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SOBRE EL AUTOR

Stanley Rosenberg es un autor y terapeuta corporal nacido en Estados Unidos. Practicante de Rolfing desde 1983 y terapeuta craneosacral desde 1987, estudió la terapia craneosacral biomecánica durante muchos años con Alain Gehin y practicó la terapia craneosacral en el Upledger Institute. También asistió a cursos de terapia craneosacral biodinámica con Giorgia Milne, estudió sus aplicaciones para tratar a niños con Benjamin Shield y realizó cursos de osteopatía con Jean-Pierre Barral.

Durante muchos años tuvo una escuela en Dinamarca, en la que enseñó integración estructural, liberación miofascial, liberación de tejido cicatricial, terapia craneosacral biomecánica, masaje visceral y biotensegridad. Es autor de cuatro libros, publicados en Dinamarca: Nevermore Pain in the Back, Nevermore Stiff Neck, Pain Relief with Osteomassage y Hwa Yu Tai Chi. Además de su trabajo como terapeuta corporal, ha trabajado en el teatro –enseñando yoga, acrobacia y técnicas vocales a los actores– en varias instituciones, como la Universidad de Yale, la Universidad Brandeis, el Swarthmore College y las escuelas de teatro nacionales de Dinamarca e Islandia. Para mayor información sobre las técnicas presentadas en este libro, se puede consultar su web: www.stanleyrosenberg.com

Título original: ACCESSING THE HEALING POWER OF THE VAGUS NERVE

Traducido del inglés por Loto Perrella

Diseño de portada: Editorial Sirio, S.A.

Diseño y maquetación de interior: Toñi F. Castellón

© de la edición original

2017 Stanley Rosenberg

© de la presente edición

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A Linda Thorborg

APÉNDICE

Cerebro - Nervios craneales - Médula espinal

El bulbo raquídeo se extiende desde el cerebro. Se sitúa en la parte inferior de este órgano y constituye el principio de la médula espinal. Los nervios craneales, excepto el nervio I (olfativo) y II (óptico), nacen en él. La arteria vertebral envía sangre al bulbo raquídeo y a los cinco nervios craneales.

Vago ventral

Las dos partes del nervio vago van al corazón, a los pulmones y a las vías respiratorias. Además de esto, la rama ventral del vago se extiende a los músculos de la garganta (laringe y faringe) y tiene que ver con los movimientos de la cara. En el dibujo, el rojo representa el corazón y el azul, los pulmones y los dos conductos (la tráquea y bronquios a la izquierda y el esófago a la derecha).

Vago dorsal

Además de llegar al corazón y a los pulmones, la rama dorsal del nervio vago va a los órganos subdiafragmáticos de la digestión (excepto el colon descendente): el estómago, el hígado, el páncreas, el bazo, el colon ascendente y el colon transverso. En el dibujo, el azul representa los pulmones, el rojo el corazón, el verde el estómago, el marrón el hígado, el gris verdoso el páncreas, el azul más oscuro el colon ascendente y el colon transverso, el amarillo el bazo y el gris el intestino delgado.

CN XI

Estas ilustraciones muestran las distintas ramas del NC XI. El dibujo de la izquierda muestra las ramas que parten de la médula espinal a la altura de las vértebras cervicales y van directamente a los músculos trapecio y esternocleidomastoideo. El dibujo central muestra las ramas que tienen su origen en la médula espinal a la altura de las vértebras cervicales y van hacia el cráneo, donde entran y de donde luego salen a través del foramen yugular para ir a los dos músculos mencionados. En el dibujo de la derecha, la rama tiene su origen en el bulbo raquídeo, sale del cráneo por el foramen yugular y va a los dos músculos. Todos estos nervios que van a los distintos grupos de fibras musculares permiten que el movimiento del cuello sea flexible y preciso.

Úvula 1 - 2 - 3

Para comprobar la rama faríngea del nervio vago ventral: el músculo levator veli palatini debería estirar el paladar blando hacia arriba cuando decimos «ah-ah-ah» de manera percutiva. La úvula debería subir de manera simétrica, como en «Úvula 1». Si sube por un lado pero no por el otro, como en «Úvula 2», eso indicaría una disfunción de la rama faríngea del vago ventral en el lado que no sube de manera uniforme.

Sistema nervioso central

En esta ilustración se puede ver la representación del sistema nervioso central. Se muestra el cerebro, el bulbo raquídeo (un estrechamiento bajo el cerebro que sigue bajando por el cuerpo como médula espinal) y uno de los cinco nervios craneales que nace en el bulbo raquídeo.

Los doce nervios craneales parten de la superficie inferior del cerebro o del bulbo raquídeo. Nos interesan especialmente los NC V, VII, IX, X y XI. Todos estos nervios han de funcionar correctamente si queremos ser socialmente participativos. Para funcionar de la manera adecuada, estos nervios craneales necesitan un flujo de sangre apropiado. La rotación del atlas, del axis o de otras vértebras cervicales reduce la aportación de sangre al bulbo raquídeo, lo cual da como resultado una disfunción de estos nervios craneales.

El NC XI, uno de los cinco nervios necesarios para la participación social, también inerva los músculos trapecio y esternocleidomastoideo.

Trapecio

El músculo trapecio tiene tres partes: la superior (en la ilustración, en rojo oscuro), la media (en rojo) y la inferior (en púrpura).

Esternocleidomastoideo

Aquí se puede ver un dibujo del músculo esternocleidomastoideo. Las dos partes de este músculo, en cada lado, nos permiten girar la cabeza a la derecha o a la izquierda. Trabajando juntos, el trapecio y el esternocleidomastoideo nos permiten mover la cabeza con precisión y posicionar los ojos, los oídos y las fosas nasales para recibir información importante del entorno.

Supraespinoso

El músculo supraespinoso sigue el borde superior del omóplato.

Bebé bocabajo

Cuando un bebé está puesto bocabajo, uno de los primeros movimientos que hace es levantar la cabeza. Para ello, tensa las tres partes del músculo trapecio. Contrayendo las fibras del trapecio superior, levanta la cabeza hacia atrás. Contrayendo el trapecio medio, junta los omóplatos y estabiliza los brazos para que puedan soportar el peso del cuerpo. Contrayendo el trapecio inferior, puede arquear la columna en toda su longitud.

En la foto se puede ver que la cabeza está levantada y echada hacia atrás. Los omóplatos se unen en la espalda. Toda la columna está arqueada. Luego, cuando el bebé ha levantado la cabeza, añade la actividad del músculo esternocleidomastoideo para girarla. La acción combinada del trapecio y el esternocleidomastoideo le permite mover la cabeza y enfocar los sentidos de la vista, el olfato y el oído sobre objetos de interés que se encuentren delante de él.

Bebé a gatas

Cuando el bebé se levanta sobre las manos y las piernas para gatear, las tres partes del músculo trapecio (la superior, la media y la inferior) se contraen de la misma manera que cuando estaba bocabajo y levantaba la cabeza.

Sin embargo, esta relación cambia drásticamente cuando el bebé se levanta sobre sus piernas. El trapecio superior ya no estira la cabeza hacia arriba y hacia atrás como cuando gateaba.

Bebé de pie

Si la relación entre la cabeza y el cuerpo fuera la misma que cuando gateaba, la cabeza tendría que estar girada noventa grados y la cara miraría directamente hacia el cielo. Sin embargo, cuando el bebé está de pie, su cabeza gira para que pueda mirar al frente. Por consiguiente, la parte superior del trapecio recibe mucha menos tensión en la posición erecta en comparación con cuando está bocabajo o gateando. La posición de la cabeza adelantada se debe a que el trapecio superior está demasiado flácido. A medida que pasan los años, el trapecio superior se vuelve cada vez más flojo, y la cabeza sigue deslizándose hacia delante sobre la C1.

El ejercicio de torcer y girar el trapecio de la segunda parte de este libro ayuda a que la cabeza recupere una mejor alineación, porque estimula las tres partes de este músculo.

Dolor de cabeza

A partir de mis años de experiencia en mi clínica privada y en contradicción con la práctica médica aceptada ampliamente, creo que la disfunción del NC XI, que inerva los músculos trapecio y esternocleidomastoideo, tiene que ver con los dolores de cabeza de tipo migrañoso.

Las migrañas son dolores tensionales, y las hay de cuatro tipos. Cada una es causada por un distinto patrón de tensión, ya sea en el esternocleidomastoideo o en el trapecio. Si tienes una migraña, mira los cuatro dibujos y observa si reconoces el patrón de dolor (en rojo) que te está molestando.

Estas áreas de los músculos están inervadas por el NC XI, y el primer paso para tratar las migrañas es restablecer la funcionalidad correcta del NC XI utilizando el ejercicio básico (véase la segunda parte). A continuación encuentra los puntos gatillo apropiados (cada uno está marcado con una X) y masajéalos durante unos minutos, hasta sentir alivio.

Puntos de acupuntura

En el estiramiento facial natural, masajea los puntos de acupuntura que van a mejorar la funcionalidad de los nervios craneales V y VII: el IG 20 (el punto de acupuntura del intestino grueso, situado encima de la aleta de la nariz en cada lado) y el V2, en el interior de la ceja.

Estómago 1 - Estómago 2

Normalmente el estómago debería encontrarse en el abdomen, claramente por debajo del diafragma. El esófago es un tubo muscular que va desde la faringe (la parte de atrás de la garganta) hasta el estómago, pasando a través de una abertura (hiato) situada en el diafragma y que desemboca en el estómago. Cuando tragamos, el esófago lleva los alimentos desde la garganta hasta el estómago.

La ilustración «Estómago 2» muestra una hernia de hiato. El tercio superior del esófago está inervado por el nervio vago ventral. Si el vago ventral presenta una disfunción, el esófago se acorta, tirando del estómago hacia arriba contra la base del diafragma y dando lugar a una hernia de hiato. Una parte del estómago puede incluso subir hasta la cavidad torácica. Esto perturba el funcionamiento correcto del diafragma, que no puede bajar como debería hacerlo en la inspiración.

He encontrado un estado vagal dorsal junto con una hernia de hiato en casi todas las personas que han acudido a mi clínica con un diagnóstico de EPOC.

Músculos suboccipitales

Los cuatro pares de músculos suboccipitales están situados debajo del hueso occipital, en la base del cráneo. El triángulo suboccipital es una zona del cuello unida por tres de estos pares de músculos: el rectus capitis posterior major (superior y medio), el obliquus capitis superior (superior y lateral) y el obliquus capitis inferior (inferior y lateral).

Mientras que el trapecio y el esternocleidomastoideo son responsables de los movimientos más burdos de la cabeza sobre el cuello, los músculos suboccipitales permiten un control más preciso de esos movimientos.

Nervio suboccipital

Los músculos suboccipitales están inervados por el nervio suboccipital, que pasa a través del triángulo suboccipital y entronca con los músculos suboccipitales.

Utilizando las técnicas suaves del ejercicio básico podemos equilibrar las tensiones presentes en estos músculos. De ese modo los huesos pueden asumir una mejor posición entre sí, permitiendo un mayor flujo de sangre a través de las arterias vertebrales. A menudo tiene lugar una mejoría casi instantánea no solo de la posición de los huesos sino también de la funcionalidad de la rama ventral del nervio vago.

Arterias vertebrales - Músculos - Atlas - Axis y Atlas

Los músculos suboccipitales tienen un papel determinante para estabilizar la cabeza sobre el cuello afianzando el cráneo sobre el atlas (la vértebra superior del cuello, o C1) y el atlas sobre el axis (la segunda vértebra, o C2).

Las tensiones de los músculos del triángulo suboccipital pueden sacar al occipucio, a la C1 y a la C2 de la posición óptima entre ellos. La tensión y el desequilibrio de los músculos suboccipitales también pueden ejercer presión sobre los nervios y los vasos sanguíneos del triángulo suboccipital.

La arteria vertebral (en rojo) pasa entre los músculos suboccipitales en su camino hacia el bulbo raquídeo, de manera que la tensión en estos músculos también puede reducir el flujo de sangre hacia el bulbo raquídeo.

Cráneo de un bebé - Visto desde arriba

La causa de que la parte posterior de la cabeza esté plana se debe a una tensión crónica en el músculo esternocleidomastoideo en un lado de la cabeza –el derecho, habitualmente–. Esta tensión muy probablemente está causada por una disfunción del NC XI.

Hay ocho huesos en el cráneo y catorce en la cara. En el momento del nacimiento, los huesos todavía no están calcificados y no se han unido en las suturas. Los mantienen juntos unas placas duras de tejido conectivo elástico. La flexibilidad de estos huesos y la elasticidad del tejido conectivo que hay entre ellos son importantes para el proceso del nacimiento. El cráneo está sometido a una presión tremenda mientras baja por el canal del parto, que no es recto. Su flexibilidad le permite cambiar de forma mientras pasa por ese tubo de forma irregular.

Después del nacimiento, los músculos del cuello y la fuerza de los fluidos que hay en el interior del cráneo empiezan a darle a este una forma más simétrica y redondeada. Sin embargo, la tracción crónica del músculo esternocleidomastoideo es suficiente para estirar los huesos del cráneo y deformarlos entre sí.

Un cambio en la forma de la parte posterior de la cabeza puede afectar a la aportación de sangre al cerebro –algunas partes reciben demasiada sangre y otras demasiado poca–. A partir de que tomé conciencia de la forma de la parte posterior de la cabeza, observé que todos mis clientes que se encontraban dentro del espectro autista o que sufrían TDAH tenían la parte posterior de la cabeza plana.

El dibujo «Cráneo de un bebé visto desde arriba» muestra un caso serio de deformación del cráneo, habitualmente causado por un esternocleidomastoideo tenso. Es posible reducir la deformación del cráneo liberando la tensión crónica de este músculo en un lado, incluso en adultos cuyos huesos del cráneo, según se cree, se han juntado al crecer de tal manera que la forma del cráneo es fija. ¡Nada más lejos de la verdad! Es sorprendente observar hasta qué punto se puede redondear la parte posterior plana de la cabeza, independientemente de la edad.

Cara - Músculos faciales

Los músculos de la cara de muchas personas no tienen demasiado movimiento. El movimiento de los músculos faciales puede producirse espontáneamente o puede ser provocado de manera consciente, por ejemplo cuando sonreímos para una foto.
Los cambios espontáneos de la expresión facial, especialmente cuando alguien está mirando directamente a otra persona, son una señal de participación social. Estos pequeños cambios tienen lugar a un ritmo de varias veces por segundo. Las expresiones individuales son demasiado rápidas para poder apreciarse, pero podemos ver que hay vida en esa cara.

Cuando alguien es socialmente participativo, los movimientos espontáneos de la cara se producen en la zona que se encuentra entre una línea imaginaria que pasase por la mitad de los ojos y otra que pasase entre los labios (es decir, la zona marcada en amarillo en el dibujo «Cara»).

PRÓLOGO

Conocí a Stanley en junio de 2002, con ocasión de una charla que di en la United States Association for Body Psychotherapy Conference (Asociación Estadounidense para la Conferencia de Psicoterapia Corporal), en Baltimore. La tarde anterior a mi charla recibí un mensaje de Jim Oschman en el que me preguntaba si él y Stanley podían asistir. Jim me dijo que me gustaría conocer a Stanley y saber de su trabajo. Después de mi charla, Stanley me explicó su deseo de identificar mediciones objetivas, tales como la variabilidad del ritmo cardiaco, que se pudieran utilizar para llevar a cabo investigaciones con el fin de validar el trabajo clínico que estaba haciendo.

Yo tenía curiosidad y quería saber más sobre su trabajo, sus planteamientos y por qué estaba interesado en la medición del funcionamiento vagal. Le dije que tenía espondilolistesis, una afección en la que una vértebra se desliza hacia delante sobre el hueso de debajo. Él, sin darle importancia, me contestó: «Lo puedo arreglar». Le pregunté cuánto tiempo pensaba que podía tardar y me contestó que ¡entre diez y quince segundos! Llegados a este punto, yo estaba tratando de imaginar qué podía hacer entre diez y quince segundos. Había pensado, considerando su formación en Rolfing y técnicas craneosacrales, que su tratamiento requeriría varias sesiones. Teniendo en cuenta mi historial con un especialista ortopédico, me despertaba curiosidad saber si una terapia somática podría ser efectiva. La idea de que pudiera rehabilitarme en pocos segundos quedaba fuera de mis parámetros.

Mi diagnóstico se basaba en un deslizamiento en la parte baja de la columna donde se juntan las vértebras lumbares y sacrales. Ese deslizamiento me causaba dolor de espalda y probablemente un deterioro progresivo que me haría acabar en un quirófano. Me lo había diagnosticado un cirujano ortopédico, que me había inculcado el miedo a una operación para motivarme respecto a la fisioterapia. Después de terminarla, fui a un médico del deporte que me prescribió un aparato ortopédico para la espalda para limitar la movilidad. Recibí instrucciones contradictorias por parte de esta serie de profesionales de la salud: los médicos me animaban a inmovilizar la parte baja de la espalda, mientras que los fisioterapeutas me animaban a moverme y trabajar la flexibilidad. Cuando conocí a Stanley, no sabía cómo tratar mi afección para reducir los síntomas al mínimo y evitar la cirugía.

Cuando se ofreció generosamente a «arreglarlo», acepté la oportunidad. Me hizo poner a gatas y relajarme, manteniendo la columna relativamente horizontal. Luego, utilizando los dedos de ambas manos en direcciones opuestas, movió el tejido situado sobre las vértebras que se habían desplazado. Con esta manipulación, las vértebras se colocaron en su sitio inmediatamente y sin ningún esfuerzo. Durante quince años he utilizado una variante de su procedimiento para permanecer sin dolor.

Enseguida comprendí lo que estaba haciendo. La manipulación física que movió suavemente los niveles superiores del tejido hizo que el cuerpo se relajara. Esa relajación fue suficiente para reorganizar la distribución neural muscular que soporta la columna, lo cual permitió que la vértebra volviera a su sitio con suavidad. Stanley transmitió de esta manera señales de seguridad al sistema neuromuscular que le permitieron pasar de un estado defensivo de contracción, en el cual intentaba proteger la vulnerabilidad de la parte baja de la columna, a un estado de seguridad en el cual un toque suave iba a permitirle encontrar su posición natural funcional.

El sistema de Stanley confirmó que una metáfora de la seguridad se manifiesta en todo el cuerpo y no solo en el sistema de participación social a través de los músculos de la cara y de la cabeza, o en las vísceras a través de los caminos vagales ventrales. En todos los aspectos de la anatomía humana, la seguridad se expresa por la regulación a la baja y la constricción de la defensa. Cuando la seguridad está presente, las estructuras pueden volver a tonificarse para dar apoyo a la salud, al crecimiento y a la recuperación. Desde un punto de vista funcional, el trabajo de Stanley se basa en su comprensión implícita de que cuando el sistema nervioso se manifiesta en un estado de seguridad, el toque es bienvenido, y se puede utilizar para alinear las estructuras corporales y para mejorar al máximo el funcionamiento del sistema nervioso autónomo.

En nuestro primer encuentro quedaron patentes la esencia y la genialidad de Stanley. Puso en evidencia su deseo apasionado de aliviar el dolor y el sufrimiento, así como un enfoque igualmente apasionado para generar estados de seguridad por medio de una corregulación suave. Y además puso en evidencia su comprensión intuitiva de los sistemas integrados del cuerpo.

Hace quince años que Stanley y yo somos buenos amigos. En múltiples visitas hemos hablado sobre cómo sus manipulaciones movilizan el estado autónomo para facilitar la salud, el crecimiento y la recuperación. Como este libro explica, él ha integrado brillantemente características de la teoría polivagal con características de la terapia craneosacral y otras terapias corporales. Para ello, ha extraído ingeniosamente el principio principal de la teoría polivagal: las estructuras corporales reciben bien el toque y la manipulación cuando están en un estado de seguridad.

De acuerdo con la teoría polivagal, el cuerpo, incluida la regulación neural de los músculos esqueléticos, funciona de manera diferente cuando se siente a salvo. En un estado de seguridad, los caminos vagales ventrales coordinan el sistema nervioso autónomo. En este estado, las características defensivas del sistema nervioso autónomo están constreñidas, y el cuerpo da la bienvenida no solo a las conductas de participación social consistentes en vocalizaciones prosódicas y expresiones faciales, sino también al contacto. Detrás de los éxitos clínicos de Stanley está su habilidad para conectar y corregular al cliente por medio de las interacciones entre sus sistemas de participación social, y su capacidad para transmitir indicaciones de confianza e interés que desencadenan los atributos beneficiosos del circuito vagal ventral, lo cual promueve el estado de seguridad en todo el cuerpo.

Stanley no es un terapeuta tradicional formado en una disciplina. Su formación cruza fronteras entre disciplinas y su enfoque es más coherente con la tradición del sanador. Los sanadores ayudan al cuerpo a curarse él mismo, y Stanley desempeña este papel. Él corregula a sus clientes; los pone en condiciones de sanar por medio de sus propios mecanismos corporales. Su interés en la teoría polivagal viene de su comprensión implícita de que cuando los estados de seguridad son evidentes en las estructuras del organismo este está en disposición de servir como plataforma de sanación.

El nervio vago, su poder sanador es la expresión personal de la intuición de Stanley y la demostración del papel que los caminos vagales desempeñan en el proceso sanador por medio de técnicas que calman el cuerpo y le permiten aceptar el contacto. Al comprender intuitivamente este proceso integrador, Stanley ha desarrollado un sistema de manipulaciones que favorecen un estado de seguridad, lo cual permite que el cuerpo vuelva a armonizar el sistema ­nervioso, la consecuencia de lo cual es que la conducta, la salud mental y la homeostasis fisiológica se ven potenciadas al máximo.

Como científico, no entiendo el mundo como un terapeuta. Como terapeuta, Stanley no entiende el mundo como un científico. Sin embargo, su don consiste en su habilidad para organizar implícitamente información recibida de la ciencia y aplicarla terapéuticamente de una manera intuitiva, instintiva y beneficiosa. Las aportaciones de Stanley como terapeuta creativo son únicas dentro del complejo entorno de la salud. Afortunadamente, sus potentes intuiciones, metáforas y modelos de tratamiento están bellamente expuestos y conservados en el libro que tienes en tus manos.

DR. STEPHEN W. PORGES

Distinguido científico universitario en el Kinsey Institute y la Universidad de Indiana y profesor de Psiquiatría en la

Universidad de Carolina del Norte

PRÓLOGO

Hay momentos en la historia en que la necesidad se ve respondida con creces. Hemos sido bendecidos con uno de esos momentos raros. El libro de Stanley Rosenberg El nervio vago: su poder sanador da al lector las herramientas que le permitirán comprender algunas de las enfermedades más complejas y tratarlas.

Stanley representa esta nueva ola de pensamiento con la base de su casi medio siglo de experiencia clínica, formaciones y enseñanzas. Su libro nos ofrece una nueva concepción de la génesis de ciertas afecciones físicas y emocionales, y la razón por la cual a menudo no han sido tratadas con éxito con los métodos convencionales y herramientas efectivas para resolverlas.

Nuestro bienestar depende de que contemos con un sistema nervioso funcional y adaptable. En el centro de nuestra adaptabilidad, especialmente al estrés, se halla el nervio vago. Este nervio craneal está integrado en toda nuestra matriz física y neurológica. El nervio vago está en el centro de todos los aspectos de nuestra vida. Puede tanto proporcionarnos una relajación profunda como ofrecernos una respuesta inmediata a las situaciones de vida o muerte. Puede ser la causa de incontables trastornos y la solución a ellos. Además, el nervio vago nos puede proporcionar la necesaria conexión personal profunda con los demás y con el entorno.

He tenido el privilegio de conocer a Stanley durante más de treinta y cinco años. He estudiado con él, aprendido de él y yo mismo he enseñado en el Rosenberg Institute. No conozco a ningún otro practicante más cualificado para aunar todos los elementos esenciales que se presentan en este libro.

En El nervio vago: su poder sanador desvela los misterios de los trastornos crónicos. Se han publicado muchas obras que explican estas afecciones, pero ninguna profundiza con tanto éxito en la base subyacente de cómo se desarrollan y por qué.

El nervio vago: su poder sanador es un libro que tienes que leer tanto si eres terapeuta o paciente como si eres un lector que quiere saber más sobre sí mismo y los demás. Tenemos una deuda de gratitud con Stanley Rosenberg por haber vertido sus décadas de conocimiento en un trabajo fascinante e inolvidable.

DR. BENJAMIN SHIELD

Autor de Healers on Healing, For the Love of God,
Handbook for the Soul
y Handbook for the Heart

AGRADECIMIENTOS

Gracias a Stephen Porges, que formuló la teoría polivagal; sus enseñanzas y escritos me abrieron un mundo de revelaciones y me permitieron ayudar a mucha gente en mi clínica y enseñar a otros facultativos. Ha sido un amigo durante más de una década y una inspiración para que yo concibiera y escribiera este libro. También revisó un primer borrador de este manuscrito y me ayudó a aclarar puntos importantes.

Gracias a Alain Gehin, mi amigo, mentor y primer maestro de osteopatía y terapia craneosacral durante más de veinticinco años. También hago extensiva mi gratitud al profesor Pat Coughlin, de la Geisinger Commonwealth School of Medicine (anteriormente conocida como Commonwealth Medical College), que ha sido mi principal profesor de Anatomía y Fisiología y que me ayudó a revisar las referencias anatómicas de este texto. Linda Thorborg ha sido una inspiración en el desarrollo de muchos aspectos de mis técnicas manuales y ha coimpartido conmigo cursos para aprender a respirar de forma óptima.

Gracias a Kathy Glass, mi editora de desarrollo, que se hizo cargo de mis notas caóticas y les dio forma en este libro. He vivido en Dinamarca y he hablado danés durante treinta y cinco años, y mi inglés, especialmente el lenguaje escrito, se ha resentido de ello. Mirando atrás, veo que Kathy asumió la tarea casi imposible de ayudarme a formular mis pensamientos, y la llevó a cabo con estilo. Benjamin Shield y Jacqueline Lapidus también me ayudaron a corregir los primeros borradores.

Gracias también a Mary Buckley, Erin Wiegand y Nina Pick, editores de North Atlantic Books, que me ayudaron a darle la forma definitiva a mi manuscrito.

Gracias a algunos de mis otros profesores, incluidos Jim Oschman, que escribió el libro Medicina energética; Tom Myers, autor del libro Anatomy Trains; mis cuatro profesores de taichí y chi kung John Chung Li, Ed Young, el profesor Cheng Man-Ching y Hans Finne; mi profesor de mindfulness y meditación vipassana Joseph Goldstein; mis profesores de Rolfing® Peter Melchior, Peter Schwind, Michael Salveson y Louis Schultz, y Timothy Dunphy, Ann Parks y mis otros profesores de sanación, masaje y otras terapias corporales a lo largo de los años.

Gracias también a mis colegas del Stanley Rosenberg Institute, así como a todos mis estudiantes, mis pacientes y mis muchos amigos a lo largo de los años, especialmente Ira Brind, Benjamin Shield, Anne y Philip Neess, Lise Pagh, Charlotte Soe, Mohammed Al Mallah, Gordon Enevoldson, DeeDee Schmidt Petersen, Trine Rosenberg y Donna Smith. Gracias a Filip Rankenberg y a mis otros colegas de Manuvision.

También gracias a sri sri Ravi Shankar por su interés en nuestra modalidad de terapia craneosacral y por su apoyo durante años.

Gracias a mis hijos Annatrine, Erik y Tau; a mis nietos; a mi madre y a mi padre; y a mis hermanos Jack, Allen y Arnold.

PREFACIO

Soy Stanley Rosenberg, un terapeuta corporal nacido en Estados Unidos que vive en Dinamarca. Este libro propone una nueva aproximación a la sanación, basada en mis experiencias como terapeuta corporal que trabaja dentro del marco de una comprensión completamente nueva del funcionamiento del sistema nervioso autónomo: la teoría polivagal, desarrollada por el doctor Stephen Porges.

El sistema nervioso autónomo no solo regula el funcionamiento de nuestros órganos viscerales (estómago, pulmones, corazón, hígado, etc.), sino que también está estrechamente relacionado con nuestro estado emocional, el cual influye directamente en nuestra conducta. Esto hace que para nuestra salud emocional y física, y para nuestro bienestar, sea imprescindible el correcto funcionamiento de nuestro sistema nervioso autónomo. El enfoque polivagal del doctor Porges me ha permitido conseguir resultados positivos en problemas de salud tales como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), las jaquecas y el autismo, por nombrar solo unos pocos.

He estado aplicando varios tipos de terapia corporal durante más de cuarenta y cinco años. Mi carrera está muy lejos de lo que cursé en el Swarthmore College, en el que me gradué en 1962, después de especializarme en Literatura Inglesa, Filosofía e Historia y participar en un programa intensivo para estudiantes con honores. Cuando participo en las reuniones de antiguos alumnos, descubro que la mayor parte de mis amigos se convirtieron en profesores de instituto, médicos, abogados, psicólogos y otro tipo de profesionales. Yo soy el único terapeuta corporal entre los doscientos cincuenta estudiantes de mi clase.

ENTRE BASTIDORES: LA FILOSOFÍA DE ACTUAR

En mis tiempos en Swarthmore empecé a interesarme por el teatro, en especial por el teatro japonés. Esto me llevó a participar en un programa de diplomatura en teatro en la Universidad de Hawái, donde poníamos en escena obras japonesas, chinas, indias y tailandesas. Pasados dos años dejé las arenosas playas de Honolulu y me trasladé a las calles atestadas, sucias y ruidosas del Lower East Side de Manhattan, junto con otros jóvenes aspirantes a actores de teatro.

Ocasionalmente ayudaba a Ellen Stewart, productora de La MaMa, un pequeño teatro de carácter informal y muy experimental de Off-Off-Broadway1 en el que aspirantes a actores y directores ponían en escena obras nuevas de autores de teatro prometedores pero todavía por descubrir. No sé si fue debido a mi destino, mi buena suerte o mi olfato para encontrar gente adecuada con la cual trabajar, pero tuve la bendición de que Ellen me tomara bajo su protección. Después de recorrer Europa con ella y una pequeña compañía, insistió en que visitara el Odin Theater, un pequeño teatro experimental en Dinamarca.

Por recomendación de Ellen acabé siendo asistente de Eugenio Barba, el director del Odin Theater. Barba quería que los actores crearan algo nuevo en cada detalle de su actuación. En una ocasión, él y sus actores estuvieron dos días ensayando una pequeña escena –probando variaciones de escenificación, movimientos corporales expresivos y patrones insólitos de expresión vocal– cuya duración acabaría siendo de solo noventa segundos cuando finalmente estuvo terminada e incorporada a la obra.

Barba se había formado durante tres años como director asistente en un teatro polaco dirigido por Jerzy Grotowski, famoso por montar algunas de las representaciones teatrales más sorprendentes del mundo en ese momento. Grotowski era al mismo tiempo un director de teatro innovador y un teórico de las conexiones entre los procesos mentales, físicos y emocionales. Sus actores exploraban los aspectos físicos y emocionales en situaciones extremas de la vida de sus personajes. Se movían en un mundo que se hallaba a mitad de camino entre la realidad y la fantasía; exploraban estados próximos a los sueños inducidos por experiencias traumáticas.

Después de tres años como asistente de Grotowski, Barba había pasado también un año en la India estudiando el teatro de danza clásica kathakali, que utiliza formas extraordinarias de expresión estilizada, que incluye máscaras, trajes, maquillaje y el uso frecuente del mimo. Para conseguir el alto grado de flexibilidad y control muscular requeridos para los movimientos corporales y juegos de pies necesarios para este arte, los bailarines de kathakali siguen un intenso curso de entrenamiento. Para ayudarlos a enfrentarse a estas exigencias y alcanzar la necesaria flexibilidad, reciben sesiones de masaje corporal.

Todas estas experiencias influyeron en Barba y el Odin Theatre. La formación en interpretación que yo recibí allí tenía sus orígenes en el trabajo de Grotowski, e incluía acrobacia, yoga e improvisación de movimientos libres. Permanecí en el teatro de Barba todo un año, y participé en el entrenamiento diario de la voz, el movimiento y la expresión emocional.

Grotowski había escrito en su «Declaración de principios»: «Entonces, la cuestión principal es que el actor no debe intentar adquirir ningún tipo de receta o crearse una especie de “caja de trucos”. Aquí no se trata de coleccionar todo tipo de medios de expresión».2 Mi contacto con esta filosofía en el Odin Theater modeló mi modo de enfocar todo lo que hice posteriormente el resto de mi vida, incluidos el aprendizaje y la exploración de la terapia corporal.

En el entrenamiento de la voz, por ejemplo, no cantábamos una canción con una melodía y un texto escritos por otros. No intentábamos imitar nada que hubiéramos escuchado de otros, sino explorar el mundo de los sonidos que generábamos en nuestra propia imaginación, unos sonidos que nunca antes habíamos oído provenientes de otras personas. Podían pasar horas, días o incluso a veces una semana o más antes de que sintiera que había conseguido repetir el sonido exacto que había imaginado, y no había nadie más que pudiera juzgar si había conseguido el sonido «correcto» o no. Una vez emitido ese sonido, nunca volvía a repetirlo. Pasaba al siguiente que aparecía en mi imaginación y trabajaba para expresarlo.

Este mismo planteamiento se ha manifestado en mi enfoque del trabajo corporal. Alain Gehin, mi primer profesor y mentor en la terapia craneosacral, masaje visceral y técnicas osteopáticas, una vez dijo algo muy parecido a lo que yo había aprendido en el Odin Theater: «Aprendes técnicas para comprender los principios. Cuando comprendas los principios, crearás tus propias técnicas». También insistía continuamente en un principio: «Comprueba, trata y luego comprueba otra vez».

TAICHÍ

La terapia corporal fue una consecuencia natural de mi trabajo en la formación actoral. Como profesor y director, sacaba a los actores de sus zonas de confort y más allá de sus limitaciones habituales en cuanto al movimiento y la expresión vocal. Por ejemplo, trabajábamos con el mimo y la acrobacia. Por el camino encontré un librito sobre el masaje shiatsu y lo añadí como parte de nuestro entrenamiento para ayudar al cuerpo a moverse mejor.

Mientras exploraba el mundo del teatro experimental en la ciudad de Nueva York, también aprendí taichí de Ed Young, un estudiante y traductor del profesor Cheng Man-Ching, uno de los grandes maestros de taichí del siglo xx. El taichí no tiene comparación como fuente de conocimiento de los modos naturales de mover el cuerpo. La práctica diaria del taichí es el kung-fu del conocimiento de uno mismo, parecido a los tipos de meditación más profundos de otras tradiciones.

Los movimientos del taichí son continuos, en espiral y «suaves» en comparación con los estilos «duros» de autodefensa, como el kárate, donde los movimientos son en línea recta, rápidos y con unos puntos de inicio y final definidos. La finalidad del taichí como arte marcial no es ser más fuerte y rápido que el adversario, sino utilizar la propia conciencia corporal, flexibilidad y sentido kinestésico para descubrir dónde están tensos los adversarios, y luego «ayudarlos» a utilizar su propia fuerza contra sí mismos.

El ideal del taichí es «utilizar una fuerza de cuatro onzas para desviar mil libras» (es decir, una fuerza de cien gramos para desviar cuatrocientos cincuenta kilos). Este concepto se ha convertido en parte integrante de mi terapia corporal. Algunas personas que hacen masaje y terapias corporales presionan fuertemente el cuerpo del cliente con la intención de profundizar. Por el contrario, yo intento hallar el centro exacto de la tensión y el ángulo exacto en el cual apretar y aumentar la tensión, y luego utilizar la cantidad mínima de fuerza necesaria para que el cuerpo llegue a relajarse por sí solo. A menudo no aplico más que unos pocos gramos de presión.

EL ROLFING Y OTROS HALLAZGOS

Después de pasar cinco años en Nueva York, regresé a Dinamarca para enseñar actuación en la National Theater School (‘escuela nacional de teatro’) durante un año. Ser extranjero e intentar abrirse camino en el mundo del teatro danés sin tener ningún apoyo se reveló mucho más duro de lo que había pensado. Así que decidí dejar mi trabajo en el teatro y ganarme el sustento enseñando taichí y dando sesiones de terapia corporal.

En Dinamarca todos me hablaban del Rolfing®, una técnica de terapia manual creada por Ida Rolf3 que en aquel momento tenía la reputación de ser el patrón oro de la terapia corporal. (El Rolfing es un tipo de «integración estructural», que es el nombre genérico que se da a una variante del masaje del tejido conectivo que tiene como finalidad ayudar a los clientes a mejorar la postura, la respiración y el movimiento).

La idea de trabajar desde una intención interior, como habíamos hecho en nuestro entrenamiento vocal en el Odin Theater, apareció en mis conversaciones con Siegfried Libich, un técnico alemán de Rolfing. Cuando habló de «trabajar con intención» como un elemento importante de las enseñanzas de Ida Rolf, decidí hacer una serie de diez sesiones de Rolfing con él. El efecto de esas sesiones sobre mí fue tan profundo que decidí aprender el sistema. Así me convertí en uno de los tres primeros técnicos de Rolfing de Dinamarca, y a estas alturas llevo aplicando esta técnica durante más de treinta años.

En el teatro, los actores habitualmente asumen las tensiones físicas de sus personajes, pero en el Rolfing trabajamos para descargar las características físicas típicas y los patrones emocionales habituales que limitan a nuestros clientes, restringen sus movimientos y les causan dolor e incomodidad. Concentramos la acción en equilibrar las tensiones de los tejidos conectivos antes que en «relajar los músculos», que es el planteamiento habitual en la terapia corporal. El resultado es que pueden moverse de maneras nuevas y tener mayor flexibilidad emocional. Pueden liberarse de los clichés que limitaban su libertad de expresión y avanzar hacia una versión de sí mismos más creativa y auténtica.

Los técnicos de Rolfing no trabajan únicamente con sus manos; también aprenden a leer el cuerpo. El análisis del movimiento y las posturas constituye una parte importante de la formación que otras modalidades de terapia corporal todavía no han empezado a enseñar. El planteamiento es: «¿Dónde está desequilibrado el cuerpo? ¿Dónde se interrumpe el flujo en un movimiento? ¿Qué hay que hacer para reconducirlo?».

Después de pasar unos cuantos años haciendo Rolfing, empecé a escuchar a otros técnicos que hablaban de la terapia craneosacral como un nuevo hito en la terapia corporal. Me dediqué entonces a estudiar también esta, así como otros tipos de técnicas osteopáticas, incluidos el masaje visceral y la manipulación de las articulaciones. Durante los siguientes veinticinco años seguí aprendiendo de los mejores maestros que pude encontrar; estuve recibiendo clases y formaciones avanzadas por lo menos treinta días cada año.

En Dinamarca pude desarrollar mis habilidades como terapeuta corporal lentamente, a lo largo de más de cuatro décadas y media. Actualmente tengo setenta y tantos años, y creo que mi vida se ha movido más lentamente aquí en Dinamarca que si hubiera seguido un camino parecido haciendo terapia corporal en Estados Unidos, donde las oportunidades financieras son mayores y más atractivas, de manera que muchos terapeutas de éxito van más allá de su práctica y se pasan a otras actividades más lucrativas. También estoy convencido de que las terapias se ponen de moda y quedan desfasadas más rápidamente en Estados Unidos que en Dinamarca. He tenido la suerte de poder seguir mi propio camino a mi ritmo. Alain Gehin, mi maestro de terapia craneosacral, decía que convertirse en un terapeuta corporal experimentado no consistía tanto en «saber sobre» algo de manera intelectual como en «­aprender cómo hacer algo con las manos». Afirmaba que un terapeuta corporal primero consigue lo que los franceses llaman savoir faire –la «destreza»– después de efectuar diez mil sesiones. A pesar de mis raíces estadounidenses, tengo la imagen de mí mismo de haber sido un aprendiz para convertirme en un artesano europeo del viejo mundo. He tenido tiempo de estudiar, practicar y desarrollar mis habilidades. He disfrutado del lujo de poder continuar alcanzando niveles mayores de refinamiento, sensibilidad y creatividad con mis manos.

Todos estos ingredientes se encontraban revueltos cuando conocí a Stephen Porges, y me sentí deslumbrado por su nueva interpretación de cómo funciona el sistema nervioso autónomo, asunto que explicaré más adelante en este libro.


1 Tanto el Off como el Off-Off nacieron a finales de los 50 como una reacción contra el teatro más comercial de Broadway. Desde la calle 42 hasta el Lower East Side y en Brooklyn podemos encontrar un tipo de teatro que tiende a ser más arriesgado

2 Jerzy Grotowski, ed. Eugenio Barba, Towards a Poor Theatre (Nueva York: Routledge Theatre Arts, 2002), 27.

3 Ida P. Rolf, Rolfing: Reestablishing the Natural Alignment and Structural Integration of the Human Body for Vitality and Well-Being, ed. rev. (Rochester, VT: Healing Arts Press, 1989).

Introducción
EL SISTEMA NERVIOSO AUTÓNOMO

Se dice que un descubrimiento es un accidente
que coincide con una mente preparada.

Albert Szent-Györgyi,
bioquímico húngaro (1893-1986) que ganó el Premio Nobel por su descubrimiento de la vitamina C en 1937
1

Por más tiempo que conduzcas, nunca llegarás adonde quieres ir si no tienes el mapa correcto.

Stanley Rosenberg

Durante más de treinta años practiqué varios tipos de terapias corporales, pero finalmente me di cuenta de que estaba utilizando el mapa equivocado. Cuando conocí la teoría polivagal de Stephen Porges, sus ideas ampliaron mi comprensión acerca de cómo funciona el sistema nervioso autónomo, e inmediatamente tuve un mapa mejor.

El sistema nervioso autónomo constituye una parte integral del sistema nervioso humano que controla y regula la actividad de los órganos viscerales: el corazón, los pulmones, el hígado, la vesícula, el estómago, los intestinos, los riñones y los órganos ­sexuales. Determinados problemas en cualquiera de estos órganos pueden estar causados por un desequilibrio del sistema nervioso ­autónomo.

Antes de que apareciera la teoría polivagal, se daba por hecho que el sistema nervioso autónomo funcionaba en dos estados: el estrés y la relajación. La respuesta de estrés es un mecanismo de supervivencia que se activa cuando nos sentimos amenazados y que moviliza nuestro cuerpo a prepararse para luchar o huir.2 Así, en un estado de estrés nuestros músculos están tensos, lo cual nos permite movernos más rápidamente o tener más fuerza. Los órganos viscerales trabajan para sostener este esfuerzo extraordinario que lleva a cabo nuestro sistema muscular.

Después de vencer en la lucha y neutralizar la amenaza, o cuando nos hemos alejado lo suficiente para no estar ya en peligro, la respuesta de relajación entra en acción. Permanecemos en este estado relajado hasta que aparece una nueva amenaza. En la concepción antigua del sistema nervioso autónomo, la relajación se caracterizaba por un estado de «descansa y digiere», o de «aliméntate y procrea». Este estado se atribuía a la actividad del nervio vago, también conocido como el décimo nervio craneal, que, como todos los nervios craneales, parte del cerebro o el bulbo raquídeo. En esta antigua interpretación, aceptada universalmente, nuestro sistema nervioso autónomo oscilaba entre los estados de estrés y de relajación.

Sin embargo, los problemas surgen cuando nos quedamos bloqueados en un estado de estrés incluso cuando la amenaza o el peligro han pasado, quizá porque nuestro trabajo o estilo de vida es continuamente estresante. Durante muchas décadas, el estrés crónico ha sido considerado como un problema de salud; se ha dedicado una cantidad enorme de investigación científica a comprender los efectos dañinos del estrés de larga duración.

Los intentos de tratar y gestionar el estrés crónico han dado lugar a un amplio movimiento por parte de los profesionales de la salud, que escribieron (y siguen escribiendo) un gran número de artículos populares para el público en general en periódicos, revistas, libros y blogs. La industria farmacéutica empezó también a producir una amplia gama de remedios antiestrés que le han reportado jugosos beneficios, al dispararse el consumo de estos medicamentos. Pero, a pesar de todos estos recursos, mucha gente sigue pensando que no se la ha ayudado suficientemente. El estrés sigue estando muy presente. Muchos piensan que nuestra sociedad es cada día más estresante y que, como resultado, los individuos están más estresados.

Quizá el problema radique en que hemos estado utilizando el mapa equivocado. Con el viejo concepto del sistema nervioso autónomo, todavía no hemos sido capaces de encontrar métodos realmente efectivos para gestionar el estrés.

Como casi todos los que trabajan en el mundo de la medicina y en la escena de las terapias alternativas, yo compartía las ideas existentes sobre el modo en que, según pensaba, funcionaba el sistema nervioso autónomo. En mi práctica clínica diaria aplicaba mis conocimientos sobre el viejo modelo de estrés/relajación de este sistema. El hecho de que mis tratamientos funcionaran me servía de confirmación de que esta nueva concepción era correcta.

Me complacía transmitir lo que había aprendido a los estudiantes que querían adquirir las diversas habilidades en terapia corporal que yo había estado utilizando con éxito. En todos mis cursos de terapia corporal enseñaba el viejo modelo del funcionamiento del sistema nervioso autónomo. Como mis clases se llenaban, fundé una escuela, el Stanley Rosenberg Institute, en Silkeborg (Dinamarca). En 1993 invité a algunos de los terapeutas a quienes había formado a que dieran algunos de los cursos introductorios, para poderme concentrar en la enseñanza de los cursos más avanzados. Con el tiempo otros profesores se hicieron cargo también de los cursos más avanzados.

La especialidad de nuestra escuela era la terapia craneosacral, que tiene su origen en el trabajo de William Garner .