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La cueva maravillosa

y otros cuentos populares de Vietnam




biblioteca básica - 29

 

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Ngo Van y Hélène Fleury

La cueva maravillosa

 

y otros cuentos populares de Vietnam

 




 

 

 

 

 

 

 

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Biblioteca básica, núm. 29

La cueva maravillosa y otros cuentos populares de Vietnam

 

Título original: Contes d’autrefois du Viêt nam / Chuyen doi xua xu Viet

Primera edición: Étitions You Feng, París, 2000. Selección de Ngo Van y Hélène Fleury

Primera edición en Ediciones Octaedro bajo el título Cuentos populares de Vietnam: junio de 2004

 

Primera edición en papel en esta colección: julio de 2009

Primera edición: abril de 2016

 

© Traducción al castellano por Magalí Sirera

 

© Ilustraciones: Ngo Van, a partir del imaginario popular vietnamita

 

© Derechos exclusivos de esta edición:

Ediciones Octaedro, s.l.

Bailén, 5 - 08010 Barcelona

Tel.: 93 246 40 02 – Fax: 93 231 18 68

www.octaedro.com – octaedro@octaedro.com

 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

 

ISBN: 978-84-9921-643-0

 

Digitalización: Ediciones Octaedro

El búfalo

Ngoc Hoang, el Emperador de Jade, ordenó a uno de sus genios que sembrara sobre la tierra un puñado de arroz y otro de hierba para alimentar a hombres y animales. El genio esparció todo el puñado de hierba sobre el mundo, pero del puñado de arroz se guardó la mitad.

Ngoc Hoang, enfurecido, lo convirtió en búfalo para que ayudara a los hombres a reparar las consecuencias de su falta. Pues es por su culpa que hoy sobre la tierra abunde la hierba y escasee el arroz.

*

Hace mucho tiem­po, el búfalo tenía dos hileras de dientes y el caballo sólo una. Un día, el búfalo, al regresar de una fiesta de cumpleaños, se en­contró al caballo, el cual le pidió prestada su mandíbula superior para ir también él de fiesta. El búfalo, generoso, aceptó. Pero el caballo, a la vuelta del festín, le desafió: «Corramos; si me atrapas te devolveré tu mandíbula.» Jamás el búfalo pudo alcanzarlo, des­de aquel día ya no tiene mandíbula superior.

Grano de arroz

Hace mucho tiempo, Grano de arroz era grande como un puño. No hacía falta trabajar para obtenerlo. Cuando llegaba el tiempo de su madurez, bastaba con encender velas y varillas de incienso ante el altar del Genio del Hogar, hacer plegarias durante tres días, y el arroz entraba en la casa a su aire.

Un año, llegado el tiempo de la recolección, un hombre se puso a preparar el altar, mientras su mujer barría la casa, ya que Grano de arroz no soportaba rodar por un suelo sucio. La mujer, poco aplicada a la tarea, tenía aún la escoba en la mano cuando el hombre empezó sus invocaciones y el arroz se dispuso a entrar en la casa, impaciente y estrepitosamente. Irritada, la mujer le dio un escobazo que lo partió en mil pedazos. Grano de arroz, enfurecido, declaró: «De ahora en adelante sólo entraré en las casas si me siembran y cosechan.» He ahí por qué hoy los hombres deben trabajar para obtener el arroz y también por qué los granos de arroz son tan pequeños.

El Genio del Hogar

Un leñador y su mujer vivían en lo más profundo del bosque. Se amaban tiernamente, pero la pobreza, a medida que pasaban los días, les hacía la vida cada vez más dura. El hombre se dio a la bebida y empezó a maltratar a su mujer. Ésta, al principio, se esforzaba en comprenderlo y aguantaba sin decir palabra; pero él la trataba cada vez peor. Un día, la amenazó alzando su hacha y, horrorizada, huyó. Al anochecer, llegó al lindero del bosque, delante de la pequeña choza de un cazador. Éste, al verla extenuada, le ofreció hospitalidad. Su bondad la emocionó y le contó su desgracia. La confianza y el cariño unieron sus corazones y sus vidas.

El leñador, herido por la huida de su amada, tomó conciencia, con el tiempo, de su horrible conducta. Devorado por la pena y los remordimientos, abandonó su casa y decidió dedicar desde entonces todas sus fuerzas a encontrarla. Sin descanso corrió por los caminos, viviendo sin nada. Un día llamó hambriento a la puerta de la choza para pedir auxilio. En ausencia del cazador, fue su mujer quien le abrió. Cuál no sería su alegría al encontrar a su bienamada. Quiso llevarla consigo. La mujer quedó desgarrada ya que aún le amaba. Mientras las lágrimas y la emoción les invadían resonaron los pesados pasos del cazador que volvía a casa. Presa de pánico y confusión la mujer escondió a su marido debajo de un montón de paja.

El cazador volvía satisfecho de una buena caza. Le pidió a su mujer que encendiera el fue­go con la paja para cocer la presa. Ella hizo como si no oyera. Entonces el cazador cogió él mismo la paja para encender el fuego. El leñador no pudo escapar a tiempo y murió entre las llamas. Desesperada, la mujer se arrojó sobre la hoguera para seguirlo en la muerte. Abrumado por el dolor, el cazador, al no poder vivir sin la mujer que amaba, se arrojó a su vez al fuego.

 

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