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Motivos de sobra para inquietarse

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Motivos de sobra para inquietarse

D. R. © 2017, Aránzazu Núñez Velázquez (Libros Pimienta)
Isabel la Católica 87, Despacho 106,
Col. Centro Histórico, Del. Cuauhtémoc, C. P. 06060
Ciudad de México, México

Primera edición: mayo de 2017

D. R. © Anael Tritura, por las ilustraciones

ISBN: 978-607-97215-3-4

Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte por cualquier medio o procedimiento sin permiso previo por escrito de la editorial.

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Motivos de sobra para inquietarse

Antología del 2.° Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila

Varios autores

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Índice

Prólogo

Fernando Jiménez

Los tres grandes milagros de la Santa Niña de los Alfileres

Julián Mitre

Hay motivos de sobra para inquietarse

Luis Arce

Elio

Jaime He

He vuelto a nacer

Carlos Candiani

Contingencia

Frida Velázquez H.

La visitación

Luis Aguilar

Asalto y despedida

Sergio Vicencio

La eterna prórroga de una súplica inexistente

Sebastián Amaya

Huevo

Armando León

Preguntas sobre la propagación del moho

Úrsula Fuentesberain

Restos

Jesús González Mendoza

Perro

Mario Díaz Ruelas

El peor de los infortunios

Marcos Rojas Gutiérrez

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Prólogo

El Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila sigue explorando los rincones más oscuros, trágicos y absurdos del imaginario de nuestro país y en este recorrido descubre territorios narrativos tan coloridos e inquietantes como los que aparecen en las historias que participan en este espacio que es al mismo tiempo un homenaje y un festejo. La autora zacatecana que da nombre a este premio y que aquí nos congrega, construyó un horizonte narrativo de penumbra, una galería de espectros y paradigmas sobrenaturales que el día de hoy hacen eco en estos textos de las maneras más enigmáticas posibles.

La obra de Amparo Dávila, además de ser un trabajo de un valor estético ampliamente reconocido, es una propuesta literaria que testifica contundentemente a favor de la pequeñez y la fragilidad de la existencia humana. He ahí la relevancia que ha adquirido para miles de jóvenes en los últimos años. Muestra de ello es que en la segunda convocatoria de este premio se recibieron 3,610 trabajos de prácticamente todos los estados de la república. De Baja California a Tamaulipas, de Jalisco a la Ciudad de México, de San Luis Potosí a Tabasco. Nueve entidades se encuentran representadas en los textos aquí reunidos.

Al ser el único certámen que opera completamente de manera digital, la nutrida participación del 2.° Premio Nacional de Cuento Fantástico significa el hallazgo de una generación de autores dispuesta a involucrarse en el lenguaje de la imaginación, que hace uso de la tecnología como medio y herramienta a su servicio. Una generación que se permite ensamblar y retorcer sus inquietudes sin el temor de fracturar la leyes del universo. El mérito es grande en un país como el nuestro, secuestrado por el asesinato y marcado por una profunda desigualdad. La fantasía, históricamente, ha sido el camino idóneo para recoger los demonios y acomodarlos entre nuestros sentimientos. Los horrores de la guerra, el hierro de las dictaduras, la indolencia del saqueo, encuentran en la imaginación un refugio que reforma sus códigos y transforma la experiencia bruta en algo asequible. La violencia imposible de México suscita sus propias preguntas y respuestas.

Motivos de sobra para inquietarse es el resultado de un esfuerzo titánico que representa a más de tres millares de autores emergentes, cada uno con una particular manera de cuestionar la realidad. Los trece cuentos elegidos por el jurado: el cuento ganador y las doce menciones honoríficas, constituyen no sólo abordajes riesgosos de la narrativa, sino que a la vez se muestran como atentas invitaciones a sumergirse en las profundas mitologías de cada relato. Los seres que habitan estas páginas son sujetos rabiosos, patéticos, rebasados por la estrechez de sus problemas. Hombres y mujeres que han perdido los motivos y las razones. La aventura propuesta por cada narrador desafía la cotidianidad, el circuito inviolable de nuestros días. El duelo, el peso de las familias, la tristeza inexplicable, la festiva y engorrosa pubertad son algunos de los temas que desfilan sobre estas páginas.

Los tres grandes milagros de la Santa Niña de los Alfileres, obra del autor potosino Julián Mitre, resultó merecedora del 2.° Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila 2016. A decir del jurado, compuesto por David Toscana, Ana García Bergua, Mauricio Molina, Bibiana Camacho y Bernardo Esquinca, el trabajo ganador es un «excelente cuento que pone al día la historia de los santos milagrosos y toda la pequeña industria que se establece alrededor de ellos». Se trata de un texto que invoca a los demonios del fanatismo y traza un fiel retrato de la urgencia de espiritualidad que caracteriza a nuestro país. El cuento se ubica en un pueblo que se parece a todos los pueblos y aborda la figura de una santa que, con sus salvedades, se parece a todas las santas. El texto de Julián Mitre resulta ser una crítica abierta al tantas veces siniestro negocio de la fe y, al mismo tiempo, recoge la historia de una sociedad sedienta de milagros. La divinidad como un ente vengativo que al mismo tiempo otorga y arrebata es una constante en la historia de nuestro territorio.

Los cuentos que componen esta antología invocan registros y escenarios diversos: un partido de futbol convertido en un auténtico calvario, el viaje surrealista de un edificio hacia las entrañas de sus inquilinos, la experiencia de la menstruación volcada en una enigmática e hilarante revelación, profecías persecutoras, divertidos asaltos. Las plumas de este libro desarman y reconstruyen, trazan y desdibujan con desparpajo.

Los textos reunidos en este volumen son, sin embargo, fieles a la genealogía mexicana. Ecos de la obra de Rulfo, de Ibargüengoitia, de Adela Fernández y de la misma Amparo Dávila aparecen detrás de los autores que participan en este trabajo. El mismo Juan Rulfo, en una entrevista publicada en El País, decía que México podía entenderse como un proceso de evangelización interrumpido. Un país pagano lleno de fantasmas y sombras. Algo de siniestro, algo de misterio. México, entendido como la insólita suma de nuestras fronteras y nuestras supersticiones, en la presente antología, se convierte en un personaje sujeto a revisión. No sólo por el carácter mágico y místico de nuestro territorio, sino por su participación en los rituales cotidianos que nos pertenecen. A un lado de los fantasmas, de los ángeles, de los espectros, aparecen las familias: el lugar de la madre, del padre, del infinito dolor de perder a un hijo. La relación espiritual que sostenemos con el futbol. La ciudad que cargamos como un monstruo que nos aborrece y nos vomita.

La literatura fantástica, como lo han confirmado los últimos años, sigue afianzando su espacio como un escenario de libertad. No le han inventado aranceles y ningún latifundista se ha adueñado de sus tierras. Le queda chico el disfraz de subgénero: entendiendo éste como un área legislada con una superficie convenida. La fantasía reforma sus artículos todos los días. A veces hay ángeles, a veces no. A veces las personas vuelan, a veces no. Los caballeros, los magos y los dragones pueden salir de compras de la mano. Pueden participar los robots, pueden hacer música. Está permitido. Puede haber magos, puede no haberlos. La fantasía emanada del folclor europeo, exitosa a nivel mundial, no agota las posibilidades de la literatura fantástica. México, desde su profunda y específica emotividad genera búsquedas ajenas a las coordenadas usuales. Los cuentos que componen esta antología son pruebas de ello: en cada relato destaca la temblorosa necesidad de diseccionar nuestro tiempo, de hablar sobre la extrañísima e inexplicable especie que somos. Invitados están los crímenes, las fiestas y los amores: las escenografías infalibles de las historias que necesitan ser contadas. Motivos de sobra para inquietarse es un poderoso testimonio donde la imprescindible extravagancia de la imaginación se hace presente.

No me resta más que desearles un gran paseo. Sorpréndanse con la lectura de estos relatos. Disfruten las ilustraciones del artista zacatecano Anael Tritura, hechas para la presente edición. Amparo Dávila y el Premio Nacional de Cuento Fantástico se han convertido en un punto de encuentro para las gene-raciones más jóvenes de autores, una trinchera, un mausoleo de profundidades imposibles de calcular. Únanse al festín. Participen en esta locura. Los motivos sobran. Inquiétense desde ahora.

Fernando Jiménez

Los tres grandes milagros de la Santa Niña de los Alfileres

Julián Mitre

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1: QUINCE DE MARZO

El quince de marzo a las seis de la mañana se abren las puertas de la capilla de Martita, la Santa Niña de los Alfileres, y se les permite la entrada a los visitantes, quienes empiezan a llegar desde el día trece. Todos llevan un rosario, un juguete, una estampita con la oración de la niña y un alfiler, el cual han de clavar en alguna parte del cuerpo de la santa al momento de pedirle un milagro. Si ella llora, se mueve o sangra, el milagro se cumplirá.

2: EL PRIMER GRAN MILAGRO DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES (VERSIÓN OFICIAL)

Martita era una hermosa niña con un corazón muy grande. Siempre hacía lo posible por mantener a sus siete hermanos y a sus papás felices.

Cada noche, sin falta, antes de dormir, rezaba durante dos horas para pedir paz en el mundo.

Cuando la sequía comenzó a asolar su pueblo, Martita se puso muy triste. Lloraba todo el tiempo, desesperada por no ser capaz de ayudar. No soportaba ver a sus padres y vecinos desconsolados porque la cosecha se había perdido y sus animalitos morían.

Sin saber qué más hacer, se encerró en su cuarto a rezar y no dejaría de hacerlo hasta que Dios la escuchara y mandara un poco de agua al pueblo.

La lluvia llegó al tercer día, un quince de marzo, a las seis de la mañana. Fue tan intensa que en un par de horas todos los ríos, pozos, cisternas y cubetas del pueblo se encontraron a su máxima capacidad. Felices, los padres y hermanos de la niña fueron a su cuarto para informarle que finalmente sus plegarias habían sido escuchadas.

La dicha de la familia se volvió horror al entrar en la habitación. Martita yacía en el suelo, en medio del charco que sus lágrimas habían formado. Tenía el cuerpo lleno de alfileres.

Su madre corrió hasta ella e intentó retirarlos mientras le preguntaba qué había sucedido. Martita le rogó que dejara los alfileres en su cuerpo, pues sólo por medio del dolor que éstos le provocaban había logrado comunicarse con Dios. Pidió que la llevaran a su cama porque se sentía muy cansada. Luego cerró los ojos y se quedó dormida. Así continúa hasta el día de hoy.

3: LA SEGUNDA VISITA DE ALFONSO AL PUEBLO DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES

El autobús en el que viajaba arribó al pueblo el catorce de marzo a las 5:15 a. m. El chofer lo estacionó a una cuadra de la plaza principal. Era el tercero en llegar.

El frío de la mañana le provocó a Alfonso un leve dolor en las manos. Por instinto las metió en las bolsas de su chamarra, pero las sacó al sentir lo que llevaba dentro de ellas. Frotándolas para calentarse un poco, caminó detrás de los demás pasajeros, hacia la plaza. Ahí había un grupo de lugareños ofreciéndose a llevar a los visitantes hasta la capilla, ya fuera en camioneta, en caballo o en burro. Alfonso ignoró las ofertas de tres hombres. Se sentó en una de las bancas junto al quiosco. Frente a él se encontraban varios puestos de comida. El olor le despertó el hambre. Había comido un sándwich en el autobús, pero de eso hacía ya varias horas.

Las camionetas fueron las primeras en rentarse. Luego los caballos y al final los burros. Las personas que no alcanzaron transporte tendrían que esperar más de dos horas hasta que regresaran.

Alfonso se levantó de la banca. Suspiró tratando de mentalizarse para hacer el recorrido a pie. Supondría un esfuerzo importante. El camino era irregular y cuesta arriba. Sabía que debido a sus dolencias, su edad, el hambre y la sed, el trayecto sería una tortura, pero no le importó. No pensaba dejar ni un solo centavo en ese pueblo que ya tanto le había arrebatado.

4: EL PRIMER GRAN MILAGRO DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES (LA VERSIÓN DEL HERMANO, QUIEN TIENE PROHIBIDO CONTARLA)

Desde que un burro le pateó la cabeza, Martita no volvió a moverse. Para que no estorbara en la casa, su padre le construyó un cuartito junto al corral de los marranos y le encargó a cada uno de sus otros siete hijos que se hicieran cargo de ella un día a la semana.

Pedrito era el menor de los hermanos. Su obligación era atender a Martita los domingos. Se aburría tanto que, para entretenerse, terminaba siempre por hacerle maldades. Lo habitual era jalarle el pelo, escupirle a la cara y pegarle en las costillas.

Un domingo —quince de marzo— llegó al cuarto con el estuche de costura de su mamá. Sacó las agujas y los alfileres y comenzó a clavarlos por el cuerpo de su hermana. Pedrito decidió hundirle el último en el ojo derecho. Cuando la punta del alfiler tocó su párpado, Martita gimió. Esta era la primera vez que reaccionaba a algo desde el accidente. Justo en el momento en que ella gimió, un relámpago cayó en el corral, luego se desató un aguacero. Pedrito, muy espantado, corrió a la casa gritando que había hecho enojar a su hermana.

5: EL SEGUNDO GRAN MILAGRO DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES

Ocho meses después, Martita ya había ayudado en sus dolencias y problemas a prácticamente todas las personas del pueblo. Hizo que el esposo de su tía Dolores volviera del otro lado, luego de veinte años de no comunicarse con la mujer; a doña Juanita le desapareció los ojos de pescado, esos que le impedían caminar hasta la plaza para vender sus gelatinas; y don Jacinto por fin encontró la guarida del coyote que se andaba comiendo sus gallinas.

La fama de la niña se extendió por todo el estado por lo que don Felipe Arredondo, el presidente municipal, le rogó a la niña que lo ayudara con un “problemita” en la entrepierna que no lo dejaba desenvolverse en la cama de la mejor manera. Martita le cumplió el milagro. El señor Arredondo, en agradecimiento, le mandó hacer una capilla en el cerro más alto del pueblo, para que se pudiera ver desde las comunidades vecinas.

6: ALFONSO SUBIENDO AL CERRO DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES POR SEGUNDA OCASIÓN

Miró su reloj. Eran las 8 a. m. Una camioneta se detuvo junto a él. El chofer se ofreció a llevarlo por la mitad del precio.

—Ándale, viejo —insistió el chofer ante la negativa de Alfonso—. Nomás dame treinta entonces. Mira, te lo hago de favor. Llegaste desde temprano, pero de nada te va a servir. Ya subimos como a setenta personas, aquí llevo nueve, más las que traigan mis compañeros. Tendrías que…

—Es una manda —interrumpió Alfonso—. Se lo prometí a la Niña.

El chofer lo miró extrañamente, se encogió de hombros y arrancó la camioneta. Alfonso la vio alejarse y dijo en voz alta:

—¡Le prometí un carajo! Si era nomás para que me dejaras en paz. Pinche chofer, dizque muy preocupado haciéndome el favor. ¡Va! Dinero. ¡Es todo lo que quieren en este pueblo de mierda! Tienen a esa niña ahí, desnuda, en esa cuna donde ni siquiera cabe, exhibiéndola peor que si fuera un animal de circo. Y a toda esta bola de pendejos rezándole y picándola por todas partes. ¡Hijos de puta! ¡Ignorantes! ¡Pinche Lucía, tú también! Cómo fuiste a creerte estas pendejadas… Peor aún, me arrastraste contigo. ¡Soy más pendejo que todos ellos!

7: ORACIÓN DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES

Santa Niña de los Alfileres,
tú que a cambio de no moverte
puedes hablar con el Creador,
te pido intercedas por mí ante él

y derrames tus benditas lágrimas
para que el Señor me libre de todos mis males.
A cambio de tus favores,
prometo rezarte todos los días
y honrarte como mi patrona especial y poderosa,
y hacer cuanto me sea posible por fomentar tu
devoción.

Amén.

8: ALFONSO EN EL CERRO DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES POR SEGUNDA OCASIÓN

Pasaban de las once cuando al fin llegó a la cima del cerro. El terreno había sido aplanado. Al fondo se encontraba la capilla, rodeada por una barda de cemento de metro y medio de alto. Alrededor de ésta había unos puestos, la mayoría de comida y dos o tres que vendían camisetas con la imagen de la santita.

Junto a la capilla, se encontraban otras dos construcciones. A la izquierda, estaba el hotel, que no era más que un espacio cercado dentro del cual construyeron doce cuartitos de cuatro por cuatro, por los que cobraban $700 la noche. Al lado del hotel estaban también unos baños, que costaban $15 la entrada.

Pocos eran los que alquilaban cuartos. La mayoría instalaba tiendas de campaña o, de plano, dormían a la intemperie. Un par de encargados verificaban constantemente que las tiendas tuvieran un tarjetón que acreditaba que sus dueños habían pagado el permiso correspondiente.

Alfonso caminó hasta la capilla. Buscó la taquilla que estaba a medio metro de la entrada. Pagó la cuota. Le dieron un boleto con el número 254 y un alfiler amarillo empacado en cartón. En el reverso del paquete podía leerse:

«Abra este paquete hasta estar en el interior de la capilla y ya que lo haya mostrado al segundo encargado. Solamente los alfileres bendecidos en la capilla de la Santa Niña son permitidos».

—¡Pinches rateros! —murmuró.

Había evitado gastar su dinero en el transporte y la comida, pero sería imposible que le dejaran entrar en la capilla si no compraba el boleto.

Sólo restaba esperar. Caminó hasta un árbol de tronco grueso y se sentó bajo su sombra. Apenas lo hizo, se quedó dormido.

9: ANUNCIOS EN LAS PUERTAS DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES

«No olvide dejar limosna».

«A todos los feligreses se les recuerda que no se les permitirá el acceso si no muestran su recibo al encargado».

«Niños mayores de 3 años pagan cuota (aunque vayan en brazos)».

10: ALFONSO EN EL CERRO DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES POR PRIMERA OCASIÓN

Para cuando llegaron a la punta del cerro, ya habían gastado casi dos mil pesos. Eso sólo sirvió para que el enojo de Alfonso fuera mayor. Lucía se mostraba ajena a todo, a los costos excesivos del transporte, de la comida, al sinfín de cuotas que debían pagar, al malhumor de su marido, incluso a los malestares del cáncer, que parecieron esfumarse apenas se acercó a la entrada del templo.

No se habían alejado ni dos pasos de la taquilla cuando un grupo de niños los abordó para ofrecerles todo tipo de medallas, rosarios y estampitas. Lucía les compró a todos. Alfonso la reprendió por eso, pero ella ni siquiera lo escuchó. Sólo prestó atención al retrato de la Niña que colgaba de un árbol frente a la iglesia y al grupo de mujeres que le rezaba a esa imagen con Martita antes de su primer milagro. Se les unió.

11: ANUNCIOS EN LA PUERTAS DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES

«Prohibido fumar».

«Prohibido ingerir bebidas alcohólicas antes de visitar a la Niña».

«Favor de no cagarse en los alrededores de la iglesia. Quien lo haga, será remitido a las autoridades».

12: ALFONSO Y LUCÍA ESPERANDO ENTRAR A LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES

A las dos de la mañana se les indicó a los visitantes que empezaran a formarse. Debían hacerlo según el número de su boleto. Pero nadie lo hizo. Parecían no comprender las instrucciones o simplemente no estaban dispuestos a negociar un lugar a la puerta del templo. Hubo pleitos y empujones. Muchos gritos.

Lucía discutió un par de veces, primero con una anciana, luego con una pareja de jóvenes que aseguraban que según el folio de sus boletos, ellos iban primero. Alfonso no sabía si mantenerse al margen o apoyarla. Todo aquello le parecía ridículo, pero estar más cerca de la puerta implicaba permanecer en ese lugar por menos tiempo.

El orden se estableció una hora después, cuando llegó la policía rural. Se impuso golpeando a los más revoltosos y arrestando a un par de viejos. Una vez más, Alfonso se mostró indeciso. La prepotencia le molestaba, pero los agentes habían logrado el objetivo de calmar a la muchedumbre.

Dieron las 6:00 a. m. Las campanas sonaron durante un minuto, después se abrieron las puertas de la capilla. Entre los policías y los encargados dejaron pasar a los visitantes.

13: ANUNCIOS EN LAS PUERTAS DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES

«Se entra en grupos de diez personas. Espere a que los encargados le indiquen su turno».

«Un alfiler sólo sirve para una petición».

«Alfileres extra: $99 c/u».

14: ALFONSO ENTRA EN LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES POR PRIMERA OCASIÓN

Cuando fue su turno de caminar hacia el altar donde se encontraba la Niña, Alfonso fue asaltado por un olor a humedad, heces, orina y sangre seca. Se contuvo para no vomitar, pero el verdadero esfuerzo que realizó fue el de guardarse sus comentarios en contra de la gente del pueblo.

Alfonso miró a la niña, su cuerpo desnudo estaba sucio, lleno de cicatrices, callos y costras, su piel reseca y pálida. Estaba desnutrida.

—Es hermosa —susurró Lucía.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Se limpió el llanto. Clavó el alfiler en la mejilla derecha de Martita, quien permaneció inmóvil. Lucía frunció el ceño. Rezó lo más rápido que pudo la oración de la Santa Niña. Al terminar, clavó su segundo alfiler en el dedo índice de la mano izquierda.

—¡No! ¡Por favor, niñita santa, cúrame, cúrame! —exclamó arrodillándose.

Las personas detrás de ellos se mostraron impacientes. Alfonso obligó a su esposa a ponerse de pie. Uno de los encargados les gritó que se dieran prisa. Lucía tomó el último alfiler. Lo enterró con fuerza en el ojo izquierdo. Martita gimió y sangró pero Alfonso retiró el alfiler lo más rápido que pudo.

Lucía salió de la iglesia gritando que la niña le había curado el cáncer. Todos aplaudieron, algunos lloraron, hubo desmayados.

Alfonso, con el alfiler en la mano, intentó que su voz se escuchara entre todos los gritos. Quería saber si alguien atendería la herida que la inconsciente de su mujer le había provocado a la pequeña.

—Estará bien. Dios la cuida. —Fue la única respuesta que obtuvo.

15: ANUNCIOS EN LAS PUERTAS DE LA CAPILLA DE LA SANTA NIÑA DE LOS ALFILERES

«Un alfiler por petición».

«Si la niña no se movió, no sangró o no gimió con el primer alfiler y usted tiene más de uno, es decisión suya repetir la petición o formular una nueva».

«La niña escucha todas las peticiones, pero sólo cumple algunas. Si con usted no se movió, no sangró o no gimió, posiblemente su fe no ha sido suficiente o no fue lo bastante generoso con la niña. Lo lamentamos y le recomendamos volver el próximo año con una actitud más positiva y regalos más bonitos».

«Los regalos para la Niña se entregan al primer encargado».

«A la Niña le gustan las joyas de oro y los billetes grandes más que las barbies».