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maría

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A Anto y al Tata, donde sea que estén, pues este viaje transformador empieza con sus partidas y porque nunca nadie me volvió a mirar como ellos.

Y a cada persona que resuene con esta idea de que el amor viaja a través de los vínculos y estos vienen a transformarnos.

María Luz Pilheu es Licenciada en Psicología por la Universidad del Salvador. También se especializó en trastornos de la ansiedad (ATA), en psicoterapia sistémica cognitivo-conductual y en psicoterapia infanto-juvenil (Fundación Bateson). Hizo la formación como facilitadora de Mindfulness con Christopher Willard de la Universidad de Cambridge.

Asimismo, Luz es astróloga, investigadora astrológica (Casa XI) y ha participado de numerosos cursos, talleres y congresos que constantemente amplían su formación.

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Prólogo

Virginia QuirogaAstrofeminista: periodista y astróloga

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Cuando Luz me pidió que escribiera este prólogo, llevábamos tres meses hablando vía redes sociales y cero minutos de encuentro físico. Estábamos en plena Fase 1 de la cuarentena por la pandemia de Covid-19 que azotó al mundo entero.

Siento tanto amor por los libros que la propuesta me entusiasmó mucho, pero me costó internamente el click de aceptar la tarea porque algo en sentía que no nos conocíamos lo suficiente y que la decisión era apresurada.Probablemente, también haya escuchado esa voz interior que me decía: “¿por qué yo?”, “¿qué tengo para aportar a un libro?”, “soy mejor lectora que escritora” y otras excusas. Pero ella, como buena Luna en Capri, sostuvo el proceso, comprendió los tiempos y esperó.

Les voy a spoilear el desenlace: nuestros códigos hicieron match, a las horas y horas de chat le siguieron almuerzos y atardeceres compartidos, risas, llantos, más charlas y mucha compañía… Nuestras cartas también hacen buen equipo. Su Piscis con mi Virgo, su Capri con mi Cáncer, así que puedo decir que somos alto team y que agradezco la transformación que trajo a mi vida.

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Luz es psicóloga y astróloga, se autopercibe “investigadora vincular” y no tengo dudas de que eso es. Código vivo es un viaje que nadie debería perderse, es un llamado a despertar, a dejar de pensar que somos seres totalmente independientes.

Mientras leía y ataba cabos, pensaba en el código vivo que somos y, sin querer, comencé a visualizar un Universo con líneas que interconectaban las estrellas.

Ese es el camino que podemos recorrer en este libro, el de observarnos como parte de una totalidad, como seres interrelacionados que nos influimos y nos modificamos mutuamente.

Admiro la valentía de Luz de compartir su propia historia, de mostrar su alma para hacernos parte de su investigación, que trasciende el cuerpo y los lenguajes. Porque este libro es una experiencia física, emocional y sensorial que sacude cada pensamiento y cada convicción.

Código vivo entra por los ojos y se mete en las células, en el centro del corazón y en el lagrimal. Descubrir las propias mutaciones a través de la experiencia vincular es algo que me atravesó en un nivel tan profundo y sutil que no si puedo describirlo.

Escribo esto mientras Mercurio —planeta que en Astrología representa nuestro modo de comunicarnos y la mente concreta—‒ perfecciona una conjunción con Saturno, que es quien nos habla de realidad y de responsabilidad, entre otras cosas. Una conjunción ocurre cuando dos planetas

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se juntan y se produce una alquimia que transforma sus expresiones individuales.

Con estas energías disponibles en el cielo, intento plasmar de manera realista lo que me sucedió al leer cada capítulo de esta historia de vida. Y con este mismo criterio de realidad, me asombro de la capacidad de Luz de vernos como parte de un entramado, como individuos interconectados capaces de hacer sinergia.

Esta es la misma mirada con la que abordamos una carta natal, ese código vivo inicial. Allí entendemos que no sirve de mucho saber “de qué signo somos”, porque eso es tan solo una parte de todo lo que podemos llegar a ser.

Uso mucho el concepto “ojos de turista” para sugerir a mis consultantes que se dejen sorprender por lo nuevo, como cuando viajamos a un país desconocido y hay deseo de descubrirlo. 

Así, con ojos de turista, les recomiendo leer este libro. Abiertas y abiertos a develarnos como parte de una red alquímica. A detectarnos como código vivo que muta y se renueva con el paso del tiempo y de las personas.

10 de enero de 2021

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El quiebre

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Cuando tenía veintidós años estaba saliendo con Fran. Un día me invitó al cumpleaños número veinticuatro de su amigo Marton y allí fue donde nos conocimos. Long short story, con Fran salimos poquito tiempo y evi-dentemente entre Marton y yo ese día vibró algo, porque poco después de haber cortado con Fran, este señor me agregó a Facebook… ¿vieron cuando alguien los agrega a una red social y no saben quién es, pero surge el impulso de aceptar la invitación de amistad? Bueno, así. Lo acepté y nos colgamos hablando como el día de su cumple… Me escribió porque, mientras componía con el piano, le bajó la data como un rayo para que me agregara. Así de flashero fue su impulso y yo quedé obnubilada, pues esos flashes del destino me generan intriga y ganas de saber más. Me acuerdo de eso como si fuera hoy. Él tiene Urano en I, en oposición a Marte en Casa VII. Su modo de ir por lo que quiere es creativo y puede bajar así como un rayo iluminador.

La cuestión es que, ese año, él y yo nos hicimos amigos. Conversábamos du-rante horas por chat. También tuvimos algunos encuentros de conversaciones

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muy profundas. Recuerdo que me parecía bastante loco todo, no entendía qué era eso de tener un amigo varón, de juntarnos a cenar y charlar… pues yo intuía de su parte algo de atracción pero en ese momento yo estaba en otra. Opera-ban por primera vez a mi abuelo de un reemplazo de cadera, él ya había comen-zado a olvidarse cosas y mi energía además estaba puesta a full en la facultad. Con Fran me había pegado un viaje, estaba muy enganchada y el fin del vínculo fue ultrainesperado, como mucho de lo que me sucede a nivel pareja en la vida (pues recuerden que tengo un Urano del tamaño del fantasma más temido y mucho me sucede sin esperarlo, dejándome sin aire). Recuerdo con nitidez lo que #sentipensaba en ese momento: deseaba encontrarme con alguien igual o más sensible que Fran. Registré la importancia de la sensibilidad en un hombre.

Así fue como Marton y yo fuimos amichis un par de meses, conversábamos sobre cosas que no hablaba con nadie. En el verano de 2010, cuando volví a Bue-nos Aires después de las vacaciones, nos encontramos. Entre salidas, cumplea-ños juntos, birras y una cena con peli en casa, terminamos por hacernos cargo de que nos estaban pasando cosas de otro orden y de que lo nuestro no era solo amistad. Para ese entonces, mis amigas me decían que Marton y yo no éramos amigos, que nos gustábamos, que había onda, y yo me reía con esos comentarios. Hasta ahí solo hablábamos de planes, aventuras y diversión como amigos, por-que no pasaba nada a nivel piel. Hasta que un día pasó y no nos separamos más, hasta que llegó el divorcio.

El comienzo fue idílico. Nos enamoramos a los cinco minutos, queríamos es-tar juntos todo el tiempo. Era como un amor adolescente, de esos efusivos, sin mente, puro deseo e impulso. Estábamos fascinados el uno con el otro. Él era para una novedad absoluta. Músico, cariñoso, divertido, me hacía sentir se-gura y amada, me daba estabilidad. Sucede que el señor es Sol en Tauro, Luna en Aries oposición Plutón y Ascendente Sagitario. Hablemos de intensidad y profundidad. Él estaba presente en cada detalle de mi vida, nos divertíamos mu-cho juntos, íbamos a recitales, a conciertos de música clásica, caminábamos los findes por Camino Real, el barrio donde él se crió, nos juntábamos con amigos…

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Si tengo que resaltar algo del inicio de nuestra relación, es que siempre me sentí muy contenida y acompañada.

Nos fuimos a vivir juntos al año de estar saliendo. Cuando nos mudamos a la casa de Florida, con el tiempo no solo empezamos a compartir amigos y familia, sino también una casa y dos perris, Pursah y Doris. Sí, ellas son fruto de esa rela-ción. Con la convivencia y las perris empezaron a emerger todas las realidades que Neptuno y nuestros Júpiteres en IV estaban ignorando/negando por com-pleto: Disney no existe, la realidad en pareja es mucho más compleja que dos jó-venes enamorados.

Marton y yo teníamos muchas diferencias estructurales en cuanto a identi-dad e historia familiar y, claro está, más allá de mandatos, lo que se activaba en él era un espejo de mi código expresándose, y viceversa. Les confieso que no me resulta fácil escribir esto porque hacerlo implica, en algún punto, repasar una parte de mi historia que dolió mucho. 

Él y yo creíamos ser muy diferentes, en algunas cuestiones lo somos, pero después de la separación entendimos que nos conocimos muy jóvenes, en ese proceso fuimos creciendo y nuestros caminos comenzaron a bifurcarse, pero sobre todas las cosas, nos dimos cuenta de que la rutina, la falta de diálogo y los procesos madurativos de cada uno fueron haciendo que el hechizo se rompiera. Registramos que no estábamos emocionalmente listos para lo que se venía, al menos no para hacerlo juntos.

Así fue como entre su Sol Saturno y mi Saturno en XII Ascendente y Luna Capri se armó un juego muy complejo de desarmar, tanto que nunca logramos desarmarlo o, mejor dicho, pudimos madurar y procesar lo que fue posible en aquel momento juntos. Todo lo que había empezado relajado, fluido y libre, ter-minó siendo estructura, rigidez y exigencia de ambas partes.

Las #relaciones siempre nos traen la posibilidad de madurar algún aspecto de nuestro #código y de desarrollar algo creativo en ese sentido. Sucede que para quien tiene Sol Saturno como aspecto en su carta natal, una de las posi-bilidades es que en ese juego vincular entre el Sol y Saturno sienta limitaciones

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externas cuando quiere expresarse o bien que sea él quien limite la expresión del otro. En distintos momentos de la vida esto se va poniendo en juego en los víncu-los y ¿quién mejor que yo para encarnarlo en esta etapa? ¡Ja!

Tanto Saturno te va a enfriar... Y sí, nos enfrió metafórica y literalmente ha-blando. Lo que se abría como posibilidad para madurar la función de sostén y expresión creativa juntos, terminó por manifestarse de un modo arquetípico, re-activo, y nos polarizó por completo. Se armó un juego de exigencias muy fuerte, con actitudes infantiles e inmaduras, donde ambos nos quejábamos de cuestio-nes vinculadas al compartir, al punto de encuentro.

Con tanto Saturno en mi carta natal, es imposible no pensar que mi nivel de rigidez interna en ese momento era tal que todo lo quería hacer a la perfección, casi sin margen de error, sumándole la dimensión Neptu-pisciana de mi código: que todo sea mágico e ideal… Y claramente no era así, pues... realidad. Esa ma-nera tan sesgada de percibir una relación, tan del modelo que había aprendido, intentando cumplir con expectativas que viajaron a través de generaciones y ni siquiera llegan a ser genuinas y propias… llevaron a infinitas discusiones y desen-cuentros que fueron desgastando la relación poco a poco, pero ninguno de los dos se daba por vencido. Vivíamos juntos, teníamos dos perras, familias, amigos… desarmarlo era muy doloroso, el apego era muy fuerte y también estaba implica-do el anhelo de que funcionara.

El año que falleció mi prima Anto fue durísimo en la relación de pareja. Me sentí supersola, cero comprendida. Marton estaba metido en su laburo y yo no sabía cómo pedir ayuda. Me encerré simbólica y literalmente. Cuando volvía de mi trabajo ‒—que no solo no me gustaba, sino donde además era maltratada por mi jefe, que hacía abuso de poder—, me encerraba en el dormitorio a comer y ver tele. Sí, me deprimí. Mis perras arañaban la puerta del cuarto. Yo no quería que entraran. Quería estar sola. Estaba ofuscada con la vida pero necesitaba más amor y abrazos que nunca. Tan metida en el mecanismo Luna Capri esta-ba, que no podía pedir y lo que se manifestaba cuando más refugio necesitaba, era justamente frío, distancia y exigencias para que estuviera mejor, pero no

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