asunto: ¡Estoy en Londres!

¡Hurra! ¡Hurra! ¡Hurra! Si no estuviera tan agotada, me pellizcaría para asegurarme de que no estoy soñando. ¡Soy tan feliz!

Tu amable compañero de trabajo me ha dado las llaves y me ha deseado que tenga una buena estancia en el número treinta y dos de Alice Grove. Desde el banco he venido directamente y… ¡Patrick, tu casa es indescriptible, es divina! ¡No hay adjetivos suficientes!

Voy a tomar mi primera taza de té inglés antes de ir a la cama. A tu cama. La verdad es que suena terriblemente íntimo, ¿no te parece?

Escribiré mañana.

Molly

Para: Patrick Knight <patrick.knight@mymail.com>

De: Molly Cooper <molly.cooper@flowermail.com>

Asunto: Gracias

Hola Patrick:

He dormido diez horas en tu gigantesca cama y me siento mucho mejor, aunque sigo aturdida por la excitación. Nunca había salido de Australia, así que puedes suponer que todo me resulta nuevo. Cuando sobrevolamos el Canal de la Mancha y vi los prados verdes cubiertos por la neblina, tan parecidos a como siempre los había imaginado, estuve a punto de llorar.

Y luego, Heathrow. ¡Menuda experiencia! Ahora entiendo cómo se siente el ganado cuando es conducido al redil. Estuve a punto de dar media vuelta y volver a mi apacible isla. Pero en seguida superé el bache, y vine a Chelsea en taxi. Me salió carísimo, pero no me sentía capaz de meterme en el metro con todo el equipaje. Tengo que reconocer que me da un poco de miedo.

Cuando le di la dirección de Chelsea al taxista, noté que le infundía respeto, pero sólo lo entendí al llegar.

De hecho, estoy preocupada, Patrick. Temo que el intercambio no haya sido justo. ¡Tu casa es espectacular! ¡Parece una casa de muñecas de cuatro pisos! Me encanta todo: las escaleras, las ventanas en forma de arco, las chimeneas de mármol, los enormes cuartos de baño. ¡Hasta hay un bidé! Me acabo de poner roja. Tengo que reconocer que no había visto nunca uno.

Entre tanto, tú habrás encontrado alguna rana que otra en mi cuarto de baño. ¿Vas a poder soportarlo? A mí me encanta tu biblioteca, se ve que lees mucho. Pero la habitación que más me gusta de todas es la cocina. Adoro el suelo de baldosas blancas y negras, y las puertas de cristal que se abren al patio trasero. He tomado el té esta mañana en el exterior, ¡y tenía a mis pies un puñado de narcisos! Nunca había visto narcisos, así que, como ves, todo son nuevas experiencias.

Después de desayunar he ido a dar un paseo por King’s Road. Todo el mundo tenía las mejillas sonrosadas, lucía unas elegantes bufandas anudadas al cuello, y botas altas. Me he comprado una bufanda para parecerme más a las chicas de Londres, aunque no voy a conseguir su palidez de porcelana ni sus mejillas sonrosadas.

Te juro que he visto a un actor, aunque no sé cómo se llama.

Pero tengo un problema, Patrick, miro a mi alrededor y me siento en un palacio, y entonces pienso en ti en mi diminuta casita, tan básica y… No sé, quizá debía haberte advertido de que ni siquiera tengo televisión de pantalla plana.

Por favor, escribe y dime algo. Confío en que no estés horrorizado.

Saludos, como decís los británicos.

Molly

Para: Patrick Knight <patrick.knight@mymail.com>

De: Molly Cooper <molly.cooper@flowermail.com>

Asunto: ¿Sigues ahí?

Siento sonar como si fuera tu madre, Patrick, pero ¿te importaría mandarme una nota diciendo que estás bien?

M

P.D. Sigo encantada, pero no me acostumbro al frío. ¿No se supone que estamos en primavera?

Para: Patrick Knight <patrick.knight@mymail.com>

De: Felicity Knight <flissK@mymail.com>

Asunto: Saludos

Hola cariño:

Supongo que ya habrás llegado a Australia. No pienso darte la lata, pero quería asegurarme de que habías llegado bien y desearte buena suerte con la novela.

Besos de la orgullosa madre de un futuro autor de fama mundial.

Para: Molly Cooper <molly.cooper@flowermail.com>

De: Patrick Knight <patrick.knight@mymail.com>

Asunto: Re: ¿Sigues ahí?

Querida Molly:

Estoy sano y salvo, y tu casa es perfecta para mis necesidades. Además, está limpísima y me gustan mucho las sábanas. Gracias por haberlas planchado.

Como te he comentado, quiero escribir un libro, así que cuantas menos distracciones tenga, mejor. Necesitaba un cambio de paisaje y un poco de inspiración, y la vista desde tu ventana me va a proporcionar las dos cosas.

He cambiado los muebles para colocar la mesa justo delante. El mar cambia de color a lo largo del día, de acuerdo a las nubes y al reflejo del sol. Es maravilloso.

Me alegro de que estés instalada y de que te guste. No te preocupes por mí; estoy disfrutando del tiempo y me siento feliz. ¡Ah, y muchas gracias por las notas que me has dejado sobre el pescado que hay en el congelador, las plantas, la lavadora y las lagartijas! Lo tendré todo en cuenta.

Saludos cordiales,

Patrick

Para: Felicity Knight <flissK@mymail.com>

De: Patrick Knight <patrick.knight@mymail.com>

Asunto: Re: Saludos

Hola, mamá:

Estoy muy bien, gracias. Esto es el paraíso, así que no tienes de qué preocuparte. Te mantendré informada.

Besos para ti y un abrazo para Jonathan,

Patrick

Diario personal, Isla Magnetic, 10 de abril

Esto me resulta de lo más extraño.

Nunca he escrito un diario personal, pero por lo visto la escritura automática ayuda a que llegue la inspiración.

No había pensado hacerlo. Estoy acostumbrado a las hojas de cálculo, a alcanzar resultados con prontitud y tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo. Pero después de un día entero mirando una hoja en blanco en la pantalla, he decidido probarlo.

Puedo culpar al jetlag de la falta de productividad. Estoy seguro de que la musas me visitarán en un par de días, pero entretanto voy a probar esta alternativa.

¿Qué puedo contar?

Puesto que nadie va a leer esto, empezaré por lo evidente. Mudarse a la casa de otra persona en el extremo opuesto del mundo y estar rodeado de un paisaje, de olores y sonidos nuevos, es una experiencia interesante.

En cuanto encontré las notas que Molly me había dejado repartidas por la casa, me di cuenta de que estaba en un mundo desconocido.