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LEONARDO LOMELÍ VANEGAS. Doctor en historia por El Colegio de México; maestro en historia y licenciado en economía por la UNAM. Actualmente es profesor-investigador y director de la Facultad de Economía de la misma universidad. Se especializa en historia de las finanzas públicas, economía de la seguridad social, política social, historia del pensamiento económico e historia de las instituciones económicas y políticas. Entre sus publicaciones destacan La política económica de México en el Congreso de la Unión, 1970-1982 (1998) y El partido de la revolución. Institución y conflicto (2000), ambos en coautoría. También ha colaborado en libros colectivos y revistas y en distintas instituciones, como la Secretaría de Desarrollo Social y el Banco Mundial.

SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA

Fideicomiso Historia de las Américas

Serie
HISTORIAS BREVES

Dirección académica editorial: ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Coordinación editorial: YOVANA CELAYA NÁNDEZ

PUEBLA

LEONARDO LOMELÍ VANEGAS
 
 

Puebla

HISTORIA BREVE

Fondo de Cultura Económica

EL COLEGIO DE MÉXICO
FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS
FONDO  DE  CULTURA  ECONÓMICA

Primera edición, 2010
Segunda edición, 2011
   Primera reimpresión, 2013
Primera edición electrónica, 2016

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

contraportada

PREÁMBULO

LAS HISTORIAS BREVES de la República Mexicana representan un esfuerzo colectivo de colegas y amigos. Hace unos años nos propusimos exponer, por orden temático y cronológico, los grandes momentos de la historia de cada entidad; explicar su geografía y su historia: el mundo prehispánico, el colonial, los siglos XIX y XX y aun el primer decenio del siglo XXI. Se realizó una investigación iconográfica amplia —que acompaña cada libro— y se hizo hincapié en destacar los rasgos que identifican a los distintos territorios que componen la actual República. Pero ¿cómo explicar el hecho de que a través del tiempo se mantuviera unido lo que fue Mesoamérica, el reino de la Nueva España y el actual México como república soberana?

El elemento esencial que caracteriza a las 31 entidades federativas es el cimiento mesoamericano, una trama en la que destacan ciertos elementos, por ejemplo, una particular capacidad para ordenar los territorios y las sociedades, o el papel de las ciudades como goznes del mundo mesoamericano. Teotihuacan fue sin duda el centro gravitacional, sin que esto signifique que restemos importancia al papel y a la autonomía de ciudades tan extremas como Paquimé, al norte; Tikal y Calakmul, al sureste; Cacaxtla y Tajín, en el oriente, y el reino purépecha michoacano en el occidente: ciudades extremas que se interconectan con otras intermedias igualmente importantes. Ciencia, religión, conocimientos, bienes de intercambio fluyeron a lo largo y ancho de Mesoamérica mediante redes de ciudades.

Cuando los conquistadores españoles llegaron, la trama social y política india era vigorosa; sólo así se explica el establecimiento de alianzas entre algunos señores indios y los invasores. Estas alianzas y los derechos que esos señoríos indios obtuvieron de la Corona española dieron vida a una de las experiencias históricas más complejas: un Nuevo Mundo, ni español ni indio, sino propiamente mexicano. El matrimonio entre indios, españoles, criollos y africanos generó un México con modulaciones interétnicas regionales, que perduran hasta hoy y que se fortalecen y expanden de México a Estados Unidos y aun hasta Alaska.

Usos y costumbres indios se entreveran con tres siglos de Colonia, diferenciados según los territorios; todo ello le da características específicas a cada región mexicana. Hasta el día de hoy pervive una cultura mestiza compuesta por ritos, cultura, alimentos, santoral, música, instrumentos, vestimenta, habitación, concepciones y modos de ser que son el resultado de la mezcla de dos culturas totalmente diferentes. Las modalidades de lo mexicano, sus variantes, ocurren en buena medida por las distancias y formas sociales que se adecuan y adaptan a las condiciones y necesidades de cada región.

Las ciudades, tanto en el periodo prehispánico y colonial como en el presente mexicano, son los nodos organizadores de la vida social, y entre ellas destaca de manera primordial, por haber desempeñado siempre una centralidad particular nunca cedida, la primigenia Tenochtitlan, la noble y soberana Ciudad de México, cabeza de ciudades. Esta centralidad explica en gran parte el que fuera reconocida por todas las cabeceras regionales como la capital del naciente Estado soberano en 1821. Conocer cómo se desenvolvieron las provincias es fundamental para comprender cómo se superaron retos y desafíos y convergieron 31 entidades para conformar el Estado federal de 1824.

El éxito de mantener unidas las antiguas provincias de la Nueva España fue un logro mayor, y se obtuvo gracias a que la representación política de cada territorio aceptó y respetó la diversidad regional al unirse bajo una forma nueva de organización: la federal, que exigió ajustes y reformas hasta su triunfo durante la República Restaurada, en 1867.

La segunda mitad del siglo XIX marca la nueva relación entre la federación y los estados, que se afirma mediante la Constitución de 1857 y políticas manifiestas en una gran obra pública y social, con una especial atención a la educación y a la extensión de la justicia federal a lo largo del territorio nacional. Durante los siglos XIX y XX se da una gran interacción entre los estados y la federación; se interiorizan las experiencias vividas, la idea de nación mexicana, de defensa de su soberanía, de la universalidad de los derechos políticos y, con la Constitución de 1917, la extensión de los derechos sociales a todos los habitantes de la República.

En el curso de estos dos últimos siglos nos hemos sentido mexicanos, y hemos preservado igualmente nuestra identidad estatal; ésta nos ha permitido defendernos y moderar las arbitrariedades del excesivo poder que eventualmente pudiera ejercer el gobierno federal.

Mi agradecimiento a la Secretaría de Educación Pública, por el apoyo recibido para la realización de esta obra. A Joaquín Díez-Canedo, Consuelo Sáizar, Miguel de la Madrid y a todo el equipo de esa gran editorial que es el Fondo de Cultura Económica. Quiero agradecer y reconocer también la valiosa ayuda en materia iconográfica de Rosa Casanova y, en particular, el incesante y entusiasta apoyo de Yovana Celaya, Laura Villanueva, Miriam Teodoro González y Alejandra García. Mi institución, El Colegio de México, y su presidente, Javier Garciadiego, han sido soportes fundamentales.

Sólo falta la aceptación del público lector, en quien espero infundir una mayor comprensión del México que hoy vivimos, para que pueda apreciar los logros alcanzados en más de cinco siglos de historia.

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Presidenta y fundadora del Fideicomiso Historia de las Américas

INTRODUCCIÓN

En vuestro hermoso valle tiene dispuesto la divina providencia que sean resueltos los más difíciles problemas políticos de la nación. Vuestra firmeza de ánimo y vuestra lealtad han sido una solemne garantía para que todos los hijos de la patria vengan a concurrir con sus hermanos a celebrar la fiesta de la ciudad defendida y triunfante por el heroico valor y denuedo con que hicisteis brillar en vuestras manos las armas de la República, asegurando las instituciones constitucionales que la rigen.

NICOLÁS BRAVO

Proclama a los habitantes de la ciudad de
Puebla, 12 de enero de 1842

PUEBLA ES UNO DE LOS ESTADOS de la República Mexicana con mayor densidad histórica y cultural, producto tanto de su ubicación geográfica, que lo coloca en el cruce de caminos entre el Altiplano Central, la costa del Golfo de México y el estado de Oaxaca, como de sus riquezas naturales, de su patrimonio artístico y de las tradiciones de sus habitantes. Desde la época prehispánica Puebla se ha caracterizado por una gran actividad cultural, económica y política.

La sociedad poblana es resultado de un largo proceso de mestizaje que se inicia muchos siglos antes de la llegada de los españoles al continente americano. El clima agradable y los terrenos propios para la agricultura de su amplio valle dieron lugar a un continuo flujo migratorio de numerosos grupos procedentes de diversas regiones. Esta característica del suelo se combinó con el intenso intercambio comercial y cultural que ha tenido lugar desde tiempos inmemoriales en el territorio que actualmente ocupa el estado.

La ciudad de Puebla nació como una utopía renacentista: la ciudad planeada desde su fundación para ser la capital española de una amplia y rica provincia, que crecería en prosperidad y prestigio con base en el trabajo de sus pobladores. Durante el siglo de la Conquista el territorio de la actual entidad poblana fue lugar de encuentro y desencuentro, de conquista militar y espiritual, de explotación y conversión, pero, sobre todo, fue escenario de un mestizaje racial y cultural.

El siglo XIX fue un periodo de profundas convulsiones políticas en el que el estado de Puebla estuvo en varias ocasiones en la línea de fuego. La inestabilidad de los gobiernos de la época y los continuos cambios del régimen federal al central, combinados con las intervenciones militares extranjeras, impidieron que el gobierno estatal pudiera consolidarse incluso después de 1867, de tal forma que la pacificación completa tardó una década más en hacerse realidad. Las vicisitudes de la industria textil poblana en este periodo y los conflictos agrarios fueron el telón de fondo económico de esa historia eminentemente política.

Durante el siglo XX tuvieron lugar importantes transformaciones sociales en el país, y Puebla no fue la excepción. En unas cuantas décadas dejó de ser un estado predominantemente rural y su capital se convirtió en la cuarta ciudad del país. En menos de una década pasó del estancamiento de su industria tradicional a la diversificación industrial con la llegada de nuevas empresas a los parques industriales que fueron construidos por los gobiernos federal y estatal.

A la par de estas transformaciones económicas decisivas, la sociedad poblana se volvió más plural y participativa y surgieron nuevos movimientos sociales y actores políticos. Debido a lo anterior, los gobiernos del estado de Puebla de las últimas tres décadas se han enfrentado a una sociedad más demandante y han tenido que esforzarse por mantener el crecimiento económico, al mismo tiempo que han procurado eliminar los rezagos sociales que aún existen.

Este libro aspira a introducir al lector en esta impresionante historia, como un primer acercamiento que podrá ser enriquecido con las lecturas que se sugieren en la bibliografía comentada.