Edison Mesías Quilumba Carcelén

 

Me olvidé de vivir

 

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Primera edición: julio de 2018

 

© Grupo Editorial Insólitas

© Edison Mesías Quilumba Carcelén

 

ISBN: 978-84-17467-20-3

ISBN Digital: 978-84-17467-21-0

 

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COMENTARIOS

No resulta fácil hacer un comentario sobre la creación literaria del Ibarreño Edison Quilumba, hombre de tez morena que habita agarrado a las cuerdas del tiempo y disfruta haciendo lo que más le gusta… escribir, enarbolando la bandera del recuerdo y de historias vivenciales.

 

Una novela con la trama de ME OLVIDÉ DE VIVIR, nos da una visión en la realidad patética y dramática para luego hacernos atisbar la dimensión trágica de la vida. Parecería que el autor nos abre las puertas mágicas de la fantasía, pero del todo no es así, porque nos sumerge en lo más recóndito de su intimidad, dejando al descubierto los abismos de su corazón enamorado de esos amores imposibles como Lupita y Haydee.

Aquí, el escritor desarrolla fórmulas distintas en su intento de penetrar por los senderos inéditos, iniciando su constante búsqueda en lo cotidiano. Todo le es permitido, menos perder el hilo con el cual une umbilicalmente al lector, a quien inevitablemente destina su trabajo.

Como tratando de recomponer con las mil piezas de un rompecabezas y varias de ellas se han perdido en los cipreses de su historia, donde las raíces penetran hondamente en la tierra y en el tiempo y las ramas se extienden en busca de horizontes y futuro, Edison Quilumba, deja al descubierto en la corteza de su alma, episodios de presencia y de ausencia, de llegada y de partida, de comedia y tragedia; exactamente, más allá de las posibles coincidencias con la realidad, cuyo secreto ya ha sido revelado.

La obra, definitivamente inclina mi juicio a su favor, porque evidencia que en sus páginas palpita la vida con médula y sangre auténticas en sus personajes que ante todo son seres humanos empeñados en seguir la huella de su destino que para algunos es desafío, fuerza, silencio, ternura, amor, revelaciones, vuelo, muerte y, en esta misma línea podría sostener que de una u otra manera, todos aquellos personajes que pueblan las páginas de ME OLVIDÉ DE VIVIR, no son nada ficticios.

En definitiva me atrevo a decir que para escribir, hace falta haberse dejado golpear por la vida y, luego de eso, si queda la alegría de vivir, se tiene derecho a escribir.

Edison Quilumba está consciente que escribir es un oficio duro que demanda sufrimiento y constancia; esa es la tarea con la cual orienta su filosofía de vida. Como un minero, extrae trabajosamente el metal que forja su obra. Su labor es ardua, dura; seguramente incomprendida. Sumergido en la soledad hundiendo sus negras manos en el teclado y en el fango del tiempo, para sentir que la sangre corre por su cuerpo desafiando las limitaciones físicas que no le impiden seguir trotando por el mundo de la palabra. Aún le sobra la alegría de vivir y de escribir para contarnos de sus andanzas de amores y desamores; librándose personalmente del fantasma de la invalidez, enrumbando a sus lectores, por nuevos horizontes y convocándolos a encontrar las cosas más humildes que valoran lo sublime aunque de manera contradictoria nos diga ME OLVIDÉ DE VIVIR

 

Escritor: Luis Espinoza Medina.

 

 

PRÓLOGO

La vida, en sí, es una gran novela. Si cada persona se decidiera a narrar los acontecimientos de su existencia, habrían tantos Best Sellers como habitantes hay en el planeta.

Esta es la impresión que sentí al leer Me olvidé de vivir, de mi gran amigo, Edison Quilumba.

Los rasgos autobiográficos son una peculiaridad de sus obras y ME OLVIDÉ DE VIVIR no ha sido la excepción. En ella desfilan con singular sencillez y realismo las escenas de otro capítulo de su azarosa vida, donde se conjugan amor, amistad y dolor en armoniosa simbiosis para darnos como resultado un impresionante drama humano que, por ser producto de las vivencias de su autor, dejan un amargo sabor en la boca al comprobar cuán importante es la lucha por sobrevivir, amar y ser amado, en un mundo plagado de egoísmo, malicia, corrupción y utilización de los sentimientos más nobles del ser humano para beneficio de unos pocos.

En esta novela se aprecia la evolución sostenida de Edison Quilumba, desde un romanticismo juvenil de DOS MILAGROS POR UN AMOR, pasando por un acercamiento a la realidad en. SOLEDAD, para concluir en ME OLVIDÉ DE VIVIR, sumergiéndose en una especie de denuncia social ante tanta corrupción e injusticias.

No podemos negar un dejo romántico, especialmente cuando la nostalgia de su amor perdido o la ternura del nuevo amor inundan su alma.

ME OLVIDÉ DE VIVIR es la continuación de DOS MILAGROS POR UN AMOR. En ella se narran los avatares del protagonista, quien «huyendo de sí mismo» se embarca en una nueva aventura, quizá más triste y desgarradora que la anterior.

Santo Domingo de los colorados y Milagro son las ciudades donde se desenvuelven la trama de esta historia. En la primera conoce a José Aguirre, agente secreto de policía, poseedor de nobles cualidades tan venidas a menos en la moderna sociedad globalizadora, egoísta y excluyente.

Una profunda amistad surge entre estos personajes, complementada con la pícara y locuaz presencia de Julio Zambrano y la compresiva solidaridad de Mónica Valdiviezo, esposa de José.

El amor esquivo, fuerte e imposible aparece nuevamente en la vida del protagonista bajo la imagen de una sugestiva mujer, presa de la injusticia del sistema y la maldad de los hombres. Esta es Haydee, joven sumergida en el tormentoso mundo de la prostitución por la presión y amenazas de «Culebra «, delincuente sanguinario a quien no le tiembla la mano a la hora de cometer sus crímenes, bien sea en contra de un niño, un adulto, una desamparada anciana o un agente de policía.

Las circunstancias hacen que José y Julio se involucren en la persecución de una banda de criminales que días antes habían asaltado el Banco Continental de la ciudad de Milagro, en cuyo intento muere el agente José Aguirre a manos de «la culebra» que resulta ser el jefe de la banda.

Mientras tanto, HAYDEE desaparece súbitamente y las «coincidencias del destino» hacen que nuestro protagonista la encuentre casualmente en un cabaret sucio y nauseabundo, dedicada al comercio de su cuerpo.

Es allí donde los sentimientos de Edison sufren un sacudón emocional ante la disyuntiva de despreciarla o perdonarla.

Al conocer las razones por las cuales esta mujer se ve forzada a prostituirse. Su amor crece a grado sumo, pero también su impotencia al descubrir que es «la maldita culebra» quien explota a esta chica obligándola a venderse para saciar su adicción al »maduro con queso», una mezcla de cocaína y marihuana.

Para completar las tribulaciones del joven enamorado descubre que José Aguirre fue asesinado a manos de «la culebra».

Los acontecimientos se deslizan repentinamente y el trágico fin sorprende al protagonista quien nuevamente pierde las ilusiones, la sed de amar y la fe.

 

Ing: WILSON RUALES

 

 

CAPÍTULO I

Era la una de la mañana. Una breve llovizna bañaba las calles de Santo Domingo de los colorados. La espesa neblina se asemejaba al manto de una novia que se paseaba de arriba abajo seduciendo el silencio de la noche fría, que se proyectaba interminable y no es posible divisar a más de cinco metros de distancia.

Las calles estaban solitarias; solamente la voz aguardentosa de la gente trasnochada se mezclaba con el silencio de la madrugada.

Confundiéndome en la oscuridad, caminaba con pasos firmes. Mi figura demacrada me hacía ver como fantasma.

Iba absorto, cavilando en mis propios pensamientos hasta cuando una voz fuerte con mezcla de amabilidad me sacó de la meditación. Las ideas se me cruzaban cual saeta.

 

–Caballero, buenos días, ¿puedo ayudarle en algo?

–Claro que puede ayudarme: soy forastero en esta ciudad y busco donde pasar las horas y no encuentro un hotel para hacerlo.

–A la vuelta queda un hotel; lo llevaré, me dijo amablemente.

Con un movimiento de la cabeza acepté y dejándome guiar por el desconocido, seguí sus pasos hasta el hotel.

Acercándose a la recepción dijo el desconocido:

–Buenos días.

–Buenos días, agente Aguirre; contestó el asistente, respetuosamente; luego preguntó.

– ¿En qué puedo servirle?

–Deseo una habitación para que pase unas horas este caballero.

Sin detenerse contestó el asistente.

–Lo siento, agente Aguirre, no queda ni una habitación: usted sabe que los fines de semana hay mucha gente.

Molesto con migo mismo, le di las gracias:

–De todos modos le agradezco la intención de ayudarme.

Mirando el reloj dije:

–Ya son las dos de la mañana, me quedaré en el parque hasta que amanezca.

Con una expresión burlesca me contestó el desconocido:

–Con ese equipaje y ese traje fino que luce, en el parque amanecerá desnudo.

Aproximándose a mí, dijo:

– Tome mi mano, me llamo José Aguirre, seremos amigos, conozco esta ciudad como la palma de mi mano; hay mucha delincuencia; vamos a mi departamento, podrá descansar tranquilamente.

Su ofrecimiento me turbó un poco. Me pregunté si podría confiar o no en este desconocido. Con la mirada revisé mi equipaje y sin oponerme acepté la invitación de José, quien no se había fijado en mi deficiencia física.

–Mucho gusto, mi nombre es Edison; gracias por ayudarme; Dios le puso en mi camino.

Como si mi pierna derecha le pidiera permiso a la izquierda para dar un paso, cojeaba.

Esta deficiencia física me atormentaba el alma, pero las amistades que encontraba me hacían olvidar de este martirio.

Tal vez, dándose cuenta José de mí dificultada para caminar, abordó un taxi. Según pude darme cuenta, su departamento no estaba muy distante. Al llegar intenté pagar la carrera, pero él me impidió diciendo:

–Usted es mi invitado, por lo tanto, yo pago; no se preocupe; pase, siga con toda confianza, siéntase como en su casa.

Seguí hacia el interior del departamento y colocando el equipaje bajo mis pies, tomé asiento en el sillón más próximo.

José continuó hacia una habitación con la puerta entreabierta y abriéndola por completo exhaló un suspiro que parecía salirle desde el fondo de su pecho.

Dejando lucir en su rostro una expresión nostálgica, me dijo con su voz entrecortada:

–Aquí descansara, caballero; hay una cama con sabanas limpias; venga, deje su equipaje y si no está cansado, conversemos un poco para conocernos mejor.

 

Me puse de pie y de inmediato puse el equipaje cerca de la cama y, al disponerme a salir distraje mi atención mirando una foto gigante de un bebé de aproximadamente un año de nacido. José se volvió a la sala y cuando regresó tenía en las manos una botella de licor, de la cual al parecer, ya había tomado un sorbo.

–Sírvase un trago, amigo; ayúdeme a sacar esta pena que desde hace rato me está matando.

Dejó verter una considerable porción en una copa y la extendió. Sin pensarlo dos veces la llevé a la boca. Sonriente me dijo:

–Esa verraquera me gusta cuando se trata de echarse un trago.

–Me sirvió una porción superior a la primera y al tiempo que la llevaba a la boca le dije:

– Estoy huyendo de mí mismo, pero cuénteme lo que le sucede:

Poniéndose de pie me dijo:

–Me sucede de todo, amigo.

Caminando hacia una esquina de la sala, sacó de su cinto una enorme pistola calibre 38. Colocándola cuidadosamente en uno de los cajones del armario, dijo:

–Para libar hay que estar desarmado. No se asuste, Edison; soy agente de policía; desgraciadamente esta profesión no es de mi agrado, ni va con mi personalidad.

– No le comprendo, José; saber elegir una profesión es muy importante; ¿no se da cuenta que eso es parte de nuestra vida? De eso depende sentirnos fracasados o realizados.

Sirviéndome otro trago dijo:

–Es verdad, Edison; yo me siento fracasado; tuve otros sueños y ahora tengo una profesión que me apesta, pero esta es una historia muy larga de contar.