DRAMATIS PERSONAE

Índice


LEAR, rey de Britania

El REY DE FRANCIA

El DUQUE DE BORGOÑA

GONERIL, hija mayor de Lear

REGAN, hija segunda de Lear

CORDELIA, hija menor de Lear

El Duque de ALBANY, esposo de Goneril

El Duque de CORNWALL, esposo de Regan

El Conde de KENT

El Conde de GLOSTER

EDGAR, hijo de Gloster

EDMOND, hijo bastardo de Gloster

El BUFÓN

OSWALD, mayordomo de Goneril

CURAN, cortesano

Un ANCIANO, siervo de Gloster

Un CAPITÁN

Un HERALDO

Caballeros, criados, mensajeros, soldados, acompañamiento.

Acto I

Índice

ESCENA I

Entran [los Condes de] KENT y [ de] GLOSTER, y EDMOND.


KENT

Creí que el rey estimaba más al Duque de Albany que al de Comwall.

GLOSTER

Eso creíamos nosotros. Pero ahora que divide su reino, no está claro a cuál de los dos aprecia más, pues

los méritos están tan igualados que ni la propia minuciosidad sabría escoger entre uno y otro.

KENT

Señor, este joven, ¿no es hijo vuestro?

GLOSTER

Su crianza ha estado a mi cargo. Reconocerle me ha dado siempre tal sonrojo que ahora ya estoy

curtido.

KENT

No concibo...

GLOSTER

Pues su madre sí que concibió. Por eso echó vientre y se encontró con un hijo en la cuna antes de tener

un marido en la cama. ¿Se huele a pecado?

KENT

No quisiera corregirlo, viendo el feliz resultado.

GLOSTER

También tengo otro hijo, señor, de legítimo origen, un año mayor que éste, pero no más querido. y aunque este mozo vino al mundo por la vía del vicio sin que nadie lo llamase, su madre era hermosa,

gozamos al engendrarlo y el bastardo debe ser reconocido. ––Edmond, ¿conoces a este noble caballero?

EDMOND

No, señor.

GLOSTER

El Conde de Kent. Recuérdale siempre como mi honorable amigo.

EDMOND

A vuestro servicio, señor.

KENT

Os doy mi amistad y aspiro a conoceros mejor.

EDMOND

Señor, me afanaré por merecerlo.

GLOSTER

Lleva fuera nueve años y se marcha otra vez.


Clarines.


Llega el rey.


Entran el rey LEAR, [los Duques de] CORNWALL y de ALBANY, GONERIL,


REGAN, CORDELIA y acompañamiento.


LEAR

Gloster, traed a los Señores de Francia y de Borgoña.

GLOSTER

Sí, majestad.


Sale.


LEAR

Mientras, voy a revelar mi propósito secreto

Dadme ese mapa. Sabed que he dividido

en tres mi reino y que es mi firme decisión

liberar mi vejez de tareas y cuidados,

asignándolos a sangre más joven, mientras yo,

descargado, camino hacia la muerte.

Mi yerno de Cornwall y tú, mi no menos querido

yerno de Albany, es mi voluntad en esta hora

hacer pública la dote de mis hijas

para evitar futuras disensiones. Los príncipes

de Francia y de Borgoña, rivales pretendientes

de mi hija menor, hacen amorosa permanencia

en esta corte y es forzoso responderles.

Decidme, hijas mías, puesto que renuncio

a poder, posesión de territorios

y cuidados de gobierno, cuál de vosotras

diré que me ama más, para que mi largeza

se prodigue con aquélla cuyo afecto

rivalice con sus méritos. Goneril,

mi primogénita, habla tú primero.

GONERIL

Señor, os amo más de lo que expresan las palabras,

más que a vista, espacio y libertad,

mucho más de lo que estimen único o valioso;

no menos que a una vida de dicha, salud,

belleza y honra; tanto como nunca

amara hijo o fuese amado padre;

con un amor que apaga la voz y ahoga el habla.

Mucho más que todo esto os amo yo.

CORDELIA [ aparte]

¿Qué dirá Cordelia? Amará en silencio.

LEAR

De todas estas tierras, desde esta raya a ésta,

ricas en umbrosas florestas y campiñas,

ríos caudalosos y muy extensos prados,

te proclamo dueña. Sean de los descendientes

tuyos y de Albany a perpetuidad. –

¿Qué dice mi segunda hija,

mi muy querida Regan, esposa de Cornwall?

REGAN

Yo soy del mismo metal que mi hermana

y no me tengo en menos: en el fondo de mi alma

veo que ha expresado la medida de mi amor.

Pero se ha quedado corta, pues yo me declaro

enemiga de cualquier otro deleite

que alcancen los sentidos en su extrema

perfección y tan sólo me siento venturosa

en el amor de vuestra amada majestad.

CORDELIA [ aparte]

Entonces, ¡pobre Cqrdelia!

Aunque no, pues sin duda mi cariño

pesará más que mi lengua.

LEAR

Quede para ti y los tuyos en herencia perpetua

este magno tercio de mi hermoso reino,

tan grande, rico y placentero

como el otorgado a Goneril. –– Y ahora, mi bien,

aunque última y menor, cuyo amor juvenil

las viñas de Francia y los pastos de Borgoña

pretenden a porfía, ¿qué dirás por un tercio

aún más opulento que el de tus hennanas ?. Habla.

CORDELIA

Nada, señor.

LEAR

¿Nada?

CORDELIA

Nada.

LEAR

De nada no sale nada. Habla otra vez.

CORDELIA

Triste de mí, que no sé poner

el corazón en los labios. Amo a Vuestra Majestad

según mi obligación, ni más ni menos.

LEAR

Vamos, vamos, Cordelia. Corrige tus palabras,

no sea que malogres tu suerte.

CORDELIA

Mi buen señor, me habéis dado vida,

crianza y cariño. Yo os correspondo como debo:

obedezco, os quiero y os honro de verdad.

¿Por qué tienen marido mis hennanas,

si os aman sólo a vos? Cuando me case,

el hombre que reciba mi promesa

tendrá la mitad de mi cariño, la mitad

de mi obediencia y mis desvelos. Seguro

que no me casaré como mis hermanas *.

LEAR

Pero, ¿hablas con el corazón?

CORDELIA

Sí, mi señor.

LEAR

¿Tan joven y tan áspera?

CORDELIA

Tan joven, señor, y tan franca.

LEAR

Muy bien. Tu franqueza sea tu dote,

pues, por el sacro resplandor del sol,

por los ritos de Hécate y la noche

y toda la influencia de los astros

que rigen nuestra vida y nuestra muerte,

reniego de cariño paternal,

parentesco y consanguinidad,

y desde ahora te juzgo una extraña

a mi ser y mi sentir. El bárbaro escita,

o aquél que sacia el hambre devorando

a su progenie, hallará en mi corazón

tanta concordia, lástima y consuelo

como tú, hija mía que fuiste.

KENT

Majestad...

LEAR

¡Silencio, Kent!

No te pongas entre el dragón y su furia.

La quise de verdad y pensaba confiarme

a sus tiernos cuidados. ––¡Fuera de mi vista! –

Así como mi muerte será mi descanso,

así le niego ahora el corazón de un padre. –

¡Llamad al Rey de Francia! ¡De prisa!

¡Y al Duque de Borgoña! ––Cornwall y Albany,

añadid su tercio al de mis otras dos hijas.

Que la case su orgullo, que para ella es franqueza.

A los dos conjuntamente os invisto

con mi poder, supremacía y magnos atributos

que rodean a la realeza. Yo me reservaré

cien caballeros, que habréis de mantener,

y residiré con vosotros

por turno mensual. No conservaré

más que el título y los honores de un monarca;

el mando, rentas y ejercicio del poder,

queridos hijos, vuestros son. Para confirmarlo,

compartid entre los dos esta corona.

KENT

Regio Lear, a quien siempre

honré como mi rey, quise como a un padre,

seguí como señor, recordé como patrón

en mis plegarias...

LEAR

El arco está tenso; esquiva la flecha.

KENT

Pues que se dispare, aunque la punta

me traspase el corazón. Kent será irreverente

si Lear está loco. ¿Qué pretendes, anciano?

¿Tú crees que el respeto teme hablar

cuando el poder se pliega a la lisonja?

Si la realeza cae en la locura,

el honor ha de ser franco. Conserva tu poder

y, con mejor acuerdo, frena

tu odioso arrebato. Respondo con mi vida

de que tu hija menor no te ama menos

y de que no están vacíos aquéllos

cuya voz apagada no resuena en el vacío.

LEAR

¡Kent, por tu vida, basta!

KENT

Mi vida siempre tuve por apuesta

en las partidas contra tus enemigos

y no temo perderla por salvarte.

LEAR

¡Fuera de mi vista!

KENT

Mira bien, Lear, déjame que sea

por siempre la guía de tus ojos.

LEAR

¡Por Apolo…!

KENT

Pues, por Apolo, rey,

que invocas a tus dioses en vano.

LEAR

¡Miserable, descreído!

ALBANY y CORNWALL

¡Deteneos, señor!

KENT

Mata a tu médico y da la paga

a la inmunda enfermedad. Anula tu regalo

o, mientras pueda gritar esta garganta,

te diré que eres injusto.

LEAR

¡Óyeme, traidor, por tu lealtad escúchame!

Por intentar que falte a mi promesa,

cual yo nunca osé, e interponerte

con soberbia entre mi decisión y mi poder,

que ni mi carácter ni mi condición

pueden consentir, en prueba de mi potestad

aquí tienes tu premio. Cinco días te concedo

para que te proveas contra los males

de este mundo y el sexto vuelvas tu odiada espalda

a mis dominios. Si el séptimo día

encuentran en mi reino tu cuerpo desterrado,

será tu muerte. ¡Fuera! ¡Por Júpiter,

que no habrá revocación!

KENT

Ya te dejo, rey, si ése es tu deseo;

fuera hay libertad y aquí está el destierro.

[ A CORDELIA]

Los dioses, muchacha, te otorguen su amparo,

pues con tanto acierto piensas y has hablado.

[ A GONERIL y REGAN]

Que vuestra elocuencia se pruebe en la acción,

y puedan dar fruto palabras de amor.––

Príncipes, adiós. En nuevo lugar

su viejo camino Kent proseguirá.


Sale.


¡ Clarines. Entra [ el Conde de] GLOSTER con [ el REY DE] FRANCIA, [ el DUQUE

DE] BORGOÑA y acompañamiento.

CORNWALL

Majestad, los príncipes de Francia y de Borgoña.

LEAR

Mi señor de Borgoña, me dirijo

a vos primero, rival con este rey

en la mano de mi hija. ¿Qué mínimo

aceptáis en pago de su dote

para no renunciar a vuestra petición?

DUQUE DE BORGOÑA

Excelsa Majestad, no pido más

de lo que habéis ofrecido, ni vos

queréis dar menos.

LEAR

Muy noble duque, cuando ella

tenía mi cariño, cara fue su dote.

Mas ahora ha caído su precio. Ahí está:

si algo de este ser tan insignificante

o todo él, con mi disgusto añadido,

y nada más, satisface a Vuestra Alteza,

ahí la tenéis, es vuestra.

DUQUE DE BORGOÑA

No sé qué responder.

LEAR

Con todas sus flaquezas, sin amigos,

adoptada por mi odio, con la dote

de mi maldición y el rechazo de mi juramento,

¿la tomáis o la dejáis?

DUQUE DE BORGONA

Perdón, Majestad. En tales circunstancias

no es posible decidir.

LEAR

Entonces dejadla, pues por los dioses

que me hicieron, ésos son sus bienes. ––,

Gran rey, de vuestro afecto no osaría

desviarme para uniros con quien odio

y os ruego que pongáis vuestro cariño

en ser más digno que esta desgraciada

a quien la naturaleza se avergüenza

de reconocer por propia.

REY DE FRANCIA

Es extraodinario que quien sólo hace un momento

era vuestro bien, objeto de vuestro elogio,

bálsamo de vuestra vejez, la mejor y predilecta,

en un instante incurra en tal atrocidad

que quede despojada de toda vuestra gracia.

O ha cometido una ofensa tan atroz

o vuestro afecto declarado caerá en falta.

y creer eso de ella requiere tanta fe

que sin milagro no lo admite la razón.

CORDELIA [ a LEAR]

Suplico a Vuestra Majestad

que, si es porque no tengo labia ni soltura

para decir lo que no siento, pues lo que pretendo

lo hago antes de hablar, hagáis saber

que no es ninguna mancha, crimen o vileza,

indecencia, ni acto ignominioso

lo que me priva de vuestra gracia y favor,

sino algo cuya falta me enriquece:

mirada obsequiosa y una lengua

que me alegra no tener, aun cuando no tenerla

me haya costado vuestro afecto.

LEAR

Más te valdría no haber nacido,

antes que haberme contrariado.

REY DE FRANCIA

¿Sólo es eso, un encogimiento

que a veces no pennite demostrar

lo que pretende? Mi señor de Borgoña,

¿tomáis a la dama? No es amor

lo que se mezcla con cuestiones

ajenas a su objeto. ¿La tomáis?

Ella misma es una dote.

DUQUE DE BORGOÑA

Majestad, dad la parte que vos mismo

propusisteis y tomo a Cordelia por esposa

y Duquesa de Borgoña.

LEAR

¡Nada! Lo he jurado y lo mantengo.

DUQUE DE BORGOÑA

Me apena que por perder a vuestro padre

también perdáis un marido.

CORDELIA

Quede en paz el Duque de Borgoña.

Si su amor es el rango y la fortuna,

yo no seré su esposa.

REY DE FRANCIA

Hermosa Cordelia, tan rica por ser pobre,

excelsa por rechazada, querida por desairada,

te acojo con todas tus virtudes.

Si es lícito, me llevo lo que otros desechan.

¡Oh, dioses! ¡Qué extraño que tal desamor

encienda en mi afecto tanta admiración!––

Tu hija sin dote, a mí abandonada,

es, rey, nuestra reina de la bella Francia.––

La tibia Borgoña no ha dado hombre egregio

que pueda comprarme esta joya sin precio.––

Por mal que te traten, di adiós, mi Cordelia.

Ganarás con creces todo lo que pierdas.

LEAR

Ya la tienes, rey, pues tuya ahora es

la que fue mi hija, y no volveré

a verle la cara. –– Vete sin que yo

te dé mi cariño ni mi bendición.

Venid, Duque de Borgoña.


Clarines. Salen [ todos menos el REY DE FRANCIA y las hermanas].


REY DE FRANCIA

Despídete de tus hermanas.

CORDELIA

Alhajas de mi padre, Cordelia os deja

con ojos llorosos. Sé bien lo que sois, aunque,

como hermana, no puedo llamar a vuestras faltas

por su nombre. Quered a nuestro padre:

lo encomiendo a vuestro amor declarado.

Mas, ¡ay!, si gozase yo aún de su afecto,

le depararía otro alojamiento.

Así que adiós a las dos.

REGAN

No nos dictes nuestra obligación.

GONERIL

Tú pon todo tu empeño en complacer

a tu señor, que te acoge cual limosna

de Fortuna. Por falta de obediencia

mereces que te nieguen lo que niegas.

CORDELIA

El tiempo mostrará toda doblez:

si encubre, luego ríe con desdén.

¡Ventura tengáis!

REY DE FRANCIA

Vamos, mi bella Cordelia.


Salen [ el REY DE] FRANCIA y CORDELIA.


GONERIL

Hermana, tengo cosas que decirte de lo que tanto nos concierne. Creo que nuestro padre se va esta noche.

REGAN

Desde luego, y contigo. El mes que viene, conmigo.

GONERIL

Ya ves qué veleidosa es la vejez. Y lo que hemos presenciado ha sido poco. Siempre quiso más a nuestra hermana y ahora está a la vista con qué insensatez la rechaza.

REGAN

Es lo malo de la edad. Aunque la verdad es que nunca supo dominarse.

GONERIL

Si en su época mejor fue siempre arrebatado, de su vejez ya podemos esperar no sólo los vicios de un

carácter arraigado, sino también la tozudez que trae consigo la débil e iracunda ancianidad.

REGAN

Nos exponemos a arranques tan imprevistos como el destierro de Kent.

GONERll..

Ya sólo queda el acto de despedida al Rey de Francia. Pongámonos de acuerdo. Si nuestro padre conserva autoridad de la manera que ha mostrado, su renuncia nos dará disgustos.

REGAN

Lo pensaremos.

GONERIL

Hay que hacer algo, y ya.


Salen.


ESCENA II

Entra [EDMOND, el] bastardo.


EDMOND

Naturaleza, tú eres mi diosa; a tu ley

ofrendo mis servicios. ¿Por qué he de someterme

a la tiranía de la costumbre y permitir

que me excluyan los distingos de las gentes

porque soy unos doce o catorce meses menor

que mi hermano? ¿Por qué «bastardo» o «indigno»,

cuando mi cuerpo está tan bien formado,

mi ánimo es tan noble y mi aspecto tan gentil

como en los hijos de una dama honrada?

¿Por qué nuestra marca de «indigno»,

de «indignidad, bastardía...indigno, indigno»,

cuando engendramos en furtivo deleite natural

nos da más ardor y energía

que la que en cama floja y desganada

emplean entre el sueño y la vigilia

para crear una tribu de memos?

Conque, legítimo Edgar, tus tierras serán mías.

El amor de nuestro padre se reparte

entre el bastardo Edmond y el legítimo.

¡Valiente palabra, «legítimo»! Pues bien,

mi «legítimo», si esta carta surte efecto

y se realiza mi plan, Edmond el indigno

será el legítimo. Medro. Prospero.

y ahora, dioses, ¡asistid a los bastardos!


Entra GLOSTER.


GLOSTER

¿Kent desterrado as í? ¿Y el rey de Francia

marchó enfurecido? ¿Y el rey se fue anoche,

con su poder limitado y reducido a un subsidio?

¿Y todo de golpe? ¿Qué hay, Edmond? ¿Alguna noticia?

EDMOND

Con vuestro permiso, ninguna.

GLOSTER

¿Por qué te afanas tanto en guardar esa carta?

EDMOND

No tengo noticias, señor.

GLOSTER

¿Qué papel leías?

EDMOND

Nada, señor.

GLOSTER

¿No? Entonces, ¿a qué viene esa prisa por meterla el bolsillo? La nada es de tal índole que no le hace

falta esconderse. A ver. ¡Vamos! Si no es nada, no tendré que leerla.

EDMOND

Perdón, señor, os lo ruego. Es una carta de mi hermano que no he terminado de ver y, por lo que dice,

no creo conveniente que vos la leáis.

GLOSTER

Dame la carta.

EDMOND

Será tanto agravio retenerla como dárosla. Por lo q he leído, lo que dice es censurable.

GLOSTER

¡Vamos, dámela!

EDMOND

Espero que le justifique el haberla escrito para probar mi virtud.

GLOSTER [ lee]

«Este hábito de venerar la vejez nos amarga los mejores años de nuestra vida y nos priva de nuestros

bien hasta que la edad no nos deja gozarlos. Esta opresión de la tiránica vejez empiezo a sentirla como

una servidumbre estúpida y vana, pues domina no por su poder sino porque la sufrimos. Ven a verme y

hablaremos más de esto. Si nuestro padre se durmiera hasta que le despertase, tú disfrutarías de la mitad

de sus rentas para siempre y vivirías en el afecto de tu hermano

Edgar.»

¡Mm...! ¡Conspiración! «Si se durmiera hasta que yo le despertase, tú disfrutarías de la mitad de sus rentas». ¡Mi hijo Edgar! ¿Tuvo mano para escribir esto? ¿Corazón y cerebro para concebirlo? ¿Cuándo

te llegó? ¿Quién la trajo?

EDMOND

No me la trajeron, señor. Ahí está la astucia. La echaron por la ventana de mi cuarto.

GLOSTER

¿Reconoces la letra de tu hermano?

EDMOND

Señor, si se tratara de algo bueno, juraría que es la suya, pero siendo lo que es, yo diría que no.

GLOSTER

Es la suya.

EDMOND

Señor, es su letra; aunque espero que su corazón no esté en la carta.

GLOSTER

¿Nunca te ha sondeado en este asunto?

EDMOND

Nunca, señor. Pero a menudo le he oído decir que es justo que si el hijo está en su plenitud y el padre

decae, el padre debe ser tutelado por el hijo y el hijo administrar las rentas.

GLOSTER

¡Ah, infame, infame! ¡La misma idea que en la carta! ¡Miserable! ¡Canalla desnaturalizado, odioso, brutal! ¡Peor que brutal! ¡Vamos, búscale! Voy a detenerle. ¡lnfame aborrecible! ¿Dónde está?

EDMOND

No lo sé de cierto, señor. Si tenéis a bien suspender vuestro furor contra mi hermano hasta poder cercioraros con él mis mo de su intento, iríais sobre seguro; en cambio, si procedéis con vehemencia contra él, interpretándole mal, abriréis una gran brecha en vuestra honra y romperéis su obediencia hasta la entraña. Apostaría mi vida a que ha escrito eso para probar mi afecto por vos y no con un fin

perverso.

GLOSTER

¿Eso crees?

EDMOND

Si Vuestra Señoría lo estima oportuno, os situaré donde nos oigáis hablar de ello y, tras la prueba auditiva, quedaréis convencido. Y todo esta misma tarde.

GLOSTER

No puede ser un monstruo así.* Edmond, búscale. Te lo ruego, insinúate con él. Dispón el asunto según

tu criterio. Renunciaría a mi condición por estar seguro.

EDMOND

Señor, voy a buscarle. Llevaré el asunto con los medios a mi alcance y os informaré.

GLOSTER

Los recientes eclipses de sol y de luna no nos auguran nada bueno. Aunque la razón natural lo explique

de uno u otro modo, el afecto sufre las consecuencias: el cariño se enfría, la amistad se quebranta, los

hermanos se desunen; en las ciudades, revueltas; en las naciones, discordia; en los palacios, traición; y

el vínculo entre el hijo y el padre se rompe. Este canalla de hijo encaja en el augurio: es el hijo contra el padre. El rey traiciona un instinto natural: es el padre contra el hijo. Atrás quedan ya nuestros años mejores. Intrigas, doblez, perfidia y desórdenes nos siguen inquietantes a la tumba. Edmond, sonsaca a

ese infame; tú no expones nada. Hazlo con cuidado. ¡Y el noble y leal Kent, desterrado! ¡Su culpa, la

honradez! Sorprendente.


Sale.


EDMOND

La estupidez del mundo es tan superlativa que, cuando nos aquejan las desgracias, normalmente

producto de nuestros excesos, echamos la culpa al sol, la luna y las estrellas, como si fuésemos canallas

por necesidad, tontos por coacción celeste; granujas, ladrones y traidores por influjo planetario; borrachos, embusteros y adúlteros por forzosa sumisión al imperio de los astros, y tuviésemos todos nuestros vicios por divina imposición. Prodigiosa escapatoria del putero, achacando su lujuria a las estrellas. Mi padre se entendió con mi madre bajo la cola del Dragón y la Osa Mayor presidió mi nacimiento, de donde resulta que soy duro y lascivo. ¡Bah! Habría salido el mismo si me bastardean mientras luce la estrella más virgen de todo el firmamento.


Entra EDGAR.


Aquí llega a punto, como en la catástrofe de las viejas comedias. Haré el papel del melancólico fatal,

con suspiros de lunático. ––¡Ah, esos eclipses predicen estas discordancias! Fa, sol, la, mi.

EDGAR

¿Qué hay, Edmond? ¿En qué meditación estás sumido?

EDMON

Estoy pensando, hermano, en una predicción que leí el otro día sobre lo que traerían los eclipses.

EDGAR

¿Te ocupan esas cosas?

EDMOND

Te aseguro que esos vaticinios se cumplen fatalmente. ¿Cuándo viste a nuestro padre por última vez?

EDGAR

Anoche.

EDMOND

¿Hablaste con él?

EDGAR

Sí, dos horas seguidas.

EDMOND

¿Os despedisteis en paz? ¿No observaste malestar en sus palabras o en sus gestos?

EDGAR

En absoluto.

EDMOND

Intenta recordar en qué has podido faltarle y, te lo suplico, evítale por algún tiempo hasta que se temple

el ardor de su ira, pues ahora está tan furioso que no le detendrá ni el daño a tu persona.

EDGAR

Esto es obra de un infame.

EDMOND

Es lo que me temo. Te lo ruego, contente y evítale hasta que se frene su enojo; y, como digo, ven a mi

aposento, desde donde yo te llevaré oportunamente para que le oigas. Vete, te lo ruego. Aquí tienes la

llave. Y si sales, ve armado.

EDGAR

¿Armado?

EDMOND

Hermano, te aconsejo lo mejor. Si te miran con buenas intenciones yo soy un farsante. Y lo que has oído no es mas que un relato piadoso de todo, no su verdad y su horror. ¡Anda, vete!

EDGAR

¿Me darás noticias pronto?

EDMOND

Tú cuenta con mi apoyo en este asunto.


Sale [EDGAR].


Un padre crédulo y un hermano noble, tan incapaz de hacer daño por naturaleza que no sospecha

ninguno; en cuya necia honradez cabalgan bien mis intrigas. Lo veo muy claro: si no cuna, astucia me

depare tierras, que todo me sirve si a buen fin me lleva.


Sale.


ESCENA III

Entran GONERIL y [OSWALD, su] mayordomo.


GONERIL

¿Que mi padre le pegó a mi gentilhombre por reprender a su bufón?

OSWALD

Sí, señora.

GONERIL

Me agravia día y noche; no pasa hora

sin que cometa algún desmán

que a todos nos enfrenta. No voy a soportarlo.

Sus caballeros alborotan y él mismo

nos riñe por minucias. Cuando vuelva de cazar,

no pienso hablar con él. Di que no estoy bien.

Si le resultas menos servicial

que de costumbre, mejor. Yo respondo de tu falta.

OSWALD

Ya viene, señora; le oigo.

GONERIL

Afectad dejadez y negligencia,

tú y tus compañeros. Dad lugar al comentario.

Si no le gusta, que se vaya con mi hermana,

que sé bien que conmigo está de acuerdo.*

Recuerda lo que he dicho.

OSWALD

Sí, señora.

GONERIL

Y a sus hombres tratadlos con frialdad.

Lo que ocurra no importa. Díselo a tus compañeros.*

Ahora mismo le escribo a mi hermana

para que siga mi rumbo. Que preparen la comida.


Salen.


ESCENA IV

Entra KENT [ disfrazado].

KENT

Si disfrazo también el acento

y desfiguro mi modo de hablar, podré

llevar adelante la buena intención

que me ha hecho cambiar de apariencia.

Bien, desterrado Kent, si consigues servir

al que te ha condenado, acaso consigas

que tu amo querido aprecie tu esfuerzo.


Trompas dentro. Entra LEAR y acompañamiento.


LEAR

Que no tenga que esperar la comida. ¡Corred a prepararla!

[ Sale un criado. ]

¡Vaya! ¿Quién eres tú?

KENT

Un hombre, señor.

LEAR

¿Qué oficio tienes? ¿Qué quieres de mí?

KENT

Mi oficio es no ser menos de lo que parezco, serviR fielmente a quien confía en mí, estimar al honrado, tra -

tarme con el sabio y discreto, temer al que juzga, luchar cuando debo y no comer pescado.

LEAR

¿Quién eres?

KENT

Un hombre de buena fe y tan pobre como el rey.

LEAR

Si tú siendo súbdito eres tan pobre como él siendo rey, desde luego eres pobre. ¿Qué quieres?

KENT

Servir.

LEAR

¿A quién quieres servir?

KENT

A vos.

LEAR

¿Tú me conoces, amigo?

KENT

No, señor, pero hay algo en vuestro porte que me hace llamaros amo.

LEAR

¿Y qué es?

KENT

Autoridad.

LEAR

¿Qué sabes hacer?

KENT

Sé guardar un secreto honorable, cabalgar, correr, estropear un buen cuento contándolo y dar sin rodeos

un recado sencillo. Sirvo para todo lo que haga un hombre corriente y mi virtud es la diligencia.

LEAR

¿Cuántos años tienes?

KENT

Señor, ni tan pocos como para enamorarme de una mujer por su canto, ni tantos como para

encapricharme de ella por cualquier cosa. Van cuarenta y ocho a mis espaldas.

LEAR

Ven conmigo y ponte a mi servicio. Si después de comer me sigues gustando, te quedas para siempre.

¡Venga, la comida! ¡La comida! ¿Y mi muchacho? ¿Dónde está el bufón? Id a decirle al bufón que venga.

[ Sale un criado.]


Entra [OSWALD, el] mayordomo.


¡Tú! ¡Eh, tú! ¿Dónde está mi hija?

OSWALD

Con permiso.


Sale.


LEAR

¿Qué dice ése? Decidle a ese idiota que vuelva.

[ Sale un CABALLERO.]

¿Y mi bufón, eh? El mundo parece dormido.

[ Entra el CABALLERO.]

Bueno, ¿dónde está ese chucho?

CABALLERO

Señor, dice que vuestra hija no está bien.

LEAR

¿Y por qué no ha venido el granuja cuando yo le he lla mado?

CABALLERO

Señor, me ha dicho con toda claridad que porque no ha querido.

LEAR

¿Porque no ha querido?

CABALLERO

Señor, no sé lo que pasa, pero me parece que Vuestra Majestad no recibe el afecto y ceremonia acostumbrados. Se observa que ha decaído la cordialidad, tanto entre la servidumbre como en el propio

duque y vuestra hija.

LEAR

¡Mmm...! ¿Eso crees?

CABALLERO

Señor, os pido perdón si me equivoco, pero mi deber me impide callar cuando creo que se os agravia.

LEAR

Me estás recordando lo que yo mismo pienso. Última mente he notado una fría dejadez, pero la he achacado más bien a mi celosa suspicacia que a un propósito consciente de ser descortés. Prestaré más

atención. Pero, ¿y mi bufón? Hace dos días que no le veo.

CABALLERO

Señor, desde que mi joven señora marchó a Francia, el bufón está muy apenado.

LEAR

No sigas: ya me he fijado. –– Ve a decirle a mi hija que quiero hablar con ella.

[ Sale un criado.]

Y tú llama a mi bufón.

[ Sale otro criado.]


Entra [OSWALD, el] mayordomo.


¡Ah, sois vos! Venid, mi señor. ¿Quién soy yo, señor?

OSWALD

El padre de mi señora.

LEAR

¿El padre de mi señora? ¡Bribón de mi señor! ¡Perro bastardo! ¡Gusano! ¡Rastrero!

OSWALD

No soy nada de eso, señor, con vuestro permiso.

LEAR

¿Me plantas cara, granuja?

OSWALD

Señor, no consiento que me peguen.

KENT

Ni que te tumben, vil plebeyo.

[ Le pone la zancadilla y le derriba. ]

LEAR

Gracias, amigo. Tendré muy en cuenta tu servicio.

KENT

Vamos, tú; arriba y fuera. Yo te enseñaré a distinguir. ¡Vamos, fuera! Si quieres volver a medir tu zafio

talle, quédate; si no, ¡fuera! ¿No tienes juicio? Eso es.

[ Sale OSWALD.]

LEAR

Mi buen amigo, muchas gracias.


Entra el BUFÓN.


Aquí tienes algo a cuenta.

BUFÓN

Permitid que me sirva a mí también. Aquí está mi gorro.

LEAR

¿Qué hay, mi listo amigo? ¿Cómo estás?

BUFÓN [ a KENT]

Más te vale llevar mi gorro.

LEAR

¿Por qué, muchacho?

BUFÓN

Pues por estar de la parte del que pierde. –– No, como no te pongas por donde sopla el viento, pronto la

sentirás. Vamos, toma mi gorro. Mira, este hombre ha desterrado a dos de sus hijas, y a la tercera le ha

hecho un gran bien sin querer. Si le sirves, tendrás que llevar mi gorro. –– ¿Qué hay, abuelo? ¡Ojalá tuviera yo dos gorros y dos hijas!

LEAR

¿Por qué, muchacho?

BUFÓN

Porque si les diera toda mi hacienda, me quedarían los gorros. Aquí está el mío. Pídele el otro a tus hijas.

LEAR

Cuidado, tú, o el látigo.

BUFÓN

La verdad es el perro que se manda a la perrera. Se le sacude en la calle, mientras que a la señora perra

se la deja junto al fuego apestando.

LEAR

¡Mala peste para mí!

BUFÓN [ a KENT]

Oye, te voy a enseñar algo.

LEAR

Venga.

BUFÓN

Fíjate, abuelo:

Guarda más de lo que enseñas,

di menos de lo que sepas,

presta menos lo que tengas,

más caballo y menos piernas,

si más dicen, menos creas,

sé más cauto en tus apuestas;

vino y putas deja ya

y no pases de tu puerta,

y verás que tienes más

de veinte en cada veintena.

KENT

Eso no dice nada, bobo.

BUFÓN

Entonces es como defensa de abogado que no cobra: se hace por nada. –– ¿Tú puedes hacer algo de

nada,

abuelo?

LEAR

No, muchacho: de nada no sacas nada.

BUFÓN [ a KENT]

Te lo ruego, dile que a eso es a lo que ascienden sus rentas. No cree a este bobo.

LEAR

Un bobo amargo.

BUFÓN

¿Sabes qué diferencia hay, muchacho, entre un bobo amargo y un bobo dulce?

LEAR

No, joven. Dímela.*

BUFÓN

Abuelo, dame un huevo y yo te daré dos coronas.

LEAR

¿Y qué coronas serán?

BUFÓN

Pues, después de partir el huevo por la mitad y haberlo sorbido, las dos coronas del huevo. Cuando par-

tiste en dos tu corona y regalaste ambas partes, lle vaste el burro a cuestas por el barro. Poco juicio había en tu calva corona cuando regalaste la de oro. Si lo que digo es propio de mí, que azoten al primero que

lo piense.

[ Canta]

Al bobo no le va bien,

pues el listo se ha atontado,

y ya no encuentra quehacer

desde que ocupan su cargo.

LEAR

Oye, ¿desde cuándo estás tan cantarín?

BUFÓN

Abuelo, desde que convertiste a tus hijas en tus madres; pues, cuando les diste la vara y te bajaste el calzón,

[ canta]

el gozo las hizo gemir

y a mí el dolor cantar

de ver al rey jugar así

y entre bobos andar.

Abuelo, tráete un maestro que le enseñe a mentir a tu bufón: me gustaría aprender a mentir.

LEAR

Si mientes, te mando azotar.

BUFÓN

Quisiera saber de qué especie sois tú y tus hijas: ellas me mandan azotar por decir la verdad y tú por

mentir, y a veces me azotan por estar callado. Antes cualquier cosa que bufón. Y, sin embargo, contigo

no me cambiaría, abuelo: te mondas el seso por los dos lados y no dejas lo de enmedio.


Entra GONERIL.


Aquí viene una de las mondas.

LEAR

¿Qué pasa, hija? ¿A qué viene ese ceño? Estás muy ceñuda últimamente.

BUFÓN

Eras muy afortunado cuando no te importaba su ceño. Pero ahora eres un cero pelado. Yo soy más que

tú: soy un bufón; tú no eres nada. [ A GONERIL] Sí, muy bien; me callaré. Aunque no me lo hayáis dicho, me lo manda vuestra cara.

Chitón, chitón:

quien ni una miga guardó,

aprenderá su valor.

Éste es una vaina sin guisantes.

GONERIL

Señor, no sólo este impune bufón,

sino otros de vuestro séquito insolente,

de continuo discuten y riñen, provocando

alborotos groseros e insufribles.

Señor, creí que haciéndooslo saber

me aseguraba el remedio, pero ya

estoy temiendo, a juzgar por lo que habéis

dicho y hecho ahora mismo, que disculpáis

su conducta y la alentáis al consentirla,

lo que, si así fuera, no quedaría sin censura,

ni, por el bien del Estado, tardaría el castigo,

que podría ofenderos y en otro caso

parecer humillante, si no fuese

porque la necesidad lo estimaría sensato.

BUFÓN

Pues, ya lo sabes, abuelo:

Tanto le alimentaba el gorrión

que el cuco la cabeza le arrancó.

Y la luz se apagó y nos quedamos a oscuras.

LEAR

¿Tú eres hija mía?

GONERIL

Quisiera que obrarais con prudencia,

de la que estáis bien dotado, y os libraseis

de los arranques que recientemente

os han hecho cambiar tanto.

BUFÓN

¿Ni un bobo ve cuándo el carro tira de la mula? ¡Arre, Juana, que te quiero!

LEAR

¿Alguno me conoce? Éste no es Lear.

¿Anda así Lear? ¿Habla así? ¿Dónde están sus ojos?

Le flaquea el entendimiento, o el juicio

se le ha embotado ...¡Cómo! ¿Despierto? No.

¿Hay alguien que pueda decirme quién soy?

BUFÓN

La sombra de Lear.*

LEAR

¿Cómo os llamáis, bella dama?

GONERIL

Señor, esa afectación es del mismo orden

que vuestras otras rarezas. Os ruego

que entendáis rectamente mi propósito.

Como anciano respetable, debíais ser juicioso.

Tenéis cien caballeros y escuderos,

gente tan escandalosa, disipada e insolente

que nuestra corte, contagiada de sus vicios,

parece un hostal de mala vida:

el placer y la lujuria la asemejan

más a una taberna o un prostíbulo

que a un palacio honorable. El propio sonrojo

exige remedio inmediato. Dejad que os suplique

la que, si no, tomará lo que pide:

reducid vuestra escolta. Y los que continúen

a vuestro servicio, que sean

hombres como corresponde a vuestra edad,

que saben contenerse y conteneros.

LEAR

¡Demonios y tinieblas! ¡Ensillad mis caballos!

¡Reunid mi séquito! –– ¡Bastarda degenerada!

No pienso molestarte: aún me queda otra hija.

GONERIL

Golpeáis a mis criados y vuestra chusma

insolente se impone a sus superiores.


Entra ALBANY.


LEAR

¡Ay del que tarde se arrepiente! –

¿Tú querías esto? ¡Vamos, dímelo! –

¡Preparad mis caballos! –– Ingratitud,

demonio con el corazón de mármol,

más horrible que un monstruo de mar

al mostrarte en una hija.

ALBANY

Calmaos, os lo ruego.

LEAR [ a GONERIL]

¡Odioso buitre, mientes! Mi escolta

la forman caballeros eximios y escogidos

que conocen sus deberes a conciencia

y ponen su mayor esmero en mantenerse

a la altura de su nombre. ¡Ah, esa falta tan pequeña

parecía en Cordelia tan horrible!

Como el potro de tortura, dislocó

todo mi ser, me arrancó del corazón

todo cariño, llenándolo de hiel.

¡Ah, Lear, Lear, Lear! ¡Llama a esta puerta,

que dejó entrar a tu demencia y salir

a tu cordura! –– Vamos, vamos, señores.

ALBANY

Señor, soy tan inocente como ignorante

de lo que os ha excitado.

LEAR

Tal vez, señor. ––

¡Óyeme, Naturaleza! ¡Escucha, diosa amada!

Si fue tu voluntad hacer fecundo

a este ser, renuncia a tu propósito.

Lleva a sus entrañas la esterilidad.

Sécale los órganos de la generación,

y de su cuerpo envilecido nunca nazca

criatura que la honre. Y, si ha de procrear,

que su hijo sea de hiel y sólo viva

para darle tormentos inhumanos.

Que le abra arrugas en su frente juvenil,

le agriete las mejillas con el llanto

y convierta las penas y alegrías de una madre

en burla y menosprecio, para que sienta

que tener un hijo ingrato duele más

que un colmillo de serpiente. ¡Vamos, vamos!


Sale [ con su escolta].


ALBANY

¡Por todos los dioses! ¿A qué se debe esto?

GONERIL

No te inquietes por saberlo;

que su arrebato tenga todo el campo libre

que le da la chochez.


Entra LEAR.


LEAR

¡Cómo! ¿Cincuenta de mis hombres de una vez?

¿De aquí a dos semanas?

ALBANY

Pero, ¿qué pasa, señor?

LEAR

Ya te lo diré. ––

[ A GONERIL] ¡Vida y muerte! Me avergüenza

que puedas sacudir mi hombría de este modo,

que seas digna de estas lágrimas ardientes

que me brotan. ¡Rayos y tormentas sobre ti!

¡Las llagas insondables de mi paterna maldición

corroan tus sentidos! Viejos ojos necios,

si seguís llorando, os arrancaré

y arrojaré con todo vuestro llanto

para que ablandéis la arcilla.

Muy bien. Me queda otra hija,

que sin duda me dará cariño y consuelo.

Cuando sepa lo que has hecho, con las uñas

te desollará esa cara de loba. Ya verás

si no recobro la figura a la que crees

que he renunciado para siempre.


Sale.


GONERIL

¿Te has fijado?

ALBANY

Goneril, el gran amor que te tengo

no me impide...

GONERIL

Basta, te lo ruego. –– ¡Eh, Oswald! ––

[ Al BUFóN] Tú, más farsante que bufón,

¡corre con tu amo!

BUFÓN

¡Eh, Lear, abuelo Lear!

¡Espera, que va el bufón!

La zorra, si la has pillado,

y una hija como ésta

acabarán mal, si el gorro

me lo cambian por la cuerda;

conque el bufón no se queda.


Sale.


GONERIL

¡Qué bien le aconsejaron! ¡Cien caballeros!

¡Demuestra gran prudencia mantenerle

con cien caballeros armados! Sí,

para que al menor capricho, rumor, antojo,

queja o desagrado proteja su chochez

por la violencia y ponga nuestras vidas en peligro. ––

¡Eh, Oswald!

ALBANY

Creo que recelas demasiado.

GONERIL

Es mejor que fiarse demasiado.

Antes suprimir el daño que recelo

que vivir temiendo el daño. Le conozco bien.

He escrito a mi hermana y se lo he contado todo.

Si le acoge con sus cien caballeros,

cuando le hago ver la improcedencia...


Entra [OSWALD, el] mayordomo.


Oswald, ¿has escrito esa carta a mi hermana?

OSWALD

Sí, señora.

GONERIL

Que alguien te acompañe, y al caballo.

Infórmala bien de mis recelos

y añádele cuantas razones los confirmen.

Vete ya y regresa a toda prisa.

[ Sale OSWALD.]

No, no, mi señor: no condeno tu conducta

blanda y generosa, aunque, permíteme decirte

que es más censurada tu falta de prudencia

que elogiada tu dañosa mansedumbre.

ALBANY

Por dónde ven tus ojos no puedo adivinarlo;

lo bueno se malogra queriendo mejorarlo.

GONERIL

Entonces...

ALBANY

Muy bien. Lo veremos.


Salen.


ESCENA V


Entran LEAR, KENT, un CABALLERO y el BUFÓN.


LEAR [ a KENT]

Adelántate con esta carta. A mi hija le respondes solamente lo que pueda preguntarte de la carta.

Demuestra diligencia o llegaré antes que tú.

KENT

Señor, no dormiré hasta haber entregado la carta.


Sale.


BUFÓN

Si tuviéramos el cerebro en los talones, ¿no podrían salirnos sabañones?

LEAR

Sí, muchacho.

BUFÓN

Entonces, alégrate. Tu seso no tendrá que llevar zapatillas.

LEAR

¡Ja, ja, ja!

BUFÓN

Ya verás lo bien que te trata la otra hija, pues, aunque se parece a ésta como un pero a una manzana, yo

sé lo que sé.

LEAR

¿Y qué sabes, muchacho?

BUFÓN

Pues que la otra sabrá igual, como un pero y otro pero.

¿Sabes por qué tenemos la nariz en medio de la cara?

LEAR

No.

BUFÓN

Para tener un ojo a cada lado. Así se ve lo que no se puede oler.

LEAR

Fui injusto con ella.

BUFÓN

¿Sabes cómo hace su concha la ostra?

LEAR

No.

BUFÓN

Yo tampoco. Pero sé por qué el caracol tiene casa.

LEAR

¿Por qué?

BUFÓN

Pues para meter la cabeza dentro, en vez de dársela a sus hijas y dejar los cuernos al aire.

LEAR

Prescindiré de mi afecto. ¡Un padre tan bueno! –– ¿Están listos mis caballos?

BUFÓN

Los están preparando tus burros. Si las siete estrellas no son más que siete es por una buena razón.

LEAR

Porque no son ocho.

BUFÓN

Pues, claro. Tú serías un buen bufón.

LEAR

Recobrarlo por la fuerza... ¡Monstruosa ingratitud!

BUFÓN

Abuelo, si fueses mi bufón, te mandaría azotar por ser viejo antes de tiempo.

LEAR

¿Qué quieres decir?

B UFÓN

Que no debías haberte hecho viejo hasta haber sido sensato.

LEAR

¡Cielos clementes, que no me vuelva loco, no!

¡Conservadme la razón, no quiero enloquecer! ––

Bueno, ¿están listos los caballos?

CABALLERO

Listos, señor.

LEAR

Vamos, muchacho.

BUFÓN

La que siendo ahora virgen se ríe de mi marcha

dejará de ser virgen si la cosa se alarga.


Salen.

Acto II

Índice

ESCENA I

Entran [EDMOND, el] bastardo y CURAN por lados opuestos.


EDMOND

Dios os guarde, Curan.

CURAN

Y a vos, señor. Vengo de ver a vuestro padre y le he informado de que el Duque de Cornwall y la Duquesa Regan llegarán esta noche.

EDMOND

¿Cómo es eso?

CURAN

No lo sé. ¿Habéis oído las últimas noticias o, mejor dicho, los rumores, ya que por ahora no pasan de

susurros?

EDMOND

No. ¿Qué dicen?

CURAN

¿No os han dicho nada de una guerra inminente entre los Duques de Cornwall y de Albany?

EDMOND

Ni una palabra.

CURAN

Entonces lo sabréis a su tiempo. Adiós, señor.


Sale.


EDMOND

¡El duque aquí esta noche! ¡Bien! ¡Magnífico!

Por fuerza esto encaja con mi plan.

Mi padre ha mandado apresar a mi hermano;

y yo tengo un asunto bastante delicado

que debo acometer. ¡Presteza y fortuna, actuad! ––

¡Oye, hermano! ¡Baja! ¡Eh, hermano!


Entra EDGAR.


Nuestro padre vigila. ¡Huye de aquí!

Han averiguado dónde te escondes.

Aprovecha la ventaja de la noche.

¿Qué has dicho contra el Duque de Cornwall?

Se acerca aquí, ahora, esta noche, a toda prisa,

y Regan le acompama. ¿O qué has dicho

en su favor y contra el Duque de Albany?

Haz memoria.

EDGAR

Ni una palabra, seguro.

EDMOND

Oigo acercarse a nuestro padre. Perdona,

pero he de simular que desenvaino contra ti.

Tú también: finge defenderte. Y pelea bien. ––

¡Ríndete! ¡Ven ante mi padre! ¡Aquí, luces! ––

Huye, hermano. –– ¡Antorchas, antorchas! ––Adiós.


Sale EDGAR.


Un poco de sangre les hará pensar

que la lucha ha sido cruel. He visto a borrachos

hacerse mucho más por diversión.

[ Se hiere el brazo. ]

¡Padre, padre! –– ¡Detente, detente! ––

¿Quién me ayuda?


Entra GLOSTER y criados con antorchsa.


GLOSTER

Bueno, Edmond, ¿dónde está el infame?

EDMOND

Estaba aquí, en la oscuridad, espada en mano,

musitando maleficios, invocando

el valimiento de la luna.

GLOSTER

Pero, ¿dónde está?

EDMOND

Mirad, señor, estoy sangrando.

GLOSTER

¿Dónde está el infame, Edmond?

EDMOND

Huyó por ahí, señor, al ver que no podía...

GLOSTER

¡Perseguidle! ¡Corred tras él!

[ Salen los criados. ]

«Al ver que no podía», ¿qué?

EDMOND

Convencerme de que os asesinara.

Le dije que los dioses vengadores

lanzan rayos contra todo parricida;

le hablé de los vínculos múltiples y fuertes

que ligan al hijo con el padre; en suma,

al ver que me oponía con aversión

a propósito tan antinatural, él,

con feroz estocada, arremetió

contra mi cuerpo indefenso, hiriéndome el brazo.

Mas, al verme con el ánimo alertado,

reaccionando en defensa de lo justo,

o tal vez espantado por el ruido que yo hacía,

de pronto salió huyendo.

GLOSTER

Que huya bien lejos. En esta tierra

no tiene donde seguir en libertad;

y si le hallan, morirá. El noble duque,

mi señor y gran patrón, llega esta noche.

Con su autoridad anunciaré

que será recompensado quien encuentre

y entregue a la horca al cobarde asesino;

y a quien le encubra, muerte.

EDMOND

Intentaba apartarle de su plan, mas al verle

dispuesto a ejecutarlo, con ásperas palabras

le amenacé con delatarle. Me contestó:

«¡Bastardo pordiosero! ¿Te imaginas

que, si yo afirmase lo contrario,

tu crédito, mérito o valer bastarían

para dar fe de tus palabras? No: cuanto niegue

(y esto he de negarlo aunque lo muestres

escrito con mi letra), lo achacaré

a tu intriga, instigación, y maniobra.

Muy boba tendría que ser la gente

para no ver que el beneficio de mi muerte

es un incentivo claro y poderoso

para que quieras matarme.»

GLOSTER

¡Ah, infame cruel y empedernido!

¿Y dijo que negaría su propia carta?


Clarines dentro.


¡Escuchad, es el duque! No sé por qué viene.

Cerraré toda salida; el infame

no escapará. El duque no podrá negármelo.

Además, enviaré su retrato a todas partes,

para que le identifique todo el reino.

Y buscaré la manera, hijo digno y leal,

de hacerte heredero de mi hacienda.


Entran CORNWALL, REGAN y acompañamiento.


CORNWALL

¿Qué hay, noble amigo? Apenas llegado,

me cuentan noticias sorprendentes.

REGAN

Si son ciertas, no habrá venganza capaz

de castigar al culpable. ¿Cómo estáis, señor?

GLOSTER

Con mi viejo corazón destrozado, señora.

REGAN

¿Iba a daros muerte el ahijado de mi padre?

¿Aquél a quien mi padre puso nombre? ¿Vuestro Edgar?

GLOSTER

¡Ah, señora! La vergüenza querría ocultarlo.

REGAN

¿No andaba con esos libertinos

que servían a mi padre?

GLOSTER

No lo sé, señora. ¡Es horrible, horrible!

EDMOND

Sí, señora. Se juntaba con ellos.

REGAN

Con razón era tan pérfido.

Le incitan a matar a su padre

para que pueda gastar y derrochar sus rentas.

Esta misma noche he sido informada

de ellos por mi hermana, y con tales advertencias

que, si vienen a alojarse en nuestra casa,

yo no estaré.

CORNWALL

Ni yo, te lo aseguro, Regan.

Edmond, me dicen que has prestado

un gran servicio filial a tu padre.

EDMOND

Era mi deber, señor.

GLOSTER

Le descubrió la intriga y recibió

esa herida tratando de prenderle.

CORNWALL

¿Están persiguiéndole?

GLOSTER

Sí, señor.

CORNWALL

Si le detienen, no habrá que temer

más traiciones. Tomad vuestras medidas

y disponed de mis medios. Tú, Edmond,

cuya obediencia y valer han hablado

por sí mismos, serás de los nuestros.

Hombres de tanta confianza van a serme

necesarios. Pasas a mi servicio.

EDMOND

Os serviré cuanto pueda

y siempre con lealtad.

GLOSTER

Os lo agradezco en su nombre.

CORNWALL

No sabéis por qué venimos a veros.

REGAN

Tan a destiempo, adentrándonos por las sendas

de la noche. Noble Gloster, son cuestiones

de importancia que exigen vuestro consejo.

Nuestro padre, así como nuestra hermana,

me informan de discordias, y he estimado

conveniente responder lejos de nuestra casa.

Los mensajeros aguardan la orden de partir.

Nuestro viejo gran amigo, alegraos

y dispensad vuestro valioso consejo

en un asunto que requiere acción inmediata.


Salen. Clarines.


ESCENA II

Entran KENT y [OSWALD, el] mayordomo, por lados opuestos.


OSWALD

Buenas noches, amigo. ¿Eres de la casa?

KENT

Sí.

OSWALD

¿Dónde podemos atar los caballos?

KENT

En el barro.

OSWALD

Vamos, dímelo, si lo tienes a bien.

KENT

Lo tengo a mal.

OSWALD

Bueno, y tú no me caes bien.

KENT

Como te agarre, verás qué bien te caigo.

OSWALD

¿Por qué me tratas así? ¡Si no te conozco!

KENT

Pero yo a ti sí.

OSWALD

¿Quién soy yo?

KENT

Un bergante, un bribón, un lameplatos, un granuja rastrero, altanero, vacío; un lacayo ambicioso y pela-

gatos con calzas de estopa; un pícaro miedica, pleiteador, hijo de puta, miraespejos, servil y relamido;

un esclavo pobretón, que haría de alcahuete por dar buen servicio y que no es más que una mezcla de

granuja, pordiosero, cobarde, rufián e hijo y heredero de perra mestiza; un tipo al que voy a sacudir hasta arrancarle chillidos si me niega una sílaba de cuanto le he lla mado.

OSWALD

Eres un tipo espantoso, maldiciendo a quien no te conoce ni conoces.

KENT

Y tú un bellaco insolente, negando que me conoces. ¿No hace dos días que te puse la zancadilla y te pegué ante el rey? ¡Desenvaina, granuja, que, aunque sea de noche, hay luna! ¡Te voy a hacer picadillo

lunar, barbilindo rastrero hijo de puta! ¡Desenvaina!

OSWALD