hazme-sonreir.jpg

HAZME SONREÍR

música para vivir

Elena Gabriel
Prólogo de Jesús Ordovás

ISBN: 978-84-15930-56-3

© Elena Gabriel, 2015

© Punto de Vista Editores, 2015

http://puntodevistaeditores.com

info@puntodevistaeditores.com

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Índice

La autora

Prólogo

Introducción

Runaway

Days

La Poupée Qui fait Non

Á Quoi Ça Sert L’Amour?

Wild World

Wild Horses

Somebody To Love

Let’s Live For Today

Chanson Pour L’Auvergnat

Piece Of My Heart

The Sounds Of Silence

He Hit Me (And It Felt Like A Kiss)

La balsa

Comment Te Dire Adieu

To Love Somebody

L’Accordéon

Who By Fire

In My Life

Perfect Day

Try a Litlle Tenderness

There But For Fortune

Positively 4th Street

Theme For An Imaginary Western

Make Me Smile (Come Up And See Me)

La autora

Elena Gabriel (Buenos Aires, 1955) es periodista free-lance y traductora. Se crió en Buenos Aires, hija y nieta de franceses, rusos, españoles, argentinos y judíos, un producto muy típico del melting-pot porteño. Estudió en el Collège Français y en el Lycée Jean Mermoz, en Buenos Aires, y terminó sus estudios en Paris en 1975. Empezó la carrera de Bellas Artes e hizo dos años de Filología Oriental (Idioma ruso) pero, en 1976, en la primera primavera sin Franco, vino a Madrid a ver a su familia, se enamoró de un español y todo cambió. Tras recoger piso, dejar novio, trabajo y estudios en Francia y con la “Licence” de ruso que no serviría de mucho, se instaló en Madrid.

En cuestión de días vio un anuncio en el Star, donde pedían “chicas que dibujaran comics”. Se presentó con su carpeta en el sitio indicado y la recibieron varios jóvenes que estaban montando un colectivo de fanzines: Premamá (Prensa Marginal Madrileña). Entre ellos estaba Fernando Márquez, el Zurdo.

Por la oficina de la calle Augusto Figueroa empezó a pasar todo tipo de gente: una joven de 12 años que pedía “traduzco el Melody Maker a quien quiera traducirme el Rock&Folk”. Era Olvido, futura Alaska; entre revistas marginales, ofertas del Star, Ozono o Ajoblanco, Premamá duró un año. En 1977 se convierte en Laboratorios Colectivos Chueca, Lacochu (con el Zurdo a la cabeza) y sus miembros se dedican a managear a los grupos de música que surgen. Pronto Salvador Bustamante tomaría las riendas.

Surge una amistad con Manolo Campoamor, Carlos Berlanga, Enrique Sierra y otros que deciden formar Kaka de Luxe y la nombran manager honorífica. Leño, Kaka de Luxe, Moris, Tequila, Ñu, Asfalto, Nacha Pop, Toss, Burning, Ramoncín y todo lo que se hacía en el ambiente musical madrileño pasó por ahí.

Para vivir, Elena traduce todo tipo de libros, guiones, revistas y artículos monográficos. Al poco tiempo se marcha otra vez a Paris por cuestiones personales y regresa a Madrid en 1981, a tiempo para ver eclosionar lo que se llamó la Movida. Colabora en muchas revistas musicales con Radio El País, trabaja como redactora en la RCA, pasa a formar parte del equipo de los programas televisivos La Edad de Oro y de FM-2, ambos para TVE, y posteriormente se dedica a colaborar con revistas femeninas y a las traducciones de guiones para festivales cinematográficos.

Actualmente trabaja en otros campos pero sigue escribiendo sobre música, y colabora con El Mundano, de Adrian Vogel.

Hazme sonreír: música para vivir es su primer escrito en forma de libro.

Todas las letras han sido traducidas por la autora.

Prólogo

Elena Gabriel es la alegría de Facebook. Siempre tiene una canción a mano para compartir con nosotros a primeras horas de la mañana. Muchas veces, ni siquiera ha salido el sol y ya tenemos en nuestro muro una canción maravillosamente elegida que acompaña a su saludo y a su estado de ánimo, con observaciones sobre su familia, el tiempo, sus preocupaciones, algún acontecimiento que merece su atención, y un comentario siempre optimista, como haría su querido Dylan cantando New Morning.

Pero Facebook se le queda pequeño. Son tantas las cosas que nos quiere contar que necesita un espacio donde hablarnos de cómo y cuando escuchó aquella canción que tanto le ayudó a superar su timidez, a enfrentarse a la adversidad o a no sentirse sola en el mundo. Y gracias a Facebook supo de la existencia de El Mundano, el blog en el que Adrian Vogel (veterano periodista musical y deportivo, ejecutivo discográfico y productor, entre otras muchas cosas) habla de música, prensa, radio, televisión, fútbol, libros, política y cualquier asunto que le llame la atención o le venga en gana, además de servirle para colgar pequeñas entrevistas a escritores, cineastas o amigos.

Elena vio el mundo abierto cuando Adrian le dijo que podía hablar de sus canciones favoritas en el blog, al igual que lo vienen haciendo otros muchos colegas. Y cual no sería su suerte cuando José Luis Ibáñez Salas le ofreció publicar esas canciones en la editorial Punto de Vista. Dicho y hecho.

Ahora todo el mundo –amigos y diletantes– podemos acercarnos a unas cuantas canciones –todas buenas y mejores– comentadas por una persona de la cultura musical y la exquisita sensibilidad de Elena Gabriel.

Hay canciones de artistas británicos, norteamericanos, franceses, italianos y argentinos .Todos ellos forman parte de nuestras vidas –desde The Beatles a Lou Reed o Leonard Cohen– pero sobre todo de la vida de Elena, quien a los cinco años de edad ya cantaba a Del Shannon, y a los doce ya pudo ir al cine con su padre a ver el Festival de Monterey Pop y convertirse en fan incondicional de Otis Redding y Grace Slick. Y eso viviendo en Buenos Aires, a miles de kilómetros de Londres, Nueva York o California.

Pero claro, teniendo unos padres liberales y con tocadiscos tenía la posibilidad de escuchar a Bob Dylan, e incluso con buenas librerías cerca de casa, no dejó pasar la ocasión de comprar el primer libro que se editó en castellano sobre ese tipo que se despachaba contra tirios y troyanos con tanta elegancia.

En Francia conocería más de cerca a Françoise Hardy, Michel Polnareff, Serge Gainsbourg o George Brassens. Y luego llegaría Madrid a tiempo de convertirse en manager de Kaka de Luxe, con los que compartiría gustos musicales, e incluso formaría parte del equipo de La Edad de Oro, el mítico programa que dirigió Paloma Chamorro en TVE.

Todo ello nos lo va contando conforme escuchamos las canciones –desde La balsa a Perfect Day o Make Me Smile– que ha seleccionado para este libro que Punto de Vista ha tenido a bien editar en estos días. Days –como diría Ray Davies, al frente de los Kinks– en los que se agradece el punto de vista de una persona culta, que domina varios idiomas y ha vivido tantas revoluciones .

Jesús Ordovás

Introducción

Hace cosa de un par de años, mi amiga Nieves Córcoles me sugirió “¿Por qué no escribes artículos para Un siglo de canciones, en El Mundano, el blog de Adrian Vogel?” Pues no sé, hace mucho que no trabajo como periodista musical, estoy en otras cosas, estoy con traducciones, no tengo tiempo, sólo colaboro con una base de datos en Estados Unidos, etc.

Tampoco conocía en persona a Adrian Vogel, o sí, del ambiente discográfico, de nombre. Pero no nos habían presentado. Afortunadamente, la tecnología actual permite comunicarse rápidamente y enseguida Adrian me confirmó que sí, que le gustaría que yo colaborara con El Mundano.

De modo que escribí sobre mi “canción favorita”, o al menos, una de ellas: In My Life, de los Beatles, claro. Es una canción que nos gusta a todos y no era tarea complicada: se sabe mucho al respecto y yo he sido fan de los Beatles desde niña.

Me ofrecí para −o me ofrecieron− continuar. Sabía algunas cosas sobre algunas canciones míticas y sí, podía contar historias al respecto. Pero a Adrian le interesaba más la visión personal de cada uno y eso me gustó mucho. Mi siguiente colaboración fue Who By Fire, de Leonard Cohen, otra canción que me fascina por su texto y por cómo Cohen interpreta las Sagradas Escrituras.

Y la tercera vez... ya no podía dejar de contar a todos que To Love Somebody, esa preciosa canción de los Bee Gees, había sido escrita para Otis Redding, como siempre había sospechado... pero a él no le dio tiempo a grabarla. Su avión cayó antes de que pudiera hacerlo.

De modo que seguí escribiendo para Un siglo de canciones... hasta el día de hoy. Y cuando José Luis Ibáñez Salas me propuso recopilar esos textos en un libro para su editorial Punto de Vista Editores le dije “¿Por qué no? Me encantaría”. Sería un e-book. No hay problema.

En realidad he sido una privilegiada en esto de “saber” de música. Vengo de una familia de escritores y periodistas. A casa llegaban todos los discos, libros e invitaciones a conciertos y eventos que hubiera. En casa había ambiente farandulero aunque mi familia escuchara música clásica. Yo aprendí a usar un tocadiscos con menos de cinco años y disco que llegaba, disco que pasaba por mis manos. De modo que cuando aterrizó el primer single de los Beatles en mis manos (1962, Please, Please Me y Love Me Do, edición argentina), simplemente descubrí el mundo. Estuve a punto de verles en 1965, en Barcelona, pero no pudo ser. Con diez años descubrí algo aún mejor: los Rolling Stones. Siguió llegando música desconocida para otros niños: Janis Joplin, Jefferson Airplane, The Troggs, Elton John... entraban revistas en casa, Rolling Stone, Creem, Crawdaddy... Afortunadamente vengo de una familia de orígenes diversos y en casa se hablaba ruso, francés y español, de modo que el inglés era muy fácil para mí. Yo las devoraba. Las revistas. Aprendí inglés escuchando rock and roll.

La formación clásica que tenía mi familia en cuestión musical no fue un problema: a la niña no le gustan Beethoven ni el jazz, prefiere bailar el rock con su tía Marta, esa tía joven y guapa que todos hemos tenido. Mi tía era mi cómplice con los Festivales de San Remo y me enseñaba todas las canciones. Incluso los boleros y la música considerada “comercial” o chabacana. Llegué a ganar un concurso de twist con siete años.

Cuando hubo que ser grande, formarse, trabajar y vivir, seguí con mis estudios de idiomas y Bellas Artes, pero para entonces ya me había ido de Francia y me enamoré de Madrid. Hice amigos enseguida, todos tocaban música, o creaban fanzines... yo escribía bien, leía prensa extrajera y tenía información “privilegiada” por mi proximidad a algunos artistas. Todo fue muy rápido, trabajé en discográficas, programas musicales de televisión, revistas, fui manager de los chicos a los que luego se etiquetó como “movida” y seguí viviendo en el ambiente musical español.

Me encantan las canciones, como a todos, adoro cantar en casa, me fascinan las historias de los estudios de grabación. Me encanta escribir. Lo he hecho toda la vida. Gracias por esta oportunidad, José Luis.