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Francisco de Quevedo

Sueño de la muerte

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9816-213-4.

ISBN ebook: 978-84-9897-760-8.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

«Soñando» 7

A doña Mirena Riqueza 9

A quien leyere 10

Discurso 11

Libros a la carta 49

Brevísima presentación

La vida

Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645). España.

Hijo de Pedro Gómez de Quevedo, noble y secretario de una hija de Carlos V y de la reina Ana de Austria. Francisco de Quevedo estudió con los jesuitas en Madrid, y luego en las universidades de Alcalá (lenguas clásicas y modernas) y Valladolid (teología). Tras su regreso a Madrid tuvo la protección del duque de Osuna, con quien viajó a Sicilia en 1613.

Osuna fue nombrado virrey de Nápoles y Quevedo ocupó su secretaría de hacienda y participó en misiones políticas contra Venecia promovidas por su protector. Cuando éste cayó en desgracia Quevedo sufrió destierro y prisión, pero regresó a la corte tras la muerte de Felipe III. Durante años tuvo buenas relaciones con Felipe IV, aunque no consiguió ganarse la simpatía de su favorito, el conde-duque de Olivares. Se especula que dejó bajo la servilleta del monarca el memorial contra Olivares titulado «Católica, sacra, real Majestad», lo que motivó su detención en 1639. Se cree, en cambio, que terminó en un calabozo del convento de San Marcos de León, donde estuvo hasta 1643, víctima de una conspiración.

Murió en Villanueva de los Infantes.

«Soñando»

Los sueños, obras satiricómicas, compuestas entre 1606 y 1623, son narraciones de inspiración Lucianesca donde se pasa revista a diversas costumbres, oficios y personajes populares de su época. Estos son El sueño del juicio final, El alguacil endemoniado, El sueño del infierno, El mundo por dentro y El Sueño de la muerte, conocido también como la visita de los chistes. En los Sueños, Quevedo hace una sátira de las distintas profesiones o estados sociales: Juristas, médicos, carniceros, hidalgos, poetas, astrólogos, para terminar hablando de los malos practicantes de las distintas religiones. Entran entonces en escena Mahoma, Lutero y Judas.

A doña Mirena Riqueza

Harto es que me haya quedado algún discurso después que veo a V.M., y creo que me dejó este por ser de la muerte. No se lo dedico porque me lo ampare; llévosele yo, porque el mayor designio desinteresado es el mío, para la enmienda de lo que puede estar escrito con algún desaliño o imaginado con poca felicidad. No me atrevo yo a encarecer la invención por no acreditarme de invencionero. Procurado he pulir el estilo y sazonar la pluma con curiosidad. Ni entre la risa me he olvidado de la doctrina. Si me han aprovechado el estilo y la diligencia he remitido a la censura que V. M. hiciere dél si llega a merecer que le mire, y podré yo decir entonces que soy dichoso por sueños. Guarde Dios a V. M., que lo mismo hiciera yo. En la prisión y en la Torre, a 6 de abril 1622.

A quien leyere

He querido que la muerte acabe mis discursos como las demás cosas; querrá Dios que tenga buena suerte. Este es el quinto tratado al Sueño del Juicio, al Alguacil endemoniado, al Infierno y al Mundo por de dentro; no me queda ya que soñar, y si en la visita de la muerte no despierto, no hay que aguardarme. Si te pareciere que ya es mucho sueño, perdona algo a la modorra que padezco, y si no, guárdame el sueño, que yo seré sietedurmiente de las postrimerías. Vale.