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Francisco Hitos

Mártires
de La Alpujarra

Créditos

ISBN rústica: 978-84-96428-07-2.

ISBN ebook: 978-84-9897-753-0.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 11

La vida 11

La crónica 11

Declaración del autor 13

Fuentes históricas 15

Capítulo I. Razón de este libro 19

Párrafo único. Los deseos de Dios, de los prelados, de los historiadores y de los mismos mártires. Trabajos de los arzobispos don Pedro de Castro y don Diego de Escolano. Fin de estas páginas. Forma adoptada en su redacción. Algunas deficiencias en el Memorial de Escolano. Voluntad de la Iglesia en esta materia 19

Capítulo II. La Alpujarra 22

Párrafo I. Por vía de introducción. Cambio de aspecto. Descripción topográfica de esta región. Sus productos. Su historia. Sublevaciones en tiempo de los árabes. Último período de la reconquista. Guerras de la Alpujarra. Conducta del rey Fernando, de Carlos V y de Felipe II. Última rebelión de los moriscos alpujarreños 22

Capítulo III. Causas de la rebelión 26

Párrafo I. Concesiones de los reyes y deseos de los prelados. Fray Hernando de Talavera y Jiménez de Cisneros. Numerosos convertidos. Resistencias y castigos. Alzamiento en el Albaicín. Ascendiente maravilloso del arzobispo sobre los moriscos. Oportuna intervención del conde de Tendilla. Conducta de los reyes en estos acontecimientos. Alteraciones en algunos lugares de la provincia y serranía de Ronda. Determinación del rey con los que rehusan convertirse 26

Párrafo II. Falsía de los moriscos en su conversión. Desprecio de las prácticas cristianas. Manejos políticos y tratos con turcos y berberiscos. Disposiciones de doña Juana acerca del traje morisco. Visitadores eclesiásticos y sus informes. Junta de teólogos. Por orden del emperador examina estos informes y los capítulos de las paces. Fallo de esta Junta. Contradicen los moriscos. En vista de sus ofrecimientos no se urge el cumplimiento de las disposiciones de la Junta 30

Párrafo III. Otras disposiciones contra los moriscos. Sus relaciones con el asunto principal. Consecuencias de su aplicación. El arzobispo don Pedro Guerrero lleva el negocio al papa. Felipe II manda celebrar un sínodo al que acuden los sufragáneos del arzobispado. Sus determinaciones son llevadas al Consejo Real. Se urgen de nuevo antiguas disposiciones. Nueva Junta constituida por el rey. Capítulos de esta Junta sobre la reforma de los moriscos. Se ordena su aplicación 33

Párrafo IV. Justificación de las medidas contra los moriscos. Daños de las dilaciones. Los mismos reyes Católicos rectifican su conducta. Lenidad de reyes y prelados en su aplicación. No se podía transigir con sus costumbres y vicios. Engreimiento de los moriscos. Sus esperanzas en el auxilio de turcos y berberiscos. Profecías y revelaciones de los alfaquíes predicen gran victoria para los moriscos. La conjuración. Ocho mil hombres empadronados. El levantamiento en la ciudad y en la Alpujarra. Abenfaraz y Abenhumeya. Persecución sangrienta 37

Capítulo IV. Martirio de los Sacerdotes 44

Párrafo I. Las prisiones 44

Párrafo II. El precipicio y la garrucha 51

Párrafo III. Los tormentos 52

Párrafo IV. Los tormentos 58

Párrafo V. Los tormentos 63

Párrafo VI. Los tormentos 65

Párrafo VII. Los tormentos 70

Capítulo V. Los cristianos viejos 79

Párrafo I. Ujíjar. Su importancia. Las tres torres de defensa. Incendio de una torre y muerte de muchos. Imprudencia del alcalde y sus con secuencias. Espectáculo sangriento. Contraste. Más de una hora de matanza. Oraciones e imprecaciones. Dolorosas escenas de las mujeres cristianas y algazara de la morisca. Nuevo y terrible tormento. Martirio del alcalde. Oración de los mártires a la Virgen del Martirio. Las mujeres esclavas y mendigas. Insigne caridad de una morisca 79

Párrafo II. Berja. Los cristianos y las torres de refugio. Falsía del enemigo. Profanaciones y sacrilegios en el templo. Un Cristo azotado y una Virgen ultrajada. El cielo abierto entre resplandores. El patíbulo en la plaza. Varias horas de matanza. Los nombres de Jesús y de María provocan la iras agarenas. Almas heroicas en cuerpos desfallecidos. La sangre corre a arroyos. Pormenores de algunos martirios y nombre de las víctimas. La contraseña de unos doblones 85

Párrafo III. Huécija. Doscientos cristianos se encierran en el convento. Amenazas de incendio. Durante el saqueo se acogen los cristianos a un castillo más fuerte. Falsas promesas del enemigo. Fuego a la torre. Retíranse al aposento más alto. Lágrimas y oraciones ante un crucifijo. Húndese el aposento y mueren el gobernador, los frailes y muchos cristianos. Llegan los de Terque, y sus crueldades. Martirio de varios cristianos y sus nombres. Más víctimas 88

Párrafo IV. Andaraz. Nechite. Mecina Bombarón. Jubiles. Paterna. Pórtugos. Pitres 92

Párrafo V. Dalías. Mecina Fondales. Picena. Murtas. Canjáyar. Padules. Fondón. Ohanes 95

Párrafo VI. Lanjarón. Laroles. Bayárcal y Joprón. Bérchul. Jubar. Alcujerio. Cónchar y Poqueira. Válor. Terque 100

Párrafo VII. Jorairátar. Soportújar. Santa Cruz. Gérgal. Canjáyar. Cobda o presidio. Serón y Tíjola. Files y Vizar 108

Capítulo VI. Las cristianas viejas 115

Párrafo I 115

Párrafo II 118

Párrafo III 121

Párrafo IV 125

Párrafo V 128

Capítulo VII. Gonzalico, Melchorico y otros niños mártires 131

Párrafo I. Pequeños héroes de la Iglesia. Prendas sobrenaturales de Gonzalico. Naturaleza y educación. Su concepto del martirio. Admiración de sus contemporáneos. Apóstol entusiasta del martirio 131

Párrafo II 134

Párrafo III. Sepultura y huesos de Gonzalico. Examen y juicio de los cirujanos. Un recuerdo a su madre 137

Párrafo IV. Melchorico, discípulo aprovechado de Gonzalico. Su madre le esconde y él se descubre intrépido. Su muerte gloriosa. Otro niño mártir espontáneo. El niño Pedro predica en Pitres la cruzada del martirio. Misión sobrenatural de algunos niños. Treinta niños que huyen de Berja. Exhortación de uno de ellos a sus compañeros. Son martirizados cerca de Laujar. Arrojados a un aljibe. Prodigios en el lugar de sus huesos 139

Párrafo V. A las prisioneras de Berja se las arrebatan para el martirio trece niños. Otro predicador improvisado. Doce niños más son sacados de la iglesia de Andarax. Añádense otros cuatro. Todos mártires. Odio morisco insaciable. El niño Hernandico en Canjáyar degollado, cortada la cabeza y quemado. Dos acólitos de Ujíjar torcidas las cabezas y destrozados a golpes sobre las piedras. Dos niños en Murtas desgarrados y estrellados. Varios niños mártires. Muerto a estocadas por llorar a su abuelo. Muchos niños mártires ignorados. Nadie prevaricó 143

Capítulo VIII. Las moriscas mártires 147

Párrafo único. Almas privilegiadas. Madres de sacerdotes mártires. Brava condición puesta al servicio de Dios. La madre del B. de Pitres. Amor de madre. Fe más fuerte que el amor. Exhortación al martirio. Muerte tan lenta como cruel. Morisca vieja de Dalías. Intrepidez con los profanadores del templo. Córtanle la cabeza. Catalina de Arroyo, madre del B. Ocaña. Anímale a morir mártir. Es entregada Catalina a la furia de las moriscas. Inés de Escabias. Gran empeño en pervertirla. Se muestra incorruptible. Muere encomendándose a la Virgen. Confusión y vergüenza de los suyos 147

Capítulo IX. La Virgen del Martirio 152

Párrafo I. Origen de esta advocación. La Virgen de las Angustias y la del Martirio, hechos providenciales. Historia del Martirio milagroso. Arrojada a un pozo. Hallazgo después de muchos años. Discrepancias en este hecho 152

Párrafo II. Crece la devoción. Disposiciones del Ayuntamiento. Voto de celebrar la fiesta con solemnidad todos los años. El Clero de acuerdo con el Municipio. Personas que asisten al cabildo. Gran incremento que adquiere la fiesta con el tiempo. Abogada en las desgracias de fuego y agua. Misterios y realidades encerrados en su nombre. Esperanza de la beatificación de los mártires 155

Capítulo X. Los prodigios 160

Párrafo I. Prodigios y milagros. La intervención sobrenatural. Revelación a san Alonso Rodríguez en Segovia. Dos bestias formidables profanando el templo. Significación de la visión. Consoladora visión a los de Berja. Visión de don Pedro de Castro. Aparecen gloriosos los sacerdotes martirizados en esta rebelión. Quejas de éstos al prelado granadino. El prelado abre información sobre los martirios 160

Párrafo II. Procesiones nocturnas de luces, y otras señales en Bayárcal. El testigo Juan Muñoz por Pascua de Navidad ve cruz, pendón y luces. Testimonio del Presbítero Salvador Dorador sobre lo visto por él y otras personas en diversas épocas. Catalina Murillo, entre otras cosas extraordinarias, refiere una procesión de luces que salía de noche de la iglesia y sacristía, espectáculo de gran consuelo. Francisca Beltrán ve una cruz luminosa sobre el tejado de la iglesia y en otra ocasión vio juntamente con su hijo una cruz como de plata. Miguel López ve una procesión a media noche de luces que ora aparecían, ora se apagaban, que salía del aljibe de los mártires. Parecidos fenómenos ve de noche viniendo de Paterna, Catalina Ruiz. Las luces como medio de descubrir reliquias, cosa ordinaria en la Historia de la Iglesia. Otros prodigios 164

Párrafo III. Las reliquias. ¡Los cristianos a las fieras! Tres mil cristianos insepultos. El soplo de la ira de Dios. Reliquias de Alcutar. Enterrados unos cadáveres por los soldados del marqués de Mondéjar, son descubiertos en 1654 con sangre fresca. El arzobispo Argaiz ordena se guarden en arca con llave las reliquias. Vicisitudes en su conservación. Don Juan Leiva abre nueva información. Otras señales sobre estas reliquias, luces, cantos angélicos, los morales paralizados en su desarrollo y crecimiento 168

Capítulo XI. ¿Fueron verdaderos mártires? 175

Párrafo I. Importancia suma del tema. La primera dificultad. Carácter de la rebelión. La abjuración exigida. Destrucción de las iglesias y monasterios. Primer período de la guerra. Beato Marcos Criado, mártir. Doctrina de santo Tomás sobre el martirio. Condiciones exigidas por el cardenal Cayetano. Testimonio de Antolínez. El Monasterio de Cardeña. El martirio supera las fuerzas naturales. Lo que pide el derecho Canónico 175

Capítulo XII. Justicia de Dios 183

Párrafo único. La sangre de Abel clama al Cielo. Muerte de Aben Humeya y Aben Abóo. Triste suerte de Aben Ferax. Visible muestra de la justicia de Dios. El monstruo humano. El camino de la expiación. Dispersión de los moriscos. Despoblación de la Alpujarra. Expulsión de los moriscos de España. Nuevas y terribles expiaciones 183

Libros a la carta 191

Brevísima presentación

La vida

Francisco Antolín Hitos (Monachil, Granada, 2 de septiembre de 1868. España).

Entró en la Compañía de Jesús el 2 de diciembre de 1880, y alcanzó el grado de Coadjutor espiritual el 2 de febrero de 1903. Murió en la década de 1930.

La crónica

Este libro es una crónica muy documentada de las rebeliones de la Alpujarra durante el siglo XVI. Escrito tiempo después, su autor estaba en posesión de numerosos datos y de una perspectiva más historicista. El libro compendia, desde una perspectiva cristiana, muchos de los testimonios clásicos sobre las rebeliones acontecidas tras la conquista de Granada. Mártires de la Alpujarra es junto a Capitulaciones de la Guerra de Granada y la Historia de la guerra de Granada, un texto de referencia para comprender las guerras y los conflictos entre el mundo islámico y el cristiano durante los siglos XV y XVI.

Aquí se describe una época turbulenta y poco conocida de la historia de España. Mientras la nación incrementaba sus dominios en América atravesaba un complejo proceso de integración, exterminio y confrontación entre las diversas comunidades que la integraban. Sorprende, desde la perspectiva de la historia oficial, que, cien años después de la entrada en Granada de los reyes católicos, se impusiesen restricciones como las siguientes:

Mandáronles quitar la lengua, y el hábito morisco, y los baños: que tuviesen la puerta de su casa abierta los días de fiesta, y los días de viernes y sábado: que no usasen las leylas y zambras a la morisca: que no se pusiesen alheñas en los pies, ni en las manos, ni en la cabeza las mujeres: que en los desposorios y casamientos no usasen de ceremonias de moros, como lo hacían, sino se hiciese todo conforme a los que nuestra santa Iglesia lo tiene ordenado: que el día de la boda tuviesen las casas abiertas, y fuesen a oír misa: que no tuviesen niños expósitos: que no usasen de sobrenombres de moros, y que no tuviesen entre ellos Gacis de los Berberiscos, libres ni cautivos.

Declaración del autor

Dada la naturaleza de los hechos que en este libro se refieren, y el carácter sobrenatural que en muchos casos parecen tener los acontecimientos, el autor declara cómo en ningún caso quiere prevenir el juicio de la Iglesia, sino que se atiene en todo a su fallo, suspendiendo su parecer hasta tanto ella dé su resolución en todo, a la cual previamente se somete.

Su carácter de historiador fiel e imparcial pedía de él la más estricta fidelidad en relatar los hechos, tal cual se encuentran referidos en las actas jurídicas de los martirios y autores de nota, los cuales a su vez escriben lo que en dichas actas encuentran o recogieron de boca de testigos fidedignos.

No se podía, pues, desfigurar los hechos, sino trasladarlos al papel tales cuales se encuentran; esperando siempre, como no podía menos, lo que la Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, sobre todo ello determine, poniendo para consuelo de los cristianos el sello de su autoridad apostólica. Y todo ceda en honor y gloria de Dios, de Nuestra Señora la Virgen Santísima y de tan valerosos cristianos que no dudaron en ofrecer su vida por Jesucristo.

Fuentes históricas

1.º El documento más autorizado es el que en la obra va citado con el nombre de Actas de Ujíjar, y su título es el siguiente: (Este es un traslado bien y fielmente sacado de autos, y diligencias Fhos. por el año pasado de 1668, en virtud de comisión del Mmo. don Diego Escolano, dignísimo arzobispo de Granada, por el señor doctor don Juan de Leiva, capellán doctoral de su majestad en la Real Capilla de esta Ciudad de Granada, y visitador general de este arzobispado, después capellán mayor en la Real Capilla, y de allí obispo de Almería, del Consejo de Majestad en orden a la justificación de los martirios, que padecieron los cristianos viejos eclesiásticos y seculares del partido de las Alpujarras en la rebelión y levantamiento de los moriscos de este reino por el año pasado de 1568).

Como esta copia está hecha por notarios, con carácter de documento público, y bajo su firma, no cabe dudar de la fidelidad de la copia, que por otra parte tiene la inmensa ventaja de estar escrita en letra más legible que el original que se conserva en el archivo de Secretaría de Cámara. Como además está más ordenado este trabajo, por haber sido encuadernadas estas actas de Ujíjar, ofrece más ventaja para el autor; fuera de que las del Archivo, no se me hubiese concedido tal vez permiso para tenerlas en mi poder. El ejemplar manuscrito en cuestión se conserva en el archivo parroquial de Ujíjar.

2.º La segunda parte histórica, en la cual se aprovechan muchísimos datos de las Actas, es el Memorial del arzobispo Escolano, cuyo título es como sigue: (Memorial a la reina nuestra señora cerca las muertes que en odio de la fe y religión cristiana dieron los moriscos rebelados a los cristianos viejos y algunos nuevos, residentes en las Alpujarras de este reino de Granada, en el levantamiento del año 1568, por Diego, indigno arzobispo de Granada. Impreso en Granada en la imprenta real del licenciado Baltasar de Bolívar, impresor del Santo Oficio. Año 1671).

Además de este ejemplar castellano, del que ya hoy solo queda algún que otro ejemplar, existe en el Seminario uno latino más raro aún, y debe ser copia del que fue mandado al pontífice.

3.º Justino Antolínez, arcediano de Granada, y abad del Sacro Monte, escribió una Historia Eclesiástica de Granada, que no llegó a publicarse, pero cuyo original se conserva en el Sacro Monte. Dedica a los mártires unas cincuenta páginas, y dice textualmente acerca de ello: «Materia buscada con algún cuidado y diligencia, y hallada con dificultad, parte en algunos papeles, que en medio de tanta confusión como hubo en este reino se escribieron por orden de nuestro prelado, tan confusos como el tiempo que corría, y parte por las informaciones que yo hice jurídicamente por mi persona y por la del doctor don Pedro de Villa-Real, visitador general de este Arzobispado y obispo de Nicaragua».

Según sus palabras debió tener en su poder las informaciones que mandó hacer don Pedro de Castro, y que este prelado llevó sin duda consigo a Sevilla, en donde las consultó el autor de la vida del beato Marcos Criado, según lo asegura él mismo. No he tenido igual suerte, y por más que se han buscado en Sevilla en diversas partes, no aparecen. No fue poca fortuna el que las conociera Antolínez y tomara las noticias que nos da en sus escritos.

4.º «Historia de la rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada, dirigida a don Juan de Cárdenas y Zúñiga, conde de Miranda, marqués de la Bañeza, del Consejo de Estado del rey nuestro señor y su presidente en los dos reales consejos de Castilla y de Italia. Hecha por Luis del Mármol Carvajal, andante en corte de su majestad. En Madrid, en la imprenta de Sancha, año de 1797.»

5.º «Historia Eclesiástica de la nombrada Gran ciudad de Granada por don Francisco Bermúdez de Pedraza, canónigo tesorero de la santa iglesia Catedral, año 1637.»

6.º «Historia de Granada, comprendiendo la de sus cuatro provincias: Almería, Jaén, Granada y Málaga, desde remotos tiempos hasta nuestros días; escrita por don Miguel Lafuente Alcántara, Granada, Imprenta y librería de Sane, Calle de la Monterería, n.º 3, 1843.»

7.º «Historia de los Heterodoxos españoles por el doctor don Marcelino Menéndez Pelayo, catedrático de literatura española en la Universidad de Madrid.»

8.º Camargo, Conversión de los moriscos.

9.º Camargo, Expulsión de los moriscos.

10. Cabrera, Historia de Felipe II.

11. Illescas, Historia pontifical.

12. Vander, Don Juan de Austria.

13. Herrera, Historia general.

14. Bleda, Crónica de los moriscos.

15. Vander, don Felipe el Prudente.

16. F. J. Simonet, Cuadros históricos y descriptivos de Granada.

Capítulo I. Razón de este libro

Párrafo único. Los deseos de Dios, de los prelados, de los historiadores y de los mismos mártires. Trabajos de los arzobispos don Pedro de Castro y don Diego de Escolano. Fin de estas páginas. Forma adoptada en su redacción. Algunas deficiencias en el Memorial de Escolano. Voluntad de la Iglesia en esta materia

Ofrecemos al público la historia de los mártires de la Alpujarra, en tiempo de la Rebelión de los moriscos. Y sale a luz con tales circunstancias, que no me cabe duda lo quiere Dios así. Porque en esto satisfago a un vehemente deseo de muchos historiadores y prelados y de los mismos mártires. Y aún podíamos también añadir al de todos los contemporáneos de los mártires y sus descendientes, que en tanta veneración los tuvieron y tanto empeño desplegaron en transmitir a las generaciones posteriores, con sus declaraciones, la memoria de sus nombres y los pormenores de sus muertes. Trabajaron con el fin de verlos en el catálogo de los mártires por lo menos el arzobispo don Pedro de Castro, cuando movido por la celestial aparición de aquellos sacerdotes que se quejaron del olvido en que se les tenía, abrió la primera información sobre sus martirios. Y de lamentar es que por su traslado a Sevilla quedase sin llevar a feliz término esta gloriosa empresa. Con más cuidado aún si cabe, emprendió de nuevo esta tarea el arzobispo don Diego de Escolano, enviando a su Provisor por toda la Alpujarra, a recoger declaraciones juradas en todos los pueblos en los que se conservaba memoria de ellos. Y fruto de estas investigaciones fue el Memorial que envió a Roma y a la reina doña Mariana, con la historia de los martirios.

Sin que sepamos por qué causa, esto cayó de nuevo en el olvido. Y recientemente el señor Meseguer y Costa, según mis noticias, mandó copiar el libro manuscrito, que se conserva en Ujíjar con las actas de los mártires, y lo envió a Roma también, sin que sepamos de ulteriores diligencias sobre esto.

Los historiadores, que son como el eco de su época abogan igualmente por esto mismo con tan ahincado empeño en algunos, que llegan a condenar con acerbas censuras a los prelados, porque no se dieron traza, ni se ocuparon en incoar y seguir adelante el proceso de beatificación.

Hora es ya de declarar más lo arriba indicado, a saber: el fin que tuve al escribir estas páginas, que no fue otro sino preparar el terreno, y ayudar a que se solicite de Roma la beatificación de los mártires. Causa tanta extrañeza a todos los que tienen alguna noticia de los martirios, que hasta el presente no se haya hecho nada en orden a su beatificación, que parece muy natural se den facilidades para el proceso. A mi juicio, la historia de los mártires dará a conocer a todos el tesoro que posee la diócesis granadina. Su conocimiento despertará en mucha gente la devoción a los mártires. Se fomentará la fe y confianza en su patrocinio, se animarán muchos a pensar se trabaje por su beatificación. Y la misma historia dará a conocer las fuentes de donde están tomados los datos, cosa que facilitará sobremanera el incoar el proceso. A mi modo de ver, el enviar a Roma, como hizo el señor Meseguer, todo un volumen indigesto con las actas jurídicas fue una equivocación. Otra cosa es una historia ordenada como la presente, en la que además van tratadas algunas cuestiones que darán mucha luz.

Por otra parte, ha de ayudar no poco la nueva forma que adopto en mi historia, muy distinta del método que sigue Escolano en su Memorial. Con ser el Memorial el trabajo más concienzudo que sobre los mártires se ha hecho, y fue revisado además por una junta de teólogos, todavía deja algo que desear en la forma y queda algo incompleto en algunos datos. En la forma por él adoptada de referir en conjunto lo ocurrido en cada pueblo con hombres, mujeres y niños, solo se impresiona el lector con lo más saliente de los hechos, y quedan como oscurecidos los demás. Nunca pude hacerme cargo, v. gr., leyendo a Escolano, que pudiese resultar una historia tan hermosa de los niños mártires, reuniéndolos todos en un solo capítulo. Esto por sí solo justificaría la nueva forma adoptada en esta historia, de poner por separado a los sacerdotes, a los varones y a las mujeres, niños y moriscas. A vuelta quizá de alguna repetición, pequeño defecto que desaparece en el conjunto, puede el lector disfrutar del edificante ejemplo que dan todos, haciendo destacar a los de una misma clase en un mismo cuadro, resultando de un efecto maravilloso, sobremanera elocuente, la heroicidad de los descritos en cada capítulo.

Además, aunque no pueda decirse en absoluto que Escolano no tuviera en cuenta los datos que trae Antolínez en su historia, no los aprovecha todos, como tampoco todos los de las mismas Actas que él ordenó hacer en la Alpujarra a su Provisor. Y finalmente, no parece que vio la relación que de muchos martirios escribió Almenara, hijo del insigne mártir Francisco Almenara, que murió con cuatro hijos suyos, quedando libre por su poca edad el autor de la relación que lleva su nombre, y él escribió yendo de pueblo en pueblo. Tiene el mérito de ser la relación escrita más inmediata a la catástrofe, pues se escribió solo ocho años después. De sentir es también que ni una palabra se dijera de los prodigios de aquellas procesiones de luces nocturnas.

Por otra parte, cuál sea la mente y la voluntad de la Iglesia y su deseo de que se trabaje en este sentido, bien claro está en las palabras del arzobispo Escolano, aducidas en la nota que precede; ella nos excusa de ser más largo.

Sea, pues, Dios bendito, que ha permitido vea la luz pública esta obra; sea toda la gloria para los santos mártires de la Alpujarra, como los llegaron a llamar sus contemporáneos.

Un ruego me resta para concluir: que todos aquellos que me leyeren vean, según su condición, lo que pueden hacer para que se logre la deseada beatificación de los mártires.

Capítulo II. La Alpujarra

Párrafo I. Por vía de introducción. Cambio de aspecto. Descripción topográfica de esta región. Sus productos. Su historia. Sublevaciones en tiempo de los árabes. Último período de la reconquista. Guerras de la Alpujarra. Conducta del rey Fernando, de Carlos V y de Felipe II. Última rebelión de los moriscos alpujarreños

Al escuchar la pronunciación de la palabra Alpujarra me parece oír una vibración del acero. Lo más original del caso es que algo parecido sucede con su historia, con su topografía y con el carácter de sus habitantes. Su topografía: de ásperas laderas, desfiladeros y barrancos; su carácter: fuerte y sufrido hoy, levantisco e indómito ayer; su historia: historia de independencia, de rebeldías, gloriosas unas, poco honrosas otras.

El término de la última rebelión de los moriscos, de la que en la actualidad nos ocupamos, y que acaba con su expulsión definitiva de la Alpujarra, hace cambiar de aspecto la nueva historia de esta comarca, que desde entonces inicia una era de paz: los pocos cristianos viejos supervivientes de la catástrofe, y los españoles de cepa que de diversas regiones vinieron a poblar, en parte por lo menos, los lugares que dejaron vacíos los moriscos al abandonar esta región, cambian por completo, como no podía menos, el carácter de sus habitantes. Ya no son aquellos moriscos belicosos, taimados, crueles y traidores. Los que les siguieron en la posesión de la tierra no participan de lo agreste del terreno tampoco: hospitalarios, sencillos y laboriosos, hacen más suave la misma aspereza de sus rocas y de sus breñas. Diríase que aquella sangre, que vertieron por Cristo tantos millares de cristianos, fue un riego fecundo de paz y de ventura. El manto de púrpura con que esta sangre vistió la tierra santificada, le ha dado un tinte de nobleza española y de hidalguía tan difícil de borrar que, a pesar de las vicisitudes de los tiempos, aún hoy lo conserva.

Pero ya es tiempo digamos algo acerca de ello.

Comarca montuosa que corresponde a las provincias de Granada y Almería y que se extiende de Motril a Almería. De la Sierra Nevada parten varios contrafuertes en distintas direcciones; hacia el Sur arrancan las sierras de Contraviesa y de Gádor, llamadas por los árabes Montes del Sol y del Aire, que son el armazón de las Alpujarras. Distínguense las Alpujarras altas u occidentales, entre la cadena principal y las dos secundarias, y las Alpujarras orientales que abarcan la estribación Sur de la parte Este que desciende a las anchas cuencas del río Ujíjar o río Grande, y el Canjáyar o río Almería.

Los valles de esta comarca se distinguen por ser su parte alta la más ancha, y se estrechan y se hacen inaccesibles a medida que se alejan de la cadena principal. Todos terminan por la parte superior en prados alpinos en parte planos, en parte rodeados de pétreas murallas. Las circunstancias locales hacen cambiar la vegetación por todas las formas alpinas de las más variadas graduaciones, hasta llegar a los productos tropicales, incluso los dátiles y la caña de azúcar. Gran parte del territorio de esta comarca es estéril y áspero, pero en todas las zonas hay fértiles valles, bosques de frondosos árboles y riquísimos pastos, y en ellos se mantiene mucho ganado lanar y de cerda; un cultivo esmerado enriquece esta comarca, en ella se ven árboles frutales de un gran desarrollo; las faldas y laderas de las montañas están plantadas en algunas partes de viñedos, de los cuales se sacan las excelentes uvas que, puestas a secar al Sol o pasadas por una lejía de sarmiento, dan el exquisito fruto de que tanto consumo se ha hecho hasta ahora, bajo el nombre de pasa de Málaga. No menos célebres son las uvas de Ohanes. Esta comarca tiene sus montañas ricas en minerales, principalmente en plomo, del que se han extraído anualmente unos 247 millones de kilogramos.

El primitivo nombre con que se menciona esta comarca es el de Ilipula. En la época árabe subleváronse varias veces los habitantes de las Alpujarras, llegando por dos veces a declararse independientes del emirato de Córdoba, nombrando rey propio. En el último período de la reconquista hicieron los árabes de este territorio su último baluarte, favorecidos por lo quebrado del suelo, promoviendo repetidas protestas, pacíficas o belicosas, contra la desconsideración con que, a su juicio, eran tratados después de la rendición de Granada. Estas protestas dieron ocasión a la guerra de las Alpujarras, serie de sublevaciones que duró de 1500 a 1570. En la primera insurrección apoderáronse de casi todas las plazas fuertes de la comarca, e hicieron incursiones contra los cristianos, por lo que Fernando V mandó contra los moros al gran capitán y al conde de Tendilla, poniéndose después el propio monarca al frente de las tropas hasta dominar a los rebeldes. Impúsoles la condición de entregar fortalezas y armas, y pagar un tributo de 50.000 ducados; pero la insurrección quedó latente, siguiendo el levantamiento de partidas. Para contener a los sediciosos, Carlos V promulgó una rigurosa pragmática en 1526, que dio resultado contraproducente, hasta aparecer en 1560 numerosas partidas armadas por aquella sierra. Felipe II, queriendo ser más enérgico, reprodujo la pragmática de Carlos V, adicionando otras cláusulas, que en su lugar veremos.

Los muslimes, creyendo llegada la ocasión de sacudir el yugo cristiano, alzáronse en armas dirigidos por Feraz-Abenfaraz. Proclamaron rey a don Fernando de Córdoba y Válor, descendiente de los Omeyas u Omniadas, quien al renegar del cristianismo tomó el nombre de Aben-Humeya. Feraz creíase con mejor derecho a ser rey por descender de los Abencerrajes, pero transigió por no provocar escisiones, siendo nombrado por Aben-Humeya alguacil mayor con numerosas tropas de alpujarreños y mercenarios turcos y africanos. Feraz, contra la opinión de Humeya, llevó la guerra a sangre y fuego. Felipe II mandó contra los insurrectos al marqués de Mondéjar con un ejército que partió de Granada en 1569, y otro más tarde, al ver que no terminaba la guerra, dirigido por el marqués de los Vélez. Surgieron rivalidades entre estos caudillos, dando lugar a que la guerra se propagara a otras comarcas. Felipe II envió entonces a don Juan de Austria, como generalísimo, y a don Luis de Requeséns con una escuadra para impedir a los moriscos los auxilios por mar. El éxito empezó a decidirse por los cristianos; el marqués de los Vélez conquistó las alturas de Ugir, derrotando a Aben-Humeya, que con el resto de sus fuerzas tuvo que retirarse a Sierra Nevada, donde trató de reorganizarse, pero una conjuración le hizo caer en poder de los cristianos y fue ahorcado. Los moros prosiguieron la guerra proclamando a Aben-Abó, que dio comienzo a una activa campaña tomando algunas plazas, y llegando hasta las calles de Granada. La insurrección amenazaba propagarse a Murcia y Valencia. Para impedirlo tomó don Juan de Austria personalmente la dirección de las operaciones, hasta obligar a los rebeldes a refugiarse en lo más intrincado de las Alpujarras. Entonces publicó un bando prometiendo perdón a los que se sometieran, sin que ninguno lo efectuara, aunque lo había prometido hasta el mismo Aben-Abó. Ante la resistencia pasiva reanudó don Juan la campaña con tal ímpetu, que a fines de 1570 solo restaban unos 400 con armas, escondidos en las fragosidades de la sierra. Cansados de tal vida vendiéronse a los cristianos dos de los más íntimos de Aben-Abó, y éste fue asesinado por los suyos en marzo de 1571, entregando su cadáver en Granada. De este modo terminó la guerra, viéndose después los moriscos obligados a abandonar las Alpujarras por imposición de los vencedores. Esta última rebelión es la época de los mártires que historiamos.