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Noemí Serrano Díaz (ed.)

Innovación docente universitaria
en Educación Infantil

Colección Universidad

Innovación docente universitaria en Educación Infantil

Este libro ha sido editado con la ayuda del Vicerrectorado de Recursos Docentes y de la Comunicación de la Universidad de Cádiz.

Primera edición en papel: septiembre de 2016

Primera edición: octubre de 2016

© Noemí Serrano Díaz (ed.)

© De esta edición:
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ISBN: 978-84-9921-863-2

Diseño, producción y digitalización: Editorial Octaedro

Autoría

Jorge Alcántara-Manzanares, Universidad de Córdoba

Katia Álvarez Díaz, Universidad de Huelva

José Carlos Arrebola Haro, Universidad de Córdoba

Ana Belén Cañizares Sevilla, Universidad de Córdoba

José Cantó Doménech, Universidad de Valencia

Regina Gallego Viejo, Universidad de Córdoba

Manuel García Sedeño, Universidad de Cádiz

Manuel Gómez del Valle, Universidad de Cádiz

Inmaculada Gómez Hurtado, Universidad de Huelva

Elena González Alfaya, Universidad de Córdoba

Inmaculada González Falcón, Universidad de Huelva

Luispe Gutiérrez Cuenca, Universidad del País Vasco

Rosario Mérida Serrano, Universidad de Córdoba

Manuel Mora Márquez, Universidad de Córdoba

María de los Ángeles Olivares García, Universidad de Córdoba

Juan Antonio Poce Fatou, Universidad de Cádiz

Margarida Pocinho, Universidad de Madeira

Sebastián J. Rubio García, Universidad de Córdoba

Josu Sanz Alonso, Universidad del País Vasco

Noemí Serrano Díaz, Universidad de Cádiz

Jerónimo Torres-Porras, Universidad de Córdoba

Prefacio

No se me ocurre ningún compromiso de más relevancia en el ámbito de la Educación Infantil que el que se adquiere con la felicidad de los niños.

Mi hijo pequeño tiene 5 años y está en su segundo año de Infantil. Si viviésemos en Finlandia, no estaría en la escuela; es más, se incorporaría el año que viene a la escuela infantil para afrontar «tareas» ligadas fundamentalmente al juego y al ejercicio físico. En nuestro país, aunque el juego y el ejercicio están presentes en la escuela, las actividades en las que participa el niño responden a una estrategia, a una planificación meditada para recibir pequeñas dosis de aprendizaje que le ayuden a observar, explorar, expresarse, relacionarse o toparse con las primeras lecciones de convivencia.

No conozco en detalle las características del modelo finlandés. Solo sé que no parece irles mal y que la intuición me dice que parte de su aparente éxito no está tan relacionado con la estructura de la etapa infantil de aprendizaje (que podría estarlo) como con el consenso de un modelo de enseñanza que se ha consolidado en el tiempo. No es poco. Es el soporte ideal para mejorar cualquier estructura de funcionamiento, poco a poco, año tras año, incorporando o eliminando elementos como resultado de la experiencia de un curso para otro.

Conozco un poco más el esquema docente de la Educación Infantil en España. Entre mis fuentes, cabe destacar las relacionadas con la experiencia vivida con mis tres hijos y aquellas ligadas a una actividad de gestión que establece, entre sus objetivos, potenciar en la universidad el desarrollo de iniciativas para la innovación y la mejora continua del sistema de enseñanza-aprendizaje.

Por esta última vía he conocido innumerables proyectos de innovación docente como los que aquí se exponen. Proyectos en los que el concepto innovación, se ha empleado realmente como sinónimo de investigación aplicada. Proyectos ligados a la formación/educación de futuros educadores que trabajan en contextos muy activos y que no solamente afectan a profesores y estudiantes universitarios, sino también a niños de la escuela, a sus maestros y a sus padres.

La resolución de la ecuación pasa por conocer todas sus incógnitas, por eso, más allá de que el enfoque inicial de estos trabajos de innovación parta de un entorno universitario, la implicación social que se detecta en ellos es de gran importancia. Probablemente esa implicación nos facilite acercarnos a los finlandeses en otro aspecto envidiable de su modelo: el prestigio social del maestro.

Reitero y amplío mi afirmación inicial: no se me ocurre compromiso más relevante en el ámbito de la educación que el de la felicidad de los estudiantes. Y en este contexto, que no deja de ser un contexto científico en el que hay mucho conocimiento por descubrir, debemos ser críticos con nosotros mismos, pero también con toda estructura de funcionamiento, aunque suela ir ligada a calificativos como ideal, perfecto o sublime.

El modelo de educación finlandés, que surge últimamente como referente en los informes PISA, está caracterizado, entre otras cuestiones, por el alto grado de responsabilidad del alumnado y la ausencia de estrés en un sistema en el que no se puede repetir curso. Pero aunque también aquí hay muchas incógnitas en la ecuación, Finlandia también se caracteriza por un elevado número de suicidios, lo que podría ser un indicio ligado a la falta de concreción de aquel objetivo fundamental de la educación: no ya la felicidad del estudiante, sino la del ciudadano. Si la causa de esta posición en este fatídico ranking tiene o no algo que ver con el sistema educativo, solo la investigación, la búsqueda de respuesta en proyectos de innovación activos y la implicación del resto de la sociedad en ellos podrán arrojar luz.

Mientras tanto, la relación de proyectos que aquí se exponen afronta el reto genérico de reconducir el interés desbordante de un niño por todo aquello que le rodea, y satisfacerlo hasta el punto de que disfrute con ello gracias al juego que aporta la experimentación científica, las posibilidades que da la tecnología actual para diseñar y crear modelos 3D o al compromiso del niño con el lenguaje, también en otros idiomas, pues en todos los países tienen una reina «a», un príncipe «e» o una princesita «o».

Es bueno tener referencias en nuestro trabajo. Pero no hay que perder la perspectiva de que nuestro sistema educativo sigue formando a nuestra gente; y lo hace bien, tan bien que muchos de nuestros egresados se nos marchan para trabajar en otros países que están mucho mejor posicionados que nosotros en el informe PISA.

Juan Antonio Poce Fatou

Vicerrector de Recursos Docentes y de la Comunicación,
Universidad de Cádiz

Prólogo

Cuando se habla de las facultades de Ciencias de la Educación en las que se forma a las futuras maestras y maestros, se piensa en jóvenes que buscan una carrera corta y fácil por la que dirigir su vida profesional en la que la enseñanza pasa a estar en segundo plano. Una idea prejuiciosa que no solo no refleja la realidad, sino que oscurece también la labor que muchas profesoras y profesores universitarios realizan con gran esfuerzo por cambiar el sistema educativo y los modelos de enseñanza. Como digo, la realidad es totalmente contraria a este espejismo y prejuicio social sobre nuestros estudiantes de Magisterio y sobre nuestras profesoras y profesores universitarios. Solo hace falta pasar unos días en nuestras facultades de Educación para ver, con gran asombro, a estudiantes y profesores llenos de ideas y de ganas de cambiar el sistema educativo con el propósito de adaptarlo a las necesidades de este mundo en constante movimiento. Este trabajo es una muestra de este deseo de cambio. Pero no se trata de un cambio en el sentido de ruptura, sino más bien todo lo contrario: de adaptación, revisión y actualización de lo que se viene haciendo. Este es el verdadero sentido de la innovación: introducir novedades sobre lo que se viene haciendo con el fin de mejorarlo.

Por eso, el trabajo que aquí se presenta, coordinado por la profesora Noemí Serrano Díaz, merece la pena ser leído, consultado y considerado como un ejemplo de innovación docente. Un ejemplo porque emana de la vocación de maestra que tiene la autora y por su deseo de hacer del aula un espacio compartido con su alumnado donde reflexionar sobre los contenidos de la ciencia y del desarrollo del ser humano. Un espacio que trasciende las dimensiones del aula hasta su prolongación en contextos tan importantes para el desarrollo como son las instituciones sociales y la familia.

Y como la educación es un acto de generosidad, no tendría sentido quedarse solo en el análisis y estudio de una experiencia aislada dentro de una sola universidad. De ahí que esta obra se haga aún más interesante al recoger experiencias innovadoras de otros centros educativos. Experiencias que nos llevan a la imagen, ahora sí real, de una universidad inmersa en un proceso de innovación continua gracias al esfuerzo, al compromiso y a la vocación educativa de profesoras y profesores que no se limitan a la mera exposición de contenidos, sino a facilitar el desarrollo humano a través de la educación como experiencia.

Las nuevas tecnologías permiten cada vez con mayor calidad presentar los contenidos, objetos del conocimiento, como experiencias en las que el alumno se implica como el protagonista principal. Esta posibilidad no solo aumenta la motivación al aprendizaje, sino que propicia el desarrollo de otras capacidades cognitivas y sociales y, sobre todo, permite que el alumno considere la educación como una acción compartida, sentida, vivida, y no como una imposición desde fuera. Ahí radica la calidad de este trabajo y la valentía de sus autoras y autores, que buscan en su trabajo como formadores de maestras y maestros de Educación Infantil ofrecer recursos, ideas y estrategias que les permita realizar mejor su trabajo una vez que lleguen a la escuela.

Con todo, no me queda más que agradecer a las autoras este tipo de trabajo, que revela, como digo, el interés por la educación y la innovación que se tiene dentro de la universidad, y su interés en mejorar la formación de las maestras y los maestros especialistas en Educación Infantil. Se trata, pues, de una visión de futuro cuyo fin último no es otro que el de capacitarles para que afronten los cambios a los que se ve sometido el sistema educativo como consecuencia del desarrollo tecnológico que transciende el concepto de aula y de aprendizaje hasta más allá de sus límites físicos. Toda obra como esta, fruto de experiencias reales, con seres humanos reales, debe ser leída y tenida en cuenta.

Finalmente, quisiera agradecer a autoras y autores que me hayan permitido ofrecer mi opinión sobre este trabajo. Reconozco su esfuerzo y les animo a seguir trabajando en esta línea.

Manuel García Sedeño

Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación,
Universidad de Cádiz